miércoles, 14 de noviembre de 2007

Diarios de guerra II

18 de Abril:
Hoy han llegado dos chicos nuevos. Parecen entusiasmados. Me alegra y me consterna ver sus caras de novatos, ese aroma de virginidad que desprenden sus cuerpos. Pronto ya nunca serán lo que antes fueron. Serán personas completamente distintas, esta maldita selva te cambia. Pero a pesar de todo ello me gusta ver caras nuevas, nuevas ilusiones, nuevas esperanzas, nuevas historias que compartir y escuchar en las eternas noches del infierno. Llevo ya mucho tiempo aquí. Dejé de ser un primerizo de la noche a la mañana. Como todo hijo de vecino empecé de soldado raso, asignado al tercer batallón de tierra del Teniente Coronel Guillermo. A las dos semanas de haber llegado, cuando ni tan siquiera llegábamos a unos 600 soldados, nos ordenaron ocupar un bunker que se encontraba en lo alto de la colina alfa. Dijeron que sería un asalto rápido y que el enemigo apenas presentaba efectivos en aquella zona. Qué otra cosa iban a decir. La operación debía ponerse en marcha al amanecer, con las primeras luces del alba, más o menos a las cinco de la mañana. A lo que ocurrió aquella mañana no he conseguido encontrarle otro nombre que no fuera masacre. Recuerdo que ascendíamos la colina en dos grupos, uno por cada flanco. Al llegar a unos 100 metros del bunker nos detuvimos. Algo olía raro, estaba todo demasiado calmado. De repente nos vimos cubiertos por una ráfaga de una metralleta móvil del calibre 45 que apareció en un carro de combate. Tras la incertidumbre recibimos una oleada de proyectiles de corto alcance y algunas granadas. Fue espantoso, parecía un campo desolado por la peste. Gritos y socorros se alzaban en súplica hacia el cielo. Compañeros llorando, arrodillados pidiendo clemencia al señor, temerosos y agazapados. Otros con menos suerte se arrastraban malheridos o amputados. O simplemente yacían muertos, inertes y fríos, cubiertos por su propia sangre. Los pocos supervivientes retrocedimos tropezando y cayéndonos de bruces contra el barro, casi como fantasmas errantes, sin un sitio a donde dirigirnos. Me nombraron cabo primero después de lograr salvar al soldado de primera Huchet, y escoltar al Teniente en su retirada.

1 comentarios:

Uno, trino y plural dijo...

"Pronto ya nunca serán lo que antes fueron" ¿Están aquí todos los Diarios de guerra?

Caosmeando

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