sábado, 1 de diciembre de 2007

El cuento español

Acabo de leer un artículo de Luis Antonio de Villena en el que reivindica una vez más el cuento y los cortometrajes, los considerados cenicientas de la literatura y del cine, respectivamente. Que si dicen que no se leen cuentos de escritores españoles, que por qué no tiene la misma repercusión que en América Latina, que qué pasa aquí. Bueno, sí, seguramente, eso parece, pero el propio de Villena adolece del mal del que se queja y no cita ni a un solo cuentista español.


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Partamos de la idea de que en España se lee poco. Mentira. Se lee lo mismo que en cualquier otro país de, digamos, el considerado mundo occidental. Partamos entonces de la idea de que hoy se lee poco. Más mentiras. Lee quien tiene interés en leer, sea en el siglo XXI, XVII o III. Es más, sin recurrir a ninguna estadística es seguro que hoy se lee más que en los belicosos siglos X u XI por la sencilla razón de que la cultura tiene más difusión y contamos con la ayuda fundamental de las bibliotecas (¡y que sigan siendo gratis!). Partamos finalmente de la idea de que el cuento se lee poco. ¿Seguro? Si comparamos la cantidad anual de cuentos publicados con la de las novelas veríamos que el cuento, como la poesía, tiene un público fiel que busca ansioso las novedades entre ese homogéneo cajón de sastre que es la sección narrativa o, directamente, novela, ya que en las bibliotecas aún podemos tener la suerte de que estén bien diferenciados el teatro y la poesía, pero el cuento tiene la desgracia de subyugarse a una ambigua N o a literatura X de su correspondiente país.

¿Ocurre lo mismo en los países latinoamericanos? Me temo que sí. A veces pueden incluirse en una misma mesa cuento y poesía, indicando de manera inequívoca que son libros poco leídos para quien los haya colocado allí, pues no suele ser precisamente la mesa central. Y sin embargo siguen surgiendo buenos cuentistas. Ahora mismo recuerdo al peruano Fernando Iwasaki y a los argentinos Alberto Laiseca, Ana María Shua y Andrés Neuman. No creo que ellos sean mejor que los españoles o se conozcan mejor, sino que, sencillamente, reciben más difusión.

Hace unos años leí Son cuentos. Antología del relato breve español (1975-1993). Sin duda es una de las antologías más completas que podemos hallar hoy en el mercado, aunque ya sea un poco antigua. Recuerdo sobre todo los textos de Medardo Fraile, José María Merino, Marina Mayoral, Cristina Fernández Cubas, Enrique Vila-Matas, Javier Marías, Antonio Muñoz Molina e Ignacio Martínez de Pisón. Casi todos ellos (por no decir todos) son conocidos por cualquiera que frecuente la literatura española actual. Y no son los únicos destacados, ya que podemos añadir sin problemas a Juan Bonilla, Eloy Tizón y Luis Magrinyà, por ejemplo. ¿Por qué no hablar más de los cuentos si tenemos autores de primerísimo nivel? Uno no vende lo más valorado sino lo más promocionado. Lo que falta entonces es interés, por no llamarlo ganas, por no llamarlo cultura, por no llamarlo inteligencia. Si hubiera un premio como el Reina Sofía y el Loewe de poesía o como el Nadal o el Planeta de novela o incluso el Anagrama de ensayo, entonces veríamos si el cuento seguiría siendo la Cenicienta. Pero antes nos tendrán que dar un zapato de cristal, una calabaza, algo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buena entrada. Ahora tengo ganas de algún cuento.

Anónimo dijo...

El otro día estuvo aquí Andrés Neuman en un instituto. Muy poca gente. Ellos se lo perdieron, Neuman es un tío que sabe comunicar, transmitir, en el cara a cara, bastante bien. Y leyó muy bien algunos de sus cuentos.

Caosmeando

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