A veces nos atrae lo desconocido, lo inexplorado, por esa distancia insalvable que nos cobija y nos permite soñar: soñar de verdad: con libertad, sin límites prudentes, sin frenos racionales.
Te sueño en silencio, mi desconocido, y te imagino distinto a todos los demás: tan auténtico, tan puro, tan salvajemente natural, tan alieno a esta aborrecible sociedad de fotocopias, de pomposos envoltorios que encubren profundos vacíos. Me sorprendes, cuando me parece que ya lo conozco todo, y todo es más de lo mismo. Con ese halo de misterio, ese toque de ingenio, ese instinto curioso, explorador, ese punto inconformista, esa mirada crítica, esa postura conciliadora, esa búsqueda de respuestas sin sentido, ese fuego en la mirada, ese alma mitad poeta, mitad pirata. Y te imagino conmigo, en perfecta comunión, surcando mares, sin rumbo ni destino, patriotas de todos y de ningún lugar, experimentando todo lo experimentable, sintiendo todo lo sentible. A veces pienso, mi desconocido, que me gustaría conocerte, y dejar de soñarte desde la barrera, como los cobardes. Pero no puedo. Sé que si traspasara esa frontera, se perdería la magia de este momento: como una burbuja que al tocarla, explota, desintegrando esa ilusión, esa esperanza, devolviéndome de un plumazo, de nuevo, a esa mediocre realidad en la que ni tú ni yo existimos.
_Dedicado a iNsTaNte_aLepH
jueves, 24 de abril de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario