viernes, 6 de noviembre de 2009

Joaquín Caro Romero

Le quitaron primero las ventanas.
No le vendaron el portal siquiera.
El aire se quedó sin escalera
y se quedó el verano sin persianas.

No hay ojos que saluden las mañanas,
pues aquel rostro es una calavera
que destrozó la ausencia a su manera
tirando al mar la voz de las campanas.

El polvo con nosotros no se queja.
Estamos solos y esto es suficiente
para sentir la herida algo más vieja.
(Aquí hubo un día un palomar ardiente
con un fuego de amor en cada reja
y una historia sin nadie que la cuente).

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