lunes, 17 de noviembre de 2008

Memoria Histórica en Argentina

Os copio una carta al director que se me ha ocurrido mandar a El País, viendo lo que se lee por ahí:

Leo con estupor el artículo de Benjamín Prado en que sugiere en su propio titular "¿Por qué no traer a España a Machado y Azaña?".

Estupor. Ésta es la reacción que me provoca leer semejante opinión por parte de un escritor de prestigio, cuando más bien parece surgida de la dubitativa seguridad de los que proclaman en un exabrupto lo primero que se les ocurre para hablar de algo tan incómodo como está siendo la Memoria Histórica.

Déjenme contarles unas palabras de mí. Precisamente yo también soy escritor. Desde hace años colaboro con los organismos de Derechos Humanos de Argentina a pesar de no haberme radicado de forma permanente en el país. He tenido la suerte de participar en actos como el concierto por la derogación de la Ley de Punto Final y Obediencia Debida, la recuperación para la Memoria de los Centros Clandestinos de Detención y Tortura (CCDyT) Campo de Mayo, Club Atlético y ex-Esma. También he participado en numerosas reuniones para debatir acerca de cómo recrear esos lugares, que en cierto sentido es recrearse uno mismo por hacer legítimo el pasado, es decir, por hacerlo más habitable. Ese trabajo se ha venido realizando por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, varias facultades de la Universidad de Buenos Aires, las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo y muchos otros organismos institucionales y sociales. Por tanto, engloba a toda la sociedad porque es algo que atañe a todo el mundo. Y esto quizás sorprenda a muchos: este proyecto no implica dolor. Al contrario: cuando se identifica el cadáver de un familiar desaparecido sólo hay alegría, pues por fin se lo puede enterrar en un lugar donde pueda ser visitado, recordado y honrado como merece. De eso se trata, así de simple. No en vano desde la fundación de la Asociación Madres de Plaza de Mayo - en 1977 - se adoptó la pregunta "¿dónde están?" para reivindicar a los desaparecidos.

Y ahí es donde está la enorme incongruencia de Benjamín Prado. Sabemos que el exilio siempre es fiero y árido y que las muertes de Machado y de Azaña fueron particularmente deplorables, pero sus cuerpos yacen en un lugar físico, palpable y bien delimitado. Incluso "su tumba se ha convertido en un lugar de peregrinaje para los poetas españoles" en el caso de Machado, según atestigua Prado en su artículo. Entonces ¿qué necesidad habría de remover sus restos si ya sabemos dónde están? Sería como si los argentinos pongamos que quisieran exhumar el cuerpo de Cortázar (enterrado en el cementerio de Montparnasse, en París) y luego repatriarlo, por considerar que murió en el exilio. Ya que, ciertamente, Julio Cortázar se consideró exiliado desde 1973, año en que se le vetó la entrada a Argentina a raíz de los ataques vertidos contra el gobierno de facto en el Libro de Manuel.

No le busquemos el pelo al huevo, como dicen los argentinos. O no le busquemos los tres pies al gato, como decimos los españoles. La recuperación de la Memoria Histórica es devolver el cuerpo de los desaparecidos a sus familiares. ¿Cómo es posible que eso sea siquiera motivo de controversia?

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Sirio



Sirio es la estrella más brillante de nuestro cielo, ninguna otra se acerca a su magnitud. No es extraño que muchos pueblos la divinizasen, que los egipcios contaran el comienzo del año a partir de su primera aparición en el cielo de madrugada, que el genial Aristarco de Samos la considerase un sol y que Kant creyese que era el centro de gravitación alrededor del cual girarían los demás astros, incluido nuestro sistema planetario.
Los egipcios, que la llamaban Shotis (luminaria), la representaban con un perro, de ahí el nombre de Can Mayor, que se dio a la constelación y de donde viene la palabra canícula, con que nos referimos a la época más calurosa del verano porque, aunque por efecto de la precesión de los equinoccios, ahora Sirio aparezca a principios de septiembre, entonces lo hacía a finales de junio.
Entre los poetas clásicos se hizo usual hablar de "la roja canícula". El más explícito es Séneca,aficionado a la Astronomía y conocía bien las estrellas, quien afirma "Sirio es rojo", cuando, aunque a primera vista nos parezca una estrella azulada, es una estrella blanca. Ése es el verdadero misterio de Sirio y no que hombres de Sirio visitasen a los dogón en Mali.

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Caosmeando

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