Un año ya. Y la nave va.
Felicidades a todos y en especial a los que se curran que esto siga vivo.
Después de 365 días, 763 entradas,ochenta y tantos temas diferentes, cerca de treinta mil visitas, una cincuentena de tripulantes partes-todo del Caosmos XiV, ¿qué?
jueves, 16 de octubre de 2008
Feliz aniversario, Caosmos XiV
Las once mil vergas (XXIII)
–Pero –dijo Mony–, después de actuar ante Francisco-José, ¿qué piensa hacer?
–Mi sueño –dijo Estelle– es llegar a ser estrella de café-concierto.
–¡Tenga cuidado! –replicó Mony–. El obscuro señor Claretie que cae de las estrellas le pondrá un juicio detrás de otro.
–No pienses en ello, Mony, hazme unos cuantos versos más antes de ir a la piltra.
–Bueno –dijo Mony, e improvisó estos deliciosos sonetos mitológicos.
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El culo De Onfala Vencido Sucumbe
–” ¿Sientes
Mi falo
Punzante?
–”¡Qué macho!...
El perro ¡Me mata!...
¿Qué sueño?...
–...¿Aguantas?.”
Hércules
Le encula
La señora
Tisbe
Se pasma:
“¡Bebé!”
Píramo
Inclinado
La ataca
“¡Hebé!”
La bella
Dice:
“¡Sí!, Luego ella
Goza,
Igual que
Su hombre.
–¡Exquisito! ¡Delicioso! ¡Admirable! Mony, eres un poeta archidivino, ven a joderme al coche-cama, tengo el ánimo follador.
Mony pagó las cuentas. Mariette y Cornaboeux se miraban lánguidamente. En el pasillo Mony deslizó cincuenta francos al empleado de la Compagnie des Wagons-Lits que permitió que las dos parejas se introdujeran en la misma cabina:
–Usted se arreglará con la aduana –dijo el príncipe al hombre de la gorra–, no tenemos nada que declarar. Antes de pasar la frontera, dos minutos antes por ejemplo, llame a nuestra puerta.
Una vez en la cabina, se desnudaron los cuatro. Mariette fue la primera en quedar desnuda. Mony no la había visto nunca así, pero reconoció sus grandes muslos redondeados y el bosque de pelos que sombreban su rechoncho coño. Sus pechos estaban tan duros y tiesos como los miembros de Mony y de Cornaboeux.
–Cornaboeux –dijo Mony–, encúlame, y mientras me limpiaré esta linda muchacha.
Estelle se desvestía más lentamente y cuando quedó desnuda, Mony se había introducido a la manera de los perros en el coño de Mariette, que, mientras empezaba a gozar, agitaba su grueso trasero y lo hacía restallar contra el vientre de Mony. Cornaboeux había introducido su corta y gruesa nuez en el dilatado ano de Mony que berreaba:
–¡Puerco ferrocarril! No vamos a poder mantener el equilibrio.
Publicado por Uno, trino y plural a las 9:55 0 comentarios
Etiquetas: Las once mil vergas, literatura