Un amigo me habló de sus diarios y empecé a leerlos por curiosidad. Sus escritos me escandalizaron, pero también me emocionaron y me atraparon de tal manera que me enganché también a sus blogs. Se trata de un personaje controvertido y polémico, que expresa lo que siente sin censuras, y que bien entendido, acaba siendo entrañable. Un tipo que se rebela contra la sociedad en la que vive, contra él mismo, en busca de la libertad, de sus sueños, del disfrute de las cosas que dan sentido a su existencia: escribir y el sexo. Copio a continuación un post de un lector suyo, a modo de presentación.
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Fabián Álvarez
[Martes, 22 de mayo de 2007]
Rafa, es de esas personas que parecen salidas de una película. De un libro en el que alguien lucha por sus sueños y termina consiguiéndolos. Alguien a quien no le importó dejar su trabajo de recepcionista de noche para encerrarse a escribir. O quizá sí le importó y eso hace más increíble la gesta que lleva en camino. Dejó su mundo, su todo. Para perseguir un sueño que va tomando forma. Actualmente decenas de miles de personas siguen diariamente sus "ezcritos". Él no es correcto. Las teclas más gastadas de su teclado son el "Shift" y los dos puntos. Separa sus frases así. Porque cada una de ella nace de la anterior. Cada palabra da a luz a otras que te atrapan. Que no te sueltan. En cada uno de sus textos es fácil ver a la persona que quizá deseas ser. O a la que no te atreves a ser.
Se ríe de las costumbres. De nuestro modo de vida. Le das pena tú. Que trabajas de sol a sol para pagar hipotecas, para pagar cosas que no quieres, que no necesitas. El se ríe. Desde su buhardilla en Madrid donde se mudó para estar más cerca de su meta. Siempre tiene presente al que un día fue. En los tiempos en que le daban con la puerta en las narices los editores. Rafa se apellida Fernández. Y hasta su apellido habla claro sobre quien es. Es alguien normal. Sin recomendaciones. Rafa es tú, o yo, o ese vecino raro que te encuentras en la escalera.
Sabe escribir. No adorna nada. No hay sitio para las flores y las telas de colores en la realidad. Cada texto es vida. Es una herida abierta que sangra a borbotones. Un trago de Vodka en ayunas. No te puede dejar indiferente. Él no pide tu cariño, ni que lo comprendas o lo aceptes. No le importa. Lo único importante es que leas lo que escribe. Que te metas dentro. Que sientas una literatura que parece dormida entre templarios, códigos y búsquedas de la felicidad apiladas en absurdas estanterías. Balzac inspiró a Henry Miller para que este se fuera a Paris a llenar cuartillas con una maquina de escribir. Miller hizo lo propio con el Ezcritor. Y seguro que dentro de no mucho tiempo, alguien en algún lugar, dejará una mañana todo lo que para él represente seguridad y tedio. Y se pondrá a manchar hojas de papel con sangre, sudor y semen. Ese día volveremos a ganar todos los que disfrutamos de la lectura.
Ahora, unos posts de posts del eZcritor para deleitaros. Para mí, una deliciosa conjunción entre la parte más humana y más animal de las personas. Os recomiendo la lectura de sus salvajes Diarios de sexo y libertad (http://www.micabeza.com/), y después, de sus blogs http://blogs.20minutos.es/ezcritor (ya sin actualizar, pero vale la pena echarle un vistazo) y http://blogs.20minutos.es/ezcultura (una particular visión de la cultura).
Apaga el ordenador. No sueñes 7 Junio 2006
Escribí mi primer relato a los 22 años de edad: no me atreví hacerlo antes: me limitaba a dejar pasar los días componiendo historias con mi imaginación: no tenía huevos para escribir: empecé algún relato, pero nunca lo terminé.
A los 22 años estudiaba en el instituto. Sí, a los 22 años. Era el alumno de mayor edad del instituto y, ni siquiera, estaba en los cursos finales. Para desesperación de mis abuelos, con los que vivía, repetía curso tras curso. Yo estaba repleto de complejos: nunca hablaba con nadie, siempre que podía no iba a clase: daba vueltas por la ciudad, sin rumbo: sólo iba al instituto para ver a una chica que me gustaba mucho y, cada vez que la veía, pegaba mi espalda a la pared: quedaba paralizado: nunca me atreví a decirle nada: incluso hoy en día, cuando la veo por la calle, me pongo nervioso: jamás le he hablado. De ese sentimiento, nació el primer relato que escribí: trata de una pared que se enamora de una chica: lo titulé: “Relato sincero de una pared enamorada” (por aquel entonces mi Henry Miller era Gabriel García Márquez).
Escribí ese relato a bolígrafo, en una hora: siempre que estoy escribiendo algo que me parece bueno siento que no lo estoy escribiendo yo: que estoy poseído por otra persona: porque, ni yo mismo, sé como van a terminar la frases que estoy escribiendo en ese momento: es como si abriera un grifo del que sale agua: yo solamente soy el tubo por donde sale: cuando pasa eso estoy seguro que dentro de mí vive un gran escritor que, misteriosamente, ha elegido mi cuerpo, el de un payaso inculto, para vivir.
Enseñé mi relato a mi hermana mientras mis manos temblaban: ¡Mi primer relato! ¡Por fin me había atrevido a escribir uno! ¡Mi hermana iba a ser la primera persona que lo iba a leer! ¡El primer relato de Rafael Fernández! ¡Un momento histórico!: mi hermana lo leyó: me dijo que era un relato mediocre: que no le gustaba: que no creía que nunca fuera a conseguir ser escritor.
...
A los pocos días, vi un anuncio en el tablón de anuncios de la biblioteca: "CONCURSO REGIONAL DE RELATOS PEDRO GARCÍA CABRERA": decidí presentar el relato: yo confiaba en mi escrito: era entrañable y original, estaba bien escrito: las bases del concurso especificaba que todos los trabajos debían de presentarse escritos a máquina: yo no tenía máquina de escribir: pero sí mi abuelo, que era periodista: se la pedí:
-Yo no te dejo la máquina para escribir tonterías –me dijo- No es un juguete, Rafa.
No le repliqué. Me encerré en mi cuarto y lloré. Siempre he querido que mi abuelo esté orgulloso de mí: jamás lo he conseguido ni conseguiré: menos, si lee la novela que preparo.
...
Pedí ayuda a un chico de mi clase: vivía cerca de mi casa y sus padres le habían comprado un ordenador: un 486: me costó muchísimo convencerle: no porque no quisiera que fuera a su casa o porque no quisiera dejarme su ordenador: sino porque me decía:
-Es imposible que ganes ese concurso. Tú no eres más que un colegial. Y a ese concurso se va a presentar gente de nivel. No pierdas tu tiempo. Y recuerda que la profesora de literatura dice que escribes fatal.
Insistí tanto que le convencí: esa noche fue la primera vez en mi vida que me senté frente a un ordenador: tardé 5 horas en transcribir mi texto de 4 páginas: yo no tenía ni idea de dónde estaban las letras del teclado: no tenía ni puta idea de mecanografía ni informática y quería que mi relato quedara presentado perfectamente: era tarde: su familia se fue a dormir: mi amigo apareció en pijama, me dijo:
-Yo también me voy a dormir. Cuando termines, apaga el ordenador y no te olvides de cerrar la puerta.
...regresé a mi casa de madrugada (tras despertar a toda esa familia, las impresoras de agujas de aquel entonces hacían un ruido infernal): salí de aquella casa como un ladrón: como si tuviera una obra de arte entre mis manos: no podía dejar de mirar mi escrito impreso en letras mecánicas: me parecía fantástico, maravilloso: recuerdo que llegué a mi casa y puse cada hoja sobre el suelo de mi dormitorio: me acosté en mi cama y quedé dormido, mirándolas: al día siguiente desperté temprano, hice la plica, y envié por correo el relato al concurso:...quedé mirando el buzón: tenía miedo que el buzón cobrara vida y escupiera mi sobre.
...
El día del fallo del premio no podía controlar mi emoción: no podía quedarme en casa, quieto: esperando una llamada que quizá no se produciría nunca:
-A ese concurso se presentarán profesionales –decía mi amigo- No te presentes. No vas a ganar.
-No sabes escribir –decía mi profesora de literatura.
-No te dejo mi máquina de escribir para tus chorradas –decía mi abuelo.
-Nunca conseguirás ser escritor –decía mi hermana.
Salí a caminar por la ciudad, sin rumbo fijo: con todas esas frases atormentándome en la cabeza: pero, sin embargo, dentro de mi escuchaba otra voz: la mía:
-Vas a ganar. Vas a ganar. Vas a ganar. Vas a ganar. Vas a ganar. Vas a ganar. Vas a ganar. Vas a ganar. Vas a ganar. Vas a ganar. Vas a ganar. Vas a ganar. Vas a ganar. Vas a ganar. Vas a ganar. Vas a ganar. Vas a ganar. Vas a ganar. Vas a ganar. Vas a ganar. Vas a ganar...
Me cansé de caminar: tomé un autobús del que no me bajé hasta que se hizo la hora de comer: entonces, regresé a casa: nada más entrar mi hermana me lo dijo:
-Han llamado del ayuntamiento. Has ganado un premio regional de no sé qué poeta por un relato ¿Qué escribiste?
...
Me encerré en mi cuarto, lloré. No tenía nadie con quien celebrarlo: nadie era partícipe de mi triunfo: solo yo: estaba solo: lloré lagrimas dulces: mientras reía me decía, mirándome en el espejo roto de mi habitación:
-No soy el imbécil que todos creen: tengo talento: voy a convertirme en el escritor más importante de todos los tiempos: Rafa ¡Cree en ti! ¡Nadie más lo va hacer!
Ese premio me llenó de confianza: nunca más me fiaría de nadie: sólo de mi mismo: comencé a escribir relatos todos los días: me presenté a más de 100 concursos: no volví a ganar ningún premio: 100 golpes en el estómago: 100 golpes a 1: (salvo la publicación de un relato publicitario) hasta este año que, en un taxi, volví a llorar lágrimas dulces: solo: había ganado el premio “20 blogs” y el periódico “20 minutos”, el periódico más leído de España, me ofrecía un trabajo de bloguer: por un tiempo podría vivir mi sueño: vivir de escribir: por fin: aleluya.
...
Nadie que me rodeara, nunca, nadie, ha confiado en mi: todos me han pedido, alguna vez, muchas veces, que me centre: que madure: que abandone el sueño loco de querer ser escritor: que me busque un trabajo serio: he visto reírse de mi, de mis ideas, de mis proyectos a las personas que más he querido: no entienden que lo que me mueve es una pasión irrefrenable: no quiero reprimir jamás mis deseos: porque sólo cuando sueño y lucho me siento vivo: y cuando me dejo llevar: cuando actúo como los demás quieren, me siento muerto: estoy dispuesto a morir por mi sueño: por eso sé que, algún día, lo voy a conseguir.
Adiós 31 Mayo 2007
Adiós se dice con la boca pequeña. Se tarda menos de un segundo: se tarda poco en decir la palabra más cruel del mundo. Me dice adiós la chica que amo. Adiós mirándome a los ojos, con la misma frialdad que quien dispara en la sien de un recién nacido. Adiós a la mujer a la que he querido dedicar mi vida entera:
-No quiero para nada tu vida –anuncia.
Creía que mi vida era gran cosa. Pero ahora me la devuelve dentro de una bolsa de basura. Mis ilusiones, mi sueño, mi trabajo, mi inteligencia no fue más que un engaño ¿Para qué sirvo en la vida? Me miro en el espejo y veo lo que mi prepotencia no me permitía ver: la tengo pequeña.
-Dime adiós y clávame un cuchillo –le ruego.
Y la chica se va. Quedo solo, llorando sobre el suelo de la cocina, en una esquina. Me casé con ella en mi mente: imaginé que tendríamos hijos, imaginé que el primero que muriera de los dos, vería al otro justo antes de cerrar los ojos. Adiós se dice en un segundo. Pero a veces, la herida que provoca, dura toda una vida.
Hoy aquí, mañana en otra persona 8 Diciembre 2006
Cada trozo de papel higiénico que está dentro de la papelera de mi habitación representa una corrida dentro del chocho de Begoña. Begoña volvió y, al primer lugar a donde la llevé, fue a donde más la eché de menos: a aquel banco del parque del Retiro. Allí la traté como a un enamorado. Aunque digamos que, ninguno de los dos, estamos enamorados:
-Me siento muy mal, muy culpable, cuando estoy contigo –dice enrollada, entre las sábanas de mi cama, dándome la espalda.
Y yo, siempre le digo que no nos volvamos a ver como amantes, sólo como amigos. Que tome un taxi hasta su casa, que se vaya con su marido: porque lo que yo menos quiero es verla infeliz. Pero siempre, siempre, todos nuestros caminos conducen hasta mi cama. Y, siempre, confiamos en la química de sus pastillas, para no tener hijos juntos.
Mientras, caminamos por el Retiro, evitamos a las adivinas que nos quieren leer las manos, las cartas:
-A ver si van a adivinar que soy una puta –dice riendo–.
Y, luego, me voy a remar. Me divierto como un niño.
Me gustaría tener, encontrar, inventar, palabras con las que aliviar y convencer a Begoña de que realmente no hacemos nada malo. Que no tiene porque sentirse mal. Sólo somos dos personas que disfrutan mucho estando juntos ¿Puede ser eso algo horrible? Es cierto que, en una realidad diferente, existe su marido, su rutina y las facturas. Pero también es cierto que, en esta realidad en la que ahora estamos juntos, de la mano en este parque, hay un oasis, un sentimiento, unos instantes tan intensos, mucho más validos, para la vida, para la felicidad de nuestros corazones, que estar sentado frente al televisor, con su marido. Estar juntos, es salud: evita que muramos, estando vivos.
-Ojalá –me dice- volviera la pasión de los primeros años con mi marido.
Y, cuando más tarde, le estoy metiendo mi polla furiosa, pienso que sí que ha vuelto. Pero, por desgracia, no con su marido. La vida es algo muy complicado: no cabe dentro de un matrimonio ni de un romance: hoy, mi polla está furiosa, mañana, no: hoy, ella encuentra la felicidad conmigo, mañana, la encontrará en otra persona.
sábado, 10 de noviembre de 2007
el eZcritor (Rafael Fernández)
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2 comentarios:
¡Por fin!
Vaya, menuda pequeña joya me habéis descubierto, mil gracias.
El chico o no tan chico tiene talento.
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