jueves, 11 de septiembre de 2008

Nacer al ver morir.

Tiró el cigarrillo al suelo y lo apagó con la punta del zapato. Se aseguró de que el cigarrillo estuviera bien apagado, aun y saber que no volvería nunca más a pisar ese piso. Había tomado una decisión y no se iba a echar atrás. Apagó el televisor. Los Lakers estaban ganando de cinco puntos a los Celtics a falta de tres minutos para el final. Era curioso. Iba a poner fin a su vida sin saber el final de ese fiel amigo que lo acompañó a lo largo de ella, el baloncesto. Se paseó por el piso durante media hora, hasta que decidió dar ese paso que tanto había meditado. Miró el reloj, eran las 17:55 del último día de su vida. No dejó ninguna nota. Al fin y al cabo, ¿quién se tomaría la molestia de leerla? Cerró la puerta con llave y bajo a paso ligero las escaleras, hasta que se vio reflejado en el vidrio de la puerta principal. Hacía meses que no se afeitaba y su imagen era deprimente. Pero no había tiempo para más lamentaciones. Había decidido poner fin a una vida llena de lamentaciones y autocompasión. Salió a la calle. Era un día gris, pronto llovería. Empezó a andar hasta el puente que pondría final a su existencia. Al llegar a la esquina de su calle, vio a un niño cruzar sin mirar. Antes de que pudiera decir una palabra, un coche arrolló al niño. Se quedó quieto durante no sabe cuanto tiempo, y se fue corriendo hacía el niño que yacía en el suelo. El coche se había ido. La cabeza del niño estaba llena de sangre, pero hubo una cosa que lo atrapó por completo. El niño tenía los ojos totalmente abiertos. En ellos pudo ver más sufrimiento del que él había tenido en su vida. El niño balbuceó una grase que se llevó el aire. Al instante empezó a llegar gente a socorrer al niño. Pero ya era demasiado tarde. La vida se había acabado para aquél pobre muchacho. Jack se levantó y se fue, sin dirección, sin destino. No sabe cuando rato estuvo andando ni por donde. Solo sabía que aquel niño acababa de morir y él acababa de nacer.

Seguir Leyendo...

11 de Septiembre de 1973, 9:10 A.M.


Seguramente ésta será la última oportunidad en que pueda dirigirme a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Postales y Radio Corporación. Mis palabras no tienen amargura sino decepción Que sean ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron: soldados de Chile, comandantes en jefe titulares, el almirante Merino, que se ha autodesignado comandante de la Armada, más el señor Mendoza, general rastrero que sólo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al Gobierno, y que también se ha autodenominado Director General de carabineros. Ante estos hechos sólo me cabe decir a los trabajadores: ¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.

Trabajadores de mi Patria: quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley, y así lo hizo. En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la lección: el capital foráneo, el imperialismo, unidos a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que les enseñara el general Schneider y reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas esperando con mano ajena reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios.

Me dirijo, sobre todo, a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros, a la abuela que trabajó más, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales de la Patria, a los profesionales patriotas que siguieron trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios profesionales, colegios de clases para defender también las ventajas de una sociedad capitalista de unos pocos.

Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron y entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente; en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando las vías férreas, destruyendo lo oleoductos y los gaseoductos, frente al silencio de quienes tenían la obligación de proceder. Estaban comprometidos. La historia los juzgará.

Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz ya no llegará a ustedes. No importa. La seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la Patria.

El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.

Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.

¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!

Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.

Seguir Leyendo...

Acadio, Hammurabi



Eso era el prólogo del código de Hammurabi, después tenemos un silabario del acadio, para saber cómo se leería y ahora ya, una traducción.
Cuando el divino Anu,

rey de Anunnaki

y Enlil,

señor de cielo

y tierra,

repartieron

a Marduk,

primogénito de Ea,

el dominio divino

sobre la

totalidad

de la humanidad,

le magnificaron

entre Igigi,

llamada

Babilonia

por su nombre exaltado,

le hicieron supremo

en el mundo

y por lo tanto

le establecieron

como un reinado

eterno

cuyos fundamentos

están tan sólidamente arraigados

como cielo

y tierra.

En ese tiempo

Anu y Enlil

me llamaron

Hammurabi,

el augusto príncipe,

temeroso de los dioses,

para hacer que la justicia

prevalezca en la tierra,

para destruir al malo y al

perverso y que el fuerte

no pueda oprimir al débil.

Para levantarse como

Shamash sobre la

humanidad y dar luz a la

tierra, para promover el

bienestar del pueblo.

Seguir Leyendo...

Caosmeando

ecoestadistica.com