sábado, 31 de octubre de 2009

Bluff

Un corto de Tacho González. Sí, el batería de 091.

Seguir Leyendo...

viernes, 30 de octubre de 2009

La historia del ojo (9)

IV-UNA MANCHA DE SOL

Las demás mujeres y los demás hombres no tenían ya ningún interés para nosotros; no pensábamos más que en Marcela a la que puerilmente imaginábamos en horca voluntaria, en entierro clandestino o en apariciones fúnebres. Por fin, una noche, después de habernos informado bien, salimos en bicicleta hacia la casa de salud donde habían encerrado a nuestra amiga. En menos de una hora recorrimos los veinte kilómetros que nos separaban de una especie de castillo, rodeado por un parque amurallado y aislado por un acantilado que dominaba el mar. Sabíamos que Marcela ocupaba el cuarto número ocho; pero hubiese sido necesario entrar al interior de la casa para encontrarla.

Quizá podríamos entrar a su cuarto por la ventana después de haber limado los barrotes, pero no acertábamos a identificar su cuarto entre tantos otros; de pronto nos llamó la atención una extraña figura.

Habíamos brincado el muro y estábamos en el parque, cuyos árboles eran agitados por un fuerte viento, cuando vimos abrirse una ventana del primer piso: una sombra llevaba una sábana y la ataba fuertemente a uno de los barrotes. La sábana restalló de inmediato con el viento y la ventana se cerró antes de que pudiéramos reconocer a la figura.

Es difícil imaginar el desgarrador estrépito de esa inmensa sábana blanca golpeada por la borrasca. El estruendo era superior al ruido del mar y al del viento entre los árboles. Por primera vez veía a Simone angustiada por algo diferente a su propio impudor: se apretaba contra mí con el corazón palpitante y miraba con los ojos fijos al fantasma que asolaba la noche como si la locura misma acabara de izar su bandera sobre ese lúgubre castillo.
Seguir Leyendo...


Nos quedamos inmóviles: Simone acurrucada entre mis brazos y yo a medias asustado cuando de repente pareció que el viento rasgaba las nubes y la luna aclaró bruscamente, con precisión reveladora, aquella cosa tan extraña y desgarradora para nosotros: un sollozo violento estranguló la garganta de Simone: la sábana que el viento extendía con tanto estrépito estaba sucia en el centro y tenía una enorme mancha mojada que se iluminaba, transparente, con la luz de la luna...

A los pocos instantes, otras nubes negras lo obscurecieron todo, y yo me quedé de pie, sofocado, con los cabellos al viento y llorando como un desgraciado; Simone había caído sobre la hierba y por primera vez se dejaba sacudir por largos sollozos.

Sin duda, era entonces nuestra pobre amiga, Marcela, la que había abierto esa ventana sin luz, era ella la que acababa de fijar a los barrotes de su prisión la señal alucinante de su desamparo. Era también evidente que había debido masturbarse en su lecho con tan gran trastorno de los sentidos que se había mojado enteramente, por lo que después la habíamos visto colgar la sábana en la ventana para que se secara.

Ya no sabía qué hacer en ese parque, frente a ese falso castillo de placer cuyas ventanas estaban espantosamente enrejadas. Di la vuelta, dejando a Simone descompuesta y extendida sobre el pasto. No tenía ninguna intención práctica y sólo deseaba respirar a solas por un momento. Pero al advertir que en la planta baja del edificio había una ventana entreabierta y sin enrejar, aseguré mi revólver en mi bolsillo y entré con precaución: era un salón como cualquier otro. Una lámpara eléctrica de bolsillo me permitió entrar en una recámara, subí luego por una escalera donde no se distinguía nada, ni se llegaba a ninguna parte porque los cuartos no estaban numerados. Por lo demás no entendía nada, estaba como si me hubieran embrujado; inexplicablemente tuve la idea de quitarme el pantalón y seguir mi angustiosa exploración vestido sólo con la camisa. Poco a poco fui quitándome toda la ropa y la fui dejando sobre una silla; sólo conservé mis zapatos.

Caminaba al azar y sin sentido, con una lámpara en la mano izquierda y el revólver en la mano derecha. Un ligero ruido me hizo apagar bruscamente la lámpara; inmóvil, me detuve a escuchar, mientras mi respiración se volvía irregular. Pasaron largos minutos de angustia sin oír ningún ruido, volví a encender la lámpara y un grito breve me hizo huir con tanta precipitación que olvidé mis vestidos sobre la silla.

Sentí que me seguían; salté corriendo por la ventana y me fui a esconder a una avenida; apenas me había dado la vuelta para vigilar el castillo, cuando vi que una mujer desnuda aparecía en el hueco de la ventana: saltaba como yo al parque y huía corriendo hacia los matorrales de espinos.

Nada fue más extraño para mí, durante esos minutos de extraña emoción, que mi desnudez al viento en la avenida del jardín desconocido; todo pasó como si no estuviese ya sobre la tierra; tanto más cuanto que la borrasca proseguía en su furia, pero con bastante tibieza como para insinuar un deseo brutal; no sabía qué hacer con el revólver que llevaba todavía en la mano: ya no tenía bolsillos en donde meterlo y, al perseguir a la mujer que había visto pasar, sin reconocerla, parecía evidente que la buscaba para matarla. El ruido de los elementos en cólera, el estruendo de los árboles y de la sábana me impedían discernir nada definido en mi voluntad o en mis gestos.

Me detuve de repente y sin aliento: había llegado al arbusto donde acababa de desaparecer la sombra. Exaltado por mi revólver, comencé a mirar de un lado a otro y de repente me pareció que la realidad entera se desgarraba: una mano llena de saliva tomaba mi verga y la agitaba; sentí un beso baboso y caliente en la raíz del culo; el pecho desnudo y las piernas desnudas de una mujer se pegaban a mis piernas con un sobresalto de orgasmo. Apenas tuve tiempo de darme vuelta para escupir mi semen en el rostro de mi adorable Simone: con el revólver en la mano sentí un estremecimiento que me recorría con la misma violencia que la de la borrasca, mis dientes castañeteaban y salía espuma de mis labios; con los brazos torcidos apreté compulsivamente mi revólver y, a pesar mío, se dispararon tres balazos feroces y ciegos en dirección al castillo.

Seguir Leyendo...

sábado, 17 de octubre de 2009

Músicos instrumentales actuales: Mike Oldfield

Aunque ya sólo sea la sombra de lo que fue, tengo que rendirle un homenaje a quien es uno de mis músicos fundamentales:

Mike Oldfield



Página oficial

Biografía


Discografía

• Tubular Bells (1973)
• Hergest Ridge (1974)
• Ommadawn (1975)
• Incantations (1978)
• Platinum (1979)
• QE2 (1980)
• Five Miles Out (1982)
• Crises (1983)
• Discovery (1984)
• The Killing Fields (1984)
• Islands (1987)
• Earth Moving (1989)
• Amarok (1990)
• Heaven's Open (1991)
• Tubular Bells II (1992)
• The Songs of Distant Earth (1994)
• Voyager (1996)
• Guitars (1999)
• The Millennium Bell (1999)
• Tr3s Lunas (2002)
• Tubular Bells 2003 (2003)
• Light + Shade (2005)
• Music of the Spheres (2008)


Seguir Leyendo...



Y es que yo he crecido escuchando a Mike Oldfield, en mi casa ha sonado su música desde siempre, hasta el punto de que no creo que exagere si digo que el suyo es el primer nombre de un músico que aprendí. Y, cómo no, el primer disco que escuché fue

Tubular Bells




que se hizo muy popular por ser la banda sonora de El exorcista, aunque la película yo la vi muchos años después.

Aquella música tenía algo que me fascinaba. Había algo en esa sonoridad que me impulsaba a escuchar una y otra vez los dos largos temas en los que se dividía la composición, con sus cambios de instrumentación, con su ritmo hipnótico, a veces lúgubre, a veces tan entusiasmado, con la capacidad de tocar tantos instrumentos. ¡Y se publicó en 1973, cuando Mike Oldfield sólo tenía 20 años! (aunque eso de la precodiad es algo relativo. ¿Acaso no dicen que la creatividad es mayor en los primeros años?) Sólo el Tubular Bells ya sería suficiente para escribir toda esta entrada. Porque, ya que aquí gustamos de votar por los mejores discos y las mejores canciones, sin duda Tubular Bells es uno de los discos fundamentales del siglo XX.

A pesar de todos los discos que ha publicado después, durante mucho tiempo no pude escuchar ninguno más. Ningún otro disco de Mike Oldfield está a la altura de Tubular Bells. Ni instrumental. Ni creativa. Pero bueno, eso lo sabe cualquiera que lo haya escuchado, no lo voy a descubrir ahora.

Lo cierto es que con los años he aprendido a disfrutar otros discos de Miguelito Campoviejo (como cariñosamente lo llaman por aquí), sobre todo Ommadawn:





Incantations,



ambos de los '70 y, por tanto, de la misma estética que Tubular Bells: temas larguísimos, multiinstrumentales e hipnóticos. Lo que vendrá a ser el típico sonido de Mike Oldfield (esos toques de guitarra eléctrica) que te lleva a reconocerlo desde la primera nota ya está definido desde un principio. Yo por entonces era tan pequeño que aún no había nacido, pero por lo que he leído y escuchado, los críticos musicales estaban maravillados de lo que hacía este tipo de veintipocos con cara de niño. Yo no sé, a mí siempre me bastó con escuchar este prodigio, aunque no siempre sea fácil valorarlo y que era raro coincidir con alguien que escuchara esta música. Recuerdo el viaje de fin de curso del instituto, cuando a alguien se le ocurrió poner Platinum en el autobús.

http://www.youtube.com/watch?v=cYEPRIak_BM&feature=related


Una compañera se pasó todo el tema gritando “sacad esto”... hasta que llegó el siguiente, del estilo que de los que voy a comentar ahora, y se creyó que le habían hecho caso.

También dicen que los críticos le acusaron de que sólo era capaz de crear largas composiciones instrumentales. Así que entonces, para llevarles la contraria, publicó dentro del “Crises” Moonlight Shadow,




una canción pop de casi cuatro minutos que ha pasado a ser una de las más conocidas de su discografía. Y con razón, pues pocas canciones pop están a su altura. Un año después, en “Discovery”, la misma cantante, Maggie Reilly repitiría el éxito en To France:



Aún queda mucho más por decir, pero para no hacerlo más largo tenéis el resto [url=www.caosmosxiv.blogspot.com]aquí[/url]

La fórmula de canción pop tuvo tanto éxito que la repitió en varios de sus discos de los ’80, hasta el punto de que “Islands” casi está formado totalmente por canciones pop, como la que da título al disco,
Islands, interpretada por Bonnie Tyler o North Point


La nueva estética de Mike Oldfield no me desagradaba, pero ya no me atraía tanto como la anterior, así que ya no le prestaba mucha atención, y le di prioridad a otros tipos de músicas que durante este tiempo también había estado escuchando. Supongo que por entonces también sonaría por la radio Heaven’s Open



o alguno más de los poperos, pero como aquí se trata de hablar sobre todo de los temas instrumentales ya basta con los que he nombrado.

Llega entonces 1992 y, con la excusa de los diez años de Tubular Bells, publica una versión del famoso disco, que más que una versión es una reinterpretación de las mismas ideas pero sin el aire siniestro e hipnótico tan característico de los discos de los ’70 y parte de los ’80, incluyendo la primera parte de la campanas tubulares. Como muestra aquí está The Bell, el tema central del disco:



A pesar de que sigo prefiriendo el original, este Tubular Bells II se deja escuchar y el resultado, al mantener la estructura, acaba por redondear el resultado final.

El siguiente disco inaugurará la estética que perdura hasta hoy. Se trata de The Songs of Distant Earth, cuyo primer tema es Let There Be Light:



Ya estamos muy lejos de ese sonido basado en la repetición minimalista de unos acordes y de los instrumentos acústicos. Aquí predomina el sonido electrónico (salvo la guitarra eléctrica y la voz, lo demás es electrónico) y el vídeo no engaña en el gusto por los efectos creados por el ordenador. Mike Oldfield está convencido de que el futuro será la era digital y se lanza de lleno al uso de las tecnologías. Éste es un disco al que le tengo especial cariño porque durante muchos años fue uno de los que más escuché. Puede que a veces esté sobreproducido pero por debilidad personal no deja de gustarme. Por desgracia no puedo decir lo mismo de los siguientes discos.

Y eso que The Voyager, con su aire celta, aún contiene buenos temas, como The Song of the Sun, original del grupo Luar Na Lubre:




O el clásico de la música celta Women of Ireland:




Pero el resultado global no me convence. Me deja un regusto de aprovechar el por entonces tirón comercial de lo celta y no todos los temas tienen la misma calidad. Es difícil que durante tantos años un artista no caiga en altibajos y, en las crisis de creatividad, mientras lo salven las cimas que alcanza seguirá en los altibajos y no en la decadencia. Así fue cómo Mike Oldfield se mantuvo en los discos posteriores, en Guitars, un disco en el que explotó al máximo su versatilidad al tocar sólo distintos tipos de guitarra. Pongamos como muestra uno de los temas más destacados, Cochise:



Pero Tubular Bells seguía teniendo un valor insuperable en su discografía, hasta el punto de ser su gran éxito y también su estigma. Tubular Bells II aún tenía un pase, pero Mike Oldfield insistió en la fórmula hasta degradarla a lo grotesco. Así primero publicó The Millenium Bell:



Y luego Tubular Bells III:



No sé quién le asesoró ni qué amigos tuvo ni qué le pasó. Sólo sé que el gran músico que tanto admiré por Tubular Bells escupió esta gran mierda. Una amiga me dijo que lo vio tocando en una discoteca de música bailable. No me extrañó en absoluto.

¿Hace falta poner un ejemplo del insulso Tr3 lunas? Bueno, éste mismo:



Dos años después de este sucedáneo puramente comercial Oldfield publicó Light + Shade, un disco doble de música electrónica tranquila el primero y música electrónica bailable el segundo, por llamarlos con eufemismos. El primero no aporta nada nuevo pero no está mal; el segundo es sencillamente insoportable. Como muestra del Light, el tema Angelique:



Del Shade, ahí queda el primer tema:




Y, finalmente, el año pasado se publicó Music of the Spheres, cuya presentación fue en el atrio del museo Guggenheim de Bilbao. El álbum se abre con Harbingen:



Para mi sorpresa, después de haber quemado hasta sus propias cenizas, de nuevo Mike Oldfield publicó un disco muy sólido, alejándose del esperpento en que se había convertido y volviendo a la música orquestal, a sus viejos amigos (como Karl Jenkins, que le acompañó en los primeros discos) y dando como resultado un disco similar en ciertos aspectos a The Sounds of Distant Earth pero con una cuidada producción e instrumentación. Otro ejemplo del disco es Shabda:



Vale cerrar esta larga serie de discos con un tema más del Music of the Spheres, On my heart:



Esto parece una despedida y puede que así lo sea. Después de Music of the Spheres, Mike Oldfield ha declarado que se retiraba de la música, temporal o definitivamente, aún no queda claro. Si comprobamos el gran esfuerzo de su último disco tal vez sí sea realmente el último disco de alguien con el que no podría igual la música de las últimas cuatro décadas. Querido y odiado, Mike Oldfield es por quien aprendí a escuchar música.

Seguir Leyendo...

domingo, 4 de octubre de 2009

Mercedes Sosa

Símbolo de la vida y de la libertad.




Seguir Leyendo...

Caosmeando

ecoestadistica.com