lunes, 19 de noviembre de 2007

Diarios de guerra VIII

25 de abril:
No ocurrió nada relevante durante toda la noche y el segundo pelotón llegó rondando las 9 am. A cargo del cabo primero Sonseca. Las órdenes eran claras, mantener la posición, explorar el terreno circundante en un radio de 20 km y no suponer bajas. Empiezo a odiar especialmente el último punto de estas cartas, “suponer bajas”. Es que están ciegos, esto es una guerra, las bajas son inevitables. Estuve observando a todos los nuevos y charlando un poco con ellos, para conocerlos. Eran todos chicos jóvenes. Enérgicos, valientes y chistosos. Me pregunto si no sería necesario enviar a primera línea gente mas experimentada. Gente que ya conozca la guerra y haya sobrevivido a ella. Durante todo el día aguantamos el calor y la húmeda. Todo estaba en calma, el aire había desaparecido por completo y no podíamos más que apartar los malditos mosquitos de tamaño elefante que habitan esta mierda. Llamé al anochecer a mi tienda a Sonseca y al cabo mayor Bernard. Mañana, yo, Sonseca y dos hombres más vamos a explorar la orilla del río en dirección norte. Nos dirigimos hacía la zona donde la selva empieza a perder su vigor. Seguramente pasemos el día fuera. Así se lo comuniqué a los dos suboficiales. Y ordené a Bernard organizar un perímetro de contención con guardias dobles-continuadas.

2 comentarios:

Uno, trino y plural dijo...

Esto huele a que dentro de poco se desatará una carnicería, al menos así nos ha enseñado Hollywood ;). Sonseca a parte de la carta seguro que llevó un buen whisky.

Uno, trino y plural dijo...

¡Esto no es Hollywood! Y no quiere serlo xD

P.D: Sonseca trae otras cosas.

Caosmeando

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