martes, 4 de diciembre de 2007

Diarios de guerra XIII

30 de Abril:
Anoche liberamos tensiones. Conseguimos 3 botellas de ginebra y un par de cajas de cerveza. Los chicos se animaron contando historias del hogar, de la patria, de allí donde ellos se sentían vivos. Sonseca nos habló de su novia, una mulata a la que había conocido durante su estancia en la marina, en un puerto de los mares del sur. La describía como una diosa amazónica, decía amarla con locura. Yo le creo… y más aquí donde somos capaces de amar hasta la enfermedad cada recuerdo. Smith recordó un viaje que había hecho a los 19 años-ahora tenía 23- con tres amigos más. Fue, según parecía el último viaje que realizaron juntos. Lo recordó con nostálgica sonrisa. A las dos semanas fueron llamados “a filas”. Westley, animado por el alcohol nos brindó un monólogo entorno a su afán pre-guerra por ser un importante hombre de negocios. Un “top ten” de la sociedad repetía intercaladamente en su discurso. Wilbur relató sus días como atleta en la universidad, había llegado a ganar algunos campeonatos regionales y estatales, estableciendo registros que hacían augurar un prometedor futuro para el muchacho como plusmarquista. Las necesidades de la guerra hicieron de él carne de batallón. Hablaron otros, largo tendido, relajados, la guerra no iba con ellos, no esa noche. Yo callé, escuché e incluso llegué a reír. Luego bailamos. Incluso Dunvey parecía animarse, le oí hacer varios comentarios jocosos, soltar unas cuantas carcajadas e incluso bailotear con esa despreocupación típica de las zonas rurales. Me acerqué a él, di varias palmadas en su hombro y un “qué pasa muchacho”. Respondió con brevedad “¡Capitán! He vuelto”. “Le echábamos de menos soldado, bienvenido”. Siguieron todos bailando, yo me aparté. Me sentetumbé en un rincón, y reclamé a Sonseca con un movimiento de mano. Quería fumar un poco más, conciliar con ese estado entre la vigilia y el sueño… hablar:
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-Yo: Dime Sonseca…¿qué opinas de todo esto?
-Sonseca: ¿De la fiesta Señor?
-Yo: No, no… me refiero a todo esto, al embrollo en que estamos metidos. A la guerra Sonseca, a la guerra.
-Sonseca: Luchamos por la paz, por la libertad de los oprimidos Señor.
-Yo: Sí, sí, de eso no hay duda… pero, ¿es necesario? ¿es algo inútil? A veces me lo pregunto.
-Sonseca: Pero… Capitán, es usted admirado.
Yo: Lo sé, condecorado y querido, pero las dudas siempre surgen, inevitables diría yo. Y más aquí, donde la línea entre lo bueno y lo malo se torna casi invisible. Todos matamos.
-Sonseca: Ha bebido demasiado.
-Yo: Es probable. Y más seguro es que mañana volveré a ser de hierro, implacable, impenetrable. Pero hoy, esta noche, me pregunto ¿quién ataca, quién se defiende? ¿quién lucha con honor? Creo que tú también deberías pensar en ello.

Sonseca no contestó, me levanté y le dejé allí, con la palabra en la boca y el gesto de extrañeza. Salí afuera, eran las 3:30 am. Encendí un cigarrillo, mirando a las estrellas, la luna parecía llena, bueno casi llena-y-pálida. Caminé y pensé en ella. Decidí dormir al raso, la temperatura era agradable y necesitaba sentir la tierra húmeda, la unión con la “madre”.

Desperté a las 12:30 horas pm, renovado, habiendo reforzado mis convicciones. Superviviente una noche más. Reuní a los chicos y formamos junto a “Las Águilas” y el Tercero de Infantería. Jeffers nos asigno el nombre en clave “escuadrón beta-2”. Emprendimos la partida sin novedades, sin sobresaltos. La etapa del día contaba 25 km, cumplimos. Acampamos y a dormir todos. Mañana hay que madrugar, espera un día duro, debemos hacer la mayoría del camino que nos separa de los Montes Negros.

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Caosmeando

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