Tienes examen y no suena el despertador, aunque te despiertas milagrosamente. Te preparas en tiempo récord, pulverizando tus últimas marcas conseguidas en desayunar, ducharte y vestirte a velocidad del rayo.
En el metro tienes el mismo espacio que en una lata de conservas y hace tanto calor que sudas a mares. No tienes opción de repasar ni de ponerte música para relajarte así que mueves la pierna izquierda nerviosa y rítmicamente, tratando de no golpear a nadie, hasta que llegas a tu destino y sales apresuradamente.
Entonces, una simple frase en la que reparas mientras tratas de salir sin atropellar a nadie, te hace esbozar la primera sonrisa del día y sabes que el examen te saldrá bien.
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Pequeñas cosas casuales que hacen tanto por tan poco...
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1 comentarios:
Son muy de agradecer esos regalos casuales. Detalles así te iluminan el día.
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