miércoles, 31 de diciembre de 2008

Las once mil vergas (XXXVII)

La noche había caído, estrellada. Mony tuvo un antojo al pasar ante el vagón del generalísimo: hizo quitar el pantalón a Alexine, cuyas grandes nalgas parecían estar incómodas en él y, mientras los otros continuaban su camino, manoseó el soberbio culo, semejante a un pálido rostro bajo la pálida luna, luego sacando su verga bravía, la frotó un instante en la raya del culo, picoteando a veces el orificio, luego al oír un seco toque de corneta acompañado de redobles de tambor, se decidió de golpe. El miembro descendió entre las nalgas frescas y se introdujo en un valle que conducía al coño. Las manos del joven, por delante, revolvían el vellocino y excitaban el clítoris. Fue y vino, labrando con la reja de su arado el surco de Alexine, que gozaba removiendo su culo lunar al que la luna allá arriba parecía sonreír mientras lo admiraba. De golpe empezaron las llamadas monótonas de los centinelas; sus gritos se repetían a través de la noche. Alexine y Mony gozaban silenciosamente y cuando eyacularon, casi al mismo tiempo y suspirando profundamente, un obús desgarró el aire y fue a matar a varios soldados que dormían en una trinchera. Murieron quejándose como niños que llaman a su madre.
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Mony y Alexine, rápidamente compuestos, corrieron a la tienda de Fedor.

Allí, encontraron a Cornaboeux desbraguetado, arrodillado ante Culculine que, sin pantalones, le mostraba el culo. El decía:

–No, no se nota nada; nadie diría que te han pegado una cuchillada ahí dentro.

Luego, levantándose, la enculó gritando frases rusas que había aprendido.
Entonces Fedor se colocó ante ella y le introdujo su miembro en el coño. Se hubiera dicho que Culculine era un precioso muchacho al que estaban enculando mientras que él ensartaba su cola en una mujer. En efecto, estaba vestida de hombre y el miembro de Fedor parecía pertenecerle. Pero sus nalgas eran demasiado grandes para que esta idea pudiera subsistir por mucho tiempo. Del mismo modo, su talle delgado y la combadura de su pecho desmentían que fuera un muchacho. El trío se agitaba cadenciosamente y Alexine se acercó para juguetar con los tres testículos de Fedor.

En ese momento un soldado preguntó en voz alta, fuera de la tienda, por el príncipe Vibescu. Mony salió; el militar era un enviado del general Munin que requería a Mony inmediatamente.

Siguió el soldado, llegaron hasta un furgón al que Mony subió mientras el soldado anunciaba: “El príncipe Vibescu”.

El interior del furgón parecía un tocador, pero un tocador oriental. Allí reinaba un lujo descabellado y el general Munin, un coloso de cincuenta años, recibió a Mony con gran gentileza.

Le mostró, descuidadamente tendida en un sofá, una bella mujer de una veintena de años.

Era una circasiana, su mujer:
–Príncipe Vibescu –dijo el general–, mi esposa, que hoy ha oído hablar de vuestra hazaña y quiere felicitaros. Por otra parte, está encinta de tres meses y un antojo de preñada la impulsa irresistiblemente a querer acostarse con vos. ¡Aquí está! Cumplid con vuestro deber. Yo me satisfaré de otra manera.

Sin replicar, Mony se desnudó y empezó a hacer lo mismo con la bella Haidyn que parecía hallarse en un estado de extraordinaria excitación. Mordía a Mony mientras éste la desnudaba. Estaba admirablemente bien hecha y su embarazo aún no se notaba. Sus senos moldeados por las Gracias se alzaban redondos como balas de cañón.

Su cuerpo era flexible, lleno y esbelto. Había una desproporción tan bella entre la rotundidad de su culo y la delgadez de su talle que Mony sintió alzarse su miembro como un abeto noruego.

Ella se lo cogió mientras él manoseaba los muslos que eran gruesos hacia lo alto y se adelgazaban hacia la rodilla.

Cuando quedó desnuda, él se subió encima y la ensartó relinchando como un semental mientras que ella cerraba los ojos, saboreando una felicidad infinita.

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martes, 30 de diciembre de 2008

La Inquisición absuelve a Fray Luis de León

PRONUNCIACIÓN POR LOS INQUISIDORES DE VALLADOLID DE LA SENTENCIA DADA POR EL CONSEJO DE LA SUPREMA EN EL PROCESO DE FRAT LUIS DE LEÓN.

Visto este proceso que ante nos lía pendido y pende entre partes , conviene á saber: de la una actor acusante el promotor fiscal deste Santo Oficio, y de la otra reo
acusado el maestro fray Luis de León, natural de la villa de Belmonte, fraile profeso de la orden de señor San Agustín, catedrático de Durando en la
universidad de Salamanca, residente en ella , preso en las cárceles deste Santo Oficio , sobre cierta acusación y cargo que el dicho promotor fiscal puso contra el susodicho, de ciertas proposiciones que resultaban y se colegían , ansí de deposiciones de testigos como de lecturas y cartapacios que se hallaron en su poder, y sobre las demás razones y causas en el proceso del dicho pleito contenidas , á que nos referimos. Y habido sobre todo ello nuestro acuerdo y deliberación con personas muy graves y de muchas letras y rectas conciencias, fallamos, atento los auctos é méritos del dicbo proceso, que debemos de absolver y absolvemos al dicbo maestro fray Luis de León de la instancia deste juicio,con que en la sala deste Santo Oficio sea reprendido y advertido que de aquí adelante mire cómo y adonde trata cosas y materias de la calidad y peligro que las que deste proceso resultan, y tenga en ellas mucha moderación y prudencia, como conviene para que cese todo escándalo y ocasión de errores. E por justas causas é respetos que á ello nos mueven, que debemos
mandar y mandamos que por este Santo Oficio se recoja el cuaderno de los Cantares, traducido en romance y ordenado por el dicbo fray Luis de León. Y por esta nuestra sentencia difinitíva juzgando, ansí lo pronunciamos y mandamos en estos escriptos é por ellos. —

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Empieza la liga de fútbol

En abril de 1927, José María Acha, directivo del histórico Arenas de Guecho, envió a numerosos clubes un anteproyecto de Liga a nivel nacional en la que compitieran los mejores equipos.

A pesar de tratarse de una propuesta que todos en el fondo compartían, se generó una gran polémica en la forma de aplicarla. El gran motivo de desacuerdo no era otro que decidir cuántos equipos debían disputarla y cuáles serían. Ello derivó en la creación de dos grupos, los ''minimalistas'', que defendían que la Liga sólo la deberían disputar los 6 clubes que hasta entonces habían ganado la Copa de España, y los ''maximalistas'' partidarios de incluir, además, a los clubes que habían sido subcampeones así como a los equipos con más proyección en cada región.

Lejos de alcanzar un acuerdo, se produjo una escisión que ni siquiera pudo evitar la mediación del entonces presidente de la FIFA, Jules Rimet. En consecuencia, el divorcio acabó con la creación de dos ligas separadas para la temporada 1927/28 que, lógicamente, desembocaron en un rotundo fracaso.

A pesar de que no fue nada sencillo, el 23 de noviembre de 1928 se llegó al tan necesario acuerdo en el transcurso de una Asamblea Extraordinaria de la Real Federación Española de Fútbol, convocada con esta finalidad. La primera Liga la jugarían 10 equipos: los seis campeones de España (Athletic Club, Barcelona, Real Madrid, Real Sociedad, Arenas de Guecho y Real Unión de Irún), los tres subcampeones (Atlético de Madrid, Espanyol y Europa) y, finalmente, un décimo equipo que saldría de una fase eliminatoria de la que resultó ganador el Real Racing Club.

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lunes, 29 de diciembre de 2008

El soldado desconocido

Fragmento de Aventuras del soldado desconocido , de Pablo de la Torriente Brau


»Pero te voy a contar ya cómo fue que me hicieron soldado desconocido.

»Ya te dije que me mataron después de muerto. Esto, te advierto que ha sido bastante frecuente en la guerra. Es más, hay soldado a quien han matado diez y hasta quince veces, porque la artillería, como habrás visto en la película Sin novedad en el frente, no respetaba cementerios ni nada, y cuando tú llevabas ya tu mes de enterrado y creías que todo se estaba tranquilizando y que los gusanos podrían trabajar sin sobresaltos, caía una avalancha de metralla y te destrozaban de nuevo. Más tarde, cuando venía la contraofensiva, allí mismo mataban a los contrarios y a seguidas el entierro en común, la confusión de huesos y quedabas ya, hasta el próximo bombardeo, con un brazo de alemán, la pata de un inglés y la cabeza de un negro sudanés de la infantería. Esto, aunque te parezca raro, ha dado origen a numerosas controversias entre los soldados desconocidos y yo mismo no estoy exento de algunos de estos problemas. La jurisprudencia sentada en el asunto me ha salvado.

»El caso es que yo tuve más leche y sólo tengo en el cuerpo dos o tres costillas de una nurse francesa que era más celosa que el diablo, y por este detalle, cuando escogieron en el Cementerio de Chalons el soldado desconocido que había de descansar en Arlington, tuve la suerte de parecerles muy completo y armónico a los encargados de la selección.
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Debo advertirte que se tenía cierto cuidado en seleccionar un soldado desconocido. Quien más quien menos trataba de comprobar que el soldado en cuestión, por lo menos, pertenecía a su país; asimismo, se rechazaron esqueletos de negros y hasta hubo quien prefirió escoger los lugares donde habían peleado determinados regimientos. Pero, con todo, la realidad es que, en general, somos bastante desconocidos.

»Ya, después que fui seleccionado, se contrató una banda militar, un regimiento; el Presidente de la República Francesa; el general Pershing; el Alcalde de Chalons; un grupo de lisiados de la guerra y a las doce del día, con un sol espléndido, se pronunciaron sobre mi tumba las primeras oraciones fúnebres en elogio de mi desinterés, de mi heroísmo, de mi generosidad sin límites, de mi abnegación por la causa de los pueblos pequeños y de la libertad del mundo. El Presidente de Francia dijo que yo era tan excelso como Lafayette; más excelso aún que Lafayette y que yo había unido a través del océano, por mi sacrificio, a los dos pueblos más grandes del mundo, asegurando que mi alma sería recibida triunfalmente por las almas de los inmortales guerreros galos y que, a mi entrada en el cielo de la gloria, Napoleón Bonaparte se quitaría su tricornio para saludar mi paso, mientras me presentaría armas un regimiento todo formado por mariscales de la Francia... Cuando dijo esto, te confieso que sentí un escalofrío de emoción. Todo el que estaba presente lloró. Los cañones ladraron como gigantescos perros. Las banderas arrastraron sus pliegues sobre mi tumba. Los rifles de los soldados se pusieron a la funerala. Te aseguro que jamás en la vida he presenciado nada comparable... Ni los arrollaos de Santiago se le pueden comparar... Después uno, como a todo, se va acostumbrando, pero al principio estos actos son terribles. Te aseguro que los huesos se me arrugaban de emoción...

»Después del presidente de Francia, habló un general inglés quien con gran solemnidad dijo que el pueblo americano era hijo del pueblo inglés y que él sentía que en aquel acto, al honrárseme a mí, se honraba a toda Inglaterra. Un ministro español, que el día antes había asistido al desenterramiento del Soldado Desconocido alemán, rabiaba por hablar y lamentaba que España no hubiera tomado parte en la guerra, en la seguridad de que ese argumento de los pueblos hijos y los pueblos madres lo hubiera él «movido» con más dramaticidad que el inglés. Pero el protocolo lo obligó a callarse, y se limitó a movilizar su dedo índice, como quien dice «ha dado en el clavo». Yo, por mi parte, al sentirme reconocido como un hijo del pueblo inglés, recordé la toma de La Habana por los ingleses y supuse que a lo mejor mi sexto abuelo fue muerto, ignominiosamente, en algunas de las emboscadas tendidas por Pepe Antonio, el héroe de Guanabacoa.

»Mas todo acaba, hasta los discursos fúnebres, y el general Pershing con el sentido americano de que time is money, pronunció su discurso con toda brevedad y con la secular falta de talento que se le reconce universalmente desde la pateadura que le dio Pancho Villa. Dijo que agradecía el homenaje que se rendía al pueblo americano, que era el que había ganado la guerra en realidad, y que así como él había tratado de civilizar a México, también había venido a Europa a poner un poco de orden; que gracias a las ideas del presidente Wilson los pueblos pequeños disfrutarían de libertad y que, gracias a mi sacrificio, se había vencido en Chateau Tierry. Dijo, por último, que el pueblo americano me pondría en el mismo plano que a Lincoln, Edison y Ford, porque yo representaba el esfuerzo por conquistar el record de la inmortalidad al menor tiempo posible. Y que, sin duda, yo descendía de los peregrinos del «Mayflower»...

»Y me metieron en una caja de hierro, como si yo fuera un tesoro; me encaramaron en un armón y entre himnos y banderas me llevaron para el tren. Las flores me caían desde los aeroplanos y, de vez en cuando, me estremecía temiendo un bombardeo. Por fin, llegamos al barco y te aseguro que vi los cielos abiertos cuando el barco se alejó y se fueron perdiendo las últimas marsellesas y los últimos discursos... Pero, con todo, no pude dormir tranquilo en toda la travesia, porque uno de los soldados de la «guardia de honor» se la pasó aprendiendo a tocar La Marsellesa en una filarmónica... Y, desde entonces, le cogí tal odio a los himnos, que en cuanto hay alguna fiesta, como pueda, me escapo de Arlington...

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domingo, 28 de diciembre de 2008

El existencialismo es un humanismo (7)

Además, si es imposible encontrar en cada hombre una esencia universal que constituya la naturaleza humana, existe, sin embargo, una universalidad humana de condición.
No es un azar que los pensadores de hoy día hablen más fácilmente de la condición del hombre que de su naturaleza. Por condición entienden, con más o menos claridad, el conjunto de los límites a priori que bosquejan su situación fundamental en el universo.
Las situaciones históricas varían: el hombre puede nacer esclavo en una sociedad pagana, o señor feudal, o proletario. Lo que no varía es la necesidad para él de estar en el mundo, de estar allí en el trabajo, de estar allí en medio de los otros y de ser allí mortal. Los límites no son ni subjetivos ni objetivos, o más bien tienen una faz objetiva y una faz subjetiva.
Objetivos, porque se encuentran en todo y son en todo reconocibles; subjetivos, porque son vividos y no son nada si el hombre no los vive, es decir, si no se determina libremente en su existencia por relación a ellos.
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Y si bien los proyectos pueden ser diversos, por lo menos ninguno puede permanecerme extraño, porque todos presentan en común una tentativa para franquear esos límites o para ampliarlos o para negarlos o para acomodarse a ellos. En consecuencia, todo proyecto, por más individual que sea, tiene un valor universal. Todo proyecto, aun el del chino, el del hindú, o del negro, puede ser comprendido por un europeo.

Puede ser comprendido; esto quiere decir que el europeo de 1945 puede lanzarse a partir de una situación que concibe hasta sus límites de la misma manera, y que puede rehacer en sí el camino del chino, del hindú o del africano. Hay universalidad en todo proyecto en el sentido de que todo proyecto es comprensible para todo hombre. Lo que no significa de ninguna manera que este proyecto defina al hombre para siempre, sino que puede ser reencontrado.
Hay siempre una forma de comprender al idiota, al niño, al primitivo o al extranjero, siempre que se tengan los datos suficientes. En este sentido podemos decir que hay una universalidad del hombre; pero no está dada, está perpetuamente construida. Construyo lo universal eligiendo; lo construyo al comprender el proyecto de cualquier otro hombre, sea de la época que sea.
Este absoluto de la elección no suprime la relatividad de cada época. Lo que el existencialismo tiene interés en demostrar es el enlace del carácter absoluto del compromiso libre, por el cual cada hombre se realiza al realizar un tipo de humanidad, compromiso siempre comprensible para cualquier época y por cualquier persona, y la relatividad del conjunto cultural que puede resultar de tal elección; hay que señalar a la vez la relatividad del cartesianismo y el carácter absoluto del compromiso cartesiano.
En este sentido se puede decir, si ustedes quieren, que cada uno de nosotros realiza lo absoluto al respirar, al comer, al dormir, u obrando de una manera cualquiera. No hay ninguna diferencia entre ser libremente, ser como proyecto, como existencia que elige su esencia, y ser absoluto; y no hay ninguna diferencia entre ser un absoluto temporalmente localizado, es decir que se ha localizado en la historia, y ser comprensible universalmente.
Esto no resuelve enteramente la objeción de subjetivismo. En efecto, esta objeción toma todavía muchas formas. La primera es la que sigue.
Se nos dice: Entonces ustedes pueden hacer cualquier cosa; lo cual se expresa de diversas maneras. En primer lugar se nos tacha de anarquía; en seguida se declara: no pueden ustedes juzgar a los demás, porque no hay razón para preferir un proyecto a otro; en fin, se nos puede decir: todo es gratuito en lo que ustedes eligen, dan con una mano lo que fingen recibir con la otra. Estas tres objeciones no son muy serias.
En primer lugar, la primera objeción: pueden elegir cualquier cosa, no es exacta. La elección es posible en un sentido, pero lo que no es posible es no elegir. Puedo siempre elegir, pero tengo que saber que, si no elijo, también elijo. Esto, aunque parezca estrictamente formal, tiene una gran importancia para limitar la fantasía y el capricho. Si es cierto que frente a una situación, por ejemplo, la situación que hace que yo sea un ser sexuado que puede tener relaciones con un ser de otro sexo, que yo sea un ser que puede tener hijos- estoy obligado a elegir una actitud y que de todos modos lleva la responsabilidad de una elección que, al comprometerme, compromete a la humanidad entera, aunque ningún valor a priori determine mi elección, esto no tiene nada que ver con el capricho; y si se cree encontrar aquí la teoría gideana del acto gratuito, es porque no se ve la enorme diferencia entre esta doctrina y la de Gide.
Gide no sabe lo que es una situación; obra por simple capricho. Para nosotros, al contrario, el hombre se encuentra en una situación organizada, donde está él mismo comprometido, compromete con su elección a la humanidad entera, y no puede evitar elegir: o bien permanecerá casto, o bien se casará sin tener hijos, o bien se casará y tendrá hijos; de todos modos, haga lo que haga, es imposible que no tome una responsabilidad total frente a este problema. Sin duda, elige sin referirse a valores preestablecidos, pero es injusto tacharlo de capricho. Digamos más bien que hay que comparar la elección moral con la construcción de una obra de arte.
Y aquí hay que hacer en seguida un alto para decir que no se trata de una moral estética, porque nuestros adversarios son de tan mala fe que nos reprochan hasta esto. El ejemplo que elijo no es más que una comparación.
Dicho esto, ¿se ha reprochado jamás a un artista que hace un cuadro el no inspirarse en reglas establecidas a priori? ¿Se ha dicho jamás cuál es el cuadro que debe hacer? Está bien claro que no hay cuadro definitivo que hacer, que el artista se compromete a la construcción de su cuadro, y que el cuadro por hacer es precisamente el cuadro que habrá hecho; está bien claro que no hay valores estéticos a priori, pero que hay valores que se ven después en la coherencia del cuadro, en las relaciones que hay entre la voluntad de creación y el resultado.
Nadie puede decir lo que será la pintura de mañana; sólo se puede juzgar la pintura una vez realizada. ¿Qué relación tiene esto con la moral? Estamos en la misma situación creadora. No hablamos nunca de la gratuidad de una obra de arte. Cuando hablamos de un cuadro de Picasso, nunca decimos que es gratuito; comprendemos perfectamente que Picasso se ha construido tal como es, al mismo tiempo que pintaba; que el conjunto de su obra se incorpora a su vida.

Lo mismo ocurre en el plano de la moral. Lo que hay de común entre el arte y la moral es que, con los dos casos, tenemos creación e invención. No podemos decir a priori lo que hay que hacer. Creo haberlo mostrado suficientemente al hablarles del caso de ese alumno que me vino a ver y que podía dirigirse a todas las morales, kantiana u otras, sin encontrar ninguna especie de indicación; se vio obligado a inventar él mismo su ley. Nunca diremos que este hombre que ha elegido quedarse con su madre tomando como base moral los sentimientos, la acción individual y la caridad concreta, o que ha elegido irse a Inglaterra prefiriendo el sacrificio, ha hecho una elección gratuita.
El hombre se hace, no está todo hecho desde el principio, se hace al elegir su moral, y la presión de las circunstancias es tal, que no puede dejar de elegir una. No definimos al hombre sino en relación con un compromiso. Es, por tanto, absurdo reprocharnos la gratuidad de la elección.

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miércoles, 24 de diciembre de 2008

Fairytale of New York

Las Navidades me gustan entre poco y nada, pero no puedo evitar recomendar esta canción (hoy) a quienes aún conserven el cariño por estas fiestas (y cualquier otro día) a los que como yo, ya lo hayan perdido.

En escena, The Pogues y Kirsty MacColl.

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lunes, 22 de diciembre de 2008

Albert Pla - la colilla

Parte 1



Parte 2

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Nahui Olin




1.

Sé que mi belleza es superior a todas las bellezas que tú pudieras encontrar. Tus sentimientos de esteta los arrastró la belleza de mi cuerpo, el esplendor de mis ojos, la cadencia de mi ritmo al andar, el oro de mi cabellera, la furia de mi sexo, y ninguna otra belleza podría alejarte de mí.

2.

Independiente fui, para no permitir pudrirme sin renovarme;
hoy, independiente, pudriéndome me renuevo para vivir.
Los gusanos no me darán fin -son los grotescos destructivos
de materias sin savia, y vida dan, con devorar lo ya podrido
del último despojo de mi renovación-
Y la madre tierra me parirá y naceré de nuevo,
de nuevo ya para no morir...

(Nahui Olin)

“De que Nahui Olin tenía el mar en los ojos no cabe la menor duda. El agua salada se movía dentro de las dos cuencas, y adquiría la placidez del lago o se encrespaba furiosa tormenta verde, ola inmensa, amenazante. Vivir con dos olas del mar dentro de la cabeza no ha de ser fácil” (Elena Poniatowska)

“No soy feliz porque la vida no ha sido hecha para mí, porque soy una llama devorada por sí misma y que no se puede apagar; porque no he vencido con la libertad la vida teniendo el derecho de gustar de los placeres estando destinada a ser vendida como antiguamente los esclavos, a un marido. Protesto a pesar de mi edad por estar bajo la tutela de mis padres”. (Nahui Olin a los 10 años)

Perfora con tu falo mi carne, perfora mis entrañas, desbarata todo mi ser, bebe toda mi sangre y con la última gota que me quede escribiré esta palabra: te amo

“Si tú me hubieras conocido/ con mis calcetines y vestidos/ muy cortos/ habrías visto debajo/ Y Mamá me habría enviado/ a buscar los pantalones/ que no me gustaban/ y me habría sentado sobre tus rodillas/ para decirte/ que Mamá es muy mala conmigo/ Quiere que me ponga/ gruesos pantalones/ que me lastiman/ allí abajo/ Tú habrías visto/ que soy una niña/ que te gusta. (Nahui Olin)

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domingo, 21 de diciembre de 2008

Las once mil vergas (XXXVI)

Después de la ejecución sumaria del espía Egon Muller y de la prostituta japonesa Kilyemu, el príncipe Vibescu se había convertido en un personaje muy popular en Port-Arthur.
Un día, el general Stoessel le hizo llamar y le entregó un pliego diciendo:
–Príncipe Vibescu, aunque no seáis ruso, no por eso dejáis de ser uno de los mejores oficiales de la plaza... Esperamos la llegada de socorros, pero es preciso que el general Kuro-patkin se dé prisa... Si tarda mucho, tendremos que capitular... Esos perros japoneses acechan y un día su fanatismo acabará con nuestra resistencia. Debéis atravesar las líneas japonesas y entregar este despacho al generalísimo.

Prepararon un globo. Durante ocho días, Mony y Cornaboeux se entrenaron en el manejo del aerostato que fue hinchado una bella mañana.
Los dos pasajeros subieron a la barquilla, pronunciaron el tradicional:
“¡Soltadlo!” y pronto, habiendo alcanzado la región de las nubes, ya no divisaron la tierra más que como algo muy pequeño, y el campo de batalla se divisaba netamente con los ejércitos, las escuadras en el mar, y una cerilla que rascaban para encender su cigarrillo dejaba un reguero más luminoso que los obuses de los cañones gigantes de los que se servían los beligerantes.
Una fuerte brisa impulsó al globo en la dirección de los ejércitos rusos y, en varios días, aterrizaron y fueron recibidos por un fornido oficial que les dio la bienvenida. Era Fedor, el hombre con tres testículos, el antiguo amante de Héléne Verdier, la hermana de Culculine d'Ancóne.
–Teniente –le dijo el príncipe Vibescu al saltar de la barquilla–, sois muy amable y la recepción que nos hacéis nos consuela de muchas fatigas. Dejadme pediros perdón por haberos puesto cuernos en San Petersburgo con vuestra amante Héléne, la institutriz francesa de la hija del general Kokodryoff.

–Habéis hecho bien –contestó Fedor–,
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figuraos que aquí he encontrado a su hermana Culculine; es una estupenda muchacha que hace de cantinera en un bar de señoritas que frecuentan nuestros oficiales. Abandonó París para conseguir una fuerte suma en Extremo Oriente. Aquí gana mucho dinero, pues los oficiales jaranean como corresponde a personas a las que queda poco tiempo de vida, y su amiga Alexine Mangetout está con ella.

–¿Cómo? –exclamó Mony–. ¡Culculine y Alexine están aquí!... Conducidme deprisa ante el general Kuropatkin, debo cumplir mi misión ante todo... Inmediatamente después me llevaréis a la cantina...

El general Kuropatkin recibió amablemente a Mony en su palacio. Era un vagón bastante bien acondicionado.

El generalísimo leyó el mensaje, luego dijo:

“Haremos todo lo posible para liberar Port-Arthur. Mientras tanto, Príncipe Vibescu, os nombro caballero de San Jorge...”

Una media hora después, el recién condecorado se hallaba en la cantina El Cosaco Dormido en compañía de Fedor y de Cornaboeux. Dos mujeres se apresuraron a atenderles. Eran Culculine y Alexine, completamente encantadoras. Estaban vestidas de soldado ruso y llevaban un delantal de encajes delante de sus anchos pantalones aprisionados en las botas; sus culos y sus pechos sobresalían agradablemente y abombaban el uniforme. Una gorrita colocada de través sobre su cabellera completaba lo que este ridículo atavío militar tenía de excitante. Tenían el aspecto de menudas comparsas de opereta.
“ ¡Mira, Mony!”, exclamó Culculine. El príncipe besó a las dos mujeres y les preguntó por sus aventuras.

–Ahí va –dijo Culculine– pero tú también nos contarás lo que te ha sucedido.

Después de la noche fatal en que los asaltantes nos dejaron medio muertos junto al cadáver de uno de ellos al que yo había cortado el miembro con mis dientes en un instante de goce loco, me desperté rodeada de médicos. Me habían encontrado con un cuchillo plantado en mis nalgas. Alexine fue cuidada en su casa y no tuvimos ninguna noticia tuya. Pero nos enteramos, cuando pudimos salir, que habías vuelto a Servia. El suceso había causado un enorme escándalo, a su retorno mi explorador me dejó y el senador de Alexine no quiso mantenerla más.

Nuestra estrella empezaba a declinar en París. Estalló la guerra entre Rusia y Japón. El chulo de mis amigas organizaba una expedición de mujeres para servir en las cantinas bur-deles que acompañan al ejército ruso; nos contrataron y aquí nos tienes.

A continuación Mony contó lo que le había sucedido, omitiendo lo que había pasado en el Orient-Express. Presentó a Cornaboeux a las dos mujeres sentadas, pero sin decir que era el desvalijador que había plantado su cuchillo en las nalgas de Culculine.

Todos estos relatos ocasionaron un gran consumo de bebidas; la sala se había llenado de oficiales con gorra que cantaban a voz en grito mientras acariciaban a las camareras.

–Salgamos –dijo Mony.

Culculine y Alexine les siguieron y los cinco militares salieron de los atrincheramientos y se dirigieron hacia la tienda de Fedor.

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Una nueva visión de la sociedad

Éste es un fragmento del prefacio al tercer ensayo de esta obra de Robert Owen

Por lo tanto, si dedicar el debido cuidado al estado de sus máquinas inanimadas
puede producir resultados tan beneficiosos, ¿qué no puede esperarse si dedican la misma atención a sus máquinas vitales que están mucho más maravillosamente construidas?
Cuando ustedes adquieran un conocimiento correcto de éstas, de sus curiosos
mecanismos, de sus poderes de autoajuste; cuando el resorte principal adecuado se
aplique a sus variados movimientos, ustedes serán conscientes de su valor real y pronto se verán inducidos a dirigir sus pensamientos con mayor frecuencia de las máquinas inanimadas a las máquinas vivas; descubrirán que estas últimas pueden prepararse y dirigirse con mayor facilidad para obtener un mayor aumento de beneficio pecuniario, a la vez que podrán conseguir de ellas una alta y substancial gratificación.
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¿Continuarán ustedes, entonces, gastando grandes sumas de dinero en conseguir el mecanismo de madera, bronce o hierro mejor diseñado, para mantenerlo en perfecto
estado, suministrarle la mejor sustancia para evitar la fricción innecesaria y evitar que caiga en un desuso prematuro?
¿Dedicarán, también, años de intensa aplicación para entender la conexión de las
diversas partes de estas máquinas sin vida, para mejorar su potencia efectiva y calcular con precisión matemática todos sus movimientos minuciosos y combinados?
Y cuando en estas transacciones estimen el tiempo por minutos, y el dinero gastado
por la posibilidad de una ganancia mayor por fracciones, ¿no podrán dedicar parte de su atención a considerar si una porción de su tiempo y su capital no podría aplicarse más ventajosamente a mejorar la maquinaria viva?
Por mi experiencia, que no puede engañarme, me aventuro a asegurarles que su
tiempo y su dinero aplicados de esta forma, si están dirigidos por un verdadero
conocimiento del tema, les rendirán no cinco, diez quince por ciento de sus capitales
invertidos sino con frecuencia cincuenta y en muchos casos el cien por cien.
He invertido mucho tiempo y capital en la mejora de la maquinaria viva; y el tiempo
y el dinero invertidos de esta manera en la fábrica de New Lanark, incluso mientras estas mejoras sólo están en parte realizadas, y sólo se han obtenido la mitad de sus efectos favorables, ya están produciendo un rendimiento mayor del cincuenta por ciento, y en poco tiempo crearán rendimientos iguales al cien por cien sobre el capital original invertido en ellas.
Ciertamente, después de experimentar los efectos favorables, debidos al cuidado a
la atención de los implementas mecánicos, para una mente reflexiva resulta fácil concluir
de inmediato que por lo menos puede obtenerse una ventaja igual con la aplicación de un
cuidado y una atención similares a los instrumentos vivos. Y cuando se percibió que el
mecanismo inanimado se mejoraba grandemente mediante una construcción sólida y
fuerte; que la esencia de la economía consistía en mantenerlo limpio y bien cuidado,
suministrándole regularmente la mejor sustancia para evitar la fricción innecesaria y con
una provisión adecuada con el objeto de mantenerlo en buen estado; resulta natural
concluir que el mecanismo vivo, más delicado y complejo se podrá igualmente mejorar preparándolo para la fuerza y la actividad; y que también resultará ser una verdadera
economía mantenerlo limpio y bien cuidado; tratándolo con consideración, que sus
movimientos mentales no han de experimentar una excesiva fricción irritante; esforzarse por todos los medios en hacerlo más perfecto; proporcionarle regularmente una cantidad
suficiente de alimentación sana y otras cosas necesarias para la vida, que el cuerpo pueda
preservarse en perfectas condiciones de trabajo y evitando así que funcione mal o que
pueda caer prematuramente en desuso.

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sábado, 20 de diciembre de 2008

Incubus

Un corto de Guido Manuli

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El Santo Niño de La Guardia

El decreto de expulsión de los judíos de 31 de marzo de 1492 estuvo fuertemente influido por el proceso de los reos complicados en el supuesto asesinato del Santo Niño de La Guardia.

En primer lugar, los reos no eran todos conversos, sino que formaban una supuesta alianza entre judíos sin importar bautismo, con lo que se afirmaba uno de los principios fundamentales de Torquemada aducidos en el decreto de expulsión: los judíos podían contaminar a sus parientes conversos. Para ello, en vistas a confirmar este argumento, Torquemada se saltó todas las jurisdicciones ‑sólo podía preocuparse de la salud espiritual de los bautizados‑ al contar con la baza del asesinato de un niño inocente.

Acaecidos los hechos en 1489, comenzó el proceso el 17 de diciembre de 1490. Entre el 6 de junio y el 19 de Julio de 1490, fray Tomás de Torquemada mandó prender a Yucé Franco y sus supuestos cómplices. La procedencia de los acusados es diversa y revela desde el principio un interés inquisitorial en mezclar diferentes aljamas y comunidades de Castilla en una red conspiratoria general.

¿Qué había inducido a este rapto y posterior asesinato? Según la declaración que transmite el proceso, pensaron los acusados, ¡por indicación del gran rabinazgo francés! – una posible solución de intervención extranjera para justificar la expulsión -, que mezclando la sangre del niño y una hostia consagrada podrían intoxicar las fuentes causando la muerte de los inquisidores.
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Todos los concurrentes eran judíos y cristianos nuevos de origen judío que temían a la justicia por haber “recaído en su secta” – según nos dice la acusación. A pesar de las búsquedas exhaustivas, el cuerpo nunca apareció en la supuesta cueva de los suplicios y la razón más frecuentemente aludida a este fallo policial es que, naturalmente, el Santo Niño había sido elevado al cielo después del martirio.

Los judíos y los conversos detenidos confesaron haberlo llevado a la villa de La Guardia en razón de su “parecido con la tierra de Palestina”. Esto, que para nosotros puede parecer realmente exótico y original – por no considerarlo directamente extravagante o ridículo -, se convirtió en la prueba fundamental del juicio: “Donde por tener una situación geográfica y alrededores de configuración geológica muy parecida a la que en Asia tienen los lugares que vieron el principio y fin de la vida del hijo de Dios hecho hombre en su peregrinar redentor de la humanidad, tendría el hecho una mayor similitud y vigor realista de aquel magno acontecimiento, que perenne vive en la memoria de las generaciones y los tiempos.”

La similitud de esta comarca con Judea fue defendida por fray Antonio de Guzmán con mapas y la aportación innegable de las revelaciones divinas al beato fray Simón de Roxas que había habitado en el pueblo de La Guardia. Para convertir el crimen en algo más verídico si cabe, cada uno de los sayones hizo un papel de los partícipes en la Pasión evangélica (Judas, Pilatos, jefe del sanedrín...) – al estilo del teatro de misterios y pasiones - , interpretando la desgraciada criatura el papel de protagonista, es decir, Jesucristo.

El proceso inquisitorial comenzó el 17 de diciembre de 1490 y terminó el 16 de noviembre del año siguiente ‑nos dice Luis Suárez Fernández‑ con la ejecución de todos los inculpados, que eran dos judíos: Yucé Franco, de Tembleque y Moshe Abenamias de Zamora, y seis conversos: Alonso, Lope, García y Juan Franco, Juan Ocaña y Benito García, vecinos todos de La Guardia, localidad del arzobispado de Toledo. Las declaraciones de los reos en tormento y fuera de él parecen demostrar que hubo, en efecto, en La Guardia dos crímenes: sacrilegio de una ostia consagrada, que los converses compraron a fin de ejercer sobre ellas conjuros que les librasen de la Inquisición, y asesinato ritual de un niño, que fue crucificado el día de Viernes Santo.

El caso de Yucé Franco, judío de Tembleque, es muy significativo. En diciembre de 1490, a la negativa de los cargos, sigue una serie de interrogatorios que son decepcionantes por el resultado. EL 10 de enero de 1491, Yucé Franco confirma una historia contada el 27 de octubre sobre la búsqueda de pan cenceño (ácimo) para la celebración de la Pascua Judía, que le hace dirigirse desde Tembleque a La Guardia y tener trato con conversos, charlando sobre la circuncisión.

El 10 de abril, Yucé responde a la efectividad de las torturas y comienza a introducir en el relato alusiones a la hostia consagrada (igualmente pan ácimo), aunque de momento en relación con la familia Franco, que eran conversos. El 7 de mayo ya se ha encontrado el lugar perfecto para los conciliábulos del crimen, unas cuevas entre dos arrabales y La Guardia, en la cuesta de la Horca, camino de Ocaña, apareciendo varios cómplices, naturalmente difuntos: Moisés Franco y Yuça Tazarte.

La tortura empieza a construir un relato razonable que se une a la posición de otros detenidos con acusaciones paralelas y escenas realmente degradantes, incluida la terrible escena de Benito García que, en medio de todas las torturas, idea la posibilidad de cortarse el pene para que no se vea que está circuncidado y así evitar ser quemado. Benito García confiesa lo increíble de sus propias declaraciones al afirmar que “él tenía mal remedio porque con los tormentos había dicho más de lo que sabía”.

La historia se polariza ahora en dos ramas y se guioniza de acuerdo con las declaraciones dobles de un converso, Benito García, y de un judío, Yuçé Franco, hiladas a conveniencia de los inquisidores. Estos van de uno a otro para acordar las dos versiones, lo que logran tras un año de torturas.

El 9 de junio, las declaraciones de ambos hablan ya de un corazón de niño cristiano y una hostia consagrada, en relación con el difunto Yuça Tazarte. Los Franco de la Guardia, conversos, son implicados ya que los conjuros habrían tenido como destino librarse de la posible persecución de los inquisidores.

Finalmente, durante el verano de 1491, la historia se completa. El 25 de octubre, en Salamanca, se pueden ya conformar unas acusaciones claras y tenemos un veredicto previo del jurado convocado al efecto.

El 26 de octubre de 1491, se somete a tormento a Yuce Franco que realiza una confesión de acuerdo a las acusaciones deseadas aunque, a los inquisidores, les parece incompleta. Después del suplicio del 2 de noviembre, se perfila la historia definitiva: por fin tenemos un niño toledano secuestrado.

El 4 de noviembre se ratifica y el 5 de noviembre se da una de las más fundamentales claves del asunto: los judíos no podían realizar los hechizos sin el concurso de los cristianos. Con sus poderes judaicos son incapaces de hacer mal. Los judíos necesitan una hostia consagrada, un niño cristiano e incluso la participación de los propios conversos que cuentan con la fuerza espiritual – aunque mal utilizada – que da el bautismo.

La apología sacramental, subyacente a la guionización de todo auto sacramental, está conseguida y los inquisidores pueden preparar el auto de fe práctico del 16 de noviembre.

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jueves, 18 de diciembre de 2008

Si Dios fuera mujer

Un poema de Mario Benedetti recitado por él mismo.

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miércoles, 17 de diciembre de 2008

El existencialismo es un humanismo (6)

El cobarde se hace cobarde, el héroe se hace héroe

Si la gente nos reprocha las obras novelescas en que describimos seres flojos, débiles, cobardes y alguna vez francamente malos, no es únicamente porque estos seres son flojos, débiles, cobardes o malos; porque si, como Zola, declaráramos que son así por herencia, por la acción del medio, de la sociedad, por un determinismo orgánico o psicológico, la gente se sentiría segura y diría: bueno, somos así, y nadie puede hacer nada; pero el existencialista, cuando describe a un cobarde, dice que el cobarde es responsable de su cobardía.
No lo es porque tenga un corazón, un pulmón o cerebro cobarde; no lo es debido a una organización fisiológica, sino que lo es porque se ha construido como hombre cobarde por sus actos. No hay temperamento cobarde; hay temperamentos nerviosos, hay sangre floja, como dicen, o temperamentos ricos; pero el hombre que tiene una sangre floja no por eso es cobarde, porque lo que hace la cobardía es el acto de renunciar o de ceder; un temperamento no es un acto; el cobarde está definido a partir del acto que realiza.
Lo que la gente siente oscuramente y le causa horror es que el cobarde que nosotros presentamos es culpable de ser cobarde. Lo que la gente quiere es que se nazca cobarde o héroe.
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Uno de los reproches que se hace a menudo a Chemins de la Liberté se formula así: pero, en fin, de esa gente que es tan floja, ¿cómo hará usted héroes? Esta objeción hace más bien reír, porque supone que uno nace héroe. Y en el fondo es esto lo que la gente quiere pensar: si se nace cobarde, se está perfectamente tranquilo, no hay nada que hacer, se será cobarde toda la vida, hágase lo que se haga; si se nace héroe, también se estará perfectamente tranquilo, se será héroe toda la vida, se beberá como héroe, se comerá como héroe. Lo que dice el existencialista es que el cobarde se hace cobarde, el héroe se hace héroe; hay siempre para el cobarde una posibilidad de no ser más cobarde y para el héroe de dejar de ser héroe. Lo que tiene importancia es el compromiso total, y no es un caso particular, una acción particular lo que compromete totalmente.

Así, creo yo, hemos respondido a cierto número de reproches concernientes al existencialismo. Ustedes ven que no puede ser considerada como una filosofía del quietismo, puesto que define al hombre por la acción; ni como una descripción pesimista del hombre: no hay doctrina más optimista, puesto que el destino del hombre está en él mismo; ni como una tentativa para descorazonar al hombre alejándole de la acción, puesto que le dice que sólo hay esperanza en su acción, y que la única cosa que permite vivir al hombre es el acto.
En consecuencia, en este plano, tenemos que vérnoslas con una moral de acción y de compromiso. Sin embargo, se nos reprocha además, partiendo de estos postulados, que aislamos al hombre en su subjetividad individual. Aquí también se nos entiende muy mal.
Nuestro punto de partida, en efecto, es la subjetividad del individuo, y esto por razones estrictamente filosóficas. No porque somos burgueses, sino porque queremos una doctrina basada sobre la verdad, y no un conjunto de bellas teorías, llenas de esperanza y sin fundamentos reales.
En el punto de partida no puede haber otra verdad que ésta: pienso, luego soy; ésta es la verdad absoluta de la conciencia captándose a sí misma. Toda teoría que toma al hombre fuera de ese momento en que se capta a sí mismo es ante todo una teoría que suprime la verdad, pues, fuera de este cogito cartesiano, todos los objetos son solamente probables, y una doctrina de probabilidades que no está suspendida de una verdad se hunde en la nada; para definir lo probable hay que poseer lo verdadero. Luego para que haya una verdad cualquiera se necesita una verdad absoluta; y ésta es simple, fácil de alcanzar, está a la mano de todo el mundo; consiste en captarse sin intermediario.
En segundo lugar, esta teoría es la única que da una dignidad al hombre, la única que no lo convierte en un objeto. Todo materialismo tiene por efecto tratar a todos los hombres, incluido uno mismo, como objetos, es decir, como un conjunto de reacciones determinadas, que en nada se distingue del conjunto de cualidades y fenómenos que constituyen una mesa o una silla o una piedra.
Nosotros queremos constituir precisamente el reino humano como un conjunto de valores distintos del reino material. Pero la subjetividad que alcanzamos a título de verdad no es una subjetividad rigurosamente individual porque hemos demostrado que en el cogito uno no se descubría solamente a sí mismo, sino también a los otros. Por el yo pienso, contrariamente a la filosofía de Descartes, contrariamente a la filosofía de Kant, nos captamos a nosotros mismos frente al otro, y el otro es tan cierto para nosotros como nosotros mismos. Así, el hombre que se capta directamente por el cogito, descubre también a todos los otros y los descubre como la condición de su existencia. Se da cuenta de que no puede ser nada (en el sentido que se dice que es espiritual, o que se es malo, o que se es celoso), salvo que los otros lo reconozcan por tal.

Para obtener una verdad cualquiera sobre mí, es necesario que pase por otro. El otro es indispensable a mi existencia tanto como el conocimiento que tengo de mí mismo. En estas condiciones, el descubrimiento de mi intimidad me descubre al mismo tiempo el otro, como una libertad colocada frente a mí, que no piensa y que no quiere sino por o contra mí. Así descubrimos en seguida un mundo que llamaremos la intersubjetividad, y en este mundo el hombre decide lo que es y lo que son los otros.

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martes, 16 de diciembre de 2008

Dead End Street

Otra vez The Kinks

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Dioses Hawaiianos - Lono

En la mitologia hawaiana, Lono es el dios de la fertilidad y de la música que bajó a la Tierra en un arco iris para casarse con Laka. En la tradición agraria y la siembra, se identifica a Lono con la lluvia y los productos alimenticios. Era uno de los cuatro dioses (con Kū, Kāne y su hermano gemelo Kanaloa) que existía antes de la creación del mundo. Lono era también el dios de la paz. El gran festival de Makahiki se celebraba todos los años en su honor. Durante este periodo (de octubre a febrero), todo el combate o tarea innecesaria era kapu (tabú, en hawaiiano).

Algunos hawaianos creían que el Capitán James Cook era Lono que había regresado y es probable que este hecho contribuyera en último término a la muerte de Cook. No obstante, no está claro si a Cook le tomaron por el dios Lono o por una de varias figuras históricas o legendarias a las que también se hacía alusión como Lono-i-ka-Makahiki. Según Beckwith, una de las mayores expertas en mitologia hawaiiana, existía también una tradición según la cual realmente se había producido una manifestación humana del dios Lono, que estableció juegos y quizá el impuesto anual y que luego partió a "Kahiki," prometiendo volver "por mar en las canoas ʻAuwaʻalalua" de acuerdo con la glosa. "Un hombre de guerra español" traduce la reina, aludiendo a la tradición de la llegada de un galeón español fuera de su rumbo en los primeros momentos de la exploración del Pacífico;
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Pukui ofrece una traducción más literal para ʻAu[hau]-waʻa-l[o]a-lua, "una enorme canoa doble". La madre honró al hijo de Keawe, que quizá muy oportunamente había nacido durante el Makahiki, dándole el nombre de Lono-i-ka-Makahiki, viendo quizá en el niño un símbolo del prometido regreso del dios.

"Existe otro Lono-i-ka-makahiki anterior, de la línea ʻUmi de jefes gobernantes de Hawái, más conocido en la historia legendaria de Hawái. Este Lono nació y se crió no lejos del lugar en el que reposaban los restos de Keawe y de sus descendientes, entrelazados en una especie de cesta con los de sus antepasados desde los tiempos de Liloa, cerca del lugar en el que se encuentra la tumba del Capitán Cook, un monumento a un visitante valiente pero demasiado despótico de una raza aristocrática como la polinesia. Este Lono cultivó las artes de la guerra y de la palabra, famoso por esquivar flechas y experto en adivinanzas. Puede que contribuyera también en las pruebas de habilidad que se celebraban en la ceremonia del Makahiki".

"Resulta no obstante, poco probable que cualquiera de estos gobernantes tardíos de la línea ʻUmi fuera el Lono cuya marcha se recordaba en el festival de Makahiki festival y cuyo "regreso" anticipaban ansiosos los sacerdotes del culto a Lono en Hawái. Ambos nacieron en Hawái y ninguna de sus leyendas habla de que partieran con la promesa de volver. Un candidato más plausible para la personificación divina es el legendario Laʻa-mai-Kahiki, "El sagrado de Tahití," que pertence a un periodo varios cientos de años anterior, antes de que se rompieran las relaciones con los grupos del sur. Laʻa llegó siendo un miembro más joven de la familia Moikeha del norte de Tahití, algunos de cuyos miembros mayores se habían establecido ya dentro del grupo hawaiano. Trajo consigo el pequeño tambor y la flauta del baile del hula. Al pasar su canoa junto a la costa, la gente escuchó el sonido de la flauta y el ritmo del nuevo tambor y dijo: "¡Es el dios Kupulupulu!" y le llevaron ofrendas. Kupulupulu es Laka, venerado como dios del hula con la forma del árbol de lehua en flor y acogido también como dios de la fertilidad de las plantas silvestres gracias a las que habían subsistido los primeros pobladores y de la que seguían subsistiendo hasta cierto punto durante los fríos meses invernales antes de que se pudiera recoger la siembra de los alimentos básicos. Este Laʻa-mai-kahiki tomó esposas en varios distritos, sobre todo en Oahu, fuerte del culto a Lono, de quien algunas familias de la actualidad afirman proceder. Parece que partió de regreso a Tahití al menos una vez antes de su marcha final. La estancia de este viajero, perteneciente a una gran familia venida del sur, que llegó como un dios, enriqueció el festival de Año Nuevo con juegos y representaciones, que probablemente estableció la colecta de tributos al modelo sureño y que marchó dejando tras de sí una leyenda de personificación divina, lleva a pensar en una aparición mucho más temprana del Lono del Makahiki en cuyo nombre se dedicaba el cántico de Kumulipo al infante heredero de Keawe" (Beckwith 1951).

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lunes, 15 de diciembre de 2008

Albert Pla - la dejo o no la dejo

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domingo, 14 de diciembre de 2008

Las once mil vergas (XXXV)

Entonces oyó un sonoro ronquido y, volviendo la cabeza, vio a la negra y a Cornaboeux dormidos castamente uno en los brazos del otro; pero los dos eran monstruosos. El culazo de Cornélie sobresalía, reflejando la luna cuya luz entraba por la abierta ventana. Mony sacó su sable de la funda y pinchó en ese enorme trozo de carne.
En la sala también se oían gritos. Cornaboeux y Mony salieron con la negra. La sala estaba llena de humo. Habían entrado varios oficiales rusos que, borrachos y groseros, profiriendo juramentos inmundos, se arrojaron sobre las inglesas del burdel quienes, asqueadas del aspecto innoble de los militarotes, murmuraron unos bloody y unos damned a cual mejor.
Cornaboeux y Mony contemplaron por un instante la violación de las prostitutas, luego salieron mientras se producía una enculada colectiva y desenfrenada, dejando desesperados a Adolphe Terré y Tristan de Vinaigre que trataban de restablecer el orden y se agitaban vanamente, enredados en sus femeninas faldas.

En ese preciso instante entró el general Stoessel y todo el mundo tuvo que rectificar su posición, incluso la negra.
Los japoneses acababan de dar el primer asalto a la ciudad asediada. Mony casi tuvo ganas de retroceder para ver lo que haría su jefe, pero se oían gritos salvajes hacia las fortificaciones.
Llegaron varios soldados conduciendo un prisionero. Era un joven alto, un alemán, que habían encontrado en el límite de las obras de defensa, despojando a los cadáveres.
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Gritaba en alemán:
–No soy un ladrón. Amo a los rusos, he cruzado valientemente las líneas japonesas, para ofrecerme como maricón, marica, enculado. Sin duda os faltan mujeres y no estaréis descontentos de tenerme con vosotros.
–¡A muerte! –gritaron los soldados–, ¡a muerte, es un espía, un salteador, un desvalijador de cadáveres!
Ningún oficial acompañaba a los soldados. Mony se adelantó y pidió explicaciones:
–Se equivoca –dijo al extranjero– tenemos mujeres en abundancia pero debe pagar su crimen. Será enculado, ya que lo pide, por los soldados que le han detenido, y será empalado inmediatamente después. Morirá igual que ha vivido y es la muerte más bella según testimonian los moralistas. ¿Su nombre?
–Egon Muller –declaró temblando el hombre.

–Está bien –dijo Mony secamente–, viene de Yokohama y ha traficado vergonzosamente, como un auténtico alcahuete, con su amante, una japonesa llamada Kilyemu. Marica, espía, alcahuete y desvalijador de cadáveres, estáis completo. Que preparen el poste y vosotros, soldados, enculadlo... No tenéis una ocasión semejante cada día.

Desnudaron al bello Egon. Era un muchacho de una belleza admirable y sus senos estaban redondeados como los de un hermafrodita. A la vista de estos encantos, los soldados sacaron sus miembros concupiscentes.

Cornaboeux se conmovió, con los ojos arrasados en lágrimas, y pidió gracia para Egon a su señor, pero Mony se mantuvo inflexible y no permitió a su ordenanza más que hacerse chupar el miembro por el encantador efebo quien, el culo tenso, recibió a su vez, en su ano dilatado, las vergas radiantes de los soldados que, perfectos brutos, cantaban himnos religiosos felicitándose por su captura.

El espía, tras recibir la tercera descarga, comenzó a gozar furiosamente y agitaba su culo mientras chupaba el miembro de Cornaboeux, como si aún tuviera treinta años de vida por delante.

Mientras tanto habían alzado el poste metálico que debía servir de asiento al mamón. Cuando todos los soldados hubieron enculado al prisionero, Mony deslizó unas palabras en los oídos de Cornaboeux que aún estaba extasiado por la manera como acababan de sacarle punta a su lápiz.
Cornaboeux fue hasta el burdel y volvió enseguida, acompañado por Kilyemu, la joven prostituta japonesa que preguntaba qué era lo que querían de ella.

De improviso vio a Egon al que acababan de clavar, amordazado, sobre el palo de hierro. Se contorsionaba y la pica le penetraba poco a poco en el ano. Por delante su verga se alzaba de tal forma que parecía estar a punto de romperse.

Mony señaló a Kilyemu a los soldados. La pobre mujercita miraba a su amante empalado con ojos donde se mezclaba el terror, el amor y la compasión en una suprema desolación. Los soldados la desnudaron y alzaron su pobre cuerpecito de pájaro sobre el del empalado.

Separaron las piernas de la desgraciada y el hinchado miembro que ella había deseado tanto la penetró una vez más.

La pobre, simple de espíritu, no entendía esta barbarie, pero el miembro que la colmaba la excitaba demasiado voluptuosamente. Se volvió como loca y se agitaba, haciendo descender poco a poco el cuerpo de su amante a lo largo del palo. El descargó mientras expiraba.

¡Era un extraño estandarte el que formaban ese hombre amordazado y esa mujer que se agitaba encima suyo, con la boca desencajada! ... La sangre obscura formaba un charco al pie del palo.

–Soldados, saludad a los que mueren –gritó Mony, y dirigiéndose a Kilyemu–: “He satisfecho tus deseos... ¡En este momento los cerezos florecen en el Japón, los amantes se pierden entre la nieve rosa de los pétalos que se deshojan!”.

Luego, apuntando su revólver, le voló la cabeza y los sesos de la pequeña cortesana saltaron al rostro del oficial, como si ella hubiera querido escupir a su verdugo.

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sábado, 13 de diciembre de 2008

Tabaco

El tabaco, es una planta originaria del continente americano, principalmente del Caribe, y allí las conoció el hombre hace aproximadamente dieciocho mil años.

Expertos en genética vegetal han determinado que el origen del tabaco, el lugar donde se cultivó por primera vez, se sitúa en la zona andina entre Perú y Ecuador. Los primeros cultivos debieron tener lugar entre cinco mil y tres mil años antes de Cristo. Por otro lado, algunos historiadores ubican su cuna en la Península de Yucatán y se dice que sus pobladores, los antiguos mayas, fueron los primeros en cultivarlo y disfrutarlo, cuando su cultura se disolvió, las tribus que derivaron de ella se llevaron consigo los conocimientos del tabaco hacia el Caribe, norte y sur de América.
El tabaco no sólo era aspirado en humo, sino también masticado, aspirado por la nariz, se masticaba, se comía, se bebía, se untaba sobre el cuerpo, se usaba en gotas en los ojos, y utilizado como medicina en rituales religiosos y mágicos. Se usaba en ritos como soplarlo sobre el rostro de guerreros antes de la lucha, se esparcía en campos antes de sembrar, se ofrecía a los dioses, se derramaba sobre las mujeres antes de una relación sexual, y tanto hombres como mujeres lo utilizaba como narcótico.
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El tabaco era utilizado por indígenas de diferentes tribus, como los indios de Isla Española (hoy República Dominicana y Haití), los caribes de Martinica, los indios oyampys del Brasil y pueblos aztecas, mayas, guaraníes, taínos y antillanos.

A finales del siglo XII, los aztecas invadieron el territorio maya y asimilaron la costumbre de fumar tabaco. Sin embargo, dieron al fumar un carácter más social que religioso, ya que lo más importante se centró únicamente en la magnificencia y el refinamiento de los utensilios de fumar. Los aztecas conservaron la costumbre hasta la llegada de los españoles a principios del siglo XVI.
No obstante, este cultivo para Europa fue desconocido hasta que en el año 1492 Cristóbal Colón descubrió "el puro", al mismo tiempo que el Nuevo Mundo.
En octubre de 1.492, los indios arawak, habitantes de las Bahamas - primer territorio que encuentra Cristóbal Colón, y al cual bautiza como San Salvador -, ofrecen cestas de frutas y hojas secas al explorador europeo. Sin comprender su significado, Colón desecha las hojas secas. Luego, al encontrarse con un navegante solitario en una canoa cerca de isla Fernanda, nuevamente observó un acopio de esos vegetales marchitos entre sus escasas provisiones. Sin embargo, siguió ignorante de su uso.
Un mes más tarde, el 4 de Noviembre de 1.492, Rodrigo de Jerez y Luis de Torres - a su regreso de una excursión al interior de Cuba cumpliendo órdenes del Almirante Cristóbal Colón - encuentran a lugareños que inhalan el humo de hojas secas de tabaco encendidas, a través de un trozo de caña hueca en forma de Y que llaman tobago o tobaca. Fueron las playas de San Salvador el escenario del gran hallazgo del tabaco. Rodrigo de Jerez y Luis de Torres lo describieron como "hojas secas que desprendían una peculiar fragancia", ellos fueron los primeros occidentales en conocer su existencia. Posiblemente, Colón desconociera que había descubierto el tabaco a la vez que América, fueron necesarios cien años para que el tabaco circulara en algunos puertos españoles como Sevilla, Cádiz, Moguer, Cartagena. El resto de Europa no tardaría en conocer las excelencias de la nueva planta. Image
El tabaco ha sido sagrado en América y mágico en Europa. En América del Sur, fue considerado como medicina milagrosa, elemento imprescindible de las ceremonias religiosas y militares, alucinógeno e incluso complemento dietético. Para los brasileños, es un mito donde se dice que el tabaco es un atributo de Dios, que es su representante en la tierra. Para los Mayas del Yucatán, las estrellas fugaces son las cenizas incandescentes de sus enormes cigarros, el trueno es el ruido de dos gruesas rocas que hacen chocar al modo de lumbre y los relámpagos son las chispas que se desprenden; en cuanto a las nubes, son el humo de los puros del dios de la lluvia, por ello ofrecían sus primeras cosechas a los dioses. Los Indios del Caribe utilizaban el tabaco para drogarse, el indio vivía envuelto en humo. La primera conquista del puro, fuera de su área original, fue Birmania. Desde la introducción del tabaco este pueblo quedó prendado de sus excelencias de tal forma que se agujereaban el lóbulo de la oreja, para introducir en él, el puro.
En 1.507 Amerigo Vespucci, alias Américo Vespucio, encuentra indios mascadores de tabaco en la isla Margarita, en Venezuela. Una carta suya, fechada ese mismo año, es el primer texto en el que aparece la palabra tabaco.

En 1.535 el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés publicó el primer volumen de su monumental obra sobre el primer encuentro y primeras décadas de la conquista, Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano. En ella se encuentra una extensa y considerada la más temprana referencia al "tabaco" y a la costumbre de fumarlo. En la obra se refiere a los Caquetío de Venezuela septentrional y comenta sobre las prácticas adivinatorias relacionadas con el uso del tabaco por parte de los shamanes y los métodos usados en el cultivo de la planta.
Para los primeros fumadores de Europa, el tabaco era una fuente de placer, tenían razones para oponerse a los detractores del tabaco y a los grandes que quisieron hacer de él un medicamento. Rodrigo de Jerez, descubridor junto a Colón de las Américas, sucumbió a los placeres del tabaco y de regreso a España quiso disfrutar del placer de fumar la nueva planta ante su familia y amigos y al ser sorprendido echando humo por la boca fue confundido con un poseso del demonio y enviado a prisión por el Santo Oficio. De esta forma el tabaco se cobraría su primera víctima. Los españoles fueron los primeros en disfrutar del placer de fumar tabaco y en sufrir los castigos y prohibiciones. En la Iglesia, no tuvo buena aceptación y las arbitrariedades inquisitoriales incapaces de reconocer más humo que el del incienso dejaron paso a las prohibiciones regias propiciadas unas veces por superstición y otras, las más, por intereses convencionales y económicos.

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viernes, 12 de diciembre de 2008

Corazón de repuesto

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jueves, 11 de diciembre de 2008

Ervigio

Wamba se dio perfecta cuenta de los escasos lazos que unen la monarquía y la nobleza (sobre todo la de territorios periféricos). Las noblezas locales desean una autonomía sobre el poder central. Para paliar esta situación, Wamba promulgó leyes que obligan a colaborar a la nobleza e Iglesia con el rey en momentos de crisis (léase rebeliones) so pena de pagar pesadas multas o, incluso, confiscación de bienes.

El fin del reinado de Wamba es de lo más peculiar. En 680, sintiéndose el rey enfermo de muerte decide hacer confesión, es ordenado sacerdote (lo que le incapacitaría para ocupar el trono) e ingresa en un monasterio.

La nobleza elige al conde Ervigio como sucesor. Pasados unos meses, en 681, Wamba parece haber recuperado la salud y exige su restitución en el trono. Ervigio se niega a ceder el trono y ordena que Wamba siga recluido en el monasterio.
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Tras esta rocambolesca historia parece que se esconde una conjura de la alta nobleza y en la que tuvo un papel destacado el arzobispo de Toledo. Wamba pudo recibir un veneno que le produciría un grave estado de enfermedad. El rey, viéndose moribundo permitió ser ordenado sacerdote por el mismo arzobispo de Toledo, con lo que perdió el trono. Una vez ingresado en el monasterio y a salvo de sus envenenadores, recobró la salud pero no el trono, aunque viviría los años suficientes para seguir conspirando contra Ervigio.
Ervigio llega al trono tras la conjura durante la cual se engañó y narcotizó al rey Wamba, para una vez en ese estado tonsurarlo y hacerlo tomar los hábitos, cosa que le impedía volver a ser rey. Ervigio probablemente encabezó esta conjura, junto con el metropolitano de Toledo Julián II (680-690), quien le ungió como nuevo rey.
El nuevo rey intenta apoyarse en el alto clero para contrarrestar el poder de la nobleza. Para ello, invita al episcopado a participar en el gobierno mediante consejos y exhortaciones que tendrán rango de ley (se confía en que los obispos son inspirados directamente por Dios y darán consejos justos). Igualmente, por si acaso, el rey les concede amplios beneficios fiscales y posesiones. Como contrapartida, las vacantes en los obispados serán cubiertas por un candidato designado por el rey y consagrado por el arzobispo de Toledo (primado del reino). Pese a todo, los grupos nobiliarios mantendrán un amenazante poder frente al rey.

Durante los primeros años del reinado de Ervigio, una serie de años especialmente fríos y nivosos arruinaron las cosechas. Esto trae como consecuencia un periodo de hambre generalizada y descontento social. Muchos pequeños propietarios pierden su tierras por las deudas y pasan a depender de nobles locales. Otros muchos deciden huir de sus tierras y dedicarse al bandolerismo. La situación de penuria llegó a ser tan grave que el rey decide condonar en 683 todos los impuestos que se pagan en especie que llevan sin cobrarse desde 681 (probablemente ante la manifiesta imposibilidad de recaudarlos).
Igualmente, Ervigio debió encarar el primer intento musulmán de atacar la Península Ibérica. Parece ser que hubo un fallido desembarco musulmán en la zona de Levante. Esto parece demostrar que los musulmanes ya estaban preparados para la invasión a finales de este siglo VII. Si no la llevaron a cabo fue porque hubo una rebelión bereber contra la élite árabe y siria musulmana. Esta revuelta mantuvo al poder musulmán ocupado durante unos años y ello retrasó la invasión.
Respecto a las actividades legislativas del reinado de Ervigio, hay que mencionar la reducción de algunas prestaciones tributarias y la supresión de otras. Se aprobó una ley que obligaba al pueblo a participar en el ejército y se realizaron algunas reformas al Liber iudiciorum o Código de Recesvinto, que favorecieron a la nobleza, pero sobre todo al clero, no hay que olvidar que subió al poder con la inestimable ayuda del arzobispo de Toledo. Bastantes de las leyes del Código fueron parcialmente modificadas, por lo que, desde esta época, se conoce también como Código de Ervigio. Asimismo, se dictaron fuertes medidas contra los judíos, entre las que se encuentran: No poder tener libros contrarios al catolicismo, prohibición de celebrar fiestas judías, obligación de bautizarse en el periodo de un año y otras medidas ya tomadas en mandatos anteriores como no poder tener esclavos cristianos,etc; Esta reiteración en las leyes nos muestra que las medidas no se aplicaban con rigurosidad. Hay constancia de algunos enfrentamientos con los árabes e intentos de desembarco.

Con la intención de congraciarse con el clero y la noblezaLa convoca dos Concilios en un corto espacio de tiempo, síntoma de la fragilidad de su mandato. En el XII Concilio de Toledo suprime los obispados nombrados por Wamba y en el XIII Concilio de Toledo concede a nobles y eclesiásticos el derecho a no ser encarcelados, así como el ser juzgados por sus iguales y concedió una amnistía a los condenados por sublevaciones anteriores.

Con el objeto de asegurar el trono, casó a su hija Cixilona con Égica, un sobrino de Wamba, buscando unir así a las dos familias y evitar que los nobles partidarios de Wamba tratasen de recuperar el poder tras su muerte.

En el 687, Ervigio enfermó gravemente y designó como sucesor a su yerno Égica, en quien abdicó. Murió el 15 de noviembre de ese año.

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miércoles, 10 de diciembre de 2008

Construcción de un rincón (4)

La carrera del erizo.

"Era aburridísima, desierta, sin árboles ni bares para espabilarte tomando un café; una de esas, carreteras donde la aguja se queda clavada en los ciento veinte kilómetros por hora mientras entornas los ojos de tedio y sueño. Un paraje perfecto para que uno se quede torrado al volante y o se rompa los cuernos en la primera curva de no ser porque te mantiene en vela el continuo sobresalto de los Bemeuves que pasan zumbando por el carril de tu izquierda, a ciento ochenta o más, dándote las luces cuando adelantas a un camión, como si tuvieran mucha prisa por llegar a su pueblo y retirar a su anciana madre de trabajar en la calle.

Detesto autovías. Es cierto que son más cómodas y seguras; y si no te quedas frito y la palmas conduciendo, llegas antes a donde quieras ir. Pero para quienes, como el arriba firmante viajar fue durante largos años una forma de vida, esas dobles cintas de asfalto y cemento sustituyen con notable ordinariez a aquellas otras carreteras que tenían árboles y paisajes y pueblos a los lados, donde uno podía detenerse a menudo para un refresco o un bocadillo, compartiendo telenovela de las cuatro con el ventero y las moscas, o calzarse un par de cafés de madrugada entre un camionero y una pareja de la Guardia Civil. Ahora la noche no es más que una larga cinta de asfalto iluminada por tus faros, con la oscuridad y el vacío a derecha e izquierda; y si encontrar una venta durante el día ya se hace raro todo son gasolineras con supermercado, máquina de café y vasos de plástico , dar con una abierta más allá de medianoche es como Sofía Mazagatos leyendo el Ulises de James Joyce: posible, pero improbable.

El caso es que iba el arriba firmante, como les contaba, por una de esas carreteras malditas, y de pronto me encontré con el erizo.
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Ignoro cual es la velocidad de crucero de un erizo adulto, pero les aseguro que aquel cortaba el asfalto de derecha a izquierda a toda leche. Hice un movimiento con el volante, intentando no pasarle por encima, y cuando miré al costado izquierdo vi que el muchacho seguía su afanosa carrera hasta la protección de la cuneta, tiquitiquití, con la misma desesperada rapidez. Por un momento imaginé su punto de vista: a ras del suelo, acojonado, teniendo ante sí la extensión negra del asfalto, equivalente para nosotros a la anchura de un campo de fútbol, una raya blanca en medio y, a intervalos, una especie de truenos violentos y mortíferos que pasan como exhalaciones infernales. Me acordé del conejo Frambueso de La colina de Watership, o de aquel bellísimo poema sobre el despertar de un erizo que escribió en euskera el entrañable Bernardo Atxaga. Habría querido detener el coche y volver atrás para socorrer al bicho en su peligrosa aventura aún le quedaba la carretera del otro lado para estar a salvo , pero no era cuestión de ponerse a maniobrar en la autovía. De modo que seguí adelante, echando un vistazo por el retrovisor hasta que perdí de vista el pequeño y veloz puntito que se la jugaba con un par de huevos, tiquitiquití, a cara o cruz, en vez de quedarse en la cuneta, a salvo.

Que llegues, le deseé. Que alcances el campo al otro lado, pequeño y valiente Erinaceus, allí donde te esperan insectos sabrosos, o lo que diablos comáis los de tu especie; y tal vez también una eriza impresionante, acogedora y tibia, mamífera como tú incluso muy mamífera que se abra de púas y te haga olvidar los sinsabores de la vida y te llene la madriguera de erizitos corajudos como su papi, capaces de cruzar a puro huevo las carreteras que los estúpidos hombres ponemos en vuestro camino. Sin duda ignoras, chaval, que no estás tan solo como crees estar; porque todas las carreteras y todos los rincones de todo el mundo están llenas de otros pequeñajos como tú: anónimos camaradas que corren el mismo albur, quedan despanzurrados o sobreviven, porque no se resignaron a quedarse agazapados viéndolas venir; porque salieron a cazar para su gente, o simplemente a pelear con la vida. Supongo que ahí, en mitad de ese asfalto negro e interminable como la muerte, sudoroso en tu carrera a doble o nada, te sientes miserable y vulnerable. Ojalá supieras que alguien uno de esos hombres estúpidos que cortan árboles y construyen trampas mortales , presenció tu minúscula epopeya, y deseó que llegaras sano y salvo al otro lado. "

Arturo Pérez-Reverte. El Semanal, 7 de diciembre de 1997.

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martes, 9 de diciembre de 2008

She and Him

Why do you let me stay here

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lunes, 8 de diciembre de 2008

La Pola

Al parecer, antes de 1810 Policarpa no estuvo envuelta en actividades políticas. No obstante, en 1817, cuando se trasladó a Santafé, ya participaba en ellas. Desde Guaduas inicia sus labores patriotas. Cuando la Pola y su hermano Bibiano entraron a la capital, portaban salvo conductos falsos y llevaban una carta escrita por dos líderes de las guerrillas patriotas. Por recomendación de estos, Policarpa y su hermano se alojaron en la casa de Andrea Ricaurte y Lozano, porque ya en Guaduas eran perseguidos. En la capital, Policarpa no era conocida, lo que le permitía salir con libertad y reunirse con los patriotas. Una de sus tareas era coserle a las señoras de los realistas con el fin de escuchar noticias y averiguar el número, los movimientos, el armamento y las órdenes de las tropas enemigas, para que así los guerrilleros triunfaran en las emboscadas. Otras actividades eran recibir y mandar mensajes de la guerrilla de los Llanos, comprar material de guerra y convencer y ayudar a los jóvenes a unirse a los grupos de patriotas.
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Tal vez el más importante compañero de trabajo de la Pola, aparte de su hermano Bibiano, fue Alejo Sabaraín. Sabaraín ya había luchado junto a Antonio Nariño en 1813, en la campaña de Pasto, y había sido capturado en 1816; cubierto por el indulto del año siguiente, salió libre y se dedicó al espionaje.
Quizás las actividades de la Pola no hubiesen resultado sospechosas para los realistas hasta que descubrieron la huida de los hermanos Almeyda, quienes fueron capturados con documentos que la comprometían. Ella estaba muy implicada en la conspiración de los Almeyda, había ayudado a desertar a varios miembros del batallón Numancia, había enviado armas, periódicos y recursos a los patriotas de los Llanos, y había suministrado información sobre los movimientos de las tropas españolas. Igualmente, estaba envuelta en la fuga de la cárcel de los hermanos Almeyda, en septiembre, a quienes les había encontrado refugio en casa de Gertrudis Vanegas, en Macheta.
Los Almeyda esperaban que la conexión con la Pola en Bogotá les sirviera para impulsar un levantamiento en la ciudad, cuando éste se iniciara en los Llanos.
El arresto de Alejo Sabaraín, cuando intentaba fugarse con otros compañeros al Casanare, fue el hecho que permitió la captura de la Pola, pues éste tenía una lista de nombres de realistas y de patriotas que la Pola le había entregado. Hasta ese momento, Policarpa había podido pasar desapercibida y moverse con gran libertad por la ciudad. El sargento Iglesias, principal agente español en la ciudad, fue comisionado para encontrarla y arrestarla. La Pola fue detenida con su hermano en la casa de Andrea Ricaurte y Lozano. Inmediatamente fue reducida a calabozo en el Colegio Mayor del Rosario. Un consejo de guerra la condenó a muerte el 10 de noviembre de 1817, junto con Sabaraín y otros patriotas.
El primero que registró la ejecucion fue José María Caballero, quien repite las palabras de Policarpa cuando un soldado le ofreció un vaso de vino: «Pueblo de Santafé ¿cómo permites que muera una paisana vuestra e inocente? Muero por defender los derechos de mi patria. Dios Eterno, ved esta justicia». José Hilario López, quien la acompañó en su último día, resalta en sus Memorias el convencimiento de sus ideales y su coraje. La describe como una mujer valiente y entusiasta por la libertad, que se sacrificaba para adquirir con qué obsequiar a los desgraciados patriotas, y no pensaba ni hablaba de otra cosa que de venganza y restablecimiento de la patria. Igualmente relata cómo la Pola rehusó cualquier alternativa que la pudiera salvar, cuando le enviaron sacerdotes para que se confesara.
La hora fijada para el fusilamiento fue las nueve de la mañana del 14 de noviembre de 1817. La Pola marchó con dos sacerdotes a su lado y se detuvo para expresar sus pensamientos. En vez de repetir lo que decían los religiosos, no hacía sino maldecir a los españoles y encarecer su venganza. Al salir a la plaza y ver al pueblo reunido para presenciar su fusilamiento, gritó la valentía de morir por la libertad de la patria. Al subir al banquillo, se le ordenó ponerse de espaldas, porque debía morir así por traidora; Policarpa solicitó morir de rodillas, considerando que esta era una posición más digna de una mujer. Su cuerpo no fue expuesto en las calles, como el de sus compañeros también fusilados con ella, por ser cuerpo femenino. Sus hermanos sacerdotes lo reclamaron y sepultaron en la iglesia del convento de San Agustin.
La ejecucion de Policarpa movió a la población en general y creó una mayor resistencia al régimen impuesto por Juan Samano. Si bien muchas mujeres fueron igualmente asesinadas durante la ocupación española, el caso de la Pola cautivó la imaginación popular. Su muerte inspiró a poetas, literatos y dramaturgos para inmortalizar su final funesto. Versos y poemas circularon rápidamente después de su ejecución.

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domingo, 7 de diciembre de 2008

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Inesperada.
Por cómo, quién y cuando.
Vil puñalada.

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Sólo hay realidad en la acción

Seguimos con la conferencia de Sartre El existencialismo es un humanismo, que aquí hemos dado en llamar "La existencia precede a la esencia"

El desamparo va junto con la angustia. En cuanto a la desesperación, esta expresión tiene un sentido extremadamente simple. Quiere decir que nos limitaremos a contar con lo que depende de nuestra voluntad, o con el conjunto de probabilidades que hacen posible nuestra acción. Cuando se quiere alguna cosa, hay siempre elementos probables. Puedo contar con la llegada de un amigo. El amigo viene en ferrocarril o en tranvía: eso supone que el tren llegará a la hora fijada, o que el tranvía no descarrilará. Estoy en el dominio de las posibilidades; pero no se trata de contar con los posibles, sino en la medida estricta en que nuestra acción implica el conjunto de esos posibles. A partir del momento en que las posibilidades que considero no están rigurosamente comprometidas por mi acción, debo desinteresarme, porque ningún Dios, ningún designio puede adaptar el mundo y sus posibles a mi voluntad.
En el fondo, cuando Descartes decía: "vencerse más bien a sí mismo que al mundo", quería decir la misma cosa: obrar sin esperanza.
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Los marxistas con quienes he hablado me contestan: Usted puede, en su acción, que estará evidentemente limitada por su muerte, contar con el apoyo de otros. Esto significa contar a la vez con lo que los otros harán en otra parte, en China, en Rusia para ayudarlo, y a la vez sobre lo que harán más tarde, después de su muerte, para reanudar la acción y llevarla hacia su cumplimiento, que será la revolución. Usted debe tener en cuenta todo eso; si no, no es moral.
Respondo en primer lugar que contaré siempre con los camaradas de lucha en la medida en que esos camaradas están comprometidos conmigo en una lucha concreta y común, en la unidad de un partido o de un grupo que yo puedo controlar más o menos, es decir, en el cual estoy a título de militante y cuyos movimientos conozco a cada instante. En ese momento, contar con la unidad del partido es exactamente como contar con que el tranvía llegará a la hora o con que el tren no descarrilará. Pero no puedo contar con hombres que no conozco fundándome en la bondad humana, o en el interés del hombre por el bien de la sociedad, dado que el hombre es libre y que no hay ninguna naturaleza humana en que pueda yo fundarme.
No sé qué llegará a ser de la revolución rusa; puedo admirarla y ponerla de ejemplo en la medida en que hoy me prueba que el proletariado desempeña un papel en Rusia como no lo desempeña en ninguna otra nación. Pero no puedo afirmar que esto conducirá forzosamente a un triunfo del proletariado; tengo que limitarme a lo que veo; no puedo estar seguro de que los camaradas de lucha reanudarán mi trabajo después de mi muerte para llevarlo a un máximo de perfección, puesto que estos hombres son libres y decidirán libremente mañana sobre los que será el hombre; mañana, después de mi muerte, algunos hombres pueden decidir establecer el fascismo, y los otros pueden ser lo bastante cobardes y desconcertados para dejarles hacer; en ese momento, el fascismo será la verdad humana, y tanto peor para nosotros; en realidad, las cosas serán tales como el hombre haya decidido que sean.
¿Quiere decir esto que deba abandonarme al quietismo? No. En primer lugar, debo comprometerme; luego, actuar según la vieja fórmula: "no es necesario tener esperanzas para obrar".
Esto no quiere decir que yo no deba pertenecer a un partido, pero sí que no tendré ilusión y que haré lo que pueda. Por ejemplo, si me pregunto: ¿llegará la colectivización, como tal, a realizarse? No sé nada; sólo sé que haré todo lo que esté en mi poder para que llegue; fuera de esto no puedo contar con nada. El quietismo es la actitud de la gente que dice: "Los demás pueden hacer lo que yo no puedo." La doctrina que yo les presento es justamente lo opuesto al quietismo, porque declara: "Sólo hay realidad en la acción." Y va más lejos todavía, porque agrega: "El hombre no es nada más que su proyecto, no existe más que en la medida en que se realiza, no es, por lo tanto, más que el conjunto de sus actos, nada más que su vida."
De acuerdo con esto, podemos comprender por qué nuestra doctrina horroriza a algunas personas. Porque a menudo no tienen más que una forma de soportar su miseria, y es pensar así: "Las circunstancias han estado contra mí; yo valía mucho más de lo que he sido; evidentemente no he tenido un gran amor, o una gran amistad, pero es porque no he encontrado ni un hombre ni una mujer que fueran dignos; no he escrito buenos libros porque no he tenido tiempo para hacerlos; no he tenido hijos a quienes dedicarme, porque no he encontrado al hombre con el que podría haber realizado mi vida. Han quedado, pues, en mí, sin empleo, y enteramente viables, un conjunto de disposiciones, de inclinaciones, de posibilidades que me dan un valor que la simple serie de mis actos no permite inferir."
Ahora bien, en realidad, para el existencialismo, no hay otro amor que el que se construye, no hay otra posibilidad de amor que la que se manifiesta en el amor; no hay otro genio que el se manifiesta en las obras de arte; el genio de Proust es la totalidad de las obras de Proust; el genio de Racine es la serie de sus tragedias; fuera de esto no hay nada. ¿Por qué atribuir a Racine la posibilidad de escribir una nueva tragedia, puesto que precisamente no la ha escrito? Un hombre que se compromete en la vida dibuja su figura, y fuera de esta figura no hay nada. Evidentemente, este pensamiento puede parecer duro para aquel que ha triunfado en la vida. Pero, por otra parte, dispone a las gentes para comprender que sólo cuenta la realidad, que los sueños, las esperas, las esperanzas, permiten solamente definir a un hombre como sueño desilusionado, como esperanzas abortadas, como esperas inútiles; es decir que esto lo define negativamente y no positivamente; sin embargo, cuando se dice: tú no eres otra cosa que tu vida, esto no implica que el artista será juzgado solamente por sus obras de arte; miles de otras cosas contribuyen igualmente a definirlo. Lo que queremos decir es que el hombre no es más que una serie de empresas, que es la suma, la organización, el conjunto de las relaciones que constituyen estas empresas.

En estas condiciones, lo que se nos reprocha aquí no es en el fondo nuestro pesimismo, sino una dureza optimista.

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The Jon Spencer Blues Explosion

Sweet'n'sour

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sábado, 6 de diciembre de 2008

El colombre

Un relato de Dino Buzzati

Cuando Stefano Roi cumplió los doce años, pidió como regalo a su padre, capitán de barco y patrón de un bonito velero, que lo llevase consigo a bordo.
-Cuando sea mayor -dijo-, quiero navegar por los mares como tú. Y mandaré barcos todavía más bonitos y grandes que el tuyo.
-Dios te bendiga, hijo mío -respondió su padre. Y como justamente aquel día su carguero debía partir, se llevó al chico consigo.

Era un espléndido día de sol; el mar estaba tranquilo. Stefano, que nunca había subido al barco, paseaba feliz por cubierta admirando las complicadas maniobras del aparejo. Y preguntaba esto y lo otro a los marineros, que, sonriendo, se lo explicaban todo.
Cuando fue a parar a la toldilla, el chico, picado por la curiosidad, se detuvo a observar una cosa que salía intermitentemente a la superficie a una distancia de unos doscientos o trescientos metros, allí donde estaba la estela de la nave.

Aunque el carguero volara ya, empujado por un magnífico viento de popa, aquella cosa mantenía siempre la misma distancia. Y, aunque él no comprendía su naturaleza, tenía algo indefinible que lo atraía intensamente.
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Al dejar de ver a Stefano por allí, su padre, después de haberlo llamado a grandes voces en vano, abandonó el puente y fue a buscarlo.
-Stefano, ¿qué haces ahí plantado? -le preguntó al verlo finalmente en la popa, de pie, absorto en las olas.
-Ven a ver, papá.
El padre acudió y miró también en la dirección que le indicaba el muchacho, pero no alcanzó a ver nada.
-Es una cosa oscura que asoma cada tanto de la estela -dijo-, y que nos sigue.
-A pesar de mis cuarenta años -dijo su padre-, creo tener todavía buena vista. Pero no veo nada en absoluto.
Como su hijo insistiera, fue en busca del catalejo y exploró la superficie del mar allí donde estaba la estela. Stefano lo vio ponerse pálido.
-¿Qué es? ¿Por qué pones esa cara?

-Ojalá no te hubiera escuchado -exclamó el capitán-. Ahora temo por ti. Eso que has visto asomar de las aguas y que nos sigue no es una cosa. Es un colombre. Es el pez que los marineros temen más que ningún otro en todos los mares del mundo. Es un escualo terrible y misterioso, más astuto que el hombre. Por motivos que quizá nunca nadie sabrá, escoge a su víctima y, una vez que lo ha hecho, la sigue años y años, la vida entera, hasta que consigue devorarla. Y lo más curioso es esto: que nadie puede verlo si no es la propia víctima y las personas de su misma sangre.

-¿Y no es una leyenda?

-No. Yo nunca lo había visto. Pero como lo he oído describir tantas veces, en seguida lo he reconocido. Ese hocico de bisonte, esa boca que se abre y se cierra sin cesar, esos dientes espantosos... Stefano, no hay duda, desgraciadamente el colombre te ha elegido y mientras andes por el mar no te dará tregua. Escucha: vamos a volver ahora mismo a tierra, tú desembarcarás y nunca más te separarás de la orilla por ningún motivo. Tienes que prometérmelo. El trabajo del mar no es para ti, hijo mío. Tienes que resignarte. Por otra parte, en tierra también podrás hacer fortuna.

Dicho esto, hizo invertir el rumbo inmediatamente, volvió a puerto y, con el pretexto de una inesperada indisposición, desembarcó a su hijo. Luego volvió a partir sin él.

Profundamente agitado, el muchacho permaneció en la orilla hasta que la última punta de la arboladura se sumergió detrás del horizonte. Más allá del muelle que cerraba el puerto, el mar quedó completamente desierto. Pero, aguzando la vista, Stefano alcanzó a distinguir un puntito negro que aparecía intermitentemente sobre las aguas: era «su» colombre, que iba lentamente de aquí para allá, empeñado en esperarlo.



Desde entonces se emplearon todos los recursos posibles para alejar al muchacho del deseo del mar. Su padre lo mandó a estudiar a una ciudad del interior distante centenares de kilómetros. Y durante algún tiempo, distraído por su nuevo ambiente, Stefano dejó de pensar en el monstruo marino. Sin embargo, cuando en las vacaciones de verano volvió a casa, lo primero que hizo en cuanto dispuso de un minuto libre fue apresurarse a ir a la punta del muelle para hacer una especie de comprobación aunque en el fondo lo considerase superfluo. Aun admitiendo que toda la historia que le contara su padre fuera verdadera, después de tanto tiempo el colombre sin duda habría renunciado a su asedio.

Pero Stefano se quedó allí parado, con el corazón desbocado. A unos doscientos o trescientos metros del muelle, en mar abierto, el siniestro pez iba arriba y abajo con lentitud, sacando de cuando en cuando el hocico del agua y volviéndolo hacia tierra, como si mirase ansiosamente si Stefano Roi aparecía por fin.

De esta suerte, la idea de aquella criatura enemiga que lo esperaba noche y día se convirtió para Stefano en una secreta obsesión. E incluso en la lejana ciudad le ocurría despertarse en plena noche víctima de la inquietud. Estaba a salvo, sí, centenares de kilómetros lo separaban del colombre. Y, sin embargo, sabía que más allá de las montañas, más allá de los bosques, más allá de las llanuras, el escualo lo aguardaba. Y que, aunque se trasladara al continente más remoto, el colombre se apostaría en el espejo del mar más cercano con la inexorable obstinación de los instrumentos del destino.

Stefano, que era un muchacho serio y diligente, continuó sus estudios con provecho y apenas fue un hombre encontró un empleo digno y bien remunerado en un almacén de la ciudad. Mientras tanto, su padre murió víctima de una enfermedad. Su viuda vendió su magnífico velero y el hijo se halló en posesión de una discreta fortuna. El trabajo, las amistades, las distracciones, los primeros amores: ahora Stefano se había hecho ya su vida, pero, a pesar de todo, el pensamiento del colombre lo perseguía como un espejismo a la vez funesto y fascinante; y, con el paso de los días, en vez de desvanecerse, parecía hacerse más insistente.

Grandes son las satisfacciones de la vida laboriosa, holgada y tranquila, pero aún mayor es la atracción del abismo. Apenas había cumplido Stefano veintidós años cuando, tras despedirse de sus amigos y abandonar su empleo, volvió a su ciudad natal y comunicó a su madre su firme intención de seguir el oficio paterno. La mujer, a quien Stefano jamás había hecho mención del misterioso escualo, acogió con júbilo su decisión. En el fondo de su corazón, que su hijo hubiera abandonado el mar por la ciudad siempre le había parecido una puñalada a las tradiciones de la familia.

Y Stefano comenzó a navegar, dando prueba de dotes marineras, de resistencia a las fatigas, de ánimo intrépido. Navegaba, navegaba y en la estela de su carguero, de día y de noche, con bonanza y con tempestad, se afanaba el colombre. Él sabía que aquella era su maldición y su condena, pero quizá por eso mismo no tenía fuerzas para apartarse de ella. Y a bordo nadie veía el monstruo excepto él.

-¿No ven nada por allí? -preguntaba de cuando en cuando a sus compañeros señalando la estela.

-No, no vemos nada. ¿Por qué?

-No sé. Me parecía...

-¿No habrás visto por casualidad un colombre? -decían ellos entre risas al tiempo que tocaban madera.

-¿De qué se ríen? ¿Por qué tocaban madera?

-Porque el colombre es un bicho que no perdona. Y si se pusiera a seguir a esta nave, eso querría decir que uno de nosotros estaba perdido.

Pero Stefano no cedía. La constante amenaza que iba en pos de él parecía más bien multiplicar su voluntad, su pasión por el mar, su arrojo en los momentos de fatiga y peligro.

Una vez se sintió dueño del oficio, con el pequeño caudal que le había dejado su padre adquirió junto con un socio un pequeño vapor de carga, luego se hizo su único propietario y, gracias a una serie de travesías afortunadas, pudo a continuación comprar un verdadero buque mercante y apuntar a metas cada vez más ambiciosas. Pero los éxitos, los millones, no conseguían apartar de su ánimo aquel continuo tormento; y nunca, por otra parte, se le pasó por la cabeza vender y retirarse a tierra para emprender negocios distintos.

Navegar, navegar, ése era su único afán. Apenas ponía pie en cualquier puerto después de largas travesías, en seguida lo espoleaba la impaciencia por partir. Sabía que allá lo esperaba el colombre y que el colombre era sinónimo de perdición. Era inútil. Un impulso indomable lo arrastraba de un océano a otro sin descanso.



Hasta que de pronto un día Stefano reparó en que se había hecho viejo, viejísimo; y ninguno de los que lo rodeaban sabía explicarse por qué, siendo rico como era, no dejaba por fin la azarosa vida del mar. Viejo, y amargamente infeliz, porque toda su existencia se había gastado en aquella especie de loca fuga a través de los mares para escapar de su enemigo. Pero para él siempre había sido más fuerte que la dicha de una vida holgada y tranquila la tentación del abismo.

Y una tarde, mientras su magnífica nave se hallaba fondeada frente al puerto donde había nacido, se sintió próximo a morir. Entonces llamó a su segundo oficial, en quien tenía mucha confianza, y le instó a que no se opusiera a lo que pensaba hacer. El otro se lo prometió por su honor.

Una vez seguro de esto, Stefano reveló al segundo oficial, que lo escuchaba turbado, la historia del colombre que durante casi cincuenta años lo había seguido sin cesar inútilmente.

-Me ha seguido de un confín a otro del mundo -dijo- con una fidelidad que ni el amigo más noble habría podido mostrar. Ahora me voy a morir. También él, ahora, estará terriblemente viejo y cansado. No puedo traicionarlo.

Dicho esto, se despidió, hizo arriar un bote y, después de hacer que le dieran un arpón, partió.
-Ahora voy a su encuentro -anunció-. Es justo que no lo defraude. Pero lucharé con las fuerzas que me quedan.
Con débiles golpes de remo se alejó del barco. Oficiales y marineros lo vieron desaparecer a lo lejos, sobre el plácido mar, envuelto en las sombras de la noche. En el cielo, como una hoz, lucía la luna.
No tuvo que esforzarse mucho. Súbitamente, el horrible hocico del colombre emergió al lado de la barca.

-Aquí me tienes por fin -dijo Stefano-. ¡Ahora es cosa nuestra!
Y, reuniendo sus últimas energías, levantó el arpón para lanzarlo.
-Ah -se quejó con voz suplicante el colombre-, qué largo camino hasta encontrarte. También yo estoy destrozado por la fatiga. Cuánto me has hecho nadar. Y tú huías, huías. Y nunca has comprendido nada.
-¿Por qué? -dijo Stefano picado en su orgullo.
-Porque no te he seguido por todo el mundo para devorarte, como tú pensabas. El único encargo que me dio el rey del mar fue entregarte esto.
Y el escualo sacó la lengua, tendiendo al viejo capitán una esfera fosforescente.
Stefano la cogió entre los dedos y miró. Era una perla de tamaño desmesurado. Reconoció en ella la famosa Perla del Mar que procura a quien la posee fortuna, poder, amor y paz de espíritu. Pero ahora era ya demasiado tarde.
-Ay de mí -dijo meneando tristemente la cabeza-. Qué horrible malentendido. Lo único que he conseguido es desperdiciar mi existencia; y he arruinado la tuya.
-Adiós, hombre infeliz -respondió el colombre. Y se sumergió en las aguas negras para siempre.

Dos meses más tarde, empujado por la resaca, un bote arribó a una áspera escollera. Fue avistado por algunos pescadores que, movidos por la curiosidad, se acercaron. En el bote, todavía sentado, había un blanco esqueleto; y, entre sus dedos descarnados, sujetaba un pequeño guijarro redondo.

El colombre es un pez de grandes dimensiones, espantoso a la vista, sumamente raro. Dependiendo de los mares y de los pueblos que habitan las orillas, recibe también el nombre de kolomber, kahloubrha, kalonga, kalu-balu, chalung-gra. Curiosamente, los naturalistas desconocen su existencia. Hay quien sostiene que no existe.

FIN

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Caosmeando

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