El pasado sábado vino por Gijón una producción de Entrecajas teatrales. Como es su negocio, representaron una obra en el municipal teatro Jovellanos y como coincidió que por allí me dejé caer hoy tenemos crónica teatral o, al menos, un intento de la misma.
La representación obedecía al título de "El otro lado" y su autor al nombre de Ariel Dorfman. Atención al currículo del chavea. Nacido en Buenos Aires, se fue al Santiago chileno a estudiar y obtener la licenciatura de literatura comparada, ya por el 67. Y es que hay que joderse que tal gilipollez existiera ya por aquellos años cuando un servidor pensaba que semejantes estudios no eran más que un excremento de la modernidad. Se ve que por los 60 ya eran suficientemente modernos para estas historias. Nuestro amigo Ariel, una vez cambiada su nacionalidad de la argentina a la chilena se fue a la Francia cuando el asunto Allende se puso épico y acabó dando clases por la otra América, la del norte y por allí supongo que seguirá. Y hay que apuntar que el colega es de la cuerda del sicoanalismo marxista, así que apuntado y advertido queda. Todo esta introducción -que suena a amenaza- no la empotraría aquí si no me sintiese en la obligación de preveniros ante lo que sigue. Y, por lo tanto, ahora sí que sí, vamos con la obra.
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A grandes rasgos, la trama se reduce a una pareja dedicada a enterrar los muertos de los dos bandos combatientes en una guerra secular o, al menos, larga de cojones. Un buen día, se acaba la guerra, no por nada, sino porque ya era hora y empieza la paz que no la calma, como suele ocurrir en estos casos. A la cargante parejita le abren un boquete en su casita y sitúan en la misma, partiéndola en dos mitades iguales, la frontera, a cargo de un soldado, histriónico en el cumplimiento de su labor como guarda del linde. Nuestros portagonistas -soldado aparte- quedan a distintos lados de la frontera ya que cada uno ostentaba -cómo no- la nacionalidad de uno de los dos contedientes. Esto los obliga a pedir permiso de paso para mear (a él que no tiene el baño en su lado de la línea) o para cocinar (a ella que la cocina se le quedó en el país de enfrente... hum, no percibís aquí cierto rollo machista? Pues será lo único, porque en el resto, la obra atiende completamente a la corrección política cayendo en la misma con regodeo y autocomplacencia infinita). Además de esto, veinte años atrás, habían perdido a un hijo o se había marchado con viento fresco porque no los aguantaba, no queda muy claro. Por supuesto, el estricto soldado va a ser el niño éste de las narices. Al final, los dos países vuelven a las piñas, el soldado se larga en enajenada carrera, la actriz declama algo -que ya ni escuché, pero seguro que iba sobre la paz, quererse mucho y lo mala que son la guerra y las fronteras- y azotan, afortunadamente, el telón. Hasta aquí la trama, para ir calentando. Ahora viene la crítica.
Si os parece, empezamos por los actores. En el papel estelar, Charo López. Venga, otra diva de vieja escuela con aires y ademanes excesivos y con el incontestable rol de estrella de la producción. Pesada y cargante, sin, ni siquiera, la gracia de los Dicenta. En el papel de te doy la réplica pero para que te luzcas Eusebio Lázaro, a su vez director de todo el jaleo. Apocado y encantado de compartir tablas con la Charo. El histrión-soldado, un tal Torrijo, en un papel que no, no acaba de pillarle el punto. Desmedido y sin conexión con el público. Pobre chaval, también es que lo tiene jodido...
En cuanto a la escenografía, vestuario, iluminación y demás, aceptable. No vienen con lo puesto, hay parné, aunque tampoco hay que destacar nada. El tema no tiene personalidad, ya que el autor lo sitúa en un lugar imaginario y desde dirección no fueron capaces de darle ni la más mínima identidad o carácter. Qué coño, es un decorado, parece un decorado y en ningún momento de la obra consiguen que lo olvides, así que retiro lo de aceptable y lo dejo en insustancial.
Voy terminando, ya que tampoco es plan de estar soltando inquina toda la tarde, pero antes, al autor le gustaría, sin duda, que hablemos del mensaje de la obra. Ya sabéis como son estos sudamericanos de alegóricos y cargantes. Pues como ya imagináis, el mensaje es pura mierda trasnochada, anti-belicista ñoña, en contra de la sinrazón de la frontera humana pero sin aportar nada que no lo haga esta frase que acabao de dejaros. Qué cojones, si se abriese el telón y un tipo cualquiera saliese a decir "las fronteras son malas" e incluso "malas que te cagas" y acto seguido cayese el telón, todos nos hubiéramos sentido avisados del mensaje y no hubiérmos sufrido la incomodidad de las butacas del teatro gijonés durante hora y media. Justo sería decir que elogia al que guarda la esperanza por encima del desesperante -cómo no, si todo es superguay- pero como ambos personajes son más planos que una carretera de Castilla, pues más de lo mismo. "Pero tiene algo bueno el tema éste?" Pensaréis. Pues no, no lo tiene. "Tendré algo oculto contra el autor o los actores?" Cavilaréis. Pues tampoco que yo sepa, pero si machacas sin piedad al espectador durante hora y media, te expones a que cualquier pirao, como el que suscribe, te ponga a parir donde le permitan.
Aplausos de cotersía y saludo. Aplausos de adorno y saludo excesivo. Ni orejas ni rabo y lástima de tomates.
miércoles, 9 de julio de 2008
El flanco insulso
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