jueves, 17 de enero de 2008

Bienvenida


-¡Bien venido a mi casa! ¡Entre libremente y por su propia voluntad!
No hizo el menor ademán de salir a recibirme, sino que permaneció donde estaba como una estatua, como si su gesto de bienvenida le hubiese petrificado. Sin embargo, en el instante en que crucé el umbral, avanzó impulsivamente hacia mí, y tendiendo la mano, me cogió la mía con tal fuerza que no pude reprimir una mueca de dolor; lo que no impedía que la tuviese fría como el hielo...; tanto, que me pareció más la mano de un muerto que la de un vivo. Repitió:
-Bien venido a mi casa. Entre libremente. Pase sin temor. ¡Y deje en ella un poco de la felicidad que trae consigo!

La fuerza con la que me había estrechado la mano era tan parecida a la del cochero, cuya cara no había visto, que por un instante pensé si no estaría hablando con la misma persona, de modo que, para cerciorarme, dije inquisitivamente:
-¿El conde Drácula?
Hizo un gesto de asentimiento y contestó:
-Yo soy Drácula. Le doy la bienvenida, señor Harker, a mi casa. Pase; el aire de la noche es frío, y seguramente necesita comer y descansar.

3 comentarios:

Uno, trino y plural dijo...

Qué ganas tengo de leer Drácula. Pero me quedan tantos libros pendientes que no sé cuándo podré. Al menos aquí me he reencontrado con él.

Anónimo dijo...

Yo empecé a leerlo el otro día, tras llevar también bastante tiempo detrás de empezarlo.
Grande Bram Stoker.

Uno, trino y plural dijo...

¡Entre libremente y por su propia voluntad!

Caosmeando

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