jueves, 29 de noviembre de 2007

Una perla y un pecio IX

"I just want to hear some rhythm."

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The Cure


Fire in Cairo


A Forest
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Secrets


Play for today


The Love Cats


Killing An Arab


The Walk



Close to me



Hot Hot Hot!!!


Catch


Lullaby


The 13th


The Cure 1979-2004

http://es.wikipedia.org/wiki/The_Cure#Inicios_de_The_Cure

Videos y el enlace típico wikipedia para poder escuchar, mientras se lee su historia, su música. Una delicia.

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Me cago en tó

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Las listas de Metterling, Woody Allen

Para acabar con la crítica freudiana

Las listas de Metterling

Por fin, Venal & Sons acaba de publicar el primer volumen tan largamente esperado de las listas de ropa de Metterling (Las listas completas de ropa de Hans Metterling, vol. I: 437 págs., con una introducción de XXXII págs.; índice; $ 18,75), con un comentario erudito del conocido estudioso de Metterling, Gunther Eisenbud. La decisión de publicar esta obra por separado, antes de que se termine la inmensa oeuvre en cuatro volúmenes, es satisfactoria e inteligente ya que este libro contumaz y espumeante dejará de inmediato sin efecto los desagradables rumores según los cuales Venal & Sons, después de haber cosechado sustanciosas ganancias con las novelas, obras de teatro, cuadernos de anotaciones, diarios y cartas de Metterling, sólo procuraba seguir embolsando copiosos beneficios con el mismo material. ¡Cuán errados han estado los propagadores de esos rumores! Por cierto, la mismísima primera lista de ropa de Metterling

LISTA Nº 1
6 pares de calzoncillos
4 camisetas
6 pares de calcetines azules
4 camisas azules
2 camisas blancas
6 pañuelos
Sin almidón

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es la perfecta y casi sublime introducción a este genio problemático, conocido por sus contemporáneos como el "Raro de Praga". Esta primera lista fue garrapateada mientras Metterling escribía Confesiones de un queso monstruoso, obra de sorprendente importancia filosófica en la que probó no sólo que Kant estaba equivocado acerca del universo, sino que tampoco había cobrado nunca un cheque. La repugnancia que sentía Metterling por el almidón es típica de la época, y cuando este paquete de ropa le fue devuelto demasiado rígido, Metterling se puso de mal humor y sufrió un ataque de depresión. Su ama de llaves, Frau Weiser, comunicó a unos amigos que "hace días que Herr Metterling está encerrado en su habitación llorando porque le han almidonado los calzoncillos". Breuer señaló ya en varias ocasiones la relación entre los calzoncillos almidonados y la sensación permanente que tenía Metterling de que hablaban de él hombres con carrillos (Metterling: Psicosis paranoica depresiva y las primas listas, Zeiss Press). Este tema de la incapacidad para seguir instrucciones aparece en la única obra teatral de Metterling, Asma, cuando Needleman lleva por equivocación al Valhalla la pelota de tenis maldita.

El evidente enigma de la segunda lista

LISTA Nº 2
7 pares de calzoncillos
5 camisetas
7 pares de calcetines negros
6 camisas azules
6 pañuelos
Sin almidón

radica en los siete pares de calcetines negros, pues hace ya mucho tiempo que es voz populi que Metterling era sumamente proclive al azul. Sin duda, durante años, la mera mención de cualquier otro color le ponía hecho una furia y en cierta ocasión dio un empujón a Rilke y le hizo caer sobre un montón de miel porque el poeta dijo que prefería las mujeres de ojos castaños. Según Anna Freud ("Los calcetines de Metterling como expresión de la madre fálica", Journal of Psychoannalysis, nov. 1935), este cambio súbito a ropajes más sombríos está relacionado con la infelicidad que le produjo el "Incidente Bayreuth". Allí fue donde, durante el primer acto de Tristán, no pudo contener un estornudo e hizo volar el peluquín de uno de los más ricos patrocinadores del teatro. El público se convulsionó, pero Wagner salió en su defensa con el ahora ya clásico comentario: "Todo el mundo estornuda". Para colmo, Cosima Wagner estalló en sollozos y acusó a Metterling de sabotear la obra de su marido.

Ya nadie duda de que Metterling se sentía atraído por Cosima Wagner; sabemos que una vez la cogió de la mano en Leipzig y cuatro años más tarde, una vez más, en el valle del Rhur. En Danzing, se refirió tangencialmente a la tibia de Cosima durante el transcurso de una tormenta y ella decidió que era mejor no volver a verlo nunca más. De regreso a su casa en estado de agotamiento, Metterling escribió Pensamiento de un pollo y dedicó el manuscrito original a los Wagner. Cuando éstos lo utilizaron para calzar la mesa de la cocina, que tenía una pata más corta, Metterling se enfadó y se cambió a calcetines oscuros. Su ama de llaves le rogó que conservara su azul tan amado o que, por lo menos, hiciera un intento con el marrón, pero Metterling la maldijo exclamando: "¡Perra, ¿y por qué no escoceses, eh?!

En la tercera lista

LISTA Nº 3
6 pañuelos
5 camisetas
8 pares de calcetines
3 sábanas
2 fundas de almohada

se menciona por primera vez la ropa de cama: Metterling sentía pasión por la ropa de cama, en especial por las fundas que él y su hermana, cuando eran niños, se ponían sobre la cabeza cuando jugaban a los fantasmas, hasta que un día él se cayó de bruces en una cantera de piedra. A Metterling le gustaba dormir con ropa de cama limpia y lo mismo le sucede a sus personajes de ficción. Horst Wasserman, el herrero impotente de Filete de arenque, comete un asesinato por un cambio de sábanas, y Jenny, en El dedo del pastor, está dispuesta a acostarse con Klinesman (a quien odia por haber frotado a su madre con mantequilla) "si esto significa dormir entre sábanas suaves". Es una tragedia el que la lavandería jamás dejara la ropa de cama a satisfacción de Metterling, pero afirmar, como ha hecho Pflatz, que su consternación al respecto no le permitió terminar Adónde vas, cretino, es absurdo. Metterling se permitía el lujo de enviar a lavar sus sábanas, pero no sentía dependencia por eso.

Lo que impidió a Metterling terminar el libro de poemas tanto tiempo proyectado, fue un romance abortado que figura en la "Famosa Cuarta Lista":

LISTA Nº 4
7 pares de calzoncillos
6 pañuelos
6 camisetas
7 pares de calcetines negros
Sin almidón
Servicio especial en veinticuatro horas.

En 1884, Metterling conoció a Lou Andreas-Salomé y de pronto nos enteramos de que a partir de entonces exigió que se le lavara la ropa todos los días. En realidad, los presentó Nietzsche quien dijo a Lou que Metterling podía ser un genio o un idiota y que intentara averiguarlo. En aquellos tiempos, el servicio especial en veinticuatro horas se estaba volviendo bastante popular en el Continente, sobre todo entre los intelectuales, y la innovación fue bien recibida por Metterling. Al menos era rápido, y Metterling adoraba la rapidez. Siempre se presentaba a las citas temprano -a veces varios días antes y entonces tenían que acomodarlo en el cuarto de huéspedes. A Lou también le encantaba el envío diario de ropa limpia de la lavandería. Se ponía tan contenta como una niña; a menudo llevaba a pasear a Metterling por el bosque y allí abría el último envío del escritor. A ella le encantaban sus camisetas y sus pañuelos, pero más que nada adoraba sus calzoncillos. Escribió a Nietzsche que los calzoncillos de Metterling eran los más sublimes que había encontrado en su vida, incluyendo Así habló Zaratustra. Nietzsche se portó como un caballero, al respecto, pero siempre sintió celos de los calzoncillos de Metterling y le contó a sus íntimos que le parecían "hegelianos en extremo". Lou Salomé y Metterling se separaron después del Gran Desastre de la Melaza de 1889 y, si bien Metterling perdonó a Lou, ésta siempre dijo de él que "su mente tenía sombras de frenopático".

La quinta lista

LISTA Nº 5
6 camisetas
6 calzoncillos
6 pañuelos

confundió siempre a los estudiosos, principalmente por la total ausencia de calcetines. (Por cierto, Thomas Mann, años más tarde, se interesó tanto por el problema que esribió toda una obra de teatro sobre el tema: Las calcetas de Moisés que, en un descuido se le cayó en un albañal.) ¿Por qué este gigante de la literatura sacó súbitamente los calcetines de su lista semanal? No fue, como afirman algunos estudiosos, una señal de su creciente locura, aun cuando Metterling por aquel entonces había adoptado ciertas extrañas características en su conducta. Por ejemplo, creía que lo seguían o que él seguía a otra persona. Contó a unos amigos íntimos algo acerca de una conspiración gubernamental para robarle el mentón; y, en cierta ocasión, durante unas vacaciones en Jena, no pudo decir otra cosa que la palabra "berenjena" durante cuatro días seguidos. Sin embargo, estos ataques fueron temporales y no explican la desaparición de los calcetines. Tampoco lo hace su emulación de Kafka quien, durante un breve período de su vida, dejó de llevar calcetines debido a un sentimiento de culpa. Pero Eisenbud nos asegura que Metterling siguió llevando calcetines. ¡Simplemente dejó de enviarlos a la tintorería! ¿Y por qué? Porque en esa época de su vida, consiguió una nueva ama de llaves, Fray Milner, quien consintió en lavarle los calcetines a mano (gesto que emocionó tanto a Metterling que legó a esa mujer toda su fortuna, que consistía en un sombrero negro y un poco de tabaco). Asimismo, ella aparece en el personaje Hilda en su alegoría cómica El icor de Mamá Brandt.

Es obvio que la personalidad de Metterling empezó a fragmentarse en 1894, según podemos deducir en parte de la sexta lista:

LISTA Nº 6
25 pañuelos
1 camiseta
5 calzoncillos
1 calcetín

Ya no resulta sorprendente que, en aquel período, iniciara un análisis con Freud. Lo había conocido años antes en Viena cuando los dos acudieron a la representación de Edipo, ocasión en la que Freud tuvo que ser sacado del teatro presa de un ataque de sudor frío. Las sesiones fueron tormentosas y, si damos crédito a las anotaciones de Freud, el comportamiento de Metterling fue hostil. En cierto momento, amenazó con almidonar la barba de Freud y con frecuencia decía que éste le recordaba a su tintorero. Poco a poco, las extrañas relaciones de Metterling con su padre salieron a la palestra. (Los estudiantes de nuestro autor ya se han familiarizado con el padre de Metterling, un pequeño funcionario que a menudo ridiculizaba a Metterling comparándole con una salchicha.) Freud escribe acerca de un sueño clave que le describió Metterling:

Estoy en una cena con unos amigos cuando de pronto entra un hombre con un bol de sopa en una tríalla. Acusa a mi ropa interior de traición y, cuando una dama me defiende, a ésta se le cae la cabeza. Lo encuentro divertido en el sueño y me río. Pronto todo el mundo se ríe salvo el tintorero, que parece serio y se queda sentado poniéndose gachas en los oídos. Entra mi padre, recoge la frente de la dama y sale corriendo con ella. Corre hasta la plaza pública gritando: "¡Al fin! ¡Al fin! ¡Una frente propia! Ahora no tendré que depender de ese idiota de mi hijo". Esto me deprime en el sueño y siento la urgente necesidad de besar la ropa del burgomaestre. [En este momento, el paciente se pone a llorar y se olvida del resto del sueño.]

Con los conocimientos adquiridos gracias a este sueño, Freud pudo ayudar a Metterling, y los dos se hicieron bastante amigos por fuera del psicoanálisis, aunque Freud jamás permitió que Metterling se pusiera a sus espaldas.

En el volumen II, se anuncia que Eisenbud se hará cargo de las Listas 7-25, que incluyen los años de la "tintorería particular" de Metterling y el patético malentendido con los chinos de la esquina.

Extraído del libro de relatos "Como acabar de una vez por todas con la cultura" de Woody Allen

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Prometeo VII

Podría citarte otros muchos que, siendo virtuosos, jamás pudieron hacer mejores a nadie: ni a propios ni a extraños.
A la vista de estos ejemplos, Protágoras, desconfío de que la virtud sea enseñable, pero, cuando te oigo decir tales cosas, me siento confundido y empiezo a creer lo que dices, convencido, como estoy, de la gran experiencia que posees, debida a lo mucho que has aprendido y a lo que tú mismo has descubierto. Por eso, si puedes demostrarnos con mayor claridad que (c) la virtud es enseñable, no rehuses, sino demuéstralo.
– No rehusaré, Sócrates –repuso–. Pero ¿preferís que lo demuestre, como un anciano con jóvenes, relatando un mito, o prosiguiendo con un discurso razonado?
Muchos de los que allí estaban sentados le dijeron que lo expusiese como quisiese.
– Si es así –repuso–, creo que resultará más agradable que os relate un mito.

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Era un tiempo en el que existían los dioses, pero no las especies mortales. (d) Cuando a éstas les llegó, marcado por el destino, el tiempo de la génesis, los dioses las modelaron en las entrañas de la tierra, mezclando tierra, fuego y cuantas materias se combinan con fuego y tierra. Cuando se disponían a sacarlas a la luz, mandaron a Prometeo y a Epimeteo que las revistiesen de facultades distribuyéndolas convenientemente entre ellas. Epimeteo pidió a Prometeo que le permitiese a él hacer la distribución. «Una vez yo haya hecho la distribución, dijo, tú la supervisas». Con este permiso comienza a distribuir. Al distribuir, a unos les proporporcionaba fuerza, pero no rapidez, (e) en tanto que revestía de rapidez a otras más débiles. Dotaba de armas a unas en tanto que para aquéllas, a las que daba una naturaleza inerme, ideaba otra facultad para su salvación. A las que daba un cuerpo pequeño, les dotaba de alas para huir o de escondrijos para guarnecerse, en tanto que a las que daba un cuerpo grande, (321 a) precisamente mediante él, las salvaba.
De este modo equitativo iba distribuyendo las restantes facultades. Y las ideaba tomando la precaución de que ninguna especie fuese aniquilada. Cuando les suministró los medios para evitar las destrucciones mutuas, ideó defensas contra el rigor de las estaciones enviadas por Zeus: las cubrió con pelo espeso y piel gruesa, aptos para protegerse del frío invernal y del calor ardiente, y, además, para que cuando fueran a acostarse, les sirvieran de abrigo natural y adecuado a cada cual. (b) A unas les puso en los pies cascos y a otras piel gruesa sin sangre. Después de esto, suministró alimentos distintos a cada una: A unas, hierbas de la tierra; a otras, frutos de los árboles; y a otras, raíces. Y hubo especies a las que permitió alimentarse con la carne de otros animales. Concedió a aquéllas escasa descendencia, y a éstos, devorados por aquéllas, gran fecundidad; procurando, así, salvar la especie.
Pero como Epimeteo no era del todo sabio, gastó, sin darse cuenta, (c) todas las facultades en los brutos. Pero quedaba aún sin equipar la especie humana y no sabía qué hacer. Hallándose en este trance, llega Prometeo para supervisar la distribución. Ve a todos los animales armoniosamente equipados y al hombre, en cambio, desnudo, sin calzado, sin abrigo e inerme. Y ya era inminente el día señalado por el destino en el que el hombre debía salir de la tierra a la luz. Ante la imposibilidad de encontrar un medio de salvación para el hombre, (d) Prometeo roba a Hefesto y a Atenea la sabiduría de las artes junto con el fuego (ya que sin el fuego era imposible que aquélla fuese adquirida por nadie o resultase útil) y se la ofrece, así, como regalo al hombre. Con ella recibió el hombre la sabiduría para conservar su vida, pero no recibió la sabiduría política, porque estaba en poder de Zeus y a Prometeo no le estaba permitido acceder a la mansión de Zeus, en la acrópolis, a cuya entrada había dos guardianes terribles. Pero entró furtivamente al taller común de Atenea y Hefesto (e) en el que practican juntos sus artes y, robando el arte del fuego de Hefesto y las demás de Atenea, se las dio al hombre. Y, debido a esto, el hombre adquiere los recursos necesarios para la vida,(322 a) pero sobre Prometeo, por culpa de Epimeteo, recayó luego, según se cuenta, el castigo de robo.
El hombre, una vez que participó de una porción divina, fue el único de los animales que, a causa de este parentesco divino, primeramente reconoció a los dioses y comenzó a erigir altares e imágenes de dioses. Luego, adquirió rápidamente el arte de articular sonidos vocales y nombres, e inventó viviendas, vestidos, calzado, abrigos, alimentos de la tierra. Equipados de este modo, (b) los hombres vivían al principio dispersos y no había ciudades, siendo, así, aniquilados por las fieras, al ser en todo más débiles que ellas. El arte que profesaban constituía un medio, adecuado para alimentarse, pero insuficiente para la guerra contra las fieras, porque no poseían aún el arte de la política, del que el de la guerra es una parte. Buscaron la forma de reunirse y salvarse construyendo ciudades, pero, una vez reunidos, se ultrajaban entre sí por no poseer el arte de la política, de modo que, al dispersarse de nuevo, perecían. (c) Entonces Zeus, temiendo que nuestra especie quedase exterminada por completo, envió a Hermes para que llevase a los hombres el pudor y la justicia, a fin de que rigiesen las ciudades la armonía y los lazos comunes de amistad. Preguntó, entonces, Hermes a Zeus la forma de repartir la justicia y el pudor entre los hombres: «¿Las distribuyo como fueron distribuidas las demás artes? Pues éstas fueron distribuidas así: Con un solo hombre que posea el arte de la medicina, basta para tratar a muchos, legos en la materia; y lo mismo ocurre con los demás profesionales. (d) ¿Reparto así la justicia y el pudor entre los hombres, o bien las distribuyo entre todos?». «Entre todos, respondió Zeus; y que todos participen de ellas; porque si participan de ellas sólo unos pocos, como ocurre con las demás artes, jamás habrá ciudades. Además, establecerás en mi nombre esta ley: Que todo aquél que sea incapaz de participar del pudor y de la justicia sea eliminado, como una peste, de la ciudad».
Ahí tienes, Sócrates, por qué los atenienses, al igual que los demás pueblos, cuando deliberan sobre la virtud en arquitectura o en cualquier otra profesión, sólo a unos pocos les consideran con derecho a dar consejos. (e) Y si alguien que no sea de éstos se pone a dar consejos, no le toleran, como tú dices, y con razón, añado yo. Pero cuando se ponen a deliberar sobre la virtud política, (323 a) toda la cual deben abordar con justicia y sensatez, entonces escuchan, y con razón, a todo el mundo, como suponiendo que todos deben participar de esta virtud o, de lo contrario, no habría ciudades. Esta es, Sócrates, la causa de tal comportamiento.

Extracto del Diálogo Protágoras de Platón.

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Diarios de guerra XII

29 de Abril:
Esta mañana a las 9:00 horas llegó el Tercero de Infantería y la Novena División de Acorazados. “Las Águilas” los llaman, dicen que son veloces como el demonio. Al mando el Teniente Coronel Jeffers y su ayudante, el Capitán H. Stan. Nunca había visto a Jeffers antes, pero es uno de los combatientes más veteranos, siempre corren rumores sobre sus incursiones y victorias. Sonseca y yo les recibimos, saludos pertinentes y convocamos para las 11:30 reunión de oficiales y suboficiales en la tienda “mater”. Intentaré transcribir lo más fielmente posible la conversación allí mantenida.
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-T.C. Jeffers: Lo primero, quiero felicitarle Capitán, a usted y a todo su equipo. Han hecho un buen trabajo. Este punto ha sido marcado por “inteligencia” como prioritario en la ofensiva del norte.

-Yo: Gracias Señor, cumplimos órdenes. Es nuestro trabajo.

-T.C. Jeffers: Y lo hace muy bien, ojalá tuviéramos aquí más hombres como usted. Debo decirle que los prisioneros han “cantado”, informando, tras ser tratados, de que llevaban una semana utilizando esta ruta como vía de abastecimiento de las Colinas Negras, a unos 100 km al noreste de nuestra posición. Espero comprenda Capitán que dicha información nos ha sido de vital importancia.

-Yo: Entiendo… Teniente Coronel.


-T.C. Jeffers: Con los nuevos datos hemos comenzado a preparar un ataque sobre las colinas. Tenemos dos días de margen antes de que el enemigo descubra el motivo de su falta de suministros. Como habrá podido comprobar hemos traído un pequeño regimiento (ha soltado una carcajada que me ha hecho temblar). Tómense, sus chicos y usted, mañana un descanso. Ahora el Capitán Stan le dará una copia con los planes del operativo, en clave “Operación Baltasar”.

-Yo: Gracias Señor, a sus órdenes. Retomaremos fuerzas y echaré un vistazo al informe.

-T.C. Jeffers: Pueden retirarse.

El Capitán me entrega los documentos, saludamos de manera testimonial al estilo academia. Al salir de la tienda echo un vistazo a las órdenes. Dos cosas:
-Buena: Tenemos un día de “libertad” (o de lo más cercano que hay aquí a esa palabra)
-Mala: Es un espejismo, nos ceban como cerdos antes de ser llevados al matadero. La operación parece a gran escala, traducción: muchas bajas.
He encontrado a los muchachos jugando a las cartas. Les he informado y nos hemos retirado todos a la tienda de la compañía. Robins ha puesto algo de música, una vieja cassette de jazz. Esta noche beberemos, fumaremos, reiremos, cantaremos, soñaremos… mañana será otro día.

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Caosmeando

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