miércoles, 21 de noviembre de 2007

Diarios de guerra X

27 de Abril:
No hablamos durante toda la noche. Sólo observamos arropados por las sombras y la incesante lluvia. A las 3 am localizamos un movimiento a unos 150 metros al noroeste de nuestra posición. Varios jeeps, dos tanques ligeros, un par de camiones de suministros y unos 20 hombres a pie. ¿Sería una avanzadilla? ¿Exploradores?¿Una ruta de suministros? No sé qué eran, sólo sé que eran enemigos... y esta noche, si vuelve, debemos cortarles el paso, es nuestro deber. Por la mañana, cuando ya todo parecía calmado, miré a los chicos y rompí el silencio. Expliqué el plan. Primero Smith debía colocar en el camino, justo a la altura de una curva tres cargas explosivas de activación manual. Parecía buen terreno para ocultarlas, tierra húmeda y de un color negruzco. Mandé a Goran montar la ametralladora en un pequeño saliente rocoso, en un ángulo perpendicular a la curva. Tuve que ayudarle a hacerlo, estaba muy nervioso, intenté calmarle, pero era su primer combate, así que desistí. La primera vez, es la primera, uno no sabe muy bien qué hacer, ni lo que los demás esperan de él. Ordené a Sonseca cavar dos pequeñas zanjas a cada lado del camino, a distancia prudencial pero de tiro. En la noche nos servirán para ocultarnos y mantener el factor sorpresa. Smith y yo ocuparemos los escondrijos, Goran la ametralladora y Sonseca debía cubrir nuestras posiciones situado a unos 150 metros de la zona de “emboscada”. A las 16:35 el operativo estaba montado y listo para actuar.
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Nos reunimos para comer, descansar y renovar fuerzas. No hablábamos, nadie levantaba la mirada, miraban el plato, absortos, ausentes, intentando evitar lo inevitable, el combate. Supongo que en ese momento, todos desearíamos estar en la cama con una muchacha, hablando, besándola, acariciándola… qué más da, el caso sería no estar aquí. Después saqué de mi mochila la petaca, rellenada de una ginebra escocesa de fabricación casera. No es una delicia, pero anima el espíritu. Ofrecí a los chicos un trago e insté a Sonseca a que se hiciera un porro. Ya más relajados, pregunté a Goran cómo se encontraba. Levantó la vista que tenía incrustada en sus botas y la clavó en mis ojos, estaba pálido, como si acabara de ver un fantasma, pensé que en cualquier momento rompería a vomitar o lo que es peor sollozar. Pero no, me dijo en tono entrecortado: “Señor, siente usted miedo. Sé que yo no soy un cobarde, sé que puedo hacerlo. Pero siento pánico, ahora mismo estoy agarrotado, no podría ni sostener en brazos a un gato. Sé cual es mi deber Señor, sé que es lo correcto, pero no sé si seré capaz de hacerlo”. Me levanté, devolví el porro a Sonseca y me acerqué a Goran, le di unas palmadas en la espalda y le alboroté el pelo, dejé escapar de mis labios: “Tranquilo muchacho, todo irá bien, me tienes a mí… y eso es un gran paso”. Sonrió, se levantó y replicó enérgicamente: “Señor, sí Señor, estaré a su lado y a sus órdenes”. A las 19:30 tomamos posiciones. Operación Trueno de Noche en marcha.

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