Observas el bullicio de Portobello Road de reojo, recordando aquellos días en los que tú mismo eras el que paseabas entre la gente, deseando encontrar una moneda, un sello o un cuadro a precio de ganga que poder luego revender para ganarte el pan.
Tenías buen ojo, sabías distinguir qué valía la pena o qué no, sólo al ver un brillo diferente entre un montón de cacharros que no valen nada; pero tu mirada era eternamente triste, antigua, como si hubieras vivido en la época de todos aquellos objetos que buscabas.
Un día, apareciste pintado en la pared, creo que queriendo salvaguardar tu imagen para la gente nueva que nunca te vió callejear, esas arrugas que habían vivido tanto. Nunca más se supo de ti.
Hubo quiénes dijeron que habías vuelto al sitio de donde viniste, el cuál nadie conocía; otros afirmaban que te habían visto en los alrededores de Hyde Park con tu eterna gabardina llena de remiendos y alguno aventuró que habías ganado tanto dinero con tus trapicheos que te habías largado a las Bahamas a vivir lo que te quedaba de vida sin ninguna preocupación.
Pero hubo unos pocos que pensaron que fue la manera de decir que habías terminado tus días en este mundo. Los comerciantes de Portobello Road se reunían allí al final de cada jornada para recordarte, porque aunque nunca antes notaron lo fuerte que era tu presencia, ahora la extrañaban y, decían, necesitaban brindarte un homenaje.
Una mañana sin previo aviso, apareció junto a tu cara un cartel anónimo que te pedía que guardases siempre aquel mercado, que fueses el protector de aquellas tiendas y puestos que cada semana montaban para que el barrio se llenase de gente, bullicio y alegría. A otras personas debió parecerles una buena idea y de esta manera, se convirtío en una pequeña tradición, con lo que a tu lado brotaron miles de panfletos de colores con mensajes de lo más dispar:
Mi perro se ha perdido, es un labrador con collar rojo, si lo ves, por favor, la próxima vez que pase por aquí, guiñame un ojo. Estaré atento.
Necesito contárselo a alguien. Estoy enamorada del hombre más maravilloso del mundo :) Lo conocí aquí, en Portobello Road.
¿No te cansas de estar siempre mirándonos?
[...]
Al principio, por esta razón, tu figura atraía más gente que el propio mercado, pero paulatinamente y sin motivo, los visitantes empezaron a fallar; cada vez menos personas te escribían, hasta que un día cualquiera del pasado siglo, nadie fue a visitarte.
Un par de noches más tarde, un servicio de limpieza despojó la pared de los cientos de mensajes de papel que la habían vestido y desde entonces, los turistas te miran con curiosidad, sin saber quién eres ni qué haces ahí. Algunos toman una foto, otros se quedan prendidos de tus ojos, a otros tantos les suceden ambas cosas.
A mí, me enamoraste, estoy convencida de que vives en la pintura. Esa mirada es real.
3 comentarios:
Preciosa entrada
Qué envidia juer. Bonito graffiti ( y bonitas fotos las del viaje también )
Qué bueno, el mejor graffitti que he visto. Es verdad, es una entrada preciosa, con tanta emoción que no puede (no debe) pasar desapercibida.
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