domingo, 30 de noviembre de 2008

La existencia precede a la esencia (4)

El desamparo implica que elijamos nosotros mismos nuestro ser

El existencialista no cree en el poder de la pasión. No pensará nunca que una bella pasión es un torrente devastador que conduce fatalmente al hombre a ciertos actos y que por consecuencia es una excusa; piensa que el hombre es responsable de su pasión.
El existencialista tampoco pensará que el hombre puede encontrar socorro en un signo dado sobre la tierra que lo oriente; porque piensa que el hombre descifra por sí mismo el signo como prefiere.
Piensa, pues, que el hombre, sin ningún apoyo ni socorro, está condenado a cada instante a inventar al hombre. Ponge ha dicho, en un artículo muy hermoso: "el hombre es el porvenir del hombre". Es perfectamente exacto. Sólo que si se entiende por esto que ese porvenir está inscrito en el cielo, que Dios lo ve, entonces es falso, pues ya no sería ni siquiera un porvenir. Si se entiende que, sea cual fuere el hombre que aparece, hay un porvenir por hacer, un porvenir virgen que lo espera, entonces es exacto. En tal caso está uno desamparado.
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Para dar un ejemplo que permita comprender mejor lo que es el desamparo, citaré el caso de uno de mis alumnos que me vino a ver en las siguientes circunstancias: su padre se había peleado con la madre y tendía al colaboracionismo; su hermano mayor había sido muerto en la ofensiva alemana de 1940, y este joven, con sentimientos un poco primitivos, pero generosos, quería vengarlo. Su madre vivía sola con él muy afligida por la semitraición del padre y por la muerte del hijo mayor, y su único consuelo era él.
Este joven tenía, en ese momento, la elección de partir para Inglaterra y entrar en las Fuerzas francesas libres -es decir, abandonar a su madre- o bien de permanecer al lado de su madre, y ayudarla a vivir. Se daba cuenta perfectamente de que esta mujer sólo vivía para él y que su desaparición -y tal vez su muerte- la hundiría en la desesperación. También se daba cuenta de que en el fondo, concretamente, cada acto que llevaba a cabo con respecto a su madre tenía otro correspondiente en el sentido de que la ayudaba a vivir, mientras que cada acto que llevaba a cabo para partir y combatir era un acto ambiguo que podía perderse en la arena, sin servir para nada: por ejemplo, al partir para Inglaterra, podía permanecer indefinidamente, al pasar por España, en un campo español; podía llegar a Inglaterra o a Argel y ser puesto en un escritorio para redactar documentos.
En consecuencia, se encontraba frente a dos tipos de acción muy diferentes: una concreta, inmediata, pero que se dirigía a un solo individuo; y otra que se dirigía a un conjunto infinitamente más vasto, a una colectividad nacional, pero que era por eso mismo ambigua, y que podía ser interrumpida en el camino. Al mismo tiempo dudaba entre dos tipos de moral. Por una parte, una moral de simpatía, de devoción personal; y por otra, una moral más amplia, pero de eficacia más discutible. Había que elegir entre las dos.
¿Quién podía ayudarlo a elegir? ¿La doctrina cristiana? No. La doctrina cristiana dice: sed caritativos, amad a vuestro prójimo, sacrificaos por los demás, elegid el camino más estrecho, etc., etc. Pero ¿cuál es el camino más estrecho? ¿A quién hay que amar como a un hermano? ¿Al soldado o a la madre? ¿Cuál es la utilidad mayor: la utilidad vaga de combatir en un conjunto, o la utilidad precisa de ayudar a un ser a vivir? ¿Quién puede decidir a priori? Nadie.
Ninguna moral inscrita puede decirlo. La moral kantiana dice: no tratéis jamás a los demás como medios, sino como fines. Muy bien; si vivo al lado de mi madre la trataré como fin, y no como medio, pero este hecho me pone en peligro de tratar como medios a los que combaten en torno mío; y recíprocamente, si me uno a los que combaten, los trataré como fin, y este hecho me pone en peligro de tratar a mi madre como medio.
Si los valores son vagos, y si son siempre demasiado vastos para el caso preciso y concreto que consideramos, sólo nos queda fiarnos de nuestros instintos. Es lo que ha tratado de hacer este joven; y cuando lo vi, decía: en el fondo, lo que importa es el sentimiento; debería elegir lo que me empuja verdaderamente en cierta dirección.
Si siento que amo a mi madre lo bastante para sacrificarle el resto -mi deseo de venganza, mi deseo de acción, mi deseo de aventura- me quedo al lado de ella. Si, al contrario, siento que mi amor por mi madre no es suficiente, parto. Pero ¿cómo determinar el valor de un sentimiento? ¿Qué es lo que constituía el valor de su sentimiento hacia la madre? Precisamente el hecho de que se quedaba por ella.
Puedo decir: quiero lo bastante a tal amigo para sacrificarle tal suma de dinero; no puedo decirlo si no lo he hecho. Puedo decir: quiero lo bastante a mi madre para quedarme junto a ella, si me he quedado junto a ella. No puedo determinar el valor de este afecto si no he hecho precisamente un acto que lo ratifica y lo define. Ahora bien, como exijo a este afecto justificar mi acto, me encuentro encerrado de un círculo vicioso.
Por otra parte, Gide ha dicho muy bien que un sentimiento que se representa y un sentimiento que se vive son dos cosas casi indiscernibles: decidir que amo a mi madre quedándome junto a ella o representar una comedia que hará que yo permanezca con mi madre, es casi la misma cosa.
Dicho en otra forma, el sentimiento se construye con actos que se realizan; no puedo pues consultarlos para guiarme por él. Lo cual quiere decir que no puedo ni buscar en mí el estado auténtico que me empujará a actuar, ni pedir a una moral los conceptos que me permitirán actuar. Por lo menos, dirán ustedes, ha ido a ver a un profesor para pedirle consejo. Pero si ustedes, por ejemplo, buscan el consejo de un sacerdote, han elegido ese sacerdote y saben más o menos ya, en el fondo, lo que él les va a aconsejar.
Dicho en otra forma, elegir el consejero es ya comprometerse. La prueba está en que si ustedes son cristianos, dirán: consulte a un sacerdote. Pero hay sacerdotes colaboracionistas, sacerdotes conformistas, sacerdotes de la resistencia. ¿Cuál elegir? Y si el joven elige un sacerdote de la resistencia o un sacerdote colaboracionista ya ha decidido el género de consejo que va a recibir. Así, al venirme a ver, sabía la respuesta que yo le daría y no tenía más que una respuesta que dar: usted es libre, elija, es decir, invente.
Ninguna moral general puede indicar lo que hay que hacer; no hay signos en el mundo. Los católicos dirán: sí, hay signos. Admitámoslo: soy yo mismo el que elige el sentido que tienen.
He conocido, cuando estaba prisionero, a un hombre muy notable que era jesuita. Había entrado en la orden de los jesuitas en la siguiente forma: había tenido que soportar cierto número de fracasos muy duros; de niño, su padre había muerto dejándolo en la pobreza, y él había sido becario en una institución religiosa donde se le hacía sentir continuamente que era aceptado por caridad; luego fracasó en cierto número de distinciones honoríficas que halagan a los niños; después hacia los dieciocho años, fracasó en una aventura sentimental; por fin, a los veintidós, cosa muy pueril, pero que fue la gota de agua que hizo desbordar el vaso, fracasó en su preparación militar.
Este joven podía, pues, considerar que había fracasado en todo; era un signo, pero, ¿signo de qué? Podía refugiarse en la amargura o en la desesperación. Pero juzgó, muy hábilmente según él, que era el signo de que no estaba hecho para los triunfos seculares, y que sólo los triunfos de la religión, de la santidad, de la fe, le eran accesibles. Vio entonces en esto la palabra de Dios, y entró en la orden.
¿Quién no ve que la decisión del sentido del signo ha sido tomada por él solo? Se habría podido deducir otra cosa de esta serie de fracasos: por ejemplo, que hubiera sido mejor que fuese carpintero o revolucionario. Lleva, pues, la entera responsabilidad del desciframiento. El desamparo implica que elijamos nosotros mismos nuestro ser.

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Poemas desde Guantánamo VII

EL PRIMER POEMA DE MI VIDA

Prudencia hermano si andas por la tierra de Paquistán,
La vida de un hombre allá tiene el sabor del dinero.

Llegué allí para estudiar y sólo allí supe de la traición.
La Mezquita era una zona de guerra cercada y conquistada.

Los policías querían silencio: «¡manos arriba! ¡Cállate!»
Nos cargaron en camiones, encadenados y de rodillas.

Ocho horas de viaje y después ocho más.
Suplicábamos y sufríamos presos del dolor.

Nos golpearon, nos pisotearon y dijeron que nos venderían,
que éramos sus huéspedes y los yanquis pagarían.

Esclavos de este siglo, nuestros barcos son aviones
Despegando hacia el desprecio, los insultos y la humillación.

Ya no hay respeto, nada es sagrado,
Y vimos el Corán, como nosotros, bajo sus pies.

Su locura seguía sin prisa un plan minucioso:
Torturas y golpes de verdugos ebrios.

¿Vendrán los curas a salvarnos con su cruz?
Para Cuba nos fuimos, no había elección.

Y todo este tiempo siguen, desalmados,
La cruzada de la injusticia y la guerra contra el Islam.

El autor de este poema, Mohammed al Gharani nació en Chad y creció en Arabia Saudí. Fue a Paquistán en 2001. Allí lo detuvieron, con 15 años, y después lo enviaron al ejército estadounidense que lo mandó a Kandahar, Afganistán. En enero de 2002, lo trasladaron en calidad de “combatiente enemigo” a Guantánamo.
La traducción es de Caty R. para Tlaxcala.

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Las once mil vergas (XXXIII)

Las putas, vestidas con peinadores grosella, carmesí, azulino o burdeos, jugaban al bridge mientras fumaban cigarrillos rubios.

En este momento, se oyó un estrépito aterrador: un obús, agujereando el techo, cayó pesadamente en el suelo, donde se hundió como un bólido, justo en el círculo formado por las jugadoras de bridge. Afortunadamente, el obús no estalló. Todas las mujeres cayeron de espaldas gritando. Sus piernas quedaron en alto y mostraron el as de picas a los ojos concupiscentes de los dos militares. Fue una admirable exposición de culos de todas las nacionalidades, pues este burdel modelo poseía prostitutas de todas las razas. El culo en forma de pera de la frisona contrastaba con los culos regordetes de las parisinas, las nalgas maravillosas de las inglesas, los traseros cuadrados de las escandinavas y los culos caídos de las catalanas. Una negra mostró una masa atormentada que se parecía más a un cráter volcánico que a unas ancas femeninas.
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Una vez en pie, ella proclamó que sus adversarias habían perdido la baza, tan deprisa se acostumbra uno a los horrores de la guerra.
Me llevo a la negra –dijo Cornaboeux mientras que esta reina de Saba, levantándose y oyéndose nombrar, saludaba a su Salomón con estas amenas palabras:

–¿Quie'es pinchar mi g'an patata, señor gene'al?

Cornaboeux la besó delicadamente. Pero Mony no estaba satisfecho de esta exhibición internacional:

–¿Dónde están las japonesas? –pidió.

–Son cincuenta rublos más –declaró la sub-madama retorciendo sus fuertes bigotes–, comprenda, ¡es el enemigo!

Mony pagó e hicieron entrar a una veintena de muchachas japonesas vestidas con su traje nacional.

El príncipe escogió una que era encantadora y la sub-madama hizo entrar a las dos parejas en un reservado acondicionado para un objetivo fornicador.

La negra que se llamaba Cornélie y la japonesita, que respondía al delicado nombre de Kilyemu, es decir: cáliz de flor de níspero japonés, se desnudaron cantando la una en sabir tripolitano, la otra en un dialecto japonés.

Mony y Cornaboeux se desnudaron.

El príncipe dejó, en un rincón, a su ayuda de cámara y a la negra, y no se ocupó más que de Kilyemu, cuya belleza infantil y grave a la vez le encantaba.
La besó tiernamente y, de vez en cuando, durante esta bella noche de amor, se oía el ruido del bombardeo y los obuses estallaban con suavidad. Se hubiera dicho que un príncipe oriental ofrecía un castillo de fuegos artificiales en honor de alguna princesa georgiana y virgen.

Kilyemu era pequeña pero muy bien hecha, su cuerpo era amarillo como un melocotón, sus senos pequeños y puntiagudos eran duros como pelotas de tenis. Los pelos de su coño estaban unidos en un manojo áspero y negro, se diría que era un pincel mojado.

Ella se echó de espaldas y, llevando sus muslos sobre su vientre, las rodillas plegadas, abrió sus piernas como un libro.

Esta postura imposible para una europea asombró a Mony.

Aparecieron pronto sus encantos. Su miembro se hundió por completo, hasta los testículos, en un coño elástico que, amplio primero, se estrechó inmediatamente de forma sorprendente.

Esta muchachita que apenas parecía núbil sabía hacer el cascanueces. Mony se dio cuenta plenamente cuando después de los últimos espasmos voluptuosos, descargó en una vagina que se había estrechado terriblemente y que le mamaba el miembro hasta la última gota...

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sábado, 29 de noviembre de 2008

Estúpido...


Dadme otro clinex.
Miraba añorándote...
Falsa esperanza.

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Martín Fierro

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La forza del destino

Escena final de esta ópera de Verdi, basada en la tragedia romántica del Duque de Rivas Don Álvaro o la fuerza del sino.
En esta escena podemos disfrutar de las voces de la soprano Renata Tebaldi, quizá la mejor Leonora, el tenor Franco Corelli como Don Álvaro y el bajo Boris Christoff como el padre Damiano

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viernes, 28 de noviembre de 2008

Un punto azul pálido


Dice Carl Sagan:
Mira ese punto. Eso es aquí. Eso es casa. Eso es nosotros. En él se encuentra todo aquel que amas, todo aquel que conoces, todo aquel del que has oído hablar, cada ser humano que existió, vivió sus vidas. La suma de nuestra alegría y sufrimiento, miles de confiadas religiones, ideologías y doctrinas económicas, cada cazador y recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de la civilización, cada rey y cada campesino, cada joven pareja enamorada, cada madre y padre, cada esperanzado niño, inventor y explorador, cada maestro de moral, cada político corrupto, cada “superestrella”, cada “líder supremo”, cada santo y pecador en la historia de nuestra especie vivió ahí – en una mota de polvo suspendida en un rayo de luz del sol.

La Tierra es un muy pequeño escenario en una vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre vertida por todos esos generales y emperadores, para que, en gloria y triunfo, pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción de un punto.
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Piensa en las interminables crueldades visitadas por los habitantes de una esquina de ese pixel para los apenas distinguibles habitantes de alguna otra esquina; lo frecuente de sus incomprensiones, lo ávidos de matarse unos a otros, lo ferviente de su odio. Nuestras posturas, nuestra imaginada auto-importancia, la ilusión de que tenemos una posición privilegiada en el Universo, son desafiadas por este punto de luz pálida.

Nuestro planeta es una mota solitaria de luz en la gran envolvente oscuridad cósmica. En nuestra oscuridad, en toda esta vastedad, no hay ni un indicio de que la ayuda llegará desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos.

La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay ningún otro lugar, al menos en el futuro próximo, al cual nuestra especie pudiera migrar. Visitar, sí. Colonizar, aún no. Nos guste o no, en este momento la Tierra es donde tenemos que quedarnos. Se ha dicho que la astronomía es una experiencia de humildad y construcción de carácter. Quizá no hay mejor demostración de la tontería de los prejuicios humanos que esta imagen distante de nuestro minúsculo mundo. Para mí, subraya nuestra responsabilidad de tratarnos los unos a los otros más amablemente, y de preservar el pálido punto azul, el único hogar que jamás hemos conocido.

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miércoles, 26 de noviembre de 2008

Le vals d'Amélie

Así suena hoy lo que toca Yann Tiersen.

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Gusztáv fullero

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martes, 25 de noviembre de 2008

La existencia precede a la esencia (3)

Esto permite comprender lo que se oculta bajo palabras un tanto grandilocuentes como angustia, desamparo, desesperación. Como verán ustedes, es sumamente sencillo.
Ante todo, ¿qué se entiende por angustia? El existencialista suele declarar que el hombre es angustia. Esto significa que el hombre que se compromete y que se da cuenta de que es no sólo el que elige ser, sino también un legislador, que elige al mismo tiempo que a sí mismo a la humanidad entera, no puede escapar al sentimiento de su total y profunda responsabilidad.
Ciertamente hay muchos que no están angustiados; pero nosotros pretendemos que se enmascaran su propia angustia, que la huyen; en verdad, muchos creen al obrar que sólo se comprometen a sí mismos, y cuando se les dice: pero ¿si todo el mundo procediera así? se encogen de hombros y contestan: no todo el mundo procede así. Pero en verdad hay que preguntarse siempre: ¿que sucedería si todo el mundo hiciera lo mismo? Y no se escapa uno de este pensamiento inquietante sino por una especie de mala fe.
El que miente y se excusa declarando: todo el mundo no procede así, es alguien que no está bien con su conciencia, porque el hecho de mentir implica un valor universal atribuido a la mentira. Incluso cuando la angustia se enmascara, aparece.
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Es esta angustia la que Kierkegaard llamaba la angustia de Abraham. Conocen ustedes la historia: un ángel ha ordenado a Abraham sacrificar a su hijo; todo anda bien si es verdaderamente un ángel el que ha venido y le ha dicho: tú eres Abraham, sacrificarás a tu hijo. Pero cada cual puede preguntarse; ante todo, ¿es en verdad un ángel, y yo soy en verdad Abraham? ¿Quién me lo prueba?
Había una loca que tenía alucinaciones: le hablaban por teléfono y le daban órdenes. El médico le preguntó: Pero ¿quién es el que habla? Ella contestó: Dice que es Dios. ¿Y qué es lo que le probaba, en efecto, que fuera Dios? Si un ángel viene a mí, ¿qué me prueba que es un ángel? Y si oigo voces, ¿qué me prueba que vienen del cielo y no del infierno, o del subconsciente, o de un estado patológico? ¿Quién prueba que se dirigen a mí? ¿Quién me prueba que soy yo el realmente señalado para imponer mi concepción del hombre y mi elección a la humanidad? No encontraré jamás ninguna prueba, ningún signo para convencerme de ello. Si una voz se dirige a mí, siempre seré yo quien decida que esta voz es la voz del ángel; si considero que tal o cual acto es bueno, soy yo el que elegiré decir que este acto es bueno y no malo. Nadie me designa para ser Abraham, y sin embargo estoy obligado a cada instante a hacer actos ejemplares.
Todo ocurre como si, para todo hombre, toda la humanidad tuviera los ojos fijos en lo que hace y se ajustara a lo que hace. Y cada hombre debe decirse: ¿soy yo quien tiene derecho de obrar de tal manera que la humanidad se ajuste a mis actos? Y si no se dice esto es porque se enmascara su angustia. No se trata aquí de una angustia que conduzca al quietismo, a la inacción. Se trata de una simple angustia, que conocen todos los que han tenido responsabilidades.
Cuando, por ejemplo, un jefe militar toma la responsabilidad de un ataque y envía cierto número de hombres a la muerte, elige hacerlo y elige él solo. Sin duda hay órdenes superiores, pero son demasiado amplias y se impone una interpretación que proviene de él, y de esta interpretación depende la vida de catorce o veinte hombres. No se puede dejar de tener, en la decisión que toma, cierta angustia. Todos los jefes conocen esta angustia. Esto no les impide obrar: al contrario, es la condición misma de su acción; porque esto supone que enfrentan una pluralidad de posibilidades, y cuando eligen una, se dan cuenta que sólo tiene valor porque ha sido la elegida. Y esta especie de angustia que es la que describe el existencialismo, veremos que se explica además por una responsabilidad directa frente a los otros hombres que compromete.

No es una cortina que nos separa de la acción, sino que forma parte de la acción misma. Y cuando se habla de desamparo, expresión cara a Heidegger, queremos decir solamente que Dios no existe, y que de esto hay que sacar las últimas consecuencias. El existencialismo se opone decididamente a cierto tipo de moral laica que quisiera suprimir a Dios con el menor gasto posible.
Cuando hacia 1880 algunos profesores franceses trataron de constituir una moral laica, dijeron más o menos esto: Dios es una hipótesis inútil y costosa, nosotros la suprimimos; pero es necesario, sin embargo, para que haya una moral, una sociedad, un mundo vigilado, que ciertos valores se tomen en serio y se consideren como existentes a priori; es necesario que sea obligatorio a priori que sea uno honrado, que no mienta, que no pegue a su mujer, que tenga hijos, etc., etc.… Haremos, por lo tanto, un pequeño trabajo que permitirá demostrar que estos valores existen, a pesar de todo, inscritos en un cielo inteligible, aunque, por otra parte, Dios no exista. Dicho en otra forma -y es, según creo yo, la tendencia de todo lo que se llama en Francia radicalismo-, nada se cambiará aunque Dios no exista; encontraremos las mismas normas de honradez, de progreso, de humanismo, y habremos hecho de Dios una hipótesis superada que morirá tranquilamente y por sí misma.
El existencialista, por el contrario, piensa que es muy incómodo que Dios no exista, porque con él desaparece toda posibilidad de encontrar valores en un cielo inteligible; ya no se puede tener el bien a priori, porque no hay más conciencia infinita y perfecta para pensarlo; no está escrito en ninguna parte que el bien exista, que haya que ser honrado, que no haya que mentir; puesto que precisamente estamos en un plano donde solamente hay hombres.
Dostoievsky escribe: "Si Dios no existiera, todo estaría permitido". Este es el punto de partida del existencialismo. En efecto, todo está permitido si Dios no existe y, en consecuencia, el hombre está abandonado, porque no encuentra ni en sí ni fuera de sí una posibilidad de aferrarse. No encuentra ante todo excusas. Si, en efecto, la existencia precede a la esencia, no se podrá jamás explicar la referencia a una naturaleza humana dada y fija; dicho de otro modo, no hay determinismo, el hombre es libre, el hombre es libertad.
Si, por otra parte, Dios no existe, no encontramos frente a nosotros valores u órdenes que legitimen nuestra conducta. Así, no tenemos ni detrás ni delante de nosotros, en el dominio luminoso de los valores, justificaciones o excusas.
Estamos solos, sin excusas. Es lo que expresaré diciendo que el hombre está condenado a ser libre. Condenado, porque no se ha creado a sí mismo, y sin embargo, por otro lado, libre, porque una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace.

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Las once mil vergas (XXXII)

La española era una soberbia muchacha convenientemente descoyuntada. Unos ojos de azabache brillaban en su pálido rostro de óvalo perfecto. Sus caderas parecían hechas con torno y las lentejuelas de su traje deslumbraban.
El torero, esbelto y robusto, meneaba unas ancas cuya masculinidad debía tener algunas ventajas, sin duda.
Esta interesante pareja, antes que nada, lanzó a la sala un par de besos que causaron furor. Lo hicieron con la mano derecha, mientras que la izquierda descansaba en las arqueadas caderas. Luego, bailaron lascivamente al estilo de su país. Inmediatamente la española se levantó las faldas hasta el ombligo y las sujetó de manera que quedara descubierta hasta el surco umbilical. Sus largas piernas estaban enfundadas en medias de seda roja que llegaban hasta tres cuartos de los muslos. Allí, estaban sujetas al corsé por unas ligas doradas a las que venían a anudarse las sedas que aguantaban un antifaz de terciopelo negro colocado sobre las nalgas de manera que enmascaraba el ojo del culo. El coño estaba tapado por un vellocino negro azulado que se estremecía.
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El torero, sin dejar de cantar, sacó su miembro muy largo y muy tieso. Bailaron así, sacando el vientre, pareciendo buscarse y escaparse. El vientre de la joven se ondulaba como un mar que súbitamente se hubiera vuelto consistente; la espuma mediterránea se condensó así para formar el vientre de Afrodita.

De golpe, y como por encanto, el miembro y el coño de estos histriones se juntaron y se hubiera dicho que iban a copular lisa y llanamente en escena.
Nada de eso.

Con su miembro completamente enhiesto, el torero levantó a la joven que plegó las piernas y quedó en el aire sin tocar tierra. El se paseó un momento. Luego, cuando los mozos del teatro hubieron tendido un alambre tres metros por encima de los espectadores, subió allí arriba, y, obsceno funámbulo, paseó así a su amante por encima de los apretujados espectadores, a través del patio de butacas. Reculó enseguida hasta el escenario. Los espectadores aplaudieron estrepitosamente y admiraron plenamente los encantos de la española cuyo culo enmascarado parecía sonreír, pues estaba lleno de hoyuelos.

Entonces fue el turno de la mujer. El torero plegó las rodillas y, sólidamente ensartado en el coño de su compañera, fue paseado así sobre la rígida cuerda.

Esta fantasía funambulesca había excitado a Mony.

–Vayamos al burdel –dijo a Cornaboeux.

Los Samurais Alegres, tal era el agradable nombre del lupanar de moda durante el sitio de Port-Arthur.

Estaba regentado por dos hombres, dos antiguos poetas simbolistas que, habiéndose casado por amor, en París, habían venido a ocultar su felicidad al Extremo Oriente. Ejercían el lucrativo oficio de gerentes de burdel y vivían bien. Se vestían de mujer y se decían ternezas sin haber renunciado a sus bigotes y a sus nombres masculinos.
Uno era Adolphe Terré. Era el más viejo. El más joven tuvo su momento de celebridad en París. ¿Quién ha olvidado el abrigo gris perla y el cuello de armiño de Tristan de Vinaigre?

–Queremos mujeres –dijo Mony en francés a la cajera que no era otro que Adolphe Terré.

Este comenzó uno de sus poemas:

Una tarde que entre Versailles y Fontainebleau
Perseguía a una ninfa en los bosques susurrantes
Mi miembro se endureció de repente para la ocasión calva
Que pasaba enjuta y erguida, diabólicamente idílica.
La ensarté tres veces, luego me emborraché veinte días.
Agarré unas purgaciones pero los dioses protegían
Al poeta. Las glicinas han reemplazado a mis pelos
Y Virgilio cagó sobre mí, este dístico versallés...

–Basta, basta –dijo Cornaboeux– ¡mujeres, rediós!

–¡Aquí viene la sub-madama! –dijo respetuosamente Adolphe.

La sub-madama, es decir el rubio Tristan de Vinaigre, se adelantó graciosamente y, poniendo sus ojos azules en Mony, pronunció con voz cantarina este poema histórico:

Mi miembro ha enrojecido con una alegría encarnada
En la flor de mi vida
Y mis testículos se han bamboleado como frutos pesados
Que buscan la canasta.
El vellocino suntuoso donde se hunde mi verga
Se acuesta muy espeso,
Del culo a la ingle y de la ingle al ombligo (en
fin, de todos lados) Respetando mis frágiles nalgas,
Inmóviles y crispadas cuando tengo que cagar
Sobre la mesa demasiado alta y el papel helado
Los cálidos cagajones de mis pensamientos.
–En fin –dijo Mony– ¿esto es un burdel o un asilo?

–¡Todas las damas al salón! –gritó Tristan y, al mismo tiempo, dio una toalla a Cornaboeux añadiendo:

–Una toalla para dos, señores... Comprendan... es época de sitio.

Adolphe percibió los 360 rublos que costaban las relaciones con las prostitutas en Port-Arthur. Los dos amigos entraron en el salón. Allí les esperaba un espectáculo incomparable.

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lunes, 24 de noviembre de 2008

¿Qué es para ti la filosofía?

Esta vez nuestra encuesta trataba de algo abstracto e inasible: la filosofía. ¿Qué es la filosofía? Es como si nos preguntaran qué sentimos cuando nacimos: ¿Qué sentiste, te gustó? ¿Dijiste he llegado? ¿O he vuelto? ¿O pensaste para qué he venido? Yo no lo sé, no lo recuerdo, me cuentan que nací tal día y quizás a tal hora y si luego me cuentan que se equivocaron y en realidad fue otro día y otra hora está bien, sólo me provocará un colapso nervioso pero lo aceptaré, del mismo modo en que uno se despierta creyendo que es viernes y no, aún es jueves. De acuerdo, no me lo explico pero lo entiendo, como cuando estás en un cuarto de tu casa y no sabes para qué fuiste. Pues por ahí algo de eso es la filosofía o quizás es la sensación que nos provoca al pensar en la filosofía. Así que intentaremos comentar las respuestas antes de que las divagaciones nos conviertan en carbonilla metafísica y a ver qué sale de aquí.

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La opción más votada fue ¿Filosofía? Filosofía eres tú con un 41%. A priori este postulado es una aporía… eeeh, quiero decir, que esta respuesta parece un chiste. Si cuando nos preguntan por la filosofía contestamos “filosofía eres tú” caemos en otro problema: ¿quién ese misterioso ‘tú’? Es cualquiera que lea la respuesta y le demostramos todo nuestro amor (véase encuesta anterior), es el que preguntó y le queremos romper la cabeza, es una indescifrable abreviatura de un ente superior, es la web www.tu.tv. alternativa al Youtube. La respuesta admite tantos enigmas como la pregunta. Así que los que se decidieron por esta opción se van por las ramas y eluden contestar con una ambigua sonrisa.

Claro que los de la siguiente opción más votada (37%) lo tienen muy claro: El amor a la sabiduría. La de toda la vida. La etimología no engaña: filo (“amor”) – sofía (“sabiduría”). Más literal imposible. El significado por el significante. Y ahí está, qué va a ser si no, para qué complicarse la vida con elucubraciones que no llevan a ninguna parte si la palabra ‘filosofía’ viene del griego y los griegos, que se consideran los creadores de la filosofía, ya la definieron así, dándole ese nombre. Si a eso le añadimos que sofós y filó-sofos es como se conocían a los sabios de la Grecia Antigua no les llevaremos la contraria no les iremos a llevar la contraria.

De entre estos filósofos griegos destaca uno y él se basta a sí mismo para dar nombre a una opción: Platón (10%). Bueno, también están Aristóteles, Anaxímenes, Anaximandro, Tales, Heráclito, Parménides, Anaxágoras, etc. etc., y luego vienen muchos otros filósofos, hasta los actuales, pero es Platón el primer filósofo, al margen de los presocráticos (que por algo se llaman pre-socráticos) y es como si la filosofía naciera con él. Así que la parte por el todo, Platón es la filosofía. También podría decirse que no tenemos ni idea de todo esto y sería una manera elegante de mencionar el único nombre que recordamos de cuando estudiamos. Como éste es un tema en el que uno fácilmente puede ponerse pedante mejor prevenir y ser lo más modesto posible.

Llegamos aquí a la opción de todo un sabio, la respuesta al cubo del socrático “yo sólo sé que no sé nada”: No sé, yo copiaba (5%). Puestos a no saber, no sabemos quién se atrevió a dar esta respuesta, pero fue alguien que no sólo reconoció no saber sino que además reconoció que copiaba. Es difícil ser más humilde. Sócrates habría estado orgullos de tenerlo como discípulo, aunque sería muy peligroso copiar todos los actos del maestro, que si algo sabemos es cómo murió, pero porque nos lo contaron y así lo reproducimos, así lo copiamos.

La última opción tuvo los mismos votos que la anterior (5%), quizás porque en el fondo son la misma: Eso es lo de los bichitos y las plantitas. La diferencia entre una y otra es que la primera es “no sé, yo copiaba” y la segunda es “no sé, yo no copiaba”, o tal vez es que el primero entendía lo que copiaba y el segundo no. La cuestión es que confundir zoología y filosofía puede que sea de los maestros y no de los alumnos, pues vete a saber si la filosofía en el fondo es sólo eso, lo de los bichitos y las plantitas mientras nos perdíamos en discursos pseudocientíficos como éste. Buenas filosofías.

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Albert Pla - Fantasma

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domingo, 23 de noviembre de 2008

Geoquímica recreativa

Un fragmento de este libro del que fue llamado "el poeta de las piedras", Aleksandr Fersman

Los geoquímicos y mineralogistas deben cambiar radicalmente sus hábitos. En efecto, cada año hay que denominar más de 25 minerales nuevos. Y ¿acaso es admisible que combinaciones como la laurita fuesen denominadas con el nombre de la novia del químico que la descubrió, Laura; que toda una serie de minerales recibiesen su nombre de sentimientos de fidelidad, en honor de diversos príncipes y condes que no tuvieron ninguna relación con los minerales, como la uvarovita?

Por último, algunas denominaciones son tan disparatadas que nuestra lengua las pronuncia con dificultad; por ejemplo, "ampangabeita", llamado así por el lugar en que fue hallado, en Madagascar. La nominación de los minerales es una página interesantísima de la historia de la Mineralogía y la Química. Hasta ahora se desconoce por completo la procedencia de una serie de nombres de minerales y muchos de ellos tienen sus raíces en la antigua India, Egipto o Persia. Persia nos obsequió con la turquesa y la esmeralda (smaragd); la Grecia antigua, con el topacio y el granate. La India dio el rubí, el zafiro y la turmalina.
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Una gran cantidad de minerales fueron denominados por el lugar de su hallazgo. Así, para nosotros, los soviéticos, son bien conocidos y comprensibles los nombres "ilmenita" (montes Ilmen, en los Urales meridionales), "baikalita" (lago Baikal), "murmanita" (región de Murmansk). Pero el nombre más interesante para nosotros está ligado con Moscú, es la moscovita o muscovita, la famosa mica potásica que tan importante papel desempeña en la industria eléctrica. Muchísimos nombres se dieron en honor de conocidos investigadores, notables químicos y mineralogistas. Recordemos la scheelita, así llamada en memoria del célebre químico sueco Scheele: la goethita, en honor del poeta y mineralogista Goethe y las mendeleevita y vernadskita bien conocidas para nosotros.

Hay que reconocer como acertados también los nombres dados a minerales con arreglo a sus colores, aunque en estos casos con frecuencia haya que conocer el latín o el griego para comprenderlos. Así son, por ejemplo, el aguamarina (color de agua de mar), auripigmento (coloración de oro), leucita (de la palabra griega "leikos", blanco), criolita (hielo, en griego), celestina (del latín, "cielo").

Muchas denominaciones provienen de las propiedades físicas y químicas de los minerales. Por ejemplo, los minerales denominados "brillantes", se llaman así por su brillo parecido al de la plata; las piritas, por su analogía con el cobre y el bronce; los espatos, por la propiedad que poseen de hendirse a lo largo de planos orientados en direcciones determinadas (crucero); las blendas, minerales que contienen metal, cosa difícil de adivinar por su aspecto exterior engañoso.

El diamante recibió su denominación de la palabra griega "ádamas", esto es "insuperable", "invencible", "inexpugnable". Finalmente, hay que reconocer que muchos minerales recibieron nombres apropiados, según los elementos químicos que predominan en su composición. Así, por ejemplo, la fosforita, calcita, wolframita, molibdenita, etc.

Pero existe una serie de nombres que suscitan gran interés. Con algunos de ellos están relacionadas leyendas enteras; el sentido de otros se oculta en lo profundo de los laboratorios de los alquimistas. De tal modo, el asbesto recibió su nombre de la palabra griega "incombustible". La nefrita debe su denominación al error medieval que consideraba que sirve para curar los riñones. La fenacita, "falsa", se llama así por que su bello color rojo-vinoso desaparece, en el sol, después de varias horas.


La apatita o "engañosa" se llama así por ser difícil de distinguir de otros minerales; y, por último, la amatista lleva su denominación aún desde la Edad Media, cuando se le adjudicaba la misteriosa cualidad de servir de defensa contra la embriaguez. Se ve por nuestra breve descripción de qué manera tan complicada se fueron estableciendo las denominaciones de los minerales.

¿Acaso no es posible poner orden en este asunto? Acaso no puede constituirse una comisión internacional que confirme la denominación de los nuevos minerales, atendiendo a que su significado corresponda a las propiedades del mineral, que sean fáciles de recordar, que los nombres mismos formen un cierto sistema y verifiquen la clasificación de cientos y miles de especies minerales? Confiamos que en el florecimiento futuro de las ciencias químicas y geoquímicas se encontrará sitio para nuestra modesta proposición: reflexionar cómo hacer para no martirizar a los estudiantes con prolongadas, difíciles de recordar e incomprensibles denominaciones y dar nombres estrechamente ligados a las propiedades típicas de cada piedra, planta o animal, que penetren bien en la mente de cualquiera.

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Cuento para una cuarta

No sé si es necesario aclarar que una cuarta es una contraportada y que este cuento de Iban Zaldua aparece en su lengua original, en euskera, en la cubierta posterior de su libro Itzalak. La traducción es del propio autor.

«Me lo quiso contar en cuanto se levantó de la cama. “¿Sabes qué he soñado? Que me abandonabas, que te habías liado con otra mujer. No la conocía, pero estoy segura de que era más joven que yo. Los niños se quedaban contigo, claro, y, por consiguiente, la que se marchaba de casa era yo. Me tuve que buscar un piso compartido”. Sonreí, qué iba a hacer si no: siempre me ha hecho gracia lo minucioso de las pesadillas de Arantza; yo ni siquiera me acuerdo de lo que sueño. “¿Y con quién te ibas a vivir?”, le pregunté. “Con Nekane. A ella también acababa de dejarla el marido”. “¿Con Nekane? Si casi no la conoces”. “Ya, a mí también me pareció raro. Pero ya sabes cómo son los sueños”, me respondió. Luego me describió el piso en el que vivían, muebles incluidos. “De todas maneras, ¿a que no adivinas qué fue lo que más me fastidió, en el sueño? Que no me contaste nada hasta que terminé de corregir el manuscrito de tu último libro”. Y en eso tiene razón: jamás encontraré mejor lectora para mis textos que Arantza. Aquel momento pedía por lo menos un abrazo, así que abracé a mi mujer, cómo no iba a hacerlo. “Hay que ver las cosas que sueñas, chica…”, le susurré al oído».
Nekane no dijo nada: alargó el brazo hacia la mesilla y cogió otro cigarrillo y el mechero. Lo encendió con un gesto breve. El humo que llenaba la habitación se espesó aún más.
El silencio no duró demasiado. «¿Cuándo vas a contarle lo nuestro a Arantza?», me preguntó, tal y como yo esperaba. «Pronto», le contesté a Nekane, «muy pronto. En cuanto me corrija el cuento que he escrito para la cuarta de mi último libro».

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La bella durmiente

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sábado, 22 de noviembre de 2008

Otra receta de Ruperto de Nola

Una nueva receta del primer Libro de cozina aparecido en castellano, el del cocinero del rey Fernando de Nápoles.

Pomada

Tomar manzanas que sean agras y dulces, y harás de ellas cuatro cuartos de cada una, y pélalas y quítales el corazón, y después ponlas en agua fría y si fueren muy agras dales un hervor, y después toma almendras mondadas, y májalas bien, y cuando estén bien majadas pon las manzanas dentro del mortero y májalas en uno con las almendras muy reciamente y cuando esté todo bien majado lo regarás con buen caldo de gallina y lo pasarás todo por estameña, y ponlo todo en la ola que ha de cocer, y toma jengibre que sea fino, móndalo de la corteza hasta que esté blanco y harás de ello pedacitos del tamaño de medio dado, y ponlos de parte de noche en remojo en agua de rosas que sea buena hasta la mañana; después toma canela que sea entera, y atarla con un hilo juntamento con clavos y escaldarlo con caldo caliente y cuando estén escaldados los clavos y la canela pon la olla al fuego con las manzanas, y pon buena cantidad de azúcar dentro y cuando esté más de medio cocido tomarás el jengibre y los clavos y la canela remojados, y lo pondrás todo en la olla, y si no sabe harto al jengibre, pondrás un poco molido hasta que la salsa sepa al jengibre, y cuando esté cocida echarás agua de rosas en la olla y harás escudillas, y encima de ellas echarás azúcar y canela si quieres.

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viernes, 21 de noviembre de 2008

Dirty Old Town



Cualquier palabra escrita en esta actuación sería deslucirla, así que poco más voy a decir.

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Hun Nal Ye nos trajo el maíz

Un mito cosmogónico maya, inscrito en el año 690 d.C., en los templos del llamado Conjunto de la Cruz de Palenque, cuenta que el cosmos fue creado en el lejano año de 3114 a.C. En esa fecha, que registra la terminación de un período de 13 ciclos o baktunes, se dice que nació el Primer Padre, quien es llamado Hun Nal Ye, Uno Semillla de Maíz. Según esta cosmogonía, Hun Nal Ye creó una casa en un lugar llamado Cielo Levantado y la dividió en ocho partes, siguiendo las cuatro direcciones cardinales y los cuatro rumbos intercardinales.

En el mismo lugar ubicó las tres piedras que señalaban el centro del cosmos y levantó el árbol cósmico llamado Wakah Chan, nombre que tiene el árbol que se ve en el centro del tablero del Templo de la Cruz en Palenque.

Luego, Hun Nal Ye protagoniza el acto central de la cosmogonía: su resurrección del inframundo en la forma de un joven de belleza extraordinaria que lleva consigo las semillas preciosas del maíz, rescatadas de Xibalbá, el inframundo. La historia de la resurrección del dios del maíz la conocemos no por el desciframiento de los glifos mayas, sino gracias a una serie de escenas pintadas en los vasos funerarios de la época Clásica. Las imágenes de los vasos incluyen episodios del viaje de Hun Nal Ye que, casi un milenio más tarde, no relataría el Popol Vuh
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Aun cuando esas imágenes corren dispersas, un posible ordenamiento de ellas sería el siguiente. Las primeras describen la caída de Hun Nal Ye en el medio acuoso y oscuro de Xibalbá. Al penetrar en esta región enfrenta unos personajes que lo amenazan con hachas y otros instrumentos de decapitación. Sigue luego su encuentro, probablemente sexual, con unas mujeres jóvenes y desnudas, y un episodio donde se ve al dios del maíz viajar en canoa por las aguas frías del inframundo. Como sabemos por la lectura del Popol Vuh, el libro sagrado de los quichés de Guatemala, Hun Nal Ye baja al inframundo en busca de la montaña escondida de los mantenimientos, el lugar donde se guardaban las mazorcas amarillas y blancas del maíz.

En otro vaso se describen tres episodios del viaje de Hun Nal Ye por el inframundo. En la parte inferior el dios aparece en la posición de los recién nacidos, como si acabara de nacer de las fauces de una serpiente. En la parte superior, donde se le representa con apariencia juvenil, los dioses remeros lo conducen en la canoa y lleva abrazada sobre el pecho una bolsa con granos de maíz. Es decir, en estas imágenes Hun Nal Ye regresa del lugar donde estaban escondidos los mantenimientos, y por eso lleva las preciosas mazorcas del maíz. En la escena final de la izquierda, dos mujeres le ayudan a ponerse su vestido de cilindros y esferas de jade.

Finalmente están las escenas que describen el clímax de esa sucesión de acontecimientos dramáticos: el brote del dios del maíz de las profundidades de la tierra. Una vasija muestra a los dioses remeros acompañando a Hun Nal Ye a su renacimiento glorioso. El dios del maíz brota de un caparazón de tortuga, y lleva una bolsa que contiene en su interior las preciosas semillas del maíz. En otro plato de dibujo muy fino, Hun Nal Ye sale de una hendidura en el carapacho de una tortuga (símbolo de la tierra entre los mayas), y es recibido por Xbalanqué y Hunahpú, los famosos Gemelos Divinos del Popol Vuh. Muchos vasos y platos de la época Clásica representan la misma escena jubilosa, con los Gemelos Divinos a uno y otro lado, ayudando al Primer Padre a salir del inframundo.

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jueves, 20 de noviembre de 2008

Soliloquio del farero

Luis Cernuda

Cómo llenarte, soledad,
sino contigo misma...

De niño, entre las pobres guaridas de la tierra,
quieto en ángulo oscuro,
buscaba en ti, encendida guirnalda,
mis auroras futuras y furtivos nocturnos,
y en ti los vislumbraba,
naturales y exactos, también libres y fieles,
a semejanza mía,
a semejanza tuya, eterna soledad.

Me perdí luego por la tierra injusta
como quien busca amigos o ignorados amantes;
diverso con el mundo,
fui luz serena y anhelo desbocado,
y en la lluvia sombría o en el sol evidente
quería una verdad que a ti te traicionase,
olvidando en mi afán
cómo las alas fugitivas su propia nube crean.

Y al velarse a mis ojos
con nubes sobre nubes de otoño desbordado
la luz de aquellos días en ti misma entrevistos,
te negué por bien poco;
por menudos amores ni ciertos ni fingidos,
por quietas amistades de sillón y de gesto,
por un nombre de reducida cola en un mundo fantasma,
por los viejos placeres prohibidos
como los permitidos nauseabundos,
útiles solamente para el elegante salón susurrado,
en bocas de mentira y palabras de hielo.

Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua persona
que yo fui,
que yo mismo manché con aquellas juveniles traiciones;
por ti me encuentro ahora, constelados hallazgos,
limpios de otro deseo,
el sol, mi dios, la noche rumorosa,
la lluvia, intimidad de siempre,
el bosque y su alentar pagano,
el mar, el mar como su nombre hermoso;
y sobre todo ellos,
cuerpo oscuro y esbelto,
te encuentro a ti, tú, soledad tan mía,
y tú me das fuerza y debilidad
como el ave cansada los brazos de la piedra.

Acodado al balcón miro insaciable el oleaje,
oigo sus oscuras imprecaciones,
contemplo sus blancas caricias;
y erguido desde cuna vigilante
soy en la noche un diamante que gira advirtiendo a los hombres,
por quienes vivo, aún cuando no los vea;
y así, lejos de ellos,
ya olvidados sus nombres, los amo en muchedumbres,
roncas y violentas como el mar, mi morada,
puras ante la espera de una revolución ardiente
o rendidas y dóciles, como el mar sabe serlo
cuando toca la hora de reposo que su fuerza conquista.

Tú, verdad solitaria,
transparente pasión, mi soledad de siempre,
eres inmenso abrazo;
el sol, el mar,
la oscuridad, la estepa,
el hombre y su deseo,
la airada muchedumbre,
¿qué son sino tú misma?

Por ti, mi soledad, los busqué un día;
en ti, mi soledad, los amo ahora.

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miércoles, 19 de noviembre de 2008

Las once mil vergas (XXXI)

–El general –dijo Héléne– educa él mismo a su hijo que tiene doce años. La metáfora del portero era poco explícita pues, más que alimentarse a sí mismo, el general ha encontrado conveniente este método para alimentar y adornar el espíritu de su vástago macho. Le inculca desde los fundamentos una ciencia que me parece bastante sólida, y el joven príncipe podrá sin vergüenza, más tarde, hacer un buen papel en los consejos del Imperio.

–El incesto –dijo Mony– hace milagros.

El general parecía estar en el colmo de la felicidad, y hacía rodar como un loco sus ojos blancos estriados de rojo.

–Serge –exclamaba con voz entrecortada– ¿sientes el instrumento que, no satisfecho con haberte engendrado, ha asumido igualmente la tarea de hacer de ti un joven perfecto? Acuérdate, Sodoma es un símbolo de la civilización. La homosexualidad hubiera convertido a los hombres en seres parecidos a los dioses y todas las desgracias vienen de este deseo que los diferentes sexos pretenden tener el uno del otro.
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Hoy no hay más que un medio para salvar a la desgraciada y santa Rusia, y es que, filópedos, los hombres profesen definitivamente el amor socrático, mientras las mujeres irán al peñasco de Leucade a tomar lecciones de safismo.

Lanzando un estertor voluptuoso, descargó en el encantador culo de su hijo.
El sitio de Port-Arthur había empezado, Mony y su ordenanza Cornaboeux estaban encerrados allí con las tropas del bravo Stoessel.

Mientras los japoneses intentaban forzar el recinto fortificado con alambradas, los defensores de la plaza se consolaban de los cañonazos que amenazaban con matarlos a cada momento, frecuentando asiduamente los cafés-cantantes y los burdeles que habían permanecido abiertos.

Esa noche Mony había cenado copiosamente en compañía de Cornaboeux y de varios periodistas. Habían comido un excelente filete de caballo, pescados del puerto y piña en conserva; todo ello regado con un excelente vino de Champagne.

A decir verdad, el postre había sido interrumpido por la inopinada llegada de un obús que estalló, destruyendo una parte del restaurante y matando a varios de los convidados. Mony estaba muy contento de esta aventura; con gran sangre fría había encendido su cigarro con el mantel que estaba ardiendo. Ahora se iba aun café-concierto con Cornaboeux.

–Este condenado general Kikodryoff –dijo por el camino–, es un notable estratega sin duda; adivinó el sitio de Port-Arthur y seguramente me ha hecho enviar aquí para vengarse de que yo haya descubierto sus relaciones incestuosas con su hijo. Igual que Ovidio, estoy expiando el crimen de mis ojos, pero no escribiré ni Las Tristes ni Las Pónticas. Prefiero gozar el tiempo que me queda por vivir.
Varias balas de cañón pasaron silbando por encima de su cabeza; dieron un salto para evitar a una mujer que yacía partida en dos por un obús y así llegaron ante Las Delicias del Padrecito.

Era el cafetucho chic de Port-Arthur. Entraron. La sala estaba llena de humo. Una cantante alemana, pelirroja, y de carnes desbordantes, cantaba con marcado acento berlinés, aplaudida frenéticamente por aquellos espectadores que entendían alemán. Enseguida cuatro girls inglesas, unas sisters cualesquiera, salieron a bailar unos pasos de giga, mezclada con algo de cake-walky de machicha. Eran unas muchachas muy lindas. Levantaban hasta muy arriba sus crujientes faldas para enseñar unos calzones adornados con cintitas, pero afortunadamente los calzones estaban cortados y en ocasiones dejaban ver sus grandes muslos encuadrados por la batista de las enaguas, o los pelos que atenuaban la blancura de su vientre. Cuando levantaban la pierna, sus coños musgosos se entreabrían. Cantaban:

My cosey córner girl

y fueron más aplaudidas que la ridicula fraulein que las había precedido.

Algunos oficiales rusos, probablemente demasiado pobres para pagarse una mujer, se masturbaban concienzudamente contemplando, con los ojos dilatados, este espectáculo paradisíaco en el sentido mahometano del término.

De vez en cuando, un potente chorro de semen brotaba de uno de esos miembros para ir a aplastarse sobre un uniforme vecino o incluso sobre una barba. Después de las girls, la orquesta atacó una bulliciosa marcha y el número sensacional se presentó en escena. Estaba formado por una española y un español. Sus trajes toreros causaron una viva impresión entre los espectadores que entonaron un Boje Tsaria Krany de circunstancias.

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Little fury things

Dinosaur jr.

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martes, 18 de noviembre de 2008

Va de bebidas

Hará un par de días en el coche, sobre las ocho de la tarde, iba tranquilamente escuchando Catalunya Ràdio cuando empezó a sonar una melodía a la que estoy acostumbrado, la melodía de 'el cafè de la república'. 'No puede ser, empieza a las nueve' pensé, pero mientras pensaba eso, quedé en evidencia, ya que no era el programa, era el anuncio. Seguidamente de la música escuché la voz de Joan Barril que empezó a decir una cosa parecida a 'porque realmente el café no es una bebida, es un ámbito'.

Y no puedo estar más de acuerdo.



Un café siempre es una excusa para poder hacer una pausa a la monotonía del estudio, el trabajo, o una tarde sin expectativas. Es el mejor argumento para llamar por teléfono a un amigo, y proponer quedar a media tarde para contarse el uno al otro cada cual sus cosas con un café delante, y dando pequeños sorbos, ir acercándose poco a poco a la manera de ver las cosas de la persona que hay delante, de enterarse de qué es de la vida de aquel amigo que hace tanto tiempo que no se ve y que siempre es incomprensible haber llegado a perder tanto la relación. Y todo eso es capaz de proporcionarlo unos cuantos granos molidos que por cosa de un euro (y no 0.80) se puede encontar en cualquier sitio.

Además el café da eso que tantas veces reclamamos y tan pocas veces encontramos, tranquilidad. Un café se toma con paciencia, haciéndolo durar, para hacer durar los momentos con los amigos antes de volver a la realidad del exterior de la burbuja que se crea entre los consumidores del café.

Y pasa lo mismo con la cerveza...

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Quiero dormir

Quiero dormir, pero no un sueño que los demás conozcan..
uno mío, solitario, extraño y diferente
Quiero dormir, en mí misma, en silencio, aislada...
Quiero dormir, con luz tenue, para ver si soy capaz de entre sus ciclos, animarme a destaparme tan sólo un poco.
Porque quizá, de ese modo, algo de todo lo que se esconde bajo la pesada tela, salga huyendo temeroso del aire nuevo, puro y frío.
Y no puedo, porque algo lo impide, es quizá que lo que creo que me tapa, me retiene y me reduce a la impotencia de saber que no soy nada ante su fuerza..??
Quiero dormir, descansar y soñar que al despertar se habrá marchado.
Quiero dormir y no sé cómo, cuándo ni de qué manera.

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lunes, 17 de noviembre de 2008

Memoria Histórica en Argentina

Os copio una carta al director que se me ha ocurrido mandar a El País, viendo lo que se lee por ahí:

Leo con estupor el artículo de Benjamín Prado en que sugiere en su propio titular "¿Por qué no traer a España a Machado y Azaña?".

Estupor. Ésta es la reacción que me provoca leer semejante opinión por parte de un escritor de prestigio, cuando más bien parece surgida de la dubitativa seguridad de los que proclaman en un exabrupto lo primero que se les ocurre para hablar de algo tan incómodo como está siendo la Memoria Histórica.

Déjenme contarles unas palabras de mí. Precisamente yo también soy escritor. Desde hace años colaboro con los organismos de Derechos Humanos de Argentina a pesar de no haberme radicado de forma permanente en el país. He tenido la suerte de participar en actos como el concierto por la derogación de la Ley de Punto Final y Obediencia Debida, la recuperación para la Memoria de los Centros Clandestinos de Detención y Tortura (CCDyT) Campo de Mayo, Club Atlético y ex-Esma. También he participado en numerosas reuniones para debatir acerca de cómo recrear esos lugares, que en cierto sentido es recrearse uno mismo por hacer legítimo el pasado, es decir, por hacerlo más habitable. Ese trabajo se ha venido realizando por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, varias facultades de la Universidad de Buenos Aires, las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo y muchos otros organismos institucionales y sociales. Por tanto, engloba a toda la sociedad porque es algo que atañe a todo el mundo. Y esto quizás sorprenda a muchos: este proyecto no implica dolor. Al contrario: cuando se identifica el cadáver de un familiar desaparecido sólo hay alegría, pues por fin se lo puede enterrar en un lugar donde pueda ser visitado, recordado y honrado como merece. De eso se trata, así de simple. No en vano desde la fundación de la Asociación Madres de Plaza de Mayo - en 1977 - se adoptó la pregunta "¿dónde están?" para reivindicar a los desaparecidos.

Y ahí es donde está la enorme incongruencia de Benjamín Prado. Sabemos que el exilio siempre es fiero y árido y que las muertes de Machado y de Azaña fueron particularmente deplorables, pero sus cuerpos yacen en un lugar físico, palpable y bien delimitado. Incluso "su tumba se ha convertido en un lugar de peregrinaje para los poetas españoles" en el caso de Machado, según atestigua Prado en su artículo. Entonces ¿qué necesidad habría de remover sus restos si ya sabemos dónde están? Sería como si los argentinos pongamos que quisieran exhumar el cuerpo de Cortázar (enterrado en el cementerio de Montparnasse, en París) y luego repatriarlo, por considerar que murió en el exilio. Ya que, ciertamente, Julio Cortázar se consideró exiliado desde 1973, año en que se le vetó la entrada a Argentina a raíz de los ataques vertidos contra el gobierno de facto en el Libro de Manuel.

No le busquemos el pelo al huevo, como dicen los argentinos. O no le busquemos los tres pies al gato, como decimos los españoles. La recuperación de la Memoria Histórica es devolver el cuerpo de los desaparecidos a sus familiares. ¿Cómo es posible que eso sea siquiera motivo de controversia?

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Sirio



Sirio es la estrella más brillante de nuestro cielo, ninguna otra se acerca a su magnitud. No es extraño que muchos pueblos la divinizasen, que los egipcios contaran el comienzo del año a partir de su primera aparición en el cielo de madrugada, que el genial Aristarco de Samos la considerase un sol y que Kant creyese que era el centro de gravitación alrededor del cual girarían los demás astros, incluido nuestro sistema planetario.
Los egipcios, que la llamaban Shotis (luminaria), la representaban con un perro, de ahí el nombre de Can Mayor, que se dio a la constelación y de donde viene la palabra canícula, con que nos referimos a la época más calurosa del verano porque, aunque por efecto de la precesión de los equinoccios, ahora Sirio aparezca a principios de septiembre, entonces lo hacía a finales de junio.
Entre los poetas clásicos se hizo usual hablar de "la roja canícula". El más explícito es Séneca,aficionado a la Astronomía y conocía bien las estrellas, quien afirma "Sirio es rojo", cuando, aunque a primera vista nos parezca una estrella azulada, es una estrella blanca. Ése es el verdadero misterio de Sirio y no que hombres de Sirio visitasen a los dogón en Mali.

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domingo, 16 de noviembre de 2008

El ojo cacodilato

Francis Picabia

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La Caida de las Torres Gemelas: Misterios del 911

Este es un impactante vídeo sobre la caída de las Torres Gemelas en Nueva York el 11 de Septiembre del 2001, en el cual con argumentos muy serios se demuestra que la caída de estas monumentales torres no se debió a los avionazos sino a una demolición totalmente controlada en la cual se utilizaron explosivos, con la cual se dejan una gran cantidad de preguntas sin contestar en lo que es el misterio de lo ocurrido en el llamado caso 911.

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viernes, 14 de noviembre de 2008

¿2000 años no son nada? El zodíaco ha cambiado

* I. 12 Marzo al 18 Abril: Piscis
* II. 19 Abril al 13 de Mayo: Aries
* III. 14 de Mayo al 19 de Junio: Tauro
* IV. 20 de Junio al 20 de Julio: Géminis
* V. 21 de Julio al 9 de Agosto: Cáncer
* VI. 10 de Agosto al 15 de Septiembre: Leo
* VII. 16 de Septiembre al 30 de Octubre: Virgo
* VIII. 31 de Octubre al 22 de Noviembre: Libra
* IX. 23 de Noviembre al 29 de Noviembre: Escorpión
* X. 30 de Noviembre al 17 de Diciembre: Ofiuco
* XI. 18 Diciembre al 18 Enero: Sagitario
* XII. 19 Enero al 15 Febrero: Capricornio
* XIII. 16 Febrero al 11 Marzo: Acuario

Estos son los signos zodiacales verdaderos, según la posición real del Sol entre las constelaciones zodiacales.
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Se comienzan a contar desde Piscis, pues ésta es la constelación zodiacal donde se encuentra el Punto 0, el lugar donde se intersectan las líneas de la eclíptica y del Ecuador Celeste. El Sol pasa por allí durante el equinoccio de marzo.

Que una persona sea de un signo u otro, depende de la constelación zodiacal por donde pasaba el sol en el momento de su nacimiento.

Si hubiese nacido hace dos mil años sería efectivamente del "signo" que dice su horóscopo. Esta diferencia es producto del movimiento de "precesión" de la Tierra, debido a que no es esférica, sino un elipsoide achatado por los polos.

Los astrólogos no toman en cuenta el movimiento de precesión ocurrido desde el año 120, fecha en la que Claudio Ptolomeo escribió el "Almagesto", el libro en el que se basan las predicciones astrológicas, y siguen considerando el cielo como era dos mil años atrás. De ahí las diferencias de un signo completo que tienen con las posiciones reales de los planetas, el Sol y la Luna, en su movimiento por las constelaciones zodiacales.


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Las once mil vergas (XXX)

Héléne, vestida a medias, condujo a Mony a una habitación obscura y sin muebles, en la que una falsa ventana interior vidriada daba a una de las habitaciones de la muchacha. Wanda, la hija del general, era una persona bastante bonita de unos diecisiete años. Blandía una nagaika y azotaba con todas sus fuerzas a una hermosísima muchacha rubia, arrodillada a cuatro patas ante ella y con las faldas arremangadas. Era Nadeja. Su culo era maravilloso, enorme, regordete. Se contoneaba debajo de un talle inverosímilmente delgado. Cada golpe de nagaika la hacía saltar y el culo parecía hincharse. Lo tenía rayado en forma de cruz de San Andrés por las marcas que dejaba la terrible nagaika.

–Señora, no lo haré más –gritaba la azotada, y su culo al alzarse mostraba un coño muy abierto, sombreado por un bosque de pelos rubios como la estopa.

–Ahora vete –gritó Wanda, pegando un puntapié en el coño de Nadeja, que huyó dando alaridos.

Luego la muchacha fue a abrir un pequeño camarín de donde salió una niña de trece o catorce años, delgada y morena, de aspecto vicioso.

–Es Ida, la hija del dragomán de la embajada de Austria-Hungría –murmuró Héléne al oído de Mony–; fornica con Wanda.

En efecto, la niña arrojó a Wanda sobre la cama, le levantó las faldas y sacó a la luz una selva de pelos, selva virgen aún, de donde emergió un clítoris largo como el meñique, que ella empezó a chupar frenéticamente.

–Chupa fuerte, Ida mía –dijo Wanda amorosamente–, estoy muy excitada y tú debes estarlo también. No hay nada tan excitante como azotar un culo grande como el de Nadeja. Ahora ya no chupes más... voy a follarte.
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La niña, con las faldas levantadas, se colocó cerca de la mayor. Las piernas gordezuelas de ésta contrastaban singularmente con los muslos delgados, morenos y vigorosos de aquélla.

–Es curioso –dijo Wanda– que te haya desvirgado con mi clítoris y que yo misma sea virgen aún.

Pero el acto había empezado. Wanda abrazaba furiosamente a su amiguita. Ella acarició un momento su coñito casi imberbe aún. Ida decía:

–Mi pequeña Wanda, mi maridito, cuántos pelos tienes, ¡jódeme! Pronto el clítoris entró en la raja de Ida y el bello culo redondo de Wanda se agitó furiosamente.
Mony, a quien este espectáculo ponía fuera de sí, pasó una mano por debajo de las faldas de Héléne y la masturbó hábilmente. Ella le devolvió el cumplido agarrando con toda la mano su enorme cola y lentamente, mientras las dos sáficas se abrazaban desenfrenadamente, manipulaba la enorme cola del oficial. Descabezado, el miembro humeaba. Mony estiraba los corvejones y pellizcaba nerviosamente el botoncito de Héléne. De golpe, Wanda, encarnada y desmelenada, se levantó de encima de su amiguita que, cogiendo una vela de candelabro, acabó la obra comenzada por el desarrollado clítoris de la hija del general. Wanda fue hasta la puerta, llamó a Nadeja que volvió asustada. La preciosa rubia, por orden de su señora desabrochó su corpino y sacó sus grandes pechos, luego se levantó las faldas y tendió su culo. El clítoris erecto de Wanda penetró fácilmente entre las nalgas satinadas y entró y salió como un hombre. La pequeña Ida, cuyo pecho ahora desnudo era encantador pero plano, se acercó para continuar el juego con su vela, sentada entre las piernas de Nadeja, cuyo coño chupó hábilmente. Mony descargó en este mismo momento bajo la presión ejercida por los dedos de Héléne y el semen fue a chocar contra el cristal que les separaba de las bacantes. Tuvieron miedo de que se dieran cuenta de su presencia y se fueron.

Pasaron abrazados por un pasillo: –¿Qué significa –pidió Mony– esta frase que me ha dicho el portero: “El general está mojando bastoncitos en su huevo pasado por agua”?

–Mira –respondió Héléne, y por una puerta entreabierta que dejaba ver el interior del despacho del general, Mony vio a su jefe de pie enculando a un encantador muchachito. Sus rizados cabellos castaños le caían sobre los hombros. Sus ojos azules y angelicales contenían la inocencia de los efebos que los dioses hacen morir jóvenes porque les aman. Su bello culo blanco y duro parecía no aceptar más que con pudor el regalo viril que le hacía el general que se parecía bastante a Sócrates.

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jueves, 13 de noviembre de 2008

Edward Weston



En México, Edward Weston comenzó a estudiar las posibilidades que ofrecían objetos funcionales, fabricados en masa, como los retretes de cerámica de la casa que había alquilado. Durante más de una semana estuvo buscando la mejor manera de hacer una fotografía adecuada de este "receptáculo brillantemente esmaltado de extraordinaria belleza". Su objetivo era plasmar el retrete libre de cualquier connotación humorística, escatológica, obscena o de otro tipo, para expresar la "respuesta absolutamente estética a la forma". Cuando, por fin, hizo la foto que deseaba, se la mostró a Diego Rivera quien exclamó: "Nunca en mi vida había visto una fotografía tan bella"

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¿Por qué me tengo yo que enamorar?

Los Fresones Rebeldes

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La existencia precede a la esencia (2)

El hombre es el único que no sólo es tal como él se concibe, sino tal como él se quiere, y como se concibe después de la existencia, como se quiere después de este impulso hacia la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que él se hace.
Éste es el primer principio del existencialismo. Es también lo que se llama la subjetividad, que se nos echa en cara bajo ese nombre. Pero ¿qué queremos decir con esto sino que el hombre tiene una dignidad mayor que la piedra o la mesa? Pues queremos decir que el hombre empieza por existir, es decir, que empieza por ser algo que se lanza hacia un porvenir, y que es consciente de proyectarse hacia el porvenir.
El hombre es ante todo un proyecto que se vive subjetivamente, en lugar de ser un musgo, una podredumbre o una coliflor; nada existe previamente a este proyecto; nada hay en el cielo inteligible, y el hombre será, ante todo, lo que habrá proyectado ser. No lo que querrá ser.
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Pues lo que entendemos ordinariamente por querer es una decisión consciente, que para la mayoría de nosotros es posterior a lo que el hombre ha hecho de sí mismo. Yo puedo querer adherirme a un partido, escribir un libro, casarme; todo esto no es más que la manifestación de una elección más original, más espontánea que lo que se llama voluntad.
Pero si verdaderamente la existencia precede a la esencia, el hombre es responsable de lo que es. Así, el primer paso del existencialismo es poner a todo hombre en posesión de lo que es, y asentar sobre él la responsabilidad total de su existencia. Y cuando decimos que el hombre es responsable de sí mismo, no queremos decir que el hombre es responsable de su estricta individualidad, sino que es responsable de todos los hombres.
Hay dos sentidos de la palabra subjetivismo, y nuestros adversarios juegan con los dos sentidos. Subjetivismo, por una parte, quiere decir elección del sujeto individual por sí mismo, y por otra, imposibilidad para el hombre de sobrepasar la subjetividad humana.
El segundo sentido es el sentido profundo del existencialismo. Cuando decimos que el hombre se elige, entendemos que cada uno de nosotros se elige, pero también queremos decir con esto que, al elegirse, elige a todos los hombres.
En efecto, no hay ninguno de nuestros actos que, al crear al hombre que queremos ser, no cree al mismo tiempo una imagen del hombre tal como consideramos que debe ser. Elegir ser esto o aquello es afirmar al mismo tiempo el valor de lo que elegimos, porque nunca podemos elegir mal; lo que elegimos es siempre el bien, y nada puede ser bueno para nosotros sin serlo para todos.
Si, por otra parte, la existencia precede a la esencia y nosotros quisiéramos existir al mismo tiempo que modelamos nuestra imagen, esta imagen es valedera para todos y para nuestra época entera.
Así, nuestra responsabilidad es mucho mayor de lo que podríamos suponer, porque compromete a la humanidad entera. Si soy obrero, y elijo adherirme a un sindicato cristiano en lugar de ser comunista; si por esta adhesión quiero indicar que la resignación es en el fondo la solución que conviene al hombre, que el reino del hombre no está en la tierra, no comprometo solamente mi caso: quiero ser un resignado para todos; en consecuencia, mi proceder ha comprometido a la humanidad entera.
Y si quiero -hecho más individual- casarme, tener hijos, aun si mi casamiento depende únicamente de mi situación, o de mi pasión, o de mi deseo, con esto no me encamino yo solamente, sino que encamino a la humanidad entera en la vía de la monogamia. Así soy responsable para mí mismo y para todos, y creo cierta imagen del hombre que yo elijo; eligiéndome, elijo al hombre.

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miércoles, 12 de noviembre de 2008

Libertad, igualdad, fraternidad y geometría.

Para librar a la Nación Francesa de la dependencia en que hasta hoy ha vivido de la industria extranjera necesitamos en primer lugar dirigir la educación nacional hacia el conocimiento de los objetos que exigen exactitud, lo que hasta nuestros días se ha descuidado en un todo, y acostumbrar las manos de nuestros artistas al manejo de todo género de instrumentos, que enseñan a trabajar con precisión, y a medir los grados diferentes del trabajo; entonces los consumidores, sabiendo apreciar la exactitud, la podrán exigir en todas las cosas, y estimarlas por su justo precio; y nuestros artistas, familiarizados con ella desde su niñez, se hallarán en estado de alcanzarla.

Es preciso en segundo lugar hacer popular el conocimiento de un gran número de fenómenos naturales indispensables al progreso de la industria, y aprovecharnos para el adelantamiento de la instrucción general de la Nación de la circunstancia feliz en que se halla de tener a su disposición los principales recursos que le son necesarios.

Y en fin, difundir entre nuestros artistas el conocimiento de los procedimientos de las artes, y el de las máquinas que tienen por objeto, o disminuir la mano de obra, o dar a los resultados del trabajo más uniformidad y precisión; y en cuanto a esto es preciso confesar que tenemos mucho que aprender de las naciones extranjeras.

Todas estas miras solo se conseguiran dando a la educación nacional una dirección nueva.

Familiarizando desde luego con el uso de la geometría descriptiva a todos los jóvenes de talento, tanto a los que tienen bienes de fortuna, para que algún dia puedan hacer de sus capitales un empleo útil a sí y a la nación, como a aquellos que no tienen mas que su educación, a fin de que puedan dar a su trabajo mayor precio.

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Este arte tiene dos objetos principales.

El primero es representar con exactitud sobre los diseños de dos dimensiones los objetos que tienen tres, y que son susceptibles de una determinación rigurosa.

Bajo este punto de vista es una lengua necesaria al hombre de genio que concibe un proyecto, a los que deben dirigir su ejecución y en fin, a los artistas que por sí mismos deben ejecutar sus partes diferentes.

El segundo objeto de la geometría descriptiva es deducir de la descripción exacta de los cuerpos todo cuanto se sigue necesariamente de sus formas y de sus posiciones respectivas. En este sentido es un medio de investigar la verdad; ofrece ejemplos continuamente del paso de lo conocido a lo desconocido, y porque se halla siempre aplicada a objetos susceptibles de la mayor evidencia, es necesario que entre en el plan de la educación nacional. No solamente es a propósito para ejercitar las facultades intelectuales de un gran pueblo; y por lo mismo contribuir a la perfección de la especie humana, sino que también es indispensable a todos los obreros, cuyo objeto es dar a los cuerpos ciertas formas determinadas; y los progresos tan lentos de nuestra industria de deben atribuir a que los métodos de este arte se han difundido hasta ahora muy poco, o casi se descuidaron enteramente.

La educación nacional pues recibirá una dirección ventajosa familiarizando nuestros jóvenes artistas con la aplicación de la geometría descriptiva a las construcciones gráficas que son necesarias al mayor número de artes, y haciendo uso de esta geometría para la representación y la determinación de los elementos de las máquinas, por medio de las cuales el hombre, poniendo en contribución las fuerzas de la naturaleza, no se reserva, por decirlo así, en sus operaciones otro trabajo que el de su inteligencia.

No es menos ventajoso derramar el conocimiento de los fenómenos de la naturaleza, que puedan convertirse en provecho de las artes.

El encanto que les acompaña podrá vencer la repugnancia que en general tienen los hombres a la meditación intensa, y hará que hallen placer en el ejercicio de su inteligencia, que casi todos miran como penoso y fastidioso.

Así que, en la escuela normal debe haber un curso de geometría descriptiva.

Pero como no tengamos ninguna obra elemental buena sobre este arte, ya sea porque hasta ahora los sabios la hayan creído de poco interés, o ya porque la hayan practicado de un cierto modo oscuramente algunos ciudadanos, de cuya educación no se ha cuidado bastantemente, y que no sabían comunicar los resultados de sus meditaciones, un curso simplemente oral de ningún modo lograría su fin.

Es pues necesario para el curso de geometría descriptiva que se reúnan la práctica y la ejecución con la viva voz de los maestros.

Así aquellos de los ciudadanos, cuyos estudios anteriores se hayan dirigido a la geometría u otras ciencias exactas, se ejercitarán en las salas particulares de las construcciones gráficas de la geometría descriptiva.

Dos partes de este arte tienen métodos generales con los que se familiarizarán los ciudadanos valiéndose de la regla y del compás, sin los cuales sería difícil que llegasen a poderla enseñar ellos mismos.

Entre las diferentes aplicaciones que puede hacerse del método de proyecciones hay dos notables por su generalidad y por lo que tienen de ingeniosas, cuales son las construcciones de la perspectiva y la determinación rigurosa de la sombras en lso diseños. Estas dos partes se pueden considerar como el complemento del arte de describir los objetos. Se ejercitará en ellas a los ciudadanos, porque siendo su destino enseñar algún día los procedimientos de la geometría descriptiva, es necesario que conozcan todos sus recursos.

Enseguida el método de las proyecciones se aplicará a las construcciones gráficas necesarias al mayor número de las artes, tales como la del cantero, carpintero &c.

En fin, lo demás del curso se empleará al principio en la descripción de los elementos de las máquinas, a fin de estudiar sus formas y efectos, y después en las máquinas cuyo uso es muy importante difundir, sea que tengan por objeto dar al trabajo más precisión y uniformidad, o sea que tengan por fin emplear en la producción de un cierto trabajo las fuerzas de la naturaleza, y por eso aumentar el poder nacional.


Gaspard Monge, 1803

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Comienza la animación

El show de Blackton

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martes, 11 de noviembre de 2008

Carta de Froylán Turcios a A. C. Sandino

Rubén Darío dijo del hondureño Froylán Turcios «Es un caso típico de nuestra zona: produce libros, escribe periódicos y hace revoluciones».

Tegucigalpa, Honduras, 17 de diciembre de 1928

Sr. Gral. Augusto C. Sandino.
Donde esté.

Mi querido amigo:
Me dijo Ud. en una de sus recientes cartas, en un párrafo de su puño y letra, que venía de postdata, que me considera su mejor amigo. Yo lo quiero aún más, como a mi único hermano por el corazón y por los grandes ideales de Justicia y Libertad. Y por esto, precisamente, estoy en la forzosa e ineludible obligación de hablarle con la más absoluta franqueza, con la alta franqueza digna de los dos.
Yo tengo el deber de cuidar de su gloria, de la gloria del Libertador Sandino, el hombre más brillante de los tiempos modernos. Pero el Sandino de mis admiraciones, el símbolo de nuestra Raza, y la Gran Bandera de la Libertad, es el egregio paladín arriesgado heroicamente en una empresa gigantesca para arrojar al poderoso conquistador del suelo de su Patria.
Conseguido ese magno objetivo, su victoria es absoluta; y de ningún modo puede mezclarse en otra empresa menuda, como sería el encabezar una guerra civil para poner a éste o aquél en la silla presidencial de Nicaragua. El patricio, el prócer Sandino, mi amigo, mi hermano, por quien daría mi sangre, es el Héroe de los Héroes en la guerra de Independencia que hoy asombra al mundo. Al Sandino, caudillo en una guerra civil, en una miserable contienda fratricida, "no lo conozco", y nada tendría que ver con él.
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No estaré, pues, jamás, de acuerdo con la misión a México. Yo no debo cooperar a empequeñecer la homerica figura del "Libertador Sandino", cuando he puesto mis mejores energías en hacerlo brillar como un nuevo Bolívar bajo el cielo de América.
En el número de antier de "El Demócrata" de esta ciudad, apareció el texto que le acompaño, de un proyecto de pacto entre Moncada, Díaz y Ud., redactado por los señores Escolástico Lara, Sofonías Salvatierra y Salomón de la Selva.
Antes que todo, ruégole decirme si estos señores tienen representación de Ud., para proponer pactos de arreglo. Entendía, por lo que Ud. me ha dicho en varias ocasiones, que sólo yo tendría este derecho. De todos modos, el proyecto en referencia tiene sus cosas buenas. Deseo saber si podría yo escribir un pacto, que fuera respetado por Ud., con las siguientes bases, tomadas o ampliadas de éste a que me refiero:
1) El Gobierno de Nicaragua, presidido por el Gral. Moncada, pedirá a Estados Unidos y obtendrá el inmediato retiro de todas las fuerzas norteamericanas que se hallan en aquella república.
2) Inmediatamente después que haya salido de Nicaragua el último soldado norteamericano, el Gral. Augusto C. Sandino y todos sus jefes y soldados que están a sus órdenes, depondrán las armas, guardándolas en Costa Rica, para el caso de que tuvieran necesidad de hacer uso de ellas, si nuevamente soldados norteamericanos invadieran el territorio de Nicaragua; y reconocerán la constitución del Gobierno presidido por el Gral. Moncada.
3) El Gobierno del Gral. Moncada pondrá en todo su rigor la Constitución de la República, y tomará sin pérdida de tiempo, una vez constituido, las medidas necesarias a fin de no tener efecto de ley todas aquellas disposiciones y demás medidas que violan o contrarian la Constitución.
4) El Gobierno del Gral. Moncada reconocerá al Gral. Sandino y a sus oficiales y soldados sus derechos ciudadanos, amarándolos, mediante la más amplia amnistía.
Espero que se servirá contestar esta carta a la mayor brevedad posible, dándole instrucciones especiales al correo a fin de que llegue sin la menor demora.

Mis mejores saludos para la Legión Sagrada.

Un abrazo para Ud.

Patria y Libertad
Froylán Turcios

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Sensemayá

Nicolás Guillén Silvestre Revueltas



(Canto para matar a una culebra)

¡Mayombe--bombe--mayombé!
¡Mayombe—bombe--mayombé!
¡Mayombe--bombe--mayombé!

La culebra tiene los ojos de vidrio;
la culebra viene y se enreda en un palo;
con sus ojos de vidrio, en un palo,
con sus ojos de vidrio.
La culebra camina sin patas;
la culebra se esconde en la yerba;
caminando se esconde en la yerba,
caminando sin patas.

¡Mayombe—bombe--mayombé!
¡Mayombe--bombe--mayombé!
¡Mayombe—bombe--mayombé!

Tú le das con el hacha, y se muere:
¡dale ya!
¡No le des con el pie, que te muerde,
no le des con el pie, que se va!

Sensemayá, la culebra,
sensemayá.
Sensemayá, con sus ojos,
sensemayá.
Sensemayá, con su lengua,
sensemayá.
Sensemayá, con su boca,
sensemayá ...

¡La culebra muerta no puede comer;
la culebra muerta no puede silbar;
no puede caminar,
no puede correr!
¡La culebra muerta no puede mirar;
la culebra muerta no puede beber;
no puede respirar,
no puede morder!

¡Mayombe—bombe--mayombé!
Sensemayá, la culebra…
¡Mayombe--bombe--mayombé!
Sensemayá, no se mueve…
¡Mayombe—bombe--mayombé!
Sensemayá, la culebra…
¡Mayombe—bombe--mayombé!
Sensemayá, se murió!

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lunes, 10 de noviembre de 2008

El monstruo Milton

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domingo, 9 de noviembre de 2008

El arte del pueblo (5)

Como muestra claramente la recopilación de cantes flamencos que llevó a cabo Antonio Machado Álvarez "Demófilo" en 1881, el pueblo ha sabido expresar siempre con precisión y con gracia, corto y por derecho, complejidades del querer y de la vida.



Cuando más yo te quería,
me precisó el olvidarte,
porque si no me moría.

De manera que siempre nos salen al encuentro coplas que clavan lo que nos está pasando

Yo no sé lo que le ha dao
Esta serrana a mi cuerpo
Que hago por desecharla
Y más presente la tengo.

O este par de soleares que vienen a hablar de lo mismo, de algo que le pasa a quien está enamorado y sufre algún tipo de distancia.

Ensoñé con el deseo:
Son mis fatigas tan grandes,
que estoy durmiendo y te veo.

Es tanto lo que te quiero,
que estoy durmiendo en mi cama,
abro los ojos y te veo.

También en este momento es apropiada mi copla favorita y el motivo de que me haya puesto a recuperar esta serie, el amor me ha ido llevando por otra vereda que viene a parar al mismo sitio pues esta copla también habla de mí y de mi querer.


Pensamiento, ¿adónde me llevas,
que no te puedo seguir?
No me metas en paraje
donde no pueda salir.

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Las once mil vergas (XXIX)

De golpe cesó la música, Héléne lanzó un grito. Un oficial giró la cabeza. Mony, que acababa de ver su fotografía, reconoció a Fedor que saludó con su sable gritando:

–Adiós, Héléne, marcho a la guerra... Ya no nos volveremos a ver. Héléne se volvió pálida como una muerta y cayó desvanecida en los brazos de Mony que la transportó a la cama.

El le quitó primero su corsé y los senos se irguieron. Eran dos soberbios pechos con las puntas rosadas. Los chupó un poco, luego desabrochó la falda y se la quitó igual que las enaguas y el corpiño. Héléne quedó en camisa. Mony, muy excitado, levantó la blanca tela que escondía los incomparables tesoros de dos piernas sin defecto alguno. Las medias llegaban hasta la mitad de los muslos que eran redondos, como torres de marfil. En la base del vientre se ocultaba la gruta misteriosa en un bosque sagrado, salvaje como los otoños. El vellocino era espeso y los apretados labios del coño no dejaban vislumbrar más que una raya parecida a una muesca mnemónica como las que hay en los mojones que sirven de calendarios a los incas. Mony respetó el desmayo de Héléne. Le quitó las medidas y empezó a lamerle todo el cuerpo con la lengua. Sus pies eran bonitos, regordetes como los pies de un bebé. La lengua del príncipe empezó por los dedos del pie derecho.
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Limpió concienzudamente la uña del dedo gordo, luego la pasó entre las junturas.

Se detuvo mucho rato en el dedo pequeño que era lindo, lindo. Notó que el pie derecho tenía gusto de frambuesa. La lengua lechosa se perdió a continuación entre los pliegues del pie izquierdo al que Mony encontró un sabor que recordaba al del jamón de Maguncia.
En este momento Héléne abrió los ojos y se movió. Mony detuvo sus ejercicios linguales y miró a la preciosa muchacha alta y regordeta que se desperezaba. Su boca abierta por los bostezos mostró una lengua rosada entre los pequeños y marfileños dientes. Inmediatamente ella sonrió.

HELENE –Príncipe, ¿en qué estado me habéis dejado?
MONY –¡Héléne! Os he puesto cómoda para vuestro propio bien. He sido un buen samaritano para vos. Una buena acción no se malgasta nunca y he encontrado una exquisita recompensa en la contemplación de vuestros encantos. Sois exquisita y Fedor es un bribón con suerte.
HELENE! –¡No le veré nunca más, ay! Los japoneses le matarán.
MONY –Me gustaría reemplazarle, pero por desgracia, yo no tengo tres testículos.
HELENE –No hables así, Mony, tú no tienes tres, es verdad, pero lo que tú tienes está tan bien como lo suyo.
MONY –¿Es verdad eso, marranita? Espera que deshaga mi cinturón... Ya está. Muéstrame tu culo... qué grande es, qué redondo y mofletudo... Parece un ángel a punto de soplar... ¡Mira! he de darte una azotaina en honor de tu hermana Culculine... clic, clac, pan, pan...
HELENE –¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! Me calientas, estoy completamente mojada.

MONY
–Qué pelos tan gruesos tienes... clic, clac; es absolutamente imprescindible que haga enrojecer tu gran rostro posterior.

Mira, no está enfadado, cuando te meneas un poco, se diría que se divierte.

HELENE
– Acércate que te desabroche, muéstrame ese mamoncillo que quiere calentarse en el seno de su mamá. ¡Qué bonito es! Tiene una cabecita encarnada y ningún pelo. No faltaba más, tiene pelos abajo en la raíz y son duros y negros. Qué bello es este huérfano... métemelo, anda! Mony, quiero sobarlo, chuparlo, hacerlo descargar...


MONY
–Espera que te haga un poco de hoja de rosa...


HELENE
– ¡Ah! Es bueno, siento tu lengua en la raya de mi culo... Entra y escudriña los pliegues de mi roseta. ¿No plancha demasiado mi pobre higo, verdad, Mony? ¡Toma! Te hago buen culo. ¡Ah! Has colocado tu cara entre mis nalgas. Toma, un pedo... Te pido perdón, ¡no he podido aguantarme!... ¡Ah! tus bigotes me pican y además babeas... puerco... babeas. Dame tu gruesa verga, que la chupe... tengo sed...


MONY
– ¡Ah, Héléne, qué hábil es tu lengua! Si enseñas la ortografía tan bien como afilas lápices, debes ser una institutriz despampanante... ¡Oh! me picoteas el agujero del glande con la lengua... Ahora, la siento en la base del glande... limpias el pliegue con tu lengua cálida. ¡Ah, felatriz sin par!, ¡mamas incomparablemente! ... No chupes tan fuerte. Te metes el glande todo entero en tu boquita. Me haces daño... ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! Me haces cosquillas en todo el miembro... ¡Ah! ¡Ah! No me chafes los testículos... Tus dientes son puntiagudos... Eso es, vuelve a coger la cabeza del nudo, es allí donde hay que trabajar... ¿Te gusta mucho el glande?... marranita... ¡Ah! ¡Ah!... ¡Ah!... ¡Ah!... des... cargo... puerca... se lo ha tragado todo... Anda, dame tu gran coño, que te masturbaré mientras vuelve a endurecerse mi verga.
HELENE
–Más deprisa... Mueve tu lengua sobre mi botón... ¿Sientes como aumenta de tamaño mi clítoris?... di... hazme las tijeras... Eso es... Hunde bien el pulgar en el coño y el índice en el culo. ¡Ah! ¡Es bueno!... ¡Es bueno!... ¡Toma! ¿Oyes mi vientre que ruge de placer?... Eso es, tu mano izquierda sobre mi teta izquierda... Aprieta la fresa... Estoy gozando... ¡Toma!... ¿sientes mis culadas, mis caderazos?... ¡puerco! es bueno... ven a joderme. Rápido, dame tu verga que la chupe para ponerla dura otra vez, pongámonos en 69, tú encima mío...

Está bien dura, marrano, no has tardado mucho, ensártame... Espera, se han enganchado unos pelos... Chúpame las tetas... así, ¡es bueno!... Entra hasta el fondo... aquí, quédate así, no te vayas... Te aprieto... Aprieto las nalgas... Estoy bien... Me muero... Mony... a mi hermana ¿la has hecho gozar tanto?... empuja... me llega hasta el fondo del alma... me hace gozar como si estuviera muriéndome... no puedo más... querido Mony... vamos juntos. ¡Ah! no puedo más, lo suelto todo... descargo...

Mony y Héléne descargaron al mismo tiempo. Inmediatamente él le limpió el coño con la lengua y ella hizo lo mismo con su miembro.

Mientras él se abrochaba y Héléne se vestía, oyeron unos gritos de dolor lanzados por una mujer.

–No es nada –dijo Héléne– están dando una azotaina a Nadeja; es la doncella de Wanda, mi alumna, la hija del general.

–Déjame ver esta escena –dijo Mony.

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Caosmeando

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