Hubo una vez en que soñé que estaba soñando y no supe qué hacer. De eso hace mucho tiempo, pues no lo recuerdo bien. Estaba en medio de un sueño absurdo (como la mayoría de los sueños que uno tiene, si es que es posible que sea de otra manera), algo así como que estaba en un edificio enorme, gris, lleno de sombras y de luz al mismo tiempo, con una enorme cantidad de puertas o más bien del hueco destinado a las puertas, sin tan siquiera los marcos, un edificio en construcción apenas revocado; y de repente tuve la certeza de que había llegado allí después de haberme metido en la cama y haber cerrado los ojos y regular mi respiración hasta no escucharla y caer en la inconsciencia hasta ese disoluto momento en que inesperada resurgió la conciencia sin haberme escuchado y visto y levantado de la cama.
De tan imprevisto no pude pensar y me limité a regresar a un momento del sueño que me había gustado (el mismo edificio sin puertas, en una sala donde unos individuos que no reconocí hablaban animosos mientras preparaban un cocimiento en una enorme marmita), sin más recursos que el de repetirme, la fácil solución, abrir, cerrar y nada más, y enseguida volver al olvido.
Ahora no será así. Sé dónde estoy, sé cómo he llegado aquí, la noche me es propicia.
La nada.
Antes de que surgiera la conciencia vislumbré unos jirones; lugares y personas amorfos, ruinas de un mundo que no viví. Y ahora está la nada, esperando anhelante que la transforme en lo que me venga en gusto. Que sea lo que yo quiera.
3 comentarios:
Gran comienzo: como el dios creador.
Esperamos ansiosos próximas entregas
Anda, si os ha gustado. Bueno, pues en ese caso ya os lo iré copiando todo a medida que lo escriba. Pero soy muy lento y hay alguna palabra por ahí que no me convence. No sé si os pasa que antes de escribir un texto lo habéis pensado mucho, sabéis hasta cómo termina pero le dais muchas vueltas. Pues este cuento me veo venir que va para largo.
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