miércoles, 17 de septiembre de 2008

Woody Allen (I)

Seguir Leyendo...

Las once mil vergas (II)

Mony Vibescu era de una familia muy rica. Su bisabuelo había sido hospodar, que en Francia equivale al título de subprefecto. Pero esta dignidad se había transmitido nominativamente a la familia, y tanto el abuelo como el padre de Mony habían ostentado el título de hospodar. Del mismo modo Mony Vibescu tuvo que llevar ese título en honor de su abuelo.

Pero él había leído suficientes novelas francesas como para saber mofarse de los subprefectos:

“Veamos –decía-– ¿no es ridículo irse a llamar subprefecto porque tu abuelo lo ha sido? ¡Es simplemente grotesco!”. Y para ser menos grotesco había reemplazado el título de hospodar-subprefecto por el de príncipe.

“Este –exclamaba– es un título que puede transmitirse por herencia. Hospodar, es una función administrativa, pero es justo que los que se han distinguido en la administración tengan el derecho de llevar un título. En el fondo, soy un antepasado.

Mis hijos y mis nietos sabrán agradecérmelo”.

El príncipe Vibescu estaba muy relacionado con el vicecónsul de Servia: Bandi Fornoski que, según se decía en la ciudad, enculaba de muy buena gana al encantador Mony.

Un día el príncipe se vistió correctamente y se dirigió hacia el viceconsulado de Servia. En la calle, todos le miraban, y las mujeres lo hacían de hito en hito pensando: “ ¡Qué aspecto parisino tiene!”.

En efecto, el príncipe Vibescu andaba como se cree en Bucarest que andan los parisinos, es decir con pasos cortos y apresurados y removiendo el culo. ¡Es encantador! Y en Budapest cuando un hombre anda así no hay mujer que se le resista, aunque sea la esposa del primer ministro.

Seguir Leyendo...

Algunas maneras de perder el tiempo

Resulta que hay que hacer algo, lo que sea pero hay que hacer algo, pues nos recuerdan que hay que aprovechar el momento, que la vida no se repite y esos motivos del carpe diem. Y es verdad. Sólo que así como el tiempo es nuestro nosotros disponemos de él como queremos y no tenemos la obligación de emplearlo en algo trascendental, también hay que reivindicar que podemos aprovechar el tiempo en lo que queramos (pero no siempre, eh, dar todo el tiempo por perdido es... una pérdida de tiempo), sobre todo cuando queremos que pase rápido y no sabemos cómo. Así que ahí va una propuesta sobre cómo perder el tiempo.

1. Ordenar la casa o la habitación. Es una de las pérdidas de tiempo más absurdas, la satisfacción es tan efímera que a poco nos movamos ya vuelve el caos con un vaso sobre la mesa o aparece una mota de polvo escondida.

2. Estar en un lugar donde se supone que estamos por algo. Esto supone la incredulidad de los que nos preguntan qué estamos haciendo y, ante la insistencia en nuestra postura, la incomprensión y hasta la perpetua sentencia de que padecemos un insufrible caso de estupidez.

3. Cantar. Cuando no somos cantantes, se entiende. Y cuando no cantamos mientras realizamos otra acción. No es cantar mientras trabajamos. Es trabajar para perder el tiempo.

4. Ladrarle a la luna. Ésta tiene el inconveniente de que nos tomen por locos y por eso es recomendable buscar un lugar en campo libre, donde se vea bien la luna y los demás puedan alejarse fácilmente.

5. Ser un somiatruites. Que literalmente significaría ser un sueña-truchas o ser un sueña-tortillas y por eso es preferible no traducirlo. Es el que se ilusiona con cosas imposibles o extrañas.

6. Aprender una lengua minoritaria. Sólo podremos hablarla en una pequeña región, nadie más nos entenderá, pero qué mundo descubriremos.

8. Aprender una lengua muerta. Para hablarla con los que hayan seguido nuestros pasos.

9. Acariciar nuestro gato o nuestro perro. En el caso de que él tenga ganas, claro.

10. Tomarse un té o un café. Con la correspondiente pérdida de tiempo de prepararlo uno mismo.

11. Escuchar con atención a un desconocido. Vale cualquier cosa que cuente y que olvidemos al poco tiempo del tiempo perdido.

12. Mirar por la ventana sin importar qué vemos. No confundirlo con los espías o chusmas, a no ser que pretendamos saludarles y compartir la experiencia.

13. Informarnos sobre un lugar al que no visitaremos, siendo un acción lo suficientemente compleja como para pasar de la guía de viajes.

14. Despertarse temprano en un domingo ocioso y quedarse en la cama, buscando el silencio o descifrando todos los sonidos.

15. Buscar siestas innecesarias para llenar vacíos inventados. Valga la redundancia utilitaria.

16. Contemplar una foto familiar hasta que parezca distinta a nuestra vista. Aquí además de tiempo hay que apoyarse en la paciencia.

17. Trazar siluetas de humo en el aire y borrar sus huellas. Pongamos que se acepta cualquier objeto humeante.

18. Ver de nuevo una película que nos gustó. Si no nos gustó no es pérdida de tiempo, es masoquismo.

19. Elegir el camino más largo. No sólo nos permitirá una mayor pérdida de tiempo, sino que además el placer del descanso cuando lleguemos a nuestro destino.

20. Escribir con torpe sabiduría este tratado sobre el no hacer nada.

21. Leerlo y releerlo.

Seguir Leyendo...

Caosmeando

ecoestadistica.com