martes, 22 de enero de 2008

Lumumba (4)

Mi Querida compañera,

te escribo estas palabras sin saber si te llegarán, cuándo te llegarán o si estaré todavía vivo para cuando te lleguen.

A lo largo de toda mi lucha para la independencia de mi país, nunca dudé ni siquiera por un instante del triunfo final de esta causa sagrada a la cual mis compañeros y yo hemos consagrado nuestras vidas.
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Sin embargo, lo que queríamos para nuestro país: el derecho a una vida honorable, a una dignidad intachable, a una independencia sin restricciones; el colonialismo belga y sus aliados occidentales-que consiguieron apoyo directo e indirecto, deliberado e involuntario entre algunos altos funcionarios de las Naciones Unidas, esta organización en la cual nosotros depositamos toda nuestra confianza cuando le pedimos su ayuda- no lo quiso así.

Corrompieron algunos de nuestros compatriotas que a su vez contribuyeron a distorsionar la verdad y a dañar nuestra independencia. ¿Qué más te puedo decir? Que muerto, vivo, libre o en prisión en manos de los colonialistas, no soy yo quien importa.

Es el Congo, es nuestra gente para quien la independencia se ha convertido en una jaula en la cual estamos resguardado del exterior a veces con compasión benevolente y otras veces con alegría y placer.

Pero mi fe seguirá siendo inquebrantable. Sé y siento en lo profundo de mi ser que tarde o temprano mi pueblo se podrá deshacer de sus enemigos tanto internos como externos y que algún día se levantará como un ser único liberándose del degradante y vergonzoso colonialismo y reconquistará su dignidad bajo el Sol puro.

No estamos solos. África, Asia, y los pueblos libres y liberados de todos los rincones del mundo estarán siempre al lado de los congoleses. No se abandonará la lucha hasta que llegue el día en que ya no existan ni colonizadores ni mercenarios en nuestro país.

A mis hijos, que estoy dejando y que probablemente no volveré a ver nunca más, quisiera que les digas que el futuro del Congo será hermoso y que dependerá de ellos y de cada congolés lograr la tarea sagrada de reconstruir nuestra independencia y nuestra soberanía; ya que sin dignidad no hay libertad, sin justicia no hay dignidad y sin independencia no habrá hombres libres.

Ni con la brutalidad, el maltrato y la tortura lograron forzarme a pedir clemencia, prefiero morir con la frente en alto, con mi fe inamovible antes de vivir en sumisión y renegando principios sagrados y con profunda confianza en el destino de mi país. La historia algún día tendrá la última palabra, pero no será la historia que Bruselas, Paris, Washington o de las Naciones Unidad nos enseña, sino la historia que se enseñará en los países emancipados del colonialismo y de sus títeres.

África escribirá su propia historia y será desde el norte hasta el sur del Sahara, una historia de gloria y dignidad. No lloren por mí, queridos compañeros. Sé que mi país, que ya ha sufrido demasiado, sabrá como defender su independencia y su libertad.

¡Larga vida al Congo! ¡Larga vida a África! ( Última carta de Lumumba a Pauline desde laprisión de Camp Hardy, una semana antes de ser asesinado)

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Caosmeando

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