miércoles, 5 de diciembre de 2007

Prometeo IX

El asunto de esta fantasía es universalmente conocido.La fábula griega, narrada por Hesíodo, ha sido el tema de numerosos poemas.Esquilo recogió este mito religioso de las sociedades primitivas, para personificar en él el sentimiento de la libertad, en pugna eterna con las preocupaciones.La epopeya, el drama, hasta el romance vulgar, se han ejercitado en tan sublime asunto.El autor de esta fantasía no ha querido hacer un poema, porque habría sido empresa loca acometer una tarea en que gastó sus robustas fuerzas el genio cosmogónico de Quinet.No ha hecho más que un canto al espíritu humano,soberano del mundo, verdadero emancipador de las sociedades esclavas de tiranías y supersticiones.Si ha conseguido elevarse a la altura del asunto, lo dirá la crítica, en cuya imparcialidad descansa.A pesar de ser tan conocida esta leyenda, conviene reproducirla, para los que la hayan olvidado.
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He aquí como la describe Renaud, ciñéndose a la narración de Hesíodo en su Teogonía:“Antes hubo seres que intentaron el progreso del hombre por la fuerza del pensamiento; pero en vez de gloria,alcanzaron crueles castigos, en razón de que se suponía que los dioses veían con envidia a aquellos inventores que usurpaban algo de su poder con sus creaciones independientes. Admiraban las proezas de la fuerza física:tronchar árboles y hacer rodar peñascos; pero les infundía miedo el ver encender lumbre, forjar el hierro, vestir, alimentar y sanar por medio de preparaciones misteriosas. Quizá habrían aceptado tales invenciones sin el temor del rayo, que parecía siempre dispuesto a herir a los temerarios. Decíanse en voz baja que Esculapio pereció de un modo terrible, porque había querido resucitar muertos con brebajes; y a veces, excitados por el terror, se hacían verdugos para adelantarse a los dioses,mataban a Triptolemo que les enseñaba la agricultura.Prometeo fue el más famoso de aquellos genios benéficos. Pertenecía a la gran raza de titanes que se rebeló contra los dioses, aunque más cuerdo que sus hermanos no tomó parte alguna en aquella lucha del orgullo, sin duda porque veía claro el desenlace de la guerra, por amenazadoras que fuesen las cohortes de los titanes. A mayor abundamiento, ¿qué le importaban aquellos furores de ambiciosos contra ambiciosos que combatían entre sí,unos para conservar el trono celeste y otros para recobrarle? Su corazón no estaba allí, lejos de aquellos poderosos, de aquellos soberbios, dioses o titanes: miraba conmovido cómo se agitaban las criaturas débiles, tímidas, sin vestidos y sin utensilios, oprimidas a la vez por la tierra y por el cielo, donde nadie se cuidaba de acudir en su auxilio. Ni titanes ni dioses pensaban en los hombres; y cuando Zeus, rey del Olimpo, salió vencedor, quiso destruir a los inocentes mortales con sus enemigos, a tal punto llegó la embriaguez de su victoria. Prometeo los salvó, y no se contentó con esto, sino que aspiró a sa-carles de la condición de animales en que vivían, para lo cual robó el fuego del cielo y les enseñó a bosquejar las primeras artes con aquella especie de alma de la materia. Zeus se indignó, porque no quería la prosperidad del hombre, sino que, como amo celoso, deseaba esclavos incapacitados de elevarse. No se atrevió o no pudo quitar a los mortales el fuego, de cuya conservación cuidaban todos: pero castigó a Prometeo atándole con cadenas en un monte, no lejos del Cáucaso, entre Europa y Asia, para que el mundo entero viese el castigo, y dejándole a merced de un buitre que noche y día devoraba su hígado, que renacía eternamente.Esquilo, el primero de los poetas griegos por su alma y su brío, genio hostil a las tiranías, porque anteponía a todo la justicia y la dignidad, compuso tres dramas con esta leyenda: Prometeo llevándose el fuego, Prometo encadenado, Prometeo libre, de cuyos dramas sólo queda el segundo, Prometeo encadenado, sin que la obra mutilada así por los siglos, haya bajado de la altura en que las inspiraciones, dejando ya de pertenecer a una forma de arte,a una patria, a una fibra especial del corazón, se confunden con el alma universal del género humano.Prometeo es todo heroísmo, según le pinta el poeta que le encontró en los mitos religiosos. Practicaba el bien por simpatía, y aun siendo víctima de su obra, no la deploraba, porque su conciencia le sostenía en el suplicio.Con el justo orgullo de su dolor exclamaba hablando de su verdugo: “Yo tuve lástima de los mortales y él no me ha juzgado digno de compasión”.Con efecto, el rey de los dioses no perdona a aquel emancipador de la civilización humana; pero se ve aislado en su omnipotencia, nadie simpatiza con él, en tanto que todos ensalzan a Prometeo. Al principio las Oceánidas, ninfas del mar, olas con formas de doncellas, vienen a consolar al paciente con sus cantos. Tendido en su peñasco no puede ver a las compasivas visitantes; pero oye el ruido de su llegada ‘como el de pajarillos cuyas alas hacen vibrar el aire suavemente’.En vano, sin embargo, quieren clamar el dolor de Prometeo, a quien sólo una idea sostiene en su tormento, y es que un día su enemigo triunfante será destronado. El rey de los dioses penetra la idea de su víctima, y, atemorizado, le envía con el mensajero de los dioses la orden de que se explique y descubra el provenir. Prometeo no desmaya con la esperanza de verse libre. ‘Jamás, amedrentado por el fallo de Júpiter, seré yo pobre de espíritu como una mujer; jamás, como una mujer, levantaré mis brazos suplicantes hacia a aquel a quien aborrezco con todo mi odio, para pedirle que rompa mis cadenas: lejos de mí tan cobarde pensamiento.’ El dios impotente no tiene otra cosa que hacer sino vengarse con algún nuevo suplicio mientras reina aún, y con efecto, emplea las amenazas para quitar a Prometeo hasta los seres compasivos que le consuelan. El coro, más digno que el dios, responde a su mensajero: ‘Dime otras palabras, dame otros consejos y te podré escuchar. Lo que me dices me oprime el corazón. ¿Cómo puedes ordenarme semejante villanía? Los males que sufra Prometeo, quiero sufrirlos yo. He vivido en el odio a los traidores; la enfermedad más repugnante es la traición.’ Estalla el trueno, mugen los vientos, se levanta el mar; y Prometeo continúa invencible llamando con sus injustos tormentos al Éter que baña los mundos refugiándose contra el dios de un día en la naturaleza eterna”.

Tal es la leyenda que ha servido de tema a ese canto, escrito para no ser publicado, y publicado a instanciade amigos que tienen derecho a exigir del autor sacrificios de mayor magnitud.

Olegario Víctor Andrade, Leyenda de Prometeo

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