martes, 4 de diciembre de 2007

Rugby, deporte de salvajes jugado por caballeros (1)

A pesar de que mis conocimientos sobre Rugby son limitados, intentaré ir colgando cosillas sobre este magnífico deporte.

Para contradecir al título, hoy dejo un video que ilustra su cara más dura.

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La vida del cachorro (consejos para un crecimiento saludable).

Antes del nacimiento
Un par de semanas antes de nacer el cachorro es tolerante al tacto y reacciona a emociones fuertes a las que se somete la madre. Para que el cachorro nazca más tolerante al taco lo mejor es acariciar suavemente el abdomen de la madre y evitar estresarlas.

La primera semana
Cuando nace, el cachorro está completamente indefenso, no oye, ni ve, ni tiene olfato. Lo único que puede hacer es reptar, buscar algo caliente y hurgar para encontrar la mamá que le va a dar alimento, a través del tacto.
La madre se encarga de ellos limpiándolos, protegiéndolos del frío, dándoles calor y alimento. Estos son incapaces de excretar por si solos, así que la madre activa su reflejo de eliminación, estimulándoles la zona del perineo, lamiéndolos.
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Durante este tiempo el cachorro solo come y duerme, es muy importante respetar las horas de sueño, ya que es entonces cuando la hormona del crecimiento es segregada. Cuando están despiertos se recomienda manipularlos con mucha delicadeza, y hacerlo diariamente para así acostumbrarlos al tacto con humanos.

La segunda semana
A la segunda semana de vida abre los ojos, y las orejas serán funcionales hacia las 3 semanas. En este periodo se le deben hacer pruebas de visión, audición y reflejo del sobresalto (el cachorro normal al oír un fuerte ruido -una palmada, por ejemplo- se sobresalta y cae sobre sus patas).

De 3 a 7-8 semanas
El cachorro escucha, ve y se desplaza con facilidad y juega a pelearse.
Ensaya sus medios de comunicación, gruñe y ladra. Los dientes de leche se vuelven dolorosos para la madre cuando maman, por lo que ella tiende a alejarse de ellos.
El cachorro aprende que pertenece a la especie “canina”, por ello debe vivir con perros. También aprende cuales son las especies amigas, viviendo con gente (de distintas edades) así como con otros animales.
Debe aprender a controlar el mordisco, durante las peleas con sus hermanos- si la mordida es demasiado fuerte- el cachorro mordido grita, la madre llega y castiga al cachorro que mordió.
Ya sabe defecar y orinar él solo, así que debemos proporcionarle un lugar de eliminación (siempre el mismo), alejado del sitio de dormir y de comer, a una distancia creciente, de 50cm (a las 4 semanas) y hasta más de 1 metro a las 7 semanas.
Va a memorizar las referencias del ambiente y medio de vida. Lo mejor es estimular la vista, la audición y la actividad motora... Enseñarle un medio cada vez más rico, más lleno de experiencias.

De 7-8 semanas a los 3 meses
El cachorro ya está correctamente vacunado. Debe salir a los lugares que irá cuando sea adulto.
Es recomendable llevar al cachorro repetidamente a calles tranquilas, luego a calles ruidosas. Visitar un mercado, ir en tren, en coche etc. Encontrarse con distintas personas, otros perros-cachorros y adultos- y también otras especies animales.
Si aún quedaran vacunas por poner, lo mejor sería que saliera a la calle en brazos, y que se acostumbre a todo lo comentado anteriormente (se puede acercar a perros que estén correctamente vacunados y desparasitados, sin problemas).
Por cortesía de:



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Luar na Lubre


Chove en Santiago

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¿UNA ENFERMEDAD?

sí, soy romántico, abiertamente sentimental,
una suerte de mitómano,
y no
me arrepiento.
muy al contrario, venero a Hemingway,
que cuando llegó al límite de su aguante,
se metió el
cañón del arma en la boca
temblorosa;
y pienso
en Van Gogh, que se cortó parte de la oreja
por una pvta
y luego se pegó un
tiro en el
maizal;
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luego está Chatterton, que bebió veneno
para ratas (una forma de morir sumamente dolorosa
incluso para un
plagiario);
y Ezra Pound arrastrado por
las calles polvorientas de Italia en una jaula
y luego recluido en un manicomio;
Celine robado, insultado, atormentado por
los franceses;
Fitzgerald, quien al final dejó la bebida sólo para caer muerto
poco después;
Mozart en una fosa común;
Beethoven sordo;
Bierce, que se desvaneció en el desierto mejicano_;
Harr Crane, que saltó por la borda y
cayó contra la hélice;
Tolstoi, que aceptó a Jesucristo y lego todas sus
posesiones a los
pobres;
T. Lautrec,
con su cuerpo breve y
deforme,
y su espíritu perfectamente
desarrollado,
que dibujó todo lo que
veía
y más; D.H. Lawrence
que murió de tuberculosis
y preparó su propio Barco de la Muerte
mientras escribía sus
últimos
grandes poemas;
Li Po
que prendió fuego a
[i]sus[/i] poemas
y los echó río
abajo;
Sherwood Anderson, que murió
de peritonitis
tras tragarse un
palillo
(bebía
martinis
en una fiesta
cuando engulló la aceituna,
con el palillo y
todo);
Wilfred Owens, que murió
en la primera Gran Guerra
mientras
salvaba el mundo en aras de la
Democracia;
Sócrates, que bebió cicuta con una
sonrisa;
Nietzsche, que enloqueció;
De Quencey, adicto al opio;
Dostoievski, con los ojos vendados ante un
pelotón de fusilamiento;
Hamsun, que devoró su propia
carne;
Harry Crosby, que se
suicidó mano a mano con su
pvta:
Tchaikovski, que intentó
evadirse de su homosexualidad
casándose con una estrella
de la ópera;
Henry Miller, ya de
viejo, obsesionado con
las jovencitas
orientales;
John Dos Pasos, que de
izquierdista ferviente pasó a ser
un republicano
ultraconservador;
Aldous Huxley, que tomaba
drogas
visionarias y
cosechaba riquezas
imaginarias;
Brahms en su juventud,
que estudiaba la manera
de desarrollar un cuerpo
poderoso
porque tenía la sensación de que
el intelecto
no era
suficiente;
Villon expulsado de París,
no por sus ideas
sino más bien porque era un
ladrón;
Thomas Wolfe, que esta convencido de no poder
volver a casa
hasta
que alcanzó
la fama;
y Faulkner:
cuando recibía el correo por la mañana,
mira el sobre al
trasluz
y si no veía
ningún cheque
lo
tiraba;
William Burroughs, que mató a su
mujer
de un tiro
(no le dio a la
manzana
que se había puesto
en la cabeza);
Norman Mailer, que acuchilló a su
mujer; sin que hubiera ninguna manzana
de por medio;
Salinger, que no creía que
mereciera la pena escribir para
el mundo;
Jean Julius Christian Sibelius,
un hombre hermoso y altanero,
compositor de música intensa
que, al cumplir los 40,
se ocultó, y rara vez
volvió a
vérsele;
nadie sabe a ciencia cierta
quién fue
Shakespeare;
la vida nocturna mató a Truman
Capote;
Allen Ginsberg que se convirtió en
profesor
universitario;
William Saroyan, que se casó
dos veces con la misma mujer
(aunque
para entonces
ya no iba
a ninguna parte);
John Fante, hecho
trizas
por el bisturí del cirujano
ante mis propios
ojos;
Robinson Jeffers
(el poeta más soberbio de todos)
escribiendo
cartas de súplica a los poderosos.

como es natural, hay más
que decir
y podría seguir
indefinidamente
pero incluso yo
(el Romántico)
empiezo a
hartarme.

aun así, estos hombres y mujeres
-del pasado y el presente-
han creado y crean
nuevos mundos para
el resto de nosotros,
a pesar del fuego y a pesar del hielo,
a pesar de la
hostilidad de los gobiernos,
a pesar de la desconfianza arraigada de las masas,
sólo para morir
por su cuenta
y generalmente
en soledad.

hay quien admirarlos a todos
por el valor,
por el esfuerzo,
por sus mayores logros y sus
peores fracasos.

¡vaya cuadrilla!
¡son fuente de luz!
¡son fuente de dicha!

todos ellos son
héroes a quienes puedes estar
agradecido
y admirar desde lejos
cuando despiertas
de tus sueños corrientes
cada mañana.

Charles Bukowski

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Diarios de guerra XIII

30 de Abril:
Anoche liberamos tensiones. Conseguimos 3 botellas de ginebra y un par de cajas de cerveza. Los chicos se animaron contando historias del hogar, de la patria, de allí donde ellos se sentían vivos. Sonseca nos habló de su novia, una mulata a la que había conocido durante su estancia en la marina, en un puerto de los mares del sur. La describía como una diosa amazónica, decía amarla con locura. Yo le creo… y más aquí donde somos capaces de amar hasta la enfermedad cada recuerdo. Smith recordó un viaje que había hecho a los 19 años-ahora tenía 23- con tres amigos más. Fue, según parecía el último viaje que realizaron juntos. Lo recordó con nostálgica sonrisa. A las dos semanas fueron llamados “a filas”. Westley, animado por el alcohol nos brindó un monólogo entorno a su afán pre-guerra por ser un importante hombre de negocios. Un “top ten” de la sociedad repetía intercaladamente en su discurso. Wilbur relató sus días como atleta en la universidad, había llegado a ganar algunos campeonatos regionales y estatales, estableciendo registros que hacían augurar un prometedor futuro para el muchacho como plusmarquista. Las necesidades de la guerra hicieron de él carne de batallón. Hablaron otros, largo tendido, relajados, la guerra no iba con ellos, no esa noche. Yo callé, escuché e incluso llegué a reír. Luego bailamos. Incluso Dunvey parecía animarse, le oí hacer varios comentarios jocosos, soltar unas cuantas carcajadas e incluso bailotear con esa despreocupación típica de las zonas rurales. Me acerqué a él, di varias palmadas en su hombro y un “qué pasa muchacho”. Respondió con brevedad “¡Capitán! He vuelto”. “Le echábamos de menos soldado, bienvenido”. Siguieron todos bailando, yo me aparté. Me sentetumbé en un rincón, y reclamé a Sonseca con un movimiento de mano. Quería fumar un poco más, conciliar con ese estado entre la vigilia y el sueño… hablar:
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-Yo: Dime Sonseca…¿qué opinas de todo esto?
-Sonseca: ¿De la fiesta Señor?
-Yo: No, no… me refiero a todo esto, al embrollo en que estamos metidos. A la guerra Sonseca, a la guerra.
-Sonseca: Luchamos por la paz, por la libertad de los oprimidos Señor.
-Yo: Sí, sí, de eso no hay duda… pero, ¿es necesario? ¿es algo inútil? A veces me lo pregunto.
-Sonseca: Pero… Capitán, es usted admirado.
Yo: Lo sé, condecorado y querido, pero las dudas siempre surgen, inevitables diría yo. Y más aquí, donde la línea entre lo bueno y lo malo se torna casi invisible. Todos matamos.
-Sonseca: Ha bebido demasiado.
-Yo: Es probable. Y más seguro es que mañana volveré a ser de hierro, implacable, impenetrable. Pero hoy, esta noche, me pregunto ¿quién ataca, quién se defiende? ¿quién lucha con honor? Creo que tú también deberías pensar en ello.

Sonseca no contestó, me levanté y le dejé allí, con la palabra en la boca y el gesto de extrañeza. Salí afuera, eran las 3:30 am. Encendí un cigarrillo, mirando a las estrellas, la luna parecía llena, bueno casi llena-y-pálida. Caminé y pensé en ella. Decidí dormir al raso, la temperatura era agradable y necesitaba sentir la tierra húmeda, la unión con la “madre”.

Desperté a las 12:30 horas pm, renovado, habiendo reforzado mis convicciones. Superviviente una noche más. Reuní a los chicos y formamos junto a “Las Águilas” y el Tercero de Infantería. Jeffers nos asigno el nombre en clave “escuadrón beta-2”. Emprendimos la partida sin novedades, sin sobresaltos. La etapa del día contaba 25 km, cumplimos. Acampamos y a dormir todos. Mañana hay que madrugar, espera un día duro, debemos hacer la mayoría del camino que nos separa de los Montes Negros.

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Que trabajen ellos (2)

Ante todo, ¿qué es el trabajo?
Hay dos clases de trabajo; la primera: modificar la disposición de la materia en, o cerca de, la superficie de la tierra, en relación con otra materia dada; la segunda: mandar a otros que lo hagan. La primera clase de trabajo es desagradable y está mal pagada; la segunda es agradable y muy bien pagada.
La segunda clase es susceptible de extenderse indefinidamente: no solamente están los que dan órdenes, sino también los que dan consejos acerca de qué órdenes deben darse. Por lo general, dos grupos organizados de hombres dan simultáneamente dos clases opuestas de consejos; esto se llama política. Para esta clase de trabajo no se requiere el conocimiento de los temas acerca de los cuales ha de darse consejo, sino el conocimiento del arte de hablar y escribir persuasivamente, es decir, del arte de la propaganda.
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En Europa, aunque no en Norteamérica, hay una tercera clase de hombres, más respetada que cualquiera de las clases de trabajadores. Hay hombres que, merced a la propiedad de la tierra, están en condiciones de hacer que otros paguen por el privilegio de que les consienta existir y trabajar. Estos terratenientes son gentes ociosas, y por ello cabría esperar que yo los elogiara. Desgraciadamente,su ociosidad solamente resulta posible gracias a la laboriosidad de otros; en efecto, su deseo de cómoda ociosidad es la fuente histórica de todo el evangelio del trabajo. Lo último que podrían desear es que otros siguieran su ejemplo.

Desde el comienzo de la civilización hasta la revolución industrial, un hombre podía, por lo general, producir, trabajando duramente, poco más de lo imprescindible para su propia subsistencia y la de su familia, aun cuando su mujer trabajara al menos tan duramente como él, y sus hijos agregaran su trabajo tan pronto como tenían la edad necesaria para ello. El pequeño excedente sobre lo estrictamente necesario no se dejaba en manos de los que lo producían, sino que se lo apropiaban los guerreros y los sacerdotes. En tiempos de hambruna no había excedente;los guerreros y los sacerdotes, sin embargo, seguían reservándose tanto como en otros tiempos, con el resultado de que muchos de los trabajadores morían de hambre.
Este sistema perduró en Rusia hasta 1917, (2) y todavía perdura en Oriente; en Inglaterra, a pesar de la revolución industrial, se mantuvo en plenitud durante las guerras napoleónicas y hasta hace cien años, cuando la nueva clase de los industriales ganó poder. En Norteamérica, el sistema terminó con la revolución, excepto en el Sur, donde sobrevivió hasta la guerra civil. Un sistema que duró tanto y que terminó tan recientemente ha dejado, como es natural, una huella profunda en los pensamientos y las opiniones de los hombres. Buena parte de lo que damos
por sentado acerca de la conveniencia del trabajo procede de este sistema, y, al ser preindustrial, no está adaptado al mundo moderno. La técnica moderna ha hecho posible que el ocio, dentro de ciertos límites, no sea la prerrogativa de clases privilegiadas poco numerosas, sino un derecho equitativamente repartido en toda la comunidad.
La moral del trabajo es la moral de los esclavos, y el mundo moderno no tiene necesidad de esclavitud.

Es evidente que, en las comunidades primitivas, los
campesinos, de haber podido decidir, no hubieran entre-
gado el escaso excedente con que subsistían los guerreros
y los sacerdotes, sino que hubiesen producido menos o
consumido más. Al principio, era la fuerza lo que los obli-
gaba a producir y entregar el excedente. Gradualmente,
sin embargo, resultó posible inducir a muchos de ellos a
aceptar una ética según la cual era su deber trabajar in-
tensamente, aunque parte de su trabajo fuera a sostener
a otros, que permanecían ociosos. Por este medio, la com-
pulsión requerida se fue reduciendo y los gastos de go-
bierno disminuyeron. En nuestros días, el noventa y nueve
por ciento de los asalariados británicos se sentirían real-
mente impresionados si se les dijera que el rey no debe
tener ingresos mayores que los de un trabajador. El con-
cepto de deber, en términos históricos, ha sido un medio
utilizado por los poseedores del poder para inducir a los
demás a vivir para el interés de sus amos más que para
su propio interés. Por supuesto, los poseedores del poder
ocultan este hecho aún ante sí mismos, y se las arreglan
para creer que sus intereses son idénticos a los más gran-
des intereses de la humanidad. A veces esto es cierto; los
atenienses propietarios de esclavos, por ejemplo, emplea-
ban parte de su tiempo libre en hacer una contribución
permanente a la civilización, que hubiera sido imposible
bajo un sistema económico justo. El tiempo libre es esen-
cial para la civilización, y, en épocas pasadas, sólo el tra-
bajo de los más hacía posible el tiempo libre de los menos.
Pero el trabajo era valioso, no porque el trabajo en sí fuera
bueno, sino porque el ocio es bueno. Y con la técnica mo-
derna sería posible distribuir justamente el ocio, sin me-
noscabo para la civilización.

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Caosmeando

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