domingo, 30 de agosto de 2009

Anderssen - Dufresne

Berlín 1852. La Siempreviva. Comentada por maestro Richard Guerrero.

1.e4 e5 2.Cf3 Cc6 3.Ac4 Ac5 4.b4!? De nuevo, el famoso gambito del legendario lobo de mar, Capitán William Davies Evans.

4...Axb4 En esos gloriosos tiempos había dos clases de hombres: Los primeros eran valientes y no dudaban en arriesgar haciendo gambitos y aceptando los del rival. Los segundos eran la vergüenza de la época romántica.

5.c3 Aa5 6.d4! exd4 7.0-0! d3!? Dufresne, sabedor de que Anderssen jugando el gambito Evans era más peligroso que Curro Jiménez en el Corte Inglés, devuelve uno de los peones conquistados, a fin de entorpecer en lo posible el desarrollo blanco.

8.Db3! Df6 9.e5! Dg6 [No es posible 9...Cxe5?? 10.Te1 d6 11.Ag5! Df5 12.Cxe5 dxe5 (12...Dxg5 13.Ab5+! c6 14.Dxf7+ Rd8 15.Cxc6+! bxc6 16.Te8# ) 13.Db5+! c6 14.Txe5+ y las negras deberían abandonar.]

10.Te1 Cge7 11.Aa3 b5!? Dando mucha alegría a la partida! [Seguramente, Dufresne consideró que 11...0-0 era demasiado obvia y previsible.]

12.Dxb5 Tb8 13.Da4 Ab6 14.Cbd2 Ab7 Gracias a su sorprendente lance lateral, Dufresne ha logrado que su pareja de alfiles apunte peligrosamente al enroque de Anderssen.

15.Ce4 Df5?? Pero aquí comete un grave error, y es que la dama negra va a quedar ahora pesimamente colocada...

16.Axd3! Las blancas ya amenazan capturarla con 17Cd6+!

16...Dh5 No hay retiradas mejores [Si 16...0-0 17.Cf6+! ganando; Si 16...De6 17.Ceg5! Dh6 (17...Dd5 18.Ac4! ) 18.Ac1! Dh5 19.g4! Dh6 20.Cxf7! Dh3 (20...De6 21.C3g5! Dd5 22.Ae4! ) 21.C7g5! Dh6 22.Ae4! con aplastante superioridad blanca]

17.Cf6+!? ¡Una interesante y espectacular jugada de ataque al más puro estilo Anderssen! Sin embargo, hay que decir que a pesar de su gran belleza estética, objetivamente hablando ésta no es ahora la mejor posibilidad. [Con la prosaica y simple 17.Cg3! Dh6 18.Ac1 De6 19.Ac4 Cd5 (19...Dg6 20.Ch4 Dg4 21.Axf7+! ; 19...d5 20.exd6 Dxd6 21.Cf5! ) 20.Cg5 Dg4 21.Te4! las blancas liquidaban la partida rápidamente.]

17...gxf6 18.exf6 Sin duda, es evidente que tras el sacrificio de caballo de Anderssen, la situación del rey negro se ha vuelto muy peligrosa, pero...

18...Tg8! ...¡la del rey blanco también! Y es que ambos rivales parecen estar en disposición de iniciar de inmediato un terrible ataque combinativo!

19.Tad1!! Pero ahora Anderssen demuestra por qué está considerado como uno de los más brillantes jugadores de la historia del ajedrez. ¡Maravillosa jugada! ¡fantástica jugada! Anderssen derrocha imaginación, fantasía, creatividad y capacidad de cálculo y tiende en este momento una de las celadas más impresionantes, profundas y bellas que el mundo ajedrecístico ha conocido. [Las jugadas "simples" como 19.Axe7?? eran brutalmente castigadas con demoledores contraataques iniciados con 19...Ce5! (o 19...Dxf3! ) ; También era posible la profiláctica 19.Ae4!? que conduce a una abierta lucha con posibilidades para ambos rivales, pero sin tender a las negras ninguna trampa sutil.]

19...Dxf3?? Las negras han ganado pieza y amenazan mate en una. Su ataque parece totalmente decisivo, pero... [Las negras disponían aquí de varias continuaciones, algunas de ellas con interesantes sacrificios, pero tras muchas décadas de análisis se ha llegado a la conclusión de que 19...Tg4! era la opción que daba más guerra.]

20.Txe7+! Cxe7 [Si 20...Rf8 21.Te3+! d6 22.Txf3 ; Y si 20...Rd8 seguía la espectacular línea 21.Txd7+! Rc8 (21...Rxd7 22.Af5+! Re8 23.Ad7+ Rd8 24.Axc6+! con rápido mate; 21...Re8 22.Te7+! Rf8 (22...Rd8 23.Ae2+ ) 23.Te6+! Cb4 24.Dxb4+! c5 25.Dxc5+! Axc5 26.Axc5# ) 22.Td8+! Cxd8 (22...Txd8 23.gxf3 ; 22...Rxd8 23.Af5+! ) 23.Dd7+!! Rxd7 24.Af5+! Rc6 (24...Re8 25.Ad7# ) 25.Ad7#! ]

21.Dxd7+!! ¡La bomba! El rey negro va a ser atraído a una trampa mortal

21...Rxd7 [21...Rf8 22.Axe7# ]

22.Af5+! ¡Un magnífico doble jaque descubierto!

22...Re8 [Muy bonito también era el mate tras 22...Rc6 23.Ad7#! ]

23.Ad7+! Rf8 [o 23...Rd8 24.Axe7# ]

24.Axe7#! ¡Así jugaba Adolf Anderssen al ajedrez! 1-0

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Fela Kuti

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La historia del ojo (1)

I-EL OJO DEL GATO

Crecí muy solo y desde que tengo memoria sentí angustia frente a
todo lo sexual. Tenía cerca de 16 años cuando en la playa de X encontré
a una joven de mi edad, Simona. Nuestras relaciones se precipitaron
porque nuestras familias guardaban un parentesco lejano. Tres días
después de habernos conocido, Simona y yo nos encontramos solos en
su quinta. Vestía un delantal negro con cuello blanco almidonado.
Comencé a advertir que compartía conmigo la ansiedad que me
producía verla, ansiedad mucho mayor ese día porque intuía que se
encontraba completamente desnuda bajo su delantal.
Llevaba medias de seda negra que le subían por encima de las rodi-
llas; pero aún no había podido verle el culo (este nombre que Simona y
yo empleamos siempre, es para mí el más hermoso de los nombres del
sexo). Tenía la impresión de que si apartaba ligeramente su delantal
por atrás, vería sus partes impúdicas sin ningún reparo.
En el rincón de un corredor había un plato con leche para el gato:
“Los platos están hechos para sentarse”, me dijo Simona. “¿Apuestas a
que me siento en el plato?” —”Apuesto a que no te atreves”, le respon-
dí, casi sin aliento.
Hacia muchísimo calor. Simona colocó el plato sobre un pequeño
banco, se instaló delante de mí y, sin separar sus ojos de los míos, se
sentó sobre él sin que yo pudiera ver cómo empapaba sus nalgas
ardientes en la leche fresca. Me quedé delante de ella, inmóvil; la
sangre subía a mi cabeza y mientras ella fijaba la vista en mi verga que,
erecta, distendía mis pantalones, yo temblaba.
Me acosté a sus pies sin que ella se moviese y por primera vez vi su
carne “rosa y negra” que se refrescaba en la leche blanca. Permaneci-
mos largo tiempo sin movernos, tan conmovidos el uno como el otro.
De repente se levantó y vi escurrir la leche a lo largo de sus piernas,
sobre las medias. Se enjugó con un pañuelo, pausadamente, dejando
alzado el pie, apoyado en el banco, por encima de mi cabeza y yo me
froté vigorosamente la verga sobre la ropa, agitándome amorosamente
por el suelo. El orgasmo nos llegó casi en el mismo instante sin que nos
hubiésemos tocado; pero cuando su madre regresó, aproveché, mien-
tras yo permanecía sentado y ella se echaba tiernamente en sus brazos,
para levantarle por atrás el delantal sin que nadie lo notase y poner mi
mano en su culo, entre sus dos ardientes muslos.
Regresé corriendo a mi casa, ávido de masturbarme de nuevo; y al
día siguiente por la noche estaba tan ojeroso que Simona, después de
haberme contemplado largo rato, escondió la cabeza en mi espalda y
me dijo seriamente “no quiero que te masturbes sin mí”.
Así empezaron entre la jovencita y yo relaciones tan cercanas y tan
obligatorias que nos era casi imposible pasar una semana sin vernos. Y
sin embargo, apenas hablábamos de ello. Comprendo que ella experi-
mente los mismos sentimientos que yo cuando nos vemos, pero me es
difícil describirlos.

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Caosmeando

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