Un corto de Alberto González Vázquez
miércoles, 29 de abril de 2009
Sinfonía. Un cuento con la Mona Cha
Me pidió la pulsera de cobre. La tomó con delicadeza y la sumergió en una vasija con agua. En la H. J. U. T. comenzaban a transmitir la Sinfonía No. 40, de Wolfgang Amadeus Mozart, interpretada por la Mozart Festival Orchestra, bajo la dirección de Alberto Lizzio, según la presentadora del programa. A tiempo con los primeros compases de la orquesta, la Mona Cha me pidió que sacara de una bolsa verde un poco de sal marina y la depositara en el recipiente. Luego, con los ojos cerrados, como si rezara, posó sus manos sobre la vasija. Por unos instantes me invadió una oleada de ternura al verla concentrada, como ida de sí misma, en una actitud que para mí significó su esfuerzo para trasladar a mi pulsera su seguridad o para que nuestro amor, asediado en los últimos días por discusiones inútiles, quedara protegido por el brillo del aro metálico y su esencia misteriosa.
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La música acrecentaba el halo de intimidad que se palpaba en el ambiente a medida que avanzaba la ceremonia de purificación de mi pulsera. Después la tomó con seguridad, le dio vueltas y la restregó insistente, como si la lavara con la solución salina. La colocó sobre la superficie de la mesa. Buscó luego papel celofán azul y con él la frotó y secó, mirándola con fijeza.
-El papel celofán es mágico -me explicó-. Viene de celo o protección y fan, de fantasía o sueños de eternidad.
Me la enseñó con orgullo.
-Además, el azul es la limpieza y lo infinito.
Había quedado reluciente.
-¿Te das cuenta de todo lo que encierra un simple papel azul?
-Si, es increíble -corroboré, embrujado por el accionar de sus dedos sobre mi pulsera, el brillo obtenido en el metal y la música, que me llenaba de reminiscencias.
-Ahora debes programarla -me sugirió.
Me explicó que la llevara con la mano derecha a mi tercer ojo y pensara, como cuando se pide un deseo, en un sólo propósito para mi vida. Lo hice para mis adentros, como me lo indicó, y sólo pedí, en esos brevísimos segundos, que ella permaneciera a mi lado por el resto de mis días. Luego la deposité sobre la mesa.
Sentí que una gran paz inundó mi espíritu.
La miré con gratitud.
La sonrisa que iluminaba su mirada me llegó al alma. Mozart ayudaba a que la sensación de placidez fuera más profunda. La orquesta parecía acrecentar su énfasis al unísono con el vaivén de mis sensaciones.
Tomó de nuevo la pulsera de la mesa y me la colocó en la muñeca.
El calor de su piel me hizo hervir la sangre.
Le di un beso y me pareció que la explosión de violines que venía de su equipo de sonido, oculto en algún lugar estratégico de su consultorio, inauguraba un futuro mejor para mi vida. Estaba cautivado por sus ojos, el ritual de la limpieza y la música, que ahora llegaba a su clímax.
-La he programado para que te proteja de energías negativas -me había dicho recién nos conocimos, un día en que nos citamos para compartir un poco nuestra necesidad de acercarnos mejor, un año atrás en una cafetería. Nos habían presentado en un cóctel de lanzamiento de un libro de poemas y poco a poco habíamos ido encontrando el camino que nos permitiera saber qué cosas podrían unirnos y cuales alejarnos o si había algún futuro para nuestra relación.
Lo de la pulsera fue una de ellas.
Cosas del amor.
Yo siempre he sido reacio a utilizar joyas o aditamentos de esa clase, pero fue tanta su seguridad y la ternura que sentí depositada en ella, que acepté usarla desde entonces en la muñeca izquierda.
De ahí en adelante, la he visto negrearse y relucir y tanto ha sido parte de mi decorado personal que ya casi ni me doy cuenta de su presencia. Sólo su cambio de coloración ha hecho que me fije un poco más en ella. En verdad, un metal oxidado en el cuerpo no es la mejor muestra de vitalidad de un ser humano. Brille o no, siempre será polo de atracción para las miradas de la gente.
Pero en las últimas semanas se negreó más de lo debido. Ni frotándola con una bayetilla había logrado sacarle el brillo que ahora, después de la vasija, el agua, la sal marina, el papel celofán y la ternura (o la superstición) ella ha logrado imprimirle.
-Algo falla entre los dos, aún no lo sé. Debe haber personas que desean que nuestra relación se acabe o tu deseas otra mujer y esos pensamientos generan fuerzas adversas que tratan de dañarte y negrean tu pulsera -me dijo, en medio de nuestra última discusión, cuando le comuniqué que no podíamos pasar esa noche juntos.
-¿No seremos nosotros los que la negreamos con nuestras actitudes idiotas?
Meditó unos instantes.
Luego continuó:
-Cuando se negrea, es porque te protege de influencias negativas, sean tuyas o de otros, ¿si me entiendes? La pulsera las detiene y las concentra para que no te dañen.
Es curioso. Mi modo de ser, pragmático e impredecible, me impide creer en esas situaciones supranaturales. Es muy posible que la Mona Cha tenga razón en eso de la envidia de la gente, que no admite que otros sean felices y traten de dañarlos. ¿Será posible que el metal cambie por su acción? ¿Por qué no vuelve a brillar cuando se eliminan los problemas? No lo sé. Posiblemente he sudado más de lo debido por culpa de mi nerviosismo y nuestro talismán oscila entre el brillo deslumbrante y la opacidad del óxido que verdea mi piel y ennegrece la pulsera. O en verdad es un pararrayos de energía.
Nuestras discusiones, últimamente tan frecuentes, ¿influirán en un metal como el cobre, que altera su color con un simple cambio de temperatura? La Mona Cha me ha dicho que ese fenómeno se da aunque yo no lo acepte. Es verdad. Sin proponérmelo noté que la pulsera se volvió opaca desde la noche de nuestro altercado.
Fue el viernes hace dos semanas, cuando teníamos planeado bailar un poco en Parrilla y cerveza, taberna que habíamos frecuentado por su ambiente familiar, y después pasar la noche juntos. Es otro ritual que hemos sabido mantener vivo con crear nuevas situaciones y, sobre todo, creer en nosotros mismos. Pero uno de mis hijos enfermó y tuve que dedicarle nuestro tiempo a él y esta circunstancia rompió la magia de nuestros fines de semana.
Así de simple.
-Yo no soy importante para ti. Cualquier cosa te absorbe el tiempo y lo nuestro queda relegado a segundo término -me dijo, enrojecida por la contrariedad, como si nuestra vida en común se acabara con esa separación circunstancial.
-Eso no es cierto.
-Soy una mujer sola.
-No es cierto. El hecho de que esta vez no estemos juntos porque debo solucionar una emergencia familiar no quiere decir que te vaya a abandonar ni que tú seas una mujer sola. ¿Qué soy yo, entonces?
-Pronto tendrás que decidir entre tus compromisos y yo. Te advierto que no voy a estar esperándote toda la vida ni mucho menos estoy dispuesta a soportar la amenaza de un abandono en el momento menos pensado por tu falta de decisión, por tus inseguridades. Tampoco quiero sentir que ocupo un segundo lugar...
-Ya que eres psíquica deberías saber qué futuro nos espera -le dije para ofenderla.
-No acostumbro a mirar tu futuro ni el mío, no me parece ético. Además, ¿no crees que eso que aparentemente puede ser una facultad gratificante se convierta en un sufrimiento? Saber qué va a pasar contigo o conmigo puede ser una tortura. No estoy dispuesta a soportarlo. Por eso espero la vida como venga aunque, te repito, quiero una vida estable, alguien con quien compartir mis horas y no voy a esperar...
-Bonito amor el tuyo.
No poder hacer el amor un día esperado siempre es algo traumático pero no hasta el punto de predecir un rompimiento, como me lo planteó en el altercado. Mi decisión de apoyar a mis hijos cuando me necesiten me obligó a pedirle que aplazáramos nuestra cita. Pero para la Mona Cha fue como una afrenta. Ese viernes la inseguridad se instaló como una pulsera negra en nuestras relaciones.
Al lunes siguiente me dio a entender que no había estado inactiva, que su decisión de no esperarme era una realidad. Había pasado el fin de semana con unos amigos y entonces la contrariedad pasó de su sonrisa de satisfacción a mi incertidumbre. Y mi pulsera empezó a negrearse, hasta hoy, día de la ceremonia.
¿Era motivo suficiente un día de no caricias nuestras para querer buscar otras? Pensé. En realidad esas son las dudas que brotan con frecuencia en nuestras discusiones y nos impulsan a herirnos, a veces con saña, en lugar de construir el universo que necesitamos. Y los reclamos se dan tanto en uno como en el otro. La seguridad de nuestro amor se rompe en los celos mal administrados. Tú me increpas que baile o mire a otra mujer. Yo dudo de tu conducta cuando no podemos estar juntos, porque sé que para ti es trascendental nuestras horas de intimidad. En ese tire y afloje herimos la confianza que deberíamos tenernos. Y el horizonte se vuelve un nubarrón negro, tan negro como mi pulsera. Por eso, quizá, su afán por sanarla, limpiarla, depurarla en esta ceremonia espontánea que ahora ha llegado a su fin.
Me comparo con Mozart y no sé por qué imagino su peregrinar por varias ciudades de Europa en busca de la estabilidad. Su nerviosismo por su futuro. Presiento sus indecisiones. Comparto sus glorias y fracasos. Somos acuarianos, según los mapas astrales que la Mona Cha maneja con tanta propiedad.
Me alejé por unos días. En verdad me sentía ofendido, dispuesto a seguir otro camino.
Ayer recibí su llamado. Y su queja.
-¿Sólo yo tengo la obligación de impulsar nuestra relación? ¿Por qué no me llamas tú también?
Me invitó a su consultorio para aclarar nuestro disgusto. O para reafirmarme su voluntad de no permanecer sola. O para comprobar mi verticalidad y mi capacidad de decisión. Acudí con muchas dudas. Entonces fue cuando procedió a la limpieza de esos nubarrones que han deteriorado nuestras relaciones. El ritual de la limpieza surgió espontáneo para eliminar las energías negativas que, según la Mona Cha, nos aíslan de la ternura. Pero bien sé que mi amor por ella, bruja, psíquica o lo que sea, nunca dependerá de un metal ni de su apariencia.
-Ahora ya estás protegido -concluye con gran seguridad.
Mozart me devuelve a sus ojos, al brillo reluciente de mi pulsera, que orgulloso miro en mi muñeca izquierda.
¡Oh!, Tu, pulsera de mi suerte, receptora de fuerzas negativas o positivas, que verdeas en el odio y en la envidia, que reluces en el amor y en la ternura, ¡sálvanos!
Un coro de aplausos precede a la voz de la presentadora, que anuncia otro compositor en el concierto de la mañana.
Benhur Sánchez Suárez Cuentos con la Mona Cha
martes, 28 de abril de 2009
La batalla de Santiago. 2. Michimalongo
Habiendo descansado la gente de ambos bandos, llegó el general Michimalongo con cinco mil hombres de refresco a donde estaba su ejército con mucha pausa refocilándose para revolver con más bríos a proseguir lo que estaba comenzado; y viéndolos con tanta sorna a tiempo en que pensaba él que se habían comido a los españoles sin resistencia, les habló con palabras graves y severas, que argüían entendimiento y valor de uno de los emperadores romanos, más que de bárbaro chilense.
Porque aunque estos indios son comúnmente de bajos naturales y apocados en sus personas y modo de proceder en sus negocios, con todo eso hay algunos que representan el señorío y autoridad de sus linajes y oficios, y tal era este Michimalongo, cuya prudencia y sagacidad y otras buenas partes naturales autorizaban mucho su persona.
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Por esta causa era muy respetado de los indios y no menos por ser muy liberal y dadivoso para sus súbditos, y templado, sobrio y compuesto en sí mesmo. Pues la virtud donde quiera es venerada, aunque sea entre bárbaros, y lo que más es amada de los mesmos enemigos, como lo dice Cicerón por palabras expresas.
Era este Michimalongo de buena estatura, muy fornido y animoso; tenía el rostro alegre y agraciado, tanto, que aun a los mesmos españoles era amable. Viendo, pues, a los suyos mano sobre mano, los reprendió ásperamente con gran coraje y severidad, como hombre de pundonor y sangre en el ojo, con las razones siguientes: «Espantado estoy de que unos hombres tan valerosos como yo entendí que érades vosotros, hayáis caído en tal infamia y deshonor, perdiendo vuestra reputación acerca de los cristianos, y aun de los mesmos de vuestra patria de entre los cuales yo os escogí, entendiendo que érades hombres y no gallinas, como la experiencia muestra con desengaño.
Yo no sé, por cierto, qué nueva cobardía se ha metido y aposesionado de vosotros, que, habiendo resistido tan varonilmente a los quinientos hombres que entraron con el capitán don Diego de Almagro hasta hacerlo salir de nuestras tierras con el temor que nos tuvieron, estéis agora tan amilanados que os hayan hecho huir cuatro hombrecitos de mala muerte, cobrando ellos avilantez de ver tan en su punto vuestra cobardía.
Mucho tenía yo que deciros acerca desto, pero basta para avergonzaros el deciros, ya aquí públicamente, que alzo mano del oficio de general, y, desde luego, lo renuncio en quien mandáredes, porque me desdeño de ser tenido por adalid de tan infames soldados, pues quien oyere decir lo que hoy ha pasado por vosotros me echará a mí la culpa, como a la cabeza a quien se suelen atribuir todos los achaques y efectos prósperos o adversos de la guerra.
Y si me hiciéredes instancia para que no me exima deste cargo, ha de ser con tal condición que troquéis los instrumentos de guerra con vuestras mujeres, tomando ellas vuestras armas y vosotros sus ruecas, que sois más para ellas que para las batallas; aunque siendo cincuenta mil, como sois vosotros, para treinta y dos hombrecillos como éstos, que seáis hombres o mujeres, que traigáis lanzas o ruecas, cualquiera cosa sobra si no sois gallinas, como hasta aquí lo habéis mostrado.»
A estas razones respondió un capitán llamado Aliavo, que aunque le sobraba razón de estar airado contra ellos mirando solamente los efectos, pero considerando bien lo que ellos habían hecho y padecido no había hombre entre ellos digno de ser reprendído por cobarde. Pero que tornarían a la refriega, pues hasta entonces no habían desistido della, sino solamente retirándose un poco para tomar aliento.
Con éstas le dijo otras palabras para aplacarlo, prometiéndole grandes cosas, de suerte que el general se fué amansando hasta quedar del todo desenojado.
Y queriendo que se diese luego la batalla mandó que mientras todos bebían un poco para entrar con más esfuerzo, fuesen a la ciudad algunos espías mostrándose ser indios de paz para contar los españoles que en ella había, deseando saber si había algunos menos de los treinta y dos de a caballo y diez y ocho de a pie, habiendo muerto alguno en la batalla.
Estos espías entraron en la ciudad sin género de impedimento, como es de ordinario en este reino, porque como los indios de paz y los de guerra son de una misma traza, hábito y disposición, no se puede discernir si entre los muchos que hay de paz se mezclan algunos de los rebeldes, y así echaron de ver estos espías todo lo que quisieron, contando a los españoles uno a uno muchas veces, y hallaban siempre ser treinta y tres los de a caballo.
Fueron con esta relación al general Michimalongo, el cual hizo burla de ellos, diciendo que debían estar embriagados y que él no pretendía saber si los de a caballo eran más de treinta y dos, sino si eran menos, pues no haber más era cosa muy cierta, y que a todos constaba sin duda alguna.
Y tornando a enviar otros espías le dieron la misma relación que los primeros, lo cual hicieron otros muchos indios que envió diversas veces concordando todos en que los de a caballo eran treinta y tres, lo cual, había también notado Francisco de Villagrán al tiempo de la batalla, por lo cual se tuvo por cosa cierta, como lo fue, que aquel caballero que allí estaba demás de los treinta y dos conocidos era el glorioso Apóstol Santiago, enviado de la divina Providencia para dar socorro al pueblo de su advocación, que invocaba su santo nombre.
lunes, 27 de abril de 2009
¿Y tú cuál eliges?
No soy ningún amante de Sabina, es más, conozco pocas de sus canciones, pero el otro día al escuchar esta canción, por un momento mi cabeza se separó de mi cuerpo y puso a volar su imaginación intentado imaginar cada una de las grandes posibilidades que se nos ofrecen:
Al Capone en Chicago, legionario en Melilla, pintor en Montparnasse, mercenario en Damasco, costalero en Sevilla, negro en Nueva Orleans, viejo verde en Sodoma, deportado en Siberia, sultán en un harén, ¿Policía? ni en broma, triunfador de la feria, gitanito en Jerez, Tahur en Montecarlo, cigarrillo en tu boca, taxista en Nueva York, el más chulo del barrio, tiro porque me toca, suspenso en religión, confesor de la reina, banderillero en Cádiz, tabernero en Dublín, billarista a tres bandas, insumiso en el cielo, dueño de un cabaret, arañazo en tu espalda, tenor en Rigoletto, pianista de un burdel, Bongosero en la Habana, casanova en Venecia, anciano en Shangri La, polizón en tu cama, vocalista de orquesta, mejor tiempo en Le Mans, cronista de sucesos, detective en apuros conservado en alcóhol, violador en tus sueños, suicida en el viaducto, guapo en un culebrón, morfinómano en China, desertor en la guerra, boxeador en Detroit, cazador en la India, marinero en Marsella o fotógrafo en Play Boy.
domingo, 26 de abril de 2009
Las once mil vergas ( y L)
Había llegado hasta aquí en su sueño cuando los soldados le zarandearon y le condujeron ante sus verdugos.
Los once mil japoneses estaban alineados en dos filas, cara a cara. Cada hombre empuñaba una baqueta flexible. Desnudaron a Mony, luego tuvo que andar por ese cruel camino ribeteado de verdugos. Los primeros golpes solamente le hicieron estremecerse. Caían sobre una piel satinada y dejaban marcas rojo obscuro. Soportó estoicamente los mil primeros golpes, luego cayó bañado en sangre, con el miembro erecto.
Entonces le colocaron encima de una camilla y el lúgubre desfile, marcado por los secos golpes de las baquetas que golpeaban sobre una carne hinchada y sangrante continuó. Al poco rato su miembro ya no pudo retener por más tiempo el chorro espermático y, levantándose varias veces, escupió su líquido blancuzco a la cara de los soldados que pegaron con más fuerza sobre este pingajo humano.
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Al diezmilésimo golpe, Mony entregó su alma. El sol estaba radiante. Los trinos de los pájaros manchúes hacían más alegre la rozagante mañana. La sentencia se ejecutó y los últimos soldados dieron su baquetazo sobre un pingajo informe, una especie de carne de salchicha donde ya no se distinguía nada, salvo el rostro que había sido cuidadosamente respetado y donde los ojos vidriosos completamente abiertos parecían contemplar la majestad divina en el más allá.
En ese momento un convoy de prisioneros rusos pasó cerca del lugar de la ejecución. Lo hicieron parar para impresionar a los moscovitas.
Pero resonó un grito seguido de otros dos. Tres prisioneros se lanzaron y, como no estaban atados, se precipitaron sobre el cuerpo del torturado que acababa de recibir el undécimo mil vergajazo. Se postraron de rodillas y besaron con devoción, llorando a lágrima viva, la cabeza ensangrentada de Mony.
Los soldados japoneses, estupefactos por un momento, se dieron cuenta inmediatamente de que si uno de los prisioneros era un hombre, un coloso incluso, los otros dos eran unas bellas mujeres disfrazadas de soldado. Eran, en efecto, Cornaboeux, Culculine y Alexine, que habían sido capturados tras el desastre del ejército ruso.
Primero los japoneses respetaron su dolor, luego, atraídos por las dos mujeres, empezaron a sobarlas. Dejaron a Cornaboeux arrodillado junto al cadáver de su señor y les quitaron los pantalones a Culculine y a Alexine que se debatieron en vano.
Sus bellos culos blancos y bulliciosos de parisina aparecieron enseguida ante los ojos maravillados de los soldados. Estos empezaron a fustigar suavemente y sin rabia estos encantadores traseros que se meneaban como lunas borrachas y, cuando las bonitas muchachas intentaban levantarse, se vislumbraban debajo los pelos de sus conejos que contemplaban a la tropa con la boca abierta.
Los golpes cortaban el aire y, cayendo de lleno, pero no demasiado fuerte, marcaban por un instante los culos carnosos y firmes de las parisinas, pero inmediatamente se borraban las marcas para volver a aparecer en el lugar donde la verga acababa de golpear de nuevo.
Cuando estuvieron convenientemente excitadas, dos oficiales japoneses las condujeron a una tienda y, en ella, copularon una decena de veces como corresponde a hombres hambrientos por una larga abstinencia.
Estos oficiales japoneses eran caballeros de grandes familias. Habían hecho espionaje en Francia y conocían París. Culculine y Alexine no tuvieron grandes dificultades para hacerles prometer que les entregarían el cuerpo del principe Vibescu, que hicieron pasar por su primo, al tiempo que se presentaban como hermanas.
Entre los prisioneros había un periodista francés, corresponsal de un periódico de provincias. Antes de la guerra, era escultor, y no sin algún mérito, y se llamaba Genmolay. Culculine le buscó para rogarle que esculpiera un monumento digno de la memoria del príncipe Vibescu.
El látigo era la única pasión de Genmolay. Sólo pidió a Culculine que se dejara azotar. Ella aceptó y se presentó, a la hora indicada, con Alexine y Cornaboeux. Las dos mujeres y los dos hombres se desnudaron. Alexine y Culculine se tendieron en la cama, cabeza abajo y con el culo al aire, y los dos robustos franceses, armados con vergas, empezaron a golpearlas de manera que la mayor parte de los golpes cayera sobre las rayas culeras o sobre los conos que, a causa de la posición, sobresalían admirablemente. Ellos golpeaban, excitándose mutuamente. Las dos mujeres sufrían el martirio, pero la idea de que sus sufrimientos procurarían una sepultura conveniente a Mony las sostuvo hasta el final de esta singular prueba.
Al poco rato Genmolay y Cornaboeux se sentaron y se hicieron chupar sus grandes miembros llenos de sustancia, mientras que con las vergas no paraban de azotar los trémulos traseros de las dos bonitas muchachas.
Al día siguiente, Genmolay puso manos a la obra. Pronto acabó un sorprendente monumento funerario. La estatua ecuestre del príncipe Mony lo coronaba.
En el pedestal, unos bajorrelieves representaban las gestas más sonadas del príncipe. Por un lado se le veía abandonando en globo el Port-Arthur sitiado, y por el otro, estaba representado como protector de las artes, que acababa de estudiar en París.
El viajero que recorre la campiña manchú, entre Mukden y Dalny, ve súbitamente, no lejos de un campo de batalla sembrado aún de osamentas, una monumental tumba de mármol blanco. Los chinos que trabajan por sus alrededores la respetan y la madre manchú, respondiendo a las preguntas de su hijo, le dijo:
–Es un caballero gigante que protegió a Manchuria contra los diablos occidentales y contra los del Oriente.
Pero, generalmente, el viajero se dirige más fácilmente al guardagujas del transmanchuriano. Este guardia es un japonés de ojos oblicuos, vestido como un empleado de Correos. El responde modestamente:
–Es un tambor-mayor nipón que decidió la victoria de Mukden.
Pero si, interesado por informarse exactamente, el viajero se acerca a la estatua, permanece pensativo largo rato tras haber leído estos versos grabados sobre el pedestal:
Aquí yace el príncipe Vibescu De las once mil vergas único amante Desvirgar once mil vírgenes Es preferible, ¡oh caminante!
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sábado, 25 de abril de 2009
O 25 de Abril
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Etiquetas: arte, fotografía, historia
viernes, 24 de abril de 2009
La batalla de Santiago. 1. Inés Juárez
No habían pasado aún nueve meses desde la fundación oficial de Santiago cuando la ciudad sufrió un ataque que la arrasó. Lo cuenta Pedro Mariño de Lobera en el capítulo XV de su Crónica del Reino de Chile
Estando los cincuenta españoles de la ciudad de Santiago ( al mando del Teniente General de Gobernador Alonso de Monroy ) con las armas en las manos esperando a los enemigos, veis aquí cuando un domingo a los once de setiembre de 1541, tres horas antes del día llegaron sobre la ciudad los indios de guerra repartidos en cuatro escuadrones para derribar por tierra las paredes y quitar las vidas a las personas. Y aunque la multitud de bárbaros y el orden y disposición de sus compañías, el pavor de sus alaridos y la obscuridad de la noche eran todos motivos para atemorizar a los ciudadanos, con todo eso no hubo hombre entre ellos que desmayase, antes mostrando un valor invencible pelearon todos con lanza y adarga, dando y recibiendo heridas por todo aquel espacio de tiempo que duró la obscuridad de la noche. Mas como empezase a salir la aurora y anduviese la batalla muy sangrienta, comenzaron también los siete caciques que estaban presos a dar voces a los suyos para que los socorriesen libertándoles de la prisión en que estaban. Oyó estas voces doña Inés Juárez, que estaba en la misma casa donde estaban presos, y tomando una espada en las manos se fué determinadamente para ellos
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y dijo a los dos hombres que los guardaban, llamados Francisco Rubio y Hernando de la Torre que matasen luego a los caciques antes que fuesen socorridos de los suyos. Y diciéndole Hernando de la Torre, más cortado de terror que con bríos para cortar cabezas:
-Señora, ¿de qué manera los tengo yo de matar?
Respondió ella:
-Desta manera.
Y desenvainando la espada los mató a todos con tan varonil ánimo como si fuera un Roldán o Cid, Ruy Díaz. No me acuerdo yo haber leído historia en que se refieran tan varoniles hazañas de mujeres como las hicieron algunas en este reino, según constará por el discurso de la nuestra, donde verá el lector haberse hallado algunas en Chile que sepueden comparar con aquella famosísima Alartesia y Lampeda, que ganaron por sus personas, antiguamente, la mayor parte de la Europa y algunas ciudades de Asia, y no con la certidumbre de las que hablamos, pues las historias que tratan de aquellas y otras semejantes mujeres belicosas, como Oritia, Minitia Harpálica, Pentesilea, Hípólita y Harpe, no son tan auténticas ni tienen tantos fundamentos de credulidad; y desta doña Inés Juárez y sus hechos y de las demás mujeres de que hago mención en esta historia, hay muchos testigos le vista muy fidedignos y de autoridad en mayores cosas que son hoy vivas y lo afirman todos unánimes en lo que atestiguan. Habiendo, pues, esta señora quitado las vidas a los caciques, dijo a los dos soldados que los guardaban que, pues no habían sido ellos para otro tanto, hiciesen siquiera otra cosa, que era sacar los cuerpos muertos a la plaza para que viéndolos así los demás indios cobrasen temor de los españoles. Eso se puso luego en ejecución, saliendo los dos soldados a pelear en la batalla, la cual duró gran parte del día, corriendo siempre sangre por las heridas que se recibían de ambos bandos. Y fué cosa de grande maravilla el ver que tan pocos españoles pudiesen resistir tanto tiempo a tan excesivo número de bárbaros de grandes fuerzas y determinación en la guerra, mayormente viéndolos ya posesionados de la ciudad, que estaba llena de ellos por todas partes, donde apenas se podía discernir cuál era el mayor número, el de los vivos o el de los muertos.
Viendo doña Inés Juárez que el negocio iba de rota batida y se iba declarando la victoria por los indios, echó sobre sus hombros una cota de malla y se puso juntamente una cuera de anta y desta manera salió a la plaza y se puso delante de todos los soldados animándolos con palabras de tanta ponderación, que eran más de un valeroso capitán hecho a las armas que de una mujer ejercitada en su almohadilla. Y juntamente les dijo que si alguno se sentía fatigado de las heridas acudiesea ella a ser curado por su mano, a lo cual concurrieron algunos, a los cuales curaba ella como mejor podía, casi siempre entre los pies de los caballos; y en acabando de curarlos, les persuadía y animaba a meterse de nuevo en la batalla para dar socorro a los demás queandaban en ella y ya casi desfallecían. Y sucedió que acabado de curar un caballero se halló tan desflaquecido del largo cansancio y mucha sangre derramada de sus venas que intentando subir en su caballo para volver a la batalla no pudo subir por falta de apoyo, lo cual suplió tan bastamente esta señora que poniéndose ella misma en el suelo le sirvió de apoyo para que subiese, cosa cierta que no poco apoya las excelentes hazañas desta mujer y la diuturnidad de su memoria.
jueves, 23 de abril de 2009
miércoles, 22 de abril de 2009
Misterios Hawaianos (1)
Los Huesos de Kamehameha
Kamehameha I, también conocido como Kamehameha el Grande, unificó las islas hawaianas bajo una sola soberanía. Desde el día de su muerte, el 8 de mayo de 1819, el misterio de la locación de los huesos del Rey Kamehameha es uno de los más grandes secretos en Hawaii.
A pesar de que los antiguos hawaianos tenían un ritual ceremonial de entierro para todos, los rituales del funeral que se le daba a los Jefes eran especialmente complicados y sagrados. La ceremonia que preparaba el cuerpo del Jefe para la vida después de la muerte incluía la extracción de la carne de entre los huesos, que luego serían enterrados.
La ubicación de los huesos se mantenía en secreto y se decía sólo a quién se delegaba el poder, usualmente al consejero más cercano. En el caso de Kamehameha, al Jefe Ulumaheihei (llamado Hoapili por el Rey) le fue concedido este honor. Los huesos de Kamehameha eran extremadamente sacrosantos y debían mantenerse escondidos para asegurar la transición de su espíritu al mundo de los aumakua, o Dioses.
Para ser colocados en el lugar seguro y para prevenir cualquier espía, los huesos sagrados fueron escondidos de noche. Se creía que si el lugar del entierro era revelado, el enemigo que entró en contacto con los huesos podría absorber el mana o poder del Jefe.
Aunque no está aún comprobado, muchos creen que los restos de Kamehameha descansan en una cueva en kaloko, un estanque en Kehaha, en la isla de Hawaii. Otros famosos soberanos, incluido Kahekili, un famoso soberano de Maui, descansan allí también. Algunos dicen que el Rey kalakaua ordenó que los restos de Kamehameha fueran reubicados en el mausoleo Real en Nuuanu Valley, aunque este dato es nada más que un rumor.
Si los huesos del Rey Kamehameha fueron exhumados alguna vez, accidentalmente o intencionalmente, no se puede saber qué cadena de eventos puede desatarse con esta falta de respeto. Las anécdotas conflictivas alrededor de la morada final de los restos de Kamehameha el Grande son, tal vez, historias intencionales armadas para asegurar que el misterio permanezca intacto.
Desamor.
Siempre he asociado los sentimientos con los sabores, y ahora estoy comprobando lo acertada que es definir el desamor como amargo.
Gregorio Marañón decía: Amar y sufrir es, a la larga, la única forma de vivir con plenitud y dignidad.
martes, 21 de abril de 2009
BENEDETTI
NO TE SALVES
No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo
pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.
Edicto de Tesalónica
Edicto de los emperadores Graciano, Valentiniano (II) y Teodosio Augusto, al pueblo de la ciudad de Constantinopla.
Queremos que todos los pueblos que son gobernados por la administración de nuestra clemencia profesen la religión que el divino apóstol Pedro dio a los romanos, que hasta hoy se ha predicado como la predicó él mismo, y que es evidente que profesan el pontífice Dámaso y el obispo de Alejandría, Pedro, hombre de santidad apostólica. Esto es, según la doctrina apostólica y la doctrina evangélica creemos en la divinidad única del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo bajo el concepto de igual majestad y de la piadosa Trinidad. Ordenamos que tengan el nombre de cristianos católicos quienes sigan esta norma, mientras que los demás los juzgamos dementes y locos sobre los que pesará la infamia de la herejía. Sus lugares de reunión no recibirán el nombre de iglesias y serán objeto, primero de la venganza divina, y después serán castigados por nuestra propia iniciativa que adoptaremos siguiendo la voluntad celestial.
Dado el tercer día de las Kalendas de marzo en Tesalónica, en el quinto consulado de Graciano Augusto y primero de Teodosio Augusto.
domingo, 19 de abril de 2009
sábado, 18 de abril de 2009
Las once mil vergas (XLIX)
La puta de la enfermera pegaba como nunca se ha pegado. El culo del desgraciado se alzaba, lívido y manchado de sangre pálida en varias zonas. El corazón de Mony se hizo un nudo, reconoció su crueldad, su furor se volvió contra la indigna enfermera. Le levantó las faldas y empezó a golpearla. Ella cayó al suelo, meneando sus ancas de puerca que un lunar hacía destacar aún más.
El golpeó con todas sus fuerzas, dejando brotar la sangre de la carne satinada.
Ella se giró, gritando como una poseída. Entonces el bastón de Mony se abatió sobre el vientre, haciendo un ruido sordo.
Tuvo una idea genial y, cogiendo del suelo el otro bastón, el que había soltado la enfermera, empezó a tocar el tambor sobre el vientre desnudo de la polaca. Los ras seguían a los fias con rapidez vertiginosa y ni el pequeño Bara, de gloriosa memoria, redobló tan bien el toque de carga en el puente de Arcóle.
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Al final, el vientre estalló; Mony seguía golpeando y, fuera de la enfermería, los soldados japoneses se reunían creyendo que tocaban generala. Las cornetas tocaron alerta en todo el campamento. Todos los regimientos estaban formados, y bien les fue, pues los rusos acababan de iniciar la ofensiva y avanzaban hacia el campamento japonés. Sin los redobles del príncipe Mony Vibescu, el campamento japonés habría caído. Esta fue además la victoria decisiva de los nipones. Debida a un rumano sádico.
De improviso, varios enfermeros trayendo heridos entraron en la sala. Vieron al príncipe apaleando el vientre abierto de la polaca Vieron al herido ensangrentado y desnudo sobre la cama.
Se abalanzaron sobre el príncipe, le ataron y se lo llevaron.
Un consejo de guerra le condenó a muerte por flagelación y nada pudo ablandar a los jueces japoneses. Una solicitud de gracia al Mikado no obtuvo ningún éxito.
El príncipe Vibescu tomó valientemente sus disposiciones y se preparó a morir como un verdadero hospodar hereditario de Rumania.
Llegó el día de la ejecución, el príncipe Vibescu se confesó, comulgó, hizo su testamento y escribió a sus padres. Poco después introdujeron a una niñita de doce años en su celda. Se sorprendió, pero viendo que les dejaban solos, empezó a sobarla.
Era encantadora y le contó en rumano que era de Bucarest y había sido capturada por los japoneses en la retaguardia del ejército ruso donde sus padres se dedicaban al comercio.
Le habían preguntado si quería ser desvirgada por un condenado a muerte rumano y ella había aceptado.
Mony le levantó las faldas y le chupó su coño regordete donde aún no había pelo, luego le dio una suave azotaina mientras ella le masturbaba. Luego puso la cabeza de su miembro entre las piernas infantiles de la pequeña rumana, pero no podía entrar. Ella le secundaba con todas sus fuerzas, pegando culadas y ofreciendo al príncipe para que los besara sus pechitos redondos como mandarinas. En un ataque de furor erótico él consiguió que su miembro penetrara por fin en la niñita, destrozando por fin esta virginidad, derramando sangre inocente.
Entonces Mony se levantó y, como no tenía nada que esperar de la justicia humana, estranguló a la niña tras hundirle los ojos, mientras ella lanzaba gritos espantosos. Los soldados japoneses entraron entonces y le hicieron salir. Un heraldo leyó la sentencia en el patio de la prisión, que era una antigua pagoda china de maravillosa arquitectura.
La sentencia era breve: el condenado debía recibir un vergajazo por parte de cada hombre que componía el ejército japonés acampado en ese lugar. Este ejército constaba de once mil unidades.
Y mientras el heraldo leía, el príncipe rememoró su agitada vida. Las mujeres de Bucarest, el vice-cónsul de Servia, París, el asesinato en el coche-cama, la japonesita de Port-Arthur, todo esto se confundía en su memoria.
Un hecho se precisó. Se acordó del bulevar Malesherbes; Culculine con un vestido primaveral trotaba hacia la Madeleine y él, Mony, le decía:
–Si no hago el amor veinte veces seguidas, que las once mil vírgenes u once mil vergas me castiguen.
No había fornicado veinte veces seguidas, y había llegado el día en que once mil vergas iban a castigarle.
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viernes, 17 de abril de 2009
Hoy se ha apagado mi sol
Ya sé que este no es mi blog, pero no puedo decirlo en otra parte. Hoy se ha apagado mi sol y solo quiero dejarme llevar por mis tripas y llorar desconsoladamente. No pasa nada, mañana será otro día pero hoy:
I
Ya no es mágico el mundo. Te han dejado.
Ya no compartirás la clara luna
ni los lentos jardines: Ya no hay una
luna que no sea espejo del pasado,
cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor. Hoy sólo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.
Nadie pierde ( repites vanamente )
sino lo que no tiene y no ha tenido
nunca, pero no basta ser valiente
para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te desgarra
y te puede matar una guitarra.
II
Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta
y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna
y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.
Sólo me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.
Borges.
No me vendría mal un amigo, ya sabes...
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jueves, 16 de abril de 2009
miércoles, 15 de abril de 2009
Bukowski
BANCO DE PECIOS DE UNO DE LOS QUE MÁS HAN JUGUETEADO CON ELLOS EN SUS LIBROS
"No era mi día. Ni mi semana, ni mi mes, ni mi año. Ni mi vida. ¡Maldita sea!"
"Me levanté y fui hacia el jodido cuarto de baño. Odiaba mirarme en aquel espejo pero lo hice. Ví depresión y derrota. Unas bolsas oscuras debajo de mis ojos. Ojitos cobardes, los ojos de un roedor atrapado por un jodido gato. Tenía la carne floja, parecía como si le disgustara ser parte de mí."
"El hombre ha nacido para morir.¿Qué quiere decir eso? Perder el tiempo y esperar. Esperar el colectivo.
Esperar un par de tetas alguna noche de agosto en un cuarto de hotel en Las Vegas. Esperar que canten los ratones.
Esperar que a las serpientes le crezcan alas. Perder el tiempo"Seguir Leyendo...
"Casi siempre lo mejor de la vida conciste en no hacer nada en absoluto, en pasar el tiempo reflexionando, rumiando todo ello. Quiero decir pongamos que alguien comprende que todo es un absurdo, entonces no puede ser tan absurdo porque uno es consciente de que es un absurdo y la consciencia de ello es lo que le otorga sentido. ¿Me entienden? Es un pesimismo optimista."
"Me da igual lo que hagan conmigo cuando muera; pueden quemarme, pueden hacerme rebanadas, pueden dar mis pelotas a la ciencia, no me importa."
"Me parece que la vida está totalmente desprovista de interés, y esto sucedía especialmente cuando trabajaba ocho horas por día. La mayor parte de los hombres trabajaban ocho horas al día, y tampoco ellos amaban la vida. No hay ninguna razón para amar la vida para alguien que trabaja ocho horas al día, porque es un derrotado."
"Yo no analizo jamás, me limito a reaccionar... yo ando con todos mis prejuicios. jamás intento mejorarme o aprender algo. No soy uno que aprende, soy uno que evita."
"A veces me miro mis manos y me doy cuenta que podría haber sido un gran pianista o algo así. Pero, ¿Qué han hecho mis manos?. Rascarme las pelotas, firmar cheques, atar zapatos, tirar de la cadena de los inodoros, etc., etc. He desaprovechado mis manos. Y mi mente."
"Si ocurre algo malo, bebes para olvidar, si ocurre algo bueno, bebes para celebrarlo, y si no pasa nada, bebes para que pase algo"
“La vida es todo lo agradable que se lo permitas”
"La diferencia entre una democracia y una dictadura consiste en que en la democracia puedes votar antes de obedecer las ordenes."
"Siempre habrá dinero y putas y borrachos, hasta que caiga la última bomba".
“Algunas personas nunca enloquecen. Tendrán unas vidas realmente horribles”
"No es suficiente con hacer tu trabajo, sino que además tienes que mostrar un interés por él, una pasión incluso."
"El amor es para la gente real."
"El morirse de hambre, desgraciadamente, no ayuda a mejorar el arte. Sólo es un impedimento. El alma de un hombre esta radicada en su estómago."
"Los grandes amantes eran siempre hombres ociosos."
"La gente no necesita amor, lo que necesita es triunfar en una cosa o en otra."
"El camino del infierno estaría lleno de compañía, pero aun así era tremendamente solitario."
"Ella era un alma más o menos buena, pero el mundo esta lleno de almas más o menos buenas y mira donde estamos."
"Escribir te empuja a espacios acreos, te convierte en un extraño, en un inadaptado."
"Iba muy poco al cine por que me bastaba a mí mismo para asesinar mi tiempo, no necesitaba ayuda extra."
"Es el intento de escapar del sufrimiento lo que crea grandes escritores: te sientes tan bien que haces que los lectores se sientan bien."
"Algunas veces si un hombre no tiene fe en lo que está haciendo, puede hacer una tarea mucho más interesante desde
el momento en que su mente no está ciegamente absorbida por la causa a la que sirve."
"Algunas veces la gente insignificante que se queda en un mismo sitio por mucho tiempo, alcanza un cierto poder y prestigio."
"Parecía como si sólo hubiese dos elecciones: vivir dentro de la carrera de atropellos o ser un marginado hundido."
"Mi objeción hacía la guerra no era lo de que tenía que matar a alguien o ser matado sin ningún sentido, el argumento clásico que difícilmente funcionaba. Lo que yo objetaba era que me negaran mi derecho a sentarme en un cartucho, no pegar golpe, beber vino barato y volverme loco por mi cuenta y riesgo."
"Me encuentro bien entre marginados por que soy un marginado. No me gustan las leyes, ni morales, ni religiones o reglas. No me gusta ser moldeado por la sociedad."
"Es bueno sentir hostilidad, mantiene la cabeza despejada."
"¿Qué puede hacer un poeta sin dolor? Lo necesita tanto como a la maquina de escribir."
"Los mayores inventos del hombre son la cama y la bomba atómica: la primera te aísla y la segunda te ayuda a escapar"
"El hombre es la victima de un medio que se niega a comprender su alma"
"La Muerte se está fumando mis cigarros"
"Mas de un hombre bueno ha acabado en el arroyo por culpa de una mujer"
“Cuando Amor se convierte en una orden, odio puede convertirse en un placer.”
“Si no juegas, nunca ganaras.”
“Jamás duran los bellos pensamientos ni la bellas mujeres.”
“Puedes enjaular a un tigre pero nunca sabrás seguro esta liquidado, con los hombres es mas fácil.”
“Si quieres saber donde esta Dios, pregúntale a un borracho.”
“En las trincheras no hay ángeles.”
“Ningún dolor significa el fin del sentimiento; cada una de nuestras alegrías es un trato con el demonio.”
“La diferencia entre Arte y Vida es que el Arte es más soportable.”
“Prefiero oír hablar de un vagabundo norteamericano de hoy día que de un dios griego muerto.”
“Nada hay tan aburrido como la verdad.”
“El individuo bien equilibrado esta loco.”
“Casi todos nacen genios y los entierran tontos”
“El hombre valiente carece de imaginación, la cobardía suele deberse a la falta de una dieta adecuada”
“La relación sexual es darse patadas en el culo a la muerte mientras cantas”
“Cuando los hombres controlen los gobiernos, los hombres no necesitaran gobiernos, hasta entonces estamos jodidos.”
“El intelectual es un hombre que dice una cosa simple de un modo complicado, un artista es un hombre que dice un a cosa complicada de un modo simple”
“Siempre que voy a un funeral siento como si hubiese comido germen de trigo hinchado”
“Grifos que gotean, pedos de pasión, neumáticos desinflados…, son mas triste que la muerte”
"Si quieres saber quienes son tus amigos de verdad, consigue que te metan en la cárcel.”
"los hospitales es donde intentan matarte sin explicar por qué. la fría y controlada crueldad del Hospital Norteamericano no se debe a médicos sobrecargados de trabajo o habituados a la muerte y aburridos de ella. se debe a médicos A LOS QUE SE PAGA DEMASIADO POR HACER DEMASIADO POCO y a los que admiran los ignorantes, como a brujos con poderes de curación, cuando la mayoría de las veces no son capaces de distinguir entre los pelos de su propio culo y los del apio."
"un diario metropolitano antes de exponer un mal, se toma el pulso"
"El problema principal de ser escritor: tiempo libre; demasiando tiempo libre. Tenias que andar esperando que
se te acumulara el material para poder escribir y mientras esperabas, te volvías loco, y como te volvías loco, bebías; y cuando bebías, mas loco te ponías. La vida del escritor no tenía nada glorioso, tampoco la del bebedor"
"No se lo que le pasara a otra gente pero yo cuando me agacho a ponerme los zapatos por la mañana pienso: Ah Dios mio ¿y ahora que?"
“La fe está bien para los que la tienen. Mientras no me la tiren por la cabeza. Tengo más fe en mi plomero que en el ser eterno. Los plomeros hacen un buen trabajo. Dejan que la mierda fluya”.
"Y lo más raro de todo es que si vos les decís la verdad, creen que no estás cooperando".
"Siempre nos piden que entendamos El punto de vista de los otros Sin importar si es anticuado Necio Asqueroso."
"fui a mi dormitorio de poeta...me saqué las ropas fui a la cama y me dormí con lo cual me animé de la mejor manera que conocía."
"A veces pienso que la vida da algunas oportunidades, que las veo pasar sin pestañear, mientras me tomo un trago."
"Necesito beber para escribir, escribir para beber. Mi estado de lucidez lo consigo bajo el alcohol"
"Mi ambición está limitada por mi pereza"
"Maldita gente aburrida. Por toda la tierra. Propagando más maldita gente aburrida. Que show más horroroso. La tierra esta llena de ellos"
"Si soy un estúpido, debo decirlo. Si no lo soy, alguien dirá que lo soy. Si lo digo primero, eso los deja sin armas"
"La sombra del borracho que escribe, oscureció al escritor que bebe"
"Necesito tanto una buena mujer que siento que la huelo en el aire"
"Si eres un fracasado, es muy probable que seas un excelente escritor"
"Soy un hombre tonto, fácilmente se me hace feliz, incluso estúpidamente feliz casi sin razón y si me dejan solo suelo estar satisfecho."
"y no creo en la perfección, creo en mantener los intestinos libres por lo que coincido con los que me critican cuando dicen que lo que escribo es un montón de mierda".
"No soy una persona completa, soy la caricatura urbana de un hombre, mas o menos una escultura de mierda sin nada absolutamente que ofrecer"
“Un escritor es como una ****. Utilizas a una **** y luego has terminado con ella”
"La civilizacion es una causa perdida; la politica, una absurda mentira; el trabajo, un chiste cruel"
martes, 14 de abril de 2009
Proclamación de la República
Discurso de don Niceto Alcalá-Zamora, presidente del gobierno provisional.
En nombre de todo el gobierno de la República española, saluda al pueblo una voz, la de su Presidente, rendida por la emoción e impulsada por el entusiasmo ante el espectáculo sin igual de una reacción casi imposible de imitar que esta nación ha dado al mundo resolviendo el problema de su revolución latente y cambio indispensable de su estructuración, en medio de un orden maravilloso y por voluntad y vía perfectamente legales. El Gobierno todo, en nombre del cual hablo, está compenetrado por su amor al país y dispuesto a resolver los ideales nacionales y ofrece que pronto, muy pronto, tan pronto como las circunstancias lo permitan, dictará el modelo de su estructuración política. Pero mientras tanto, el Gobierno realizará un programa de justicia social y de reforma administrativa de supresión de injusticia, depuración de responsabilidades y restablecimiento de la ley. Dará con todo ello la satisfacción que el pueblo anhela... El acto del domingo con ser admirable y perfecto, ha tenido complemento grandioso con el requerimiento que ayer hizo la opinión al régimen monárquico para que desaparezca y la implantación en el día de hoy de la República por un acto de voluntad soberana, de iniciativa del país, sin el menor trastorno, completando aquella empresa de tal manera que el mundo entero sentirá y admirará la conducta de España, ya puesta en otras manos con un orden ejemplar, que ha de completar su eficacia.
Asistid al gobierno con vuestra confianza, vigiladle en sus actos y, si incurrimos en responsabilidad, exigidlas; y con nuestro amor y con nuestra conciencia prometemos llenar todas vuestras aspiraciones.
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Si esto es así, no os reclamamos vuestro aplauso, sino vuestra confianza, para la satisfacción de la conciencia de todos nosotros. Nuestra autoridad sólo puede existir con vuestro apoyo, seguir unidos sin alborotos en las Calles y respetad el derecho de todos; pero vigilad, pues sois la guardia nacional del Gobierno que acompaña al pueblo. Procurad que en vuestra conducta no haya nunca la menor protesta que sirva de pretexto para una reacción contraria y, si ella surgiere, quede ahogada.
La normalidad en el país es completa, y nos hemos posesionado sin el menor incidente. El primer acto del Gobierno ha sido la concesión de una amplia y generosa amnistía.
Estamos todos seguros de que España goza de un completo amor en todas las regiones, que servirá para hacer una España grande, sin que ningún pueblo se sienta oprimido, y reine entre todos ellos la confraternidad.
Con el corazón en alto os digo que el Gobierno de la República no puede dar a todos la felicidad, porque eso no está en sus manos, pero sí el cumplimiento del deber, el restablecimiento de la ley y la conducta inspirada en el bien de la patria. ¡Viva España y viva la República!
Perpetuum Mobile
Dirigido por Raquel Ajofrín, Enrique García y Rubén Salazar. Música de Aritz Villodas.
domingo, 12 de abril de 2009
Haikai
(del libro Memoria del exilio, de Osvaldo González Real)
Veo una flor caída
volver a su rama.
¡Ah! una mariposa.
MORITAKE
Plumas bogando en el estanque.
Blanco cisne:
nostalgia del cazador.
Nubes negras, cielo encapotado
sobre las aguas, luto
que el viento arrastra.
Un jarrón frente al espejo:
mirando las flores -espejismo de tu fragancia
te contemplas como una rosa más.
Viento de otoño, aliento del olvido,
arrastrando y deshojando
nuestras vidas.
La brisa de primavera despeina mis cabellos.
Miro hacia el sur, esperando sentir en el viento
la voz de la nueva estación.
Desde el dintel de la aurora
vi la luna menguante huir hacia tu alcoba.
¡Cómo envidié tu ventana!
La lluvia cae sobre el río
mientras espero tu llegada
como el arcoiris que anuncia el sol.
Las manzanas se pudren en el césped
como las penas fermentan en el alma
para convertirse en el vino de la desesperación.
Las mariposas llenan el aire con sus colores
mientras mis pensamientos aletean grises
en la oscuridad de mi cuarto.
Pájaros azules cantando en la porcelana.
Tomando té
recuerdo tus manos de nieve.
Cigarras cantando: pulso del verano.
Pronto llegarán las lluvias de estío.
En tu jardín los sauces llorarán al sol.
Luciérnagas: faroles minúsculos del verano
mil ojos en la noche cómplice
para guiñar al amor.
viernes, 10 de abril de 2009
jueves, 9 de abril de 2009
Las once mil vergas (XLVIII)
Me desperté en brazos de la bella Ninette, que, inclinada sobre mí, me arrancaba los alfileres. Oí como mi mujer, en la habitación de al lado, gritaba y blasfemaba mientras gozaba en brazos del oficial. El dolor que me producían las agujas que me arrancaba Ninette y el que me causaban los goces de mi mujer me produjeron una erección atroz. Ninette, ya lo he dicho, estaba inclinada sobre mí, la agarré por la barba del coño y noté que la grieta estaba húmeda debajo de mi dedo. Pero por desgracia la puerta se abrió en este momento y entró un horrible botcha, es decir, un peón de albañil piamontés. Era el amante de Ninette, y se enfureció. Levantó las faldas a su querida y empezó a pegarle delante de mí. Luego desabrochó su cinturón de cuero y la azotó con él. Ella gritaba:
–No he hecho el amor con mi señor.–Por eso –dijo el albañil, que la agarraba por los pelos del culo. Ninette se defendía en vano. Su macizo culo moreno se estremecía bajo los golpes de la correa que silbaba y cortaba el aire como una serpiente que se abalanza sobre una presa. Al poco rato tuvo el trasero al rojo. Esos castigos debían gustarle, pues se giró y, agarrando a su amante por la bragueta, le bajó los pantalones y sacó una verga y unos testículos que debían pesar al menos tres kilos y medio en total. El puerco la tenía tan dura como un cerdo. Se acostó sobre Ninette que cruzó sus piernas finas y vigorosas sobre la espalda del obrero. Vi como el enorme miembro entraba en un coño peludo que lo tragó como una pastilla y lo vomitó como un pistón. Tardaron mucho en llegar al espasmo y sus gritos se mezclaban con los de mi mujer.
Cuando hubieron acabado, el botcha, que era pelirrojo, se levantó y, viendo que me masturbaba, me insultó y, volviendo a empuñar la correa, me fustigó por todas partes. La correa me hacía un daño terrible, pues ya estaba muy débil y no tenía suficientes fuerzas para sentir la voluptuosidad. La hebilla me entraba cruelmente en las carnes. Yo gritaba:
–¡Piedad!
Pero en este momento, mi mujer entró con su amante y, como un organillo tocaba un vals bajo nuestras ventanas, las dos parejas descompuestas empezaron a bailar encima de mi cuerpo, aplastándome los testículos, la nariz y haciéndome sangrar por todas partes.
Caí enfermo. Fui vengado pues el botcha cayó de un andamio partiéndose el cráneo y el oficial alpino, habiendo insultado a uno de sus compañeros, fue muerto en duelo por éste.
Una orden de Su Majestad me llamó para el servicio en Extremo Oriente y abandoné a mi mujer que sigue engañándome...
Así fue como Katache terminó su relato. Había inflamado a Mony y a la enfermera polaca, que había entrado hacia el final de la historia y la escuchaba, estremeciéndose de voluptuosidad contenida.
El príncipe y la enfermera se abalanzaron sobre el desgraciado herido, le destaparon y, agarrando las astas de las banderas rusas que habían sido capturadas en la última batalla y yacían desparramadas en el suelo, empezaron a golpear al desgraciado cuyo trasero se estremecía a cada golpe. Deliraba:
–¡Oh! mi querida Florence, ¿es tu mano divina la que me golpea? Me provocas una erección... Cada golpe me hace gozar... No te olvides de masturbarme... ¡Oh! es bueno. Golpeas demasiado fuerte en los hombros... ¡Oh! este golpe me ha hecho sangrar... Mi sangre se derrama para ti... mi esposa... mi tórtola... mi mosquita querida...
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A fondo: Julio Cortázar
En 1977 Joaquín Soler Serrano entrevistó a Julio Cortázar en su programa A fondo. Aquí tenéis la entrevista completa. Que la disfrutéis.
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martes, 7 de abril de 2009
Robando arte callejero XX - Murales de Belfast
De Belfast, todo el mundo puede hablar y opinar, pero raro sería que dos personas diferentes que hayan vivido el conflicto irlandés encontrasen una semejanza mayor a decir que se encuentra situado en el punto de coordenadas 54° 36′ N, 5° 55′ O
En Befast confluyen irlandeses y británicos, católicos y protestantes, republicanos y unionistas, es evidente que desgraciadamente no siempre en harmonía, pero esa divergencia en la opinión de sus habitantes ha regalado al resto del Mundo auténticas obras maestras dignas de ser visitadas.
Viendo el tema desde fuera también se puede estar situado en un lugar u otro de la ciudad, pero muy raro es quedar indiferente ante tales maravillas que hacen que las fachadas de las casas no sean simples elementos arquitectónicos.
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De por qué decir Te Quiero
¿Por qué decir te quiero?
Soy una de esas personas que sienten la necesidad de decirlo a todas horas; incluso dado el caso, de encontrar a alguien para poder decírselo. Y sentirte bien.
No sé si será un caso generalizado; desde luego las conversaciones que últimamente mantengo con amigos y consejeros ocasionales me dan razones para pensar que no, que no hay por qué. Tómatelo con calma, me dicen.
Empecé con una chica, la cosa va bien pero, arrggg, me falta algo, me falta poder quitarme el peso de encima que esas dos palabras hacen en mi estómago.
¿Pero por qué necesito decirlo? Si la cosa está bien, si soy feliz, si estoy agusto como nunca antes junto a esa persona...¿Tan importante son las palabras? Qué más da ponerle nombre a algo, lo importante es el sentimiento, ¿no?
No.
lunes, 6 de abril de 2009
De la erupción del Tambora nació Frankenstein
Oscuridad
"Tuve un sueño que no era del todo un sueño.
El brillante sol se apagaba, y los astros
Vagaban apagándose por el espacio eterno,
Sin rayos, sin rutas, y la helada tierra
Oscilaba ciega y oscureciéndose en un cielo sin luna.
La mañana llegó, y se fue, y llegó, y no trajo consigo el día,
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Y los hombres olvidaron sus pasiones ante el terror
De esta desolación, y todos los corazones
Se congelaron en una plegaria egoísta por luz,
Y vivieron junto a hogueras, y los tronos,
Los palacios de los reyes coronados, las chozas,
Las viviendas de todas las cosas que habitaban,
Fueron quemadas en los fogones, las ciudades se consumieron,
Y los hombres se reunieron en torno a sus ardientes casas
Para verse de nuevo las caras unos a otros.
Felices eran aquellos que vivían dentro del ojo
De los volcanes, y su antorcha montañosa,
Una temerosa esperanza era todo lo que el mundo contenía;
Se encendió fuego a los bosques, pero hora tras hora
Fueron cayendo y apagándose, y los crujientes troncos
Se extinguieron con un estrépito y todo quedó negro.
Las frentes de los hombres, a la luz sin esperanza
Tenían un aspecto no terreno cuando de pronto
Haces de luz caían sobre ellos; algunos se tendían
Y escondían sus ojos y lloraban; otros descansaban
Sus barbillas en sus manos apretadas y sonreían;
Y otros iban rápido de aquí para allá y alimentaban
Sus pilas funerarias con combustible, y miraban hacia arriba
Suplicando con loca inquietud al sordo cielo,
El sudario de un mundo pasado, y entonces otra vez
Con maldiciones se arrojaban sobre el polvo,
Y rechinaban sus dientes y aullaban; las aves silvestres chillaban
Y, aterrorizadas, revoloteaban sobre el suelo,
Y agitaban sus inútiles alas; los brutos más salvajes
Venían dóciles y trémulos; y las víboras se arrastraron
Y se enroscaron escondiéndose entre la multitud,
Siseando, pero sin picar, y fueron muertas para servir de alimento.
Y la Guerra, que por un momento se había ido,
Se sació otra vez; una comida se compraba
Con sangre, y cada uno se hartó resentido y solo
Atiborrándose en la penumbra: no quedaba amor.
Toda la tierra era un solo pensamiento y ese era la muerte
Inmediata y sin gloria; y el dolor agudo
Del hambre se instaló en todas las entrañas, hombres
Morían y sus huesos no tenían tumba, y tampoco su carne;
El magro por el magro fue devorado,
Y aún los perros asaltaron a sus amos, todos salvo uno,
Y aquel fue fiel a un cadáver, y mantuvo
A raya a las aves y las bestias y los débiles hombres,
Hasta que el hambre se apoderó de ellos, o los muertos que caían
Tentaron sus delgadas quijadas; él no se buscó comida,
Sino que con un gemido piadoso y perpetuo
Y un corto grito desolado, lamiendo la mano
Que no respondió con una caricia, murió.
De a poco la multitud fue muriendo de hambre; pero dos
De una ciudad enorme sobrevivieron,
Y eran enemigos; se encontraron junto
A las agonizantes brasas de un altar
Donde se había apilado una masa de cosas santas
Para un fin impío; hurgaron,
Y temblando revolvieron con sus manos delgadas y esqueléticas
En las débiles cenizas, y sus débiles alientos
Soplaron por un poco de vida, e hicieron una llama
Que era una ridícula; entonces levantaron
Sus ojos al verla palidecer, y observaron
El aspecto del otro, miraron, y gritaron, y murieron.
De puro espanto mutuo murieron,
Sin saber quién era aquel sobre cuya frente
La hambruna había escrito "Enemigo". El mundo estaba vacío,
Lo populoso y lo poderoso era una masa,
Sin estaciones, sin hierba, sin árboles, sin hombres, sin vida;
Una masa de muerte, un caos de dura arcilla.
Los ríos, lagos, y océanos estaban quietos,
Y nada se movía en sus silenciosos abismos;
Los barcos sin marinos yacían pudriéndose en el mar,
Y sus mástiles bajaban poco a poco; cuando caían
Dormían en el abismo sin un vaivén.
Las olas estaban muertas; las mareas estaban en sus tumbas,
Antes ya había expirado su señora la Luna;
Los vientos se marchitaron en el aire estancado,
Y las nubes perecieron; la Oscuridad no necesitaba
De su ayuda... Ella era el universo". (Lord Byron)
Aquel año 1816, que se conoce en la Historia del clima como el año sin verano, Europa estaba destrozada por las guerras napoleónicas, que habían terminado en 1815 con la batalla de Waterloo y el exilio de Napoleón en la isla de Santa Elena. La ciencia meteorológica de aquel momento no relacionó el continuo velo de polvo atmosférico, ni los deslumbrantes crepúsculos con la erupción del volcán Tambora, cuya existencia probablemente desconocía.
Se contemplaba con estupor el comportamiento del extraño verano que había retrasado las vendimias del sur de Francia hasta los últimos días de Octubre y las de la cuenca del Rhin hasta principios de noviembre. En París se registraban en el mes de julio temperaturas medias inferiores en 3,5 grados a las normales de aquel mes y, en Agosto, estos valores eran casi 3 grados más bajos.
Los campesinos, que pensaban recuperar las reservas consumidas en los diez años de guerra, tuvieron que afrontar un año misérrimo. Fue necesario que soldados armados se ocuparan del transporte del trigo a la capital para evitar el saqueo del pueblo hambriento. El 19 de julio, desde Las Tullerías, el rey Luis XVIII ordenaba a los vicarios generales de la diócesis de Paris que se hicieran rogativas públicas en todas las iglesias para pedir al “Árbitro Soberano de las Estaciones que conservara los bienes de la tierra, alejara las tempestades y concediera tiempo sereno para que los frutos llegaran a su madurez”.
En Centroeuropa, fuertes tormentas generalizadas descargaban pedrisco de tamaño nunca visto y las riadas arrastraban a personas, animales y enseres. Un terremoto cambió el curso de un río en Capel, convirtiendo las llanuras próximas en un nuevo lago. Hubo necesidad de sacrificar al ganado que no se podía mantener y aumentó la emigración a los EE.UU.
En Londres se repartía diariamente una sopa económica a personas de las clases más necesitadas y, mediado el mes de agosto, la suscripción abierta en favor de labradores y artesanos pobres, ascendía en la capital del Reino Unido a tres millones de reales.
Las continuas olas de frío veraniegas de 1816 se atribuían a nuevas manchas solares y a la invasión en el Atlántico Norte de una gran cantidad de gigantescas masas de hielo polar. Otra hipótesis mantenía que la generalización de pararrayos había modificado la dinámica de las corrientes eléctricas en la atmósfera. Pero nadie supuso que la considerable cantidad de partículas volcánicas insedimentables, introducidas en la estratosfera por la erupción del Tambora, pudiera haber alcanzado el occidente europeo tres meses después, ni que se desplazara alrededor del globo, dando a la luz solar el tinte ceniciento que estuvo produciendo durante tantos meses aquellos crepúsculos tan fantásticamente coloreados.
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domingo, 5 de abril de 2009
La casa de campo de los osos
La gente kiowa solía cruzar la gran pradera. Cuando el cansancio o la necesidad del alimento lo imponían, los kiowas acampaban. Una vez, el pueblo Kiowa eligió para descansar un sitio cercano a un bosque. Entre sus árboles, vivía la gente del oso. Los grandes y fornidos animales tenían hambre. Y, al oler a los indios, que se encontraban cerca, abandonaron su territorio de ramas y piedras y salieron en busca de los kiowas.
Lejos del campamento, siete muchachas, siete hermanas kiowas, recolectaban bayas. Los osos posaron sus ojos ansiosos sobre ellas.
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Y, entre gruñidos y zarpazos de garras afiladas, se avalanzaron sobre las jóvenes. Las muchachas corrieron con toda su energía. Se adentraron en la vasta, centelleante y herbácea pradera. ¿Dónde encontrar allí un refugio? ¿Cómo escapar de los violentos animales hambrientos? Entonces, las fugitivas hallaron una roca, gris, grande, que emergía de la llanura. Se subieron a la roca. Pero, acto seguido, los osos también hicieron lo mismo.
Desesperadas, las muchachas comenzaron a cantar un rezo a la roca, para que ésta las protegiera de sus agresores. Nadie antes le había cantado a la roca. Y la piedra, que durante siglos había estado inclinada, se paró y empezó a crecer y a subir más y más arriba, mientras que las jóvenes kiowas permanecían paradas sobre ella.
Entonces, los guerreros osos comenzaron a cantarle a sus dioses. Y los vigorosos animales crecieron y alcanzaron la misma altura de la piedra que se propagaba hacia lo alto.
Los osos intentaron subir a la roca, hundiendo sus garras en las paredes ya escarpadas y elevadas de la piedra. Pero, con sus zarpazos, sólo consiguieron trazar surcos, que parecían cicatrices, en las laderas de la naciente montaña.
Y la roca creció tanto que los osos asumieron que ya no podían alcanzar su cima. Entonces, resignados, emprendieron el regreso hacia sus hogares en el bosque. Mientras los osos enormes avanzaban sobre la pradera, se iban empequeñeciendo hasta recuperar su talla habitual.
El pueblo kiowa había observado todos los extraordinarios acontecimientos. Después de que los osos se marcharon, repararon en la enorme montaña de paredes rasgadas. Entonces, algunas voces nacieron entre los kiowas para asegurar que la extraña montaña, recién aparecida era La casa de campo de los osos.
Y en la cima de la montaña rocosa, permanecían las siete hermanas. Los kiowas levantaron su campamento y se marcharon porque pensaron que las jóvenas habían sido devoradas por los osos.
Cuando llegó la noche, los jóvenes le cantaron a las estrellas. Las luces del cielo nocturno se alegraron por aquella canción. Entonces, descendieron y recogieron a las siete hermanas. Las mujeres también se convirtieron en estrellas. Y todas las noches, las jóvenes brillan sobre La Casa de campo de los Osos. Y entonces le agradecen a la roca que creció y se hizo montaña para salvarlas de los guerreros osos. (*)
(*) Versión libre de la leyenda por Esteban Ierardo.
sábado, 4 de abril de 2009
Robando arte callejero XIX
|Fotografías tomadas en las paredes del Centro Popular de la Memoria, ex Centro Clandestino de Tortura y Detención de Personas 1976-1979, Rosario (Argentina)|
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viernes, 3 de abril de 2009
jueves, 2 de abril de 2009
Cada uno está bajo su propia cúpula de cielo
miércoles, 1 de abril de 2009
Epístola para ser dejada en la tierra
(Un cuento de Osvaldo González Real)
A Buckminster Füller
«...hay extraños astros cerca de Arcturus
Voces clamando un nombre desconocido en el cielo»
A. Mac Leish
«The Universe is a Machine for the making of Gods»
H. G. Wells
«Vi descender del cielo otro ángel fuerte, envuelto en una nube, con el arco iris sobre su cabeza; y su rostro era como el sol, y sus pies como columnas de fuego»
Apocalipsis 10.1
Soy tripulante de una gigantesca nave espacial que cruza la Galaxia. Hace algún tiempo que deseo relatar, por escrito, los momentos difíciles que pasamos y la crisis por la que está atravesando nuestra expedición. Seguimos a la nave-madre, aún más enorme que la nuestra, que nos provee de combustible, y remolcamos una más pequeña, que podría servirnos de refugio en el caso de una catástrofe. Hace muchísimo tiempo que estamos viajando (algunos creen que millones de años), y se calcula que, tal vez, llevará otros tantos llegar a destino (la Nebulosa que surcamos es enorme). Los más escépticos de entre nosotros dudan de que podamos arribar un día a la añorada meta final.
Aparentemente, en algún momento de la historia de nuestra inmensa jornada, se perdió el libro de bitácora (debido a un suceso desconocido), y con él, todo conocimiento sobre nuestro pasado y el motivo de este gran viaje. Se cree, por otra parte, que hemos estado viajando desde siempre, y que no terminaremos de hacerlo jamás.
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Los más sabios de la tripulación, sin embargo, han tratado de encontrar una explicación al misterio y se han esforzado por descifrar el enigma de nuestro origen, con el fin de develar el sentido de la expedición y predecir, en lo posible, su desarrollo y desenlace futuro. Se dice que somos los sobrevivientes de una antigua civilización cuyo mundo se extinguió después de una formidable explosión. Según otros, subimos a la nave -vacía hasta ese instante- procedentes de un remoto lugar. Muchos afirman que surgimos dentro de ella como proceso mismo del viaje. En fin, no han faltado los que han dicho que todo esto no es sino un sueño; una pesadilla sin fin.
Los esfuerzos para explicar nuestros comienzos, infortunadamente, hasta ahora han resultado vanos, y tenemos que contentarnos con suposiciones y teorías más o menos aceptables, todas ellas imposibles de comprobar. Nuestra situación se agravó desde el instante en que descubrimos, espantados, que nos era imposible abandonar la nave y que, por otra parte, no podíamos controlar ni cambiar su curso. Un profeta, surgido en uno de los momentos de crisis (hace una decena de años), había afirmado que -casi con certeza- nos dirigíamos hacia un punto situado en las proximidades de la constelación de Hércules, cerca de Ras Algathi. No sé si esto ha sido confirmado por los científicos de a bordo, pues se ha llegado, inclusive, a dudar de si vamos a alguna parte, en definitiva.
Los hombres que como yo llevan el Sello grabado en medio de la frente, hemos pensado que como estamos predestinados a viajar dentro de esta inmensa nave -salida de no sabemos qué puerto del universo y cuyo itinerario se ha perdido-, tendríamos que encontrar la manera más humana y racional de llevarlo a cabo para evitar todo sufrimiento innecesario a los tripulantes. Las fricciones y tensiones que los afligen en la actualidad amenazan con llevarlos a un motín.
Pero somos, lastimosamente, una minoría y poco caso se hace de nuestros consejos y recomendaciones. La mayoría prefiere divertirse a bordo, como si éste fuese un viaje de placer y no -como lo creo firmemente- una expedición de vital importancia.
Hace tiempo que no existe la paz entre nosotros a causa de las distintas teorías sustentadas por grupos antagónicos para explicar nuestro origen, situación actual y destino futuro. Gran parte de la tripulación, no obstante, permanece indiferente a las preguntas fundamentales: ¿Hasta dónde?, ¿para qué?, y ¿por qué?, limitándose a vivir la vida lo más cómodamente posible, en el compartimento de la nave que le ha tocado en suerte, según la rígida jerarquía establecida por nuestros antepasados y que heredamos alguna vez.
Este sistema es mantenido, en parte por desidia, en parte por un ciego respeto a la tradición. La mayoría cree que esta situación es injusta y que los que hacen la mayor parte del trabajo para mantener la nave en funcionamiento tendrían que tener acceso a las secciones más amplias y lujosas del vehículo espacial, y gozar de los mismos derechos y privilegios que los demás. Los jóvenes, en especial (más del cincuenta por ciento de la tripulación), se niegan a aceptar este estado de cosas, rebelándose continuamente.
Como el viaje ha durado ya tanto tiempo, miles de generaciones han nacido, vivido y dejado de existir dentro de la espacionave. Hay personas que sólo se preocupan de propagar la especie, para asegurarse, de algún modo, que al menos sus descendientes lleguen a destino. Esto parece servirles de consuelo, cuando se les informa que -indudablemente- todavía nos queda un largo camino por recorrer.
En los últimos tiempos, han surgido otros inconvenientes, no menos graves que los anteriores. El sistema de ventilación del vehículo espacial ha estado fallando, debido a una especie de envenenamiento de las fuentes de oxígeno. Tenemos, además, problemas con el suministro de agua y la distribución de alimentos. Hemos perdido contacto con algunas secciones de la nave y las comunicaciones están casi interrumpidas. En algunos casos, se ha impedido el paso de los tripulantes de un compartimento a otro, perdiéndose la coordinación y unidad necesarias para el mantenimiento de la misma. Todo esto puede poner en peligro el desarrollo de nuestra extraña expedición a través del cosmos.
Las reservas de combustible de la nave-madre, afortunadamente, parecen ser ilimitadas; gracias a ella nos seguimos desplazando -con propulsión gravitatoria-, a la constante velocidad de 40 kilómetros por segundo.
Lo más alarmante, sin embargo, es que nos hemos dividido en dos bandos antagónicos irreconciliables, que se han retirado a vivir en los extremos opuestos de la nave, negándose a aceptar la formación de un tercer bloque independiente. Se están acumulando grandes cantidades de armamentos, sumamente letales, para el próximo enfrentamiento que se espera será definitivo. El origen del desacuerdo proviene de la diferencia existente entre los dos grupos contrarios, en cuanto a cómo hemos de vivir mientras dure nuestra larga y dolorosa peregrinación, y de quiénes han de ejercer el poder a bordo.
Casi todos opinan que el hecho de dirigirnos hacia un supuesto paraíso situado en algún remoto lugar del espacio (entre Altair y Arctururs, como sospechan algunos visionarios), no justifica que tengamos que vivir, mientras tanto, bajo un sistema de opresión. Los que se han apropiado del mando de la nave -por la fuerza- sostienen que ellos deben gozar de prerrogativas especiales, y se oponen, en consecuencia, a toda evolución. Miles han muerto ya en la contienda, y la lucha proseguirá, seguramente, hasta que todos reconozcan que una guerra de exterminio total, dentro de la espacionave, significará, indefectiblemente, el fracaso de nuestra misión y la imposibilidad de saber jamás el destino que nos está reservado.
A fuerza de mirar el cielo, buscando algún indicio en las estrellas (algo que nos oriente en estos tiempos menesterosos) hemos vislumbrado extraños signos premonitorios. No estamos solos. Otros seres inteligentes marchan delante de nosotros.
Creo que nos estamos acercando a las últimas etapas de este inmenso viaje. La ansiedad y la miseria dentro de la nave se hacen cada día más insoportable. Grandes calamidades se avecinan. Nos acercamos, velozmente, a una zona infestada de meteoros, procedentes -al parecer- de la estrella gamma de Andrómeda. Será como una lluvia de fuego... Más temible que atravesar la cola de un cometa.
Hace poco tuve una visión terrible: soñé que desataban las cuatro fuerzas vengadoras que vigilan en los bordes de la Galaxia. Las oí venir con corazas de fuego, de zafiro y azufre; y el tiempo se detenía sobre un tercio de nosotros; y el resplandor de los soles empalidecía ante sus ojos... Me despertó el rechinar de los goznes de mi prisión. Están cerrando la puerta del cohete en el que me deportarán al espacio.
He llegado al final de mi relato. Magos, filósofos, artistas y profetas han surgido aquí, en distintas épocas, para consolar a los desdichados viajeros y hacerles más llevadera la interminable travesía.
Yo soy uno de esos profetas. Les he advertido. Les he hablado. Por eso me condenan.
Mi nombre es Juan. Yo fui tripulante de la espacionave Tierra.
P.S.: Este manuscrito fue hallado al lado de un cuerpo sin vida en el interior de un cohete errante, por una nave que cruzaba la Galaxia, en las proximidades del Sol. Se ha enviado una expedición con destino a la Tierra. Cuatro naves negras, al mando del Ángel Exterminador. La consigna es JUSTICIA.
Asunción, 1972