lunes, 12 de noviembre de 2007

Hace falta ya

Copio aquí un poema para glosarlo y comentarlo, para transformarlo y que nos transforme. Para que nos atrevamos, nos bañemos y nos quememos y manchemos, amasemos y fundamos y creemos, reguemos y riamos.

La belleza de la huelga general (Jorge Riechmann)
Con independencia de todos los valores ético-políticos que pueda tener una huelga en una situación determinada, en ella hay algo valioso en cuanto tal, más allá de las circunstancias concretas que la enmarcan: su carácter de interrupción del curso maquinal de las cosas.

Es un corte potencialmente capaz de romper el desastre hacia el que se encamina el mundo. En el universo del tardocapitalismo, lo maquinal es el principio de muerte, y tenemos que saludar la discontinuidad como una afirmación de vida.

Frente a la dictadura del “tiempo real”, la demora.

Frente a la brutal coacción de lo inmediato, la articulada delicadeza de las mediaciones.

Frente al abaratamiento de la palabra (condicionado por las mejoras técnicas en el campo de las telecomunicaciones), el valor de la reticencia y el silencio.

Frente a la falsa autoridad de la imagen, la dignidad del hueco.

Frente a la tiranía del trabajo muerto, frente a la demagogia de la normalidad, la restallante belleza de la huelga general.

2 comentarios:

Uno, trino y plural dijo...

¿Huelga a la española o la oriental?

Anónimo dijo...

Una huelga holgazana, holgando todo el día y toda la noche y jodiendo al patrón.

Caosmeando

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