domingo, 29 de marzo de 2009

¡El siguiente! (Next)

The Infinite Variety Show.
A asombrarse con este corto que hizo Barry Purves hace veinte años. Están todas las obras de Shakespeare en cinco minutos. ¿Jugamos a reconocerlas?

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sábado, 28 de marzo de 2009

Las once mil vergas (XLVII)

El día siguiente por la noche, supliqué a mi mujer que me dejara cumplir mis deberes de esposo.
–Te adoro –le decía– nadie te ama como yo, soy tu esclavo. Haz lo que quieras de mí.
Estaba desnuda y deliciosa. Sus cabellos estaban extendidos sobre la cama, las fresas de sus senos me atraían y yo lloraba. Me sacó el miembro y lentamente, a pequeñas sacudidas, me masturbó. Luego llamó, y una doncella que había contratado en Niza acudió en camisón, pues ya se había acostado. Mi mujer me hizo sentar otra vez en el sillón, y asistí a los retozos de dos tríbadas que gozaron enfebrecidamente, resoplando, babeando. Se lamieron como gatitas, se masturbaron la una con el muslo de la otra, y yo veía el culo de la joven Ninette, grande y firme, alzarse encima de mi mujer cuyos ojos nadaban en voluptuosidad.
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Quise acercarme a ellas, pero Florence y Ninette se burlaron de mí y me masturbaron, luego se hundieron de nuevo en sus voluptuosidades contra natura.
El día siguiente, mi mujer no llamó a Ninette, pero un oficial de cazadores alpinos vino a hacerme sufrir. Su miembro era enorme y negruzco. Era grosero, me insultaba y me golpeaba.

Cuando hubo fornicado con mi mujer, me ordenó acercarme a la cama y, cogiendo la correa del perro, me cruzó el rostro. ¡Ay! una risotada de mi mujer me volvió a producir esa áspera voluptuosidad que ya había experimentado en otras ocasiones.

Me dejé desnudar por el cruel soldado que tenía necesidad de azotar a alguien para excitarse.
Cuando quedé desnudo, el alpino me insultó, me llamó: cornudo, cabrón, animal con cuernos y, alzando la correa, la abatió sobre mi trasero; los primeros golpes fueron crueles. Pero vi que mi mujer gozaba con mi sufrimiento, su placer se transmitió a mi persona. Yo mismo gozaba sufriendo.

Cada golpe caía sobre las nalgas como una voluptuosidad algo violenta. El primer escozor quedaba convertido inmediatamente en caricia exquisita y mi miembro se endurecía. Al poco rato los golpes me habían arrancado la piel, y la sangre que brotaba de mis nalgas me enardecía de una manera extraña. Aumentó mucho mis goces.

El dedo de mi mujer se agitaba en el musgo que adornaba su bonito coño. Con la otra mano, masturbaba a mi verdugo. Inesperadamente, los golpes se hicieron más rápidos y sentí que el momento de mi espasmo se aproximaba. Mi cerebro se entusiasmó; los mártires con que se honra la iglesia deben tener momentos como éste.

Me levanté, ensangrentado y con el miembro erecto, y me abalancé sobre mi mujer.

Ni ella ni su amante pudieron impedírmelo. Caí en los brazos de mi esposa y sólo tocar con mi miembro los pelos adorados de su coño, descargué lanzando horribles alaridos.

Pero inmediatamente el alpino me arrancó de mi puesto; mi mujer, encarnada por la rabia, dijo que era preciso castigarme.

Tomó unos alfileres y me los hundió en la carne, uno a uno, con voluptuosidad. Yo lanzaba unos gritos de dolor terribles. Cualquiera hubiera tenido piedad de mí. Pero mi indigna mujer se acostó en la roja cama y, con las piernas abiertas, estiró a su amante por su enorme verga de asno, luego, separando los pelos y los labios del coño, se hundió el miembro hasta los testículos, mientras que su amante le mordía los senos y yo rodaba por el suelo como un loco, clavándome aún más esas dolorosas agujas.

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Un vuelco en el corazón

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jueves, 26 de marzo de 2009

La guerra de los campesinos. Münzer y Lutero.

“Hagamos que los poderosos y los nobles se cuelguen y estrangulen con los intestinos de los clérigos,de los poderosos y de los nobles, que son quienes pisotean a los pobres, los atormentan y hacen de ellos seres desgraciados".
Thomas Münzer en julio de 1524 declara la hora en que los tiranos van a ser eliminados físicamente para instaurar el reino milenario de Cristo, un reinado de la justicia.
«¡Queridos hermanos, combatid el combate del Señor! El poderoso quiere hacer su juego: la última hora de los malvados sonó. ¡Adelante, que el hierro está candente!.
Que la espada, empapada de sangre, no tenga tiempo de enfriarse. Derrumbemos los castillos y sus moradores. ¡Dios está con vosotros; vamos, vamos!».
Münzer había unido íntimamente las nuevas tendencias políticas con las ideas de la reforma religiosa, retomaba la doctrina de los primeros cristianos: fraternidad universal, comunión de
bienes. Quería sustituir con el reino de Cristo al carcomido imperio. El culto sensible sería abolido
en el nuevo reino, toda ley exterior, todo poder seglar; los hombres son todos iguales, comunes
sus bienes, no tendrá cabida el dinero en el nuevo reino. Los propietarios y señores que se
opusiesen al reparto de los bienes serían decapitados: «¡tiranos -decía Münzer- que quieren extirpar la fe cristiana, deben ser eliminados!» Deleitados con sus discursos entusiastas, los campesinos se apretujaban, a millares, alrededor del nuevo profeta, que les anunciaba la creación del reino de Dios en la tierra, con la abolición de los privilegios y de los derechos señoriales. Decía: «Todos somos hermanos, ¿de dónde, pues, la riqueza y la pobreza?
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Entregadnos ricos del siglo, avaros usurpadores, entregadnos estos bienes que retenéis injustamente.»
Cuando entraban en una aldea decía a los campesinos: «queridos hermanos, ¿hasta cuándo estaréis dormidos?», incitando a asesinar a los príncipes y señores. Incendiaban iglesias y el
campesinado le seguía. «Los campesinos de Eichsfeld se han divertido no poco con sus señores. ¡Imitadlos!. Mientras quede un noble con vida viviréis con temor».
Estalla la rebelión armada, y Münzer, cura católico franciscano, se convierte en profeta y guerrero, líder campesino que demostraba a los campesinos que el cambio de sociedad era posible a través de la violencia atacando las bases de la sociedad para sustituirlas por otras basadas en el comunismo religioso. El movimiento de Münzer deponía a los párrocos, destruía los conventos, asaltaba las fortalezas y castillos de los nobles.
Lutero escribe un duro panfleto: «Contra las bandas ladronas y asesinas de los campesinos».
Acusa a los campesinos de realizar una «obra diabólica» y a Thomas Münzer de «archidiablo»,
«que no hace otra cosa sino robos, asesinatos y derramamiento de sangre». Los revoltosos han cometido «tres horribles pecados contra Dios»: juraron fidelidad a la autoridad y ser súbditos obedientes y se levantaron contra sus señores; provocan la rebelión, roban y saquean; y, finalmente, encubren todos estos horrendos y crueles pecados con el Evangelio.
Lutero en 1525 escribiendo a los nobles, en un lenguaje furioso, contra estos grupos decía:
«Que sean aplastados, asfixiados y apuñalados tanto en público como en privado por cualquiera que pueda hacerlo, así como se mata a golpes a un perro rabioso. La magistratura que vacila, peca; ya que no satisface a los campesinos pertenecer al diablo. Sino que arrastran a muchos piadosos a su perversión y condena. Por lo tanto, apreciables señores, matad cuantos campesinos
podáis: disparen, apuñalen, aplasten, y estrangulen a todos los que puedan. Feliz si mueres en el empeño, mueres en obediencia a la Palabra divina; no se puede obtener muerte más bendita.»
Lutero afirma que si un príncipe o señor «no castiga con la muerte o con el derramamiento de sangre es culpable de todas las muertes y de todos los males que cometan esos canallas». «Un príncipe puede ganar el cielo derramando sangre mejor que otros rezando». La rebelión es intolerable, y «un buen cristiano tendría que sufrir cien muertes antes que comprometerse en el asunto de los campesinos».
Los príncipes se unieron al emperador, católicos y reformistas, para sofocar la revolución. El 15 de Mayo de 1525, los hombres de Münzer, mal armados, no pudieron con el ejército
de los príncipes. Los señores aplastaron 5000 campesinos y todos los prisioneros fueron decapitados. A Münzer no lo mataron enseguida. Al principio, seguía diciendo que su intención era liberar a toda Alemania del yugo de los príncipes. Pero, tras el procedimiento habitual en estos casos de la Iglesia Católica, Münzer reconoció sus errores tras ser torturado, que los campesinos se dejasen de revueltas, de ser propagador de blasfemias y herejías contra los dogmas de la iglesia católica que, ahora, reconocía como infalibles.
En la plaza de Mülhausen y tras el escarnio público fue decapitado para gloria de Dios.

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Mil

Dame mil besos, y después cien,

Y después otros mil y otros segundos cien,

Y, sin parar, hasta llegar a mil más, y después cien.

Finalmente, cuando nos hayamos dado tantos miles,

Los dejaremos en el olvido, para no recordarlos,

Y para que nadie sienta envidia

Al saber que entre nosotros hubo tantos besos. (Catulo)

Unos quinientos días después de ponerse en marcha el Caosmos XiV llega a la entrada mil, pronto habrá una entrada mil uno y una entrada mil dos y la entrada mil cuatro será de cine quizá, no sabemos cuándo llegará la entrada 2000 ni qué significa exactamente "pronto" pues el caosmos es un organismo vivo que tiene su propio ritmo, que está aquí siempre aunque a menudo parezca estar en letargo, que se nutre de los regalos de su tripulación una, trina y plural, y de su pasaje, que toma forma de verbena o de nave fantasma



Hasta la entrada π, la 1001, la 2000, o la última entrada que la nave Caosmos pueda proporcionar antes de que se le agote el carburante, sólo podré decir una cosa:








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miércoles, 25 de marzo de 2009

Weather Report

Con Jaco Pastorius. Black Market y Scarlett Woman

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martes, 24 de marzo de 2009

Lady Lazarus

Sylvia Plath lee este poema que escribió cuando tenía treinta años. Se suicidó dos meses y medio después de cumplirlos. Hace justo una semana se suicidó su hijo.



Traducción de Cecilia Bustamante, poeta.

Lady Lazarus

Lo logré otra vez,
Me las arreglo —
Una vez cada diez años.

Especie de fantasmal milagro, mi piel
Brillante como una pantalla nazi,
Mi diestro pie

Es un pisapapeles,
Mi rostro un fino lienzo
Judío y sin rasgos.

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Descascara la envoltura
Oh, mi enemigo,
¿Aterro acaso? —

¿La nariz, las cuencas vacías, los dientes?
El apestoso aliento
Se desvanecerá en un día.

Pronto, muy pronto, la carne
Que la tumba devoró
Se sentirá bien en mí

Y yo una mujer que sonríe.
Tengo sólo treinta años.
Y como gato he de morir nueve veces.

Esta es la Número Tres.
Qué desperdicio
Eso de aniquilarse cada década.

Qué millón de filamentos.
La multitud mascando maní se agolpa
Para verlos.

Cómo me desenvuelven la mano, el pie —
El gran desnudamiento.
Damas y caballeros.

Estas son mis manos
Mis rodillas.
Soy tal vez huesos y pellejo.

Sin embargo, soy la misma, idéntica mujer.
La primera vez que sucedió tenía diez.
Fue un accidente.

La segunda vez pretendí
Superarme y no regresar jamás.
Oscilé callada.

Como una concha marina.
Tenían que llamar y llamar
Recoger mis gusanos como perlas pegajosas/

Morir
Es un arte, como cualquier otra cosa.
Yo lo hago excepcionalmente bien.

Lo hago para sentirme hasta las heces.
Lo ejecuto para sentirlo real.
Podemos decir que poseo el don.

Es bastante fácil hacerlo en una celda.
Muy fácil hacerlo y no perder las formas.
Es el mismo

Retorno teatral a pleno día
Al mismo lugar, mismo rostro, grito brutal
Y divertido:

“Milagro!”
Que me liquida.
Luego una carga a fondo

Para ojear mis cicatrices, y otra
Para escucharme el corazón –
De verdad sigue latiendo.

Y hay otra y otra arremetida grande
Por una palabra, por tocar
O por un poquito de sangre

O por unos cabellos o por mi ropa.
Bien, bien, está bien Herr Doktor.
Bien. Herr Enemigo.

Yo soy vuestra obra maestra,
Su pieza de valor,
La bebé de oro puro

Que se disuelve con un chillido.
Me doy vuelta y ardo.
No creas que no valoro tu gran cuidado.

Ceniza, ceniza —
Ustedes atizan, remueven.
Carne, hueso, nada queda -

Una barra de jabón,
Una alianza de bodas.
Un empaste de oro.

Herr Dios, Herr Lucifer
Cuidado.
Cuidado.

Desde las cenizas me levanto
Con mi cabello rojo
Y devoro hombres como el aire.

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lunes, 23 de marzo de 2009

Silencio

De la Guía espiritual que desembaraza al alma y la conduce por el interior camino para alcanzar la perfecta contemplación y el rico tesoro de la interior paz , del creador del quietismo Miguel de Molinos, que fue condenado por la Inquisición a cadena perpetua por inmoralidad y heterodoxia.

Tres formas hay de silencio:
El primero es de palabras, el segundo de deseos y el tercero de pensamientos. El primero es perfecto, más perfecto es el segundo y perfectísimo el tercero. En el primero, de palabras, se alcanza la virtud; en el segundo, de deseos, se consigue la quietud; en el tercero, de pensamientos, el interior recogimiento. No hablando, no deseando ni pensando, se llega al verdadero y perfecto silencio místico,
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en el cual habla Dios con el alma, se comunica y le enseña en su más íntimo fondo la más perfecta soledad y alta sabiduría.
A esta interior soledad y silencio místico la llama y conduce cuando le dice que le quiere hablar a solas, en lo más secreto e íntimo del corazón. En este silencio místico has de entrar si quieres oír la suave, interior y divina voz. No basta con huir del mundo para alcanzar ese tesoro ni tampoco renunciar a sus deseos ni desapegarse de todo lo criado, si no te despegas de todo deseo y pensamiento. Reposa en este místico silencio y abrirás la puerta para que Dios se comunique, te una consigo y te transforme.
La perfección del alma no consiste en hablar ni en pensar mucho en Dios, sino en amarle mucho. Alcánzase este amor por medio de la resignación perfecta y el silencio interior.
Desengáñate, que no está el amor perfecto en los actos amorosos ni en las tiernas jaculatorias, ni en los actos internos con que tú le dices a Dios que le amas más que a ti misma. Podrá ser que entonces te busques más a ti y a tu amor que el verdadero y de Dios; porque obras son amores, que no buenas razones.

Para que una criatura racional entienda tus deseos, tus intenciones y lo que tienes escondido en el corazón, es necesario que se lo manifiestes con palabras. Pero Dios, que penetra en los corazones, no tiene necesidad de que tú se lo afirmes y se lo asegures, ni se paga como dice el Evangelio del amor de palabra y lengua, sino del verdadero y de obra. ¿Qué importa decirle con gran fervor que le amas tierna y perfectamente sobre todas las cosas, si en tu palabras amargas y leves injurias no te resignas ni por su amor te mortificas?

Procura con silencio resignarte en todo que, de ese modo, sin decir que le amas, alcanzarás el amor perfecto, el más quieto, eficaz y verdadero.

«La perfección del alma no está en hablar ni pensar en Dios, sino en amarle»

Allá en lo interior, con el silencio mudo se ejercitan las más perfectas virtudes de la fe, la esperanza y la caridad, sin necesidad de irle a diciendo Dios que le amas, que esperas y le crees, porque este Señor sabe mejor que tú lo que internamente haces.

Hay dos disciplinas espirituales completamente opuestas. Unos insisten en que siempre se han de meditar y considerar los misterios de la pasión de Cristo. Otros, dando en un extremo opuesto, enseñan que la meditación de los misterios de la vida, pasión y muerte del Salvador no es oración, ni su recuerdo, que sólo se ha de llamar oración la alta elevación en Dios, cuya divinidad contempla el alma en quietud y silencio.

Para pasar de un estado malo al bueno no hay necesidad de consejo; pero para pasar del bueno al mejor es necesario tiempo, oración y consejo; porque no todo aquello que es mejor en sí es mejor para todos ni todo lo que es bueno para uno es bueno para todos.

La divina sabiduría es un conocimiento intelectual e infuso de las divinas perfecciones y de las cosas eternas, que más debería llamarse contemplación que especulación. La ciencia es adquirida y engendra el conocimiento de la naturaleza. La sabiduría es infusa y engendra el conocimiento de la divina bondad. Aquélla quiere conocer lo que se alcanza sin trabajo y sudor; ésta desea ignorar que conoce y, por eso mismo, lo alcanza todo.

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domingo, 22 de marzo de 2009

Robando Arte Callejero XVIII


| Graffiti robado en un pequeño callejón del Realejo del que no recuerdo el nombre -si es que lo tiene-, Granada |

Paseaban, entre casas blancas y dulces silencios compartidos, cuando una flor se cruzó en su camino. Entonces, descubrieron que en el contrato de la vida siempre olvidamos leer la letra pequeña.

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Smocza Jama, la guarida del dragón

Una aventura de Koziolek Matolek, Koziolek idiota.

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sábado, 21 de marzo de 2009

Las once mil vergas (XLVI)

Fuimos a la batalla de flores. Un joven con acento nizardo o monegasco miró a Florence. Ella volvió la cabeza sonriendo. Yo sufría más de lo que se sufre en cualquiera de los círculos del infierno de Dante.
Durante la batalla de flores, lo volvimos a ver. Estaba solo en un coche adornado con profusión de flores exóticas. Nosotros estábamos en un Victoria que le volvía loco a uno, pues Florence había querido que estuviera enteramente adornado con nardos.
Cuando el coche del joven cruzaba junto al nuestro, arrojaba flores a Florence, que lo miraba amorosamente mientras le arrojaba manojos de nardos.
Una vez, excitada, arrojó muy fuerte un ramillete cuyos tallos y flores, blandos y viscosos, dejaron una mancha sobre el traje de franela del guapo. Inmediatamente Florence se disculpó y, apeándose sin ceremonias, subió al coche del joven.
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Era un joven nizardo enriquecido en el comercio de aceite de oliva que le había dejado su padre.
Próspero, éste era el nombre del joven, recibió a mi mujer sin ceremonias y, al final de la batalla, su coche tuvo el primer premio y el mío el segundo. La banda tocaba. Vi como mi mujer ondeaba la banderola ganada por mi rival, al que besaba en la boca.
Por la noche, ella exigió cenar conmigo y con Próspero, al que condujo a nuestra villa. La noche era exquisita y yo sufría.
Mi mujer nos hizo entrar a los dos en el dormitorio, yo triste hasta la muerte y Próspero muy asombrado y un poco molesto por su buena fortuna.
Ella me señaló un sillón diciendo:
–Va a asistir a una clase de voluptuosidad, trate de aprovechar.
Luego pidió a Próspero que la desnudara: él lo hizo con una cierta gracia.
Florence era encantadora. Su carne firme, y más llena de lo que parecía, palpitaba bajo la mano del nizardo. El se desnudó también y su miembro estaba erecto. Me di cuenta con alegría que no era más grande que el mío. Era incluso más pequeño y delgado. Era en suma una auténtica verga de virgo. Los dos eran encantadores; ella, bien peinada, con los ojos chispeantes de deseo, rosada en su camisón de encajes.
Próspero le chupó los pechos, que destacaban como arrulladoras palomas y, pasando la mano bajo el camisón, la masturbó un poquito mientras ella se entretenía mamando el miembro que dejaba escapar de vez en cuando y que entonces iba a restallar contra el vientre del joven. Yo lloraba en mi sillón. De golpe, Próspero tomó a mi mujer en brazos y le levantó el camisón por detrás; su bonito culo regordete apareció lleno de hoyuelos.
Próspero le dio una azotaina mientras ella reía; sobre este trasero las rosas se mezclaron con los lises. Al poco ella se puso seria y dijo:
–Tómame.
El la llevó a la cama y oí el grito de dolor que lanzó mi mujer, cuando el himen desgarrado dejó paso libre al miembro de su vencedor.
Ya no me hacían el menor caso. Yo sollozaba, gozando de mi dolor a pesar de todo; sin poder aguantarme, saqué rápidamente mi miembro y me masturbé en su honor.
Ellos fornicaron una decena de veces. Luego mi mujer, como si se diera cuenta de mi presencia, me dijo:
–Ven a ver, mi querido marido, el buen trabajo que ha hecho Próspero.
Me acerqué a la cama, el miembro al aire, y viendo que mi verga era más grande que la de Próspero, le despreció. Me masturbó diciendo:
–Próspero, su verga no vale nada, pues la de mi marido, que es un idiota, es más grande que la suya. Usted me ha engañado. Mi marido me vengará. André –ese era yo– azota a este hombre hasta que sangre.
Me arrojé sobre él y, empuñando un látigo para perros que estaba encima de la mesita de noche, lo fustigué con toda la fuerza que me daban mis celos. Lo azoté mucho rato. Yo era el más fuerte y al final mi mujer tuvo piedad de él. Le hizo vestirse y lo despachó con un adiós definitivo.

Cuando se hubo marchado, creí que se habían acabado mis desgracias. ¡Ay! me dijo:

–André, déme su verga.

Me masturbó, pero no permitió que la tocara. Enseguida, llamó a su perro, un bello danés, que masturbó un instante. Cuando su miembro puntiagudo estuvo erecto, hizo montar al perro encima suyo, ordenándome que ayudara a la bestia cuya lengua colgaba y que jadeaba de voluptuosidad. Sufría tanto que me desmayé al eyacular. Cuando volví en mí, Florence me llamaba a gritos. El pene del perro, una vez dentro, ya no quería salir. Los dos, mi mujer y el animal, hacía media hora que se forzaban infructuosamente, sin conseguir desengancharse. Una nudosidad retenía el miembro de! danés dentro de la estrecha vagina de mi mujer. Utilicé agua fría y rápidamente les devolví la libertad. Desde ese día mi mujer perdió las ganas de hacer el amor con perros. Para recompensar mis servicios, me masturbó y luego me envió a acostarme a mi habitación.

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viernes, 20 de marzo de 2009

Mokolo mosusu

Los Choc Stars Defao y Debaba cantan juntos esta canción que compuso Sejo Ka.
A gozar.


Lélo na sac à main na yo na kéyi ko kuta, oyo soni
Photo bo kanguisaki, a mémi yo na kiti
Mokanda a komélaki yo é bandi na « Ida mon amour »

Mokolo mosusu ngaï na ko kanisa yo
Mokolo mosusu kanda é ko sila,
mpé na ko zonga to samba,kasi lélo té
(Bis)

O lobaka na ngaï wana séméki na ngaï
O présentaki yé, kombo na yé Kajare
Na yambaka ngo mbanda na ndako na ngaï na boboto
Na sombélaka yé kutu masanga a méla
Na futélaka yé mpé ba taxi a kendé
Na ko yéba té ke na ko kabela mbanda mbongo
Ngaï na ko yéba té ke na ko mipakola botutu
Na sambwé ko sambwa, banda asakani na molimo na ngaï
Ref:
Ngaî na yo na banda (todos)
Na mesa to ko lia
Ngaî na yo na banda (todos)
Epaï ya Ya Kabalo na lemba
Ngaî na yo na banda (todos)
Na concert na méli-mélo
Ngaî na yo na banda (todos)
Bisika nioso ya bisano
Ami na ngaï, yo ozali solo ndoki
(Bis tout)

Lélo na sac à main na yo na kéyi ko kuta, oyo soni
Photo bo kanguisaki, a mémi yo na kiti
Mokanda a komélaki yo é bandi na « Ida mon amour »
Ngaï oyo na kanisaki ngaï moko na bengaka yo mon amour
Nzoka to za ba balé. Elakisi nini petite. Elakisi nini mwana oyo

Estribillo : (todos)
Ho, mabala ya kini, mabala ya ba associé
Biloko oko lia na ndako mosusu é wuta épaï ya mbanda
Bana oyo oko batéla, basusu ya yo té
Ba séméki oko lenguéla, nzoka ba complices
Ngaï na boyi libala ya boyé
Tika ngaï na kendé

Ko bondéla ngaï té, na ko limbisa yo té
Longola mayi na miso, ba larme de crocodile
Ko léla na yo té, ezali comédie
Tango o lingaki Kajare oyébaki ké o lembi ngaï
Tika ko kosa
Tika ko kosa, Tchipanga
Tika ko kosa, Mary-yvone
...

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jueves, 19 de marzo de 2009

El gran secreto de Eliphas Lévi

De su libro póstumo El Gran Arcano

La verdadera fuerza invencible es la fuerza sin violencia. Los hombres violentos son hombres débiles e imprudentes, cuyos esfuerzos se vuelven siempre contra ellos mismos.
El afecto violento se asemeja al odio y casi a la aversión.
La cólera hace que la persona se entregue ciegamente a sus enemigos. Los héroes que describe el poeta griego Homero, cuando combaten, tienen el cuidado de insultarse para entrar en furor recíprocamente, sabiendo de antemano, con todas las probabilidades, que el más furioso de los dos será vencido.
El fogoso Aquiles estaba predestinado a perecer desgraciadamente. Era el más altivo y el más valeroso de los griegos y sólo causaba desastres a sus conciudadanos.
El que hace tomar Troya es el prudente y paciente Ulises, que sabe siempre contenerse y sólo hiere con golpe seguro. Aquiles es la pasión y Ulises la virtud, y es desde este punto de vista que debemos tratar de comprender el alto alcance filosófico y moral de los poemas de Homero.

Sin duda que el autor de estos poemas era un iniciado de primer orden, pues el Gran Arcano de la Alta Magia práctica está entero en la Odisea.
El Gran Arcano Mágico, el Arcano único e incomunicable tiene por objeto poner, por así decirlo, el poder divino al servicio de la voluntad del hombre.

Para llegar a la realización de este Arcano es preciso SABER lo que se debe hacer, QUERER lo exacto, OSAR en lo que se debe y CALLAR con discernimiento.
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El Ulises de Homero tiene, en contra de sí, a los dioses, los elementos, los cíclopes, las sirenas, Circe, etc., es decir, a todas las dificultades y todos los peligros de la vida.
Su palacio es invadido, su mujer es asediada, sus bienes son saqueados, su muerte es resuelta, pierde sus compañeros, sus navíos son hundidos; en fin, queda solo en su lucha contra la noche y el mal. Y así, solo, aplaca a los dioses, escapa del mal, ciega al cíclope, engaña a las sirenas, domina a Circe, recupera su palacio, libera a su mujer, mata a los que querían matarlo, y todo, porque quería volver a ver a Itaca y a Penélope, porque sabía escapar siempre del peligro, porque se atrevía con decisión y porque callaba siempre que fuera conveniente no hablar.

Pero, dirán contrariados los amantes de los cuentos azules, esto no es magia. ¿No existen talismanes, yerbas y raíces que hacen operar prodigios? ¿No hay fórmulas misteriosas que abren las puertas cerradas y hacen aparecer los espíritus? Háblanos de esto y deja para otra ocasión tus comentarios sobre la Odisea.

Si habéis leído mis obras precedentes, sabéis entonces que reconozco la eficacia relativa de las fórmulas, de las yerbas y de los talismanes. Pero éstos apenas son pequeños medios que se enlazan a los pequeños misterios. Os hablo ahora de las grandes fuerzas morales y no de los instrumentos materiales. Las fórmulas pertenecen a los ritos de la iniciación; los talismanes son auxiliares magnéticos; las yerbas corresponden a la medicina oculta, y el propio Homero no las desdeñaba. El Moly, el Lothos y el Nepenthes tienen su lugar en estos poemas, pero son ornamentos muy accesorios. La copa de Circe nada puede sobre Ulises, que conoce sus efectos funestos y sabe eludir el beberla. El iniciado en la alta ciencia de los magos nada tiene que temer de los hechiceros.
Las personas que recorren la magia ceremonial y van a consultar adivinos se asemejan a los que, multiplicando las prácticas de devoción, quieren o esperan suplir con ello la religión verdadera. Dichas personas nunca estarán satisfechas de vuestros sabios consejos. Todas esconden un secreto que es bien fácil de adivinar, y que podría expresarse así: «Tengo una pasión que la razón condena y que antepongo a la razón; es por eso que vengo a consultar al oráculo del desvarío, a fin de que me haga esperar, que me ayude a engañar mi conciencia y me de la paz del corazón».

Van así a beber en una fuente engañosa que después de satisfacerles la sed la aumenta cada vez más. El charlatán suministra oráculos oscuros y la gente encuentra en ellos lo que quiere encontrar y vuelve a buscar más esclarecimientos. Regresa al día siguiente, vuelve siempre, y de ese modo son los charlatanes los que hacen fortuna.

Los Gnósticos basilidianos decían que Sophia, la sabiduría natural del hombre, habiéndose enamorado de sí misma, como el Narciso de la mitología clásica, desvió la mirada de su principio y se lanzó fuera del circulo trazado por la luz divina llamada pleroma. Abandonada entonces a las tinieblas, hizo sacrilegios para dar a luz. Pero una hemorragia semejante a la que alude el Evangelio, le hizo perder su sangre, que se iba transformando en monstruos horribles. La más peligrosa de todas las locuras es la de la sabiduría corrompida.
Los corazones corrompidos envenenan toda la naturaleza. Para ellos el esplendor de los bellos días es apenas un ofuscante tedio y todos los goces de la vida, muertos para estas almas muertas, se levantan delante de ellas para maldecirlas, como los espectros de Ricardo III: «desespera y muere». Los grandes entusiasmos les hacen sonreír y lanzar al amor y a la belleza, como para vengarse, el desprecio insolente de Stenio y de Rollon. No debemos dejar caer los brazos acusando a la fatalidad; debemos luchar contra ella y vencerla. Aquellos que sucumben en ese combate son los que no supieron o no quisieron triunfar. No saber es una disculpa, pero no una justificación, puesto que se puede aprender. «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen», dijo el Cristo al expirar. Si fuese permitido no saber la oración del Salvador habría sido inexacta y el Padre nada hubiera tenido que perdonarles.
Cuando la gente no sabe, debe querer aprender. Mientras no se sabe es temerario osar, pero siempre es bueno saber callar.

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miércoles, 18 de marzo de 2009

Rimbaud y la Comuna de París

A modo de conmemoración de la Comuna de París, valga este fragmento de El herrero:

¡Todos los Desgraciados, todos aquellos cuya espalda arde
bajo un sol feroz, y que avanzan, avanzan,
que en ese trabajo sienten estallar su frente;
-¡quitaos el sombrero, burgueses, éstos son los Hombres!-
¡Somos Obreros, Sire, Obreros
para los grandes tiempos nuevos en que se querrá saber
en que el Hombre forjará de la mañana a la noche,
cazador de los grandes efectos, cazador de las grandes causas,
en que, lentamente vencedor domará las cosas
y lo montará Todo como a un caballo!
¡Espléndidos fulgores de las fraguas! ¡No existe
ya el mal! Lo que ignoramos, tal vez sea terrible:
¡Lo sabremos! Empuñando el martillo, pasemos por la criba
todo lo que sabemos: luego, Hermanos, ¡adelante!.
A veces tengo ese gran sueño conmovedor
de vivir sencillamente, ardientemente, sin decir nada malo ,
trabajando bajo la augusta sonrisa
de una mujer que amo con un noble amor;
¡y así trabajaría con orgullo todo el día,
escuchando el deber como un clarín que suena!
¡Y seríamos muy felices! Y nadie, nadie digo,
os haría doblegaros; no, sobre todo, ¡nadie!.
Tendríamos el fusil encima de la chimenea...

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martes, 17 de marzo de 2009

Feliz St. Patrick's Day







A mí se me ha pasado, pero mañana iré a la mascletà, con mi camiseta de Sudáfrica en honor a Patricio. No sé si la cerveza será irlandesa, pero también habrá
























Siempre bebemos más cerveza de la que podemos tragar...

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lunes, 16 de marzo de 2009

El ratón y la montaña

Éste es uno de los cuentos que Gramsci escribió en la cárcel (el fiscal dijo:"hay que impedir que este cerebro funcione" y fue condenado a 20 años, 4 meses y cinco días de prisión, de los que cumplió sólo 11 porque murió con apenas 46 años) a sus hijos, a los que transmite desde su presidio pasión por la vida y la alegría de vivir.
Érase una vez un niño que dormía. En la mesilla, junto a su cama, tenía un vaso
de leche. Pero un travieso ratón se bebió la leche y el niño, cuando despertó, comenzó a llorar. Tenía hambre. Fue la madre en busca de una cabra. Pero la cabra le negó la leche hasta que no consiguiera hierba con la que saciar su apetito. Entonces la madre ordenó al ratón que la buscara en el campo. Pero, no la encontró. El campo estaba seco. El ratón decidió entonces buscar una fuente. Cuando la halló, de esta no manaba agua a causa de la guerra. El ratón pensó que quizás un albañil podría reparar la fuente. Lo encontró en una pequeña aldea, pero este le pidió piedras. Sin ellas no podría recuperar la fuente. El ratón decidió entonces subir a una montaña. Cuando alcanzó la cima, se topó con un páramo terrible. La montaña había sido talada. La ambición de los especuladores había hecho de ella un lugar desapacible y frío. El ratón desesperado le prometió a la montaña que si le daba piedras, convencería al niño para que cuando creciera sembrara árboles.
La montaña confió en la palabra del ratón y el niño bebió leche en abundancia. Cuando
el niño creció, cumplió con su promesa y plantó árboles. La vida entonces regresó a la montaña.
(Antonio Gramsci, El árbol del erizo)

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domingo, 15 de marzo de 2009

Viva el pueblo salvadoreño

El Salvador está en mi corazón y estos días espero con inquietud, con esperanza y con mucha ilusión lo que pase en las elecciones de hoy y en el futuro del pueblo salvadoreño. Pensaba recordar la historia, las luchas, comentar sobre la situación actual, pero prefiero traer aquí, como homenaje y como saludo lleno de afecto, esta canción, himno del pueblo salvadoreño.

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Les jeux des anges

Los juegos de los ángeles, de Walerian Borowczyk



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sábado, 14 de marzo de 2009

Las once mil vergas (XLV)

Me alistaron en el ejército y gracias a mis influencias pude permanecer en el norte. Frecuentaba a la familia de un pastor protestante establecido en Arkangel; era un inglés y tenía una hija tan maravillosa que mis descripciones no la mostrarían ni la mitad de lo bella que era en realidad. Un día estábamos bailando en una fiesta familiar y, después del vals, Florence colocó, como por azar, su mano entre mis muslos preguntándome:
–¿La tiene dura?
Se dio cuenta de que yo estaba en un estado de erección terrible; pero sonrió diciéndome:
–Yo también estoy completamente mojada, pero no es en su honor. He gozado por Dyre.
Y se fue zalameramente hacia Dyre Kissird, que era un viajante noruego. Bromearon un instante, luego, como la orquesta había atacado una danza, partieron abrazados mirándose amorosamente. Yo sufría el martirio. Los celos me mordían el corazón. Y si Florénce era deseable, la deseé aún más cuando supe que ella no me amaba. Descargué viéndola bailar con mi rival.
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Me los imaginaba uno en brazos del otro y tuve que girarme para que nadie viera mis lágrimas.

Entonces, empujado por el demonio de la concupiscencia y de los celos, me juré que debía hacerla mi esposa. Es extraña, esta Florénce, habla cuatro lenguas: francés, alemán, ruso e inglés, pero en realidad, no conoce ninguna y la jerga que emplea tiene un sabor de salvajismo. Yo mismo hablo muy bien el francés y conozco a fondo la literatura francesa, especialmente a los poetas de finales del siglo XIX. Hacía versos que llamaba simbolistas para Florénce, que reflejaban simplemente mi tristeza.
La anémona ha florecido en el nombre de Arkangel

Cuando los ángeles lloran por tener angeleces.

Y el nombre de Florénce ha suspirado concluir

Los juramentos vertiginosos en los peldaños de la escalera.

Voces blancas cantando en el nombre de Arkangel

Han modulado a menudo nanas a Florénce

Cuyas flores, de retorno, cubren con profunda ansiedad

Los techos y las paredes que rezuman con el deshielo.

¡Oh Florénce! ¡Oh Arkangel!

La una: bahía de laureles, pero la otra: hierba angélica

Las mujeres, por turno, se apoyan en los pretiles.

Y llenan los pozos negros con flores y reliquias

¡Dos reliquias de arcángel y de flores de Arkangel!
La vida de cuartel en el norte de Rusia está llena de diversiones en época de paz. La caza y las obligaciones mundanas se reparten la vida del militar. La caza tenía muy pocos atractivos para mí y mis ocupaciones mundanas quedan resumidas en estas pocas palabras: conseguir a Florénce a quien amo y que no me ama. Fue una dura labor. Sufrí mil veces la muerte, pues Florénce me detestaba cada vez más, se burlaba de mí y flirteaba con cazadores de osos polares, con comerciantes escandinavos e, incluso, un día que una miserable compañía francesa de opereta llegó a nuestras lejanas brumas para hacer varias actuaciones, sorprendí a Florence, durante una aurora boreal, patinando cogida de la mano del tenor, un chivo repugnante, nacido en Carcassonne.

Pero yo era rico, señor, y mis solicitudes no dejaban indiferente al padre de Florence, con la que me casé por fin.

Partimos hacia Francia y, en el camino, ella no permitió que la besara siquiera. Llegamos a Niza en febrero, durante el carnaval.

Alquilamos una villa y, un día en que había guerra de flores, Florence me comunicó que había decidido perder su virginidad aquella misma noche. Creí que mi amor iba a ser recompensado. ¡Ay! empezaba mi calvario voluptuoso.

Florence añadió que no era yo el escogido para cumplir esa función.

“Es usted demasiado ridículo –dijo– y no sabría hacerlo. Quiero un francés, los franceses son galantes y expertos en el amor. Yo misma escogeré a mi ensanchador durante la fiesta.”

Habituado a la obediencia, incliné la cabeza.

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viernes, 13 de marzo de 2009

Maldito Rubik


Después de tanto tiempo sigue ganando una y otra vez.

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Blanca Varela

Ha muerto Blanca Varela.
Aquí está hace catorce años recitando su poema Canto villano, del libro del mismo título



CANTO VILLANO

y de pronto la vida
en mi plato de pobre
un magro trozo de celeste cerdo
aquí en mi plato

observarme
observarte
o matar una mosca sin malicia
aniquilar la luz
o hacerla

hacerla
como quien abre los ojos y elige
un cielo rebosante
en el plato vacío

rubens cebollas lágrimas
más rubens más cebollas
más lágrimas

tantas historias
negros indigeribles milagros
y la estrella de oriente

emparedada
y el hueso del amor
tan roído y tan duro
brillando en otro plato

este hambre propio
existe
es la gana del alma
que es el cuerpo

es la rosa de grasa
que envejece
en su cielo de carne

mea culpa ojo turbio
mea culpa negro bocado
mea culpa divina náusea

no hay otro aquí
en este plato vacío
sino yo
devorando mis ojos
y los tuyos

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jueves, 12 de marzo de 2009

En los días cuerdos

Aroah

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miércoles, 11 de marzo de 2009

Los sucesos del 32 en El Salvador

Contados por el Coronel Gregorio Bustamante Maceo en su Historia Militar de El Salvador, publicada por el ministerio del Interior en El Salvador en 1951.

Así fue que en diciembre de 1931 se efectuaron grandes levantamientos populares en los Departamentos Occidentales de la República, organizados por los líderes principales Farabundo Martí y los estudiantes mario Zapata y Alfonso Luna, quienes tenían su cuartel general en los suburbios de San salvador, donde fueron capturados y fusilados inmediatamente sin forma de juicio alguno. Y habiéndoles cogido varias listas de adeptos en que figuraban nombres de muchos obreros residentes en la capital, todos fueron perseguidos y fusilados a medida que iban siendo atrapados. Inclusive obreros inocentes, que fueron denunciados por inquinas personales. Pues bastaba el chisme de una vieja o cualquiera para llevar a la muerte a muchos hombres honrados y cargados de familia. Todas las noches salían camiones cargados de víctimas de la Dirección General de Policía hacia las riberas del río Acelhuaate, donde eran fusilados y enterrados en grandes zanjas abiertas de antemano.
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Ni los nombres de esos mártires tomaban los bárbaros ejecutores. El General Martínez movilizó fuerzas para enviarlas a combatir los levantamientos, dando órdenes sumamente drásticas, sin restricción alguna, a los jefes que mandaron esas tropas. Las ametralladoras comenzaron a sembrar el pánico y la muerte en las regiones de Juayúa, Izalco, Nahuizalco, Colón, Santa Tecla, el Volcán de Santa ana y todos los pueblos ribereños, desde Jiquilisco hasta Acajutla. Hubo pueblos que quedaron arrasados completamente y los obreros de la capital fueron diezmados bárbaramente. Un grupo de hombres ingenuos que se presentó voluntariamente a las autoridades ofreciendo sus servicios[para colaborar en la lucha contra el comunismo], fue llevado al interior del cuartel de la Guardia nacional, donde, puestos en fila, fueron ametrallados sin que quedara uno vivo. El pánico cundió. Varios comerciantes extranjeros pidieron auxilio a sus respectivas naciones y el gobierno británico envió barcos de guerra al puerto de Acajutla, desde donde pidieron permiso al Presidente Martínez para desembarcar tropas en auxilio de sus conciudadanos. Pero él no concedió tal permiso, alegando que su autoridad era suficiente para dominar la situación. Y en prueba de ello les transcribió un parte telegráfico, fechad en la ciudad de Santa Ana, transmitido por el general don José Tomás Calderón, que decía: "Hasta el momento llevo más de cuatro mil comunistas liquidados".
La matanza era horrorosa: no se escaparon niños, ancianos ni mujeres; en Juayúa, se ordenó que se presentaran al cabildo Municipal todos los hombres honrados que no fueran comunistas, para darles un salvoconducto, y cuando la plaza pública estaba repleta de hombres, niños y mujeres, pusieran tapadas en las calles de salida y ametrallaron a aquella multitud inocente, no dejando vivos ni a los pobres perros que siguen fielmente a sus amos indígenas. El jefe que dirigió aquella terrible masacre, pocos días después, refería con lujo de detalles aquel hecho macabro en los parques y paseos de San Salvador, jactándose de ser el héroe de tal acción.

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martes, 10 de marzo de 2009

Martín Chambi

Hay que hacer click sobre la foto para verla completa

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lunes, 9 de marzo de 2009

Los anillos de Júpiter

¿Sabías que no sólo Saturno tiene anillos, sino que también tienen Urano y Júpiter?

Júpiter tiene una serie de anillos a su alrededor. A diferencia de los anillos de Saturno , que se ven claramente desde la Tierra, aún a través de pequeños telescopios, los anillos de Júpiter son muy difíciles de ver. Tan difícil que, de hecho, no fueron descubiertos sino hasta hace pocos años. En 1979, los anillos de Júpiter fueron descubiertos por la nave espacial Voyager 1 .

El sistema de anillos de Júpiter está compuesto de tres secciones principales. El anillo más interno, similar a una nube, se llama anillo Halo. El siguiente es el Anillo Principal, que es muy estrecho y delgado. Más allá del Anillo Principal se encuentra el anillo Gossamer, casi transparente. El anillo Gossamer consta de dos partes: el anillo Amaltea Gossamer (más cercano a Júpiter), y el anillo Tebe Gossamer.

Los anillos de Saturno están, básicamente, compuestos de hielo. Los anillos de Júpiter son diferentes - son muy oscuros y difíciles de ver. Están hechos de pequeños pedazos de polvo. La nave espacial Galileo nos ayudó a descubrir de dónde proviene este polvo. Los meteoros van en órbita alrededor de Júpiter, y forman los anillos.

El anillo Principal se extiende desde aproximadamente 122 500 km hasta 128 940 km, desde el centro de Júpiter (el radio de Júpiter es de 71 398 km, de manera que el anillo Principal está aproximadamente a 50 000 km sobre los topes de las nubes de Júpiter). Por lo que tiene 6 400 km (aproximadamente, 4 000 millas) de ancho. ¡Es menos de 30 km de espesor de arriba a abajo!.
El anillo Halo se encuentra más cerca de Júpiter. Se extiende desde 92 000 km, hasta aproximadamente 122 500 km del centro Júpiter.
El anillo Gossamer tiene dos secciones. El anillo Amaltea, que se extiende hacia adentro desde la órbita de la luna Amaltea, y a una distancia de 181 000 km de Júpiter. Se encuentra dentro de el anillos Tebe Grossamer, el cual se extiende hacia el interior de la órbita de la luna Tebe, a una distancia de 222 000 km de Júpiter.

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One man's dream

Yanni Chrysomallis

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domingo, 8 de marzo de 2009

Vivir en La Gloria

Un cuento de Yula Riquelme de Molinas

Oscurecía... Las luces del andén titilaban risueñas. Bajé del ferrocarril con el bolso al hombro y mi maleta de cuero colgando de una mano. Feliz y emocionada por mi arribo a la capital, abandoné la estación y subí al primer taxi que se me cruzó. En uno de mis bolsillos traía los datos del hospedaje que me habían recomendado las de Romero Domínguez, mis vecinas copetudas del pueblo. Se la leí al chofer y éste me condujo hasta la casa amarilla. Allí, el letrero insignificante, alardeaba, sin embargo, de un nombre prometedor: Pensión «La Gloria». Entré sin llamar como me lo autorizaba el cartelito clavado en la puerta de calle. Una señora gorda me recibió llena de reverencias. Solamente al otro día comprendí el motivo de sus exagerados ademanes. Con risa de oreja a oreja, me entregó la llave grande y negra que arrancó de su cintura.
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Todas pendían de una argolla herrumbrosa y el bronce de sus plaquetas tintineaba con cada uno de sus movimientos. Después me pasó el cuaderno de registros y firmé en él. No hizo ninguna pregunta ni se preocupó de requerirme los documentos. Bastante sorprendida, empecé a caminar por el largo corredor vagamente iluminado. Buscaba descubrir la que sería mi pieza. A la vera del pasillo se alineaban los cuartos uno tras otro y frente a frente. De acuerdo con el número que figuraba en el llavero, la última habitación resultó ser la mía. Tenía en el centro de la pared frontal una elevada puerta con banderola de vidrios opacos, rasgados de puro viejos. La ventana vertical con postigos de cuarterones completaba la fachada. Entré. Era enorme, de altísimas paredes. Del cielo raso, recamado con molduras de flor de lis y penachos de yeso, colgaba una lamparilla encendida y algunas telarañas. En realidad, no muchas. Sólo las necesarias para darle mal aspecto. Se notaba al primer vistazo que la casa era muy antigua, de sólida y rica construcción. Observé que poco cuidado sus dueños le dispensaban en la actualidad y pensé que, probablemente, escasa compostura recibió en varios años, por no aventurarme a decir que ninguna. Algo decepcionada, bajé mi equipaje en el suelo y me senté sobre la cama señorial. Los doseles que la guardaban eran más bien harapos. Con leve saltito probé los muelles del colchón. ¡Demasiado blando para mi gusto!, rezongué y, desconfiada, me puse a levantar cobijas, sábanas y demás componentes hasta toparme con un elástico desvencijado. Ya me acostumbraré, admití con la mejor de las intenciones. Tenía yo el propósito de habituarme lo más rápido posible. No me quedaba otra salida. Según los sabios consejos de aquellas vecinas mías, en Asunción no abundaban sitios recomendables como éste. Abrí la maleta y me dispuse a colgar en el armario mis vestidos. Mientras lidiaba con las perchas destartaladas me pareció escuchar un sollozo infantil. Presté atención: era monocorde, fastidioso, pero me sentía tan entretenida con mi tarea, que lo dejé pasar. Además, no tenía ganas de complicarme con los berrinches de posibles criaturas malcriadas en cuartos aledaños, de modo que tomé una toalla y mi cepillo de dientes y salí en busca de aseo. Me uní a varias personas que se encontraban haciendo la cola para el toilette. El corredor desembocaba en un gran salón de baño que era el único accesible a todos los pensionistas. En las horas pico, la espera habrá de ser inacabable, supuse. Así entonces, el lugar resultaría ideal para hacer nuevas amistades y entablar conversaciones interesantes. Por ejemplo, en ésa, mi primera noche, pude intercambiar saludos con los huéspedes de la fila y enseguida, por medio de mi antecesora, me enteré de cosas que venían al caso. La chica, estudiante según me contó, dijo que en esa fonda la atención era buena, el trato eficiente, los compañeros muy agradables. En fin, ella no tenía quejas. Pero en voz baja y reservada, me secreteó que en otra época aquella casa fue distinta... Antes, entre estas mismas paredes, funcionó un fastuoso prostíbulo de los años treinta. El lujo decadente que hoy se respira en «La Gloria», es todo lo que resta de ese tiempo. Aquí habitaron mujeres de vida alegre y corazón amargo, concluyó la chica, al punto que le llegó su turno. Al poco rato me tocó a mí. Me pegué una ducha rapidísima. A más no me atreví, con la sarta de inquilinos que aguardaban todavía. Regresé a la pieza holgadamente fresca. Tras el alivio reparador, me tendí a descansar de los ajetreos del viaje. En mi cabeza, empezaron a dar vueltas escenas impúdicas... Trataba de calcular la inmensa cantidad de parejas que gozaron en este aposento que ahora, por las carambolas del destino, era mío. Me fue difícil conciliar el sueño bajo los efectos de aquellos pensamientos. La cama se me antojaba pecaminosa. Claro, por eso era tan blanda. Sus resortes, con semejante trabajo, se aflojaron casi hasta tocar el piso. El piso de baldosas carcomidas, desnudas de una pequeña alfombra al pie del lecho. Eso no me importa, mañana mismo se la pido a la gorda y ya está, exclamé con optimismo y avance en mi recorrido de inspección visual: la bacinilla de porcelana recostada en la pata de la cama, el velador con tulipa de vidrio acaramelado y luz mortecina, el perchero de cuatro ganchos clavado en la pared mohosa, el tocador con tapa de mármol y espejo biselado de tres hojas con grietas en cada cual, la butaca de terciopelo marchito, el aguamanil escondido en el rincón oscuro, un cuadro casi borroso de ninfas y sátiros junto al armario... ¡Ay!, ese armatoste con credenciales de ropero de estilo, indudablemente, pudo atrapar en su luna inmensa todas las escenas de lujuria y placer que le pasaron por delante. ¿Y esa puerta? Hay una puerta en el muro. Detrás del ropero. Su dintel se eleva sobre el mueble. Su cornisa labrada se asoma provocativa y me roba la intimidad. No entiendo por qué me entra el miedo cuando miro la rara conjunción que hacen la puerta y el ropero. ¿Qué funciones llegó a desempeñar en aquellos días la puerta? Acaso estuvo clausurada desde siempre. ¿Siempre taponada por el armario? Claro, reconocí, cada pupila debía tener una habitación independiente... De golpe, noté que el silencio era total en «La Gloria». Apagué la luz. Afuera, ni el susurro del viento. Por lo visto, la antesala para el baño se disolvió y en consecuencia, se acabaron los murmullos. Todos se fueron a dormir, menos yo, suspiré desolada dando giros en la cama desagradablemente mullida. Para colmo, se filtraban rayos de luz por todas las rendijas y la claraboya. Comprendí que en el pasillo algún farol permanecía encendido. A esto también me voy a habituar. Por lo pronto, tengo que dormir, pensé, y en alguna parte los sollozos que habían acogido mi llegada, reactivaron su molesto repertorio. A tal punto que el llorón parecía estar dentro de mi cuarto. Era un bebé malcriado que pedía la teta. Evidentemente, se lamentaba en la habitación contigua, la que existía del otro lado de la puerta. Pero era una queja extraña, acompasada, monótona... Un escalofrío recorrió mi espina dorsal cuando me acordé que mi nueva amiga de la pensión me había asegurado que no aceptaban niños en «La Gloria». Que estaban prohibidos los chicos y los perros. Recordé que también me señaló a un señor calvo, de edad madura, como a mi vecino de al lado. Me contó que era viajante de comercio. Que ocupaba su pieza por temporadas cortas. De modo que el lloriqueo no podía venir de la habitación de un hombre solo. A no ser que el comerciante se dedicara al contrabando de niños, al tráfico de órganos, al sacrificio de... ¡Estoy hablando estupideces por culpa de que los sollozos no me dejan dormir! ¡Qué contrariedad! ¿Tendré que acostumbrarme a su cantinela? ¡Por supuesto!, acepté resignada y me convencí de que una vez satisfecha mi curiosidad, aquello dejaría de incomodarme. Mañana hablaré con la señora gorda y a otra cosa, prometí en voz alta, buscando infundirme confianza. Sin embargo, aunque los gemidos se interrumpieron en algún momento de la noche larga, llegó el amanecer sin que yo consiguiese pegar los ojos. Aunque no fue por eso por lo que me levanté muy temprano. Yo no podía llegar tarde a mi primera clase. Una buena maestra es quien pone los ejemplos. Cerré con dos vueltas de llave mi puerta y fui hasta la recepción. La idea fija me martillaba los sesos. Tenía que averiguar... Saludé a la portera gorda y ésta se deshizo en mohines y gestos varios, pero no contestó a ninguna de mis preguntas. Desconcertada, insistí con el tema del niño llorón. La zarandeé con impaciencia. Tampoco obtuve respuesta, sólo un ademán, ahora sí, muy elocuente: ella era sordomuda. Avergonzada por mi falta de consideración hacia la pobre mujer, me dirigí al comedor luego de algunas excusas torpes. A esa hora no había comensales, pero me recibió un apetitoso olor a pan recién horneado y a café. Estaba yo sin probar bocado desde el mediodía anterior, así que mi estómago se puso a brincar de alegría ante la inminencia de un rico desayuno. Me senté a la única mesa tendida, ancha, larga y con mantel de cuadros azules y blancos. Una vieja sirvienta con delantal almidonado y cara de pocos amigos se me acercó. Me presentó la bandeja con el servicio sin abrir la boca. Otra muda, dije y me angustié, mientras engullía mecánicamente las exquisiteces y veía morir la esperanza de que la sirvienta me lo descubriese al llorón. Acabé el café con leche y, desilusionada, salí a la calle. Mis ansias de averiguaciones sufrirían un forzado retraso. Dios quiera que a la noche, durante la cena, aparezca alguien que despeje mi curiosidad, rogué camino a la escuela. Distraída con el asunto, recorrí la distancia en cinco minutos. El colegio estaba más cerca de lo previsto. Di mis clases sin inconvenientes. Me pasé el día de un aula en otra hasta que se cumplieron mis horarios. Relativamente tarde volví a «La Gloria». Tampoco esta vez tuve la suerte de hallar compañía en la mesa. Cené solitaria y meditabunda. Acto seguido me alisté para el baño. La cola interminable me puso de mal humor y entonces comprendí que estaba muy cansada. No hablé con nadie a pesar del cordial saludo que recibí de los inquilinos. Apenas me acosté, dormí profundamente. Más allá de la medianoche, el llanto misterioso llegó a través del ropero. Se paseó por la habitación y se fue. Pero sirvió para despertarme. Y para despabilarme. Las horas siguientes las pasé en vela. Ya en pleno amanecer, con el coro de fondo de todos los gallos del vecindario, el llanto se acrecentó. Me rechinó en los oídos. Decidí conocer la verdad por mis propios medios. Me acerqué al ropero. Lo empujé hasta dejar al descubierto la puerta de comunicación. La madera polvorienta me hizo estornudar y retrocedí. Dudaba... De nuevo me aproximé. Con mano trémula accioné el picaporte. La puerta cedió con un chirriar de visagras oxidadas. Ingresé a la pieza. El lecho igual al mío se mostraba tendido y vacío. Allí no había un alma. El viajante partió. La claridad se metía por la banderola y pude inspeccionar a gusto las cuatro esquinas del cuarto y su contenido. Nada vi que justificara los lamentos y sin embargo, el niño lloraba... Despavorida retorné a mi pieza. Cerré la puerta y me tiré sobre la cama. Temblorosa, me hundí entre los muelles y las sábanas. Me cubrí hasta los pelos. El niño seguía llorando... La campanilla del despertador me trajo a la realidad y como por arte de magia, cesó el llanto. Me puse el uniforme en un santiamén y abandoné el cuarto. En el comedor, la sirvienta vieja parecía estar a la pesca de mi arribo porque apenas esperó a que me sentara a la mesa y de un tirón, se despachó la historia escalofriante: ella habitaba en esa casa desde los años treinta. Fue la cortesana más bonita y solicitada del prostíbulo hasta que un día, su hijo de pocos meses, falleció asfixiado en el ropero de la habitación que ahora ocupaba yo. Ella lo escondía entre sus vestidos para acostarse con los clientes. Nunca pudo alejarse del escenario del crimen y se quedó para siempre a vivir en «La Gloria».

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Closed zone

Zona cerrada es un corto de poco más de minuto y medio realizado por el israelí Yoni Goodman, director de animación de Vals con Bashir , para Gishá (Acceso), organización israelí que defiende la libertad de movimiento en Cisjordania y Gaza.

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sábado, 7 de marzo de 2009

Las once mil vergas (XLIV)

Prisionero bajo palabra, Mony quedó libre para ir y venir dentro del campamento japonés. Buscó en vano a Cornaboeux. En sus idas y venidas observó que era vigilado por el oficial que le había hecho prisionero. Quiso hacerse amigo suyo y lo consiguió. Era un sintoísta bastante sibarita que le contaba cosas admirables sobre la mujer que había dejado en el Japón.
–Es risueña y encantadora –decía– y la adoro como adoro a Trinidad Ameno-Mino-Kanussi-No-Kami. Es fecunda como Issagui e Isanami, creadores de la tierra y generadores de los hombres, y bella como Amaterassu, hija de los dioses y del mismo sol. Esperándome, piensa en mí y hace vibrar las trece cuerdas de su kô-tô de madera de Polonia imperial o toca el siô de diecisiete tubos.
–Y vos –preguntó Mony–, ¿nunca habéis tenido ganas de fornicar desde que estáis en el frente?
–Yo –dijo el oficial– cuando el deseo me apremia, ¡me masturbo contemplando grabados obscenos! Y extendió ante Mony unos libritos llenos de grabados en madera de una obscenidad sorprendente. Uno de esos libros mostraba a las mujeres haciendo el amor con toda clase de animales: gatos, pájaros, tigres, perros, peces, e incluso pulpos repugnantes que enlazaban con sus tentáculos llenos de ventosas los cuerpos de histéricas japonesitas.
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Todos nuestros oficiales y todos nuestros soldados –dijo el oficial– tienen libros de este tipo. Pueden prescindir de las mujeres y masturbarse contemplando estos dibujos priápicos. Mony iba a visitar a menudo a los heridos rusos. Allí encontraba a la enfermera polaca que le había dado clases de crueldad en la tienda de Fedor.
Entre los heridos se encontraba un capitán originario de Arkangel. Su herida no era' de extrema gravedad y Mony charlaba a menudo con él, sentado en la cabecera de su cama.
Un día, el herido, que se llamaba Katache, tendió a Mony una carta rogándole que la leyera. La carta decía que la mujer de Katache le engañaba con un tratante en pieles.
–La adoro –dijo el capitán–, amo a esta mujer más que a mí mismo y sufro terriblemente al saberla de otro, pero soy feliz, horriblemente feliz.
–¿Cómo conciliáis estos dos sentimientos? –preguntó Mony–, son contradictorios.
–Se confunden en mí –dijo Katache– no concibo en absoluto la voluptuosidad sin el dolor.
–¿Sois masoquista, pues? –preguntó Mony, vivamente interesado.
–Si lo llamáis así... –asintió el oficial–, el masoquismo, por otra parte, está plenamente de acuerdo con los principios de la religión cristiana. Mirad, ya que os interesáis por mí, voy a contaros mi vida.
–De acuerdo –dijo Mony con diligencia–, pero bebed antes esta limonada para refrescaros la garganta.

El capitán Katache empezó así:
–Nací en 1874 en Arkangel y, desde mi más tierna edad, experimentaba una alegría amarga cada vez que me castigaban. Todas las desgracias que se abatieron sobre nuestra familia desarrollaron esta facultad de gozar con los infortunios y la agudizaron.
Esto seguramente procedía de un exceso de cariño. Asesinaron a mi padre y recuerdo que contando quince años en aquel momento, a causa de esa muerte experimenté mi primer éxtasis. La conmoción y el espanto me hicieron eyacular. Mi madre se volvió loca y, cuando iba a visitarla al asilo, me masturbaba mientras la oía contar extravagancias inmundas, pues creía haberse convertido en water, señor, y describía los imaginarios culos que defecaban en ella. El día que se figuró que estaba completamente llena, fue preciso encerrarla. Se volvió peligrosa y pedía a voces que vinieran los poceros para vaciarla. Yo la escuchaba con pesar. Ella me reconocía.
Hijo mío –decía– ya no quieres a tu madre, te vas a otros lavabos. Siéntate encima mío y caga a gusto. ¿Dónde se puede cagar mejor que en el seno de su madre? Además, hijo mío, no lo olvides, la hoya está llena. Ayer un comerciante de cerveza que vino a cagar en mí tenía cólico. Estoy desbordada, ya no puedo más. Es absolutamente imprescindible hacer venir a los poceros.

Creedlo, señor, estaba profundamente asqueado y también apenado, pues adoraba a mi madre, pero al mismo tiempo sentía un placer indecible al oír estas palabras inmundas. Sí, señor, gozaba y me masturbaba.

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viernes, 6 de marzo de 2009

¿Qué es para ti la madurez?

Malas noticias: esta encuesta más que madura está pocha de tanto esperar y hay que comentarla ya o nos pudrirá a todos. Así que de hoy no pasa que le metamos mano. Aunque yo no sé si soy lo suficientemente maduro como para contestarla y más leyendo en los diarios, al azar, frases del tipo “Falta madurez y sacrificio” (Pau Gasol), “Un psicólogo acreditará la madurez de los menores para la cirugía estética” (“El País”), “Lo que me ayuda ahora es la experiencia, la madurez como persona” (la tenista María José Martínez) o “Las zonas petroleras son sensibles a los precios no sólo en función de sus costos de extracción, sino de su madurez” (“La insignia”). A ver si me ayudan las respuestas porque yo no sé de qué hablan.

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Claro, es que, lo confieso, yo fui uno de los que votó la opción que tuvo más éxito: No lo sé ni me interesa (49%). ¿Por qué tendría que saberlo? ¿Me va a hacer más interesante? ¿Mejor persona? No sé, a mí me suena tan extraño como eso que dicen las madres (la mía también) de “ya es hora de que sientes la cabeza”. ¿De qué estará hablando? No sé, a mí esa postura siempre me ha parecido muy incómoda, para hacer yoga prefiero otras, porque es la explicación más razonable de esa frase. Yo sencillamente vivo, intento hacer lo que pienso y si me dicen que tengo que madurar es que aún me queda mucho por vivir.

O puede que me haga el tonto y sí que sepa muy bien qué es madurar, como los de la segunda opción: ¿Madurar? Estoy en ello (22%). Sí, bueno, madurar es algo así como… eso… ya sabéis, tener trabajo, casa, familia… como hicieron nuestros padres, que son quienes más quieren que maduremos, porque nos hacemos mayores, luego no tendremos nada, etc., etc. Pero dicen que estamos en crisis, es una mala época para madurar. A ver quién se atreve a madurar sin pudrirse. Bueno, de todos modos seguiremos intentándolo, ganas no nos faltan. Pero con calma, todo a su tiempo, estamos trabajando para el futuro.

O podemos ser sensatos y decir que ya lo somos, que, total, la madurez es: Responsabilidad, básicamente (19%). Y somos lo suficientemente maduros como para haber pensado con calma la respuesta y saber que no somos unos criajos, que nos preocupamos de nuestros actos, algo desconocido para muchos, entre los cuales se cuentan muchos gobernadores. Pues si alguien tiene el poder para decidir las leyes, las normas, quién merece ser premiado, quién denigrado y mucho más y no lo hace bien puede que le falte madurez o que sea un irresponsable; y quien tiene el dinero de muchos y se lo apropia ya no es un irresponsable, es un corrupto. Pero ése es otro asunto y parece que hablemos de politiqueos, así que sigamos, que ya vamos intuyendo qué puede ser la madurez.

Poh claro, ¿La madurez? Zi la fruta ze pué comé (8%). Zi no pa qué la quiereh, joío, déjala que crecca y ze haga zana y rica, cojoyo. Zi no te pué da cagalera. Tu la veh enl álbol, la manzana o la pera, ahí bien crezía, y le dize ven pacá, shiquilla. Y la muelde con to lo dienteh, chaa chaa chaa, le clavah una quijá que pa qué te voya contá y zi cruje tonse ta dura y é pa dejal.la má, pero zi zuerta juguiyo ettá rica y te yeba pa caza tol cetto yeno, que la jambre é mu mala y zi hoy te zobra mañana te pué fartá. Y ayá te lía con la fruta, en caza, y le dah pam pam hatta yená el bushe. Claaaro, zi yo zé quéh é la maduré dedde quera shiquitico y me hiba poh loh campoh a trajiná y traemme un roá de tó: de nuezeh, d’aveyanah, de caracoleh, d’azeitunah… zi habré trotao yo poh tol mundo.

En fin, que la madurez también puede ser: Lo que conseguí en la mili (3%). Bueno, ésta no ha sido la más votada por razones obvias: la mili ya no es obligatoria y entonces pocos de los que han participado en la encuesta habrán pasado por esa experiencia. Recuerdo que era típico decir que la mili te hacía hombre. Claro, como también ahora en el ejército también pueden ingresar las mujeres es complicado pensar de esta manera. Pero aún existe y recuerdo haberlo oído en más de una ocasión. ¿Me estaré haciendo maduro? ¿O sencillamente viejo? No lo sé, la cuestión es que espero que de alguna manera ahora tengamos más claro qué es la madurez.

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jueves, 5 de marzo de 2009

El origen del mundo

Courbet



EL ORIGEN DEL MUNDO

A Felipe Benítez Reyes

No se trata tan sólo de una herida
que supura deseo y que sosiega
a aquellos que la lamen reverentes,
o a los estremecidos que la tocan
sin estremecimiento religioso,
como una prospección de su costumbre,
como una cotidiana tarea conyugal:
o a los que se derrumban, consumidos,
en su concavidad incandescente,
después de haber saciado el hambre de la bestia,
que exige su ración de carne cruda.

No consiste tan sólo en ese triángulo
de pincelada negra entre los muslos,
contra un fondo de tibia blancura que se ofrece.
No es tan fácil tratar de reducirlo
al único argumento que se esconde
detrás de los trabajos amorosos
y de las efusiones de la literatura.

El cuerpo no supone un artefacto
de simple ingeniería corporal;
también es la tarea del espíritu
que se despliega sabio sobre el tiempo.
El arca que contiene, memoriosa,
la alquimia milenaria de la especie.

Así que los esclavos del deseo,
aunque no lo sospechen, cuando lamen
la herida más antigua, cuando palpan
la rosa cicatriz de brillo acuático,
o cuando se disuelven dentro de la hendidura,
vuelven a pronunciar un sortilegio,
un conjuro ancestral.
Nos dirigimos
sonámbulos con rumbo hacia la noche,
viajamos otra vez a la semilla,
para observar radiantes cómo crece
la flor de carne abierta.

La pretérita flor.

Húmeda flor atávica.
El origen del mundo.

Carlos Marzal

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Rodrigo Calderón, cabeza de turco

De vez en cuando el poder sacrifica a uno de los suyos



Fragmento de Noticias de Madrid, del platero Antonio de León Soto el Joven y su hijastro Juan de Manjarrés.

Jueves, 21 de octubre de 1621 años, día de Santa
Úrsula y las once mil vírgenes, degollaron en esta corte a don Rodrigo
Calderón, que esté en el cielo, marqués de Sieteiglesias, uno de los
mayores privados que tuvo el Duque de Lerma. Fue secretario del señor
rey Felipe Tercero y capitán de la guarda tudesca. Fue uno de los que
justamente se puede decir gobernaba la república y monarquía por ser
tan grande su poder. Murió degollado en un cadalso que hicieron para
este efecto en medio de la Plaza. El cual no le adornaron de lutos
ningunos, no embargante que por la mañana tuvieron puesto tan solamente
en la silla en que había de sentarse que era de madera tosca de lo
mismo que era el cadalso. El cual le sacaron de sus mismas casas donde
vivía, que había sido su prisión de más de dos años y medio. El cual
trajeron a la plaza referida sin que anduviese las calles acostumbradas
por no mandarlo la sentencia y, como digo, vino por la puerta de Santo
Domingo y los Ángeles y bajo por las casas del Conde de Altamira y por
la calle de la Puentecilla que va a salir a la plaza de los Herradores,
y entrando por la calle Mayor no subió por la calle que llaman de la
Amargura, sino bajó todo aquel pedazo de la calle Mayor y subió por
la
calle que llaman de los Boteros o Sardaneta a la Plaza, a donde había
infinito número de gente que será increíble contar, con el ánimo y
gallardía, si se puede decir para caso funesto. Y venía en una mula
mulata de silla y freno y él con un capuz muy largo y una caperuza de
luto como manga muy grande y un santo crucifijo en sus manos. Las
cuales traía sueltas y venía muy devotamente sólo clavados los ojos en
el Cristo que edificaba a todos los que le veían, y junto a él venían
cuatro frailes carmelitas descalzos que el uno era su confesor y
delante los cristos y campanilla con que acompañan a todos los demás
ajusticiados y los pregoneros delante y muchos alguaciles. Y un momento
antes que llegasen al cadalso vino el padre fray Gregorio de Pedrosa,
de la orden de San Jerónimo y predicador de Su Majestad, acompañado
de
otros dos frailes de la misma orden y en sus mulas, haciéndoles lugar
para que llegasen dos alguaciles de corte. Los cuales se apearon y
subió sólo. El padre fray Gregorio de Pedrosa en el cadalso a esperar
llegase el dicho don Rodrigo Calderón. Advierto que los que traían las
campanillas no pedían y al entrar en la plaza se oyó el pregón
siguiente:
"Esta es la justicia que mandó hacer el Rey nuestro señor a este hombre
por haber hecho matar a otro alevosa y asesinadamente, y por la que
la culpa que tuvo en la muerte de otro hombre, y por las demás porque está
condenado contenidas en la sentencia le mandan degollar. Quien tal
hace, que tal pague".
Y luego llegó al cadalso el dicho don Rodrigo Calderón, en la forma
referida, y se apeó con uno de los más notables ánimos que hasta el día
de hoy se ha visto, cosa más animosa dicen sintió mucho en subiendo al
cadalso el no verle con lutos y que sus confesores les consolaron.
Sentóse a un lado de la silla juntamente el padre fray Gregorio de
Pedrosa y su confesor, el carmelita descalzo que comunicando algo
acerca de su salvación. Y luego se levantó el padre Pedrosa y se quedó
sentado su confesor, y don Rodrigo se levantó y se hincó entre ambas
rodillas y se persignó animosa y gallardamente. Y para decir la
confesión se echo en suelo y juntó la boca con suelo en el tiempo que
tardó el decirla y luego se reconcilió, y estuvo muy gran rato, y le
absolvieron por la bula y por un jubileo que tenía, que Su Santidad le
había enviado. Y al tiempo de la absolución se tornó a echar en el
suelo muy igualado, que admiró a todos los que lo estaban mirando las
acciones de tan gran cristiano como hizo de animoso y valeroso
caballero. Y hecho esto, se levantó el cuello y dicen que la noche antes
había quitado el del jubón porque pudiese el ejecutor hacer su oficio.
Al cual le abrazó dos veces, una al apearse de la mula y la otra al
tiempo que se quitaba el cuello y la última le besó y le dijo: "vuestra
señoría me perdone que yo hago mi oficio" y le respondió: "haced de muy enhorabuena, instrumento de mi salvación".

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miércoles, 4 de marzo de 2009

Días sin luz

Jaume Balagueró

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Una miaja de Illuminati

En Peones en el juego William Guy Carr dice que en una de las cartas, fechada el 15 de agosto de 1871, Albert Pike le hace saber a Mazzini el plan de los Illuminati para el futuro del mundo:
Fomentaremos tres guerras que implicarán al mundo entero. La primera de ellas permitiría derrocar el poder de los zares en Rusia y transformar ese país en la fortaleza del comunismo ateo necesaria como una oposición controlada y antítesis de la sociedad occidental. Las divergencias causadas por los "agenteur" (agentes) de los Illuminati entre los imperios británico y alemán serán utilizados para provocar esta guerra, a la vez que la lucha entre el pangermanismo y el paneslavismo. Un mundo agotado tras la guerra, no interferirá en el proceso de construcción de la "nueva Rusia" y el establecimiento del comunismo, que será utilizado para destruir los demás gobiernos y debilitar a las religiones.
La segunda guerra mundial se desataría aprovechando las diferencias entre la facción ultraconservadora y los sionistas políticos. Se apoyará a los regímenes europeos para que terminen en dictaduras que se opongan a las democracias y provoquen una nueva convulsión mundial cuyo fruto más importante será el establecimiento de un Estado soberano de Israel en Palestina que venía siendo reclamado desde tiempos inmemoriales por las comunidades judías. Esta nueva guerra debe permitir consolidar una Internacional Comunista bastante fuerte para equipararse a la facción cristiana/occidental.

La tercera y definitiva guerra se desataría a partir de los enfrentamientos entre sionistas políticos y los dirigentes musulmanes. Este conflicto deberá orientarse de forma tal que el Islam y el sionismo político se destruyan mutuamente y además obligará a otras naciones, una vez más divididas sobre este asunto, a entrar en la lucha hasta el punto de agotarse física, mental, moral y económicamente... Liberaremos a los nihilistas y a los ateos, y provocaremos un formidable cataclismo social que en todo su horror mostrará claramente a las naciones el efecto del absoluto ateísmo, origen del comportamiento salvaje y de la más sangrienta confusión. Entonces en todas partes, los ciudadanos, obligados a defenderse contra la minoría mundial de revolucionarios, exterminará a esos destructores de la civilización, y la multitud, desilusionada con el Cristianismo, cuyos espíritus deístas estarán a partir de ese momento sin rumbo y ansiosos por un ideal pero sin saber dónde hacer su adoración, recibirán la verdadera LUZ a través de la manifestación universal de la doctrina pura de "Lucifer", sacada a la vista pública finalmente. Esta manifestación resultará del movimiento reaccionario general que seguirá a la destrucción del Cristianismo y ateísmo, ambos conquistados y exterminados al mismo tiempo.

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lunes, 2 de marzo de 2009

The Clash - London Calling

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Herrar es humano



Y sino, que se lo pregunten a la Ministra de Educación.

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domingo, 1 de marzo de 2009

Nwa Ada Di Nma

Oriental Brothers

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Las once mil vergas (XLIII)

–¡Desgraciada!–exclamó Mony–, mujer cruel a quien Dios ha encomendado la misión de rematar a los heridos, ¿quién eres tú? ¿quién eres tú?
–Soy –dijo– la hija de Juan Morneski, el príncipe revolucionario que el infame Gurko envió a morir a Tobolsk.
Para vengarme y para vengar a Polonia, mi patria, remato a los soldados rusos. Quisiera matar a Kuropatkin y deseo el fin de los Romanoff.
Mi hermano, que es también mi amante, y que me desvirgó en Varsovia durante un pogrom, por miedo de que mi virginidad no fuera presa de un cosaco, comparte los mismos sentimientos que yo. Ha extraviado el regimiento que manda y ha ido a ahogarlo al lago Baikal. Me había comunicado sus intenciones antes de su marcha.
Es así como nosotros, polacos, nos vengamos de la tiranía moscovita.
Estos afanes patrióticos han afectado mis sentidos, y mis pasiones más nobles se han doblegado ante las de la crueldad. Soy cruel, mira, como Tamerlán, Atila e Iván el Terrible. Antes era tan piadosa como una santa. Hoy, Mesalina y Catalina a mi lado no serían más que tiernas ovejitas.
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Mony no dejó de estremecerse al oír la declaración de esta puta exquisita. Quiso lamerle el culo en honor de Polonia a cualquier precio, y le contó cómo había participado indirectamente en la conspiración que costó la vida en Belgrado a Alejandro Obrenovitch.
Ella le escuchó con admiración.
–Ojalá pueda ver un día –exclamó– al Zar defenestrado.

Mony, que era un oficial leal, protestó contra esta defenestración y manifestó su acatamiento a la legítima autocracia: “Os admiro –dijo a la polaca– pero si fuera el Zar, destruiría en bloque a todos los polacos. Esos borrachínes ineptos no paran de fabricar bombas y hacen inhabitable el planeta. Incluso en París, esos sádicos personajes, que aparecen tanto en la Audiencia como en la Salpétriére, turban la existencia de los pacíficos ciudadanos.
–Es cierto –dijo la polaca– que mis compatriotas son gente de pocas bromas, pero que les devuelvan su patria, que les dejen hablar su idioma, y Polonia volverá a ser el país del honor caballeresco, del lujo y de las mujeres bonitas.

–¡Tienes razón! –exclamó Mony y, echando a la enfermera encima de una camilla, la trabajó perezosamente y mientras copulaban, charlaban de temas galantes y remotos. Parecía un decamerón que estaba rodeado de apestados.

–Mujer encantadora –decía Mony– cambiemos nuestra fe con nuestras almas.

–Sí –decía ella– nos casaremos después de la guerra y llenaremos el mundo con el eco de nuestras crueldades.

–De acuerdo –dijo Mony– pero que sean crueldades legales.

–Quizás tengas razón –dijo la enfermera-no hay nada tan dulce como cumplir lo permitido.

En esto, entraron en trance, se estrecharon, se mordieron y gozaron profundamente.

En este momento, oyeron un gran griterío, el ejército ruso, derrotado, huía desordenadamente ante las tropas japonesas.

Se oían los gritos horribles de los heridos, el fragor de la artillería, el rodar siniestro de los furgones y las detonaciones de los fusiles.

La tienda fue bruscamente abierta y un grupo de japoneses la invadió. Mony y la enfermera apenas tuvieron tiempo de componer sus vestidos.

Un oficial japonés se adelantó hacia el príncipe Vibescu.

–¡Sois mi prisionero! –le dijo, pero, de un pistoletazo, Mony le dejó tieso, muerto; luego, ante los estupefactos japoneses, rompió su espada en las rodillas.

Entonces se adelantó otro oficial japonés, los soldados rodearon a Mony que aceptó su cautiverio y, cuando salió de la tienda en compañía del diminuto oficial nipón, vio a lo lejos, en la llanura, a los fugitivos rezagados que intentaban penosamente unirse al ejército ruso en retirada.

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Caosmeando

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