sábado, 29 de marzo de 2008

Jan Švankmajer: El Alquimista

Varios biógrafos y críticos han señalado insistentemente la coincidencia del año de nacimiento de Jan Svankmajer y el de la fundación del Grupo Surrealista Checo: 1934. Coincidencia profética, por cuanto ambos sucesos, ocurridos en Praga, iban a estar ligados de manera definitiva, pues la vida que al cabo hizo suya el cineasta checo, así como su obra, que ya supera la treintena de películas, ha estado estrechamente ligada a esa coalición de creadores, que aún persiste en la República Checa.


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Mas, he aquí la primera paradoja: aún calificado, etiquetado como un cineasta surrealista, Svankmajer escapa una vez y otra de semejantes reduccionismos. No es la suya una estética fácilmente encasillable. Él mismo se ha ocupado de disentir de cada credo: “Las religiones organizadas crearon la Santidad, la canonizaron e institucionalizaron para utilizarla como una porra con la cual reunir a sus ovejas dentro de la esclavitud del dogma. En oposición a ello, la poesía y la imaginación crearon la Fantasía, la cual abre las puertas a la libertad.”

Luego, de su propia idea de “lo surreal” parte una de las claves esenciales para entenderlo. En una entrevista con Wendy Jackson, a propósito de su película Spiklenci slasti ( Conspiradores del placer , 1996), declaró: “Para caracterizar el Surrealismo, puede decirse que es el Romanticismo del siglo XX. Cada período romántico expresa tres elementos: amor, libertad y poesía.”

Por tanto, no se trata en su caso de un juego con los resortes del absurdo y la matemática del inconsciente o la maquinaria de relojería del pensamiento mecánico. Un poco como pensaba Alejo Carpentier, Svankmajer nos obliga a reparar en que “lo maravilloso comienza a serlo de manera inequívoca cuando surge de una inesperada alteración de la realidad (el milagro), de una revelación privilegiada de la realidad, de una iluminación inhabitual, o singularmente favorecedora de las inadvertidas riquezas de la realidad. De una ampliación de las escalas y categorías de la realidad. Percibidas con particular intensidad en virtud de una exaltación del espíritu que la conduce a un modo de “estado límite”.”


- Escrito por Dean Luis Reyes en la revista digital "Miradas" - (artículo completo aquí)









Tma/Svetlo/Tma (Oscuridad/Luz/Oscuridad) - 1989





Hoznosti dialogu 1/3 (Dimensiones del diálogo 1/3) - 1982




Hoznosti dialogu 2/3 (Dimensiones del diálogo 2/3) - 1982




Hoznosti dialogu 3/3 (Dimensiones del diálogo 3/3) - 1982



Mužné hry - (Juegos viriles) - 1988




Historia Naturae - 1967




Picnic mit Weissman (Merienda con Weissman) 1/2 - 1968





Picnic mit Weissman (Merienda con Weissman) 2/2 - 1968



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Alexandre Dumas

Alexandre DUMAS (1802-1870)Escritor francés. Autor, entre otras, de las famosas novelas Los tres mosqueteros (1844), Veinte años después (1845) y El conde de Montecristo (1846).
1.Cuandoa los 60 años le decían que se conservaba muy bien, contestaba:
-Mi trabajo me ha costado. Mi trabajo y mi tiempo.

2. Un día fue a ver una obra de Fourmet y le dijo:
-Era un rollo, todo el público estaba durmiendo.
Al día siguiente estrenó una de sus obras en el mismo teatro y Fourmet se acercó y le dijo:
-¿Ve usted, señor Dumas? Un espectador se ha dormido.
-Se equivoca usted - respondió Dumas-. Este hombre está durmiendo aquí desde la función de ayer.

3. Tenía una respuesta para todo. Era capaz de pararle los pies incluso a Balzac. Y un día en que Balzac le dijo con muy mala uva:
-El día en que me falte la inspiración, comenzaré a escribir teatro.
Dumas contestó muy serio:
-Comience usted ya, don Honorato.

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viernes, 28 de marzo de 2008

Miguel Hernández



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jueves, 27 de marzo de 2008

Tinta Zen


El Caminante - Jirō Taniguchi


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Bird on the wire

Leonard Cohen empieza siempre sus conciertos con esta canción, que compuso en 1969. Cuenta que Kris Kristofferson le dijo que iba a poner los primeros versos de la canción en su lápida.
Like a bird on the wire,
Like a drunk in a midnight choir
I have tried in my way to be free.

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miércoles, 26 de marzo de 2008

CARTA

(fragmento de una carta de Juan Eduardo Cirlot a Manolo Millares -recogida en la recopilación de correspondencia «DE LA CRITICA A LA FILOSOFIA DEL ARTE»-)

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«Necesitarías alguien que te transmitiera una seguridad que te falta y que te quitara el miedo. Me dices que eres neurótico. ¿Estás seguro de ello? Por mi parte, detesto la terminología psiquiátrica que hoy impera; prefiero creer en endemoniados que en locos, excuso decirte en esa zona intermedia de la "neurosis". Si de veras crees que vives en ella, procura curarte (si la interpretas como enfermedad); usa vitaminas; reforzantes de todo género; confiésate con los amigos, con tu mujer, escribe, deshazte de tus preocupaciones. Si prefieres considerar que "eso" es más asunto del alma que de los nervios, mira profundamente en tu fondo y analiza qué te pasa.

Te recomiendo que con cierta frecuencia, una vez por semana al menos, des un largo paseo solitario y te dediques a meditar, pensando y dirigiendo tus ideas (no permitiendo que se te impongan cavilaciones) y sobre todo estableciendo la trayectoria de tus vidas (exterior e interior), por etapas, buscando su "melodía interior", intentando explicarte porqué has dado cada paso y si has conseguido o no lo que querías. Estudia tu existencia a trozos, haz diagramas de ella; analiza tus épocas de victoria y de derrota, tu ritmo de fecundidad y repetición.

Cuando te hayas acostumbrado más a ti mismo y te lleves de verdad a cuestas, conscientemente, tu inconsciente no podrá nada contra ti, o tendrá una virulencia mucho menor. Por otro lado, piensa sinceramente en la finalidad real de tu creación; si es un acto de verdad y de humildad, de afirmación y de proyección, o si buscas más bien dañar por medio de ella. Sólo admitiéndote como eres podrás avanzar algo en la senda del ennoblecimiento y así tu alma irá mejorando y con ella, muy posiblemente, los nervios.

No te quejes demasiado. Tienes una casa, un espacio que es tuyo, puedes ser tú mismo y sabes que otros seres humanos te conocen y te admiran. Tienes libros, cuadros, paredes y lecho. Tienes comida y bebida, luz y sol, tienes una mujer estupenda, bella, graciosa y amable. Deberías, pues, ser feliz. Al menos, bastante feliz. No lo eres, o por desorden de tu vida interior y falta de claridad en el análisis de tus condiciones existenciales (que son prodigiosas, piénsalo, en la época de los campos de concentración), o bien por participar en un dolor más genérico e impreciso.

Sé bien que las personas más dotadas pueden sentirse torturadas por problemas profundos e insolubles: anormalidades sexuales no resueltas, amores imposibles, ambiciones que no se acaban de satisfacer, sentimiento de impotencia ante los grandes logros de las propias finalidades de la vocación. Pero este género de dolor ha de admitirse y utilizarse como estímulo, no como freno ni como maldición.

Puede suceder que una mujer maravillosa, que nos haría dichosos como amante, no nos resulte como esposa pero esto prueba, precisamente, que el hombre no ha sido hecho para la felicidad y que su atmósfera ordinaria ha de ser el sufrimiento. No es posible concebir la "organización de un cielo", hecho a la medida como un traje y comprado pagando el alquiler del piso. Pero esto no es neurosis en la medida que sea conocido y dominado.

Si es insatisfacción artística, pensemos ya que el arte contemporáneo (con todos los logros que no se le quitan) es poca cosa y que va siendo hora, acaso, de abrir puertas hacia un arte desconocido. Piensa si eso puedes hacerlo tú. O si puedes ayudar a que esa vía sea encontrada. Más modestamente, medita sobre la historia de tu creación y procura ver hacia dónde ha de ir, dado lo que ha sido y lo que es. El hecho de que te exprese a ti y que tú te califiques de neurótico no justifica nada. El artista del presente no debe olvidar la existencia real del mundo, de los seres humanos, de la historia del arte y, sobre todo, del universo del espíritu. Intenta ir hacia adelante. Lo conseguirás.»


Citado por Fernando Marquez "El Zurdo" en Luminar XXI

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martes, 25 de marzo de 2008

Título

Despertó. Espera. ¿Despertó otra vez? ¿Por qué siempre despiertan? ¿Por qué siempre arrancas con alguien despertando? Está bien. Dormía y soñó. Ah, vale, muy bien, el otro recurso, el de los sueños. ¿No tienes nada mejor?

Despertó soñando. O soñó que despertaba. El caso es que tenía los ojos abiertos - o al menos eso pensaba - y no se podía mover. La cabeza le funcionaba a la perfección, pero el resto del cuerpo no obedecía a sus órdenes. El día parecía haberse puesto de acuerdo con él, pues todavía no había salido el sol pero tampoco era de noche en esos momentos de incertidumbre en los que salen los fantasmas a empañar el pasado o a llenar de niebla el futuro aunque siempre acercando el miedo todavía un poco más, y no podía huir de ellos porque, por más que lo intentaba, la pierna derecha no arrancaba y la izquierda pensaba que toda la vida juntas no iba a ser ahora cuando fuese a llevarle la contraria. Sólo le quedaba gritar, y ni siquiera eso lograba. El temor inicial había dado paso al miedo que traían los fantasmas para dejar entrar al pánico. Notó que el corazón se le aceleraba como aquella vez que Irene no volvía a casa y ya eran las seis de la mañana tranquilo cariño que no llegaré tarde pero no era ella quien llamaba sino la policía y a él le pasaron mil maneras de suicidarse mientras le contaban que perdón, que no era usted, vaya confusión, hola cariño perdón por llegar tan tarde, no sabes lo que me ha pasado. Cuando, empapado en sudor, comenzaba a darse por vencido, un grito que salía de las mismas entrañas lo devolvió a la realidad. Tras el desayuno ya había olvidado el incidente por esos caprichos que tienen las cosas que no tienen demasiado sentido si prefieres no pensarlas, dejarlas así.

Pero ahora ese episodio volvía a su cabeza, claro, meridiano. Ahora que veía a Irene alejarse entre esa nube de humo que dejaba su cigarro mal apagado. No te levantes, cariño, qué pasa, ya no te quiero, de hecho no sé si alguna vez lo hice, acábate al menos la cerveza y hablamos un rato pero si no hay nada de que hablar, mañana se pasarán a por mis cosas, adiós.

Otra vez los ojos abiertos y la mente expresando mil cosas que no acertaba a decir. Otra vez las piernas congeladas y él queriendo correr hacia esa forma que se mecía con el humo y que se alejaba de la manera tan grácil, elegante e irresistible que le habían dado las clases de esgrima. Otra vez sudoroso, a punto de llorar, se le acercaban los fantasmas que le replicaban no haberla cuidado más, haber olvidado tantas cosas, no haber sabido qué hacer tantas veces. Pero ahora lo sabía, sabía todo eso y que si se acercaba a susurrárselo volverían a estar juntos y te acuerdas cariño de aquella vez que me apagaste el cigarro diciéndome adiós, qué tontería, a saber dónde estaría yo ahora, hoy te toca cambiar los pañales al pequeño, mi amor. Notó que el corazón se le aceleraba como aquella vez que llovía y el coche derrapó y quedó tan cerca del borde que no pasó toda su vida alrededor suyo porque desde Irene no había nada más, pero resultó que esta vez no se le aceleraba sino que recordaba la vez de la cama y los fantasmas y las piernas y los gritos de las entrañas que ahora no llegaban porque su mente era la única que se negaba a aceptar que todo eso ya había muerto, y mientras sus brazos cogían el cigarro y se lo llevaban a la boca, mientras sus piernas se levantaban y lo llevaban de vuelta a otro mundo pensó que hacía mucho que no dormía.

¿Por qué siempre acaban mal? ¿Por qué no lo llevas volando hacia Irene y los reconcilias y los niños y los pañales y los te quiero mi amor? No lo sé, supongo que porque hace tiempo una epidemia mató todas las perdices; desde entonces, para que una historia acabe bien lo único que podemos hacer es evitar el final.

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La leyenda de Gambrinus

Existe una leyenda conocida desde hace mucho tiempo sobre un joven llamado Gambrinus, el cual rechazado por el amor de su vida decidió suicidarse, en ese preciso momento oyó una voz que le decía: "el orgullo de una mujer no es motivo de suicidio". Se trataba de un pequeño anciano.

El anciano se llamaba Ruud y deseaba ayudarle a olvidar a la dama, venía del país de los seres pequeños en las regiones subterráneas de la tierra.
-Gambrinus le pregunto: ¿algo querréis a cambio?
-Vuestra vida le dijo Ruud, dentro de 70 años os vendré a buscar y os llevaré conmigo.
-¡De acuerdo pero! Deseo que mi existencia en la tierra sea feliz.

Entonces el anciano hizo un gesto con la mano y apareció ante Gambrinus una enorme extensión de tierra, con largas filas de varas de abedul sobre las que trepaba una planta con flores amarillas muy aromáticas. Al fondo se divisaba una casa de piedra.
-¿Gambrinus le pregunto que es eso?
-Una plantación de lúpulo y la casa una fábrica de cerveza, la flor de esta planta curará tu amor.

Ruud llevó a Gambrinus a la fábrica y después de explicarle el proceso de elaboración le hizo probar ese elixir, por primera Gambrinus olvidó a Margarita su gran amor.

Al día siguiente Gambrinus volvió a su ciudad Kortrik y compró una gran extensión de terreno donde plantó lúpulo y edificó una enorme fábrica de cerveza.
La población empezó a aficionarse a este producto y fue tal su éxito que empezó a extenderse por los países Bajos, Alemania, etc.

El rey de los países Bajos lo nombró conde de Flandes pero Gambrinus prefería que lo conociesen como el rey de la cerveza que era como popularmente lo conocían los habitantes de Kortrik.

Gambrinus nunca volvió a pensar en Margarita y vivió en paz hasta los 90 años cuando se le apareció el anciano Ruud. Gambrinus lo reconoció y enseguida sin decir nada abandonó su castillo y partió para siempre al país de los seres pequeños.

Allí fue reducido su tamaño y continua viviendo eternamente.

(Extracto de la adaptación de Ros García LLuis: Cuentos Flamencos, Editorial Araluce, Barcelona 1948)

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lunes, 24 de marzo de 2008

Alicia en el país

La canción que se escucha en el vídeo es Alicia en el país, de Serú Girán


http://www.me.gov.ar/efeme/24demarzo/index.html

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sábado, 22 de marzo de 2008

Luna llena

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viernes, 21 de marzo de 2008

La Primavera





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jueves, 20 de marzo de 2008

CODEX SERAPHINIANUS: La Enciclopedia Ilustrada de un mundo ficticio



1976. El arquitecto e ilustrador italiano Luigi Serafini, de 27 años, vuelve a su Roma natal después de un intenso viaje de varios meses por la agitada costa californiana. La sociedad norteamericana aún está intentando amoldarse a los cambios que la convulsa década anterior ha instalado en su seno. Sus experiencias en el entorno de las comunas hippies, su modo de vida y su concepto de la realidad dejan una profunda huella en el. A esta se unen ideas, conceptos, influencias e imágenes que ya rondaban hace tiempo por su cabeza. Durante mas de 2 años, cual amanuense de abadía medieval, y con poco mas que una caja de lapices de colores, Serafini dará forma a su particular tratado de casi 400 páginas.

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Como una Alicia cruzando el espejo, el romano irá desplegando, como si de una suerte de colorista escritura automática se tratara, una obra tan fascinante como inconexa, tan bella como subyugante y tan hipnótica como, en el fondo, falta de sentido. O quizás no. Pues es la necesidad de encontrar el reflejo, la lógica interna, los paralelismos que a veces nos desvela el arte, la que nos atrae como polilla a la brillante llama de este códice, la que obliga una y otra vez, por curiosidad o por placer, a volver a las crípticas imágenes, a perderse en el "arrebato" de la contemplación de la bello y lo doloroso, lo sublime y lo mundano, lo épico y lo cómico de un mundo de plantas, animales, seres, vestimentas, ciudades, objetos, costumbres y maneras quizás no tan alejado del nuestro propio.


En palabras del autor:

"Cuando empecé a pensar en la lengua que había de acompañar las ilustraciones, me di cuenta de que estaba saliendo ella sola del lápiz. De todas formas, creo que tiene elementos estéticos del alfabeto árabe, de la escritura cuneiforme y de algunas lenguas muertas"

"Hay gente que no me cree, gente que dice que he sido raptado por unos marcianos y otros que se arrancarían el pelo por encontrar una secuencia matemática en esa lengua. Pero no hay nada de todo eso. Yo soy firmemente laico y, sin embargo, creo en el arte. Si nos detenemos a mirar una pintura de Velázquez, vemos decenas de enigmas, misterios incluso indescifrables. Lo mismo ocurre con esa escritura que, de repente, me inventé. Se trata de una visión, de un lenguaje soñado. El misterio, para mí, consiste sencillamente en el acto artístico"

"Si ahora miro atrás y me veo dibujando en mi estudio de Sant'Andrea delle Fratte, tengo la sensación de que este libro fue como un grifo. Se abrió sin una razón aparente, empezó a caer agua a chorros y se cerró dos años y pico después. Algún día puede que se vuelva a abrir. Creo que mi deseo de aquella época se ha cumplido sólo ahora. Ahora que circula esta edición, mucho más barata, y ahora que existe Internet. En las comunas hippies americanas aprendí que era importante compartirlo todo, que las cosas existen sólo entrando en red, en conexión entre sí y con la gente".

"Para ver esas conexiones, para descifrar el lenguaje, no sirve de nada saber leer. Sólo hay que ser niño, o volver a ser pequeño. Si hubiera tenido un Codex a los cinco años habría sido feliz. Hay que intentarlo, ¿no?"


No en vano, personajes tan dispares como Federico Fellini, Umberto Eco o Tim Barton han declarado en alguna ocasión su pasión por la obra, que aún hoy en día sigue siendo una de las joyas del catálogo de aquellas editoriales que lo publican en diversos paises. A precios, eso sí, bastante alejados del bolsillo menos pudiente. Pero no hay que alarmarse, pues como el propio autor deja entrever en sus declaraciones, Internet es el lugar idóneo para encontar todo aquello que se busca...

Para terminar unas imágenes que, nunca mejor dicho, dicen mas que 1000 palabras:























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miércoles, 19 de marzo de 2008

¡Mariquita, caca!

Había una vez una niña llamada Mariquita, a la que su madre dio dinero para ir a comprar pan. Ella fue a la panadería tal y como su madre le había dicho, pero al lado había una tienda cuyo escaparate mostraba una muñeca que costaba igual que el pan y sin pensárselo dos veces entró y se la compró.

Al llegar a casa su madre le dijo:
- ¡Mariquita! ¿qué has hecho!?
y Mariquita contestó:
- Lo siento mamá, es que es tan bonita
Su madre habló de nuevo:
- Ya, pero tenías que comprar el pan y no esta muñeca
Mariquita arrepentida le contestó:
- Perdóname mamá, no lo haré más.
Después de esta conversación, su madre la perdonó y le volvió a dar dinero para volver a ir a comprar el pan. Esta vez sí lo hizo.
Llegó la noche y Mariquita se fue a dormir con su nueva muñeca, pero a las tres y media de la madrugada se escucha que la muñeca dice:
- ¡Mariquita, tengo caca!
Mariquita le contestó:
- Cágate ahí que mañana lo limpiaré.
Y así fue, pero lo que cagó no era lo típico sino dinero.
Cuando Mariquita se levantó, vio que tenía toda la habitación inundada de monedas y billetes,
- ¡Mamá somos ricas!, ¡somos ricas!
le dijo a su madre.
Fue un día estupendo para ellas, por eso el tiempo se les pasó volando. Llegó otra vez la noche y Mariquita se fue a dormir, y a la misma hora la muñeca volvió a decir:
- ¡Mariquita, tengo caca!
y Mariquita volvió a contestarle:
- Cágate ahí que mañana lo limpiaré
Y al despertarse Mariquita se alegró muchísimo de que le volviese a ocurrir lo mismo que la mañana pasada, pero esta vez Mariquita lo fue divulgando por el pueblo. Entonces, un ladrón entró en su casa y se la robó.
El ladrón muy contento la puso en su habitación y al llegar las tres y media de la madrugada la muñeca dijo:
- ¡Ladrón, tengo caca!
Y el ladrón le contestó:
- Cágate ahí, que mañana lo limpiaré.
Y eso es lo que hizo, cagarse, pero esta vez no fue dinero, sino lo normal y el ladrón, al ver que la muñeca había destrozado su habitación, la tiró en un bosque.
Pero dio la casualidad que por ese bosque pasaba un rey y a él también le entraron ganas de hacer sus necesidades, pero como no tenía papel para limpiarse decidió hacerlo con lo primero que pilló:la muñeca. Pero la muñeca se le quedó enganchada en el culo. Estuvo todo un día así y no se la podía desenganchar. Entonces fue a la radio, a la televisión… a decir que si alguien le desenganchaba esa muñeca lo recompensaría de manera que si era una chica se casaría con ella, y si era un chico, le daría mucho dinero. Todo el pueblo iba a probar a ver si podía desenganchar la muñeca, pero nadie pudo, así que Mariquita al ver la televisión dijo:
- ¡Es mi muñeca!
Entonces se fue a probar a ver si podía conseguirlo, y cuando le tocó el turno a Mariquita la muñeca dijo:
- Mariquiiiitaaa!
Se soltó del culo del rey y se fue a abrazar a Mariquita, nunca más se separaron.Mariquita, al cabo de unos años, se casó con el rey.

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martes, 18 de marzo de 2008

Ortega Cano vs Ana Botella

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Románticos



Un tipo raro. Bueno, dos tipos raros.
Arrogante y sarcástico frente a humilde y servicial:
qué menos si te salvan la vida !
Y así nació esa unión que les hizo inseparables.

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lunes, 17 de marzo de 2008

MAD apoya a Bush

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Óneiros (V)

Quizá sea ambos o quizá no sea ninguno. Eres lo que soy, soy lo que no soy. Kafka en una cama. Al acercarme abre los ojos, sonríe débil. La escena es un cuadro. Parecería sin vida de no ser por las convulsiones que le causa una tos seca y el silbido de la fatigosa respiración, como de aceite hirviendo. No hay nada tan negro como la luz. Las manos. Le interpelo, apenas, enseguida callo.
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Exagero, estoy acostumbrado, responde aún sonriendo. Suelto un hilo de plata en el vacío. A pesar de que él habla en alemán y yo en español no tenemos problemas para comunicarnos. Tengo la certeza de que me comprenderá diga lo que diga. Das heilige, susurro, lo santo, traduzco al instante. No, la verdad oculta lo evidente – Kafka abre de nuevo los ojos –, encuéntrala en Dios si lo deseas, pero el camino a la verdad no tiene itinerario; Dios tiene mejores asuntos de qué preocuparse antes de la conversación entre un enfermo moribundo y su visita. Desconcertado. No me atrevo a decir que no la buscaba en Dios, silencio, me limito a sentarme en una silla. Mi cuerpo frente a la luz de la ventana, una sombra en el otro cuerpo, el tumbado, sin taparle la cara. Me observa con calma, como si tuviera todo el tiempo del mundo – y en realidad lo tiene – para saber quién soy. Tose un poco al incorporarse y acomodar la almohada en la espalda. Su tos me recuerda el eco de su nombre, pero enseguida desecho esa idea, me suena como algo obsceno. No se arrepienta de sus pensamientos, en este tiempo también lo he pensado alguna que otra vez, aunque prefiero su significado en checo: no soy más que un ave de rapiña, en ningún momento he dejado de ser el cuervo kavka. Me he ido alimentando de mis padres, de mi tío Siegfried, de mis novias. Ahora vienen a verme mis amigos y mi familia y siento que soy una tortura para todos ellos. Obligación denostada. Tengo sueño, su voz me llega lejana, como si surgiera de mí mismo bajo el agua y fuera ascendiendo hasta mis oídos. Se preguntará por qué tengo el ánimo de hablarle con tanta franqueza. En verdad quiero pedirle un favor, si usted lo consiente, y a cambio le regalo mi confianza, a riesgo de que no llegue a cumplir su parte. Hizo una pequeña pausa para tomar aire. Durante mi vida he hablado con reservas, temeroso de carecer de interés. Crecí rodeado de hermanos y de tíos, pero ninguno se atrevió a felicitarme por mis textos, más bien al contrario. Un domingo por la tarde, en casa de mis abuelos, escribía una novela sobre dos hermanos que luchaban entre sí; uno se iba a América, el otro se quedaba en Europa, en una cárcel. Estaba describiendo mi cárcel, no gran cosa, el pasadizo de la cárcel y sobre todo el silencio y el frío, y alguna palabra de compasión por el hermano encarcelado, el que prefería. Lo escribía en una mesa redonda y grande, rodeado de mi familia. No participaba en las conversaciones ni hubiese podido hacerlo, pues nunca me incluían en ellas. Mientras pensaba en cómo continuar la historia, uno de mis tíos, que solía hacerme bromas, me arrebató la hoja que sujetaba débilmente, la leyó por encima, me la devolvió y sentenció a los que habían seguido su gesto: “Las mismas tonterías de siempre”. A mí no me dirigió ni una palabra. Me limité a permanecer cabizbajo y sin protestar (mi timidez es enorme), en la misma postura de antes, aunque ahora fuera pura inutilidad. Me sentí expulsado de golpe de esa sociedad que no había llegado a aceptarme del todo, condenado a vagar por un mundo frío, huraño, tan hostil que hiere sin saberlo. Si quería calentarlo supe que tendría que buscarme yo mismo el fuego. Y aquí está usted quemándose. Levantó la vista y rió con un cloqueo, algo así como el sonido de una caja de cerillas al agitarla. Las paredes amarillas. Las lamentaciones aburren y más si son de uno mismo. ¿Para qué hablar de uno mismo cuando podemos hacerlo de tantas personas admirables? ¿Ha leído a Adalbert Stifter? ¡Sus descripciones son magníficas! ¡Cómo descubre el mundo a cada paso! Ésa es la pureza de la mirada infantil, la trascendencia del estatismo al convertir las simples piedras del camino en piedras de colores ¿Y Franz Werfel qué le parece? Lo siento, me temo que no he leído nada de ellos, no son muy conocidos en el lugar de donde vengo. Vaya, no sabe cuánto lo lamento, es una gran pena. Pero seguro que conocerá la obra de Goethe, ¿verdad? Sí, claro, he leído varios de sus libros: el Werther, Las afinidades electivas, las conversaciones con Eckermann… Sí, esas conversaciones son maravillosas. Lástima que la última parte es una amalgama de recuerdos, les falta la frescura del diálogo. Debió de ser un placer sublime convivir todos esos años con Goethe, aún mayor que leer sus obras. Sí. Brillo en el fondo del pozo. Siento ganas de bailar por toda la habitación. ¿Le gusta bailar? No, yo no, yo soy más bien torpe, no coordino mis movimientos. Pero lo que más echo de menos aquí es la música; sentarme en un sillón o tumbarme en la cama mientras suena una ópera de Janáček o de Smetana, a veces incluso puntear una pieza en el piano, cuando las mías no bastan para relajarme. ¿Usted compone? Sí, tengo alguna sonata, alguna canción, bagatelas. Lo que importa es que conozca y escuche a esos grandes músicos, que me temo que en el lugar de donde viene usted correrán la misma suerte que Stifter y Werfel. Bedřich Smetana tiene varios poemas sinfónicos, que es algo muy arriesgado. ¿Por qué, qué tiene de malo? La música genera estímulos nuevos, más finos, más complicados y, por ello, más peligrosos. En cambio, la poesía pretende aclarar la confusión de sensaciones, elevarlas a la conciencia, publicarlas y, de este modo, humanizarlas. La música es una multiplicación de la vida sensual. En cambio, la poesía es su dominación y elevación. Combinarlas puede ser un sufrimiento insoportable. El dolor duro como un insecto. Sí, piedras de colores. El mal, mi mal, llanto, lloro, lloramos… ¿Pero cómo va a ser angustia la poesía? Es una tensión de las sensaciones, cuando uno siente es vulnerable a la realidad y de ese modo lo trastorna, la poesía es enfermedad. Pero no se sana de ella sólo con la represión de la fiebre. ¡Al contrario! El ardor depura e ilumina. Goethe dijo que el hombre sueña sólo para no dejar de ver. ¡Qué idea reveladora! Así es, afirmo, sus ojos despiden un brillo inusitado, a lo lejos se oye una conversación acalorada y en cambio sus ojos son paz, las voces llegan al grito y los ojos me siguen mirando fijamente, imperturbables. Durante un tiempo nos quedamos los dos callados, el zumbido de unos altavoces, no sé qué decir, el aire está rodeado de una penumbra que oscurece nuestras caras, la cama y las paredes. Cuando me acostumbro a la nueva luz me vuelve a hablar.
Le he dicho antes que deseaba pedirle un favor. En realidad son dos, si no es abusar de su simpatía, ya que veo cuánto está sufriendo por mí. Es verdad, estoy haciendo cuanto se me ocurre para mitigar su dolor, pero me cuesta imaginarlo de otra manera si lo veo postrado en esa cama. Pídame lo que quiera, salvo que lo mate, de eso no sería capaz. No se preocupe – cloquea de nuevo –, valoro mi vida aunque sea en este estado, no he hecho otra cosa desde que nací que luchar por sobrevivir y aprovechar cada momento, es el instante el que determina la vida. La muerte no participa en absoluto de la vida, el ciclo es vivir y seguir viviendo, estamos expuestos a ambas, a la vida y a la muerte; ésa es nuestra dificultad. Los favores que le pido tienen que ver precisamente con la prolongación de la vida. Uno es darme conversación y con ella la oportunidad de recordar una vez más a esos artistas que tanto aprecio; ya lo está logrando y eso me hace muy feliz, por primera vez en mi vida tengo la certeza de que lo soy. Por este motivo confío en usted. En su sueño podría elegir cualquier cosa; y la cosa que decide es visitarme aquí, en el sanatorio Hoffmann. Ya sabrá que Dora y Robert pasan conmigo día y noche, habrá oído sus voces, no sé cómo ha logrado que salgan y descansen. Es un privilegio estar aquí con usted, muchos lo habrían deseado. No estoy tan seguro, lo que muchos desean es mi fama o la fama de estar conmigo. Por lo demás no soy más que un enfermo y eso no provoca ningún placer, ni siquiera a los otros enfermos, que sólo piensan en curarse del modo que sea. El hombre está condenado a la vida, la corrupción del cuerpo no supone más que un incentivo para superar los miedos. A usted le debo su atención, usted que sólo me aprecia por mis palabras. Pero aún tengo que confesarle el segundo favor, que es aún más sencillo de cumplir que el primero. Siento un escalofrío, mi cuerpo sabe lo que mi mente desconoce. Calor. Usted sabe que le he pedido a Max que queme todos mis textos, aunque no creo que me haga caso, le tiene demasiado aprecio a esos papeles. Pero son muy peligrosos, no quiero contagiarle a nadie mis pesadillas y que lo perturben como a mí hasta dejar una huella indeleble. Sería vergonzoso ser recordado sólo de esta manera, viendo que de donde usted viene me conocen. Sí, claro que lo conocen y además lo tienen en gran consideración. No se reprima: los íntimos deseos son a menudo vergonzosos; los suyos, en cambio, son admirables, muchas personas se consuelan con ellos. Me sonríe, cierra un momento los ojos y los abre enseguida. Mancha negra, extraño mareo. Descuide, no iba a pedirle que ocupara el lugar de Max, sé que tampoco podría. El favor que le pido es que me recuerde pero no por mis libros, al menos no sólo por ellos. No encuentro experiencia más gratificante que escribir, pero lo escrito es la escoria de la experiencia; le pido un poco más de humanidad. Hágame real, por favor. Vértigo, soplo de polvo, se trata de sentir la sed del sudor, somos tus antepasados, los cielos bajo el árbol mientras miro de nuevo por la ventana y las voces se acercan hasta tocar la puerta. Le entrego un libro de Haruki Murakami. Usted no lo conoce, no puede haberlo leído, en cierto sentido habla de usted. Se lo agradezco, es un gran regalo. Los ojos clavados en mí como encerrándome. La puerta se abre y entran Dora Diamant y Robert Klopstock acompañados de una enfermera con un uniforme de un intenso azul. La melena de Dora es un rubio impecable, el típico peinado sedoso de los años 20 que he visto en las películas. No dicen nada o no sé qué dicen o no quiero saberlo. Me alejo unos pasos, me pego a la pared, la ventana es el rubio dorado, he abandonado la escena o la escena me posee o siempre he sido la escena y mi repetición es mi despedida.

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domingo, 16 de marzo de 2008

The Ramones: Blitzkrieg Bop

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sábado, 15 de marzo de 2008

Usted no es cualquier chica de "vida cotidiana"

Siguiendo la serie de entradas en torno a la revista argentina Crisis que va apareciendo aquí, viene hoy esta historia del exilio de María Esther Gilio.

En el Río de la Plata se ha escrito poco sobre el exilio. Siento esto cada vez que hablando sobre el tema alguien dice: “¡Estar en París y extrañar Montevideo! Sólo un loco”.

El exilio no es sólo el dolor de estar lejos de todo lo que amamos sino también de enfrentar este hecho con un interior desbaratado. Las piezas que conformaban nuestro aparato psíquico están ahí, ¿pero dónde?, ¿qué hacer para encontrarlas? De esto quiero hablar. De la fuerza y la confianza que es necesario rescatar antes que nada, ya que sin ellas en esta maraña en que estamos hundidos no podremos hacer nada.Esta pequeña historia que contaré habla de ese rescate.

Vengo caminando por Federico Lacroze, en Buenos Aires, en una mañana soleada pero fría, con la cara empapada en lágrimas. Tantas que no veo a la gente que se cruza conmigo.

¡María Esther!
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–Sí, ¿quién sos?
Haroldo.
–¿Qué Haroldo?
¿Cuántos Haroldos conocés? Haroldo Conti.
–Ay, Haroldo.
Haroldo abrió los brazos y yo me metí en ese espacio que me ofrecía. “Ay, Haroldo.”
¿Qué pasa muchacha, qué pasa?
–Volví hace un mes de París, pero no a Montevideo.
Pero vos sabías que no volvías a Uruguay.
–Sí, sabía. Pero pensaba que Buenos Aires era lo mismo.
Escuchame, lo que te pasa es normal. Vas a salir, pero sería bueno que alguien te ayudara.
–¿Quién?
Un profesional.
–¿Un psicólogo? No tengo plata.
Llamame mañana que te doy el número de una psicoanalista que te va a atender. Ella verá la manera.

Dos días más tarde llamé a Elba, la psicoanalista que vería la manera.

¿Quién dijiste que eras?
–María Esther Gilio.
–No, mirá, yo no puedo atenderte. Me gustaría, pero no puedo. Tenemos muchos amigos en común. Te doy el número de otra profesional que es tan buena como yo. Llamala.

Llamala vos, idiota, pensé. Estaba ofendida, disgustada, triste, desconfiada. “Amigos comunes.” Indiferente, egoísta. No llamaré a tu recomendada ni a ninguna psicoanalista que viva en este mundo. Habían pasado dos o tres días cuando al subir del subte, en la calle, me crucé con Aldo Guglielmone.

¡Aldo!
–¡María Esther! No sabía que estabas acá. ¿Cuándo llegaste? Vení, vamos a tomar un café.

Sentados a una mesa de un café de Plaza Italia hablamos de mis sufrimientos y, sobre todo, de la analista que se había negado a atenderme. Fijate vos que esta cretina, que se llama Elba no sé qué, no quiere atenderme porque tenemos amigos comunes. Podía haber inventado otra excusa, algo más creíble.

Aldo miraba su café en silencio. Lentamente ponía azúcar, cuidando de no llenar la cucharita y revolvía con igual cuidado. Estaba distraído. “Aldo, no me estás escuchando.” Me miró, puso su mano sobre la mía y dijo: “Elba Azardui es muy amiga mía. Te digo más: fue mi mujer hasta hace unos cuantos años, en que nos separamos”.

Dos días después llamé a Ema, la recomendada de Elba, quien había dejado de ser indiferente y egoísta. Ema me citó para el día siguiente y en dos minutos resolvió el problema del pago. Cuando empezara a trabajar le pagaría. ¿Usted cree que rápidamente voy a encontrar trabajo?

Ema me miró en silencio.

–Bueno, si usted lo dice. Pero de periodista, no.
¿Por qué no?
–Mi periodismo acá no funciona.
¿En qué sentido?
–Jacobo Timerman, después de leer en su diario la entrevista a Neruda que había aceptado publicar su director de Cultura, Juan Gelman, me dijo que no sabía cómo “eso” había llegado al diario.
¿Cómo se lo dijo?
–Me lo dijo al cruzarse conmigo en un corredor de La Opinión. “Che, qué cagada me encajaste, ¿cómo hiciste para convencer a Juan de que te publicara eso?”. Dése cuenta. Si hay algo que no puedo hacer es periodismo.
Ahí hubo dos opiniones. Una de Juan Gelman, otra de Jacobo Timerman. Confía más en Jacobo Timerman...
–No, no sé.
Creo que sí.
–Sí, tal vez.

A partir de ese día, fundamentada mi decisión de no hacer periodismo, empecé realmente a buscar trabajo. Todos los días abría Clarín en “Trabajos se ofrece” y revisaba, con un bolígrafo en la mano, “secretaria se precisa”. Pero qué lejos estaba de ser una secretaria medianamente aceptable. Mala en la máquina, que escribía con alguna rapidez, pero con dos dedos; mala en idiomas, porque si bien podía revolverme en tres o cuatro, sólo español hablaba y escribía fluidamente.

Hacía casi un mes que buscaba cuando Tomás Eloy Martínez, que me conocía de tiempo atrás, me llamó desde La Opinión. “¿No querrías hacer unas entrevistas sobre El último tango en París, que acaba de ser prohibida?”

–No, no sé...
¿Cómo que no sabés? Esta es una nota para vos.
–¿Puedo contestarte mañana?

Llamé a Ema, quien me citó para esa misma noche a las 9 y media. Fui serena. Es verdad que precisaba trabajo, pero no quería hacer periodismo y por más que Ema se lo propusiera, no me convencería.

Vamos a suponer que acepta hacer la nota. ¿Qué puede pasar?
–Puede pasar que no sirva.
En ese caso, ¿usted se daría cuenta?
–Apenas entrevistados el juez y el fiscal ya sabría si el material conseguido era el indicado.
¿El indicado para qué?
–Para reflejar el espíritu provincial y reaccionario de estas dos personas que aprueban la prohibición del film.
Es decir que tiene claro cuál es el objetivo de las entrevistas.
–No sé qué quiere Tomás. Yo aspiraría a eso.
Tal vez él quiere conocer los argumentos que llevaron a esas personas a tomar la decisión.
–Pienso que si fuera sólo eso, habrían encargado el trabajo a cualquier chico o chica de “Vida cotidiana” o de “Espectáculos”.

Ema quedó en silencio mirándome.

Usted no es cualquier chica de “Vida cotidiana”.
–No.
¿No?
–Creo que no.
¿Entonces?
–No sé –dije.

Por un largo rato ambas quedamos en silencio. Yo, mirando un bolígrafo que había hecho girar entre las manos durante toda la sesión. Ema, mirándome a mí.

Bueno –dijo ella finalmente–. La espero el martes a las 3, como siempre.

¿Qué había pasado? ¿Yo le había prometido que haría el trabajo? ¿Ella pensaba que lo haría? ¿Debería hacerlo para complacerla? Bajé del ascensor y miré el reloj. Faltaba un rato para las 10 y veinte. La sesión había sido quince minutos más corta. Me senté en el escalón, contra la pared, un lugar oscuro desde donde veía la calle Córdoba, a esa hora todavía tapada de autos que se deslizaban veloces hacia el norte. ¿Qué fue lo que hablamos? ¿Qué fue? No sé. Yo dije que no era una aprendiza, o algo así. ¿Qué quise decir? ¿Que puedo hacer bien mi trabajo? ¿Eso quise decir? Sí, eso fue lo que quise decir. ¿Por qué, si no quiero volver al periodismo? Porque es verdad. Lo dije porque es verdad. Sin embargo, no siempre es verdad. En Uruguay es verdad. Aquí también, para Tomás Eloy y para Juan Gelman. ¿Qué pensé antes de la sesión, cuando todavía estaba en casa? “Ema no me convencerá.” Sin embargo, estoy dudando. ¿Qué dijo para hacerme dudar? Veamos. Debo repasar la conversación con calma. Prolijamente. En algún momento dijo: “Usted puede”.

No sé cuándo, pero seguramente lo dijo. ¿O no? No, eso no lo dijo nunca. Y si lo dijo, no lo recuerdo. No recuerdo esas palabras. Algo tiene que haber dicho, sin embargo. Ya me voy a acordar. Tengo que esperar. Tranquilizarme y esperar.

Salí a la calle y empecé a caminar hacia el sur. Eran más de las 12 cuando metí la llave en la puerta del edificio donde vivía, en Cochabamba y Defensa. Había caminado más de cuatro kilómetros. Me sentía excitada, cansada, con la cabeza llena de niebla y confusión. Cuando abrí los ojos a las 8 del día siguiente, me levanté rápido pues debía preparar las preguntas para la entrevista. “Si fracaso, la culpa es de Ema”, me dije, y reí en voz alta sin saber por qué. A las 12 bajé al bar de los gallegos para telefonear a Tomás, quien se mostró contento de que hubiera aceptado. “Pensaba que ni siquiera te molestarías en llamar”, dijo y me pasó la dirección y la hora de las citas ya combinadas por el diario. Una sería esa tarde a las 5; la otra al día siguiente entre 12 y 2. Yo decidía. Pensé en la ropa. Pantalón beige, camisa blanca, y el blazer escocés, gris, beige y blanco. No debía mostrar a mis entrevistados que aceptaba la película ni que la rechazaba, pero de mi aspecto debía surgir que pertenecía al sector de los que se sentían agredidos por la grosería de las escenas en cuestión.

Mientras subía las escalinatas del edificio, donde encontraría al fiscal, recordé las palabras con que las leyes uruguayas aludían al acto sexual que había provocado el escándalo y decidido la prohibición: “Acto sexual que se realiza por vaso indebido”. ¿También las leyes argentinas lo designarían de esta manera?

Un portero me condujo al despacho del fiscal, un hombre de rostro afable y clase social tan definida que no era necesario recurrir a su apellido que daba nombre a una calle para saber que pertenecía al grupo de los privilegiados. No recuerdo qué dije, luego de presentarme, pero sí recuerdo que ante una pregunta mía sobre su apellido –Beruti– se metió con placer evidente, pero también con mesura, en el tema de sus antepasados. “Veo que esto le interesa”, dijo finalmente. “Sí, me interesa esto que cuenta”, dije con mi sonrisa más juiciosa mientras sacaba mi libreta de la cartera. Ya sabía, en ese momento, que mi entrevistado había bajado sus defensas y se disponía a hablar con su indudable honradez y sin tomar ningún cuidado por ocultar sus convicciones decimonónicas. Así lo escuché atacar con inesperada vehemencia esas escenas que “agredían de manera inexcusable al pudor público medio” y luego, cuando yo aludí a las dificultades que la elucidación de este concepto presentaba en la práctica, vi cómo trataba, con una sonrisa, de borrar el fastidio que dominaba su rostro. Siempre con ese fastidio en su cara y aquel proyecto de sonrisa, que procuraba ocultarlo, habló de los novios “que van a ver la vista, y después, vaya uno a saber a dónde van. Usted puede imaginarlo”, dijo mirándome a los ojos. Yo dije que no sabía, ante lo cual él abrió los brazos y miró hacia el techo en un gesto que tal vez significaba “¡Pero mi Dios, a quién me mandaron!”.

Después de unos diez o quince minutos di por terminada la entrevista, guardé mis cosas y saludé al fiscal, quien se empeñó en acompañarme hasta la escalera con actitud tan paternal que me llenó de culpa cuando más tarde me dispuse a escribir la nota.

El otro juez –Arnaldo Correa–, a quien entrevisté al día siguiente, se tiró a explicarme, sin esperar mis preguntas, el artículo 128 que prohíbe la “exhibición, publicación y reproducción de imágenes obscenas”. Respondió velozmente a alguna pregunta con apariencia inocente como: “¿Y por qué cree usted que va tanta gente a ver el film?”. Y pasó luego a atacar duramente a Bernardo Bertolucci, quien había colocado como protagonista a un pervertido, al tiempo que había exaltado hasta límites inaceptables el acto sexual.

Pero además, me dijo, levantando la voz de manera inesperada, ¡los chicos del secundario!

¿Qué pasa con los chicos del secundario?
–Dicen Dánica.
¿Qué es Dánica? –pregunté con inevitable aire de inocencia o bobería.
–¡Cómo qué es! ¡Manteca! Dánica para untar, dicen. ¡Señora! ¿Usted recuerda el uso que da el protagonista a la manteca en el film?
De pie con los brazos en alto era difícil saber si quería matarme por perversa o echarme a la calle por idiota.
Soy uruguaya –dije simulando aire asustado–. No sabía.
–Sólo así se explica –dijo sentándose de un golpe y poniendo la cabeza entre las manos–. ¿Se da cuenta? Dánica, manteca para untar –repitió en voz inesperadamente baja y melancólica, abrumado tal vez por la dureza de la vida que no ofrecía las armas que harían posible la protección de la inocencia. Cuando salía, me saludó poniéndose apenas de pie. Era evidente que estaba cansado y un poco deprimido.

La entrevista que apareció en la contratapa de La Opinión movió a muchos lectores a preguntar al diario de quién era esa nota sin firma. Daniel Divinsky supuso que era mía y me llamó. “¿Qué pasó que no firmaste?”, dijo.

Dos días después, sentada frente a Ema, trataba de adivinar si sabía que ese trabajo era mío. Pero, claro, no podía esperar que ella lo dijera. Esas cosas razonables no son las que hacen los analistas. Callada, inescrutable, me miraba esperando que yo empezara. Finalmente empecé.

¿Leyó mi nota?
–¿Dónde?
En la contratapa de La Opinión.
–¿Se refiere a las entrevistas al fiscal y el juez? La leí.
¿Le gust... –empecé a decir, pero quedé en silencio.
–¿Qué iba a decir?
Nada, nada importante.
–¿Le costó mucho hacer el trabajo? –dijo ella.
No.
–¿Quedó satisfecha? ¿Le parece bueno lo que hizo?
Sí, me pareció bueno.

Sonrió.

–Quiere decir que ya no duda de su posibilidad de escribir.
Yo no diría tanto.
–¿Qué diría?
Que hay algunas cosas que puedo hacer bien –dije.

Ema, estoy segura, había leído la nota, sabía que era buena y tenía claro que haberla escrito significaba un éxito para ambas. Pero, por supuesto, nada dijo, ni sobre esta ni sobre lo idiota que había sido al dudar de mi capacidad para hacerla. Y aunque toda la sesión me miró con la seriedad concentrada que acostumbraba, sé que una sonrisa feliz pugnaba por aparecer en su rostro.

A partir de este momento empecé a ganar mi vida. Recorrí las redacciones donde era relativamente conocida por haber publicado, en la Argentina, La guerrilla tupamara, y en la mayoría me encargaban notas cuyo precio me abstenía de discutir. Decía sí a casi todo lo que me pedían, lo hacía lo mejor que podía y tomaba sin protestar el dinero que me pagaban, en general poco, como es la costumbre con los colaboradores en esta zona del mundo.

A partir de este momento sentí que podía mantenerme escribiendo. Es decir, sentí que el problema trabajo se había resuelto. Tenía otros, pero de la resolución de éste dependía la tranquilidad que me permitiría abordarlos.

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viernes, 14 de marzo de 2008

The Prophet´s Song

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jueves, 13 de marzo de 2008

El primer mapa de la Luna


Éste es el primer mapa lunar, dibujado sin utilizar telescopio ni instrumental alguno, por el médico inglés William Gilbert en 1600. Lo observado por quien fue al final de sus días médico de la reina, coincide en gran medida con lo que conocemos en la actualidad.

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Foxy Lady - Jimmi Hendrix

Foxy Lady


You know you're a cute little heartbreaker.

Foxy.

You know you're a sweet little lovemaker.

Foxy.

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miércoles, 12 de marzo de 2008

Fancy Free: Ornithology

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martes, 11 de marzo de 2008

Arte/amor callejero

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El segundo Gaspar Ilom

Gaspar Ilom, nacido Rodrigo Asturias Amado, hijo de Miguel Ángel Asturias, se unió a los doce años de edad a la guerrilla guatemalteca incorporándose a las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR)

Estudió Derecho en la Universidad de la Plata, Argentina. Realiza un primer viaje de estudios por Europa y recorre, conociendo la realidad latinoamericana, Uruguay, Argentina, Bolivia y Chile.

En esta época participa en las actividades de la Federación Universitaria Argentina y mantiene vínculos estrechos con intelectuales latinoamericanos y dirigentes políticos y sindicales argentinos.

En 1962 participó en Baja Verapaz, al norte de Guatemala, en el primer levantamiento armado contra el régimen militar del general Miguel Idígoras Fuentes, por lo que fue enjuiciado, encarcelado y deportado a México.
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Siete años de exilio en ese país le permitieron estudiar Economía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y trabajar en el mundo editorial y académico de ese país. Junto a otras personas fundó la Editorial mexicana Siglo XXI y durante seis años ocupó el cargo de gerente general de esa prestigiosa empresa.
Fue conferenciante en varias universidades mexicanas y Profesor Invitado del Seminario sobre América Latina de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Autónoma de México.
Siempre en México, publicó numerosas notas de crítica bibliográfica en la revista oficial de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y en 1970 la prestigiosa revista Cuadernos Americanos publica su ensayo Estructura y Crisis de la Sociedad Guatemalteca.

En 1971 se incorpora de nuevo a la lucha en su país y, distanciado de las FAR básicamente porque, al contrario que Gaspar Ilom, éstas no consideraban que los indígenas merecieran una atención especial, funda la Organización del Pueblo en Armas (ORPA), que dirigirá hasta su disolución en 1997. Al frente de esa organización, aparte de la construcción y conducción de los frentes guerrilleros y el frente urbano, elabora 27 trabajos teóricos de contenido ideológico, político, organizativo y militar.

Entre su obra teórica sobresalen dos libros sobre el problema del racismo en Guatemala (Racismo I y Racismo II), publicados clandestinamente en los años 1973 y 1974; un volumen de más de 500 páginas en el que analiza la situación política, económica y social de Guatemala (aquí desarrolla entre otros temas lo que denominó la Militarización del Poder Oligárquico) y varios manuales organizativos (El Estilo de Trabajo y el Manual de Organización, entre otros).

Dentro de sus funciones de conducción de la ORPA atendió personalmente los aparatos de propaganda, la edición de los Periódicos Erupción y Siembra y el órgano de formación interna El Militante. Igualmente promovió y estuvo involucrado en el proyecto de la Radio Voz Popular.

En 1982, fue co-fundador de la URNG integrada por la ORPA, el Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP), El Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT), y las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), y fue miembro de su Comandancia General hasta la firma de la Paz en 1996.

En su calidad de miembro de la Comandancia General de URNG participó directamente en la conducción de la negociación y en la discusión y elaboración de todos los acuerdos a lo largo del Proceso de Paz de Guatemala.

Durante el proceso de negociaciones y después de la firma de la paz ha sido invitado para ser expositor en varias universidades europeas y latinoamericanas (Complutense, Carlos III y Rey Juan Carlos, de Madrid, Frankfurt de Alemania, Barcelona, España, Santiago de Chile, entre otras) y ha participado en numerosos eventos sobre solución de conflictos y construcción de la paz (IDEA Internacional en Bogotá, Instituto de Estudios de la Paz de Noruega, entre otros).

Entre 1999 y 2001 es Secretario General Adjunto del Partido Político URNG. En su calidad de miembro del Comité Ejecutivo Nacional, representa a URNG ante la Comisión de Acompañamiento de los Acuerdos de Paz y coordina la Comisión de Paz y la Comisión de Asuntos Electorales del Partido.
Su última actividad política pública la tuvo en los comicios generales de 2003, cuando participó como candidato a la Presidencia de la República por URNG.
Murió en el año 2005, con 65 años.
http://www.elperiodico.com.gt/es/20050617/14/17100/

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lunes, 10 de marzo de 2008

El primer Gaspar Ilóm

Fragmento de la novela Hombres de maíz, de Miguel Ángel Asturias

El Gaspar es invencible, decían los ancianos del pueblo. Los conejos de las orejas de tuza lo protegen al Gaspar, y para los conejos amarillos de las orejas de tuza no hay secreto, ni peligro ni distancia. Cáscara de mamey es el pellejo del Gaspar y oro su sangre -"grande es su fuerza","grande es su danza"- y sus dientes, piedra pómez si se ríe y piedra de rayo si muerde o los rechina, son su corazón en la boca, como sus carcañales son su corazón en sus pies. La huella de sus dientes en las frutas y la huella de sus pies en los caminos sólo la conocen los conejos amarillos.
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Palabra por palabra, esto decían los ancianos del pueblo. Se oye que andan cuando anda el Gaspar. Se oye que hablan cuando habla el Gaspar. El Gaspar anda por todos los que anduvieron, todos los que andan y todos los que andarán. El Gaspar habla por todos los que hablaron, todos los que hablan y todos los que hablarán. Esto decían los ancianos del pueblo a los maiceros.La tempestad aporreaba sus tambores en la mansión de las palomas azules y bajo la sábana de las nubes en las sabanas.
Pero un día después de un día, el habla ñudosa de los ancianos anunció que de nuevo se acercaba la montada. El campo sembrado de flores amarillas advertía sus peligros al protegido de los conejos amarillos.
¿A qué hora entró la montada en el pueblo? A los ladinos amenazados de muerte por los indios les parecía un sueño. No se hablaban, no se movían, no se veían en la sombra dura como las paredes. Los caballos pasaban ante sus ojos como gusanos negros, los jinetes se adivinaban con caras de alfajor quemado. Había dejado de llover, pero asonsaba el olor de la tierra quemada y el pestazo del zorrillo.
El Gaspar mudó de escondite. En el azul profundo de la noche de Ilóm se paseaban conejillos rutilantes de estrella en estrella, señal de peligro, y olía la tierra a pericón amarillo.Mudó de escondite el Gaspar Ilóm con la escopeta bien cargada de semillita de oscurana -eso es la pólvora-,semillita de oscurana mortal, el machete desnudo al cinto, el tecomate con aguardiente, un paño con tabaco, chile, sal y totoposte, dos hojitas de laurel pegadas con saliva a los sentidos sustosos, un vidrio con aceite de almendras y una cajita con pomada de león. Grande era su fuerza, grande era su danza. Su fuerza eran las flores. Su danza eran las nubes.

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Tu color de ojos favorito

¿Por qué nos gustan tanto los ojos que hasta nos fijamos en el color? Si son poco más que un botón en la cara que apenas se ven y aún menos si son los ojos de un miope. Bueno, es que será eso, que nos obligan a fijarnos. Qué van a ser un botones, son perlas, sabemos que a través de ellos se nos ve cómo somos, vemos y somos vistos con esos Ojos claros, serenos, ya que así me miráis, miradme al menos, etc. A lo que iba, que me enrollo solo.

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Los ojos preferidos por los caosmeros son los de color verde, con 19 votos (35%), aunque los de color miel no se han quedado lejos con 15 votos (28%). No sé por qué tengo la sensación de que tanto unos como otros son votos de chicos, aunque a una chica le pueden gustar perfectamente el verde y el miel, ambos son muy apetecibles, atractivos, como para dedicarles el día entero.

Los verdes han arrasado desde siempre, desde Coldplay (Green Eyes) hasta Nat King Cole, quien cantaba hace muchos años:

Aquellos ojos verdes
de mirada serena
dejaron en mi alma
eterna sed de amar.

Anhelos de caricias
de besos y ternuras
de todas las dulzuras
que sabían brindar.

Aquellos ojos verdes
serenos como un lago
en cuyas quietas aguas
un día me miré.

No saben las tristezas
que en mi alma han dejado
aquellos ojos verdes
que ya nunca besaré.





Los ojos de miel también tienen su canción, aunque no sea tan conocida. Es de un grupo llamado Timbiriche:

Hace varias noches me di cuenta y la empecé a soñar.
Todos los domingos yo la busco y la invito a pasear.
No sé si pudiera ser que la llegue a enamorar, que la llegue a enamorar.
Todas mis amigas nos observan si me invita a bailar.
Ellas son curiosas se preguntan si es mi novio ya.
Yo no sé qué decir.
Sólo sé que soy feliz, sólo sé que soy feliz.
Ojos de miel, los jeans se le ven muy bien.
Ojos de miel.
Y con vestido luce mucho también.
Las chicas lo voltean a ver.
¡Ojos de miel!.
Ya es de vacaciones, yo la llevo siempre a patinar.
Es la más bonita y le gusta en los patines bailar.
Yo no sé qué debo hacer, si me debo enamorar, si me debo enamorar.
Ojos de miel, los jeans se le ven muy bien.
Ojos de miel.
Y con vestido luce mucho también.
Las chicas lo voltean a ver.
¡Ojos de miel!.



De ojos azules no recuerdo ninguna canción, sólo la película Mickey ojos azules totalmente olvidable, tanto que no sé si la he visto. La protagonizaba Hugo Grant y era una especie de mafioso o intento de mafioso. Qué bajo han caído los azules cuando yo recuerdo que durante muchos años fueron los más sensuales (el típico chico alto, rubio y de ojos azules), con razón sólo obtuvo 9 votos (16%). Aún conservan algo de su atractivo pero ya tiene mucha competencia.


Luego vienen los castaños o marrones, que en teoría son los más comunes y por eso se han quedado con 6 votos (11%), pero ahí está la gracia también: el que sepa sacar partido de lo común es un fuera de serie, alguien extraordinario. Aquí sin duda las morenas de ojos marrones son las que salen ganando. Hoy uno puede cambiarse el color de los ojos, elegir una lentilla con dibujo hipnótico, ojo de gato, fuego, rojo… cualquier cosa que podáis imaginar. Pero si yo tuviera unos ojos marrones no los cambiaba. No tendrán canción pero sí alguien que un blog escribe “Lo que sucede es que soy adicta a unos ojos marrones.”


Luego vienen los grises, los ojos de la tristeza, con 3 votos (5%). O los ojos misteriosos, como si hubiera que adivinar qué se esconde detrás de ellos. No será un color tan vivo como el verde o el miel, pero el gris es algo indefinido, ni blanco ni negro pero tampoco tiene que ver con el blanco o con el negro. Es difícil explicar o comprenderlo y por eso surgen relatos como éste en un blog.



Y finalmente los negros, con sólo 1 voto (1%), pero Nat King Cole también le dedicó una canción. Ésta es su letra:

Yo vendo unos ojos negros
Quién me los quiere comprar
Los vendo por embusteros
Porque me han pagado mal

Ojos negros traicioneros
Por qué me miráis así
Tan alegres para otros
Y tan tristes para mí

Más te quisiera, más te amo yo
Y todas las noches las paso
Suspirando tu amor
Más te quisiera, más te amo yo
Y todas las noches las paso
Suspirando tu amor

Por eso los ojos negros
Los quiero pronto vender
A ver si por los senderos
Aprenden lo que es querer

Yo vendo unos ojos negros
Quién me los quiere comprar
Los vendo por hechiceros
Porque me han pagado mal

Más te quisiera, más te amo yo
Y todas las noches las paso
Suspirando tu amor
Más te quisiera, más te amo yo
Y todas las noches las paso
Suspirando tu amor



Parece que nadie los quiere pero también son hechiceros, ojos grandes como pupilas dilatadas, negro sobre blanco. No son los míos ni los que voté y aún así hoy los elijo, cierran el texto de todos los colores como buenos ojos negros.

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domingo, 9 de marzo de 2008

Las guerrillas colombianas (1)

Hace unos días el guerrillero Iván Ríos fue asesinado por “Rojas”, su propio jefe de seguridad. Es el segundo caso después de que la semana pasada ocurriera lo mismo con Raúl Reyes, uno de los principales líderes de las FARC. No sé vosotros, pero yo siempre he tenido la sensación de que el conflicto de los paramilitares en Colombia es un tema que nunca me han explicado con la suficiente atención, como si ya lo supiera todo el mundo. Algo así como ocurre con ETA, del que hemos recibido la versión simplificada de unos terroristas que quieren la independencia del País Vasco por medio de la violencia, que no deja de ser cierto pero también es una explicación muy incompleta. Eso para otro día. Hoy he buscado información de la guerrilla paramilitar en Colombia y esto es lo que os puedo decir.

En Colombia el grupo guerrillero más conocido son las Fuerzas Armadas de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP), de fundamentos agropecuarios e ideología marxista-leninista. Se creó en 1964 y es dirigido por Pedro Antonio Marín, más conocido como Manuel Marulanda o Tirofijo. Su página web es www.farc-ep.org o al menos lo era, ya que actualmente no se puede visitar.

La opinión general (incluyendo el gobierno de Colombia) es que a esta agrupación se la considere terrorista, pero los presidentes de algunos de los países cercanos o colindantes (Brasil, Ecuador y Bolivia) prefieren abstenerse por considerarlo un conflicto interno y Hugo Chávez, el presidente de Venezuela, considera que es un grupo beligerante.

El objetivo que pretende, según Eduardo Mackenzie, es imponerle a la sociedad y a las élites gubernamentales, el modelo, tantas veces utilizado con éxito relativo, de la rendición gradual del Estado, pues no considera al gobierno representante un legítimo del país. Durante las cinco décadas de su existencia el gobierno ha intentado muchas veces una negociación para la disolución del grupo o para la liberación de rehenes. La novela que Gabriel García Márquez publicó en 1996, Noticia de un secuestro, es un buen ejemplo de cómo se vive un secuestro político por los propios rehenes. En el momento de su publicación, Juan Carlos Gaviria, hermano del expresidente, llevaba un mes cautivo. El caso más conocido es el de Íngrid Betancourt, senadora, representante de la cámara y candidata presidencial, que fue secuestrada en febrero de 2002 en el trayecto de un acto de apoyo a un miembro de su partido, y en la actualidad aún sigue prisionera. Precisamente ella era partidaria de la negociación. A pesar de que el conflicto sea tan largo y tan penoso.

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Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana

Olympe de Gouges, 1791.

PREÁMBULO

Las madres, hijas, hermanas, representantes de la nación, piden que se las constituya en Asamblea Nacional. Por considerar que la ignorancia, el olvido o el desprecio de los derechos de la mujer son las únicas causas de los males públicos y de la corrupción de los gobiernos, han resuelto exponer en una declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados de la mujer a fin de que esta declaración, constantemente presente para todos los miembros del cuerpo social les recuerde sin cesar sus derechos y sus deberes, a fin de que los actos del poder de las mujeres y los del poder de los hombres puedan ser, en todo instante, comparados con el objetivo de toda institución política y sean más respetados por ella, a fin de que las reclamaciones de las ciudadanas, fundadas a partir de ahora en principios simples e indiscutibles, se dirijan siempre al mantenimiento de la Constitución, de las buenas costumbres y de la felicidad de todos.
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En consecuencia, el sexo superior tanto en belleza en coraje, como en los sufrimientos maternos, reconoce y declara, en presencia y bajo los auspicios del Ser Supremo, los Derechos siguientes de la Mujer y de la Ciudadana.

ARTÍCULO PRIMERO

La mujer nace libre y permanece igual al hombre en derechos, Las distinciones sociales sólo pueden estar fundadas en la utilidad común.

II

El objetivo de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales e imprescriptibles de la Mujer y del Hombre; estos derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y, sobre todo, la resistencia a la opresión.

III

El principio de toda soberanía reside esencialmente en la Nación que no es más que la reunión de la Mujer y el Hombre: ningún cuerpo, ningún individuo, puede ejercer autoridad que no emane de ellos.

IV

La libertad y la justicia consisten en devolver todo lo que pertenece a los otros; así, el ejercicio de los derechos naturales de la mujer sólo tiene por límites la tiranía perpetua que el hombre le opone; estos límites deben ser corregidos por las leyes de la naturaleza y de la razón.

V

Las leyes de la naturaleza y de la razón prohíben todas las acciones perjudiciales para la Sociedad: todo lo que no esté prohibido por estas leyes, prudentes y divinas, no puede ser impedido y nadie puede ser obligado a hacer lo que ellas no ordenan.

VI

La ley debe ser la expresión de la voluntad general; todas las Ciudadanas y Ciudadanos deben participar en su formación personalmente o por medio de sus representantes. Debe ser la misma para todos; todas las ciudadanas y todos los ciudadanos, por ser iguales a sus ojos, deben ser igualmente admisibles a todas las dignidades, puestos y empleos públicos, según sus capacidades y sin más distinción que la de sus virtudes y sus talentos.

VII

Ninguna mujer se halla eximida de ser acusada, detenida y encarcelada en los casos determinados por la Ley. Las mujeres obedecen como los hombres a esta Ley rigurosa.

VIII

La Ley sólo debe establecer penas estrictas y evidentemente necesarias y nadie puede ser castigado más que en virtud de una Ley establecida y promulgada anteriormente al delito y legalmente aplicada a las mujeres.

IX

Sobre toda mujer que haya sido declarada culpable caerá todo el rigor de la Ley.

X

Nadie debe ser molestado por sus opiniones incluso fundamentales; si la mujer tiene el derecho de subir al cadalso, debe tener también igualmente el de subir a la Tribuna con tal que sus manifestaciones no alteren el orden público establecido por la Ley.

XI

La libre comunicación de los pensamientos y de las opiniones es uno de los derechos más preciosos de la mujer, puesto que esta libertad asegura la legitimidad de los padres con relación a los hijos. Toda ciudadana puede, pues, decir libremente, soy madre de un hijo que os pertenece, sin que un prejuicio bárbaro la fuerce a disimular la verdad; con la salvedad de responder por el abuso de esta libertad en los casos determinados por la Ley.

XII

La garantía de los derechos de la mujer y de la ciudadana implica una utilidad mayor; esta garantía debe ser instituida para ventaja de todos y no para utilidad particular de aquellas a quienes es confiada.

XIII

Para el mantenimiento de la fuerza pública y para los gastos de administración, las contribuciones de la mujer y del hombre son las mismas; ella participa en todas las prestaciones personales, en todas las tareas penosas, por lo tanto, debe participar en la distribución de los puestos, empleos, cargos, dignidades y otras actividades.

XIV

Las Ciudadanas y Ciudadanos tienen el derecho de comprobar, por sí mismos o por medio de sus representantes, la necesidad de la contribución pública. Las Ciudadanas únicamente pueden aprobarla si se admite un reparto igual, no sólo en la fortuna sino también en la administración pública, y si determinan la cuota, la base tributaria, la recaudación y la duración del impuesto.

XV

La masa de las mujeres, agrupada con la de los hombres para la contribución, tiene el derecho de pedir cuentas de su administración a todo agente público.

XVI

Toda sociedad en la que la garantía de los derechos no esté asegurada, ni la separación de los poderes determinada, no tiene constitución; la constitución es nula si la mayoría de los individuos que componen la Nación no ha cooperado en su redacción.

XVII

Las propiedades pertenecen a todos los sexos reunidos o separados; son, para cada uno, un derecho inviolable y sagrado; nadie puede ser privado de ella como verdadero patrimonio de la naturaleza a no ser que la necesidad pública, legalmente constatada, lo exija de manera evidente y bajo la condición de una justa y previa indemnización.

EPÍLOGO

Mujer, despierta; el rebato de la razón se hace oír en todo el universo; reconoce tus derechos. El potente imperio de la naturaleza ha dejado de estar rodeado de prejuicios, fanatismo, superstición y mentiras. La antorcha de la verdad ha disipado todas las nubes de la necedad y la usurpación. El hombre esclavo ha redoblado sus fuerzas y ha necesitado apelar a las tuyas para romper sus cadenas. Pero una vez en libertad, ha sido injusto con su compañera. ;Oh, mujeres! ¡Mujeres! ¿Cuando dejaréis de estar ciegas? ¿Qué ventajas habéis obtenido de la Revolución? Un desprecio más marcado, un desdén más visible... ¿Qué os queda entonces?, la convicción de las injusticias del hombre. La reclamación de vuestro patrimonio, fundado sobre los sabios decretos de la naturaleza; ¿qué tendríais vosotras que temer de una tan noble empresa, acaso las buenas palabras del legislador de las Bodas de Cannaán? ¿Creéis a nuestros legisladores franceses, correctores de esa moral largo tiempo vigente, pero ya trasnochada, cuando nos repiten: mujeres, ¿qué hay de común entre nosotros y vosotras? Todo, tendríais que responder. Si ellos se obstinan, en su debilidad, colocando esta inconsecuencia en contradicción con sus principios, oponed valerosamente la fuerza de la razón a sus vanas pretensiones de superioridad, uníos bajo el estandarte de la filosofía, desplegad toda la energía de vuestro carácter, y veréis pronto a estos prepotentes, nuestros serviles adoradores arrastrándose a vuestros pies, pero orgullosos de compartir con vosotras los tesoros del Ser Supremo. Cualesquiera sean las barreras que se os opongan, está en vuestro poder derribarlas, sólo tenéis que querer.

Pasemos ahora a ese espantoso cuadro dentro del cual habéis estado en la sociedad y porque ya ha llegado el momento de una educación nacional, veamos si nuestros sabios legisladores pensaran con sensatez acerca de la educación femenina.

Las mujeres, sin embargo, no han sabido hacerlo bien, pues la presión y el disimulo han sido su herencia, así, lo que la fuerza les arrebató, la astucia tuvo que devolvérselo, entonces ellas han recurrido a todos los resortes de sus encantos y nadie se les ha podido resistir.

El veneno, el hierro, eso es lo que han manejado las mujeres, practicando tanto el crimen como la virtud. El gobierno francés, sobre todo, ha dependido durante siglos de la administración nocturna femenina; en el gabinete no había secretos para su indiscreción –la de los varones-; embajada, órdenes, ministerio, presidencia, pontificado, cardenalato, en fin, todo lo que caracteriza la estupidez de los hombres, en profano y sacro, todo lo que ha estado sometido a la codicia y a la ambición de este sexo antiguamente despreciable y respetado, y desde de la Revolución, respetable y equivocado.

En esta suerte de antitesis ¡cuantas observaciones podría señalar! y no tengo más que un momento para hacerlos, pero ese instante fijará la atención de la posteridad incluso de la más lejana.

Bajo el antiguo régimen, todo era vicioso, todo era culpable, pero, ¿no se podría apercibir la mejora de las cosas en la sustancia misma de los vicios? Una mujer no tenía otra necesidad que la de ser bella o amable, y cuando poseía estas dos ventajas veía cientos de fortunas a sus plantas. Y si ella no sacaba beneficio es porque tendría un carácter extravagante o bien una filosofía poco común que la llevaría al desprecio de las riquezas, por tanto no sería considerada otra cosa mejor que una cabeza sin seso; pues la más indecente se hace respetar con el oro ya que el comercio de las mujeres ha sido una especie de industria admitida habitualmente, y que, en lo sucesivo, no tendrá más crédito.

Si esto durase, la Revolución estaría perdida, y bajo los nuevos ejemplos, nosotros estaríamos corrompidos por siempre. Entre tanto, la razón puede disimular que todo otro camino a la fortuna está cerrado a la mujer que el hombre compra -como la esclava se adquiere en las costas de África-. Pero aquí no se ignora que existe una gran diferencia; la esclava manda (sexualmente) en el amo para el exclusivo placer de éste, pero si el amo le da la libera sin recompensarla hay una edad en la cual la esclava ya ha perdido todos sus encantos, entonces, ¿en qué se convierte esta infortunada? Es la víctima del desprecio; las mismas puertas de la beneficencia le son cerradas, ella es pobre y vieja, entonces dicen, ¿por qué no ha procurado hacer fortuna?.

Otros ejemplos todavía más punzantes se ofrecen a la razón. Una jovencita sin experiencia, seducida por el hombre al que ama, abandonará a sus padres para seguirle y el ingrato la dejará después de algunos años y cuando ella haya envejecido a su lado, más la inconstancia del varón será inhumana; si ella tiene hijos, él la abandonará lo mismo. Si es rico se creerá dispensado de compartir esa fortuna con sus víctimas. Si un vínculo le ata a sus deberes, violará esas obligaciones esperándolo todo de las leyes, y si está casado, cualquier otro lazo pierde sus derechos.

¿Que leyes, hay que hacer para extirpar el vicio en su raíz?: la del reparto de las fortunas entre los hombres y las mujeres, y de la administración pública.

Se concibe acomodaticiamente que aquella que ha nacido en el seno de una familia rica, gana mucho con las igualdad de la herencia, pero aquella que haya nacido en el de una familia pobre, poseyendo sólo el mérito de sus virtudes, ¿qué premio obtendrá? La pobreza es su oprobio. Si la mujer no destaca precisamente en música o en pintura, no puede ser admitida en ninguna función pública, cuando pudiera tener toda la capacidad para ello.

No quiero decir que no se aperciban estas cosas, pero yo las profundizaré en la nueva edición de todas mis obras políticas, que me propongo dar al público en unos días, con sus anotaciones.

Reprendo mi texto en cuanto a moral. El matrimonio es la tumba de la confianza y del amor. La mujer casada puede impunemente dar hijos bastardos a su marido y la fortuna que no le pertenece. Aquella que no está casada no tiene sino un débil derecho: las antiguas e inhumanas leyes rechazan el derecho sobre el nombre y sobre los bienes del padre para sus hijos, y no se han escrito nuevas leyes sobre esta materia.

Si intentar conceder a mi sexo una consistencia honorable y justa, se considera en este momento como una paradoja por mi parte y como tentar lo imposible, yo dejo a los hombres venideros la gloria de tratar esta materia, pero en la espera, puede prepararse la educación nacional, por la restauración de costumbres y por las convenciones

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viernes, 7 de marzo de 2008

Uranometría


De Johann Bayer. El primer atlas que cubría toda la esfera celeste, publicado en 1603 en Augsburgo, Alemania. Incluía sesenta constelaciones, con un total de mil doscientas estrellas, y dos planisferios. Introdujo lo que se conoce como la designación Bayer, que se sigue usando en la actualidad, por la que se designa a la estrella más brillante de la constelación como alfa, a la segunda en brillo como beta y así sucesivamente.

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Volvemos para contemplar nuestra derrota

Volvemos para contemplar nuestra derrota,
para saborear la amargura sin tacha
y nos hace morir la evidencia de nuestra muerte,
la certeza de que hemos de volver
para saborear la amargura, insípida ya,
definitivamente intachable.

Esto fue pan, tierra prometida,
prueba ahora a empujar el hielo,
ahuyenta como sepas este mar de negrua,
aventa cenizas de nutria blanca,
acrisola tus últimos cuatro años.
Esto fue abrigo, y voz, y yegua, prueba ahora a rayar el tiempo.

Podría llevarte al hondón de las palabras
y, en el fragor de la refriega, fugarme,
engarzar mi laceria de carnaval
a la tercera sombra aromática del crepúsculo,
lavar mi mansedumbre en el río de sangre eterna
y colaborar con mi hediondez
en la preparación del diluvio
pero el infierno - que así llaman
en honor a ti, ninfa veraniega de la noche -
hace temblar las raíces de mi genio.
Insípido y abstemio, me está vedado el suicidio.

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jueves, 6 de marzo de 2008



Lo de siempre, nada diferente...

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Molotov - Frijolero

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miércoles, 5 de marzo de 2008

Reir y llorar, Kiko Veneno y Albert Plá

Kiko Veneno y Albert Plá, en el disco Puro Veneno


Lloran las ramas
Azotadas por el viento
Las raíces se están riendo
En la oscuridad

Sentado en la fuente
Me mojo la cara
Y un aire caliente…
Malditas palabras

La Coca-Cola
Siempre es igual
Pero yo no,
Yo puedo cambiar
Yo no quiero más
Tener buena suerte
Abrázame fuerte
Y hazme volar
Hazme reír
Hazme llorar
Reír y llorar

Mirando a los cielos
Con los pies en la maceta
Yo también tengo
Mi fórmula secreta

La Coca-Cola
Siempre es igual
Yo a veces tampoco
Puedo cambiar
Ya no quiero más
Tener buena suerte
Abrázame fuerte
Y hazme volar
Hazme reír
Hazme llorar
Reír y llorar

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El efecto del tiempo

Un hombre cortejaba a una cortesana, pero la mujer no le hacía mucho caso. Cierto día la cortesana le dijo:

"Cuando llegues a pasar cien noches sentado bajo mi ventana cortejándome en el jardín, seré tuya"

El hombre que por fin parecía no ser ignorado por la mujer, así lo hizo. Estuvo sentado varios días debajo de la ventana, pasaron los días y las semanas y al llegar al día noventa y nueve, el hombre se levantó y se fue.

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martes, 4 de marzo de 2008

El extranjero

Así empieza esta novela de Albert Camus, publicada por vez primera hoy hace 66 años.:

Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: «Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias.» Pero no quiere decir nada. Quizá haya sido ayer.

El asilo de ancianos está en Marengo, a ochenta kilómetros de Argel. Tomaré el autobús a las dos y llegaré por la tarde. De esa manera podré velarla, y regresaré mañana por la noche. Pedí dos días de licencia a mi patrón y no pudo negármelos ante una excusa semejante. Pero no parecía satisfecho. Llegué a decirle: «No es culpa mía.» No me respondió. Pensé entonces que no debía haberle dicho esto. Al fin y al cabo, no tenía por qué excusarme. Más bien le correspondía a él presentarme las condolencias. Pero lo hará sin duda pasado mañana, cuando me vea de luto. Por ahora, es un poco como si mamá no estuviera muerta. Después del entierro, por el contrario, será un asunto archivado y todo habrá adquirido aspecto más oficial.

Tomé el autobús a las dos. Hacía mucho calor.
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Comí en el restaurante de Celeste como de costumbre. Todos se condolieron mucho de mí, y Celeste me dijo: «Madre hay una sola.» Cuando partí, me acompañaron hasta la puerta. Me sentía un poco aturdido pues fue necesario que subiera hasta la habitación de Manuel para pedirle prestados una corbata negra y un brazal. El perdió a su tío hace unos meses.

Corrí para alcanzar el autobús. Me sentí adormecido sin duda por la prisa y la carrera, añadidas a los barquinazos, al olor a gasolina y a la reverberación del camino y del cielo. Dormí casi todo el trayecto. Y cuando desperté, estaba apoyado contra un militar que me sonrió y me preguntó si venía de lejos. Dije «sí» para no tener que hablar más.

El asilo está a dos kilómetros del pueblo. Hice el camino a pie. Quise ver a mamá en seguida. Pero el portero me dijo que era necesario ver antes al director. Como estaba ocupado, esperé un poco. Mientras tanto, el portero me estuvo hablando, y en seguida vi al director. Me recibió en su despacho. Era un viejecito condecorado con la Legión de Honor. Me miró con sus ojos claros. Después me estrechó la mano y la retuvo tanto tiempo que yo no sabía cómo retirarla. Consultó un legajo y me dijo: «La señora de Meursault entró aquí hace tres años. Usted era su único sostén.» Creí que me reprochaba alguna cosa y empecé a darle explicaciones. Pero me interrumpió: «No tiene usted por qué justificarse, hijo mío. He leído el legajo de su madre. Usted no podía subvenir a sus necesidades. Ella necesitaba una enfermera. Su salario es modesto. Y, al fin de cuentas, era más feliz aquí.» Dije: «Sí, señor director.» El agregó: «Sabe usted, aquí tenía amigos, personas de su edad. Podía compartir recuerdos de otros tiempos. Usted es joven y ella debía de aburrirse con usted.»

Era verdad. Cuando mamá estaba en casa pasaba el tiempo en silencio, siguiéndome con la mirada. Durante los primeros días que estuvo en el asilo lloraba a menudo. Pero era por la fuerza de la costumbre. Al cabo de unos meses habría llorado si se la hubiera retirado del asilo. Siempre por la fuerza de la costumbre. Un poco por eso en el último año casi no fui a verla. Y también porque me quitaba el domingo, sin contar el esfuerzo de ir hasta el autobús, tomar los billetes y hacer dos horas de camino.

El director me habló aún. Pero casi no le escuchaba. Luego me dijo: «Supongo que usted quiere ver a su madre.» Me levanté sin decir nada, y salió delante de mí. En la escalera me explicó: «La hemos llevado a nuestro pequeño depósito. Para no impresionar a los otros. Cada vez que un pensionista muere, los otros se sienten nerviosos durante dos o tres días. Y dificulta el servicio.» Atravesamos un patio en donde había muchos ancianos, charlando en pequeños grupos. Callaban cuando pasábamos. Y reanudaban las conversaciones detrás de nosotros. Hubiérase dicho un sordo parloteo de cotorras. En la puerta de un pequeño edificio el director me abandonó: «Le dejo a usted, señor Meursault. Estoy a su disposición en mi despacho. En principio, el entierro está fijado para las diez de la mañana. Hemos pensado que así podría usted velar a la difunta. Una última palabra: según parece, su madre expresó a menudo a sus compañeros el deseo de ser enterrada religiosamente. He tomado a mi cargo hacer lo necesario. Pero quería informar a usted.» Le di las gracias. Mamá, sin ser atea, jamás había pensado en la religión mientras vivió.

Entré. Era una sala muy clara, blanqueada a la cal, con techo de vidrio. Estaba amueblada con sillas y caballetes en forma de X. En el centro de la sala, dos caballetes sostenían un féretro cerrado con la tapa. Sólo se veían los tornillos relucientes, hundidos apenas, destacándose sobre las tapas pintadas de nogalina. Junto al féretro estaba una enfermera árabe, con blusa blanca y un pañuelo de color vivo en la cabeza.

En ese momento el portero entró por detrás de mí. Debió de haber corrido. Tartamudeó un poco: «La hemos tapado, pero voy a destornillar el cajón para que usted pueda verla.» Se aproximaba al féretro cuando lo paré. Me dijo: «¿No quiere usted?» Respondí: «No.» Se detuvo, y yo estaba molesto porque sentía que no debí haber dicho esto. Al cabo de un instante me miró y me preguntó: «¿Por qué?», pero sin reproche, como si estuviera informándose. Dije: «No sé.» Entonces, retorciendo el bigote blanco, declaró, sin mirarme: «Comprendo.» Tenía ojos hermosos, azul claro, y la tez un poco roja. Me dio una silla y se sentó también, un poco a mis espaldas. La enfermera se levantó y se dirigió hacia la salida. El portero me dijo: «Tiene un chancro.» Como no comprendía, miré a la enfermera y vi que llevaba, por debajo de los ojos, una venda que le rodeaba la cabeza. A la altura de la nariz la venda estaba chata. En su rostro sólo se veía la blancura del vendaje.

Cuando hubo salido, el portero habló: «Lo voy a dejar solo.» No sé qué ademán hice, pero se quedó, de pie detrás de mí. Su presencia a mis espaldas me molestaba. Llenaba la habitación una hermosa luz de media tarde. Dos abejorros zumbaban contra el techo de vidrio. Y sentía que el sueño se apoderaba de mí. Sin volverme hacia él, dije al portero: «¿Hace mucho tiempo que está usted aquí?» Inmediatamente respondió: «Cinco años», como si hubiese estado esperando mi pregunta.

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Caosmeando

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