viernes, 16 de noviembre de 2007

Diarios de guerra IV

20 de Abril:
Acabo de llegar de una reunión con los otros suboficiales. Siempre están con lo mismo, pero qué saben ellos de esos putos enemigos, de esta jodida selva y de morir en el campo de batalla. Pero bueno órdenes son órdenes y hay que cumplirlas. Mañana mismo debo partir con mi pelotón al frente del oeste, a la línea de contención en la asquerosa selva virgen. Dicen que allí hacen falta más soldados. No, lo que hacen falta son más hombres.

21 de Abril:
Hoy, durante el viaje, he visto a Dunvey un poco decaído, acurrucado en un rincón del convoy, cabizbajo. No me gusta ver a mis hombres así, no hay nada peor en un campo de batalla que un hombre sin esperanza y sin vida. Me acerqué a hablar con él. Esta guerra le está comiendo, no lo soporta, es demasiado para él. No nos sirve, debe volver a casa. Desde que Tommy murió hace cerca de un mes no ha vuelto a ser el mismo. Ya no noto valor, ni fuerza en su mirada y eso me entristece. He intentado animarle, he intentado escucharle y nada tenía que decirme. Se ha recostado y ha intentado dormir. Entre sueños se retorcía y se le compungía el rostro de dolor. Supongo que tratando de escapar de alguna fuerza maligna y despiadada que le acorrala y oprime.

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Caosmeando

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