jueves, 20 de diciembre de 2007

Richard Wagner

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Robando arte callejero IV

|Dama Azul, foto tomada en lugar desconocido, cerca de estar lejana del mundo|

Cuando cada mañana temprano me cruzo con ella, siempre hago un esfuerzo para levantar la mirada, medio perdida medio concentrada en no coger uno de los mil baches que inundan la carretera.
Apartada del gentío que reina las calles, apenas luce.
Una lástima.
O no. Así es sólo mía.



AVISO: ESTO ES UN SUCIO PLAGIO
Mis excusas a la Sta. Lia, espero comprenda que así no hago más que alabar y engrandecer su trabajo e ideas geniales continuando esta saga inacabable ( esperemos ).

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Iquique

Está a punto de cumplirse el centenario de la matanza de Santa María de Iquique, el 21 de diciembre de 1907. Como homenaje y recordatorio, aquí está el texto que Eduardo Galeano le dedica en Memoria del fuego

Banderas de varios países

encabezan la marcha de los obreros del salitre, a través del cascajosodesierto del norte de Chile. Miles de obreros en huelga y miles de mujeres y niños caminan hacia el puerto de Iquique, coreando consignas y canciones.
Cuando los obreros ocupan Iquique, el ministro del Interior dicta orden de matar. Los obreros, en continua asamblea, deciden aguantar a pie firme y sin arrojar ni una piedra.

José Briggs, jefe de la huelga, es hijo de un norteamericano, pero se niega a pedir protección al cónsul de los Estados Unidos.
El cónsul del Perú intenta llevarse a los obreros peruanos. Los obreros peruanos no abandonan a sus compañeros chilenos. El cónsul de Bolivia quiere salvar a los obreros bolivianos. Los obreros bolivianos dicen:
-Con los chilenos vivimos, con los chilenos morimos
Las ametralladoras y los fusiles del general Roberto Silva Renard barren a los huelguistas desarmados y dejan el tendal.
El ministro Rafael Sotomayor justifica la carnicería en nombre de las cosas más sagradas, que son, en orden de importancia: la propiedad, el orden público y la vida.

http://es.wikipedia.org/wiki/Matanza_de_la_Escuela_Santa_Mar%C3%ADa_de_Iquique

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El arpista y el mar

El mar torna en gemidos las palabras.
En los cantiles de Moher
las olas como cantos abolidos
resumen la memoria de los días
a un agitar confuso entre el frío y el cuerpo.
Parecen comprender los alcatraces
que las corrientes nunca
cesarán de buscar el modo
de fluir el alma arriba,
de tender el abrazo de las algas
por los pulmones hasta el sueño
profundo de los hechos abisales.

Nada más hay.
Y para qué
si la existencia poco más previene
de sí, de su alianza con la sombra.
Desprecian las mareas
nuestra existencia menor hasta
extinguirla entre el ruido
de su furiosa hondura sin sentido.

En los acantilados
se escuchan chocar solamente contra las rocas
los migratorios llantos de ballenas
que con sus colas baten
la vastedad silente del océano.
Y el rasgueo de un arpa
en triste tentativa de lo hermoso,
aquí donde se ahogan los violines,
las trompas del crepúsculo perecen.
Cuerda a cuerda el arpista tensa el tiempo,
lanza al abismo la avidez azul
de las notas en fuga.
La inmensidad nos lleva.

Juan José Castro Martin ( Deriva de las Islas )




Caminaba tranquilo por las piedras mojadas de la orilla, despejándome tras una noche demasiado cargada. Buscando los peñones a lo lejos, divisé antes, en la otra punta de la playa, un objeto que era atrapado una y otra vez por las olas. Me fui acercando, y me sorprendí al ver un coche. Un coche ! El temor se apoderó de mí instantes antes de comprender que era mi coche, el mismo que dos meses antes había desaparecido bajo la tormenta.
Sería su coche ? Quién sabe, posiblemente no. Pero el caso es que desde que pasé por primera vez por el escenario del crimen hasta que volví con la cámara de fotos pasaron unos 15 minutos, y el mismo hombre seguía pasmado junto a él.

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Caosmeando

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