miércoles, 5 de diciembre de 2007

Amor y Anarquía

Errico Malatesta (1853-1932)

La palabra anarquía proviene del griego y significa sin gobierno; es decir la vida de un pueblo que se rige sin autoridad constituida, sin gobierno.

Antes que toda una verdadera categoría de pensadores haya llegado a considerar tal organización como posible y como deseable, antes de que fuese adoptada como objetivo por un movimiento que en la actualidad constituye uno de los más importantes factores en las modernas luchas sociales, la palabra anarquía era considerada, por lo general, como sinónima de desorden, de confusión, y aún hoy mismo se toma en este sentido por las masas ignorantes y por los adversarios interesados en ocultar o desfigurar la verdad.
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No hemos de detenemos a profundizar en estas digresiones filológicas, por cuanto entendemos
que la cuestión, más bien que de filología, reviste un marcado carácter histórico. El sentido vulgar de la palabra no desconoce su significado verdadero, desde el punto de vista etimológico, sino que es un derivado o consecuencia del prejuicio consistente en considerar al gobierno como un órgano indispensable para la vida social, y que, por tanto, una sociedad sin gobierno debe ser presa y víctima del desorden, oscilante entre la omnipotencia de unos y la ciega venganza de otros.

La existencia y persistencia de este prejuicio, así como la influencia ejercida por el mismo en la
significación dada por el común sentir a la palabra anarquía, explícanse fácilmente.

De igual modo que todos los animales, el hombre se adapta, se habitúa a la condiciones del medio
en que vive, y por herencia transmite los hábitos y costumbres adquiridos. Nacido y criado en la
esclavitud, heredero de una larga progenie de esclavos, el hombre, cuando ha comenzado a
pensar, ha creído que la servidumbre era condición esencial de vida: la libertad le ha parecido un
imposible. Así es como el trabajador, constreñido durante siglos a esperar y obtener el trabajo, es decir, el pan- de la voluntad, y a veces del humor de un amo-, y acostumbrado a ver continuamente su vida a merced de quien posee tierra y capital, ha concluido por creer que era el dueño, el señor o patrono quien le daba de comer. Ingenuo y sencillo, ha llegado a hacerse la pregunta siguiente:
"¿Como me arreglaría yo para poder comer si los señores no existieran?".

Tal sería la situación de un hombre que hubiese tenido las extremidades inferiores trabadas desde el día de su nacimiento, si bien de manera que le consintiesen moverse y andar dificultosamente; en estas condiciones podría llegar a atribuir la facultad de trasladarse de un punto a otro a sus mismas ligaduras, siendo así que estas no habrían de producir otro resultado que el de disminuir y paralizar la energía muscular de sus piernas.

Y si a los efectos naturales de la costumbre se agrega la educación recibida del mismo patrón, del
sacerdote, del maestro, etc. - interesados todos en predicar que el gobierno y los amos son
necesarios, y hasta indispensables-; si se añaden el juez y el agente de policía, esforzándose en
reducir al silencio a todo aquél que de otro modo discurra y trate de difundir y propagar su
pensamiento, se comprenderá cómo el cerebro poco cultivado de la masa ha logrado arraigar el
prejuicio de la utilidad y de la necesidad del amo y del gobierno.

Figuraos, pues, que el hombre de las piernas trabadas, de quien antes hemos hablado, le expone
el médico toda una teoría y le presenta miles de ejemplos hábilmente inventados, a fin de
persuadirle de que, si tuviera las piernas libres, le sería imposible caminar y vivir; en este supuesto, el individuo en cuestión se esforzaría en conservar sus grillos o ligaduras, y no vacilaría en considerar como enemigos a quienes desearen desembarazarse de ellos.

Ahora bien, puesto que se ha creído que el gobierno es necesario, puesto que se ha admitido que
sin gobierno no puede haber otra cosa sino confusión y desorden, es natural y hasta lógico que el
término anarquía, que significa la ausencia o carencia de gobierno, venga a significar igualmente la ausencia de orden.

Y cuenta que el hecho no carece de precedentes en la historia de las palabras. En las épocas y
países donde el pueblo ha creído necesario el gobierno de uno solo (monarquía), la palabra
república, que significa el gobierno de la mayoría, se ha tomado siempre como sinónima de
confusión y de desorden, según puede comprobarse en el lenguaje popular de casi todos los
países.

Cambiad la opinión, persuadid al público de que no sólo el gobierno dista de ser necesario, sino
que es en extremo peligroso y perjudicial... y entonces la palabra anarquía, justamente por eso,
porque significa ausencia de gobierno, significará para todos orden natural, armonía de
necesidades e intereses de todos, libertad completa en el sentido de una solidaridad asimismo
completa.


Comienzo de Amor y Anarquía de Enricco Malatesta.

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