L'homme aux bras ballants.
Guión: Laurent Gorgiard.
Música: Yann Tiersen.
Como no cuesta nada dedicar, a Hay_sinla, Instante_Aleph y Doc Holliday.
miércoles, 31 de octubre de 2007
El hombre de los brazos colgantes
El Lobo
Cuenta una leyenda que hace muchos años, cuando aún el hombre vivía en pequeñas poblaciones montañosas y subsistía de lo que la tierra le proporcionaba, hubo un muchacho al que aconteció una fabulosa historia.
Se dice que desde pequeño, había salido todos los días con su padre y su fiel perro Blas, que provenía en parte de una familia de lobos, a pastar con el rebaño. Creció en la naturaleza, oyendo sus susurros y confesiones más íntimas, imaginando metáforas y saberes en los leves ruidos del arroyo en primavera o en el seco crujir de las hojas anaranjadas de las hayas. Aprendió de la madre tierra y de sus seres todo lo que debía conocer, salvo algunos pequeños consejos que su padre le había dado, amén de un buen par de zurras de vez en cuando. Le encantaba descubrir cosas, misterios escondidos entre las líneas del horizonte, las muecas de los animales, el olor de la tierra recién llovida, la suave brisa que azotaba los campos en otoño, el calor agobiante en verano con sus angustiosas chicharras, ...Pero si había una cosa que realmente le fascinara, ese era Blas. Aún conservaba ciertos movimientos y aires lobunos en su comportamiento. Andaba como en puntillas, intentado evitar ser oído, rehuía a los extraños con un miedo enorme dibujado en sus ojos y también estaban las constantes peleas que ocasionaba con otros perros. Aunque lo que más le sobrecogía eran aquellas noches de luna llena, cuando pasaba la noche fuera y levantando su cuello para mirar al astro mortecino emanaba de lo más recóndito de él un aullido gutural. Blas aullaba a la luna, era algo hipnotizador y balsámico oír aquellos alaridos. Tal vez a otros en el pueblo incomodaran o importunaran, pero no a él. Desde aquel verano salía junto a Blas y abrazándole del cuello y mirando a la luna, trataba de imitar al animal en su profunda súplica. Durante años experimentó el dulce placer de disfrutar de ese momento tan primitivo junto a su perro, les hacía estar unidos. El tiempo pasó y Blas acabó muriendo una noche, tumbado junto a la hoguera, ya viejo y cansado. El chico tendría entonces 17 años, fue un duro golpe, ya nunca le vería, ni jugaría con él, ni volvería nunca a aullar agarrado a aquel cuello, a sentir su pelo raudo y fuerte, que semejaba no estar peinado, herencia de sus antepasados salvajes. Pero con los días y las semanas, los meses y los años, los recuerdos de Blas se iban enterrando un poquito más en su memoria. Excepto algunos días de luna llena, que contemplaba al astro enmudecido y rememoraba a su viejo amigo, alzando el cuello hacia arriba y moviendo los labios en forma de o imitaba el aullido de Blas, pero sin emitir sonido algunoUn invierno su madre cayó enferma, al principio no pareció nada grave, pero finalmente tuvo que ser puesta en cama, y a las dos semanas murió en su lecho, sin decir palabra, pero mirando a su familia a los ojos, como expresando un sentimiento que los vivos no alcanzaríamos a poder expresar en palabras, ni casi a comprender. El chico ya era algo mayor tenía 25 años, había fortalecido sus músculos a base de horas al sol del campo, adquiriendo otros trabajos alejados de aquellas primeras experiencias de pastoreo. Había ya frecuentado los bares del pueblo, y estaba curtido en mil y una batallas, ya fueran amorosas, de orgullo o por simple diversión. Pero aún así lloró y lloró, salía por las noches, a vagar sin rumbo por el bosque. Una noche que caminaba distraído entre los árboles sin pensar en nada en concreto, moviendo sus ideas de aquí para allá, acordándose de esto y de lo otro, llegó a un claro. Nunca había reparado en aquel claro, pero había una luz muy intensa. Alzó la vista y allí vio a la luna. Por primera vez en años aulló de verdad, no ya un grito apagado si no un verdadero aullido, escapando de sus entrañas y que arañaba cada centímetro de su pecho para salir de su garganta. Sin saber porque, salió corriendo hacia su casa y ya en el umbral de su puerta consiguió oír en la distancia un grito que le respondía, había otro lobo cerca. Todas las noches de luna llena a partir de aquel día comenzó a ir al claro y aullar ritualmente a la luna. A veces llegó a quedarse más tiempo para ver si el otro lobo hacía su aparición, pero nunca llegó a verlo, aunque sí a oírlo. Una noche después del ritual, volviendo a casa comenzó posar sus pensamientos en aquello mismo que hacía, ¿por qué aullaba a la luna?¿Qué motivos tenía? Comenzó a desear saber el porqué de todo aquello, por qué se comportaba como un lobo y también por qué se comportaban de ese modo los propios lobos. Se encerró en su cuarto y no salió a excepción de los ratos en que comía algo con su padre. Meditó sobre aquello y a la siguiente luna llena, antes de salir de casa dejó una nota en la puerta. Llegó al claro del bosque con un pasó nervioso pero decidido. Se arrodilló y aulló como nunca hasta ahora lo había hecho, aquel aullido debió de cruzar valles y montañas, todos sabrían que allí vivía un lobo. De repente tras un pequeño eco apareció entre los árboles un lobo, majestuoso y como seguido de una especie de niebla. El chico se quedo inmóvil y el animal avanzó hasta llegar a él. Alzó el cuello y aulló sonoramente y luego bajó la mirada. Se cruzaron sus miradas, un instante, pero él sabía que el lobo le pedía que le siguiera. Se levantó, y echó a correr detrás del lobo cada vez más deprisa, más veloz esquivando los árboles, aflorando un extraño pelaje en su cuerpo, adquiriendo una postura cuadrúpeda y una mirada en el horizonte. Llegó exhausto hasta una loma, junto al otro lobo, y aullaron por última vez aquella noche. El chico se vio reflejado en los ojos del animal, y el también era uno de ellos. A partir de aquel instante de comprensión perdió sus recuerdos y su conciencia, y vagó por los bosques cercanos junto a su compañero. A la mañana siguiente el padre leyó la nota: "No me esperes despierto. Te quiero y besos", y el padre soltó una lágrima que le cayó por las mejillas, y salió con su nuevo perro Matías, comprado algunos meses atrás, a pasear al rebaño por los pastos otoñales.
Ahora... y no luego
El deseo de aullar se apodera de mi garganta, es irremediable, necesito estirar el cuello hacia arriba y arrojar a la noche un gutural sonido, anunciador de largas horas insomnes disfrutando de la nada.
Aquí, y ahora, soy alguien, ayer tal vez no, mañana puede que no… pero ahora Sí, sin duda, estoy aquí, me palpo, me siento, me huelo, me veo… y veo el humos que exhalo por la boca, en breves juegos de aire que suben y cargan la habitación.
¿Desesperar? Ya lo hice, nada puedo esperar… nada quiero esperar… esperar es de cobardes y débiles.
Sin razón, sin paz, sin amor, sin dolor, sin palabras... abandono todo lo dicho, nada tengo que ver con ello... mañana tal vez... quién sabe... yo desde luego no Sé y no quiero hacerlo.
Kavafis, Ítaca, Ulises y el viaje de todo hombre
ITACA(1911)
Si vas a emprender el viaje hacia Itaca,
Pide que tu camino sea largo,
Rico en experiencias, en conocimiento.
A Lestrigones y a Cíclopes,
O al airado Poseidón nunca temas,
No hallarás tales seres en tu ruta
Si alto es tu pensamiento y limpia
La emoción de tu espíritu y tu cuerpo.
A Lestrigones y a Cíclopes,
Ni al fiero Poseidón hallarás nunca,
Si no los llevas dentro de tu alma,
Si no es tu alma quien ante ti los pone.
Pide que tu camino sea largo.
Que numerosas sean las mañanas de verano
En que con placer, felizmente
Arribes a bahías nunca vistas;
Detente en los emporios de Fenicia
Y adquiere hermosas mercancías,
Madreperla y coral, y ámbar y ébano,
Perfumes deliciosos y diversos,
Cuanto puedas invierte en voluptuosos y delicados perfumes
Visita muchas ciudades de Egipto
Y con avidez aprende de sus sabios,
Ten siempre a Itaca en la memoria.
Llegar allí es tu meta.
Mas no apresures el viaje.
Mejor que se extienda largos años:
Y en tu vejez arribes a la isla
Con cuanto hayas ganado en el camino,
Sin esperar que Itaca te enriquezca.
Itaca te regaló un hermoso viaje.
Sin ella el camino no hubieras emprendido.
Mas ninguna otro cosa puede darte.
Aunque pobre la encuentres, no te engañará Itaca.
Rico en saber y en vida, como has vuelto,
Comprendes ya qué significan las Itacas.
Konstandinos Kavafis(Poesías Completas).
Kavafis en este poema toma como tema la vuelta a Itaca realizada por Ulises, relatada por Homero en “La Odisea”. A partir de este relato, el autor crea un símil entre el viaje de Ulises y el viaje de todo “hombre”.
Todo hombre por su condición de finito debe pedir que su “camino sea largo, rico en experiencias, en conocimientos”. Tendemos a querer disfrutar, por naturaleza queremos vivir, ya que la vida es tan corta, buscamos ensancharla con experiencias.
Y en nuestro camino no debemos temer “a Lestrigones y a Cíclopes”, al horror, a la lucha, a lo fantasmagórico. Tampoco debemos sucumbir ante el “airado, fiero Poseidón”, ante las tempestades y avatares del viaje, debemos afrontarlos con “altos pensamientos”. Sólo con grandes pensamientos, grandes pasiones, grandes sentimientos podemos superar todos estos monstruos que nuestro propio espíritu ponía ante nosotros.
Todo hombre debe anhelar por naturaleza descubrir paraísos nunca vistos, desear incesantemente nuevas experiencias, “Que numerosas sean las mañanas de verano/ en con placer, felizmente/ arribes a bahías nunca vistas”. Llena tu vida de ricos abalorios, de todo tipo, el ser humano tiende por naturaleza a querer sentir todo lo que se puede sentir; tanto placeres píos como impíos, “cuanto puedas invierte en voluptuosos y delicados perfumes”. Y siempre debemos aprender de los “sabios”, pues ellos ya han vivido innumerables experiencias de vida.
“Itaca” siempre debe permanecer allí, en nuestro pensamiento, es el final del camino, nuestra “meta”, es decir el final de la vida. Por eso no debemos “apresurar el viaje”, para que pretender acelerar algo que por si sólo ya pasa deprisa.
Arribar al puerto con el bagaje hecho, todas nuestras sensaciones y riquezas transportaremos hasta el final; y sin esperar que “Itaca”, la muerte, nos enseñe nada.
Por nuestra condición lo que da significado a la vida es la muerte, cuanto más deliciosa es la vida teniendo siempre presente el final del camino, pero saboreando al mismo tiempo cada instante de esa senda. Y lo más importante es que si llegamos al final “Rico en saberes y en vida”, por fin comprenderemos que son las “Itacas”, la muerte, y ya no la tendremos miedo, pues hemos vivido todo aquello que por nuestra propia condición nos ha sido dado vivir
La receta anunciada
Comer es natural, cocinar es cultural y lo que se elige o se desecha como alimento es una decisión cultural que varía de un tiempo a otro, de un lugar a otro y en la que pueden influir muy diversas circunstancias. Aquí va la anunciada receta de carne del Libro de Cozina de Ruperto de Nola, cocinero mayor del rey de Nápoles.
Gato asado como se quiere comer
El gato que esté gordo tomarás, y degollarlo, y después de muerto cortarle la cabeza y echarla a mal porque no es para comer, que se dice que comiendo de los sesos podría perder el seso y juicio el que la comiese. Después desollarlo muy limpiamente y abrirlo y limpiarlo bien, y después envolverlo en un trapo de lino limpio y soterrarlo debajo de tierra donde ha de estar un día y una noche, y después sacarlo de allí y ponerlo a asar en un asador, y asarlo al fuego y comenzándose de asar untarlo con buen ajo y aceite (es decir, ali-oli), y en acabando de untar azotarlo bien con una verdasca (una vara verde), y esto se ha de hacer hasta que esté bien asado, untándolo y azotándolo, y desque esté asado cortarlo como si fuese conejo o cabrito, y ponerlo en un plato grande, y tomar del ajo y aceite desatado con buen caldo de manera que sea bien ralo y échalo sobre el gato, y puedes comer de él porque es muy buena vianda.
Buen provecho. La próxima receta será de fruta florida.
martes, 30 de octubre de 2007
Todo bien
Todo está bien. Sales con los amigos, sonríes más que hablas, las horas giran, los días pasan y todo está bien.
Pero de repente una canción. La has escuchado muchas veces, casi siempre solo. Como ahora. Te gusta la canción, hace tiempo que no la escuchabas y sonríes una vez más al reconocerla. Pero de repente no es cualquier canción. Y te sientes cansado, cansado de las horas que giran, de los días que pasan. Y sólo deseas no volver a escuchar esa canción solo, en la ausencia que reescribiría la canción.
El resto es el esfuerzo de asustar los espejos líquidos de la mirada. En vano.
La agenda (por Doc Holliday)
La agenda, ese gran invento.
Electrónica, en la memoria del móvil, o la clásica libreta de teléfonos.
Sonrío cuando pienso en todos estos pringaos que se pasan la vida pegados al messenger, rezando para que las tías los agreguen, y su mayor éxito sexual es recibir una foto de una gorda en sujetador, y los comparo con mi situación, en que echar 12 polvos con 12 tías distintas en un fin de semana es sólo un problema de organización y de enviar 12 mensajes.
A veces me han ofrecido incluso pelas por mi agenda (lo que no saben es que no va así), y la he perdido varias veces (al principio es un drama, pero poco a poco se reconstruye, y hasta es divertido)
Pues esa otra pincelada de sabiduría (manejo, recopilación, optimización, encriptación... de agenda de tías) de momento queda en mi cacumen, así que rezad por que vuelva vivo de Boston y que tenga ganas de compartir este tesoro con vosotros, gusanos peludos, y os saque (otra vez) de vuestro patético onanismo.
no puedo dormir...
Un cuento de fútbol
de Roberto Fontanarrosa.
"19 de noviembre de 1971"
Sí yo sé que ahora hay quienes dicen que fuimos unos hijos de puta por lo que hicimos con el viejo Casale, yo sé. Nunca falta gente así. Pero ahora es fácil decirlo, ahora es fácil. Pero habla que estar esos días en Rosario para entender el fato, mi viejo, que hablar al pedo ahora habla cualquiera.
Yo no sé si vos te acordás lo que era Rosario en esos días anteriores al partido. ¡Y qué te digo “esos días”! ¡Desde semanas antes ya se venía hablando, del partido y la ciudad era una caldera, porque eso era lo que era la ciudad! Claro, los que ahora hablan son esos turros que después vos los veías por la calle gritando y saltando como unos desgraciados, festejando en pedo a los gritos y después ahora te salen con que son... ¿qué son?... moralistas... ¿De qué se la tiran, hijos de mil putas? Ahora son todos piolas, es muy fácil hablar. Pero si vos vieras lo que era la ciudad en esos días, hennano, prendías un fósforo y volaba todo a la mierda. No se hablaba de otra cosa en los boliches, en la calle, en cualquier parte. Saltaban chispas, te aseguro. Y la cosa arrancó con el fato de las cábalas. O mejor dicho, de los maleficios.
—Hay que entender que no era un partido cualquiera, hermano, era una final final. Porque si bien era una semifinal, el que ganaba después venía a jugar a Rosario y le rompía el culo a cualquiera. Fuera Central como Ñul, acá le hacía la fiesta a cualquiera. ¡Y cómo estaban los lepra! ¡Eso, eso tendrían que acordarse ahora los que hablan al reverendo pedo y nos vienen a romper las pelotas con el asunto del viejo Casale! ¿No se acuerdan esos turros cómo estaban los lepra? ¿No se acuerdan ahora, mi viejo? Había que aguantarlos porque se corrían una fija, pero una fija se corrían, hermano, que hasta creo que se pensaban que nos iban a llenar la canasta. No que sólo nos iban a hacer la colita sino que además nos iban a meter cinco, en el Monumental y para latelevisión. ¡Pero por qué no se van a la concha de su madre! ¡Qué mierda nos van a hacer cinco esos culosroto! ¡Así se la comieron doblada! ¡Qué pija que tienen desde ese día y no se la pueden sacar!
Pero la verdad, la verdad, hermano, con una mano en el corazón, que tenían un equipazo, pero un equipazo, de padre y señor mío.
Hay que reconocerlo. Porque jugaban que daba gusto, el buen toque y te abrochaban bien abrochado. Estaba Zanabria, el Marito Zanabria; el Mono Obberti ¡Dios querido, el Mono Obberti, qué jugador! Silva el que era de Lanús, el albañil. ¡Montes! Montes de cinco; Santamaría el Cucurucho Santamaría, qué sé yo, era un equipazo, un equipazo hay que reconocer, y la lepra se corría una fija. ¿Sabés cuántos había en la ruta a Buenos Aires, el día del partido? Yo no sé, eran miles, millones, yo no sé de dónde habían salido tantos leprosos. Si son cuatro locos y de golpe, para ese partido, aparecieron como hormigas los desgraciados. Todos fueron. ¡Lo que era esa ruta, papito querido! Entonces, oíme, había que recurrir a cualquier cosa. Hay partidos que no podés perder, tenés que ganar o ganar. No hay tutía. Entonces si a mí me decían que tenía que matar a mi vieja, que había que hacer cagar al presidente Kennedy, me daba lo mismo, hermano. Hay partidos que no se pueden perder. ¿Y qué? ¿Te vas a dejar basurear por estos soretes para que te refrieguen después la bandera por la jeta toda la vida? No, mi viejo. Entonces, ahí, hay que recurrir a cualquier cosa. Es como cuando tenés un pariente enfermo ¿viste? tu vieja, por ejemplo, que por ahí sos capaz hasta de ir a la iglesia ¿viste? Y te digo, yo esa vez no fui a la iglesia, no fui a la iglesia porque te juro que no se me ocurrió, mirá vos, que si no... te aseguro que me confesaba y todo si servía para algo. Pero con los muchachos enganchamos con la cuestión de las brujerías, de la ruda macho, de enterrar un sapo detrás del arco de Fenoy, de tirar sal en la puerta de los jugadores de Ñubel y de todas esas cosas que siempre se habla. Por supuesto que todas las brujas del barrio ya estaban laburando en la cosa y había muñecos con camiseta de Ñubel clavados con alfileres, maldiciones pedidas por teléfono y hasta mi vieja que no manya mucho del asunto tenía un pañuelo atado desde hacía como diez días, de ésos de “Pilato, Pilato, si no gana Central en River no te desato”. Después la vieja decía que habíamos ganado por ella, pobre vieja, si hubiera sabido lo del viejo Casale, pero yo le decía que sí para no desilusionarla a la vieja.
Pero todo el fato de la ruda macho y el sapo de atrás del arco eran, qué sé yo, cosas muy generales, ya había tipos que lo estaban haciendo y además, el partido era en el Monumental y no te vas a meter en la pista olímpica a enterrar un sapo porque vas en cana con treinta cadenas y no te saca ni Dios después, hermano. Entonces, me acuerdo que empezamos con la cosa de las cábalas personales. Porque me acuerdo que estábamos en el boliche de Pedro y veníamos hablando de eso. Entonces, por ejemplo, resolvimos que a Buenos Aires íbamos a ir en el auto del Dani porque era el auto con el que habíamos ido una vez a La Plata en un partido contra Estudiantes y que habíamos ganado dos a cero. Yo iba a llevar, por supuesto, el gorrito que venía llevando a la cancha todos los últimos partidos y no me había fallado nunca el gorrito. A ése lo iba a llevar, era un gorrito milagroso ése.El Coqui iba a ir con el reloj cambiando de lugar, o sea en la muñeca derecha y no en la izquierda, porque en un partido contra no sé quién se lo había cambiado en el medio tiempo porque íbamos perdiendo y con eso empatamos.o sea, todo el mundo repasó todas las cábalas posibles como para ir bien de bien y no dejar ningún detalle suelto. te digo más, estuvimos parados en la tribuna en el partido contra Atlanta para pararnos de la misma manera en el partido contra la lepra el boludo de michi decía que él había estado detrás del Valija y el Miguelito porfiaba que el que había estado detrás del Valija era él. Mirá vos, hasta eso estudiamos antes del partido, para que veas cómo venía la mano en esos días. ¿Y sabés qué te lleva a eso, hermano, sabés qué te lleva a eso? El cagazo, hermano, el cagazo, el cagazo te lleva a hacer cualquier cosa, como lo que hicimos con el viejo Casale.
Porque si llegábamos a perder, mamita querida, nos teníamos que ir de la ciudad, mi viejo, nos teníamos que refugiar en el extranjero, te juro, no podíamos volver nunca más acá. Íbamos a perecer
esos refugiados camboyanos que se tomaron el piro en una balsa. Te juro que si perdíamos nosotros agarrábamos el “Ciudad de Rosario” y por acá, por el Paraná, nos teníamos que ir todos, millones de canallas, no sé, a Diamante, a Perú, a Cuzco, a la concha de su madre, pero acá no se iba a poder vivir nunca más con la cargada de los leprosos putos, mí viejo. Ya el Miguelito había dicho bien claro que él se la daba, que si perdíamos agarraba un bufo y se volaba la sabiola y te digo que el Miguelito es capaz de eso y mucho más porque es loco el Miguelito, así que había que creerle. O hacerse puto, no sé quién había comentado la posibilidad de hacerse trolo y a otra cosa mariposa, darle a las plumas y salir vestido de loca por Pellegrini y no volver nunca más a la casa. Pero, te digo, nadie quería ni siquiera sentir hablar de esa Posibilidad. Ni se nombraba la palabra “derrota”.
Era como cuando se habla del cáncer, hermano. Vos ves que por ahí te dicen “la papa”, o “tiene otra cosa”, “algo malo”, pero el cangrejo, mi viejo, no te lo nombra nadie. Y ahí fue cuando sale a relucir lo del viejo Casale. El viejo Casale era el viejo del Cabezón Casale, un pibe que siempre venía al boliche y que durante años vino a la cancha con nosotros pero que ya para ese entonces se había ido a vivir al norte, a Salta creo, lo vi hace poco por acá, que estaba de paso. Y ahí fue que nos acordamos de que un día, en la casa del Cabezón, el viejo había dicho que él nunca, pero nunca, lo había visto perder a Central contra Ñul. Me acuerdo que nos había impresionado porque ese tipo era un privilegiado del destino. Aunque al principio vos te preguntas, “¿Cómo carajo hizo este tipo pata no verlo perder nunca a Central contra Ñul? ¿Qué mierda hizo? Este coso no va nunca a la cancha”. Porque, oíme alguna vez lo tuviste que ver perder, a menos que no vayás a. los clásicos. Y ojo que yo conozco muchos así, que se borran bien borrados de los clásicos. O que van en Arroyito, pero que a la cancha del Parque no van en la puta vida. Y me acuerdo que le preguntarlos eso al viejo y el viejo nos dijo que no, y nos explicó. El iba siempre, un fana de Central que ni te cuento, pero se había dado, qué sé yo, una serie de casualidades que hicieron que en un montón de partidos con Ñul él no pudiera ir por un montón de causas que ni me acuerdo. Que estaba de viaje por Misiones —el viejo era comisionista—; que ese día se había torcido un tobillo y no podía caminar, que estaba engripado, que le dolía un huevo, qué sé yo, en fin, la verdad, hermano— que el viejo la posta posta era que nunca le había tocado ver un partido en que la lepra nos hubiera roto el orto. Era un privilegiado el viejo y además, un talismán, querido, porque así como hay tipos mufa que te hacen perder partidos adonde vayan, hay otros que si vos los llevás es número puesto que tu equipo gana. No es joda. Y el viejo Casale era uno de éstos, de los ojetudos.
Entonces ahí nos dijimos “Este viejo tiene que estar en el Monumental contra Ñubel. No puede ser de otra forma. Tiene que estar”... Claro, dijimos, seguro que va a estar, si es fana de Central, canalla a muerte. Pero nos agarró como la duda viste? porque nosotros no era que lo veíamos todos los días al viejo, te digo más, desde que el Cabezón se había ido al norte a laburar, al viejo de él no lo habíamos vuelto a ver ni en la cancha, ni en la calle ni en ninguna parte. Además, el viejo ya estaba bastante veterano porque debía tener como ochenta pirulos por ese entonces. Bah, en realidad ochenta no, pero sus sesenta, sesenta y cinco años los tenía por debajo de las patas.
Entonces, con el Valija, el Colorado y el Miguelito decimos “vamos a la casa del viejo a asegurarnos que va y si no va lo llevamos atado”. Porque también podía ser que el viejo no fuera porque no tuviera guita, qué sé yo. Nosotros ya habíamos pensado en hacer una rifa a beneficio, una kermesse, cualquier cosa. El viejo tenía que ir, era una bandera, un cheque al portador.
La cuestión es que vamos a la casa y... ¿a qué no sabés con lo que nos sale el viejo? Que andaba mal del bobo y que el médico le había prohibido terminantemente ir a la cancha, mirá vos. Nos sale con eso. Que no. Que había tenido un infarto en no sé qué partido, en un partido de mierda después que una pelota pegó en un palo, que había estado muerto como media hora y lo habían salvado entre los indios con respiración artificial y masajes en el cuore, que no había clavado la guampa de puro pedo y que le había quedado tal cagazo que no había vuelto a ir a la cancha desde hacía ya, mirá lo que te digo, dos años.
¡Hacía dos años que no iba a la cancha el viejo ese! Y no era sólo que él no quería ir sino que el médico y, por supuesto, la familia, le tenían terminantemente prohibido ir, lógicamente. No sé si no le prohibían incluso escuchar los partidos por radio, no sé si no se lo prohibían, para que no le pateara el bobo, porque parece que el viejo escuchaba un pedo demasiado fuerte y se moría, tan jodido andaba. Vos le hacías ¡Uh! en la cara y el viejo partía. ¡Para qué! Te imaginás nosotros, la desesperación, porque eso era como un presagio, un anuncio del infierno, hermano, era un preanuncio de que nos iban a hacer cagar en Buenos Aires, mi viejo. Entonces empezamos a tratar de hacerle la croqueta al viejo, a convencerlo, a decirle “Pero mire, don Casale, usted tiene que estar, es una cita de honor. ¡Qué va a estar mal usted del cuore, si se lo ve cero kilómetro! Vamos, don Casale —me acuerdo que lo jodía Miguelito— ¿cuántos polvos se echa por día? usted está hecho un toro”. Pero el viejo, ni mierda, en la suya. Que no y que no.
Le decíamos que el partido iba a ser una joda, que Ñubel tenía un equipo de mierda y que ya a los quince minutos íbamos a estar tres a cero arriba, que el partido era una mera formalidad, que el gobierno ya había decidido que tenía que ganar Central para hacer feliz a mayor cantidad de gente. No sé, no sé la cantidad de boludeces que le dijimos al viejo para convencerlo. Pero el viejo nada, una piedra el hijo de puta. Para colmo ya habían empezado a rondar la mujer del viejo, madre del Cabezón, y una hermana del Cabezón, que querían saber qué carajo queríamos decirle nosotros al vicio en esa reunión, porque medio que ya se sospechaban que nosotros no íbamos para nada bueno. En resumen que el viejo nos dijo que no, que ni loco, que ni siquiera sabía si iba apoder resistir la tensión de saber que se jugaba el partido, aun sin escucharlo. Porque el viejo los diarios los leía, tan boludo no era, y sabía cómo venía la mano, cómo era la cosa, cómo formaban los equipos, suplentes, historial, antecedentes, chaquetillas, color, todo. Nos dijo más. “Ese día —nos dijo— bien temprano, antes de que empiecen a pasar los camiones y los ómnibus con la gente yendo para Buenos Aires, yo me voy a la quinta de un hermano mío que vive en Villa Diego”. No quería escuchar ni los bocinazos el viejo. “Me voy tempranito a lo de mi hermano, que a mi hermano le importa un sorete el fútbol, y me paso el día ahí, sin escuchar radio ni nada”. Porque el viejo decía y tenla razón, que si se quedaba en la casa, por más que se encerrara en un ropero, algo iba a oír, algún grito, algún gol, alguna cosa iba a oír, pobre desgraciado, y se iba a quedar ahí mismo seco en el lugar. Así que se iba a ir a radicar en la quinta de ese hermano que tenía, para borrarse del asunto.
Muy bien, muy bien. Te digo que salimos de allí hechos bosta porque veíamos que la cosa venía muy mal. Casi era ya un dato seguro como para decir que éramos boleta. Para colmo, al Valija, el día anterior le había caído una tía del campo y él se acordaba que, en un partido que perdimos con San Lorenzo, esa misma tía le había venido el día antes. Era un presagio funesto el de la tía.
Fue cuando decidimos lo del secuestro. Nos fuimos al boliche y esa noche lo charlamos muy seriamente. El Dani decía que no, que era una barbaridad, que el viejo se nos iba a morir en el viaje, o en la cancha, y después se iba a armar un quilombo que íbamos a terminar todos en cana y que, además, eso sería casi un asesinato. Pero al Dani mucha bola no le dimos porque ha sido siempre un exagerado y más que un exagerado, medio cagón el Dani. Pero nosotros estábamos bien decididos y más que nada por una cosa que dijo el Valija: el viejo estaba diez puntos. Había tenido un infarto, es cierto. Pero hay miles de tipos que han tenido un infarto y vos los ves caminando tranquilamente por la yeca y sin hacer tanto quilombo como este viejo pelotudo, con eso de meterse adentro de un ropero, o no ir a la cancha, o dejar que te rigoree la familia como la esposa y la otra, la hermana del Cabezón. Por otra parte, y vos lo sabés, los médicos son unos turros pero unos turros que se ve que lo querían hacer durar al viejo mil años para sacarle guita, hacerle experimentos y chuparle la sangre. Y además, como decía el Miguelito y eso era cierto, vos lo veías al viejo y estaba fenómeno. Con casi sesenta afios no te digo que parecía un pendejo pero andaba lo más bien. Caminaba, hablaba, se sentaba, qué sé yo, se movía. ¡Chupaba! Porque a nosotros nos convidó con Cinzano y el viejo se mandó su medidita, no te digo un vasazo pero su medidita se mandó. La cosa es que el Miguelito elaboró una teoría que te digo, aún hoy, no me parece descabellada. ¡El viejo era un curro, hermano! Un turrazo que especulaba con el fato del bobo para pasarla bien y no laburarla nunca más en la vida de Dios. Con el sover del bobo no ponía el lomo, lo atendían a cuerpo de rey y —la tenía a la vieja y a la hermana del Cabezón pendientes de él —viviendo como un bacan, el viejo. Y... ¿de qué se privaba? De algún faso; que no sé si no fasearía escondido; y de no ir a—la cancha. Fijate vos, eso era todo. Y vivía como Carolina de Mónaco el otario. Bueno, con ese argumento y lo que dijo el Colorado se resolvió todo.
El Colorado nos habló de los grandes ideales, de nuestra misión frente a la sociedad, de nuestro deber frente a las generaciones posteriores, los pendejos. Nos dijo que si ese partido se perdía, miles y miles de pendejos iban a sufrir las consecuencias. Que, para nosotros y eso era verdad, iba a ser muy duro, pero que nosotros ya estábamos jugados, que habíamos tenido lo nuestro y que, de últimas, teníamos experiencias en malos ratos y fulerías. Pero los pibes, los pendejitos de Central, ésos, iban a tener de por vida una marca en sus vidas que los iba a marcar para siempre, como un fierro caliente. Que las cargadas que iban a recibir esos pibes, esas criaturas, en la escuela, los iban a destrozar, les iban a pudrir el bocho para siempre, iban a ser una o dos generaciones de tipos hechos bolsa, disminuidos ante los leprosos, temerosos de salir a la calle o mostrarse en público. Y eso es verdad, hermano, porque yo me acuerdo lo que eran las cargadas en la escuela primaria, sobre todo.
Yo me acuerdo cuándo perdimos cinco a tres con la lepra en el Parque después de ir ganando dos a cero, cuando se vendió el Colorado Bertoldi, que todavía se estará gastando la guita, y te juro que yo por una semana no me pude levantar de la cama porque no me atrevía a ir a la escuela para no bancarme la cargada de los lepra. Los pibes son muy hijos de puta para la cargada, son muy crueles. ¿No viste cómo descuartizan bichos, que agarran una langosta y le sacan todas las patas? Son unos hijos de puta los pibes en ese sentido. Y lo que decía el Colorado era verdad. Ahora todo el mundo habla de la deuda externa, y bueno, hermano, eso era algo así como lo de la deuda externa, que por la cagada de cuatro reverendos hijos de puta que empeñaron el país, la tenemos que pagar todos y los hijos y los hijos de nuestros hijos. Y si estaba en nosotros hacer algo para que eso no pasara, había que hacerlo, mi querido. Además, como decía el Colorado, ya no era el problema de la cargada de los pendejos futbolistas, está también el fato del exitismo. Los pibes ven que gana un equipo y se hacen hinchas de ese equipo, son así, casquivanos. Son hinchas del campeón. Entonces, ponele que hubiese ganado Ñubel y... ¡a la mierda! ... de ahí en más todos los pibes se hacían de Ñubel, ponele la firma. Y no te vale de nada llevarlos a la cancha, conversarlos, hablarles del Gitano Juárez o el Flaco Menotti, ni comprarles la camiseta de Central apenas nacen. No te vale de nada. Los pendejos ven que sale River campeón y son de River. Son así. Y en ese momento no era como ahora que, mal que mal, vos los llevás al Gigante y los pibes se caen de culo. Entonces, cuando van al chiquero del Parque, por mejor equipo que pueda tener Ñul, los pibes piensan “Yo no puedo ser hincha de esta villa miseria” y se hacen de Central. Porque todo entra por los ojos y vos ves que ahora los pibes por ahí ni siquiera han visto jugar a Central o a Ñul y ya se hacen hinchas de Central por el estadio. Es otra época, los pendejos son más materialistas, yo no sé si es la televisión o qué, pero la cosa es que se van de boca con los edificios.
Entonces la cosa estaba clara, había que secuestrar al viejo Casale, o sino aguantarse que quince, veinte años depués, hoy por ejemplo, la ciudad estuviese llena de lepra sos nacidos después de ese partido, y esto hoy ¿sabés lo que sería? Beirut sería un poroto al lado de esto, hermano te juro.
El que organizó la “Operación Eichmann”, como lo llamamos, fue el Colorado. La llamamos así por ese general aleman, el torturador, que se chorearon de acá una vez los judíos ¿viste? y lo nuestro era más o menos lo mismo. El Colorado es un tipo muy cerebral, que le carbura muy bien el bocho y él organizó todo. El Colorado ya no estaba par ese entonces en la O.C.A.L.. La O.C.A.L., no sé si sabés es una organización de acá, de Rosario, que se llama así porque son iniciales, O.C.A.L “Organización Canalla Anti Lepra”. Son un grupo de ñatos como el Ku-Klux-Klan, más o menos, que se reúnen en reuniones secretas y no sé si no van con capucha y todo a las reuniones, o si queman algún leproso vivo en cada reunión. Mirá yo no sé si es requisito indispensable ser hincha de Central, pero seguro seguro, lo que tenés que hacer es odiar a los lepra. Tenés que odiar más a los lepra que lo que querés a Central.
Hacen reuniones, escriben el libro de actas, piensar maldades contra los lepra, festejan fechas patrias de partidos que les hemos ganado, tienen himnos, son como esos tipos los masones esos, que nadie sabe quiénes son. Andan con antorchas. Bueno, de la O.C.A.L., de la O.C.A.L. al Colorado lo echaron por fanático, con eso te digo todo pero es un bocho el Colorado y él fue el que organizó todo el operativo.
Y te la cuento porque es linda, te la cuento porque es linda, no sé si un día de estos no aparece en el “Selecciones” y todo. Averiguamos qué ómnibus iba para Villa Diego, adonde tenía la quinta el hermano del viejo Casale. Desde donde vivía el viejo, ahí por San Juan al mil cuatro cientos, lo único que lo dejaba en ese entonces, si mal no recuerdo, era el 305 que pasaba por la calle San Luis. O sea que el viejo tenía que tomarlo en San Luis-Paraguay o San Luis-Corrientes, no más allá de eso a menos que fuera muy pelotudo y lo fuera a tomar a Bulevar Oroño que no sé para qué mierda iba a hacer eso. Ahora, la. duda era si el viejo se iba a ir en ómnibus o en auto, porque si se iba en auto nos recagaba, pero nos jugábamos a que se iba a ir en ómnibus porque auto no tenía y seguro que el hermano tampoco tenía porque debía ser un muerto de hambre como él, seguramente. Y te digo que la cosa venía perfecta, porque el viejo nos había dicho que iba a salir bien temprano para no infartarse con las bocinas o sea que nosotros podíamos combinarlo con el horario de salida nuestra para el partido. Porque también nos cagaba si salía a la una de la tarde para Villa Diego porque después ¿cómo llegábamos nosotros a Buenos Aires para la hora del partido con el quilombo que era la ruta y en un ómnibus de línea? Lo más probable es que nos hiciéramos pelota en el camino por ir a los pedos. Y por otra parte, hermano, Villa Diego queda saliendo para Buenos Aires o sea que la cosa estaba clavada, era posta posta.
Después hubo que hablar con los otros muchachos, porqu e convencer al Rulo no nos costó nada, a él le daba lo mismo y, además, le contamos los entretelones del asunto. Te digo que el Colora manejó la cosa como un capo, un maestro. El asunto era así, el Rulo es un fana amigo de Central que tiene un par de ómnibus, está muy bien el Rulo. Y en esa época tenía un par de coches en la línea 305. Fue un ojete así de grande, porque si no teníamos que conseguir otro coche, cambiarle el color, pintarlo, qué sé yo, ponerle el número, un laburo bárbaro. Pero el Rulo tenía dos 305 y con uno de ésos ya tenía pensado pirarse para el Monumental el día del partido y más bien que se llevaba como mil monos que también iban para allá. Lo sacaba de servicio y que se fueran todos a la reputísima madre que los parió, no iba a perderse el partido ese.
Entonces, el Rulo, con los monos arriba Y nosotros, tenía que estar con el ómnibus preparado, el motor en marcha, por España, estacionado. Y el Miguelito se ponía de guardia, tomando un café, justo en un boliche de ahí cerca desde donde veían la puerta de la casa del viejo Casale. Creo que a las cinco, nomás, de la matina, ya estaba el Miguelito apostado en el boliche haciéndose el boludo y junando para la casa del viejo. Te juro que ni los tupamaros hubieran hecho un operativo como ése, hermano. Fue una maravilla.
Apenas vio que salía el viejo con una canastita donde seguro se llevaba algún matambre casero, algo de eso, el pobre viejo, el Miguelito cazó una Vespa que tenía en ese entonces, dio la vuelta a la manzana y nos avisó. Cargó la moto en el ómnibus, en la parte de atrás, detrás de los últimos asientos y nos pusimos en marcha.
Ya les habíamos dicho a tres o cuatro pendejos, de esos quilomberos de la barra, que se hicieran bien los sotas, que no dijeran ni media palabra y se hicieran los que apoliyaban. Nosotros también, para que no nos reconociera el viejo, estábamos en los asientos traseros, haciéndonos los dormido, incluso con la cara tapada con algún pulover, como si nos jodiera la luz, o con algún piloto.
Te digo que el día había amanecido frío y lluvioso, como la otra fecha patria, el 25 de Mayo. Además, el quilombo había sido guardar y esconder todas las banderas, las cornetas, las bolsas con papelitos, los termos, todo eso. Uno de los muchachos llevaba una bandera de la gran puta que medía 52 metros ¡52 metros, loco! Media cuadra de bandera que decía “Empalme Graneros presente” y tuvimos que meterla debajo de un asiento para que el. viejardo no la vichara.
La cosa es que el viejo subió medio dormido y se sentó en uno de los asientos de adelante que ya habíamos dejado libre a propósito para que no viera mucho del ómnibus. Rulo le cobró boleto y todo. Y nadie se hablaba como si no nos conociéramos. Y como el ómnibus iba haciendo el recorrido normal, el viejo iba lo más piola, mirando por la ventanilla. La cuestión es que llegamos a Villa Diego y el viejo tranquilo. Cada tanto, cuando nos pasaba algún auto con banderas en el techo, tocando bocina, el viejo miraba a los que tenía cerca y movía la cabeza como diciendo “¡Mirá vos!”.
Se ve que tenía unas ganas de hablar pero nadie quería darle mucha bola para no pisarse en una de ésas. Así que nos hacíamos todos los dormidos. Parecía que habían tirado un gas adentro de ese ómnibus hermano. Como cuando se muere algún ñato ¿viste? que se queda a apoliyar en el auto con el motor prendido y lo hace cagar el monóxido de carbono, creo. Bueno, así parecía que a nosotros nos había agarrado el monóxido de carbono. Pero, cuando llegamos a Villa Diego, por ahí el viejo se levanta y le dice al Rulo “En la esquina, jefe.”. Y yo no sé qué le dijo el Rulo, algo de que ahí no se podía parar, que estaba cerrado el tráfico, que había que seguir un poco más adelante y el viejo se la comió, pero se quedó paradito al lado de la puerta. Al rato, por supuesto, de nuevo el viejo, “En la esquina”. Ahí ya el Rulo nos miró, porque se le habían acabado los versos. Y ahí, hermano... ¡vos no sabés lo que fue eso! Fue como si nos hubiésemos puesto todos de acuerdo y te juro que ni siquiera lo habíamos hablado. Empezaron los muchachos a desplegar las banderas, a sacar las cornetas y las banderas por la ventana, y a los gritos, hermano, “¡Soy canalla, soy canalla!” por las ventanas.
Pero no para el lado del viejo, el pobre viejo, que la cara que puso no te la puedo describir con palabras, sino para afuera, porque los grones, con lo quilomberos que son, se habían ido aguantando hasta ahí sin gritar ni armar quilombo para no deschavarse con el viejo, pero cuando llegó el momento agarraron las banderas, empezaron a sacar los brazos y golpear las chapas del costado del ómnibus y también el Rulo empezó a seguir el ritmo con la bocina.
¿Viste esas películas de cowboy, cuando los choros van a asaltar una carreta donde parece que no hay nadie, o que la maneja nada más que un par de jovatos y de golpe se abren los costados y aparecen 17.000 soldados que los cagan a tiros? ¿Que levantan la lona y estaban todos adentro haciéndose los sotas? Bueno, ese ómnibus debió ser algo así. De golpe se transfonnó en un quilombo, un escándalo, una de gritos, de bocinazos, cornetas, una joda. ¡Y la gente al lado de la ruta! Porque desde la madrugada ya había gente a los costados de la ruta esperando que pasaran las caravanas de hinchas. Era para llorar, eso, conmovedor, te saludaban, gritaban, levantaban los puños, por ahí algún lepra, a las perdidas, te tiraba un cascotazo... Pero vuelvo al viejo, el viejo, no sabés la caripela que puso. Porque nosotros lo estábamos mirando porque decíamos: éste es el momento crucial. Ahí el viejo o cagaba la fruta, el corazón se le hacía bosta, o salía adelante. El viejo miraba para atrás, a todos los monos que saltaban y cantaban y no lo podía creer. Se volvió a sentar y creo que hasta San Nicolás no volvió a articular palabra. Te digo que el Rábano, el hijo de la Nancy ya se había ofrecido a hacerle respiración boca a boca llegado el caso, que era algo a lo que todos, mal que mal, le habíamos esquivado el bulto porque, qué sé yo, te da un poco de asco, además con un viejo.
Pero mirá, te la hago corta. Mirá, cuando el viejo ya vio que no había arreglo, que no había posibilidad de que lo dejáramos bajar del ómnibus, se entregó, pero se entregó entregó. Porque, al principio, nosotros nos acercamos y nos reputeó, nos dijo que éramos unos irresponsables, unos asesinos, que no teníamos conciencia, que era una,verguenza, qué sé yo todo lo que nos dijo. Pero después, cuando nosotros le dijimos que él estaba perfecto, que estaba hecho un toro, que si se había bancado la sorpresa del ómnibus quería decir que ese cuore se podía bancar cualquier cosa, empezó a tranquilizarse. El Colorado llegó a decirle que todo era una maniobra nuestra para demostrarle que él estaba perfectamente sano y que incluso el médico estaba implicado en la cosa.
Mirá hermano, y creéme porque es la pura verdad ¿qué intención puedo tener en mentirte, hoy por hoy? mucho antes ya de entrar en Buenos Aires ese viejo era el más feliz de los mortales, te lo digo yo y te lo juro por la salud de mis lujos. El viejo cantaba, puteaba, chupaba mate, comía facturas, gritaba por la ventana y a la cancha se bajó envuelto en una bandera. No había, en la hinchada, un tipo más feliz que él. Vino con nosotros a la popu y se bancó toda la espera del partido, que fue más larga que la puta que lo parió y después se bancó el partido. Estaba verde, eso si, y había momentos en que parecía que vos lo pinchabas con un alfiler y reventaba como un sapo, porque yo lo relojeaba a cada momento. Y después del gol del Aldo, yo lo busqué, lo busqué porque fue tal el quilombo y el desparramo cuando el Aldo la mandó adentro que yo ni sé por dónde fuimos a caer entre las avalanchas y los abrazos y los desmayos y esas cosas. Pero después miré para el lado del viejo y lo vi abrazado a un grandote en musculoso casi trepado arriba del grandote, llorando. Y ahí me dije: si éste no se murió aquí, no se muere más. Es inmortal. Y después ni me acordé más del viejo, que lo que alambramos, lo que cortamos clavos, los fierros que cortamos con el upite, hermano, ni te la cuento. Eso no se puede relatar, hermano, porque rezábamos, nos dábamos vueltas, había gente que se sentaba entre todo ese quilombo porque no quería ni mirar. Porque nos cagaron a pelotazos, ya el segundo tiempo era una cosa que la tenían siempre ellos y ¿sabés qué era lo fulero, lo terrible? ¡Qué si nos empataban nos ganaban, hermano, porque ésa es la justa! ¡Nos ganaban esos hijos de puta! ¡Nos empataban, íbamos a un suplementario y ahí nos iban a hacer refocilar el orto porque estaban más enteros y se venían como un malón los guachos! ¡Qué manera de alambrar! Decí que ese día, Dios querido, yo no sé que tenía el flaco Menuttl que sacó cualquier cosa, sacó todo, vos no quieras creer lo que sacó ese día ese flaco enclenque que parecía que se rompía a pedazos en cada centro. Le sacó un cabezazo de pique al suelo a Silva que lo vimos todos adentro, hermano, que era para ir todos en procesión y besarle el culo al flaco ése ¡qué pelota le sacó a Silva! Ahí nos infartamos todos, faltaban cinco minutos y si nos empataban, te repito, éramos boleta en el suplementario. Me acuerdo que miro para atrás y lo veo al viejo, blanco, pálido, con los ojos desencajados, pobrecito, pero vivo. Y ahora yo te digo, te digo y me gustaría que me contesten todos esos que ahora dicen que fue una hijaputez lo que hicimos con el viejo Casale ese día. Me gustaría que alguno de esos turritos me contestara si alguno de ellos lo vio como lo vi yo al viejo Casale cuando el referí dio por terminado el partido, hermano. Que alguno me diga si, de puta casualidad, lo vio al viejo Casale como lo vi yo cuando el referí dio por terminado el partido y la cancha era un infierno que no se puede describir en palabras. Te digo que me, gustaría que alguien me diga si alguien lo vio como lo vi yo. ¡La cara de felicidad de ese viejo, hermano, la locura de alegría en la cara de ese viejo! ¡Que alguien me diga si lo vio llorar abrazado a todos como lo vi llorar yo a ese viejo, que te puedo asegurar que ese día fue para ese viejo el día más feliz de su vida, pero lejos lejos el día más feliz de su vida, porque te juro que la alegría que tenía ese viejo era algo impresionante! Y cuando lo vi caerse al suelo como fulminado por un rayo, porque quedó seco el pobre viejo, un poco que todos pensamos; “¡qué importa!” ¡Qué más quería que morir así ese hombre! ¡Esa es la manera de morir para un canalla! ¿Iba a seguir viviendo? ¿Para qué? ¿Para vivir dos o tres años rasposos más, así como estaba viviendo, adentro de un ropero, basureado por la esposa y toda la familia? ¡Más vale morirse así, hermano! Se murió saltando, feliz, abrazado a los muchachos, al aire libre, con la alegría de haberle roto el orto a la lepra por el resto de los siglos! ¡Así se tenía que morir, que hasta lo envidio, hermano, te juro, lo envidio! ¡Porque si uno pudiera elegir la manera de morir, yo elijo ésa, hermano! Yo elijo ésa.
http://www.quiquewolff.com.ar/media-player/intermediario.html
Otro cuento de fútbol, éste de José M. Pascual, narrado por Quique Wolf
Y un corto muy corto de Daniel Sánchez Arévalo: Gol
lunes, 29 de octubre de 2007
Vitoria, 3 de Marzo de 1976
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Etiquetas: fallecimientos, historia
Abro los ojos
Abro los ojos. Siento tu calor arropándome, esos brazos que me envuelven suavemente. Me gusta despertarme antes que tú: mirarte: la carita que pones, pareces un inocente bebé. El gesto tranquilo, relajado. Te acaricio el pelo con ternura, es el mejor momento del día. Si me alejo, tus manos palpan las sábanas, buscándome: ni te das cuenta, todavía estás dormido. Si no me encuentran, abres los ojos asustado: estoy aquí, sigo a tu lado. Sigue descansando, que yo velaré por tus sueños.
Las moscas de San Narciso
La narración de las moscas de San Narciso se basa en un texto de 1288 del cronista Bernat Desclot . En él se hace referencia a una plaga de moscas durante la invasión de las tropas francesas en Gerona en junio de 1285. Los invasores ocuparon la colegiata de San Félix donde se veneraba el cuerpo de San Narciso, profanaron el templo y de repente empezaron a salir gran cantidad de moscas que picaron a los soldados y a los caballos con gran rapidez. Esto motivó que el ejército francés abandonase la ciudad de inmediato. Bernat Desclot escribe que las moscas entraron por las fosas nasales y por el ano de los caballos, lo que motivaba que los pobres animales cayeran al suelo desmayados por el dolor. Murieron cuatro mil caballos y 20 mil soldados, ya que éstos también sufrieron los ataques de las moscas en la cara. Esta narración fue recogida por historiadores franceses a finales del siglo XIII y principios del XIV y por otros cronistas catalanes e italianos.
-En la obra "Gesta Comitum Barcinonensium" escrita entre el 1303 y 1314, se menciona la profanación del sepulcro de San Narciso pero no lo relaciona con las moscas, ya que las moscas son un castigo divino.
-En 1438, en ""Històries e conquestes" de Pere Tomich, las moscas salen de la nariz de San Narciso, pican a los franceses y son venenosas. Por primera vez se dice que las moscas salen de la nariz del santo que descansa en la iglesia de San Félix.
Pero las moscas no solamente ayudaron a los gerundenses en el sitio del siglo XIII, sino también en otra ocupación que sufrió la ciudad en 1653. El texto que nos habla del suceso es un documento firmado por unos oficiales franceses ante el notario real de Sant Feliu de Guíxols. Estos oficiales juraron que un enjambre de moscas azules y verdes diezmó la caballería francesa. Se asegura también que la ciudad habría sido tomada si los gerundenses no hubieran puesto una caja o sepulcro del santo sobre la muralla, lo que provocó una plaga de moscas que asustaron a los caballos y los hicieron fallecer en medio de terribles males. Las moscas salieron del interior del sepulcro del santo que estaba instalado en la muralla. Parece que los gerundenses sacaron el sepulcro para llevarlo a la muralla y allí invocar la ayuda.
Bernat Boadas, en la publicación "Llibre de fets d'armes de Catalunya" editado entre los años 1672 y 1675, da otro dato: "Los franceses profanaron el sepulcro de San Narciso, y de la nariz del santo salieron moscas azules, blancas, verdes, rojas y negras. Eran más grandes que una bellota y venenosas".
La tradición popular es que, aunque Bernat Desclot no dice en ningún momento que las moscas salieran del cuerpo del santo, cuando los franceses profanaron la iglesia de San Félix, San Narciso ayudó a los gerundenses enviando desde su cuerpo una gran cantidad de moscas grandes y gruesas y de todos los colores que picaron a los soldados y a los caballos, que una buena parte de ellos murieron, y que el ejército tuvo que retirarse a "toque de trompeta".
La filóloga catalana Anna Cortadellas Vallès compara el texto de Bernat Desclot con otra leyenda oriental. Para Anna Cortadellas, el texto de las moscas de San Narciso estaría en consonancia con una obra de Casiodoro del siglo V que describe el sitio que sufrió la ciudad de Nisibis, sitiada por Sapor II, rey de Persia. Según Casiodoro, el obispo de Nisibis subió a la muralla para invocar ayuda y solicitó por la intercesión de San Efrén, que el Señor enviara moscas y mosquitos contra los invasores. Inmediatamente, una nube de moscas y mosquitos cayeron sobre el ejército persa, introduciéndose en las trompas y orejas de los elefantes así como en las narices de los caballos. Este es un fragmente de Casiodoro:
"Conmovido, pues, el venerable hombre subió a la torre y cuando vio el ejército de millares de hombres, no pidió otra cosa para ellos que mosquitos y tábanos para que conocieran el poder de Dios manifestado por los animales más pequeños. En efecto, su oración fue sucedida por nubes de mosquitos y tábanos, los cuales llenaron las trompas de los elefantes y las orejas y narices de los caballos y otras bestias de carga. La fuerza de las armas fue inútil contra aquellos pequeños animales, y los elefantes y los caballos hicieron caer al suelo a sus jinetes y conductores, provocando la confusión y la ruptura de las escuadras".
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Etiquetas: historia, Reflexiones
Better man
"She loved him, she don't want to leave this way, she feeds him, that's why she'll be back again. Can't find a better man."
Por que yo lo valgo. (por Doc Holliday)
domingo, 28 de octubre de 2007
El hombre que murió de soledad. (dedicado a iNsTaNte_aLepH)
No, no es que el conocido forero se haya muerto sino que, del mismo modo que antes se dedicaban canciones en las emisoras de radio, yo le dedico un hilo tal como le prometí.
Y lo hago por dos razones. La primera y principal es que iNsTaNte_aLepH, a través de lo que en ocasiones transluce de sí mismo en el foro, me recuerda en algunos aspectos al personaje central de este tema. La segunda razón es porque me da la gana.
Antes de entrar en materia, un pequeño preámbulo. Hace años, cuando vivía en Ibiza, solía frecuentar un pub situado en el barrio hippie de Eivissa capital llamado "La Luna Rosa", el cual no tengo ni idea de si seguirá existiendo. La verdad es que nunca me pregunté el porqué ese nombre en concreto, pero bastante tiempo después, ya de vuelta en Málaga, y por casualidad, supe la razón: se llamaba así en homenaje a la postrer obra de un genio.
"Pink Moon" se llamó su tercera producción, antes de morir con sólo 26 años.
Este es el músico de las estrellas, el poeta de los árboles, el hombre que murió de su propia tristeza.
Este es el hombre que murió de soledad, es Nick Drake
Nick Drake nació en Rangún, la entonces Birmania, en 1948 de padres ingleses. Cuando él tenía 4 años regresaron y se instalaron al sur de Birmingham.
La casa en la que vivió la familia a partir de entonces se llama Far Leys. Se trata de una laberíntica mansión de ladrillo rojo y piedra construida en 1912. La parte trasera se abre a un jardín inglés que se extiende tan lejos como la mirada alcanza y se pierde en las colinas verdes.
Nick era muy observador y pasaba gran parte del tiempo a solas. Se preocupaba mucho, a veces demasiado, por los problemas de los demás. Ya de adolescente pidió a sus padres una guitarra, con la que se inició en una voraz investigación que le llevó a crear su propio estilo en el punteo y la afinación. Enseguida empezó a componer con ella canciones extraordinariamente tristes.
En su vida cotidiana sufre de baja autoestima, lo que le lleva a temer el contacto físico con la gente y en especial con las chicas. Se dice que sólo se declaró a una chica en su vida, con resultado desastroso. Para escapar de esta realidad frustrante Nick empieza a construir su propio mundo imaginario, el mundo de sus canciones, poblado de princesas y pensamientos románticos.
Fue aceptado en el Fitzwilliam College de Cambridge, donde inició sus estudios de Literatura Inglesa en 1967.
Cambridge alimentó su melancolía. Abandonó el atletismo, dedicándose a leer poesía francesa, fumar hachís, escuchar música y aporrear la guitarra.
Su aspecto físico era peculiar. Medía 1,90 metros y caminaba jorobado. Sus manos eran enormes, sus dedos hermosos. Según su amigo Paul Wheeler, «tu primera impresión de Nick era de una increíble elegancia. Sólo después descubrías sus gastados zapatos de cordones o que la chaqueta no le sentaba bien». Solía llevar pantalones de pana negros, zapatos o botas negros y una cazadora negra.
Su talento empieza a ser conocido, y con 20 años fue recomendado por otro músico a un productor. Cuando escuchó la cinta de Drake quedó gratamente sorprendido por su calidad.
FIVE LEAVES LEFT
El primer vinilo de Nick. El título es una alusión a los estuches de papel de fumar 'Rizla', en los que un emblema con estas tres palabras (5 leaves left, es decir, quedan 5 hojas) avisa de que se está acabando el papel.
Se ha comparado Five Leaves Left con 'Astral Weeks' de Van Morrison por su coherencia de ideas e intensidad confesional.
El disco fue alabado por la crítica pero no obtuvo muchas ventas. Accedió a promocionarlo con actuaciones pero volvió deprimido. Las audiencias habían estado demasiado ocupadas hablando y bebiendo como para escuchar. La experiencia fue tan dolorosa que Nick nunca volvió a intentarlo.
Una canción de su primer disco, River Man: http://youtube.com/watch?v=eEAsZa4Qz2Y
Sin embargo, seguía buscando el estrellato y decidió continuar componiendo. Abandonó la carrera en Cambridge a falta de un solo año para acabar y se trasladó a Londres. Vivía en la planta baja de un edificio victoriano, pasando frío y soledad. Decía que quería estar solo para trabajar. Y allí, en un par de meses, escribió las canciones para su segundo álbum.
Pero antes de pasar al segundo hay que hacer una pequeña escala en la letra de una de las canciones del primero: Fruit Tree
No tiene desperdicio (la letra) porque resultó ser autobiográfica. Tenía 20 años, toda la ilusión del mundo ante su carrera y escribió justo justo lo que le terminaría pasando.
La fama no es sino un árbol frutal
Así de inestable.
Nunca puede crecer
Hasta que su tronco está en el suelo.
Los hombres famosos
Nunca pueden encontrar su camino
Hasta que el tiempo ha volado
Lejos del día de su muerte.
Olvidado mientras estás aquí
Recordado por un tiempo
Una ruina muy al día
Desde un estilo muy pasado de moda.
La vida no es sino un recuerdo
Que ocurrió hace mucho tiempo.
Un teatro lleno de tristeza
Para un espectáculo largamente olvidado.
Parece muy fácil
Dejarlo continuar
Hasta que te detienes a preguntarte
Por qué nunca te preguntaste por qué.
A salvo en el útero
De una noche eterna
Descubres que la oscuridad puede
Dar la luz más brillante.
A salvo en tu lugar profundo en la tierra
Entonces sabrán realmente cuánto
valías.
Olvidado cuando estás aquí
Recordado por un tiempo
Una ruina muy al día
A partir de un estilo muy pasado de moda.
La fama no es más que un árbol frutal
Así, tan inestable
Nunca puede florecer
Hasta que su tronco está en el suelo.
Así es como los hombres de fama
Nunca pueden encontrar un camino
Hasta que el tiempo ha volado
Lejos del día de su muerte.
Árbol frutal, árbol frutal
Nadie te conoce, salvo la lluvia y el aire
No te preocupes
Se quedarán observándote cuando te hayas ido.
Árbol frutal, árbol frutal
Abre tus ojos a otro año
Todos sabrán
Que estabas aquí cuando te hayas ido.
BRYTER LAYTER
Su segundo trabajo, de 1970. En el estudio de grabación continuó la búsqueda de Nick de la perfección. Rechazó varias veces las grabaciones finales por no estar satisfecho con los arreglos. Al final, la grabación del disco duró unos nueve meses.
Tanto el productor como el ingeniero de sonido consideran a Bryter Layter el álbum más perfecto que hayan hecho, una auténtica obra maestra. Cuando se publicó dijeron que el disco haría de Nick una estrella, pero se equivocaban. El álbum no se vendió tan bien como esperaban y Nick se sintió muy decepcionado, aunque la compañía, Island Records, estaba satisfecha con las 15000 copias vendidas.
Una del segundo, Northern Sky: http://youtube.com/watch?v=gWzRbJHCevA
La depresión inundó la vida de Drake. Solía sentarse durante horas en una silla, moviendo nerviosamente las manos sobre sus rodillas mientras miraba fijamente por la ventana u observaba el brillo de sus zapatos. Su amigo Paul Wheeler recuerda: «Estaba muy distante. Se fue alejando, y alejando, y alejando, hasta que simplemente desapareció».
El profundo hoyo interior en que empieza a caer se puede apreciar en la letra de otra del segundo, Poor Boy
Nunca canto para comer
Nunca ayudo a mi vecino
Nunca hago lo que es apropiado
O la parte del esfuerzo que me corresponde.
Soy un pobre chico
Y un vagabundo
Cuenta tus monedas y
Tíralas sobre mi hombro
Yo puedo envejecer
Nadie sabe
Cómo aumenta el frío
Y nadie ve
Cómo tiemblan mis rodillas
A nadie le importa
Lo empinada que es mi escalera
Y nadie sonríe
Cuando cruzo sus cercas.
Oh, pobre chico
Tan apenado consigo mismo
Oh, pobre chico
Tan preocupado por su salud.
Puedes preguntarte cada día
¿Dónde se quedará esta noche?
Nunca he sabido para qué vine
Parece que lo haya olvidado
Nunca pregunto para qué vine
O cómo fui engendrado.
Soy un pobre chico
Y un guardabosques
Las cosas que digo
Pueden parecer más extrañas que un domingo
Cambiando a lunes.
Nadie sabe
Lo frío que fluye
Y nadie siente
Los tacones gastados
Los ojos de nadie
Hacen los cielos
Nadie divulga
Sus dolores de cabeza.
Oh, pobre chico
Tan preocupado por su vida
Oh, pobre chico
Tan ansioso por tener una esposa.
Él es un desastre pero dirá que sí
Sólo con que te vistas de blanco.
Nadie sabe
Lo frío que se vuelve
Y nadie ve
Cómo tiemblan mis rodillas
A nadie le importa
Lo empinada que es mi escalera
Y nadie sonríe
Cuando cruzo sus cercas.
Oh, pobre chico
Tan apenado consigo mismo
Oh, pobre chico
Tan preocupado por su salud.
Puedes preguntarte cada día
¿Dónde se quedará esta noche?
Oh, pobre chico
Tan preocupado por su vida
Oh, pobre chico
Tan ansioso por tener una esposa.
Oh, pobre chico
Tan apenado consigo mismo
Oh, pobre chico
Tan preocupado por su salud
Oh, pobre chico.
PINK MOON
A finales de 1971 grabó Pink Moon en dos noches, cantando sin otro acompañamiento que su guitarra y unos escuetos arreglos de piano. Wood(el ingeniero de sonido de siempre) supuso que se trataba de grabaciones preliminares y le preguntó a Nick cómo quería que fueran los arreglos. Y Nick respondió que no quería arreglos con su famosa frase: «No frills» (sin florituras).
El disco se publicó en febrero de 1972 y se vendió aún menos que sus antecesores.
En Pink Moon los temas avanzan de forma relajada, dibujando una atmósfera homogénea dictada por una voz que es casi un susurro. La escasa estructura melódica hace de las canciones poesía esquelética, atascada en una comunicación a medias, rica en alusiones y metáforas, inescrutables referencias cruzadas hacia un ser torturado, que se mueve a tientas en la incertidumbre.
Una del tercero,Place To Bee: http://youtube.com/watch?v=9IUqN9ozmhw
Y una letra, la de Harvest Bred, donde ya el pozo se abre.
Cayendo rápido y cayendo libre intentas
encontrar un amigo
Cayendo rápido y cayendo libre, esto podría
ser el fin
Cayendo rápido te inclinas para tocar y besar
las flores que se doblan
Y ahora estás preparado
Para criarte con la cosecha.
El 25 de noviembre de 1974, a mediodía, su madre le encontró muerto en su habitación. La muerte se había producido debido a una sobredosis de Tryptizol. Un antidepresivo que Nick solía tomar, y que en esta ocasión había ingerido, tal vez por equivocación, en lugar de sus píldoras para dormir. El ayudante del juez de instrucción declaró que se trataba de un suicidio. Lo cierto es que Nick no dejó ninguna nota, y nunca sabremos si realmente quiso quitarse la vida. Contaba 26 otoños.
Su fama fue aumentando progresivamente. Boyd (su productor) dijo: «Las proféticas palabras de 'Fruit Tree' se han hecho realidad. En los versos de la canción puede oírse un estremecedor anuncio de los acontecimientos. Nick parecía conocer su destino y lo aceptó poéticamente, con lo que puede considerarse como humor irónico. Es difícil decir qué es exactamente lo que hace eterna a su música. De una forma discreta, él era una persona poderosa. Le habría encantado ver la atención y el respeto que despierta su música actualmente, pero escuchando sus letras empieza a parecer que él pudo haberlo planeado todo de esta forma».
Espero que por lo menos Instante_Aleph haya tenido bemoles de llegar hasta aquí. Mr. Green
Al fin y al cabo el día de hoy tiene una hora más.
Las fuentes que he tomado son:
- la Wiki
- http://www.blogger.com/www.lalunarosa.com (pág. en español dedicada a él exclusivamente)
- http://brytermusic.com/ (pág. oficial inglesa donde se pueden oír varias canciones suyas)
Elecciones en Argentina
Publicado por Uno, trino y plural a las 12:29 2 comentarios
Etiquetas: actualidad-noticias, política
Papá
Aquélla, adelantándose a contravenir las sabias ordenanzas todavía vigentes, no era una soleada mañana de domingo, pero su padre era un hombre de hábitos imperturbables que no iba a suspender su paseo, tradición que se remontaba a tiempos inmemoriales, sin duda, sólo porque las mañanas dominicales de provincias careciesen de la más mínima formalidad en el cumplimiento de sus obligaciones como tales, inobservancia propiciada, en opinión de su padre, por el exceso de tolerancia de las autoridades y porque, a fin de cuentas, el castigoestablecido para tales casos, que muy de vez en cuando era aplicado, parecía incluso divertir a las infractoras, que jugaban a confundir a quienes no habían leído el bando ni oído el pregón (o a quienes, habiendo oído el pregón, no habían prestado ninguna atención, pues tal repugnante especie de individuos, por inaudito que parezca, se da también en nuestra comunidad) que advertía, por ejemplo, de que, ante su reiterado incumplimiento de las últimas disposiciones adoptadas para el mejoramiento de las tardes de otoño, la tarde de los jueves había sido condenada a hacer esa semana de mañana de lunes (quien, dicho sea de paso, nunca fue castigada, ya que era muy apreciada por las autoridades, que siempre confiaron en ella, una mañana que nunca se había permitido la más inocente travesura y que acataba sumisa y gozosamente cualquier disposición que las mismas discurrieran), benigno castigo que, en lugar del merecido de un mes haciendo de mañana de lunes, le era aplicado teniendo en cuenta su provecta, que no venerable, edad.
Así que, no dejándose arredrar por la nada estimulante mañana de aquel domingo, su padre dispuso que el niño fuera ataviado con galas apropiadas para dar un paseo temprano en compañía de su progenitor, que habría deseado que su primogénito fuera vestido con ropas de soleada mañana de domingo, mas había cedido en atención a lo perjudicial que ello podría resultar para la endeble salud de un niño de cuatro años.
En cuanto le hubo atado convenientemente los cordones delos zapatos, parte del avíode su vástago que se reservaba cotidianamente, se lo llevó su padre a la calle, dispuesto a arañar su sonrisa en esa desangelada mañana.
Salían de la Grotta Azzurra (el desayuno en la mejor cafetería de la ciudad, porque servía el mejor café, que es lo que cuenta, dejándonos de decoraciones y zarandajas, sostenía su padre, era un lujo dominical) como haciendo ver que no iban a ningún sitio, insolencia permitida y aun alentada los domingos, siempre que no fuera hora de misa o de partido; pero sabiendo que desembocarían irremediablemente en el larguísimo paseo de plátanos de oriente y palmeras datileras, sabiendo que las mañanas de domingo, como las tardes y las noches y todos los días y seguramente todos los días de todos los días, eran como esas danzas tauromáquicas de que tanto gustaban en la localidad, uno puede pedir un poco de leche en el café o una tostada más, subir por el callejón de los Galos o por la calle de Don Vicente Mosquera, pero siempre acaba en el interminable paseo de plátanos y datileras, el Paseo Imperial.
Caminaba, en fin, por el Paseo, dando largas zancadas para pisar raya -su padre lo dejaba de la mano allí- como un gnomo joven pisando piedras para cruzar un riachuelo y con la cabeza llena de números y de cálculos isn fin y sin sentido, jugando a elevar 5 a la enésima potencia, primero al cuadrado, luego al cubo, después a la cuarta...y nunca lograba pasar de quince mil quinientas setenta y cinco, pues el paso siguiente le exigía ya un esfuerzo de concentración que le impedía el más nimio accidente que acertara a caer ante sus sentidos.
Así andaba, salvando un río sin orillas y volviendo a empezar una y otra vez, cinco, veinticinco, ciento veinticinco, seiscientos veinticinco, tres mil ciento veinticinco, quince mil quinientos setenta y cinco; dejando que el número se enganchara en el sonido de una carraca o de un donnicanor que repetía con insistencia quin-ce-mil-quinien-tas-sete-taicinco-quin-cemil-quinien-tasse-tentai-cin-co, simbiosis que lo suspendía; cuando columbró al globero.
Se acercaba el ya indudable globero haciendo sonar una lusciniola amarilla de plástico, con el hidroplástico gorjeo traía aquella mañana un ramillete de globos verdemar, cereza, ámbar claro, índigo, rosanieve, azul diamantino y hasta un globo azabache y otro del color del zafiro blanco y, lo más importante, llevaba una esbelta bombona que su amigo Hormisdas, quien ya tenía seis años y llevaba tres meses cumpliendo una condena de diez años de cárcel en régimen abierto y pasaba el día en la prisión y la noche en su casa, le había explicado que estaba llena de helio y que los globos inflados con helio eran los que volaban alto, que se lo había contado su abuelo Indortes, el que se dedicaba a restaurar piezas de arte sutorio. Y él sabía mucho.
Corrió a cogerse de la mano de su padre, pero en seguida se soltó porque así no podía concentrarse, le resultaba imposible proveerse de osadía para pedirle que le comprara un globo, un globo lleno de helio.
Caminaba muy junto a su padre, viendo cada vez más cerca al hombre de los globos, que se había instalado en mitad del paseo. Tenía que atreverse de una vez, antes de que fuera tarde, miraba las palmeras como si buscara la que hubiera de serle más propicia para determinarse a elevar su súplica al pasar junto a ella pero, cuando
creía estar a punto de decidirse, una inoportuna ráfaga de viento agitaba las hojas del árbol, que se movían como negando.
Aún aguardaba un augurio favorable cuando el globero estaba ya ahí, a un plátano escaso. No, no podía hacerlo, no. No estaba preparado. Pero lo estaría a la vuelta, cuando volvieran a pasar junto al hombre de los globos él ya estaría dispuesto y le sugeriría a su padre que le comprara un globo -¿de qué color- y su padre se lo compraría porque ¿por qué no se lo iba a comprar?
Desde que habían pasado junto al hombre de los globos, su padre había comenzado a caminar con una parsimonia que jamás había visto en él y la estatua de Lordút con su perro Maera que estaba en la glorieta donde ellos daban siempre la vuelta (nadie llegaba más allá de esa glorieta, que venía a separar el propiamente llamado Paseo Imperial, lugar inevitable de desembocadura de todas las mañanas de domingo no excesivamente insumisas, de la Alameda, una alameda de tilos, acacias e incluso álamos, con un suelo de tierra por donde nunca se veía pisar a nadie, pues todo el mundo sabía que la Alameda finalizaba en el abismo y que quien entrara en ella no podría resistirse a la tentación, al deseo imperioso, a la necesidad fatal de llegar hasta el final, de dejarse caer en el vacío sin fondo)parecía hallarse más lejos a cada instante.
Caminaba sin volver la cabeza, a pesar de que no podía dejar de rumiar que el tiempo huía apremiante, que esa mañana era demasiado ventosa, que apenas había nadie en el paseo y hacía un buen rato que no veía a ningún niño (pensándolo bien, sólo había visto dos al llegar) , que el vendedor de globos, que quizás había salido con su mercancía esperando que al avanzar la mañana iría soleándose como correspondía auna mañana de domingo, no estaría ahí.
Caminaba sin volver la vista atrás como si de ello dependiera la permanencia en el mundo de lo visible de los globos, temeroso de que el giro de su cuello los hiciera desaparecer como bajo una trampilla activada inadvertidamente por él, convencido de que había una regla tácita según la cual se perdía irremediablemente lo que se miraba volviendo la cabeza.
sábado, 27 de octubre de 2007
Ni en la hora lo oficial es lo real
¿Por qué almorzamos en España a partir de las 2 de la tarde? No por el clima, porque en ningún país mediterráneo sucede esto. Tampoco por la siesta, en España hay bastante menos de lo que se dice. Tampoco por tradición cultural: no se da en ninguna antigua colonia, y aquí hace un siglo tampoco, se puede ver en novelas de Emilia Pardo Bazán, Galdós, Clarín,... ¿Spain is different?
Un día de invierno a las 12 en Polonia o en Italia es mediodía, pero en España estamos aún en plena mañana. Islandia duerme todavía. A las 2 es mediodía en España, tal y como en Inglaterra, Portugal y Marruecos.
¿Qué pasó? Siempre y en todas partes se almuerza a partir del mediodía solar. Hasta el Siglo XIX, la hora oficial era la del reloj solar más cercano, o la del campanario del pueblo. Pero aparecieron los ferrocarriles a larga distancia, y con ellos la necesidad de armonizar la hora oficial. España participó con tres representantes en la Conferencia Internacional del Meridiano, celebrada entre 25 países en octubre de 1884 en Washington. Se establecieron el meridiano de Greenwich como referente mundial, y 24 husos horarios alrededor de cada meridiano múltiple de 15º. Los límites de estos husos luego se adaptaron en muchos casos para coincidir con fronteras estatales, ríos, montañas o costas.
Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Francia tenían que haber adoptado la hora de Londres, pero adoptaron la de Berlín porque el recién nacido imperio alemán, con Bismarck, estaba en su apogeo. Y España hizo lo mismo. Pero España está ya muy descaradamente al oeste de este huso horario de Europa Central. Deberíamos tener la hora de Greenwich, cuyo meridiano pasa por Castellón, pero en la realidad tenemos la hora de Szczecin, Praga, Ljubljana, Rijeka, Nápoles, hasta 25º más al este.
Que Francia y el Benelux tengan la hora de Praga en lugar de la Londres, es peculiar. Pero que la tenga también España, ya es descaradamente irregular.
España es donde más tarde se levanta el sol en el mundo, similar a lugares mucho más al sur, y muy diferente del resto del mediterráneo . Las ciudades españolas son las últimas del mundo en ver llegar el mediodía solar, en Galicia casi a las 3 de la tarde . En verano, el sol se pone en España como en las ciudades más nórdicas de Europa . En invierno, si adoptáramos la hora de Greenwich, el sol se pondría en Barcelona a las 4 y pico, cuando suele llegar el segundo plato en las comidas importantes: nos daríamos cuenta en seguida de lo raro que es nuestro horario. Almorzaríamos antes, reanudaríamos el trabajo antes, nos iríamos a casa antes, y pasaríamos más tiempo con la familia, como en el resto del mundo.
Pero los husos horarios no son toda la historia. El hambre de la (pos) guerra, y comer tarde para presumir, ya pasó gracias a Dios, pero agravó la adopción de la mala costumbre. El pluriempleo lo remató. Era un fenómeno causado por la destrucción bélica, por la autarquía económica impuesta desde fuera después de la guerra civil, por la falta de recursos naturales y por la ausencia de Plan Marshall como en el resto de Europa occidental después de la 2ª guerra mundial. El pluriempleo sigue vigente en la banca, en la administración pública y en muchos servicios, 65 años después de la guerra civil, con ese horario absurdo de 9 a 2, que no existe en ningún otro país del mundo.
Hay más cosas: almorzamos en menos de una hora, pero le dedicamos dos. Luego, premiamos la presencia en el trabajo, mientras que en el resto del mundo se premia la productividad. Aquí supone prestigio profesional dedicar muchas horas, mientras esto supone desprestigio en otros países: si necesitas muchas horas, significa que no cundes, que no rindes, que no estás con los tuyos, que no tienes hobbies, que estás por fuerza estresado e infeliz, y por ende desmotivado. Encima, es evidente que con muchas horas uno no es más productivo: el hombre no es una máquina, se cansa. Invita a pensar el hecho de que los holandeses dejen caer el lápiz a las 5 y tengan una productividad de 1,5 veces la de los españoles, que parecen hasta vivir en su trabajo. Y otro fenómeno de aquí es que cierta población masculina se resiste a compartir tareas domésticas y educativas, y gusta por esto "tener que" estar en el trabajo hasta las tantas.
¿Cómo arreglar el problema? En la próxima cita para cambiar a la hora de verano, en lugar de "comernos" una hora adelantando los relojes, nos la comeremos sin tocar los relojes pero adelantando todos los horarios oficiales: transporte público, emisiones en radio y televisión, ventanilla y atención al público, etc. Hay una excepción importante: las horas de inicio de las actividades por la mañana en el trabajo y en las escuelas no cambiarán, y reduciremos el tiempo para el almuerzo de dos horas en una. También adelantaremos el primer Telediario de TVE hasta la 1 para coincidir con la comida. Como en otras ocasiones, la introducción del euro por ejemplo, habrá los que se adaptan en seguida y los que tardan más. Pero al llegar el cambio a la hora de invierno, la luz solar forzará a que todos nos serenemos: nadie seguirá tomando el postre del mediodía cuando ya es de noche. En Madrid, el sol se levantará y se pondrá a la misma hora local que en Roma.
Está claro que este cambio requiere una buena preparación y sobre todo una buena comunicación. Pero no es muy complicado, y tampoco es algo forzado: no sería más que volver a la normalidad, aunque sea un siglo después. Todos los intentos anteriores de reconciliar trabajo y familia han fracasado. Respecto al sol, seguiremos haciendo exactamente lo mismo. Pero desayunaremos en casa en lugar de interrumpir la mañana laboral. Comeremos a la 1, como en el resto del mundo, y como en España hace un siglo. Veremos el telediario a las 8, como en los demás países. Tendremos una velada digna para estar con familiares y amigos. Dormiremos más, no tendremos que recuperar durante el fin de semana. Estaremos menos en el trabajo, pero trabajaremos igual y probablemente más y mejor. Y sobre todo: reconciliaremos nuestra vida familiar y profesional, todos ganaremos, seremos más productivos, estaremos más con los nuestros, y seremos más felices. No es una simple conciliación: es una reconciliación, la recuperación de algo que habíamos tenido, que habíamos perdido, y que ahora recuperaremos.
viernes, 26 de octubre de 2007
La revolución y la felicidad
La de la Romántica Banda Local es sin duda una de las historias más singulares de la música popular en español. Y una de las más olvidadas; no ha ayudado que se empeñaran en buscarse un hueco en tierra de nadie –eran demasiado hippys para la emergente movida, demasiado teatrales para la pujante escena del rock urbano. Sin embargo, en las tierras más recónditas de nuestro país hay ‘nucleos de resistencia’ que siguen manteniendo vivo el recuerdo de su pequeña leyenda aunque haga más de dos décadas que dejaron la escena. En la génesis de la banda está la amistad infantil de Carlos Faraco y Fernando Luna, compañeros de colegio y barrio, en el Chamartín de los años sesenta. Ya de adolescentes Luna, que estudia en el conservatorio, y Faraco, que se queda mirando a la luna y le salen dos poemas por menos de nada, comienzan a hablar de hacer algo que tenga que ver con la música. Al principio les tira más la veta social y actúan en Colegios Mayores y Asociaciones de Vecinos e incluso van de gira por Europa actuando en hogares de emigrantes.
Cuando muere Franco se desmarcan de la canción de autor e, influidos por grupos de rock sinfónico y teatral como Jethro Tull y la Premiata Forneria Marconi comienzan a dar vueltas a la idea de crear un grupo en esa onda, con instrumentos poco convencionales y buenas dosis de ironía. Poco a poco van reclutando músicos, aunque al principio la mala suerte les acompaña; el primer violinista y contrabajista fallecen en sendos accidentes. Pero en dos años de transición interna van dando forma al grupo con la adición de un jovencísimo violinista, Quique Valiño, Jorge Mariano, un avezado guitarrista que conocen del barrio y Nano Domínguez, ex bajista de Tilburi y el que aporta mayor grado de conocimiento del medio al grupo. Luna ejerce de ideólogo, compositor principal y multiinstrumentista –flauta, clarinete, lo que se tercie- y Faraco de cantante, ocasional letrista e impagable showman escénico. El batería será un puesto itinerante que ocupará en un principio Marcos Avilés y posteriormente Celso Velasco, ex Paracelso. Junto a ellos, satélites como Ricardo Martín Rodriguez, coautor de alguna letra y responsable en cierta manera, junto a Luna, del nombre del grupo.
Poco a poco la Romántica va tomando forma y sus primeras apariciones en directo despiertan expectación, al mismo tiempo que consagran a Carlos Faraco como uno de los cantantes más imprevisibles del pop español. En escena es capaz de aparecer disfrazado de estatua de la libertad o desaparecer entre el público, de reinventarse las canciones dejando un tanto ‘in albis’ a la banda, que no sabe por donde seguirle, y sus enfrentamientos con la crítica son históricos, despertando ya desde el principio odios inquebrantables y pasiones acérrimas... El caso es que se habla mucho de ellos, y un día entra sin avisar un directivo de la CFE (Compañía Fonográfica Española) en su local de ensayo del Paseo de Extremadura del que saldrá con un contrato de grabación. Al principio, para el subsello Chapa, aunque finalmente decidirán grabar para la etiqueta madre, al no entenderse muy bien con el Mariscal Romero. En el estudio se encontrarán con José Miguel Yanes, ex Aguaviva, primero productor y luego miembro ocasional del grupo en directo, y perfecto intérprete de las ideas del grupo y su plasmación sonora.
La repercusión mediática del primer disco, “Romántica Banda Local”, editado en 1978, es más amplia de lo que hoy podemos recordar. Llegan a actuar incluso en “Fantástico”, programa de José María Íñigo de amplísima audiencia, lo que les ayuda a completar una buena agenda de grabaciones y unas ventas que acabarían rondando los 20.000 ejemplares. Sin embargo, Carlos Faraco, que comienza una nueva carrera como estrella de la radio –que le convertirían en todo un gurú hertziano con programas como “Tris Tras Tres”- se inhibe en cierta manera de la profesionalización del grupo, quizás porque sus prioridades no estaban tan decantadas como las de sus compañeros. El ‘frontman’ alterna conciertos extraordinarios con espantadas que llevan incluso a la necesidad de contratar, para algunas apariciones televisivas, a cantantes de alquiler, hábilmente camuflados y disfrazados para que los responsables del evento no se den cuenta del gato por liebre.
La Romántica Banda Local se adelantó varios años al fenómeno protagonizado por la Orquesta Mondragón y cohabitó con los más teatrales, aunque de ‘guión más cerrado’, Cucharada. Pero los parlamentos entre tema y tema de Faraco, que a veces duraban diez minutos y eran más esperados por la audiencia que las propias canciones –y a veces ayudaban a solapar los problemas técnicos del grupo, en una época en la que primaba la precariedad en los equipos-, fueron un claro antecedente de lo que en los últimos años consagró a Lichis y su Cabra Mecánica. Sin embargo, en cierta manera distanció las dos facciones de la RBL, quienes creían que el componente principal era la música y los ‘faraquianos’ que creían se debía mantener, a toda costa, el espíritu imprevisiblemente poético del grupo. Aunque eso costara el riesgo de salir corridos a gorrazos en las poblaciones menos avisadas de cómo solían ser sus ‘perfomances’...
La Romántica tiene, a finales de los setenta, una base de acólitos amplia y realmente heterogénea, que les permite compartir escenario tanto como los emergentes grupos nuevaoleros, como Mamá y Kaka de Luxe, como con jerarcas del rock urbano como Bloque y Asfalto, con notable y lógica bronca de parte del público cuando tocan su hit “No me gusta el rock”. Sin embargo, no acaban de encajar; los aficionados les toleran pero en las ondas, un locutor de la impronta de Jesús Ordovás les rebautiza como la “Romántica Caca Local”, mientras que Faraco contrataca con una formidable bronca en puro directo radiofónico con un compañero en Radio Nacional, el histórico José María Requena. En el fondo, y pese a las acusaciones de ‘ñoños’ y ‘jipis’ del sector ‘niubabe’, que diría Ramoncín, su actitud en algún momento es netamente punk.
En el 78 Faraco solicita un traslado a Canarias y Luna & Cía, viendo que se acerca la fecha de grabación del grupo, decide contar para “Membrillo” –que recibe ese título porque se ensaya en un local situado en la calle madrileña del mismo nombre- con varios cantantes, como la vieja conocida Gloria De Benito o Bernardo Soubiño. A última hora, y con el tiempo justo para incorporarse a la grabación y aprenderse las canciones regresa Faraco, que da su particular ‘savoir faire’ a temas como “Los borrachos somos gente inquebrantable”, tema casi de encargo añadido a última hora y con el que iban a concursar en un olvidado y remoto festival del que nunca más se supo. Un tema nacido casi de la casualidad y, sin embargo, uno de los favoritos posteriores para muchos seguidores de la RBL.
“Membrillo “ se graba como un doble álbum, que al margen de los temas inicialmente editados contaba con algunos instrumentales, una segunda parte de la hermosa “Julia” –dedicada a una amiga fallecida- y versiones diferentes de algunas de las canciones. Sin embargo, la CFE va perdiendo la fe en un grupo al que ve un tanto sumido en el caos –y en un disco más atemporal, extraño y sin singles tan claros como el anterior- y decide recortarlo hasta la versión finalmente conocida. De hecho, la discográfica certificaría poco más tarde, a principios de 1980, la defunción del grupo, al no tomar en consideración las maquetas del que iba a ser tercer elepé de la banda. Claro, que tampoco ayudó que cuando el de la discográfica se presentó poco antes de lo previsto a la audición se encontrara al cantante aprendiéndose las letras en los instantes previos a la grabación...
Poco a poco el desencanto va haciendo mella en el grupo. Faraco va decantándose cada vez más por ‘sus labores’, Luna considera que se ha perdido la frescura y se están repitiendo y Quique Valiño, acompañado de nuevas incorporaciones, como Manolo Rodríguez y Paco Beneyto –más recordados por su paso por Viceversa- trata de salvar una nave que se va a pique... Y no por rivalidades entre los miembros del grupo –aunque alguna hay, claro- que siguen siendo buenos amigos hoy en día, ni por falta de interés de una buena base de acólitos, sino porque la Romántica Banda Local era un grupo que no podía funcionar por inercia, y cuando la magia se acabó, se acabó.
Como pequeño testamento queda el mini compuesto por algunos temas grabados para la banda sonora de “Tu estás loco, Briones” -debut del periodista y ocasional realizador Javier Maqua- una de las piezas de coleccionista más buscadas por los seguidores del grupo y en cierta manera quintaesencia del espíritu lírico y lúdico de un grupo irrepetible.
Dejo para el final la portada, mágica portada doble, de su disco de debut, “La Romántica Banda Local”, dibujada por César Bobis, antiguo profesor y amigo de Luna y Faraco, pionero en inducirles inquietudes literarias y poéticas. La impagable ilustración muestra la esquina de la Calle de la Palma donde se encontraba “La Sastrería”, un reducto de la bohemia local que en tiempos rivalizaba con La Bobia como centro neurálgico de la progresía madrileña más canalla. El local cerraría poco después, pero justo enfrente, en una simbólica entrega del testigo, se confirmaba el Pentagrama, inmortalizado a su vez con Nacha Pop, como el santuario de la movida madrileña. La Romántica Banda Local ha vivido, acompañada de unos cuantos fieles, un destierro de dos décadas –sólo interrumpido, sorprendentemente, por Siniestro Total, que versionaron “No me gusta el rock” para “Cultura Popular”- pero en el fondo sólo había que cruzar una calle del viejo Madrid para encontrar al más sorprendente eslabón perdido de nuestro pop. Y con él, el espíritu de toda una época.
Si alguien sabe cómo poner aquí música de ellos, que la ponga.