domingo, 6 de enero de 2008

Air Madrid, un año después (V)

La suerte de los damnificados de los distintos países implicados fue muy distinta. Intuíamos que podía existir un grupo como el nuestro en las otras rutas de Air Madrid y quizás podríamos ayudarnos mutuamente si presionábamos los gobiernos de nuestros respectivos países. Con esa esperanza en internet me puse a buscar cualquier noticia relacionada con el tema y hallé información de los afectados en Costa Rica, Ecuador, Chile, Perú y México, de los cuales el más activo era el de Ecuador, ya que hasta habían llegado a tener enfrentamientos con la policía, mientras que el gobierno de Chile había costeado el viaje de todos los damnificados sin más contratiempos. Mandé varios mensajes a las páginas o a los autores de las noticias informativas, pero sólo recibí la respuesta de una pareja de mexicanos que no pertenecía a ningún grupo y que no había podido pasar de los trámites burocráticos. Fue una lástima, hubiera estado bien emprender una acción global. En fin, vuelvo al de Argentina.
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A inicios de febrero decidimos preparar dos manifestaciones seguidas para revitalizar el grupo: el 2 haríamos una ruta por las agencias de viaje implicadas y el 6 acamparíamos en el aeropuerto internacional Ezeiza. Las noticias referidas a Air Madrid habían desaparecido completamente de los medios de comunicación, ya no era actualidad y por eso las manifestaciones eran manifestaciones de existencia.

La ruta por las agencias dio una tregua a las acusaciones y las rencillas, pero demostró una vez más la falta de unidad de grupo. Acudimos menos de treinta y así era imposible presionar de ningún modo. La decepción fue tal que abortamos la ruta después de la visita a la primera agencia y nos sentamos en un bar a discutir el tema (tanto se había transformado la marcha). Aún así el Canal 13 de la televisión argentina cubrió la noticia y nos hicieron sendas declaraciones en Radio Mitre y Radio Continental. En cierto sentido cumplimos las expectativas y, lo que a mí más me alegraba, en cada manifestación se me acercaba alguien que me decía que también era un damnificado y que acababa de descubrir el grupo.

Sin embargo la acampada en Ezeiza me daba miedo. Un aeropuerto se rige por leyes internacionales, en cualquier momento podrían expulsarnos y si hubiera algún tipo de forcejeo alguien podía recurrir a la violencia.

La convocatoria fue mayor que en la anterior manifestación. Esta vez fuimos más de cincuenta y armamos mucho ruido gracias a los tambores y a los pitos. El objetivo era manifestarnos en el check-in del primer vuelo de Air Comet desde Argentina, pero lo peligroso era interrumpirlo, porque ahí es donde podían enfrentarse la policía, los manifestantes y los pasajeros. Por suerte éstos últimos, al vernos, se asustaron y se retiraron del mostrador. El personal de Air Comet enseguida instaló un mostrador móvil al inicio de la sala y al verlo quise avisar a los pasajeros para mostrarles que no teníamos nada en contra de ellos, pero no me entendieron y tuve que alejarme.
En esto que apareció el jefe de turno de la policía aeronáutica y pidió hablar con una representación del grupo. M. (uno de los que conocía desde el remoto primer paseo burocrático) insistió en que me incluyesen en esa representación y ése fue el único acierto oficial que recuerdo haber tenido.

En su oficina, el jefe de turno nos explicó con mucha amabilidad que quería evitar que incurriésemos en un delito penado con la cárcel, pero de manera subrepticia iba apuntando en un papel nuestros nombres con la excusa de dirigirse a nosotros. Dio la casualidad de que tuvo que atender a una llamada y nos dejó con el recado de que apuntáramos en una hoja nuestros datos para contactar con nosotros. Así, aproveché su ausencia para decir que no estábamos obligados a firmar nada, que eso era para lo que los argentinos llaman escrachar (es decir, fichar, delatar) y cuando volvió el jefe le dije que no habíamos impedido el check-in por las indicaciones que dimos y que, por tanto, no había delito, de modo que sin más nos dejó ir, con la promesa de recibirnos una carta al día siguiente (pero al día siguiente nadie recibió a los dos miembros del grupo que acudieron ni quisieron aceptar carta alguna).

Al salir de la oficina contamos al resto del grupo cómo había transcurrido la reunión y M. me anunció que había logrado dejar una queja en los formularios de Air Comet, ya que a nosotros nos la negaron pero no pudieron a dos pasajeros, que casualmente también eran damnificados.

Ha sido un poco largo contar esta manifestación pero fue una de las más exitosas, nos vimos reforzados. Dos miembros del grupo se unieron al grupo de coordinadores-moderadores (pasamos de tres a cinco), dos abogados de entre los damnificados iban a darnos el apoyo legal que nos faltaba, sabíamos con quién íbamos a contar para las acciones futuras.

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