Presidente – Sí.
E.P. – Hola señor Presidente.
Presidente - ¿Se puede saber quién es?
E.P. – Antes de decirle quién soy, preferiría describirme, enseñarle mis credenciales. No me creería si empezase diciéndole mi nombre.
Presidente – No estoy para perder el tiempo, o me dice su nombre o buenas noches.
E.P. – Colgar no le sería útil, para empezar y con lo inteligente que es, debería plantearse por qué poseo este número que sólo es conocido por su mano derecha y poco más.
Presidente – Está bien (voz resignada), pero es que no lo entiendo. Esa voz tan gutural, tan grave, no la había escuchado en mi vida, así que creo que no nos hemos encontrado nunca, pero hable y rápido.
E.P. – Jajajaja, me conoce perfectamente, incluso ha abusado de mí.
Presidente - ¡¿Cómo se atreve?! No tiene sentido que acuse a una persona de mi posición con esa desfachatez. Para empezar no utilizo a nadie y, sobre todo, no soy homosexual.
E.P. – No me tome por tonto, soy más listo que usted y que cualquier persona de su mundillo. Sabe que no hablo de abusos sexuales.
Presidente – Vaya al puñetero grano.
E.P. – Tranquilo amigo, porque yo soy tu mejor amigo. Yo estoy ya despierto mientras tú duermes tu última media hora, yo estoy por encima de ti y de cualquier persona, yo soy el guía de tus intereses, yo escucho contigo cada conversación de teléfono, y cuanto más importante sea, más interés le pongo. Sin mí, aún estarías en el buffet donde empezaste. Pero amigo, todas las relaciones se van degradando, algunas se mantienen y otras finalizan, no quiero llegar al segundo caso.
Seguir Leyendo...
Presidente – En la vida nunca me han hablado así, no sabe dónde se mete, buscaré su nombre para que pague por este desagravio.
E.P. – Te empeñas en no entender un carajo. Amenazas a un amigo y ni siquiera sabes lo que sé, y lo sé todo, desde los prostíbulos que visitas hasta tu última gran tapadera, la empresilla esa de aceros en donde blanqueas dinero. Tampoco me he olvidado, porque nunca olvido de nada que me ataña, de tu club de jueces. Sí, esas reunioncitas con altos magistrados que montas un día a la semana para ver cómo van tus negocios turbios y para buscar el próximo resquicio legal para expandir tus redes, tus telarañas.
Presidente – No… ¡no lo entiendo! ¿Cómo puedes saber eso? ¿Quién te envía? Deberías estar bajo tierra maldito cabrón, ¿quieres dinero? Porque de eso me sobra jajajaja.
E.P.- Tranquilo amigo, no quiero nada, lo tengo todo. Te pones nervioso enseguida, eso no es bueno, antes no eras así, llevaba un tiempo preocupado y por eso te he llamado. Ahora sí comprenderás quién soy, me dan muchos nombres pero prefiero que me llamen El Poder. No te alarmes, sólo quiero que des un paso al costado, que dejes la presidencia.
Presidente – Estás loco pero más loco estoy yo por creer que tienes razón, no sé si es tu voz o tu discurso arrogante, vil, inmundo. Maldito hijo de perra, ¿que lo deje?, sí… últimamente pierdo los papeles, no sé, no sé. Pero si tan poderoso eres, ¿qué interés tienes en que dimita?
E.P. - Inútil no eres, lo que pasa es que te has llenado de mí y hay un límite en el que el poder rebosa, explota en millones de partículas. Como ya te dije al principio, las relaciones se agotan, se diluyen. Eres un cliente, te debo lealtad aunque sea mediante una llamada y no me gusta ver a mis clientes entre rejas o hundidos en un tanque de mierda. Es el momento justo para que pares. Además, contigo en la sombra todo iría más rápido, me ahorrarías juicios, la gente no me criticaría, seré invencible.
Presidente – No, no, de ninguna manera. No sé cómo, momentáneamente, me he dejado llevar por las locuras que me dices, no te creo, el invencible soy yo, jajaja, prepárate que voy a por ti.
E.P. - Bien, este ha sido mi primer y último aviso. Ya sabes Presidente que el que avisa no es traidor.