jueves, 9 de octubre de 2008

Las once mil vergas (XIX)

En este preciso instante, ella se dio cuenta del espectáculo formado por Chalupa enculando a Culculine que golpeaba a Mony, completamente ensangrentado, y esto la excitó. La enorme verga de Cornaboeux chocaba contra su trasero, pero erraba el golpe, pegando a derecha y a izquierda o bien algo más arriba o algo más abajo, luego cuando encontró el agujero, colocó sus manos sobre las caderas tersas y redondeadas de Alexine y la atrajo hacia sí con todas sus fuerzas. El dolor que le causó ese enorme miembro que le desgarraba el culo la hubiera hecho aullar de dolor si no hubiera estado tan excitada por todo lo que acababa de pasar.
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Inmediatamente de haber entrado el miembro en el culo, Cornaboeux volvió a sacarlo, luego volteando a Alexine encima de la cama le hundió su instrumento en el vientre. El útil entró a duras penas a causa de su enormidad, pero desde que estuvo dentro, Alexine cruzó las piernas en torno a las caderas del asaltante y lo mantuvo tan apretado contra sí que si él hubiera querido escaparse no hubiera podido. Las culadas se encarnizaron. Cornaboeux le chupaba los pechos y su barba le raspaba, excitándola; ella introdujo una mano dentro de los pantalones e introdujo un dedo en el ojo del culo del asaltante. Enseguida empezaron a morderse como bestias salvajes, pegando culadas. Descargaron frenéticamente. Pero el miembro de Cornaboeux, constreñido en la vagina de Alexine, se endureció de nuevo. Alexine cerró los ojos para saborerar mejor este segundo abrazo. Descargó catorce veces mientras Cornaboeux lo hacía tres. Cuando volvió en sí, se dio cuenta de que su coño y su culo estaban ensangrentados. Habían sido heridos por la enorme verga de Cornaboeux. Vio a Mony convulsionándose en el suelo.

Su cuerpo no era más que una llaga.
Culculine, por mandato del tuerto Chalupa, le chupaba la cola, arrodillada ante él:

–¡Vamos, de pie, golfa!–gritó Cornaboeux.

Alexine obedeció y él le pegó una patada en el culo que la hizo caer sobre Mony. Cornaboeux la ató de brazos y piernas y la amordazó sin tener en cuenta sus súplicas y, tomando el bastoncillo, empezó a rayarle a golpes su bonito cuerpo falsamente enjuto. El culo se estremecía a cada bastonazo, luego fue la espalda, el vientre, los muslos, los senos, quienes recibieron la paliza. Pataleando y debatiéndose, Alexine dio con el miembro de Mony que se erguía como el de un cadáver. Se acopló por casualidad al coño de la joven y se metió en él.

Cornaboeux redobló sus golpes que cayeron indistintamente sobre Mony y sobre Alexine que gozaban de una manera atroz. Al poco rato la bonita piel rosada de la rubia joven ya no era visible bajo los latigazos y la sangre que chorreaba. Mony se había desmayado, ella lo hizo un instante después. Cornaboeux, cuyo brazo empezaba a cansarse, se volvió hacia Culculine que intentaba que Chalupa descargara en su boca. Pero el tuerto no podía hacerlo.

Cornaboeux ordenó a la bella morena que separara los muslos. Tuvo grandes dificultades para ensartarla a la manera de los perros. Ella sufría mucho pero estoicamente, sin soltar la verga de Chalupa que continuaba chupando. Cuando Cornaboeux tomó posesión del coño de Culculine, le hizo levantar el brazo derecho y le mordisqueó el pelo de los sobacos donde tenía unos mechones muy tupidos. Cuando llegó el goce, fue tan intenso que Culculine se desvaneció mordiendo violentamente la verga de Chalupa. El lanzó un terrible grito de dolor, pero el glande ya estaba separado del cuerpo. Cornaboeux, que acababa de descargar, sacó bruscamente su machete del coño de Culculine que, desvanecida, cayó al suelo. Chalupa, desmayado, perdía toda su sangre. –Pobre Chalupa –dijo Cornaboeux–, estás jodido, es mejor morir deprisa.

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Corbalán cuenta su primera final

Aquel año yo no había jugado prácticamente nada durante toda la Copa de Europa, no en vano tenía delante a Vicente Ramos, a Carmelo Cabrera que eran los dos mejores bases que había en aquel momento en España y en este equipo.
Bueno, llegamos a la final, sale Vicente Ramos, hace un partido muy bueno, como Vicente Ramos solía responder con mucha homogeneidad en casi todos los partidos pero comete cuatro faltas cuando quedaban prácticamente pues dos minutos, dos minutos y medio para acabar el primer tiempo. Ferrándiz, nuestro entrenador, nuestro hiperlíder, nuestra persona talento y mente brillante, reserva a Vicente Ramos para que pudiera jugar al final por si las cosas estaban mal. Sale Carmelo Cabrera que era un canario genial, hizo un partidazo espectacular y mantuvo el partido igualado dos puntos arriba, dos puntos abajo hasta que llegaron los tres últimos minutos. En ese momento Carmelo Cabrera hace la quinta falta personal y en ese momento cuando todo el mundo pensaba que Pedro Ferrándiz iba a sacar a Vicente Ramos, a Pedro Ferrándiz se le olvida que Vicente Ramos tenía cuatro y pensaba que tenía cinco, entonces con un desconsuelo casi cósmico miró para la esquina del banquillo donde estaba un servidor jugando a las damas con Luis Mari Prada, otro ilustre reserva de aquella época, y entonces me dice: “Chaval, a jugar”. Yo no podía dar crédito. Le dije: “No es posible que se acuerde de mí hoy”, has tenido los equipos a los suizos, hasta tenido a los equipos noruegos, has tenido a los equipos alemanes, equipos a los que ganábamos de 30, de 40, de 50 y de 60 puntos, ninguno de ellos le dio la confianza suficiente para que yo pudiera jugar ni un minuto y resulta que en la final de la Copa de Europa contra el Ignis de Varese en los tres últimos minutos es cuando te acuerdas de mí. Yo estuve a punto de decirle: “Oye, Pedro recuerda que Vicente tiene cuatro faltas, pero bueno ya me pareció que sería empezar a cavar mi fosa deportiva y dije: bueno, pues si hay que morir en los leones ahí va un voluntario y me fui.
Naturalmente, los italianos, que me vieron tan jovencito, además de pequeño que es lo que iba a decir, me hicieron todas las faltas a mí pensando en que yo iba a fallar todas las faltas. Naturalmente también ustedes pensarán que yo las metí todas porque si no no hubiera contando esta anécdota, también es así, pero es cierto, es cierto que yo salí a aquel partido y luego después de meter seis tiros libres seguidos, de meter los últimos puntos del equipo y de ganar la final de aquel año por dos puntos, yo me di cuenta que nunca sabemos cuando vamos a ser el elemento fundamental de algo.”

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Caosmeando

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