sábado, 11 de octubre de 2008

Las once mil vergas (XX)

Y sacando un cuchillo, asestó un golpe mortal a Chalupa sacudiendo las últimas gotas de semen que colgaban de su miembro sobre el cuerpo de Culculine. Chalupa murió sin decir ni “uf”.

Cornaboeux se volvió a poner los pantalones con todo cuidado, vació todo el dinero de los cajones y de los vestidos; también se llevó los relojes, las joyas. Luego miró a Culculine que yacía, desvanecida, en tierra.

–He de vengar a Chalupa –pensó.

Y sacando de nuevo su cuchillo, asestó un terrible golpe entre las dos nalgas de Culculine que continuó desmayada. Cornaboeux dejó el cuchillo en el culo. En los relojes sonaron las tres de la madrugada. Entonces se marchó como había entrado, dejando cuatro cuerpos tendidos en el suelo de la habitación llena de sangre, de semen y de un desorden sin nombre.
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Ya en la calle, se dirigió alegremente hacia Ménilmontant cantando: Un culo debe oler a culo. Y no como agua de Colonia... y también:

Luz de gas Luz de gas Alumbra, alumbra, a mi pimpollo.

El escándalo fue enorme. Los periódicos hablaron de este asunto durante ocho días. Culculine, Alexine y el príncipe Vibescu tuvieron que guardar cama durante dos meses. Convaleciente, Mony entró una tarde en un bar, cerca de la estación de Montparnasse. Allí se bebe petróleo, que es una bebida deliciosa para los paladares hastiados de los otros licores.

Mientras degustaba el infame matarratas, el príncipe miraba de hito en hito a los consumidores. Uno de ellos, un coloso barbudo, iba vestido de mozo de la Halle y su inmenso sombrero polvoriento le daba el aspecto de un semidiós de leyenda dispuesto a acometer un trabajo heroico.

El príncipe creyó reconocer el simpático rostro del asaltante Cornaboeux. De improviso, le oyó pedir un petróleo con voz atronadora. Era la voz de Cornaboeux. Mony se levantó y se dirigió hacia él con la mano tendida:

–Hola, Cornaboeux, ¿está en los Halles, ahora?

–Yo –dijo, sorprendido–, ¿de qué me conoce usted?

–Le vi a usted en el 114 de la calle Prony –dijo Mony con tono desenfadado.

–No era yo –respondió muy asustado Cornaboeux–, yo no le conozco a usted, soy mozo de carga en los Halles desde hace tres años y bastante conocido allí. ¡Déjeme tranquilo!
–Basta de tonterías –replicó Mony–. Cornaboeux, eres mío. Puedo entregarte a la policía.

Pero me gustas y si quieres venir conmigo serás mi ayuda de cámara, me seguirás por todas partes. Te asociaré a mis placeres. Me ayudarás y me defenderás si ello es preciso. Además, si me eres completamente fiel, te haré rico. Contesta enseguida.

–Es usted un hombre de pelo en pecho y sabe hablar. Chóquela, soy su hombre.

Unos días después, Cornaboeux, ascendido al grado de ayuda de cámara, cerraba las maletas. El príncipe Mony era llamado con toda urgencia a Bucarest. Su íntimo amigo, el vicecónsul de Servia, acababa de morir, dejándole todos sus bienes, que eran considerables. Se trataba de minas de estaño, muy productivas desde hacía algunos años, pero que era necesario vigilar de muy cerca so pena de ver bajar inmediatamente su rendimiento. El príncipe Mony, como hemos visto, no amaba el dinero por él mismo; deseaba el máximo de riquezas posibles, pero tan sólo por los placeres que únicamente el oro puede procurar. Tenía continuamente en la boca esta máxima, pronunciada por uno de sus antepasados:

“Todo se vende; todo se compra; basta con ponerle precio”.

El príncipe Mony y Cornaboeux habían ocupado sus plazas en el Orient-Express; la trepidación del tren no tardó mucho en producir sus efectos. Mony entró en erección como un cosaco y lanzó miradas inflamadas sobre Cornaboeux. Fuera, el paisaje admirable del Este, de Francia, desplegaba ante la vista sus bellezas limpias y tranquilas. El compartimento estaba casi vacío; un vejestorio, espléndidamente vestido, gimoteaba mientras babeaba sobre el “Fígaro” que intentaba leer.

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Caosmolalia (2)

Moisés Castillo Florián, Cajamarca, Perú, 1960.Ha publicado: CAOSMOS /Una catarsis, no sólo para mí (poesía) 1999.

Ex - abrupto

Me despierto con los sueños
de mi bilis argonaútica, amamantando
en mis sienes un poeta hipocondríaco.

Recostado en la espalda de una isla,
de un planeta más pequeñito que yo,
aunque parezca mentira...

En un punto intercaótico
de una galaxia, que una ordeñadora
la bautizó como: la “Vía Láctea”.

El cosmos se llama: “99% Vacío”.
¿Cómo lo llenaremos?
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¿Acaso, con nuestros sueños?
Y la Alquimia y la Hermenéutica.
¿Jugarían a lo soldados con los
hipocampos?

Nadie salió. Que no es fácil salir
de los muros del Sistema

(el Kundalini siempre vuela más lejos).

Si alguno cayó en la Luna,

todavía se pregunta: ¿Quién es la Luna?
¿Es el espejo donde la Tierra se mira,
ya sus caídas y levantadas,
ya su esperanza esperanzada
de un “más allá”,
y de un “más acá”
para reencontrar la esencia?

Si os insulto,
no me abracen
ni me condenen,
soy inocente.

No es necesario jurarlo
Hoy es testigo
el aguacero prediviluviano,
lluvia, migrante lluvia,
no solamente aguas,
negando para el cielo
los toboganes de Newton.

Pena solar... él, no saldría,
como lo hizo ayer.

Busquémoslo entre los bolsillos,
o en la memoria de los girasoles,
y, en cada gotita de lluvia y rocío.

Lo ví, esperen, lo atisbo...
Más, dónde anduvo: ¿Entre aceitunas?

Ask to the apple trees... or ask
Diogenes, Albert, Stephen,
and the anonymous peasant… Otherwise,
Ask it, to yourself…

Quién sabe, apareció ya mañana,
pero, yo no recuerdo, o estaré ciego,
y, casi todos mudos y sordomudos.
Pirámides invertidas, volcanes
implosionando,
veranos que son inviernos.

Entonces:
¿Qué es Cosmonáutica?

-“Acaso... ¿Pasión de geometrías?”.
(responde el caos,
y me sonríe, y me lo dicta).

Please, don’t forget the Abya
Yala… Do you still remember it?…

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Ocaña

La primera película de Ventura Pons fue Ocaña, retrato intermitente, menos de tres semanas después de su muerte La Edad de Oro le dedicó un homenaje que se puede ver en youtube y Carlos Cano lo retrató admirablemente en esta canción

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Caosmeando

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