sábado, 17 de noviembre de 2007

Oda a Don Simón

Oh Don Simón, no eres vino del montón,
simplemente eres ... el rey del botellón,
tú y la coca cola formáis una gran pareja,
mejor que cualquier cosecha que llamen añeja.

Oh Don Simón, por la noche te quiero mogollón,
pero, por la mañana, en mi cabeza se arma un follón,
cómo me hierve la sangre al verte,
lo único que quiero es tenerte.

Oh Don Simón, vienes en el más hermoso tetrabrick,
lo tuyo es química más un poco de vid,
morir no quisiera sin pasar la noche entera siendo tu adalid,
allá por donde vaya, sabrán de tu elixir.

Oh Don Simón, cáliz de iglesias de segunda,
líquido elemento de mentes fecundas,
eres tinto joven y hoy es fin de semana,
por eso contigo me cogeré una buena marrana.


Y un chiste de propina. Se abre el telón y aparece un brick de Don Simón, ¿cómo se llama la película?





Estinto Básico

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Uno de esos personajes entrañables

Vas en el autobús y no puedes evitar tener la oreja puesta en los asuntos de los demás, al menos yo no puedo. Escuchas a los abuelos, contando sus experiencias, los hijos rebeldes y los cariñosos (o no) padres, escuchas al estudiante puteado por el próximo trabajo o examen y al padre que alecciona a su hijo. Pero para saber cuál es la mejor historia de un autobús siempre tienes que saber que la contará aquel que se pare a hablar hasta con el conductor.

El otro día ibamos al local de ensayo en un autobús de esos que van a los pueblos de alrededor de Granada (el local está en un polígono industrial) y un hombre de unos 40 años se monta y empieza a comentar algunas cosas con el conductor. Al estar algo lejos no podemos escucharle con claridad, pero ya alguno de los presentes suelta alguna risa debido al acento de aquel hombre (ceceaba mucho, probablemente demasiado, pero eso no es el eje central de esta historia, ya que no es costumbre en mi reirme de los acentos de los demás), pero la carcajada aun se haría esperar algunos minutos cuando se toca un tema fundamental: LOS TOROS.

Intrigado el hombre le pregunta al conductor su opinión sobre el toreo y las corridas a lo que el conductor contesta de forma cortés que ni le van ni le vienen y que por supuesto no está en contra. "Zi ez que, yo no zé qué tienen en contra de loz toroz alguna gente, ya que a fin de cuentaz ez arte", el conductor afirma y sigue conduciendo (que para ello es su trabajo) antes de quedarse pasmado con el último argumento, que sentenciará este dilema existencial (toros sí o toros no) que algunos os podeis estar planteando: "zi no fuera por loz toroz....(pausa larga)...en ezpaña....(otra pausa larga, pensativo)...no habría toreroz".

Así que ya sabeis, si alguna vez pensais en manifestaros (física o intelectualmente) en contra de los toros, pensad en los pobres toreros y replantearos vuestra postura.

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Los toros en invierno

Lo del miura está bien para imaginárselo, como un sueño secreto, como esas estupideces privadas que a todos nos endulzan la existencia. Pero ésta es verdad y Bernardo necesita poner sus decisiones en palabras. Necesita la confirmación de Francisca, que es quien más ha confiado en él. Ya sabe lo del miura. Sabe lo que pasó en la finca Zahariche y ha escuchado todas las dudas de Bernardo sobre si el tipo aquel que seseaba y llevaba las uñas amarillas no le estaría tomando el pelo. Francisca siempre le ha insistido en que no desconfiase. Nunca le ha insinuado siquiera que resulta un despilfarro gastarse diez mil euros en un toro para correrlo por la calle y después comérselo a la brasa. Bernardo lo cuenta porque necesita pensar que no se ha vuelto loco.
Así que, cuando termina de dar detalles sobre sus obras de recrecimiento, Francisca, que lo mira con los brazos cruzados (Francisca no es la carnicera grande y cascuda que todos nos imaginamos, Francisca es una mujer menuda de rasgos afilados, todo fibra), mira la valla, aprieta los labios y entorna la mirada, y entonces le pregunta:
–¿Y cómo lo vas a sacar de aquí?
Un viento helado azota el rostro de los dos. Francisca saca del forro polar un tubo de vaselina y se lo pasa por los labios. Bernardo mira el embarcadero recién hecho, las jambas de cemento todavía fresco. Francisca tiene razón. ¿Cómo embarcan a los toros bravos en las ganaderías?, ¿cómo consiguen que se metan en el cajón que los ha de trasportar? Sin embargo, antes de desmoronarse, antes siquiera de contestar, Bernardo ya imagina un estrecho pasillo de tubos de hierro, como un cajón de curas.
–Aún no está acabado, mujer –dice Bernardo, e improvisa todo lo que falta hasta que pueda embarcarse y desembarcarse sin contratiempos al toro Pocapena, de la ganadería de los herederos de don Eduardo Miura.
Francisca le acerca el tubo de vaselina.
–Toma, anda –le dice–, que llevas los labios en perdición.


Lo que has leído es un fragmento de un cuento del escritor turolense Antonio Castellote, mucho menos conocido, espero que no por mucho tiempo, de lo que merecen su talento, su dedicación y su saber. Recomiendo visitar su blog: Bernardinas

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Mirando el cielo


Si tienes muchos deseos que pedir, aquí tienes las próximas lluvias de estrellas, con el nombre, los días de actividad, el día de máxima actividad y el número de meteoros, estrellas fugaces, que se esperan por hora ese día.
Leónidas, 10-23 noviembre, 18 noviembre, 15+
α-Monocerótidas, 15-25 noviembre, 22 noviembre, variable (se espera un máximo)
Gemínidas, 7-17 diciembre, 14 diciembre, 120
Úrsidas, 17-26 diciembre, 23 diciembre, 10
Ya sabes: noche oscura, buena compañía y a pedir deseos.

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Diarios de guerra VI

23 de Abril:
Un día tranquilo, de vez en cuando se agradecen estos días, levantan el ánimo y dan tiempo a la reflexión. Me dieron a un par de chavales nuevos. Robins y Goran. Parecen buenos tipos, jóvenes y decididos, aunque es pronto para decirlo. Llegamos a la hora prevista al río. Exploramos la orilla en ambas direcciones y no encontramos nada. Ni un puesto olvidado, ni un campo de minas, ni trampas, ni nada de nada, aquello parecía completamente abandonado. Esto es un río, ¿sin vigilancia? Me ha parecido algo un poco raro, pero de momento no le concedo demasiada importancia. Mandé a los dos nuevos a cavar la zanja. Lo hicieron esmerados, y en menos de cuatro horas hicieron una trinchera más que decente como puesto avanzado. Nos instalamos dentro y contacté con el puesto de mando. Me ordenaron mantener la posición y observar la actividad nocturna que se originara en torno al río. Vamos, lo de siempre, esperar, esperar, esperar y si se da el caso acabar matando. No hay nada nuevo bajo el sol. Son las 10 y aunque la noche ya es avanzada no ha ocurrido nada. Pero bueno, conociendo al enemigo, uno nunca sabe. Son escurridizos y capaces de aparecer en las sombras de la noche picar y volverse a ocultar como ratas. Son increíbles. He montado guardias de dos horas. Siendo el Sargento yo no dormiré apenas nada, es mi deber.

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Juan Polti, half-back


Este cuento se basa en la historia de Abdón Porte.
Jugador de Nacional desde 1911, formó parte de la selección uruguaya que ganó el primer campeonato Sudamericano en 1917. Poco después, Montevideo se sobresaltó con una noticia imprevista: en el centro del Parque Central, en la mañana del 5 de Marzo de 1918, se descerrajó un tiro. Dejó esta nota para el presidente de su club: “Querido Doctor Don José Maria Delgado. Le pido a usted y demás compañeros de Comisión que hagan por mí como yo hice por ustedes: hagan por mi familia y por mi querida madre.
Adiós, querido amigo de la vida. Abdón Porte.

Nacional aunque en polvo convertido
Y en polvo siempre amante.
No olvidaré un instante
Lo mucho que te he querido
Adiós para siempre.
En el Cementerio de la Teja con Bolívar y Carlitos


Horacio Quiroga

Cuando un muchacho llega, por a o b, y sin previo entrenamiento, a gustar de ese fuerte alcohol de varones que es la gloria, pierde la cabeza irremisiblemente. Es un paraíso demasiado artificial para su joven corazón. A veces pierde algo más, que después se encuentra en la lista de defunciones.
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Tal es el caso de Juan Polti, half-back del Nacional de Montevideo. Como entrenamiento en el juego, el muchacho lo tenía a conciencia. Tenía, además, una cabeza muy dura, y ponía el cuerpo rígido como un taco al saltar; por lo cual jugaba al billar con la pelota, lanzándola de corrida hasta el mismo gol.
Polti tenía veinte años, y había pisado la cancha a los quince, en un ignorado club de quinta categoría. Pero alguien del Nacional lo vio cabeceador, comunicándolo en seguida a su gente. El Nacional lo contrató, y Polti fue feliz.

Al muchacho le sobraba, naturalmente, fuego, y este brusco salto en la senda de la gloria lo hizo girar sobre sí mismo como un torbellino. Llegar desde una portería de juzgado a un ministerio, es cosa que razonablemente, puede marear; pero dormirse forward de un club desconocido y despertar half-back del Nacional, toca en lo delirante. Polti deliraba, pateaba, y aprendía frases de efecto:
-Yo, señor presidente, quiero honrar el baldón que me han confiado.
El quería decir blasón, pero lo mismo daba, dado que el muchacho valía en la cancha lo que una o dos docenas de profesores en sus respectivas cátedras.
Sabía apenas escribir, y se le consiguió un empleo de archivista con cincuenta pesos oro. Dragoneaba furtivamente con mayor o menor lujo de palabras rebuscadas, y adquirió una novia en forma, con madre, hermanas y una casa que él visitaba.
La gloria lo circundaba como un halo. «El día que no me encuentre más en forma», decía, «me pego un tiro».

Una cabeza que piensa poco, y se usa, en cambio, como suela de taco de billar para recibir y contralanzar una pelota de football que llega como una bala, puede convertirse en un caracol sonante, donde el tronar de los aplausos repercute más de lo debido.

Hay pequeñas roturas, pequeñas congestiones, y el resto. El half-back cabeceaba toda una tarde de internacional. Sus cabezazos eran tan eficaces como las patadas del team entero. Tenía tres pies: esta era su ventaja.
Pues bien: un día, Polti comenzó a decaer. Nada muy sensible; pero la pelota partía demasiado a la derecha o demasiado a la izquierda; o demasiado alto, o tomaba demasiado efecto. Cosas estas todas que no engañaban a nadie sobre la decadencia del gran half-back. Sólo él se engañaba, y no era tarea amable hacérselo notar.
Corrió un año más, y la comisión se decidió al fin a reemplazarlo. Medida dura, si las hay, y que un club mastica meses enteros, porque es algo que llega al corazón de un muchacho que durante cuatro años ha sido la gloria de su field.
Cómo lo supo Polti antes de serle comunicado, o cómo lo previó -lo que es más posible-, son cosas que ignoramos. Pero lo cierto es que una noche el half-back salió contento de casa de su novia, porque había logrado convencer a todos de que debía casarse el 3 del mes entrante, y no otro día. El 3 cumplía años ella -y se acabó.
Así fueron informados los muchachos esa misma noche en el club, por donde pasó Polti hacia medianoche. Estuvo alegre y decidor como siempre. Estuvo un cuarto de hora, y después de confrontar, reloj en mano, la hora del último tranvía a la Unión, salió.
Esto es lo que se sabe de esa noche. Pero esa madrugada fue hallado el cuerpo del half-back acostado en la cancha, con el lado izquierdo del saco un poco levantado, y la mano derecha oculta bajo el saco.
En la mano izquierda apretaba un papel, donde se leía:

«Querido doctor y presidente: Le recomiendo a mi vieja y a mi novia. Usted sabe, mi querido doctor, por qué hago esto. ¡Viva el club Nacional! ”
Y más abajo, estos versos: Que siempre esté adelante el club para nosotros anhelo Yo doy mi sangre por todos mis compañeros, ahora y siempre el club gigante
¡Viva el club Nacional!

El entierro del half-back Juan Polti no tuvo, como acompañamiento de consternación, sino dos precedentes en Montevideo. Porque lo que llevaban a pulso por espacio de una legua era el cadáver de una criatura fulminada por la gloria, para resistir la cual es menester haber sufrido mucho tras su conquista. Nada, menos que la gloria, es gratuito. Y si se la obtiene así, se paga fatalmente con el ridículo, o con un revólver sobre el corazón.

Publicado en la Revista Atlántida (Argentina, 1918)

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Caosmeando

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