martes, 15 de julio de 2008

La cena jocosa

Este viernes pasado volví por el teatro para presenciar la redención, otra más, del género. Que me permita Baltasar de Alcázar -y sus 400 años en la tumba, que seguro le impedirán reclamar royaltis- usar el título de uno de los mejores poemas en lengua castellana* para encabezar esta crítica rendida al teatro mayúsculo de la compañía catalana.

Huelga profundizar en quiénes son esta gente de "els joglars", internet está lleno de críticas y elogios a la cuadrilla tanto directamente como a través de la figura del taurino y antinacionalista Boadella. Ya, antinacionalista catalán que no antinacionalista español y chau, chau, chau. Bueno, no es el tema y si lo es, más abajo me dejáis un comentario acordándose de la familia. No nos vamos a enfadar por estas menudencias. Habría, eso sí, que tratar algo sobre el argumento de la obra.

Pues nada, el Ministerio -y su ministra- de medio ambiente organiza unas jornadas sobre el asunto del trueque climático en contubernio con Paradores Nacionales donde el "mucho más de lo que te imaginas" nunca fue tan bien traído. Los asistentes son gente de baja calaña tales como presidentes del gobierno, líderes religiosos o rockeros mass media. Nada destacable, en realidad. Para La Cena, se encarga la manduca a un marmitón de estos de ahora y aún más. Los métodos de este mesías de los fogones superan su labor de "dar de comer" para autoerigirse en gurú, faro y guía de la humanidad ante el verdadero desafío de la incomodidad medioambiental... o el incómodo desafío de la verdad mediombiental? Bueno, qué más dará tanto el orden de esta verdad incómoda como el argumento. Como en toda creación de calidad, lo de menos es la trama y lo único el modo en qué se nos presenta. Y a ello vamos.

Como siempre en los últimos tiempos, salvo quizás En un lugar de Manhattan, la sobriedad caracteriza el decorado o, mejor dicho, el atrezzo juglaresco. Rehuí usar la palabra escenografía porque ésta engloba, además de lo anterior, las danzas y piruetas con que los artistas acompañan la obra y en esto, no lo dudéis, son auténticos genios, apabullantes maestros, descollantes eminencias, en dos palabras, la rehostiaputa. El texto, por su parte, acorde al popular tema que trataba no contiene esa doblez, casi onírica, de anteriores obras. Juega con el doble sentido y atiza a diestro y siniestra, miembros y miembras, niños y niñas, perros y perras, con predilección por la progresía que tanto juego ha dado en sus tablas en los últimos años, "soy persona de preparación intelectual, oiga", comienza uno, "leo los artículos de opinión de El País", finaliza el mismo. Me deja la sensación, no obstante, que Boadella quería dulcificar un poco la imagen de la compañía depués de estos últimos y azarosos años, así que dejó de lado el estilo de textos como los de Daaaalí o Floït & Pla, además de minimizar alusiones a grupos humanos grandes -tales como naciones, pueblos o religiones-, aunque siempre hechos desde el humor y la autocrítica, son cosas que hieren las sensibilidades de unos cuantos zoquetes. Y de todos es sabido que los zoquetes hacen mucho ruído. Humano y entendible. Además, si la calidad se mantiene, la alternancia hasta es saludable. No obstante, aunque baje la intensidad textual, no se pierde pegada ya que hubo gente que salió indignada de la obra, incluso ostensiblemente indignada, y eso es un punto a favor de la misma... eso es teatro.

Y para terminar, si antes no se me ocurre anda más, los actores. De verdad, es apabullante... son, mejor dicho, apabullantes. Fontserè y Agelet conforman una pareja acojonante. Boada, Costa o Marx son auténticos genios de la interpretación y el ritmo. El resto de actores son excelentes, con una técnica soberbia y con momentos de mímica superior. Se nota mucho que me gustan? Pues es lo que hay. Dije ya que son un puta panda de fenómenos? Sí? Pues no pasa nada por repetirlo, son la mejor compañía española de teatro. La CNTC pueden ser tan buenos actores como estos -aunque no para mi gusto- pero carecen del riesgo que se autoexigen "els joglars". Fantásticos, consiguieron que ni me acordara de la incomodidad del teatro gijonés. Y, aunque tengo la sensación de dejarme muchas cosas que quería comentar, vamos a ir terminando.

Y hagámoslo con una crítica, como no. Una vez descendido el telón, en plena ovación de la concurrencia, los actores se pasaron un minuto o quizá más en pleno bailoteo coreográfico y zalamero, con lo cual cuando propiamente se dispusieron al saludo, la gente llevaba dos minutos de bravos y salves, con lo que solo dos veces salieron a saludar. Rompe y rasga, vale, pero hay tradiciones que merece la pena mantener.

Dos orejas, rabo, vuelta al ruedo y almohadilla para casa de recuerdo. Sublimes, una vez más.


* http://www.planlectura.es/recursos/lectores/clublectura/salalectura2.php?salalectura_id=12

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