domingo, 9 de noviembre de 2008

El arte del pueblo (5)

Como muestra claramente la recopilación de cantes flamencos que llevó a cabo Antonio Machado Álvarez "Demófilo" en 1881, el pueblo ha sabido expresar siempre con precisión y con gracia, corto y por derecho, complejidades del querer y de la vida.



Cuando más yo te quería,
me precisó el olvidarte,
porque si no me moría.

De manera que siempre nos salen al encuentro coplas que clavan lo que nos está pasando

Yo no sé lo que le ha dao
Esta serrana a mi cuerpo
Que hago por desecharla
Y más presente la tengo.

O este par de soleares que vienen a hablar de lo mismo, de algo que le pasa a quien está enamorado y sufre algún tipo de distancia.

Ensoñé con el deseo:
Son mis fatigas tan grandes,
que estoy durmiendo y te veo.

Es tanto lo que te quiero,
que estoy durmiendo en mi cama,
abro los ojos y te veo.

También en este momento es apropiada mi copla favorita y el motivo de que me haya puesto a recuperar esta serie, el amor me ha ido llevando por otra vereda que viene a parar al mismo sitio pues esta copla también habla de mí y de mi querer.


Pensamiento, ¿adónde me llevas,
que no te puedo seguir?
No me metas en paraje
donde no pueda salir.

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Las once mil vergas (XXIX)

De golpe cesó la música, Héléne lanzó un grito. Un oficial giró la cabeza. Mony, que acababa de ver su fotografía, reconoció a Fedor que saludó con su sable gritando:

–Adiós, Héléne, marcho a la guerra... Ya no nos volveremos a ver. Héléne se volvió pálida como una muerta y cayó desvanecida en los brazos de Mony que la transportó a la cama.

El le quitó primero su corsé y los senos se irguieron. Eran dos soberbios pechos con las puntas rosadas. Los chupó un poco, luego desabrochó la falda y se la quitó igual que las enaguas y el corpiño. Héléne quedó en camisa. Mony, muy excitado, levantó la blanca tela que escondía los incomparables tesoros de dos piernas sin defecto alguno. Las medias llegaban hasta la mitad de los muslos que eran redondos, como torres de marfil. En la base del vientre se ocultaba la gruta misteriosa en un bosque sagrado, salvaje como los otoños. El vellocino era espeso y los apretados labios del coño no dejaban vislumbrar más que una raya parecida a una muesca mnemónica como las que hay en los mojones que sirven de calendarios a los incas. Mony respetó el desmayo de Héléne. Le quitó las medidas y empezó a lamerle todo el cuerpo con la lengua. Sus pies eran bonitos, regordetes como los pies de un bebé. La lengua del príncipe empezó por los dedos del pie derecho.
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Limpió concienzudamente la uña del dedo gordo, luego la pasó entre las junturas.

Se detuvo mucho rato en el dedo pequeño que era lindo, lindo. Notó que el pie derecho tenía gusto de frambuesa. La lengua lechosa se perdió a continuación entre los pliegues del pie izquierdo al que Mony encontró un sabor que recordaba al del jamón de Maguncia.
En este momento Héléne abrió los ojos y se movió. Mony detuvo sus ejercicios linguales y miró a la preciosa muchacha alta y regordeta que se desperezaba. Su boca abierta por los bostezos mostró una lengua rosada entre los pequeños y marfileños dientes. Inmediatamente ella sonrió.

HELENE –Príncipe, ¿en qué estado me habéis dejado?
MONY –¡Héléne! Os he puesto cómoda para vuestro propio bien. He sido un buen samaritano para vos. Una buena acción no se malgasta nunca y he encontrado una exquisita recompensa en la contemplación de vuestros encantos. Sois exquisita y Fedor es un bribón con suerte.
HELENE! –¡No le veré nunca más, ay! Los japoneses le matarán.
MONY –Me gustaría reemplazarle, pero por desgracia, yo no tengo tres testículos.
HELENE –No hables así, Mony, tú no tienes tres, es verdad, pero lo que tú tienes está tan bien como lo suyo.
MONY –¿Es verdad eso, marranita? Espera que deshaga mi cinturón... Ya está. Muéstrame tu culo... qué grande es, qué redondo y mofletudo... Parece un ángel a punto de soplar... ¡Mira! he de darte una azotaina en honor de tu hermana Culculine... clic, clac, pan, pan...
HELENE –¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! Me calientas, estoy completamente mojada.

MONY
–Qué pelos tan gruesos tienes... clic, clac; es absolutamente imprescindible que haga enrojecer tu gran rostro posterior.

Mira, no está enfadado, cuando te meneas un poco, se diría que se divierte.

HELENE
– Acércate que te desabroche, muéstrame ese mamoncillo que quiere calentarse en el seno de su mamá. ¡Qué bonito es! Tiene una cabecita encarnada y ningún pelo. No faltaba más, tiene pelos abajo en la raíz y son duros y negros. Qué bello es este huérfano... métemelo, anda! Mony, quiero sobarlo, chuparlo, hacerlo descargar...


MONY
–Espera que te haga un poco de hoja de rosa...


HELENE
– ¡Ah! Es bueno, siento tu lengua en la raya de mi culo... Entra y escudriña los pliegues de mi roseta. ¿No plancha demasiado mi pobre higo, verdad, Mony? ¡Toma! Te hago buen culo. ¡Ah! Has colocado tu cara entre mis nalgas. Toma, un pedo... Te pido perdón, ¡no he podido aguantarme!... ¡Ah! tus bigotes me pican y además babeas... puerco... babeas. Dame tu gruesa verga, que la chupe... tengo sed...


MONY
– ¡Ah, Héléne, qué hábil es tu lengua! Si enseñas la ortografía tan bien como afilas lápices, debes ser una institutriz despampanante... ¡Oh! me picoteas el agujero del glande con la lengua... Ahora, la siento en la base del glande... limpias el pliegue con tu lengua cálida. ¡Ah, felatriz sin par!, ¡mamas incomparablemente! ... No chupes tan fuerte. Te metes el glande todo entero en tu boquita. Me haces daño... ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! Me haces cosquillas en todo el miembro... ¡Ah! ¡Ah! No me chafes los testículos... Tus dientes son puntiagudos... Eso es, vuelve a coger la cabeza del nudo, es allí donde hay que trabajar... ¿Te gusta mucho el glande?... marranita... ¡Ah! ¡Ah!... ¡Ah!... ¡Ah!... des... cargo... puerca... se lo ha tragado todo... Anda, dame tu gran coño, que te masturbaré mientras vuelve a endurecerse mi verga.
HELENE
–Más deprisa... Mueve tu lengua sobre mi botón... ¿Sientes como aumenta de tamaño mi clítoris?... di... hazme las tijeras... Eso es... Hunde bien el pulgar en el coño y el índice en el culo. ¡Ah! ¡Es bueno!... ¡Es bueno!... ¡Toma! ¿Oyes mi vientre que ruge de placer?... Eso es, tu mano izquierda sobre mi teta izquierda... Aprieta la fresa... Estoy gozando... ¡Toma!... ¿sientes mis culadas, mis caderazos?... ¡puerco! es bueno... ven a joderme. Rápido, dame tu verga que la chupe para ponerla dura otra vez, pongámonos en 69, tú encima mío...

Está bien dura, marrano, no has tardado mucho, ensártame... Espera, se han enganchado unos pelos... Chúpame las tetas... así, ¡es bueno!... Entra hasta el fondo... aquí, quédate así, no te vayas... Te aprieto... Aprieto las nalgas... Estoy bien... Me muero... Mony... a mi hermana ¿la has hecho gozar tanto?... empuja... me llega hasta el fondo del alma... me hace gozar como si estuviera muriéndome... no puedo más... querido Mony... vamos juntos. ¡Ah! no puedo más, lo suelto todo... descargo...

Mony y Héléne descargaron al mismo tiempo. Inmediatamente él le limpió el coño con la lengua y ella hizo lo mismo con su miembro.

Mientras él se abrochaba y Héléne se vestía, oyeron unos gritos de dolor lanzados por una mujer.

–No es nada –dijo Héléne– están dando una azotaina a Nadeja; es la doncella de Wanda, mi alumna, la hija del general.

–Déjame ver esta escena –dijo Mony.

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Caosmeando

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