sábado, 20 de diciembre de 2008

Incubus

Un corto de Guido Manuli

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El Santo Niño de La Guardia

El decreto de expulsión de los judíos de 31 de marzo de 1492 estuvo fuertemente influido por el proceso de los reos complicados en el supuesto asesinato del Santo Niño de La Guardia.

En primer lugar, los reos no eran todos conversos, sino que formaban una supuesta alianza entre judíos sin importar bautismo, con lo que se afirmaba uno de los principios fundamentales de Torquemada aducidos en el decreto de expulsión: los judíos podían contaminar a sus parientes conversos. Para ello, en vistas a confirmar este argumento, Torquemada se saltó todas las jurisdicciones ‑sólo podía preocuparse de la salud espiritual de los bautizados‑ al contar con la baza del asesinato de un niño inocente.

Acaecidos los hechos en 1489, comenzó el proceso el 17 de diciembre de 1490. Entre el 6 de junio y el 19 de Julio de 1490, fray Tomás de Torquemada mandó prender a Yucé Franco y sus supuestos cómplices. La procedencia de los acusados es diversa y revela desde el principio un interés inquisitorial en mezclar diferentes aljamas y comunidades de Castilla en una red conspiratoria general.

¿Qué había inducido a este rapto y posterior asesinato? Según la declaración que transmite el proceso, pensaron los acusados, ¡por indicación del gran rabinazgo francés! – una posible solución de intervención extranjera para justificar la expulsión -, que mezclando la sangre del niño y una hostia consagrada podrían intoxicar las fuentes causando la muerte de los inquisidores.
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Todos los concurrentes eran judíos y cristianos nuevos de origen judío que temían a la justicia por haber “recaído en su secta” – según nos dice la acusación. A pesar de las búsquedas exhaustivas, el cuerpo nunca apareció en la supuesta cueva de los suplicios y la razón más frecuentemente aludida a este fallo policial es que, naturalmente, el Santo Niño había sido elevado al cielo después del martirio.

Los judíos y los conversos detenidos confesaron haberlo llevado a la villa de La Guardia en razón de su “parecido con la tierra de Palestina”. Esto, que para nosotros puede parecer realmente exótico y original – por no considerarlo directamente extravagante o ridículo -, se convirtió en la prueba fundamental del juicio: “Donde por tener una situación geográfica y alrededores de configuración geológica muy parecida a la que en Asia tienen los lugares que vieron el principio y fin de la vida del hijo de Dios hecho hombre en su peregrinar redentor de la humanidad, tendría el hecho una mayor similitud y vigor realista de aquel magno acontecimiento, que perenne vive en la memoria de las generaciones y los tiempos.”

La similitud de esta comarca con Judea fue defendida por fray Antonio de Guzmán con mapas y la aportación innegable de las revelaciones divinas al beato fray Simón de Roxas que había habitado en el pueblo de La Guardia. Para convertir el crimen en algo más verídico si cabe, cada uno de los sayones hizo un papel de los partícipes en la Pasión evangélica (Judas, Pilatos, jefe del sanedrín...) – al estilo del teatro de misterios y pasiones - , interpretando la desgraciada criatura el papel de protagonista, es decir, Jesucristo.

El proceso inquisitorial comenzó el 17 de diciembre de 1490 y terminó el 16 de noviembre del año siguiente ‑nos dice Luis Suárez Fernández‑ con la ejecución de todos los inculpados, que eran dos judíos: Yucé Franco, de Tembleque y Moshe Abenamias de Zamora, y seis conversos: Alonso, Lope, García y Juan Franco, Juan Ocaña y Benito García, vecinos todos de La Guardia, localidad del arzobispado de Toledo. Las declaraciones de los reos en tormento y fuera de él parecen demostrar que hubo, en efecto, en La Guardia dos crímenes: sacrilegio de una ostia consagrada, que los converses compraron a fin de ejercer sobre ellas conjuros que les librasen de la Inquisición, y asesinato ritual de un niño, que fue crucificado el día de Viernes Santo.

El caso de Yucé Franco, judío de Tembleque, es muy significativo. En diciembre de 1490, a la negativa de los cargos, sigue una serie de interrogatorios que son decepcionantes por el resultado. EL 10 de enero de 1491, Yucé Franco confirma una historia contada el 27 de octubre sobre la búsqueda de pan cenceño (ácimo) para la celebración de la Pascua Judía, que le hace dirigirse desde Tembleque a La Guardia y tener trato con conversos, charlando sobre la circuncisión.

El 10 de abril, Yucé responde a la efectividad de las torturas y comienza a introducir en el relato alusiones a la hostia consagrada (igualmente pan ácimo), aunque de momento en relación con la familia Franco, que eran conversos. El 7 de mayo ya se ha encontrado el lugar perfecto para los conciliábulos del crimen, unas cuevas entre dos arrabales y La Guardia, en la cuesta de la Horca, camino de Ocaña, apareciendo varios cómplices, naturalmente difuntos: Moisés Franco y Yuça Tazarte.

La tortura empieza a construir un relato razonable que se une a la posición de otros detenidos con acusaciones paralelas y escenas realmente degradantes, incluida la terrible escena de Benito García que, en medio de todas las torturas, idea la posibilidad de cortarse el pene para que no se vea que está circuncidado y así evitar ser quemado. Benito García confiesa lo increíble de sus propias declaraciones al afirmar que “él tenía mal remedio porque con los tormentos había dicho más de lo que sabía”.

La historia se polariza ahora en dos ramas y se guioniza de acuerdo con las declaraciones dobles de un converso, Benito García, y de un judío, Yuçé Franco, hiladas a conveniencia de los inquisidores. Estos van de uno a otro para acordar las dos versiones, lo que logran tras un año de torturas.

El 9 de junio, las declaraciones de ambos hablan ya de un corazón de niño cristiano y una hostia consagrada, en relación con el difunto Yuça Tazarte. Los Franco de la Guardia, conversos, son implicados ya que los conjuros habrían tenido como destino librarse de la posible persecución de los inquisidores.

Finalmente, durante el verano de 1491, la historia se completa. El 25 de octubre, en Salamanca, se pueden ya conformar unas acusaciones claras y tenemos un veredicto previo del jurado convocado al efecto.

El 26 de octubre de 1491, se somete a tormento a Yuce Franco que realiza una confesión de acuerdo a las acusaciones deseadas aunque, a los inquisidores, les parece incompleta. Después del suplicio del 2 de noviembre, se perfila la historia definitiva: por fin tenemos un niño toledano secuestrado.

El 4 de noviembre se ratifica y el 5 de noviembre se da una de las más fundamentales claves del asunto: los judíos no podían realizar los hechizos sin el concurso de los cristianos. Con sus poderes judaicos son incapaces de hacer mal. Los judíos necesitan una hostia consagrada, un niño cristiano e incluso la participación de los propios conversos que cuentan con la fuerza espiritual – aunque mal utilizada – que da el bautismo.

La apología sacramental, subyacente a la guionización de todo auto sacramental, está conseguida y los inquisidores pueden preparar el auto de fe práctico del 16 de noviembre.

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Caosmeando

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