viernes, 31 de octubre de 2008

El vuelo del pájaro elefante

Avanzo a través del túnel que excavé durante meses en la toba blanda. Me arrastro por este nauseabundo arroyo con la desesperación de los que se saben imantados por fuerzas fatales, de los que han infligido dolor, de los que han sido martillos inclementes para numerosos clavos. Después de dos horas de angustia, mi cuerpo asoma fuera de la boca del túnel. El zumbido de los oídos desaparece. Logro esquivar los reflectores en el mortal damero del patio de la prisión. Me muevo como un veneno recién inoculado. Acometo sin respiro los vastos y resbaladizos muros de cantería. Tras ocultar las sábanas encordadas, atento a los paseos de los guardianes, me interno en las sombras reconocibles de la tercera galería. Puedo escuchar el roce de mis pisadas y el frotecillo asombrado del mecanismo de la suerte. Por fin estoy ante los barrotes. Inspiro profundamente, adelgazándome, y me deslizo entre ellos. Con infinito alivio regreso a las dulzuras de mi celda, a salvo de la aturdidora, extenuante y espantosa libertad.

Ángel Olgoso
Ángel Olgoso (Cúllar Vega, Granada, 1961)estudió Filología Hispánica en la Universidad de Granada. Publicó su primer libro de relatos, Los días subterráneos, en 1991. Después siguieron La hélice entre los sargazos, Nubes de piedra, Granada, año 2039 y otros relatos, Cuentos de otro mundo, El vuelo del pájaro elefante, Los demonios del lugar (Libro del Año 2007 según La Clave y Literaturas.com y finalista del Premio Andalucía de la Crítica) y Astrolabio.
Es miembro de la "Amateur Mendicant Society" de estudios holmesianos, y Rector de la sección granadina del Colegio de Patafísica, el Instituto de Patafísica de Granada, del cual fue fundador y durante diez años el único miembro.

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jueves, 30 de octubre de 2008

Movimiento de Países No Alineados

Surgido durante la Guerra Fría a partir de la conferencia de Bandung de 1955, que reunió a 29 países de África y Asia y enunció los principios que deberían gobernar las relaciones entre las naciones grandes y pequeñas, conocidos como los Diez principios de Bandung ,adoptados posteriormente como los principales fines de la política no alineamiento.

LOS DIEZ PRINCIPIOS DE BANDUNG

1.-Respeto de los derechos humanos fundamentales y los objetivos y principios de la Carta de las Naciones Unidas.

2.-Respeto de la soberanía e integridad territorial de todas las naciones.

3.-Reconocimiento de la igualdad de todas las razas y la igualdad de todas las naciones, grandes y pequeñas.

4.-La abstención de intervenir o de interferir en los asuntos internos de otro país.

5.-El respeto del derecho a defenderse de cada nación, individual o colectivamente, de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas.

6.a. La abstención del uso de pactos de defensa colectiva en servicio de los intereses particulares de cualesquiera de las grandes potencias.

6.b. La abstención de todo país de ejercer presiones sobre otros países.

7.-Abstenerse de realizar actos o amenazas de agresión, o de utilizar la fuerza en contra de la integridad territorial o independencia política de cualquier país.
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8.-La solución pacífica de todos los conflictos internacionales, de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas.

9.-La promoción de los intereses mutuos y de la cooperación.

10.-El respeto de la justicia y de las obligaciones internacionales.

Seis años después de Bandung se estableció el Movimiento de Países No Alineados en la Primera Conferencia Cumbre de Belgrado, celebrada del 1 al 6 de septiembre de 1961. Asistieron a la Conferencia 25 países, principalmente nuevos Estados independientes.

Los criterios de membresía formulados en la Conferencia Preparatoria para la Cumbre de Belgrado (El Cairo, 1961), demuestran que el Movimiento no fue concebido para desempeñar un papel pasivo en la política internacional, sino para formular sus propias posiciones independientes, reflejando sus intereses y condiciones como países militarmente débiles y económicamente subdesarrollados.

CRITERIOS PARA LA MEMBRESÍA

El país debe haber adoptado una política independiente basada en la coexistencia de Estados con diferentes sistemas políticos y sociales y en el no alineamiento, o debe demostrar una tendencia a favor de tal política.

El país concernido deberá apoyar consistentemente los movimientos por la independencia nacional.

El país no debe ser miembro de una alianza multilateral militar concluida en el contexto de los conflictos de las grandes potencias.

Si el país tiene un acuerdo militar bilateral con una gran potencia, o es un miembro de un pacto de defensa regional, el acuerdo o pacto no debe haber sido uno de los concluidos deliberadamente en el contexto de los conflictos de las grandes potencias.

Si el país ha concedido bases militares a una potencia extranjera, la concesión no debe haber sido hecha en el contexto de los conflictos de las grandes potencias.

Los objetivos primarios de los países no alineados se enfocaronn en el apoyo a la autodeterminación, la oposición al Apartheid, la no-adhesión a pactos multilaterales militares, la lucha contra el imperialismo en todas sus formas y manifestaciones, el desarme, la no-injerencia en los asuntos internos de los Estados, el fortalecimiento de las Naciones Unidas, la democratización de las relaciones internacionales, el desarrollo socioeconómico y la reestructuración del sistema económico internacional.

A pesar del fin de la Guerra Fría, el MPNA sigue vigente para la defensa de los intereses comunes a los países en vías de desarrollo.

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Poemas desde Guantánamo VI

Camino a casa

Moazzam Begg

Comienza este viaje sin riendas,
termina en captura sin metas,
tendido ahora en la celda despierto,
con júbilo y sonrisas falsas todas ellas.
La libertad se ha agotado, el tiempo se acabó,
las lágrimas han rasgado la copa de mi pena,
Hogar es jaula y jaula es acero,
manifestando así
que la realidad es irreal.
Los sueños están hechos añicos,
las esperanzas destrozadas,
pero la nueva condición te realza.
La ironía de todo esto...
la detención y lo demás:
ser tan pequeño y estar tan alto.
Años de lágrimas y días de gran esfuerzo.
ahora sólo son miedos y el botín del tirano.
La orden se ha pronunciado, no hay duda,
pero hay que soportar esta farsa en soledad
Ahora "la paciencia es una virtud"
y la virtud está forjada en hierro,
así, se ha puesto en movimiento la poesía
- quizá sea recibida con agradecimiento -
Aun así, escribo sobre el papel sabiendo el qué,
pero nunca el cuándo.
Cuando los sueños empiezan
y terminan las pesadillas
voy camino a casa
a cuidar de los seres queridos.

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Las once mil vergas (XXVII)

Una mañana, el príncipe Mony Vibescu, completamente desnudo y bello como el Apolo de Belvedere, hacía un 69 con Cornaboeux. Los dos chupaban golosamente sus respectivos jarabes y sopesaban con voluptuosidad unos discos que no tenían nada que ver con los de fonógrafo. Descargaron simultáneamente y el príncipe tenía la boca llena de semen cuando un ayuda de cámara inglés y muy correcto entró, tendiéndole una carta en una bandeja roja.”

La carta anunciaba al príncipe Vibescu que había sido nombrado teniente en Rusia, a título de extranjero, en el ejército del general Kuropatkin.

El príncipe y Cornaboeux manifestaron su entusiasmo con recíprocas enculadas. Se equiparon inmediatamente y se dirigieron a San Petersburgo antes de reunirse con su cuerpo de ejército.

–La guerra me va –declaró Cornaboeux– y los culos de los japoneses deben de ser muy sabrosos.
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–Los coños de las japonesas son realmente deliciosos –añadió el príncipe retorciéndose el bigote.
—Su Excelencia el general Kokodryoff no puede recibir a nadie en este momento. Está mojando bastoncitos en su huevo pasado por agua.

—Pero —contestó Mony al portero—, soy su ayudante de campo. Vosotros, petropolitanos, sois ridículos con vuestras continuas sospechas... ¡Mira mi uniforme! Si me han llamado a San Petersburgo, supongo que no será para hacerme sufrir los exabruptos de los porteros.

—¡Muéstreme sus papeles! —dijo el cerbero, un tártaro colosal.

—¡Helos aquí! —espetó secamente el príncipe, poniendo su revólver bajo la nariz del aterrorizado portero, que se inclinó para dejar pasar al oficial. Mony subió rápidamente (haciendo sonar sus espuelas) al primer piso del palacio del general príncipe Kokodryoff con el que debía partir hacia Extremo Oriente. Todo estaba desierto y Mony, que no había visto a su general más que la víspera en el palacio del Zar, estaba asombrado ante este recibimiento. Sin embargo el general le había citado y era la hora exacta que él mismo había fijado. Mony abrió una puerta y penetró en un gran salón desierto y obscuro que atravesó murmurando:

—A fe mía, tanto peor, el vino está servido, hay que beberlo. Continuemos nuestras investigaciones.
Abrió una nueva puerta que se volvió a cerrar sola tras él. Se encontró en una habitación más obscura todavía que la precedente. Una suave voz de mujer dijo en francés:

–Fedor, ¿eres tú?

–¡Sí, mi amor, soy yo! –dijo en voz baja, pero resueltamente, Mony, cuyo corazón latía tan deprisa que parecía iba a estallar.

Avanzó rápidamente hacia el lado de donde venía la voz y encontró una cama. Una mujer completamente vestida estaba acostada encima. Abrazó apasionadamente a Mony proyectándole su lengua en la boca.

Este respondía a sus caricias. Le levantó las faldas. Ella separó los muslos. Sus piernas estaban desnudas y un delicioso perfume de verbena emanaba de su piel satinada, mezclado con los efluvios del odor di femina. Su coño, en el que Mony asentaba la mano, estaba húmedo. Ella murmuraba:

–Forniquemos... Ya no puedo más... Granuja, hacía ocho días que no venías.

Pero Mony, en vez de contestar, había sacado su amenazadora verga y, totalmente a punto, se metió en la cama e hizo entrar su rudo machete en la peluda raja de la desconocida que inmediatamente agitó las nalgas diciendo:
—Entra mucho... Me haces gozar...

Al mismo tiempo ella llevó su mano a la base del miembro que la festejaba y empezó a palpar esas dos bolitas que le sirven de adorno y que se llaman testículos (no —como se cree comúnmente— porque sirvan de testigos a la consumación del acto amoroso, sino más bien porque son las pequeñas testas que encierran la materia cervical que brota de la méntula o pequeña inteligencia, del mismo modo que la testa contiene el cerebro que es la sede de todas las funciones mentales). La mano de la desconocida sobaba cuidadosamente los testículos de Mony. De repente, lanzó un grito, y de una culada, desalojó a su fornicador:

–Me estáis engañando, señor, mi amante tiene tres.

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miércoles, 29 de octubre de 2008

My Way

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Björk - Nattúra



Björk ataca a los gestores de Islandia con un artículo publicado en The Times.

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Una modesta proposición (II)

He calculado que como término medio un niño recién nacido pesará doce libras, y en un año solar, si es tolerablemente criado, alcanzará las veintiocho.

Concedo que este manjar resultará algo costoso, y será por lo tanto muy apropiado para terratenientes, quienes, como ya han devorado a la mayoría de los padres, parecen acreditar los mejores derechos sobre los hijos.

Todo el año habrá carne de infante, pero más abundantemente en marzo, y un poco antes o después, pues nos informa un grave autor, eminente médico francés, que siendo el pescado una dieta prolífica, en los países católicos romanos nacen muchos más niños aproximadamente nueve meses después de Cuaresma que en cualquier otra estación; en consecuencia, contando un año después de Cuaresma, los mercados estarán más abarrotados que de costumbre, porque el número de niños papistas es por lo menos de tres a uno en este reino: y entonces esto traerá otra ventaja colateral, al disminuir el número de papistas entre nosotros.

Ya he calculado el costo de crianza de un hijo de mendigo (entre los que incluyo a todos los cabañeros, a los jornaleros y a cuatro quintos de los campesinos) en unos dos chelines por año, harapos incluidos; y creo que ningún caballero se quejaría de pagar diez chelines por el cuerpo de un buen niño gordo, del cual, como he dicho, sacará cuatro fuentes de excelente carne nutritiva cuando sólo tenga a algún amigo o a su propia familia a comer con él. De este modo, el hacendado aprenderá a ser un buen terrateniente y se hará popular entre los arrendatarios; y la madre tendrá ocho chelines de ganancia limpia y quedará en condiciones de trabajar hasta que produzca otro niño.
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Quienes sean más ahorrativos (como debo confesar que requieren los tiempos) pueden desollar el cuerpo; con la piel, artificiosamente preparada, se podrán hacer admirables guantes para damas y botas de verano para caballeros elegantes.
En nuestra ciudad de Dublín, los mataderos para este propósito pueden establecerse en sus zonas más convenientes, y podemos estar seguros de que carniceros no faltarán; aunque más bien recomiendo comprar los niños vivos y adobarlos mientras aún están tibios del cuchillo, como hacemos para asar los cerdos.

Una persona muy respetable, verdadera amante de su patria, cuyas virtudes estimo muchísimo, se entretuvo últimamente en discurrir sobre este asunto con el fin de ofrecer un refinamiento de mi plan. Se le ocurrió que, puesto que muchos caballeros de este reino han terminado por exterminar sus ciervos, la demanda de carne de venado podría ser bien satisfecha por los cuerpos de jóvenes mozos y doncellas, no mayores de catorce años ni menores de doce; ya que son tantos los que están a punto de morir de hambre en todo el país, por falta de trabajo y de ayuda; de éstos dispondrían sus padres, si estuvieran vivos, o de lo contrario, sus parientes más cercanos. Pero con la debida consideración a tan excelente amigo y meritorio patriota, no puedo mostrarme de acuerdo con sus sentimientos; porque en lo que concierne a los machos, mi conocido americano me aseguró, en base a su frecuente experiencia, que la carne era generalmente correosa y magra, como la de nuestros escolares por el continuo ejercicio, y su sabor desagradable; y cebarlos no justificaría el gasto. En cuanto a la mujeres, creo humildemente que constituiría una pérdida para el público, porque muy pronto serían fecundas; y además, no es improbable que alguna gente escrupulosa fuera capaz de censurar semejante práctica (aunque por cierto muy injustamente) como un poco lindante con la crueldad; lo cual, confieso, ha sido siempre para mí la objeción más firme contra cualquier proyecto, por bien intencionado que estuviera.

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martes, 28 de octubre de 2008

Albizu



La situación colonial de Puerto Rico le crea un serio problema a los Estados Unidos ante la opinión pública mundial. Todavía es menester que el poder imperial rinda informes sobre este territorio dependiente. Como medio de evitar la continuación de esta situación indeseable, el Congreso norteamericano aprueba la Ley Pública 600, que autoriza a los puertorriqueños a redactar su propia Constitución. Un nuevo término es creado para bautizar a la criatura: "Estado Libre Asociado". Así los Estados Unidos podrán presentarse ante la comunidad internacional como una potencia no colonial después de que los puertorriqueños hayan ratificado su deseo de seguir siendo colonia. Los independentistas no se llamaron a engaño. El Partido Independentista Puertorriqueño boicoteó la llamada "Convención Constituyente". Albizu Campos y los nacionalistas fueron aún más lejos. El 30 de octubre de 1950 hubo varios brotes armados en diversas partes de la isla. Y el 1º de noviembre de 1950 los nacionalistas Griselio Torresola y Óscar Collazo atacan la Casa Blair en un intento infructuoso de matar al presidente Truman. El propósito de dicha acción era dramatizar ante la opinión pública mundial la verdadera situación de Puerto Rico y todo cuanto se hacía para ocultarlo.
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Un despliegue masivo de fuerza es la respuesta del gobierno colonial. Cientos son detenidos. Los insurrectos resisten heroicamente pero son apabullados por fuerzas muy superiores. Albizu Campos es detenido y enjuiciado bajo las disposiciones de la Ley de la Mordaza. Con él irán a juicio muchos otros nacionalistas. Encontrado culpable es sentenciado nuevamente a una larga pena de prisión. Algunos de sus compañeros serán condenados a más de 400 años de presidio. En la prisión queda en manos de torturadores estadounidenses de la inteligencia militar que, con la complicidad de Muñoz, lo someten a radiaciones radiactivas que dejan seriamente mermada su salud. El gobernador Muñoz Marín le indulta respondiendo a presiones de tipo internacional y nacional. Sometido a una vigilancia constante se le apresa ya definitivamente después de que el 1º de marzo de 1954 los nacionalistas Lolita Lebrón, Irving Flores Rodríguez, Rafael Cancel Miranda y Andrés Figueroa Cordero tiroteen la cámara de representantes del Congreso de Estados Unidos. Dicho acto -hecho con el propósito de llamar la atención sobre el problema del reclutamiento de las juventudes puertorriqueñas en el ejército estadounidense- es justificado por Albizu con las siguientes palabras:

Nuestra patria ha venido sufriendo la intervención militar de Estados Unidos hace más de medio siglo. La intervención militar es la guerra en todos sus aspectos: económico, político, cultural, etc., porque las intervenciones militares se llevan a cabo con un solo fin que es destruir la nacionalidad ocupada y convertirla en colonia del imperio, explotable en todas sus formas...

Nuestra fe en el derecho nos dio una infinita paciencia para resistir los desmanes del poder ocupante norteamericano. Esa paciencia nuestra ha confundido a los dirigentes de Estados Unidos que nos catalogaron entre los pueblos pasivos de la tierra y los llevó hasta la insolencia de que, siendo víctimas de su imperio, pretenden reclutar a nuestros hijos por la fuerza para servir a sus fines imperialistas en el mundo entero...


Albizu recobrará su libertad poco antes de su muerte. Paralizado como resultado de un infarto cerebral, pasará sus últimos años encarcelado en el Hospital Presbiteriano. Había pasado más de veinticinco años de su vida en la cárcel. Al acercarse el momento de su muerte, el gobernador Muñoz Marín decreta su indulto. En casa de la abnegada Juanita Ojeda pasa los últimos días de su vida. Ante la noticia de su muerte el pueblo patriota puertorriqueño responde masivamente. Una enorme multitud asiste a su sepelio.

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Insomnio

Dámaso Alonso

¿Qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?

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Manuel Álvarez Bravo

Obrero asesinado (1934)




Primera soledad (1956)


Manuel Álvarez Bravo, nace el 4 de Febrero de 1902 en la Ciudad de México, México.
Su padre Manuel Álvarez García, profesor de secundaria y fotógrafo aficionado.

Durante su formación en la escuela primaria, las batallas callejeras de la Revolución Mexícana interrumpen las actividades lectivas.
Las escenas de muerte, producen una poderosa impresión en Álvarez Bravo.
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A los trece años deja la escuela para ponerse a trabajar.
Comienza a realizar daguerrotipos en 1915 con una cámara prestada.
Instala su artesanal cuarto oscuro en casa de sus padres.

Trabaja para el Departamento del Tesoro Mexicano.

En 1923 el trabajo de Tina Modotti, a quien conoce posteriormente, le llama poderosamente la atención.
Conoce a Edward Weston.

En 1924, se interesa profundamente por la fotografía, es cuando adquiere su primera cámara. Experimenta con el pictorialismo, después renegará de este trabajo al considerarlo "nada más que una imitación de la pintura" destruyendo todo el trabajo.

En 1927 abre una galería informal con su esposa Lola.
Exponen trabajos de Rufino Tamayo, José Clemente Orozco, Diego Rivera, Frida Kahlo.
Estudia con atención el trabajo de Albert Renger-Patzsch, investiga la estética modernista basada en imágenes limpias y de formas simplificadas.

En 1929 participa en una exposición colectiva en el Berkeley Art Museum en California junto con Imogen Cunningham, Edward Weston, Dorothea Lange y otros.
Tina Modotti le presenta a Diego Rivera y a Frances Toor, escritor y editor de Mexican Folkways, una revista dedicada al folclore y costumbres locales.
En 1930 Tina Modotti es deportada de México, Álvarez Bravo recibe su cámara y asume su trabajo en Mexican Folkways.

Adquiere su primer libro del fotógrafo francés Eugène Atget.

En 1931 deja de trabajar para el Estado y se dedica plenamente a la fotografía.
Conoce a Paul Strand, Henri Cartier-Bresson y André Breton.
En 1939, Breton incluye su trabajo en una exposición surrealista en París.

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lunes, 27 de octubre de 2008

Canto general

Mikis Theodorakis le pone música y Petros Pandis canta este poema de Pablo Neruda:
América insurrecta (1800)

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Poemas desde Guantánamo V

Echándote, madre, de menos

Echándote, madre, de menos, mi corazón he consumido.

Juro por la entera Creación que no sé cómo hablarte.

En la noche, en mis sueños sonámbulos, siento tu amor

Llamándome: ¿Dónde está Imad?

Todos aquí han recibido cartas que alivian su corazón.

Pero yo, sufriendo, vivo en mi soledad, más lejos.

Imad Abdullah Hassan

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domingo, 26 de octubre de 2008

Las once mil vergas (XXVI)

–Ahora –dijo Cornaboeux– tenemos que salir por piernas.

Se limpiaron y se vistieron. Eran las seis de la mañana. Saltaron por la portezuela y valientemente se acostaron sobre los estribos del tren lanzado a toda velocidad. Luego, a una señal de Comaboeux, se dejaron caer suavemente sobre el balasto de la vía. Se levantaron algo aturdidos, pero sin ningún daño, y saludaron con un estudiado gesto al tren que ya se empequeñecía al alejarse.

–¡Ya era hora! –dijo Mony.

Alcanzaron el pueblo más cercano, reposaron dos días en él, luego volvieron a tomar el tren para Bucarest.

El doble asesinato en el Orient-Express alimentó los periódicos durante seis meses. No encontraron a los asesinos y el crimen fue cargado en la cuenta de Jack el Destripador, que tiene unas espaldas muy anchas.

En Bucarest, Mony recogió la herencia del vicecónsul de Servia. Sus relaciones con la colonia servia le hicieron recibir, una tarde, una invitación para pasar la velada en casa de Natacha Kolowitch, la esposa del coronel encarcelado por su hostilidad a la dinastía de los Obrenovitch.

Mony y Cornaboeux llegaron hacia las ocho de la tarde. La bella Natacha estaba en un salón tapizado en negro, iluminado con velas amarillentas y adornado con tibias y calaveras:
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–Príncipe Vibescu –dijo la dama–, vais a asistir a una sesión secreta del comité antidinástico de Servia. Esta noche se votará, no me cabe la menor duda, la muerte del infame Alejandro y de Draga Machine, su puta esposa; se trata de restablecer al rey Pedro Karageorgevitch en el trono de sus antepasados. Si reveláis lo que veréis y oiréis, una mano invisible os matará, estéis donde estéis. Mony y Cornaboeux se inclinaron. Los conjurados llegaron de uno en uno. André Bar, el periodista parisino, era el alma del complot. Llegó, fúnebre, envuelto en una capa española.

Hicieron entrar a una extraña pareja: un muchachito de diez años vestido de gala, el sombrero bajo el brazo, acompañado por una niña encantadora que no tendría más de ocho años; estaba vestida de novia; su traje de satén blanco estaba adornado con ramilletes de flores de naranjo.
El pope les dio un sermón y les casó haciéndoles intercambiar los anillos. Enseguida, les exhortaron a fornicar. El muchachito sacó una colita parecida a un dedo meñique y la recién casada, arremangando su emperifollada falda, mostró sus pequeños muslos blancos en lo alto de los cuales miraba con la boca abierta una pequeña abertura imberne y rosada como el interior del pico abierto de un grajo que acaba de nacer. Un silencio religioso planeaba sobre la asamblea. El muchachito se esforzó para penetrar a la niña. Como no podía conseguirlo, le quitaron los pantalones y, para excitarlo, Mony le dio una graciosa azotaina, mientras que Natacha, con la punta de la lengua, le cosquilleaba su pequeño glande y sus cojoncillos. El muchachito comenzó la erección y así pudo desvirgar a la niña. Cuando hubieron cruzado sus espadas durante diez minutos, les separaron, y Cornaboeux agarrando al muchachito le desfondó el ano por medio de su potente machete. Mony no pudo aguantar sus ganas de joder a la niña. La cogió, la sentó a horcajadas encima de sus muslos y le hundió su viviente bastón en la minúscula vagina. Los dos niños lanzaban gritos aterradores y la sangre chorreaba alrededor de los miembros de Mony y de Cornaboeux.

Inmediatamente, colocaron a la niña sobre Natacha y el pope que acababa de terminar la misa le levantó las faldas y empezó a azotar su blanco y encantador culito. Natacha se levantó entonces, y montando a André Bar sentado en un sillón, se penetró con el enorme miembro del conjurado. Comenzaron un brioso San Jorge, como dicen los ingleses.
El muchachito, arrodillado ante Cornaboeux, le chupaba el dardo mientras lloraba a lágrima viva. Mony enculaba a la niña que se debatía como un conejo que van a degollar. El resto de los conjurados se enculaban con terribles ademanes. Natacha se levantó enseguida y, girándose, tendió su culo a todos los conjurados que se acercaron a fornicarla por riguroso turno. En este momento, hicieron entrar a una nodriza con cara de madona y cuyas enormes ubres estaban llenas hasta reventar de una leche generosa. La hicieron ponerse a cuatro patas y el pope empezó a ordeñarla como a una vaca, en los vasos sagrados. Mony enculaba a la nodriza cuyo culo de una resplandeciente blancura estaba tan tenso que parecía a punto de reventar. Hicieron mear a la niña hasta llenar el cáliz. Entonces los conjurados comulgaron bajo las especies de leche y de orines.

Luego, agarrando las tibias, juraron dar muerte a Alejandro Obrenovitch y a Draga Machine, su esposa.

La velada se acabó de una manera infame. Hicieron subir a varias viejas, la más joven de las cuales tenía setenta y cuatro años, y los conjurados las jodieron de todas las formas posibles. Mony y Cornaboeux se retiraron hastiados hacia las tres de la mañana. Una vez en casa, el príncipe se desnudó y tendió su bello culo al cruel Cornaboeux que le enculó ocho veces seguidas sin desencular. Daban un nombre a estas sesiones cotidianas: su disfrute penetrante.

Durante algún tiempo, Mony llevó esta vida monótona en Bucarest. El rey de Servia y su mujer fueron asesinados en Belgrado. Este crimen pertenece a la historia y ya ha sido juzgado de diversas maneras. La guerra entre el Japón y Rusia estalló inmediatamente.

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sábado, 25 de octubre de 2008

Una modesta proposición (I)

Para prevenir que los niños de los pobres de Irlanda sean una carga para sus padres o el país, y para hacerlos útiles al público.
De Jonathan Swift

Dublín, Irlanda, 1729

Es un asunto melancólico para quienes pasean por esta gran ciudad o viajan por el campo, ver las calles, los caminos y las puertas de las cabañas atestados de mendigos del sexo femenino, seguidos de tres, cuatro o seis niños, todos en harapos e importunando a cada viajero por una limosna. Esas madres, en vez de hallarse en condiciones de trabajar para ganarse la vida honestamente, se ven obligadas a perder su tiempo en la vagancia, mendigando el sustento de sus desvalidos infantes: quienes, apenas crecen, se hacen ladrones por falta de trabajo, o abandonan su querido país natal para luchar por el Pretendiente en España, o se venden a sí mismos en las Barbados.

Creo que todos los partidos están de acuerdo en que este número prodigioso de niños en los brazos, sobre las espaldas o a los talones de sus madres, y frecuentemente de sus padres, resulta en el deplorable estado actual del Reino un perjuicio adicional muy grande; y por lo tanto, quienquiera que encontrase un método razonable, económico y fácil para hacer de ellos miembros cabales y útiles del estado, merecería tanto agradecimiento del público como para tener instalada su estatua como protector de la Nación.

Pero mi intención está muy lejos de limitarse a proveer solamente por los niños de los mendigos declarados: es de alcance mucho mayor y tendrá en cuenta el número total de infantes de cierta edad nacidos de padres que de hecho son tan poco capaces de mantenerlos como los que solicitan nuestra caridad en las calles.
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Por mi parte, habiendo volcado mis pensamientos durante muchos años sobre este importante asunto, y sopesado maduradamente los diversos planes de otros proyectistas, siempre los he encontrado groseramente equivocados en su cálculo. Es cierto que un niño recién nacido puede ser mantenido durante un año solar por la leche materna y poco alimento más; a lo sumo por un valor no mayor de dos chelines o su equivalente en mendrugos, que la madre puede conseguir ciertamente mediante su legítima ocupación de mendigar. Y es exactamente al año de edad que yo propongo que nos ocupemos de ellos de manera tal que en lugar de constituir una carga para sus padres o la parroquia, o de carecer de comida y vestido por el resto de sus vidas, contribuirán por el contrario a la alimentación, y en parte a la vestimenta, de muchos miles.

Hay además otra gran ventaja en mi plan, que evitará esos abortos voluntarios y esa práctica horrenda, ¡cielos!, ¡demasiado frecuente entre nosotros!, de mujeres que asesinan a sus hijos bastardos, sacrificando a los pobres bebés inocentes, no sé si más por evitar los gastos que la vergüenza, lo cual arrancaría las lágrimas y la piedad del pecho más salvaje e inhumano.
El número de almas en este reino se estima usualmente en un millón y medio, de éstas calculo que puede haber aproximadamente doscientas mil parejas cuyas mujeres son fecundas; de ese número resto treinta mil parejas capaces de mantener a sus hijos, aunque entiendo que puede no haber tantas bajo las actuales angustias del reino; pero suponiéndolo así, quedarán ciento setenta mil parideras. Resto nuevamente cincuenta mil por las mujeres que abortan, o cuyos hijos mueren por accidente o enfermedad antes de cumplir el año. Quedan sólo ciento veinte mil hijos de padres pobres nacidos anualmente: la cuestión es entonces, cómo se educará y sostendrá a esta cantidad, lo cual, como ya he dicho, es completamente imposible, en el actual estado de cosas, mediante los métodos hasta ahora propuestos. Porque no podemos emplearlos ni en la artesanía ni en la agricultura; ni construimos casas (quiero decir en el campo) ni cultivamos la tierra: raramente pueden ganarse la vida mediante el robo antes de los seis años, excepto cuando están precozmente dotados, aunque confieso que aprenden los rudimentos mucho antes, época durante la cual sólo pueden considerarse aficionados, según me ha informado un caballero del condado de Cavan, quien me aseguró que nunca supo de más de uno o dos casos bajo la edad de seis, ni siquiera en una parte del reino tan renombrada por la más pronta competencia en ese arte.

Me aseguran nuestros comerciantes que un muchacho o muchacha no es mercancía vendible antes de los doce años; e incluso cuando llegan a esta edad no producirán más de tres libras o tres libras y media corona como máximo en la transacción; lo que ni siquiera puede compensar a los padres o al reino el gasto en nutrición y harapos, que habrá sido al menos de cuatro veces ese valor.

Propondré ahora por lo tanto humildemente mis propias reflexiones, que espero no se prestarán a la menor objeción.

Me ha asegurado un americano muy entendido que conozco en Londres, que un tierno niño sano y bien criado constituye al año de edad el alimento más delicioso, nutritivo y saludable, ya sea estofado, asado, al horno o hervido; y no dudo que servirá igualmente en un fricasé o un ragout.
Ofrezco por lo tanto humildemente a la consideración del público que de los ciento veinte mil niños ya calculados, veinte mil se reserven para la reproducción, de los cuales sólo una cuarta parte serán machos; lo que es más de lo que permitimos a las ovejas, las vacas y los puercos; y mi razón es que esos niños raramente son frutos del matrimonio, una circunstancia no muy estimada por nuestros salvajes, en consecuencia un macho será suficiente para servir a cuatro hembras. De manera que los cien mil restantes pueden, al año de edad, ser ofrecidos en venta a las personas de calidad y fortuna del reino; aconsejando siempre a las madres que los amamanten copiosamente durante el último mes, a fin de ponerlos regordetes y mantecosos para una buena mesa. Un niño llenará dos fuentes en una comida para los amigos; y cuando la familia cene sola, el cuarto delantero o trasero constituirá un plato razonable, y sazonado con un poco de pimienta o de sal después de hervirlo resultará muy bueno hasta el cuarto día, especialmente en invierno.

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Ascensor para el cadalso

Impresionante escena de Ascenseur pour l'echafaud. Sin palabras. Música de Miles Davis.

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viernes, 24 de octubre de 2008

Autobiografía

Como el náufrago metódico que contase las olas
que faltan para morir,
y las contase, y las volviese a contar, para evitar
errores, hasta la última,
hasta aquella que tiene la estatura de un niño
y le besa y le cubre la frente,
así he vivido yo con una vaga prudencia de
caballo de cartón en el baño,
sabiendo que jamás me he equivocado en nada,
sino en las cosas que yo más quería.

Luis Rosales

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Las manos del titiritero

Tina Modotti




Conmovida por la explotación en la que vivía la clase trabajadora de la posrevolución mexicana, Tina se convierte en activista revolucionaria desde principios de los años veinte desarrollando fuertes lazos con miembros del grupo de la Unión Mexicana de Artistas, entre los que se encuentran Manuel Álvarez Bravo, Diego Rivera, Charlot, Orozco y Siqueiros.

Tina Modotti fue una de las mujeres que se adelantaron a su tiempo: luchó por los derechos de la clase desposeída en un país que no era el suyo pero que acabó siendo su patria, con su lente capturó la maravilla de una nación floreciente: son famosas las cananas y mazorcas mexicanas que simbolizan la guerra y la libertad.
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Tina nació el 16 de agosto de 1896 en Undine, una pequeña ciudad de fábricas textiles en el norte de Italia, cercana a Trieste, el puerto del Mar Adriático; su padre, Giuseppe Modotti, era mecánico y su madre, Assunta Mondini, estaba dedicada a las tareas del hogar, por lo que su nombre completo fue Assunta Adelaide Luigia Modotti Mondini.

Tina se educó en escuelas italianas y austriacas, pero debido a los bajos recursos económicos con los que contaba su familia, a los 12 años se vio precisada a trabajar en una de las fábricas textiles de su ciudad natal; no obstante, la situación monetaria familiar no mejoró.

A los 17 años emigró con su familia a San Francisco, Estados Unidos, donde se empleó en una fábrica de seda (de 1913 a 1914) y después como modista (hasta 1917).

Tenía 21 años cuando se casa con el poeta y pintor Roubaix de l’Abrie Richey y al año siguiente incursiona en Hollywood como actriz de películas silentes.

En 1921 conoció a Edward Weston, excelente fotógrafo norteamericano trabaja con como su modelo y eso hace que ella se interese por la fotografía, por lo que comienza a estudiarla con él, quien fue el que le enseñó a usar la cámara, y todo lo que ella sabía de fotografía. En este tiempo, Weston ya había renunciado al Pictorialismo y comenzaba su época de transición.

Un año más tarde, en 1922, llegó a México donde conoció a Diego Rivera y a David Alfaro Siqueiros, con quienes tuvo una gran amistad.

Roubaix muere en la Ciudad de México lo que hace que se estreche aún más su relación con Weston, con quien existía ya una relación íntima, de influencia mutua, tanto en el plano personal como profesional; lo mismo en San Francisco que en México, hasta 1930.

En 1923 Weston abandonó a su familia y viajó a México con su hijo Chandler y Tina Modotti quien en ese tiempo era su modelo, discípula y amante. Allí conocieron a Diego Rivera y Frida Kahlo.

Conmovida por la explotación en la que vivía la clase trabajadora de la posrevolución mexicana, Tina se convierte en activista revolucionaria desde principios de los años veinte desarrollando fuertes lazos con miembros del grupo de la Unión Mexicana de Artistas, entre los que se encuentran Manuel Álvarez Bravo, Diego Rivera, Charlot, Orozco y Siqueiros.

En 1927 se afilió al Partido Comunista Mexicano y desde ese año hasta 1940 Trabajó como editora, colaboradora y fotógrafa de la revista Folklor Mexicano.

Tina, fotógrafa italiana, ha sabido penetrar muy a fondo México adentro, en los pocos años que lleva aquí. Sus fotografías ofrecen un espejo de grandeza a las cosas simples de cada día y a las sencillas gentes que aquí trabajan con las manos.

Tina fue una mujer en lucha y activista, participó en la campaña Manos fuera de Nicaragua en apoyo a la lucha de Augusto C. Sandino y ayudó a fundar el primer comité antifascista italiano.

Durante su estancia en México escandalizó a la mojigata sociedad de aquella época por ser una mujer que vivía bajo el mismo techo con un hombre que no era su marido, ni su hermano, salía a la calle después de las ocho de la noche y compartía la mesa en lugares públicos con varios varones; además de tener la costumbre de bañarse desnuda en la azotea de su casa cuando llovía.

En 1928 conoció a Julio Antonio Mella, dirigente estudiantil cubano, en una manifestación. Comienza un romance con el revolucionario cubano Julio Antonio Mella, pero éste muere asesinado en 1929 y a ella la acusan de ser cómplice del asesinato, no obstante, al no comprobarle ninguna relación se le declara inocente.

Una noche, anda Mella caminando del brazo de su compañera, Tina Modotti, cuando sus asesinos lo liquidan a balazos. Tina grita, pero no llora ante el cuerpo del caído.

El gobierno cubano de Gerardo Machado, no tiene nada que ver con su muerte, afirman los diarios mexicanos de derecha, que Mella ha sido víctima de un crimen pasional.

Revela la prensa mexicana que Tina Modotti, es una mujer de dudosa decencia, que reaccionó con frialdad ante el trágico episodio y posteriormente, en sus declaraciones policiales, incurrió en contradicciones sospechosas.

Tina llora después cuando llega a su casa, al amanecer, y ve los zapatos de Mella, vacíos, que están como esperándolo bajo la cama. Hasta hace unas horas, esta mujer era tan feliz que sentía envidia de sí misma.

Pero ella es culpable de ser amante de la libertad. Vivía sola cuando descubrió a Mella, mezclado en la multitud que manifestaba por Sacco y Vanzetti, y por Sandino, y se unió a él sin boda.

Antes había sido actriz en Hollywood y modelo y amante de artistas; y no hay hombre que al verla no se ponga nervioso. Se trata por tanto, de una perdida -y para colmo extranjera y comunista. La policía difunde fotos que muestran desnuda su imperdonable belleza, mientras se inician los trámites para expulsarla de México.

Al año siguiente en 1930 fue expulsada de México, por su constante activismo, acusada injustamente de conspiraciones contra políticos mexicanos. la acusan de complicidad en el intento de asesinato de Pascual Ortiz Rubio, presidente de México, por lo que se le deporta a Alemania.

Tras su salida de México fue a Alemania donde continúa su trabajo en el exilio en Berlín, donde se hace miembro de la Union GmbH de fotógrafos de prensa y publica sus imágenes en Der Arbeiter-Fotograf.

Llegó a Alemania a mediados de 1930. Viajó a la Unión Soviética donde se reencontró con Vittorio Vidali, a quién había conocido en México. Participó en el Socorro Rojo Internacional en la Unión Soviética. Abandona momentáneamente la fotografía por el activismo político mientras se encuentra en Moscú entre 1931 y 1934 trabajando para la Cruz Roja Internacional de la URSS.

En 1934 se traslada a Francia, de donde partió hacia España. Trabaja en Madrid y Valencia. Después de la rebelión militar en 1936, se alistó al Quinto Regimiento y trabajó con las Brigadas Internacionales, con el nombre de María, hasta el fin de la guerra Civil Española.

Labora como reportera del diario republicano Ayuda, al mismo tiempo que para movimientos revolucionarios y para la Cruz Roja. Su participación terminó a la par de la guerra civil.

A finales de 1939 regresó como asilada a México, donde continuó su actividad política a través de la Alianza Antifascista Giuseppe Garibaldi con un nombre falso.

Un año más tarde, el gobierno de Lázaro Cárdenas anuló su expulsión. Fotografió, trabajó y continuó su labor política hasta su muerte en 1942.

Tina Modotti murió el 5 de enero de 1942 por un ataque cardiaco. En su lapida en el panteón Dolores de la Ciudad de México se lee un verso de Pablo Neruda:

"Tina Modotti, hermana, no duermes, no, no duermes; tal vez tu corazón oye crecer la rosa de ayer, la última rosa de ayer, la nueva rosa."

Fragmento de un poema de Pablo Neruda.

Puro es tu dulce nombre, pura es tu frágil vida: de abeja, sombra fuego, nieve silencio espuma, de acero, línea polen se construyó tu férrea, tu delgada estructura...

Bibliografía:

" Mildred Constantine, Tina Modotti: Una vida frágil, Fondo de Cultura Económica, México, 1979. " Christiane Barkhausen-Canale, Verdad y leyenda de Tina Modotti, Casa de la Américas, La Habana, 1989. " Sarah M. Lowe, Tina Modotti: Photographs (25/07/02) " Elena Poniatowska, Tinisima (25/07/02)

Webs de interés:

http://www.modotti.com http://www.masters-of-photography.c... http://www.patriagrande.net/mexico/...

Fuente: Tina Modotti: fotógrafa revolucionaria

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jueves, 23 de octubre de 2008

Poemas desde Guantánamo IV

LA HUMILLACIÓN DE LOS GRILLETES
Sami Al Haj

Al oír las palomas arrullando en los árboles,
unas lágrimas cálidas surcaron mi rostro.

Cuando cantó la alondra, mi mente compuso
un mensaje para mi querido hijo.

Mohammad, ¡qué afligido me siento!
En mi pesar sólo Alá puede darme consuelo.

Los opresores juegan conmigo,
mientras se mueven libres por el mundo.

Me piden que espíe a mis compatriotas,
y alegan que sería una buena obra.

Me ofrecen dinero y tierras,
y libertad para ir adonde quiera.

Sus tentaciones captan mi atención
como un relámpago en el cielo.

Mas su regalo es una pérfida serpiente
cuyo veneno es la hipocresía.

Levantan monumentos a la libertad
de obra y opinión, que es algo loable.

Pero les digo que arquitectura
no es sinónimo de justicia.

América, cabalgas a lomos de huérfanos,
y los atemorizas a diario.

Bush, ten cuidado.
El mundo sabe ver a un mentiroso arrogante.

A Alá dirijo mi súplica y mis lágrimas.
Anhelo mi hogar y estoy oprimido.

Mohammad, no me olvides nunca.
Defiende la causa de tu padre, un hombre temeroso de Dios.

He sentido la humillación de los grilletes.
¿Cómo puedo crear versos? ¿Cómo puedo escribir?

Después de los grilletes y las noches y el dolor y las lágrimas,
¿cómo puedo escribir poesía?

Mi corazón es como un mar bravo, agitado por la angustia,
frenético por la pasión.

Estoy cautivo, pero mis captores son los criminales.
Me sobrecoge la aprensión.

Señor, llévame con mi hijo Mohammad.
Señor, permite el triunfo de los justos.

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Retrato del casoar


En Historias de cronopios y de famas
La primera cosa que hace el casoar es mirarlo a uno con altanería desconfiada. Se limita a mirar sin moverse, a mirar de una manera tan dura y continua que es casi como si nos estuviera inventando, como si gracias a un terrible esfuerzo nos sacara de la nada que es el mundo de los casoares y nos pusiera delante de él, en el acto inexplicable de estarlo contemplando.

De esta doble contemplación, que acaso sólo es una y quizá en el fondo ninguna, nacemos el casoar y yo, nos situamos, aprendemos a desconocernos. No sé si el casoar me recorta y me inscribe en su simple mundo; por mi parte sólo puedo describirlo, aplicar a su presencia un capítulo de gustos y disgustos. Sobre todo de disgustos porque el casoar es antipático y repulsivo. Imagínese un avestruz com una cubretetera de cuerno en la cabeza, una bicicleta aplastada entre dos autos y que se amontona en sí misma, una calcomanía mal sacada y donde predominan un violeta sucio y una especie de crepitación. Ahora el casoar da un paso adelante y adopta un aire más seco; es como un par de anteojos cabalgando una pedantería infinita. Vive en Australia el casoar; es cobarde y temible a la vez; los guardianes entran en su jaula con altas botas de cuero y un lanzallamas. Cuando el casoar cesa de correr despavorido alredor de la cazuela de afrecho que le ponen, y se precipita con saltos de camello sobre el guardián, no queda otro recurso que abrir el lanzallamas. Entonces se ve esto: el río de fuego lo envuelve y el casoar, con todas las plumas ardiendo, avanza sus últimos pasos mientras prorrumpe en un chillido abominable. Pero su cuerpo no se quema: la seca materia escamosa, que es su orgullo y su desprecio, entra en fusión fría, se enciende en un azul prodigioso, en un escarlata que semeja un puño desollado, y por fin cuaja en el verde más transparente, en la esmeralda, piedra de la sombra y la esperanza. El casoar se deshoja, rápida nube de ceniza, y el guardián corre ávido a posesionarse de la gema recién nacida. El director del zoológico aprovecha siempre ese instante para iniciarle proceso por maltrato a las bestias y despedirlo.

¿Qué más diremos del casoar después de esta doble desgracia?

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miércoles, 22 de octubre de 2008

Moby Dick y Chile

Todo indica que Herman Melville se inspiró en una historia real para escribir Moby Dick. En 1839, la revista neoyorquina Knickerbocker publicó el relato de un oficial de la Armada de EEUU, Jeremiah Reynolds, sobre el increíble enfrentamiento de sus cazadores con un cetáceo de tamaño descomunal y totalmente albino, bautizado como Mocha Dick por los marineros. Se la había avistado ya mucho antes en las cercanías de la isla Mocha, en Chile. Según la versión de Reynolds, fue finalmente capturada, después de ser perseguida a través del océano por distintos barcos balleneros, de diferentes nacionalidades, que antes habían clavado una veintena de arpones en su lomo sin lograr ultimarla. Melville tuvo otra referencia histórica: lo ocurrido con el velero Essex, también dedicado a la caza de ballenas y hundido por una de ellas en 1819, a 3.700 millas de Valparaíso, donde finalmente culmina la historia de los náufragos, hallados cerca de Juan Fernández, después de haber sobrevivido noventa días en el mar. Arrastrados por las corrientes oceánicas, acosados por el hambre total y la falta de agua dulce, se vieron obligados incluso a recurrir al canibalismo con los que iban muriendo, en los frágiles botes salvavidas que tripulaban, para suplir la falta de alimentos. De todos esos hechos hay constancia en los registros de la Capitanía de Puerto de Valparaíso. El investigador Germán Munita asegura que en ellos aparecen varios avistamientos, por esos años, de un gran cachalote blanco en las cercanías de la Isla Mocha.
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Melville nació precisamente el año en que habría ocurrido el ataque de la ballena blanca y pudo conocer la historia bien en 1839, bien en 1846, cuando volvió a recordarse en la prensa. Melville culminó su relato en 1851. El público le dio una fría acogida a la primera edición del libro. Gran parte de la popularidad de Moby Dick arrancó luego de la versión cinematográfica, realizada en 1960 por John Huston, con Gregory Peck como protagonista y con Ray Bradbury como guionista.
En la mitología araucana existe la leyenda de Trempulcahue. Cuatro ballenas llevan las almas de los mapuches que mueren hasta la Isla Mocha, desde donde parten en una balsa fúnebre hacia una ignota región situada a Occidente, más allá del horizonte marino. Las cuatro ballenas son viejas mujeres mágicamente transformadas en cetáceos, que realizan su tarea a la caída del sol y que ningún ser humano puede ver. Cada alma de los difuntos debe hacer una contribución en llancas, piedras preciosas pulidas de color turquesa muy estimadas por los mapuches, que depositan al lado del muerto y utilizan para pagarle los servicios al barquero.
Toda una institución del derecho internacional, la soberanía sobre las 200 millas marítimas, está inspirada en las ballenas del Pacífico.Terminada la Segunda Guerra Mundial, en 1945, la escasez de alimentos que acosó al mundo empujó a las flotas balleneras de Japón y la Unión Soviética en busca de la carne de la rica masa de cetáceos que se mantenía en el Pacífico sur, especialmente frente a Chile. Invadieron, entonces, sin miramientos los cotos de caza reservados que mantenían las compañías anglo-chilenas cuando el límite establecido internacionalmente para el mar territorial era apenas de 12 millas. Para evitar la presencia de competidores, se resucitó entonces la teoría de la plataforma continental, geológicamente unida y continuación natural del continente sudamericano, hasta 200 millas mar afuera. Esta fue proclamada como zona de explotación económica exclusiva, en 1947, por el Gobierno de Gabriel González Videla, fuertemente estimulado por informaciones y editoriales sucesivos de El Mercurio. A la misma posición se fueron adhiriendo otros países de la región, comenzando por Perú y Ecuador, que firmaron en 1952 el inicial tratado internacional de las 200 millas con Chile. El documento tuvo pronto decenas de países adherentes en todo el mundo, hasta llegar hoy a las 130 naciones que suscriben este principio consagrado del derecho del mar. Muy pocos recuerdan, sin embargo, su oscuro origen, ligado a la necesidad de asegurar la captura y exterminio de miles de ballenas descendientes de Moby Dick, en las mismas aguas que la vieron navegar airosa, al norte, al sur y al oeste de la Isla Mocha.
El propietario de El Mercurio, Agustín Edwards, se reunió con Richard Nixon y Henry Kissinger el 15 septiembre 1970 en la Casa Blanca. La conspiración está descrita en detalle por el Informe Church del Congreso norteamericano sobre operaciones encubiertas en el exterior, y en numerosos documentos desclasificados del Gobierno de los EEUU. En esa reunión, según el informe, Agustín Edwards pidió la intervención de Washington para impedir el desastre de un Gobierno marxista en Chile. Sólo once días antes había triunfado Allende en los comicios, por estrecho margen, y necesitaba todavía ser ratificado por el Senado para convertirse en Presidente de Chile. En sus memorias,Henry Kissinger le endosa a Edwards la responsabilidad de haber presionado entonces a Nixon para que decidiera de inmediato acciones drásticas frente a lo que estaba ocurriendo en su país, incluyendo algún tipo de acción militar. Sucede que la familia propietaria de El Mercurio también lo era de la mayoría de las acciones de la empresa ballenera Indus, de origen británico, que operó hasta 1961 en Quintay, unas pocas millas al sur de Valparaíso.

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Las once mil vergas (XXV)

Y era cierto, Mariette había muerto estrangulada por las piernas de su señora, estaba muerta, irremediablemente muerta.

–¡Estamos frescos! –dijo Mony.

–Esta marrana es la causa de todo –opinó Cornaboeux señalando a Estelle que comenzaba a calmarse.

Y tomando un cepillo del neceser de viaje de Estelle, empezó a golpearla violentamente. Las cerdas del cepillo la pinchaban a cada golpe. Este castigo parecía excitarla extraordinariamente.

En este momento, llamaron a la puerta.

–Es la señal convenida –dijo Mony–, dentro de unos instantes pasaremos la frontera. Es preciso, lo he jurado, dar un golpe, medio en Francia, medio en Alemania. Agarra a la muerta. Mony, con la verga tiesa, se arrojó sobre Estelle que, con los muslos separados, le recibió en su coño ardiente gritando:

–¡Métemela hasta el fondo, toma!... ¡toma!...

Las sacudidas de su culo tenían algo de demoníaco, su boca dejaba resbalar una baba que mezclándose con los afeites, goteaba infecta sobre el mentón y sobre el pecho; Mony le metió la lengua en la boca y le hundió el mango del cepillo en el ojo del culo. Bajo el efecto de esta nueva voluptuosisad, ella mordió tan violentamente la lengua de Mony que él tuvo que pellizcarla hasta hacerla sangrar para conseguir que la soltara.
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Entretanto, Cornaboeux había dado vuelta el cadáver de Mariette cuya cara amoratada era horrorosa. Le separó los muslos e hizo entrar dificultosamente su enorme miembro en la abertura sodómica. Entonces dio rienda suelta a su ferocidad natural. Sus manos arrancaron mechón a mechón los rubios cabellos de la muerta. Sus dientes desgarraron la espalda de una blancura polar y la sangre roja que brotó, tenía el aspecto de estar expuesta sobre nieve. Un instante antes del goce, introdujo su mano en la vulva aún tibia y haciendo entrar completamente su brazo en ella, empezó a tirar de las tripas de la desgraciada doncella. En el momento del goce, ya había sacado dos metros de entrañas y se había rodeado la cintura con ellos como quien se coloca un salvavidas.

Descargó vomitando su comida tanto por las trepidaciones del tren como por las emociones que había experimentado. Mony acababa de descargar y contemplaba con estupefacción a su ayuda de cámara que hipaba repulsivamente mientras vomitaba sobre el cadáver destrozado. Los intestinos y la sangre se mezclaban con los vómitos, entre los cabellos ensangrentados.

–Puerco infame –exclamó el príncipe–, la violación de esta joven muerta con la que debías casarte según mi promesa, pesará duramente sobre ti en el valle de Josafat. Si no te quisiera tanto, te mataría como a un perro.

Cornaboeux se levantó, ensangrentado, expulsando las últimas boqueadas de su vómito. Señaló a Estelle cuyos ojos dilatados contemplaban con horror el inmundo espectáculo:

–¡Ella tiene la culpa de todo! –manifestó.
–No seas cruel –dijo Mony– te ha dado ocasión para satisfacer tus gustos de necrófilo. Y como pasaban sobre un puente, el príncipe se asomó a la portezuela para contemplar el romántico panorama del Rhin que desplegaba sus esplendores verdosos y se extendía en largos meandros hasta el horizonte. Eran las cuatro de la mañana, algunas vacas pacían en los prados, unos niños bailaban bajo los tilos germánicos. Una música de pífanos, monótona y fúnebre, anunciaba la presencia de un regimiento prusiano y la melopea se mezclaba tristemente al ruido de chatarra del puente y al sordo acompañamiento del tren en marcha. Unos pueblos felices animaban las orillas dominadas por los burgos centenarios y las viñas renanas exponían hasta el infinito su mosaico regular y precioso.

Cuando Mony se giró, vio al siniestro Cornaboeux sentado sobre el rostro de Estelle. Su culo de coloso cubría la cara de la actriz. Se había cagado y la mierda hedionda y blanduzca caía por todos lados.

Asía un enorme cuchillo y araba con él en el vientre palpitante. El cuerpo de la actriz tenía breves sobresaltos.

–Espera –dijo Mony– permanece sentado.

Y, acostándose sobre la moribunda, hizo entrar su erecto miembro en el coño expirante. Gozó así de los últimos espasmos de la asesinada, cuyos postreros dolores debieron ser horribles, y empapó sus brazos con la sangre cálida que brotaba del vientre. Cuando hubo descargado, la actriz ya no se movía. Estaba rígida y sus ojos trastornados estaban llenos de mierda.

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martes, 21 de octubre de 2008

Una paranoia

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Quien roba a un ladrón...

Victor Lustig fue un personaje muy particular ya que, merecidamente, pasó a la historia como el mayor embaucador de todos los tiempos.

Ya poseedor de un profundo historial de estafas, como el haber vendido máquinas que imprimían dinero en su juventud, Lustig se lanza a realizar uno de los mayores engaños de la historia cuando en 1925, al leer en un periódico sobre los problemas que tenía la ciudad a causa de los gastos de mantenimiento del emblemático monumento parisino, adopta el falso personaje de un oficial del gobierno y le envía una invitación de negocios a seis comerciantes de la industria metalúrgica. Armando una reunión en la misma torre, donde ofrece a los posibles compradores transporte en lujosas limusinas y elaborados discursos sobre los beneficios de comprar el monumento, Lustig se las arregla para hacerlos entrar en una subasta y , ya con un maletín repleto de billetes, Victor toma un tren hacia Viena donde viviría como un duque varios años.
Sin embargo, las aventuras de Lustig no terminarían con esto. Un tiempo después de su particular venta de la torre convencería al mítico Al Capone de realizar un negocio, inexistente, por 40 mil dólares. Tras mantener durante dos meses el dinero en una caja de seguridad Victor se lo devuelve a Capone con una nota de disculpas y el comentario de que el negocio había fallado. Capone, sorprendido por su “integridad”, le envía 5000 dólares en señal de agradecimiento por no haber escapado con el dinero. De esta manera Lustig se queda no solo con una considerable cantidad de dinero sino que, además, gana el favor y la amistad de uno de los mayores jefes de la mafia, sólo por haberlo estafado.
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Abusando de su suerte, varios años después, sería atrapado en uno de sus negocios y enviado a la prisión de Alcatraz. De todas maneras se las arreglaría para vivir como un Rey dentro de la misma.
Victor Lustig nació en 1890 en Checoslovaquia. Cuando tenía 19 años, un hombre enojado porque Victor parecía estar cortejando a su novia, le cortó la cara de un navajazo. Esta cicatriz le recorría la cara desde la base del ojo izquierdo hasta el lóbulo de la oreja.
Desde muy joven, Victor demostró gran talento para el póker, el billar y el bridge. A esto se dedicó un tiempo, timando a sus conocidos de vez en cuando. Pero como jugador, Lustig decidió que para robar dinero, lo mejor era robarle a los que tenian en abundancia y decidió hacer su presencia frecuente en los cruceros que paseaban a los miembros de la Europa bonita por el Atlántico.


Pero la primera guerra mundial hizo que los viajes transatlánticos tuviesen que ser suspendidos, especialmente luego del incidente del Lusitania, barco que fue hundido por torpedos de un submarino alemán.
De modo que decidió ir a probar suerte a los Estados Unidos justo cuando los llamados "años locos" se iniciaban.

Durante los años de la Ley Seca, la venta y el consumo de bebidas alcohólicas estaban prohibidos en los Estados Unidos, y el Mercado de Valores no paraba de crecer. Todo el mundo se estaba enriqueciendo y todo el mundo se emborrachaba con gran felicidad. Para Lustig, tenía que haber una manera de participar en tanto jolgorio. Con ese proyecto en mente Victor Lustig llega a Los Estados Unidos

Estafa numero uno: La triste historia del "conde" venido a menos.

En 1922 Lustig llegó a Missouri anunciando que tenía interés en comprar una granja que el banco había reposeído por falta de pago. Nadie quería esta propiedad, y el banco no sabía qué hacer para sacársela de encima. Así llega el "Conde Victor Lustig" un día, y relata a los banqueros una triste historia de cómo su familia en Austria habia perdido todas sus posesiones durante la guerra, destruyendo así su apacible vida de noble de sangre azul, y por esa razón se había visto obligado a emigrar a América con la intención de comenzar de nuevo.

Así las cosas, Victor les ofrece acciones Liberty por valor de 22000 dólares, y los banqueros las aceptan puesto que las acciones eran legítimas. Luego, Victor les solicitó que le adelantasen $10,000 para poder tener algún capital con el cual comenzar a trabajar la granja. Se estableció el interés de pago y los banqueros le prestaron ese dinero. Los banqueros estaban tan contentos con la posibilidad de sacarse de encima la granja, que no se dieron cuenta de que en la transacción Lustig les cambió los sobres con los documentos, y de esa manera se llevó las acciones y el efectivo.
Los banqueros, enojadísimos, contrataron un detective privado para rastrearlo.Pero Lustig, extrañamente, no hizo ningun esfuerzo por escapar. Es más, el detective lo encontró esperándolo con toda tranquilidad en un hotel de la ciudad de Nueva York.

Lustig de alguna manera se las ingenió para convencer a los banqueros de que si presentaban cargos en su contra, ellos perderían más que él, puesto que al descubrirse la estafa, muchos inversores comenzarian a desconfiar de la solidez administrativa de la institución en donde habían depositado sus ahorros, retirarían los fondos apresuradamente, causando pánico, y el banco terminaría por arruinarse. De modo que mejor lo dejaban ir en ese mismo instante, y si no era mucha molestia, sería ideal que lo compensaran con mil dólares a causa de los inconvenientes que el arresto le había producido en su vida personal. Lustig no solo convence a los banqueros de que lo dejen ir, sino también de que lo compensen.



Estafa número dos: rumbo al Canada. Un "héroe" modesto y noble.


Mientras estaba en Montreal el "conde" decide centrar su atencion en un tal Linus Merton, banquero de Vermont. Por medio de una treta tan gastada como ingeniosa, Lustig se gana la amistad de Mister Merton: Lustig le paga a un carterista para que le robe la billetera al banquero, y a los pocos días se presenta en su casa con el contenido intacto de la billetera y con la intención de devolvérsela a su dueño.

Luego de un tiempo, el "conde" comparte con el banquero un secreto cuyo valor es inimaginable. Primero, le habla de su apacible vida de noble europeo en Viena, la guerra, etc. Luego, le confiesa que su primo Emil trabajaba en un lugar en donde se transmitían los nombres de los caballos que ganaban en las carreras en otros estados. Esta información era valiosísima, puesto que su primo sabía con antelación qué caballos habían ganado y cuáles habían perdido. Sabiendo esto de antemano, no había manera posible de apostar equivocadamente. Todo era cuestión de apostar unos minutos antes de que la ventanilla cerrara, y por supuesto, por una módica suma, el primo Emil les daría esta informacion a ellos antes de dársela a la ventanilla.
Merton ganó una serie de apuestas un par de veces, y cuando más ganaba, más apostaba. Hasta que un buen día el "primo" Emil sale con la historia de que iba a renunciar a su trabajo porque él y su mujer tenían que mudarse de inmediato. Apresuradamente, Merton decide apostar en grande antes de que otra persona tomase el lugar de Emil, y, por supuesto, pierde la apuesta. Victor Ludig se marcha con $30,000 del banquero, y a Lustig y a su "primo" la atónita victima nunca más los volvió a ver. Estafa numero tres: Se vende torre Eifflel. Como nueva. Un solo dueño.





En mayo de 1925 Lustig viaja a París con un secuaz llamado Dapper Dan Collins. Mientras se encontraba leyendo el periodico una apacible tarde, Lustig alcanzó a notar un pequeno reporte en el cual se decia que la torre Eiffel necesitaba reparaciones muy extensas. En efecto, el costo de las reparaciones era tan prohibitivo, que se especulaba que el gobierno ya estaba pensando si no sería mas conveniente el desmantelarla antes que el gastar dinero en repararla. Total, para que servia esa torre, de cualquier manera?

"Idea!"dijo don Victor.

Aqui habia que tomar cartas en este asunto, y Victor Lustig decidio que el era el hombre adecuado para ello. Primero, falsificó papeles que lo identificaban como Director General del Ministere De Postes et Telegraphes del gobierno francés. Despues envio sendas misivas de apariencia oficial a los dueños de industrias metalurgicas mas importantes de Francia citándolos a una conferencia privada en la suite de un hotel distinguido en Paris.
Las misivas estaban compuestas de una manera deliberadamente vagas
para picar la curiosidad de las potenciales victimas y solo se mencionaba
que el proposito de la reunion era para discutir la probabilidad de un contrato con el gobierno.

Asi llega el dia en que los pomposos industriales, muy intrigados en enterarse respecto del misterioso asunto, se reunen con nuestro pillo de turno. Luego de entretenerlos un poco y hacer un perfil mental de la vulnerabilidad psicológica de cada uno, Ludig les anuncia la verdadera naturaleza de la pequeña conferencia. El gobierno estaba planeando el desmantelar la torre Eiffel y los materiales serian vendidos al mejor postor.
Si, por cuanto la torre, erigida en 1889 nunca habia sido construida con la intencion de ser permanente, el gobierno habia decidido que era necesario sacarla de alli porque solamente estaba ocupando lugar sin comerla ni beberla. Por supuesto, Ludig apuntó que esta decision era muy controversial, puesto que por alguna razon inexplicable, habia todavia muchos ciudadanos franceses que se encontraban encariñados con ella, y si supiesen del plan de desmantelamiento, podrian producirle problemas al gobierno. Era necesario pues, guardar la mas estricta confidencialidad.
Cuatro dias despues, los industriales sometieron su oferta para comprar la torre. Pero a Lustig no le importaba cuál oferta era la mas grande. A él lo que le importaba era cual de los industriales era el mas "estafable." La afortunada victima fue un señor llamado Andre Poisson. Lustig llama a Poisson y le anuncia la feliz noticia: su empresa habia ganado la licitación. Pero habia un pequeno inconveniente, sin embargo. El "conde" le pasa a relatar a Poisson de las enormes privaciones que un servidor del gobierno frances sufre a causa de las limitaciones en su pauperrimo salario, y a pesar del salario bajo, el gobierno frances exige a sus trabajadores el vestirse de manera que refleje mas de lo que son, etc. Poisson se dio cuenta de que Lustig estaba a la busqueda de una coima puesto que de lo contrario la licitacion se le iba a ir de las manos. Inmediatamente busca en su bolsillo y le ofrece un fajo de dinero, el cual Lustig acepta compungidamente.

Y luego le acepta la oferta de la compra de la torre.

Despues de este glorioso hecho, Dapper y Ludig salen corriendo hacia Viena con la recompensa de sus esfuerzos. Alli se la pasan viviendo la vida de mujeres, juergas, y champagne a costa del dinero de Poisson. Ni siquiera intentan esconderse, pero todos los dias Lustig revisa los periodicos para ver si Poisson ha ido a la policia con el cuento de la estafa. Pero tal como Lustig lo habia calculado, Poisson nunca lo denuncia puesto que estaba demasiado avergonzado de haber caido en una trampa tan burda. Habiendo concluido que el crimen quedaría impune, Lustig decide ir a Paris de nuevo, cita a cinco industriales diferentes... y vende la torre Eiffel otra vez!!! Pero esta vez la suerte no lo acompañó, puesto que aunque alcanzó a concretar el negocio, su victima fue a la policia y el hecho alcanzo proporciones épicas en la prensa francesa de esos días. Lustig huye a los Estados Unidos.

Estafas número cuatro y cinco: la maquinita de hacer dinero.

Aunque Lustig no es el originador de esta idea, fue uno de los que la perfeccionó. Esta es la llamada" estafa de la caja rumana." Lustig se agencio una caja de apariencia impresionante que poseia una ranura en cada extremo y botones varios y brillantes por sobre su superficie.
En 1926 Lustig se fijó en un industrialista llamado Herman Loller. Loller había hecho una fortuna con sus transmisiones para automóviles, pero por entonces sus negocios no andaban bien y estaba buscando una manera de revitalizar su industria nuevamente. Asi fue como Loller inocentemente cae en la trampa que Ludig le prepara.
El "conde" se agencia su amistad contandole de su pasado noble en Bohemia, su apacible vida de caballero de sangre azul, la guerra, su familia, sus posesiones en Europa que ya no poseia, etc. Luego pasa a informarle que él, habiendo pasado por urgencias economicas similares, habia encontrado una manera infalible de ganar dinero sin arriesgar nada. Se trataba de una maquina de duplicar dinero. Perfectamente legal, tambien, y consecuentemente todos los bancos la aceptaban sin problema alguno.
Para demostrarlo Ludig inserto un billete de cien dolares en una de las ranuras, y luego le informo a su victima que para que el nuevo billete se formara, debia esperar seis horas en el cual el billete se impaparia con quimicos especiales que harian la reproduccion posible. Y asi fue que, seis horas despues, los dos retornan a la maquina, Lustig manipula una manija, aprieta varios botones, y..... voila! Por el otro lado de la caja se asoma otro billete de cien dolares, calentito y mas nuevo que el que Ludig habia puesto. Los dos salen corriendo hacia el banco, en el cual el cajero determina que, en efecto, el billete es perfectamente legítimo.

Loller le paga a Ludig $25,000 puesto que en todo el mundo no habia ninguna maquina como esa. Despues Ludig desaparece de la ciudad con el botín, sabiendo que tenia seis horas de ventaja a su favor. Sin embargo, Ludig tuvo mucho mas tiempo que ese, puesto que cuando Loller no pudo imprimir ningun billete la primera vez que lo intento, supuso que la razon era que lo estaba haciendo mal, de modo que durante semanas enteras lo siguio intentando hasta que se dio cuenta de que la maquinita rumana no era mas que una estafa.
En Oklahoma Ludig fue arrestado por fraude, aunque este caso no tenia nada que ver con lo de la caja rumana. Mientras estaba preso, se las ingenio para convencer al Sheriff del condado de que probara su maquinita mágica. Ludig se la ofrecia por la modica suma de $10,000, y la condición de que lo dejara libre. El sheriff simplemente inventaria una historia y diria que Ludig se habia escapado. Y como el sheriff tambien poseia el cargo de tesorero del condado, recabar $10,000 para pagar la maquina no seria dificil.
Ocho meses despues, el sheriff, habiéndolo rastreado por todos los Estados Unidos, agarra a Lustig en Chicago y le pone el cañón de su revólver en la boca. Lustig, con mucha sangre fría, le explica que la caja funcionaba perfectamente bien, pero que el sheriff no la habia estado usando apropiadamente. Lustig le devuelve los 10000 dólares al sheriff, el cual posteriormente es arrestado por falsificacion de billetes y sentenciado a una prision federal.Todo tiene un fin.

En 1934 el Servicio Secreto de los Estados Unidos creó un escuadrón especializado en capturar a quienquiera que fuese que estuviera inundando al país con billetes falsos.
Las primeras sospechas recayeron en un señor llamado William Watts. Pero el gobierno americano, habiendo identificado a Watts como el sospechoso mayor, no tenía ni idea de dónde localizarlo. Sabían, sin embargo, que este caballero poseía un contacto seguro: el "conde" Victor Lustig.
Luego de mucho buscar, Lustig fue arrestado y se confirmó que Watts, en efecto, era responsable de los moldes metálicos para falsificar dinero. A pesar de ello, Lustig negaba que tuviese que ver en el asunto. Sin embargo, Lustig tenía consigo una llave que abría una caja de depósito en Times Square. En esa caja, los agentes encontraron un conjunto de placas y 51000 dólares en billetes falsos. Con esta evidencia Lustig fue inmediatamente puesto a disposición del juez y alojado en la Federal House od Detention Center en la ciudad de Nueva York.

Casi inmediatamente, el aluvión de billetes falsos que había asolado a la nación previamente, comenzó a atenuarse hasta desaparecer casi por completo. La policía había por fin atrapado al "conde..." Pero ni esto duró mucho: Lustig logró escapar de sus captores antes del dia de su juicio, lo cual es bastante extraordinario ya que el lugar en donde estaba preso era considerado "a prueba de fugas."

Lustig, con calculada frialdad, les demostró cuán equivocados estaban.

En su primer día en la prisión, Lustig se dio cuenta de que cuando les traían las sábanas a los prisioneros, los guardias simplemente preguntaban cuántas camas estaban ocupadas y en base a eso decidían cuántas sábanas dejar. Pero cuando venían a recoger las sábanas sucias, no se preocupaban por contar cuantas sábanas los prisioneros devolvían. Lustig simplemente agregó una cama extra a las ya ocupadas y de este modo acumuló nueve sábanas que bien le servirían para su propósito. Durante la noche, cuando otros prisioneros escuchaban la radio, Lustig arrancaba pedazos de sábanas, y creaba una cuerda rudimentaria.

Fue recapturado veintisiete días mas tarde en la ciudad de Pittsburgh, Pennsylvania. El 5 de diciembre de 1935 fue enjuiciado por sus crímenes. El testigo principal en el juicio fue William Watts, el cual confesó cada detalle de su negocio de falsificación de billetes. Lustig simplemente se confesó culpable y fue sentenciado a veinte años de prisión con cinco más adicionales a causa de su fuga. Victor Lustig cumpliría su sentencia en Alcatraz.

El nueve de marzo de 1947, Victor Ludig, el "conde," contrae neumonía y muere treinta y seis horas más tarde a los cincuenta y siete años de edad. En su certificado de defunción, en la casilla donde se requiere determinar cuál había sido la profesión del individuo, se lee: "vendedor"

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Zumo de granadas

Fusilamos una vez más el Libro de cozina de Ruperto de Nola, cocinero del rey de Nápoles, esta vez con algo para beber, aprovechando que es tiempo de granadas, que están todos los granados esplendorosos cargados de rojísimas y estallantes granadas.
Aquí va la receta:

Los granos delas granadas tomaras y machacarlos en un mortero de manera que no quiebren los granos, y colarlos por un trapo de lino limpio, y poner en el zumo almendras y piñones tostados, y puedes echarle una poca de agua de rosas, y deste zumo puedes hazer camalina dulce, y si la quieres hacer agria échale vino tinto y vinagre, y de todas especias, y canela más que de otra especia, y cuécela antes de pasarla.

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lunes, 20 de octubre de 2008

Jeanne Moreau Miles Davis

Juntos en la primera película de Louis Malle. ¿Se puede pedir más?

href="http://http://www.granadajazz.net/escritos/miles%20davis.htm">

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domingo, 19 de octubre de 2008

J'Accuse

CARTA A M. FELIX FAURE

PRESIDENTE DE LA REPUBLICA FRANCESA


Señor: ¿Me permitís que, agradecido por la bondadosa acogida que me dispensasteis, me preocupe de vuestra gloria y os diga que vuestra estrella, tan feliz hasta hoy, está amenazada por la más vergonzoza e imborrable mancha?

Habéis salido sano y salvo de bajas calumnias, habéis conquistado los corazones. Aparecisteis radiante en la apoteosis de la fiesta patriótica que, para celebrar la alianza rusa, hizo Francia, y os preparáis a presidir el solemne triunfo de nuestra Exposición Universal, que coronará este gran siglo de trabajo, de verdad y de libertad. Pero ¡qué mancha de cieno sobre vuestro nombre - iba a decir sobre vuestro reino - puede imprimir este abominable proceso Dreyfus!. Por lo pronto, un consejo de guerra se atreve a absolver a Esterhazy, bofetada suprema a toda verdad, a toda justicia. Y no hay remedio; Francia conserva esa mancha y la historia consignará que semejante crimen social se cometió al amparo de vuestra presidencia.

Puesto que se ha obrado tan sin razón, hablaré. Prometo decir toda la verdad y la diré si antes no lo hace el tribunal con toda claridad. Es mi deber: no quiero ser cómplice. Todas las noches me desvelaría el espectro del inocente que expía a lo lejos cruelmente torturado, un crimen que no ha cometido.

Por eso me dirijo a vos gritando la verdad con toda la fuerza de mi rebelión de hombre honrado. Estoy convencido de que ignoráis lo que ocurre. Y ¿a quién denunciar las infamias de esa turba malhechora de verdaderos culpables sino al primer magistrado del país?

- Ante todo, la verdad acerca del proceso y de la condenación de Dreyfus.
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Un hombre nefasto ha conducido la trama; el coronel Paty de Clam, entonces comandante. El representa por sí solo el asunto Dreyfus; no se le conocerá bien hasta que una investigación leal determine claramente sus actos y sus responsabilidades. Aparece como un espíritu borroso, complicado, lleno de intrigas novelescas, complaciendose con recursos de folletín, papeles robados, cartas anónimas, citas misteriosas en lugares desiertos, mujeres enmascaradas. El imaginó lo de dictarle a Dreyfus la nota sospechosa, el concibió la idea de observarlo en una habitación revestida de espejos, es a el a quien nos presenta el comandante Forzineti, armado de una linterna sorda, pretendiendo hacerse conducir junto al acusado, que dormía, para proyectar sobre su rostro un brusco chorro de luz para sorprender su crimen en su angustioso despertar. Y no hay para que diga yo todo: busquen y encontrarán cuanto haga falta. Yo declaro sencillamente que el comandante Paty de Clam, encargado de instruir el proceso Dreyfus y considerado en su misión judicial, es en el orden de fechas y responsabilidades el primer culpable del espantoso error judicial que se ha cometido.

La nota sospechosa estaba ya, desde hace algún tiempo, entre las manos del coronel Sandherr, jefe del Negociado de Informaciones,que murió poco después, de una parálisis general. Hubo fugas, desaparecieron papeles (como siguen desapareciendo aún), y el autor de la nota sospechosa era buscado cuando se afirmó a priori que no podía ser más que un oficial del Estado mayor, y precisamente del cuerpo de artillería; doble error manifiesto que prueba el espíritu superficial con que se estudió la nota sospechosa, puesto que un detenido exámen demuestra que no podía tratarse más que de un oficial de infantería.

Se procedió a un minucioso registro; examinándose las escrituras; aquello era como un asunto de familia y se buscaba al traidor en las mismas oficinas para sorprenderlo y expulsarlo. Desde que una sospecha ligera recayó sobre Dreyfus, aparece el comandante Paty de Clam, que se esfuerza en confundirlo y en hacerle declarar a su antojo. Aparecen también el ministro de la Guerra, el general Mercier, cuya inteligencia debe ser muy mediana, el jefe de Estado Mayor, general Boisdeffre, que habrá cedido a su pasión clerical, y el general Gonse, cuya conciencia elástica pudo acomodarse a muchas cosas. Pero en el fondo de todo esto no hay más que el comandante Paty de Clam, que a todos los maneja y hasta los hipnoptiza, porque se ocupa también de ciencias ocultas, y conversa con los espíritus. Parecen inverosímiles las pruebas a que se ha sometido al desdichado Dreyfus, los lazos en que se ha querido hacerle caer, las investigaciones desatinadas, las combinaciones monstruosas... que denuncia tan cruel!.

Ah! Por lo que respecta a esa primera parte, es una pesadilla insufrible, para quien esta al corriente de sus detalles verdaderos.
El comandante Paty de Clam prende a Dreyfus y lo incomunica. Corre después en busca de la señora de Dreyfus y le infunde terror, previniéndola que, si habla su esposo esta perdido. Entre tanto, el desdichado se arranca la carne y proclama con alaridos su inocencia, mientras la instrucción del proceso se hace como una crónica del siglo XV, en el misterio, con una terrible complicación de expedientes, todo basado en una sospecha infantil, en la nota sospechosa, imbécil, que no era solamente una traición vulgar, era también un estúpido engaño, porque los famosos secretos vendidos eran tan inútiles que apenas tenían valor. Si yo insisto, es porque veo en este germen, de donde saldrá más adelante el verdadero crimen, la espantosa denegación de justicia, que afecta profundamente a nuestra Francia. Quisiera hacer palpable cómo pudo ser posible el error judicial, cómo nació de las maquinaciones del comandante Paty de Clam y cómo los generales Mercier, Boisdeffre y Gonse, sorprendidos al principio, han ido comprometiendo poco a poco su responsabilidad en este error, que más tarde impusieron como una verdad santa, una verdad indiscutible, desde luego, solo hubo de su parte incuria y torpeza; cuando más, cedieran a las pasiones religiosas del medio y a prejuicios de sus investiduras. Y vayan siguiendo las torpezas!

Cuando aparece Dreyfus ante el Consejo de guerra, exigen el secreto más absoluto. Si un traidor hubiese abierto las fronteras al enemigo para conducir al emperador de Alemania hasta Nuestra Señora de París, no se hubieran tomado mayores precauciones de silencio y misterio.

Se murmuran hechos terribles, traiciones monstruosas y, naturalmente, la Nación se inclina llena de estupor, no halla castigo bastante severo, aplaudir la degradación pública, gozar viendo al culpable sobre su roca de infamia devorado por los remordimientos..... Luego es verdad que existen cosas indecibles, dañinas, capaces de revolver toda Europa y que ha sido preciso para evitar grandes desdichas enterrar en el mayor secreto?. No! Detrás de tanto misterio solo se hallan las imaginaciones románticas y dementes del comandante Paty de Clam. Todo esto no tiene otro objeto que ocultar la mas inverosímil novela folletinesca. Para asegurarse, basta estudiar atentamente el acta de acusación leída ante el Consejo de guerra.

Ah! Cuanta vaciedad! Parece mentira que con semejante acta pudiese ser condenado un hombre. Dudo que las gentes honradas pudiesen leerlas sin que su alma se llene de indignación y sin que se asome a sus labios un grito de rebeldía, imaginando la expiación desmesurada que sufre la víctima en la Isla del Diablo.

Dreyfus conoce varias lenguas: crimen. En su casa no hallan papeles comprometedores; crimen. Algunas veces visita su país natal; crimen Es laborioso, tiene ansia de saber; crimen. Si no se turba; crimen. Todo crimen, siempre crimen... Y las ingenuidades de redacción, las formales aserciones en el vacío!. Nos habían hablado de catorce acusaciones y no aparece mas que una: la nota sospechosa. Es mas: averiguamos que los peritos no están de acuerdo y que uno de ellos, M. Gobert, fue atropellado militarmente porque se permitía opinar contra lo que se deseaba. Hablase también de veintitrés oficiales, cuyos testimonios pasarían contra Dreyfus. Desconocemos aún sus interrogatorios, pero lo cierto es que no todos lo acusaron, habiendo que añadir, además, que los veintitrés oficiales pertenecían a las oficinas del ministerio de la guerra. Se las arreglan entre ellos como si fuese un proceso de familia, fijaos bien en ello: el Estado Mayor lo hizo, lo juzgó y acaba de juzgarlo por segunda vez.

Así, pues, solo quedaba la nota sospechosa acerca de la cual los peritos no estuvieron de acuerdo. Se dice que, en el Consejo, los jueces iban ya, naturalmente a absolver al reo, y desde entonces, con obstinación desesperada, para justificar la condena, se afirma la existencia de un documento secreto, abrumador; el documento que no se puede publicar, que lo justifica todo y ante el cual todos debemos inclinarnos: el Dios invisible e incognoscible!. Ese documento no existe, lo niego con todas mis fuerzas. Un documento ridículo, si, tal vez el documento en que se habla de mujercillas y de un señor D... que se hace muy exigente, algún marido, sin duda, que juzgaba poco retribuidas las complacencias de su mujer!. Pero un documento que interese a la defensa nacional, que no puede hacerse público sin que se declare la guerra inmediatamente, no, no!. Es una mentira, tanto mas odiosa y cínica, cuanto que se lanza impunemente sin que nadie pueda combatirla. Los que la fabricaron, conmueven el espíritu francés y se ocultan detrás de una legítima emoción; hacen enmudecer las bocas, angustiando los corazones y pervirtiendo las almas. No conozco en la historia un crimen cívico de tal magnitud!.

He aquí, señor Presidente, los hechos que demuestran como pudo cometerse un error judicial. Y las pruebas morales, como la posición social de Dreyfus, su fortuna, su continuo clamor de inocencia, la falta de motivos justificados, acaban de ofrecerlo como una víctima de las extraordinarias maquinaciones del medio clerical en que se movía, y del odio a los puercos judíos que deshonran nuestra época.

Y llegamos al asunto Esterhazy. Han pasado tres años y muchas conciencias permanecen turbadas profundamente, se inquietan, buscan, y acaban por convencerse de la inocencia de Dreyfus.

No historiaré las primeras dudas y la final convicción de M. Scheurer-Kestner. Pero mientras el rebuscaba por su parte, acontecían hechos de importancia en el Estado Mayor. Murió el coronel Sandherr y sucedióle como jefe del Negociado de informaciones, el teniente coronel Picquart, quien por esta causa, en ejercicio de sus funciones, tuvo un día ocasión de ver una carta telegrama dirigida al comandante Esterhazy por un agente de una potencia extranjera. Era su deber abrir una información y no lo hizo sin consultar con sus jefes, el general Gonse y el general Boisdeffre y luego con el general Billot, que había sucedido al de la Guerra. El famoso expediente Picquart, de que tanto se ha hablado, no fue más que el expediente Billot, es decir, el expediente instruido por un subordinado cumpliendo las ordenes del ministro, expediente que debe existir aún en el ministerio de la Guerra. Las investigaciones duraron de mayo a setiembre de 1896, y es preciso decir bien alto que el general Gonse estaba convencido de la culpabilidad de Esterhazy y que los generales Boisdeffre y Billot no ponían en duda que la célebre nota sospechosa fuera de Esterhazy. El informe del teniente coronel Picquart había conducido a esta prueba cierta. Pero el sobresalto de todos era grande, porque la condena de Esterhazy obligaba inevitablemente a la revisión del proceso Dreyfus; y el Estado Mayor a ningún precio quería desautorizarse.

Debió haber un momento psicológico de angustia suprema entre todos los que intervinieron en el asunto; pero es preciso notar que, habiendo llegado al ministerio el general Billot, después de la sentencia dictada contra Dreyfus, no estaba comprometido en el error y podía esclarecer la verdad sin desmentirse. Pero no se atrevió, temiendo acaso el juicio de la opinión pública y la responsabilidad en que habían incurrido los generales Boisdeffre y Gonse y todo el Estado Mayor. Fue un combate librado entre su conciencia de hombre y todo lo que suponía el buen nombre militar. Pero luego acabó por comprometerse, y desde entonces, echando sobre sí los crímenes de los otros, se hace tan culpable como ellos; es mas culpable aún, porque fue árbitro de la justicia y no fue justo. Comprended esto! Hace un año que los generales Billot, Boisdeffre y Gonse, conociendo la inocencia de Dreyfus, guardan para si esta espantosa verdad. Y duermen tranquilos, y tienen mujer e hijos que los aman!.

El coronel Picquart había cumplido sus deberes de hombre honrado. Insistió cerca de sus jefes, en nombre de la justicia, suplicandoles, diciéndoles que sus tardanzas eran evidentes ante la terrible tormenta que se les venía encima, para estallar, en cuanto la verdad se descubriera. Moinseur Scheurer-Kestner rogó también al general Billot que por el patriotismo activara el asunto antes de que se convirtiera en desastre nacional. No! El crimen estaba cometido y el Estado Mayor no podía ser culpable de ello. Por eso, el teniente coronel Picquart fue nombrado para una comisión que lo apartaba del ministerio, y poco a poco fueron alejándose hasta el ejército expedicionario de Africa, donde quisieron honrar un día su bravura, encargándole una misión que le hubiera la vida en los mismos parajes donde el marques de Mopres encontró la muerte. Pero no había caído aún en desgracia; el general Gonse mantenía con el una correspondencia muy amistosa. Su desdicha era conocer un secreto de los que no debieran conocerse jamás.

En París la verdad se abría camino, y sabemos ya de que modo la tormenta estalló. M.Mathieu Dreyfus denunció al comandante Esterhazy como verdadero autor de la nota sospechosa; mientras M.Scheurer-Kestner depositaba entre las manos del guardasellos una solicitud pidiendo la revisión del proceso. Desde ese punto el comandante Esterhazy entre en juego. Testimonios autorizados lo muestran como loco, dispuesto al suicidio, a la fuga. Luego, todo cambia, y sorprende con la violencia de su audaz actitud. había recibido refuerzos: un anónimo advirtiéndole los manejos de sus enemigos; una dama misteriosa que se molesta en salir de noche para devolver un documento que había sido robado de las oficinas militares y que le interesaba conservar para su salvación. Comienzan de nuevo las novelerías folletinescas, en la que reconozco los medios ya usados por la fértil imaginación del teniente coronel Paty de Clam. Su obra, la condenación de Dreyfus, peligraba, y sin duda quiso defender su obra. La revisión del proceso era el desquiciamiento de su novela folletisnesca, tan extravagante como trágica, cuyo espantoso desenlace se realiza en la Isla del Diablo. Y esto no podía consentirlo. Así comienza el duelo entre el teniente coronel Picquart, a cara descubierta, y el teniente coronel Paty de Clam, enmascarado. Pronto se hallaran los dos ante la justicia civil. En el fondo no hay más que una cosa: el Estado Mayor defendiéndose y evitando confesar su crimen, cuya abominación aumenta de hora en hora.

Se ha preguntado con estupor cuales eran los protectores del comandante Esterhazy. Desde luego, en la sombra, el teniente coronel Paty de Clam, que ha imaginado y conducido todas las maquinaciones, descubriendo su presencia en los procedimientos descabellados. Después los generales Boisdeffre, Gonse y Boillot. obligados a defender al comandante, puesto que no pueden consentir que se pruebe la inocencia de Dreyfus, cuando este acto habría de lanzar contra las oficinas de la Guerra el desprecio del público. -Y el resultado de esta situación prodigiosa es que un hombre intachable, Picquart, el único entre todos que ha cumplido con su deber, será la víctima escarnecida y castigada. Oh justicia! Que triste desconsuelo embarga el corazón! Picquart es la víctima, se lo acusa de falsario y se dice que fabrico la carta telegrama para perder a Esterhazy. Pero, Dios mío!, por que motivo? Con qué objeto? Que indiquen una causa, una sola. Estar pagado por los judíos?. Precisamente Picquart es un apasionado antisemita. Verdaderamente asistimos a un espectáculo infame; para proclamar la inocencia de los hombres cubiertos de vicios, deudas y crímenes, acusan un hombre de vida ejemplar. Cuando un pueblo desciende a esas infamias, esta próximo a corromperse y aniquilarse.

A esto se reduce, señor Presidente de la república, el asunto Esterhazy, un culpable a quien se trata de salvar haciéndole parecer inocente, hace dos meses que no perdemos de vista esa interesante labor. Y abrevio porque solo quise hacer el resumen, a grandes rasgos, de la historia cuyas ardientes páginas un día serán escritas con toda extensión. Hemos visto al general Pellieux, primero, y al comandante Ravary, mas tarde, hacer una información infame, de la cual han de salir transfigurados los bribones y perdidas las gentes honradas. Después se ha convocado al Consejo de guerra. Como se pudo suponer que un Consejo de guerra deshiciese lo que había hecho un Consejo de guerra?

Aparte la fácil elección de los jueces , la elevada idea de disciplina que llevan esos militares en el espíritu, bastaría para debilitar su rectitud. Quien dice disciplina dice obediencia. Cuando el ministro de la guerra, jefe supremo, ha declarado públicamente y entre las aclamaciones de la representación nacional, la inviolabilidad absoluta de la cosa juzgada, queréis que un Consejo de guerra se determine a desmentirlo formalmente?. Jerárquicamente no es posible tal cosa. El general Billot, con sus declaraciones, ha sugestionado a los jueces que han juzgado como entrarían en fuego a una orden sencilla de su jefe: sin titubear. La opinión preconcebida que llevaron al tribunal fue sin duda esta: "Dreyfus ha sido condenado por crimen de traición ante un Consejo de guerra; luego es culpable y nosotros, formando un Consejo de guerra, no podemos declararlo inocente. Y como suponer culpable a Esterhazy, sería proclamar la inocencia de Dreyfus, Esterhazy debe ser inocente".

Y dieron el inicuo fallo que pesará siempre sobre nuestros Consejos de Guerra, que hará en adelante sospechosas todas sus deliberaciones. El primer Consejo de guerra pudo equivocarse; pero el segundo ha mentido. El jefe supremo había declarado la cosa juzgada inatacable, santa, superior a los hombres, y ninguno se atrevió a decir lo contrario. Se nos habla del honor del ejército; se nos induce a respetarlo y amarlo. Cierto que si; el ejército que se alzara en cuanto se nos dirija la menor amenaza, que defenderá el territorio francés, lo forma todo el pueblo, y solo tenemos para el ternura y veneración. Pero ahora no se trata del ejército, cuya dignidad justamente mantenemos en el ansia de justicia que nos devora; se trata del sable, del señor que nos darán acaso mañana. Y besar devotamente la empuñadura del sable del ídolo. No,eso no!.

Por lo demás queda demostrado que el proceso Dreyfus no era mas que un asunto particular de las oficinas de guerra; un individuo del Estado Mayor, denunciado por sus camaradas del mismo cuerpo, y condenado, bajo la presión de sus jefes.

Por lo tanto, lo repito, no puede aparecer inocente sin que todo el Estado mayor aparezca culpable. Por esto las oficinas militares, usando todos los medios que les ha sugerido su imaginación y que les permiten sus influencias, defienden a Esterhazy para hundir de nuevo a Dreyfus. Ah!, que gran barrido debe hacer el Gobierno republicano en esa cueva jesuítica (frase del mismo general Billot). Cuando vendrá el ministerio verdaderamente fuerte y patriota, que se atreva de una vez a refundirlo, y renovarlo todo?. Conozco a muchas gentes que, suponiendo posible una guerra, tiemblan de angustia, porque saben en que manos esta la defensa nacional! En que albergue de intrigas, chismes y dilapidaciones se ha convertido el sagrado asilo donde se decide la suerte de la patria!. Espanta la terrible claridad que arroja sobre aquel antro el asunto Dreyfus; el sacrificio humano de un infeliz, de un puerco judío. Ah! se han agitado allí la demencia y la estupidez, maquinaciones locas, prácticas de baja policía, costumbres inquisitoriales; el placer de algunos tiranos que pisotean la nación, ahogando en su garganta el grito de verdad y de justicia bajo el pretexto, falso y sacrílego, de razón de estado.

Y es un crimen mas apoyarse con la persona inmunda, dejarse defender por todos los bribones de París, de manera que los bribones triunfen insolentemente, derrotando el derecho y la probidad. Es un crimen haber acusado como perturbadores de Francia a cuantos quieren verla generosa y noble a la cabeza de las naciones libres y justas, mientras los canallas urden impunemente el error que tratan de imponer al mundo entero. Es un crimen extraviar la opinión con tareas mortíferas que la pervierten y la conducen al delirio. Es un crimen envenenar a los pequeños y a los humildes, exasperando las pasiones de reacción y de intolerancia, y cubriéndose con el antisemitismo, de cuyo mal morirá sin duda la Francia libre, si no sabe curarse a tiempo. Es un crimen explotar el patriotismo para trabajos de odio; y es un crimen, en fin, hacer del sable un dios moderno, mientras toda la ciencia humana emplea sus trabajos en una obra de verdad y de justicia.

!Esa verdad, esa justicia que nosotros buscamos apasionadamente, las vemos ahora humilladas y desconocidas!. Imagino el desencanto que padecerá sin duda el alma de M. Scheurer-Kestner, y lo creo atormentado por los remordimientos de no haber procedido revolucionariamente el día de la interpelación en el Senado, desembarazandose de su carga, para derribarlo todo de una vez. Creyó que la verdad brilla por si sola, que se lo tendría por honrado y leal, y esta confianza lo ha castigado cruelmente. Lo mismo le ocurre al teniente coronel Picquart que, por un sentimiento de dignidad elevada, no ha querido publicar las cartas del general Gonse; escrúpulos que lo honran de tal modo que, mientras permanecía respetuoso y disciplinado, sus jefes lo hicieron cubrir de lodo instruyendole un proceso de la manera mas desusada y ultrajante. Hay, pues, dos víctimas; dos hombres honrados y leales, dos corazones nobles y sencillos, que confiaban en Dios, mientras el diablo hacia de las suyas. Y hasta hemos visto contra el teniente coronel Picquart este acto innoble: un tribunal francés consentir que se acusara públicamente a un testigo y cerrar los ojos cuando el testigo se presentaba para explicar y defenderse. Afirmo que esto es un crimen mas, un crimen que subleva la conciencia universal. Decididamente, los tribunales militares tienen una idea muy extraña de la justicia.

Tal es la verdad, señor Presidente, verdad tan espantosa, que no dudo quede como una mancha en vuestro gobierno. Supongo que no tengáis ningún poder en este asunto, que seáis un prisionero de la Constitución y de la gente que os rodea; pero tenéis un deber de hombre en el cual meditaréis cumpliéndolo, sin duda honradamente. No creáis que desespero del triunfo; lo repito con una certeza que no permite la menor vacilación; la verdad avanza y nadie podrá contenerla. Hasta hoy no principia el proceso, pues hasta hoy no han quedado deslindadas las posiciones de cada uno; a un lado los culpables, que no quieren la luz; al otro los justicieros que daremos la vida porque la luz se haga. Cuanto mas duramente se oprime la verdad, mas fuerza toma, y la explosión será terrible. Veremos como se prepara el más ruidoso de los desastres.

Señor Presidente, concluyamos, que ya es tiempo.

Yo acuso al teniente coronel Paty de Clam como laborante - quiero suponer inconsciente - del error judicial, y por haber defendido su obra nefasta tres años después con maquinaciones descabelladas y culpables.
Acuso al general Mercier por haberse hecho cómplice, al menos por debilidad, de una de las mayores iniquidades del siglo.
Acuso al general Billot de haber tenido en sus manos las pruebas de la inocencia de Dreyfus, y no haberlas utilizado, haciéndose por lo tanto culpable del crimen de lesa humanidad y de lesa justicia con un fin político y para salvar al Estado Mayor comprometido.
Acuso al general Boisdeffre y al general Gonse por haberse hecho cómplices del mismo crimen, el uno por fanatismo clerical, el otro por espíritu de cuerpo, que hace de las oficinas de Guerra un arca santa, inatacable.
Acuso al general Pellieux y al comandante Ravary por haber hecho una información infame, una información parcialmente monstruosa, en la cual el segundo ha labrado el imperecedero monumento de su torpe audacia.
Acuso a los tres peritos calígrafos, los señores Belhomme, Varinard y Couard por sus informes engañadores y fraudulentos, a menos que un examen facultativo los declare víctimas de una ceguera de los ojos y del juicio.
Acuso a las oficinas de Guerra por haber hecho en la prensa, particularmente en L'Eclair y en L'Echo de París una campaña abominable para cubrir su falta, extraviando a la opinión pública.

Y por último: acuso al primer Consejo de Guerra, por haber condenado a un acusado, fundándose en un documento secreto, y al segundo Consejo de Guerra, por haber cubierto esta ilegalidad, cometiendo el crimen jurídico de absolver conscientemente a un culpable.

No ignoro que, al formular estas acusaciones, arrojo sobre mí los artículos 30 y 31 de la Ley de Prensa del 29 de julio de 1881, que se refieren a los delitos de difamación. Y voluntariamente me pongo a disposición de los Tribunales.

En cuanto a las personas a quienes acuso, debo decir que ni las conozco ni las he visto nunca, ni siento particularmente por ellas rencor ni odio. Las considero como entidades, como espíritus de maleficencia social. Y el acto que realizo aquí, no es mas que un medio revolucionario de activar la explosión de la verdad y de la justicia.

Solo un sentimiento me mueve, solo deseo que la luz se haga, y lo imploro en nombre de la humanidad, que ha sufrido tanto y que tiene derecho a ser feliz. Mi ardiente protesta no es mas que un grito de mi alma. Que se atrevan a llevarme a los Tribunales y que me juzguen públicamente.

Así lo espero.

EMILE ZOLA
París, enero 13 de 1898.

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