viernes, 7 de agosto de 2009

Fabrizzi (por Jesús Arias)


Hoy, en el trabajo, me he acordado de una curiosa anécdota bastante emotiva.

Fue en el 40º cumpleaños de Joe, en agosto de 1992. Apareció por Granada con Gaby, las niñas, y otra pareja de amigos para celebrar su cumpleaños. Creo recordar que, gracias a un anuncio de Lewis Strauss, "Should I stay or should I go?" había vuelto a las listas de éxitos en Estados Unidos y estaba teniendo bastante repercusión. Joe estaba muy sensible por eso que ahora ya yo sé, lo de la crisis de los cuarenta, cuando te planteas si realmente has hecho algo decente en la vida o no.
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El caso es que apareció como siempre, con su castellano anárquico, una camisa hawaiiana, Gaby, las niñas, y toda su ingenuidad de inglés en España. Me llamó desde el hotel Los Ángeles, en donde se hospedaban, y me invitó a comer con ellos. Hacía bastante tiempo que no nos veíamos, pero nos habíamos llamado mucho por teléfono a lo largo de los años y, una y mil veces, me había invitado a ir a su casa de Londres. Yo siempre decía que sí, que iría. Pero nunca lo hice. De hecho, aún no conozco Londres... He estado en Berlín, en Lisboa, pero jamás en Londres. Imperdonable. Y el primero en decírmelo es Richard Dudanski. Y tiene más razón que un santo.

Cuando aparecí en el hotel, Joe me saludó como si fuera un hermano suyo. Me presentó a sus amigos todo lleno de orgullo: "My teacher of Spanish!", les dijo. "My man!". Joe me contó que le había hablado muy bien de mí a todo el mundo en Londres. "Si necesitas un profesor de español", me contó que solía decir en Londres, "llama a este tío". Me habló de que acababa de recibir una llamada de Estados Unidos diciéndole lo bien que iba "Should I stay or should I go?" allí y que pensaba que debería regrabar esa canción de nuevo con la traducción que habíamos hecho entre los dos años atrás (-siento que mis recuerdos vayan a saltos, pero prefiero contarlos así, a bote pronto, antes que tratar de ordenarlos cronológicamente, porque, para mí, no serían tan vívidos ni tan espontáneos, sino mucho más elaborados, y perdería la fluidez... ya contaré en otro momento lo de la traducción al castellano de la canción-).

Joe parecía bastante eufórico, pero su mujer, Gaby, me contó, en un momento en el que él estaba llamando a unos y a otros por teléfono para decir que estaba en Granada, que Joe no se encontraba bien. Estaba bastante deprimido por eso de cumplir 40 años y estaba atravesando una fuerte crisis, lo que después mucha gente llamaría "The wild years" de Joe. Se encontraba musicalmente perdido, las bandas que intentaba montar no terminaban de salirle bien, la sombra de The Clash le pesaba como una losa... En definitiva, según Gaby, la vuelta a Granada era como volver a respirar aire fresco, regresar a los tiempos en los que él realmente había disfrutado. Quería celebrar su cumpleaños entre "su" gente, sus amigos, entre los colegas que lo conocían como "Joe" solamente: los camareros de los bares que ignoraban que él fue parte de una banda famosísima y que sólo tenían en cuenta que le encantaba el 'pálido-cola', los flamencos del Sacromonte, los rockeros de La Cúpula... Gaby me pidió, más o menos, que actuara de 'hermano mayor' de Joe, que lo animara.

Habíamos decidido ir a comer al Campo del Príncipe, una plaza bastante bonita de Granada que Joe recordaba con mucho cariño por sus bares, sus camareros, el vino, el ambiente festivo que siempre había -y hay- por allí. Nos fuimos dando un paseo.

En el Campo del Príncipe nos esperaban Fernando Romero, hermano de Esperanza y Paloma Romero (Paloma=Palmolive, The Slits, la antigua novia de Joe en los tiempos de los 101'ers) y Gabi Contreras ("el médico loco", como lo llamaba Joe, radiólogo eminente y uno de los más íntimos amigos de Sid Vicious), los dos con sus familias. De manera que nos juntamos en una terraza un considerable equipo de gente (familias con niños) a beber cerveza.

Joe se sentó a mi lado para charlar conmigo. Ya habíamos hablado de eso bastantes veces por teléfono, pero volvió a sacarme el tema. Él estaba muy enfadado porque, el año anterior, durante la Guerra del Golfo, Estados Unidos había utilizado "Rock the Casbah" como "himno" entre los soldados americanos en una emisora de radio de una base norteamericana antes de ir a Iraq a lanzar las bombas. El quería hacer una canción contra eso, contra el Ejército de los Estados Unidos. Tenía un título para una canción, "Tranceblues" y una historia divertida: El Ejército USA es enviado a invadir Granada, en donde ha habido un golpe de Estado (la isla de Granada) pero, por equivocación, invade la ciudad de Granada. La canción iba en torno a eso: era un cúmulo de despropósitos.

Creo que ya hablé sobre eso en otro topic. Joe escribiría la letra y yo hacía la música. Hablamos sobre ello durante bastante rato y muchas cervezas (yo le dije que ya tenía la música) y, tras un silencio, Joe cambió de tema y me espetó: "Man, I'm pretty fucked" o algo así ("Estoy bien jodido").

Le pregunté por qué.

Tal y como me había dicho Gaby, Joe me contó que su vida era una mierda, que tenía 40 años, que no había hecho nada importante, que era un desastre, que se sentía un fracasado, que Mick Jones, al menos, había creado Big Audio Dynamite y era feliz y famoso, mientras que él se sentía completamente al margen.

Yo traté de disuadirle. "Tío", le espeté en inglés, "tú has escrito canciones como ésta, ésta y ésta. Yo a tí te admiraba cuando yo tenía 16 años. ¿Recuerdas lo que me decías tú de los Rolling Stones? ¡Pues tú fuiste mis Rolling Stones! Yo tocaba en mi guitarra, en mi habitación, '1977' y escribí una canción llamada '1984' porque en '1977' tu cuenta atrás se terminaba en 1984".

Y le hablé de lo amigo que era para mí, muy al margen de The Clash, muy al margen del Joe Strummer famoso. Le dije lo mucho que lo quería como amigo, como simplemente ese amigo de la fiesta en la que me aconsejó a Estela... en fin, muchas cosas.

Y en esto, apareció Fabrizzi.

Fabrizzi... menudo personaje...


Fabrizzi era un músico vagabundo, un acordeonista increíble, excepcional. Un tipo con los ojos como Martin Feldman (el de "El jovencito Frankenstein") que se ganaba la vida tocando el acordeón, por unas monedas, en la calle Zacatín, de Granada. Era un "homeless" que interpretaba al acordeón música clásica (Tchaikovsky, Mozart, Beethoven), tangos, canciones pop... lo que fuera... con una maestría increíble. Un músico excepcional (De hecho, Enrique Morente y yo lo estuvimos buscando para que tocase el acordeón en 'Omega').

Yo había conocido a Fabrizzi unos meses antes, en la calle Zacatín. Había oído una música buenísima desde lejos y, conforme me acercaba, descubrí que era un acordeonista callejero. Era la hostia.

Me quedé escuchándolo al menos media hora, echándole monedas y aplaudiendo con cada nueva cosa que tocaba. Al final, cuando ya el grupo de gente que se había congregado a su alrededor se había dispersado, yo seguía allí, todo embelesado.

Le dije: ¿Cómo te llamas, tío?

Me dijo: Me llamo Juan Carlos, pero todo el mundo me llama Fabrizzi.

Le dije: Pues eres la hostia. De verdad.

Me dijo: Tú debes ser músico.

Le dije: Sí. Y estoy asombrado. ¿Cómo consigues tocar a Tchaikovsky de esa manera? Estoy alucinado.

Me dijo: Tchaikovsky no es tan complicado. Lo difícil son los Clash y los Rolling Stones.

Le dije: No me jodas. ¿Conoces a los Clash?

Me respondió: ¿Los Clash? Son mi grupo favorito.

Y empezó a tocar "Jimmy Jazz".

Le dije a Fabrizzi: "Recoge: Te invito a lo que quieras".

Nos fuimos a un bar, bebimos cervezas (yo coca-colas) y hablamos larguísimamente sobre los Clash. Nos despedimos una hora después como absolutos colegas. Yo, a partir de ese día, trataba de pasarme por la calle Zacatín para oírlo, él para pedirme que le contara historias de Joe Strummer o para que me contara que lo habían contratado como músico en una obra de teatro. Así habíamos seguido durante seis meses...

Y bueno, aquel día, en el Campo del Príncipe, mientras Joe está diciéndome lo jodido que está, aparece Fabrizzi con su acordeón.

Lo veo de lejos. Le hago un gesto. Me ve de lejos y se acerca, sin dejar de tocar, hasta nuestra mesa.

Y esta escena es la hostia. Uno de los momentos más acojonantes de mi vida. Majestuoso.

Fabrizzi llega a nuestra mesa con el acordeón a cuestas. Le digo a Fabrizzi: "Fabrizzi, éste tío de aquí es Joe Strummer".

Fabrizzi lo mira. Me mira a mí. Me dice: "No. Ése no es Joe Strummer".

Joe se vuelve hacia él, y le dice en español: "Si, yo soy Joe Strummer, señor".

Fabrizzi le dice: "Tú no eres Joe Strummer. Tú te pareces a Joe Strummer. Pero no eres Joe Strummer".

Joe me pide que traduzca lo que ha dicho Fabrizzi. Se lo traduzco.

Joe se enfada: "Of course I'm Joe Strummer!".

"Tú no eres Joe Strummer", le dice Fabrizzi con toda tranquilidad.

Joe se levanta de su silla. "¡Sí soy Joe Strummer!", dice en español.

Fabrizzi, tan vagabundo, con sus ojos a lo Martin Feldman, sonríe como los vagabundos que han visto de todo y han oído de todo en este mundo. Vuelve a decirle: "Que no, que no eres Joe Strummer. Yo conozco a Joe Strummer y es mucho más alto que tú".

Joe me pide traducción. Traduzco.

Y Fabrizzi le espeta entonces: "Si eres Joe Strummer, canta esto".

Y se pone a tocar "Jimmy Jazz".

Y cuando Joe Strummer escucha que un músico callejero está tocando en un acordeón "Jimmy Jazz", que le dice en su cara que no es Joe Strummer, y que el músico callejero está tocando su canción... Joe... Ese Joe Strummer, se va a su lado y, como otro músico callejero, se pone a cantar "Jimmy Jazz" con la voz de Joe Strummer. Y los dos músicos se miran. Y Fabrizzi toca de la hostia y Joe Strummer canta de la hostia.

Putos músicos los dos, como si estuvieran tocando en el metro de Madrid.

Y Joe cantando con lágrimas en los ojos. El día de su cumpleaños se va a Granada y se encuentra a un músico vagabundo que toca sus canciones por la calle para ganarse la vida, que le niega el derecho a ser Joe Strummer, pero que se sabe sus canciones.

Terminan el "Jimmy Jazz" y Fabrizzi le dice: "Bueno, la voz se parece bastante. Pero, si quieres, probamos con 'London Calling'".

Fabrizzi me dice luego: "Dile que sí, que es Joe Strummer".

Se lo traduzco a Joe, al que le caen los lagrimones por toda la cara.

"El mejor cumpleaños de mi vida", dice Joe. "El mejor cumpleaños de mi vida".

Para colmo, se acercan a nuestra mesa unos turistas ingleses, y le echan unas monedas a Joe: "Brilliant, really brilliant. You both sound exactly as The Clash".

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