martes, 11 de diciembre de 2007

Que trabajen ellos (7)

Este divorcio entre los propósitos individuales y los sociales respecto de la producción es lo que hace que a los hombres les resulte tan difícil pensar con claridad en un mundo en el que la obtención de beneficios es el incentivo de la
industria. Pensamos demasiado en la producción y demasiado poco en el consumo.
Como consecuencia de ello, concedemos demasiado poca importancia al goce y
a la felicidad sencilla, y no juzgamos la producción por elplacer que da al consumidor.

Cuando propongo que las horas de trabajo sean reducidas a cuatro, no intento decir que todo el tiempo restante deba necesariamente malgastarse en puras
frivolidades. Quiero decir que cuatro horas de trabajo al día deberían dar
derecho a un hombre a los artículos de primera necesidad y a las comodidades elementales en la vida, y que el resto de su tiempo debería ser de él para
emplearlo como creyera conveniente.
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Es una parte esencial de cualquier sistema social de tal especie el que la educación vaya más allá del punto que generalmente alcanza en la actualidad y se proponga, en parte, despertar
aficiones que capaciten al hombre para usar con inteligencia su tiempo libre. No pienso especialmente en la clase de cosas que pudieran considerarse
pedantes. Las danzas campesinas han muerto, excepto en remotas regiones rurales, pero los impulsos que dieron lugar a que se las cultivara deben de
existir todavía en la naturaleza humana. Los placeres de las poblaciones
urbanas han llegado a ser en su mayoría pasivos: ver películas, presenciar
partidos de fútbol, escuchar la radio, y así sucesivamente.
Ello resulta del hecho de que sus energías activas se consumen completamente
en el trabajo; si tuvieran más tiempo libre, volverían a divertirse con juegos en los que hubieran de tomar parte activa.

En el pasado, había una reducida clase ociosa y una más numerosa clase trabajadora. La clase ociosa disfrutaba de ventajas que no se fundaban en la justicia social;esto la hacía necesariamente opresiva, limitaba sus simpatías y la obligaba a inventar teorías que justificasen sus privilegios. Estos hechos disminuían grandemente su mérito, pero, a pesar de estos inconvenientes,
contribuyó a casi todo lo que llamamos civilización. Cultivó las artes,
descubrió las ciencias; escribió los libros, inventó las filosofías y refinó las relaciones sociales. Aun la liberación de los oprimidos ha sido, generalmente, iniciada desde arriba. Sin la clase ociosa, la humanidad nunca hubiese
salido de la barbarie.

El sistema de una clase ociosa hereditaria sin obligaciones era, sin embargo, extraordinariamente ruinoso. No se había enseñado a ninguno de los miembros
de esta clase a ser laborioso, y la clase, en conjunto, no era
excepcionalmente inteligente. Esta clase podía producir un Darwin, pero
contra él habrían de señalarse decenas de millares de hidalgos rurales que
jamás pensaron en nada más inteligente que la caza del zorro y el castigo de los
cazadores furtivos. Actualmente, se supone que las universidades
proporcionan, de un modo más sistemático, lo que la clase ociosa proporcionaba accidentalmente y como un subproducto. Esto representa un
gran adelanto, pero tiene ciertos inconvenientes. La vida de universidad es, en definitiva, tan diferente de la vida en el mundo, que las personas que viven en un ambiente académico tienden a desconocer las preocupaciones y los problemas de los hombres y las mujeres corrientes; por añadidura, sus medios
de expresión suelen ser tales, que privan a sus opiniones de la influencia que debieran tener sobre el público en general. Otra desventaja es que en las universidades los estudios están organizados, y es probable que el hombre
al que se le ocurre alguna línea de investigación original se sienta desanimado.
Las instituciones académicas, por tanto, si bien son útiles, no son guardianes adecuados de los intereses de la civilización en un mundo donde todos los que
quedan fuera de sus muros están demasiado ocupados para atender a propósitos no utilitarios.

2 comentarios:

Uno, trino y plural dijo...

Por eso hoy en día hay tantos ociosos que no saben qué hacer de su vida y se aburren tanto en las horas de neg-ocio(cuando trabajan o estudian) como en las horas propiamente de ocio. Todo lo que hacemos debería tener un fin utilitario para nosotros o para los demás (aunque el fin sólo fuera hacernos sentir mejor), pero la mayoría se limita a vegetar, como un árbol que lo llevaran de paseo y luego volviera a su jardín para alimentarse del detritus que la sociedad ha ido dejando en el suelo, en las hojas, en el aire.

Anónimo dijo...

Magnífico y maravilloso comentario

Caosmeando

ecoestadistica.com