Jacinto Canek, panadero maya educado en colegio franciscano, sueña con ayudar a su pueblo y, pensando que de ese modo podrá hacerlo, pide ser ordenado sacerdote. Los franciscanos rechazan su petición porque los indios no pueden ser sacerdotes y lo expulsan.
Empieza entonces, con 30 años, su peregrinación por los pueblos del Yucatán para alimentar la conciencia y el orgullo maya. Poco a poco, germina la conspiración y muchos caciques se van sumando. Unos meses más tarde, cuando la rebelión está madura, Jacinto Canek aprovecha que la gente está reunida al final de la misa para arengar al pueblo en maya sobre la necesidad de sacudirse el yugo.
Jacinto Canek es proclamado rey de los mayas. Atacan casa de autoridades y conventos y, con una emboscada, consiguen una gran victoria sobre el ejército y toman Cisteil. Se extiende entre los mayas la idea de que son invencibles y que su victoria está escrita en el Chilam Balam.
Pero apenas seis días más tarde todas las tropas de la provincia son destinadas a reconquistar Cisteil. Los mayas que no murieron en la batalla, después de ser torturados y de que a muchos les cortaran los brazos, fueron condenados a recibir 200 azotes, y a que se les cortara una oreja. Finalmente, los ocho considerados principales líderes fueron condenados a la horca.
Jacinto Canek fue condenado a morir atenaceado, quemado su cuerpo y esparcidas sus cenizas en el viento.
Poco antes de ser apresado, comentó: Ahora existimos. Con esta lucha y en este dolor hemos dado vida al espíritu de nuestro pueblo.
martes, 20 de noviembre de 2007
Ahora existimos
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