miércoles, 26 de diciembre de 2007

¿El sentido de la vida?

Todo el mundo miente. Somos personas y tenemos ese extraordinario don. Somos capaces de hacer creer a las personas cosas que no son ciertas a sabiendas de ello. Gracias a la mentira podemos vivir momentos maravillosos, que en sí no lo son, porque los sujeta una persona con pies de barro. A veces, hasta somos capaces de hacer que la mentira dure para siempre sin que el resto de las personas se vean perjudicados, mientras que los que mienten se pudren, o no, por dentro.

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¿La vida tendría sentido sin la mentira? Lo dudo. Cada uno se crea su propia verdad, que en sí es una mentira, para dar sentido a algo que no somos capaces de abarcar. Nosotros se lo atribuimos a personas, metas... ya que cada uno decide que tiene que dar sentido a su vida. Una bonita meta es llegar a ser el mejor en lo que te dediques. Dependes, mayormente, de tu esfuerzo, trabajo, dedicación y capacidad. Pero, ¿por qué atribuimos el sentido de nuestras vidas a personas? Ni siquiera somos capaces de confiar en nosotros mismos y encima pedimos a otros que nos den su confianza. La persona miente, decepciona, engaña y aún así, confiamos el sentido de nuestra vida a alguien como nosotros. Ahí es donde los sentimientos salen y equilibran o no la balanza de un lado u otro.

La confianza da asco.

3 comentarios:

Uno, trino y plural dijo...

Tiene miga que hayas escrito esto en unos días que se suponen llenos de paz y felicidad y otras palabras que dichas así suenan huecas. La mentira es prima de la hipocresía y duele más verla en la boca de los que quieres.

Anónimo dijo...

Yo no sé mentir, se me nota mucho. No serviría como actor.

Uno, trino y plural dijo...

He entregado, pues, la carta al director. Anteayer. En caso de que la guerra acabe en otoño, le he pedido unas largas vacaciones para después, naturalmente sin sueldo, o bien, en caso de que la guerra continúe, que se me suprima la exención. Todo era mentira. Habría sido una media mentira si me hubiese despedido en caso de negativa. Lo único auténtico habría sido despedirme. No me atreví a ninguna de ambas cosas, deahí que la mentira fuese completa.

(De los Diarios de Kafka)

Caosmeando

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