domingo, 4 de julio de 2010
Fracaso Total
Otro más. Un día más pensando en ella. Ojalá pudiera saltar de mujer en mujer tan rápido como paso de botella en botella.
Me despierto en el sofá, aun no sé por qué no pude arrastrarme hasta la cama. Me tropiezo con algunas botellas de cruzcampo mientras me dirijo a la cocina, dónde me espera una nevera vacía y una pila de platos sucios. Me niego a beber agua, habrá que salir.
No me gusta salir de día a la calle porque todo se ve demasiado absurdo: Sobriedad, luz, establecimientos abiertos (que no son bares) y, usualmente, una idiota costumbre de ser amable.
- Buenos días señor - dijo el dependiente con su estúpida sonrisa de siempre - ¿Cuántos litros hoy?
-Tres
- ¿Sólo? - Ya le podía decir cualquier número que SIEMPRE hacía la misma broma.
-Sí, gracias.
Al principio odiaba las interminables colas de los ancianos del barrio, pero ahora las agradezco, esperar 10 minutos por cliente merece la pena con tal de no aguantar esa falsa sociabilidad, que se hacía más habitual cuanto menos clientela tuviera.
Abría la primera cerveza esperando que nadie se uniera (compartía piso por aquellos entonces), pero según iban cayendo las dos siguientes parecía que la televisión y la música no terminaba de proporcionarme todo el entretenimiento necesario, el día se hacía soporífero y beber solo empezaba a ser tan triste para mí como para los demás.
Entre el sofá, la cocina y mi habitación (sólo usaba la cama) transcurría la mayoría del tiempo, esa era mi vida diurna, lamentándome de todo lo que quería y lo poco que tenía, pero no piense, querida lectora, que esperaba demasiado de la vida, era feliz cuando encontraba algo en lo que centrarme...y vaya si lo encontré esta vez.
Ella era rubia, me encantaba fantasear con ella, con sus preciosos pechos pequeños pero apetecibles, con los labios pálidos y sus piernas atléticas. Me encantaba fantasear, hasta que la cagué, un día me lancé a la piscina y estaba vacía. En el portal de su casa perdí mi borrachera, mi tiempo y un poquito de mi dignidad.
Algunas os preguntareis el porqué de esta acción suicida y yo no tengo la respuesta. Tirarse delante de un tren tal vez fue la consecuencia de una conversación anterior:
- Yo voy a atacar a la que me gusta a mí, ataca tú a la tuya y no la dejes escapar viva.
La mañana siguiente nos habían derrotado a los dos, pero el mal de muchos es el consuelo de los tontos y ambos fuimos ganando en positivismo según transcurrían las horas.
Pero como dije, soy feliz con poco y gracias a ese momento de vergüenza y extraña sinceridad, mis sueños eróticos-sexuales son, como podeis imaginar, muchísimo más variados y aparecen hasta desconocidas asiáticas.
Sí, fracasé, una vez más, pero soy más libre.