viernes, 2 de mayo de 2008

Trastornos (II)


Mi enfermedad me tenía postrado. Leía en las apiadadas caras de mis cuidadores que me quedaba muy poco de vida. No paraba de tener ensoñaciones, como si me hubiese hecho efecto alguna droga alucinógena. Pero de repente apareció ese sueño tan real...

El recinto estaba atestado de gente, no cabía un alma, y todos se dirigían religiosamente hacia un punto determinado. La curiosidad me dio fuerzas para moverme, empujaba a la gente para abrirme paso, pero nadie me lo recriminaba. Por fin logré distinguir el punto en el que todos se paraban religiosamente para luego desaparecer. A lo lejos divisé un ataúd, sencillo, pero el muerto debía de ser muy importante.

Por unos instantes me acobardé, no podía quitarme de la cabeza que yo mismo podría ser el habitante de ese ataúd, y, en este caso, el sueño me estaría jugando una mala pasada. Entonces reparé en las personas que saludaban por última vez a quien se encontraba en el féretro. Primero vi a un vagabundo, chocaba bastante verle como se desenvolvía elegantemente y cómo estampaba un beso en la fría madera de la caja. Con la siguiente persona no pude salir de mi asombro, ¡era el Rey! Hincó sus rodillas en el suelo, lloró y palpó el féretro con desesperación. Mi curiosidad seguía en aumento puesto que veía gente de todas las clases y estratos sociales, todos en un mismo sitio. Ni siquiera me cuadraba que hubiese muerto un sumo pontífice, puesto que hasta en este caso se dividen las clases sociales para darle el último adios. Ahora sí que retomé fuerzas y desenfadadamente fui directo a mi destino. Por el camino aparté a modelos, taxistas, cantantes, empresarios, más vagabundos, estudiantes, literatos...

Al fin llegué, me asomé hacia la tapa entreabierta del féretro y un frío gélido recorrió todo mi ser. El cuerpo yaciente tenía una túnica negra, tez blanca, cara maléfica. Sí, todo apuntaba a eso, no podía ser otra persona, era... la muerte.

Desperté empapado en sudor, mis cuidadores me sujetaban cual perro con rabia. Quería escapar de mí, quería salir.

Seguir Leyendo...

Caosmeando

ecoestadistica.com