domingo, 31 de mayo de 2009

¿Qué posibilidades para la acción existen actualmente en la esfera pública?

Maurizio Lazzarato

Cuando tratamos de imaginar una acción posible en la esfera pública del post-Fordismo nos encontramos en una situación completamente nueva. Las modernas distinciones entre acción instrumental (acción para conseguir un cierto resultado y que, para simplificar en el siguiente texto, identificamos con trabajo), acción política (acción en respuesta a la acción de los demás) y acción artística (acción en la que el trabajo resultante queda vinculado al abierto e indeterminado proceso creativo) han dejado de existir.

Las condiciones para producción económica, creación artística y acción política han entrado en una zona de indiferencia donde aparecen vinculadas a través de una serie de presuposiciones recíprocas.

Creo que esta nueva situación se basa en el hecho de que el trabajo ya no representa una práctica especial, distinta,
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estructurada según otros criterios y procedimientos que no sean la práctica artística y política. El trabajo tiende a expresarse a través de los poderes de deseo, los poderes de pensamiento y la aplicación de las facultades humanas genéricas: lenguaje, memoria, competencias éticas y estéticas y la capacidad de abstracción y aprendizaje. De esta manera, desde un punto de vista formal, el trabajo no sólo produce objetos-mercancía, sino también relaciones sociales, formas de vida, y modos de subjetivación.

En filosofía y sociología contemporáneas, la crisis del concepto de acción sólo describe el resultado de una lucha secular dirigida contra el salario de trabajo, es decir, contra el hecho de que la actividad de la mayoría de la población quede reducida a la ejecución de tareas impuestas (para acción instrumental) para fines ajenos a los propios trabajadores.

En el post-Fordismo ha habido cambios radicales no sólo en las condiciones que definen acción política, trabajo y creación artística, sino también en los modos de subjetivación correspondientes a estas formas de acción: el trabajador, el ciudadano, el artista.

En el Occidente capitalista y socialista, trabajo ha representado durante mucho tiempo no sólo la forma del “sujeto productivo” sino también el modelo hegemónico de subjetivación que sustenta identidad, el sentido de pertenencia y las visiones del mundo. Socialismo y capitalismo han utilizado trabajo y clases sociales como formas de regular, organizar y crear jerarquías en sociedad.

A partir de los años sesenta, la lucha contra la explotación económica ha estado acompañada por un rechazo radical por parte de mujeres, jóvenes, inmigrantes, minorías diversas y gente del Tercer Mundo a aceptar un “devenir” basado en el modelo “mayoría” de “varón, blanco, profesional, entre 35 y 50 años, residente en la ciudad…”. En ese periodo, desempeñaron un papel cada vez más importante acciones emprendidas contra formas de sometimiento que afectaban a la vida cotidiana, clasificando individuos en categorías, proporcionándoles ciertas formas de percepción, sexualidad y afecto con el fin de reproducir la mano de obra. Desde entonces el sistema de clases como un modelo de acción y subjetivación ha entrado en un proceso de disolución y crisis irreversible. La coherencia que el trabajo aseguraba entre producción económica, acción política y modos de subjetivación ha dado paso a la aparición de una multiplicidad de nuevos comportamientos, formas de vida, objetivos, y visiones del mundo, que carecterizan lo que llamamos la multitud. La multiplicidad y heterogeneidad de formas de vida y modos de subjetivación ya no tiende a quedar expresada a través de la generalidad y la abstracción de las clases sociales.

Para entender las nuevas formas de acción posibles actualmente tenemos que abandonar este fenómeno de los años sesenta, aunque no ignorarlo. Las nuevas formas de acción, expresadas por movimientos sociales o prácticas más moleculares, articulan con la misma estrategia lo que antes había estado separado en la sociedad de trabajo. En Francia, las luchas de los parados, trabajadores de la sanidad, trabajadores de espectáculos y prácticas micropolíticas en general expresan simultánea o alternativamente acciones económicas, aspiraciones políticas, y estrategias comunes que conforman estrategias contra los aparatos de sometimiento y buscan nuevas formas de subjetivación.

Estas luchas sociales y comportamientos “invisibles” implican a la vez confrontaciones molares con los aparatos de poder y estrategias de retirada, lucha y embaucamiento. En el mismo sentido, articulan alternativamente estrategias de separación y “mediación”, como también de negociación y ruptura. Estos comportamientos aparecen y desaparecen en el espacio público según lógicas que escapan a las reglas de “representación”. Utilizando la terminología de Hirscham podríamos decir que emplean, de manera imprevisible, ambos sentidos de la palabra francesa “voie”: tanto la “voz” (en controversia) como la “salida” (en retirada y lucha). Sus objetivos no son la representación ni la incautación del poder (ni violentamente, en línea con la tradición comunista, ni pacíficamente de acuerdo con la tradición socialdemócrata), sino la constitución de nuevas relaciones sociales y nuevas sensibilidades.

La multitud actúa en una esfera pública regida por mecanismos políticos que funcionan a través de la representación y que se organizan según los principios de universalidad. El “ciudadano” y el “trabajador” son formas de individualización totalmente ajenas a las acciones de la multitud. No hay lugar en la esfera de representación para mujeres, parados, trabajadores precarios, homosexuales, inmigrantes, y todos los que no se ajusten a las modalidades aplicadas en el paradigma de “mayoría”. Las nuevas formas de acción no se dirigen directamente a la universalidad sino a la singularización, no operan hacia una reorganización general, sino hacia una transversalidad que pretende determinar los pasajes y traslaciones entre diferentes formas de vida y comportamientos.

Esta breve fenomenología de acción en el pos-Fordismo suscita más preguntas que respuestas. ¿Cómo definir un espacio dividido en diferentes prácticas dirigidas todas a la singularización? ¿Donde está el “fondo común” de la multitud? ¿Cómo establecer un espacio público que sea propicio al desarrollo paralelo de multiplicidad y singularidad? ¿Qué tipo de nuevas relaciones existen entre estrategias moleculares y molares?

La extraña revolución de 1968 integraba acción política y estética en trabajo; eliminaba la separación entre tiempo de vida y tiempo de trabajo; desplazaba la distinción entre ejecución y creación, y redefinía la relación entre fábrica y sociedad. Minaba definitivamente el papel de salario como sujeto de producción y política. Paradójicamente, éste es precisamente el punto por el que tenemos que empezar para poder definir las condiciones de acción posible en el pos-Fordismo, y especialmente para analizar fenómenos como desempleo y pobreza. Nos arriesgamos a interpretar mal la definición de acción posible si no comenzamos con la desestructuración de la sociedad de trabajo, que es deseada y practicada subjetivamente a través de una multiplicidad de acciones y temas.

En el Occidente capitalista, pobreza y desempleo no son el resultado, utilizando el lenguaje de Keynes, de una economía de escasez sino de una economía de abundancia. Pobreza y desempleo no son el resultado de un desarrollo insuficiente, sino más bien excesivo. No son el resultado de la carencia de normas y regulaciones, sino de los poderes e influencia del mercado y el Estado.

La lucha contra la acción instrumental mostraba que era posible sacar el trabajo del dominio de la necesidad y transferirlo al dominio de la creatividad. La reintroducción de necesidad a través del desempleo, inseguridad en el trabajo, y pobreza procede de una voluntad política de dominar, porque negocios, mercado y Estado sólo pueden encontrar su legitimación en la necesidad. ¿De qué otro modo podemos explicar el hecho de que desde el comienzo de la “crisis” de los años setenta la riqueza se ha más que duplicado en los países occidentales al tiempo que desempleo, pobreza, y precariedad laboral se han convertido en fenómeno de masas? Mercado, negocios y Estado imponen modos de coordinación que limitan la variedad de las formas de cooperación e ignoran la naturaleza de las fuerzas productivas de la multitud, ya que sólo funcionan a través de la producción, distribución y consumo de “bienes escasos”.

Pero, ¿pueden conocimiento e inteligencia, los motores para la futura Economía, definirse como bienes “escasos”? Sólo la voluntad para acumular, la voluntad para controlar la producción y circulación de conocimiento de los negocios y el Estado pueden definir estos “productos” como mercancías o bienes escasos. Los problemas de desempleo, precariedad laboral y pobreza sólo pueden resolverse cuando la “información económica” se estructure según los principios económicos de “abundancia”; en otras palabras, según la libre producción, libre circulación y apropiación colectiva de esta producción, que simultáneamente implica a lo más singular y a lo más social de todos nosotros.

Los dos problemas están fuertemente vinculados, ya que lo que está en juego es precisamente la forma de creatividad, actividad y modos de expresión. Desde este punto de vista, las acciones del trabajador, el ciudadano y el artista tienen que experimentar una completa metamorfosis.

(1)- Ni la distinción de Habermas entre “racionalidad instrumental” y “racionalidad comunicativa”, como tampoco la de Hanna Arendt entre “empleo, trabajo y acción”, pueden explicar las nuevas formas de acción.

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Fuente: http://aleph-arts.org/pens/lazzarato.html

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sábado, 30 de mayo de 2009

Voz de Miguel Hernández

Canción del esposo soldado

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viernes, 29 de mayo de 2009

Historia del ojo (3)

Los pasos se detuvieron pero nos era imposible ver quién se acercaba. Nuestras respiraciones se habían cortado al unísono. Levantado así por los aires, el culo
de Simona representaba en verdad una plegaria todopoderosa, a causa de la
extrema perfección de sus dos nalgas, angostas y delicadas, profundamente
tajadas; estaba seguro de que el hombre o la mujer desconocidos que la vieran sucumbirían de inmediato a la necesidad de masturbarse sin fin al mirarlas.
Los pasos recomenzaron, precipitándose, casi en carrera; luego vi aparecer de repente a una encantadora joven rubia, Marcela, la más pura y conmovedora de nuestras amigas.
Estábamos tan fuertemente arracimados en nuestras horribles actitudes que no pudimos movernos ni siquiera un palmo y nuestra desgraciada amiga
cayó sobre la hierba sollozando. Sólo entonces cambiamos nuestra extravagante posición para echarnos sobre el cuerpo que se nos libraba en abandono.
Simona le levantó la falda, le arrancó el calzón y me mostró, embriagada, un nuevo culo, tan bello, tan puro, como el suyo.
La besé con rabia al tiempo que la masturbaba: sus piernas se cerraron sobre los riñones de la extraña Marcela que ya no podía disimular los sollozos.
—Marcela —le dije—, te lo suplico, ya no llores. Quiero que me beses en la boca...

Simona le acariciaba sus hermosos cabellos lisos y la besaba afectuosamente por todas partes.
Mientras tanto, el cielo se había puesto totalmente oscuro y, con la
noche, caían gruesas gotas de lluvia que provocaban la calma después
del agotamiento de una jornada tórrida y sin aire. El mar empezaba un
ruido enorme dominado por el fragor del trueno, y los relámpagos
dejaban ver bruscamente, como si fuera pleno día, los dos culos
masturbados de las muchachas que se habían quedado mudas. Un
frenesí brutal animaba nuestros cuerpos. Dos bocas juveniles se
disputaban mi culo, mis testículos y mi verga; pero yo no dejé de
apartar piernas de mujer, húmedas de saliva o de semen, como si
hubiese querido huir del abrazo de un monstruo, aunque ese monstruo
no fuera más que la extraordinaria violencia de mis movimientos. La
lluvia caliente caía por fin en torrentes y nos bañaba todo el cuerpo
enteramente expuesto a su furia. Grandes truenos nos quebrantaban y
aumentaban cada vez más nuestra cólera, arrancándonos gritos de
rabia, redoblada cada vez que el relámpago dejaba ver nuestras partes
sexuales. Simona había caído en un charco de lodo y se embarraba el
cuerpo con furor: se masturbaba con la tierra y gozaba violentamente, golpeada por el aguacero, con mi cabeza abrazada entre sus
piernas sucias de tierra, su rostro enterrado en el charco donde agitaba
con brutalidad el culo de Marcela, que la tenía abrazada por detrás,
tirando de su muslo para abrírselo con fuerza.

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jueves, 28 de mayo de 2009

Libación solitaria bajo el claro de luna

Entre las flores, un trago de vino:
Bebo solo, sin amigos.
Alzo mi copa, convido al claro de luna;
Y mi sombra delante de mí: somos tres.
La luna, ay, no sabe beber;
Y la sombra me imita en vano.
Compañeros de un instante, ustedes, la luna y la sombra.
Con traviesos jugueteos, hagamos fiesta en primavera.
Cuando canto, la luna se distrae;
Cuando bailo, mi sombra extraviada se deforma.
Mientras envejecemos, alegrémonos juntos;
Y, alcanzada la ebriedad, que cada quien se vaya.
Que dure para siempre nuestro vínculo sin alma:
Reunámonos en la lejana Vía Láctea.

Li Po

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martes, 26 de mayo de 2009

She's about a mover

Sir Douglas Quintet

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Ave doble, de cuerpo entero

Déxame, deseo,
que me bamboleo










A Marek Keller








1

Huye Dafne, herida por la flecha plomiza y embo-
tada del temor, de la ribera del Pineo al enclave de
Santa Fe. Huye con amor propio, libre del otro
amor prohibido: “Pies, ¿para qué os quiero?”.
Huye de las palabras esperanzadas de Apolo, que,
herido por la flecha dorada y puntiaguda del ciego
amor primero, corre ya, enajenado, cual galgo en
pos de liebre. Huye de la caricia que hiere, de la
baba que oxida, de la avidez que seca. Aún no le ha
suplicado a la madre Gea que, por piedad, la engu-
lla, la recoja en su seno y la convierta en mítico lau-
rel. Ha hecho un alto, de madrugada, en el camino
que conduce al bosque del que pronto será arte y
parte: brazos-ramas, cabellos-hojas, miembros-
corteza, pies-raíces, regados por los lagrimones del
burlado perseguidor. No ha sonado esa hora tardía
en la que la belleza, antes que darse, va a preferir
desencarnarse, dejar de ser objeto de pasión, con-
formarse, en suma, con llegar a ser laureola. Por lo
pronto, Dafne se ha puesto en jarras. Respira
hondo. Y allí, casi en la cola, se le ha posado un
pájaro que celebra la fuga con un trino. Juan
Soriano, escultor, aprovecha esa pausa, la venusti-
dad del respiro, y amasa ese momento fugitivo con
estilo “perspicuo, blando y suave”, semejante al
urdido por Garcilaso, según comenta Herrera,
para inyectarle a la sabida fábula savia nueva y
nueva visión. Esplendor fragmentario, si a joderse
tocan, de la metamorfosis en perspectiva: recuerdo
y vaticinio, pero también instante transido de
mudanza, ave doble de paso, intermedio redondo
de dos respiraciones imantadas.

II

Tal vez Dafne se acuerde ahora, de improviso y de
madrugada, de aquel tierno Leucipo, hijo de
Enóamo, rey de la Élide, que se volvió loco por ella,
o más bien loca, hasta el punto de travestirse de
candeal doncella, reinona ella, con el solo propósi-
to de apapacharla sin levantar ni la menor sospe-
cha en carne sonrosada, poco hecha al quid flexible
del dichoso verbo, librándose el bribón de tal guisa
del asco astral de toda ninfa sana a propuesta sali-
da de varón. Y ya casi quisiera no acordarse de las
leves espumas del río Ladon, transformadas, en
tiempos en que todo se transformaba, en muy san-
guinolentos espumarajos, una vez que, por fin, se
le puso a Leucipo en evidencia ante los dardos de
las propias ninfas, tan superiores, por haberse
visto empujado a desvestirse y a pegarse un buen
baño, primero y último, en las antaño transparen-
tes aguas natales. Y Dafne, que es a lo que vamos,
ni arrepentida ni tontamente ufana, pero, eso sí,
segura de ser mujer, mujer en jarras, ha hecho
dulce ademán, con pies de bronce, de ponerse a
bailar al son del pájaro. Y ahí que la sorprendió el
escultor. Como jamás se dice. Ave doble: reposada
melancolía y signo desabrido, a contrapelo, de que-
rer hacerse a otra idea, cosas ambas palpables y
cantables. Ahí está, contradictorio y sinuoso, el
tacto esculpidor de Juan Soriano. El tacto de haber
sabido recrear la cacería (la fábula de talla) desde
una incierta altura (¿quién da más a dos bandas?,
¡oh, Dafne!), aquí pillada en redondel de pausas,
respirando por esas dos ausencias deseadas, alas
perdidas, libres oquedades, vacíos imantados.

(José Miguel Ullán, Órganos dispersos)

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La enorme distancia

...Y a lo loco platico contigo

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domingo, 24 de mayo de 2009

La pantera

Un cuento de Sergio Pitol

Ninguna de las magias que atravesaron mi niñez puede equipararse con su aparición. Nada de lo hasta entonces concebido logró confundir tan soberbiamente refinamiento y bestialidad. En las noches siguientes imploré, divertido, al final impaciente, casi con lágrimas, su presencia. Mi madre repetía que de tanto jugar a los bandidos acabaría por soñarlos. En efecto, al término de unas vacaciones la persecución y la infamia, el coraje y la sangre frecuentaron mis noches.
En esa época ir al cine se reducía a disfrutar una sola película con ligeras variantes de función en función: el tema invariable lo proporcionaba la ofensiva aliada contra las huestes del Eje. Una tarde de programa triple (en que con indecible deleite vimos llover obuses sobre un fantasmagórico Berlín donde edificios, vehículos, templos, rostros y palacios se diluían en una inmensa vertiente de fuego; épicos juramentos de amor, penumbra de refugios antiaéreos en un Londres de obeliscos rotos y grandes inmuebles sin fachada, y el mechón de Verónica Lake resistiendo impasible la metralla nipona mientras un grupo de soldados heridos iba siendo evacuado de un rocoso islote del Pacífico) consiguió que por la noche el fragor de las balas se internara en mi cuarto y que una multitud de cuerpos despedazados y cráneos de enfermeras, me lanzaran sobresaltado a buscar amparo en la habitación de mis hermanos mayores.

Con plena conciencia de sus riesgos inventé juegos artificiosos que a nadie divertían. Remplacé el consuetudinario antagonismo entre policías y ladrones o el nuevo, y consagrado por el uso y la moda, entre aliados y alemanes por el de otros fieros y extravagantes protagonistas. Juegos donde las panteras sorpresivamente atacaban una aldea, cacerías frenéticas donde las panteras aullaban de dolor y furia al ser atrapadas por cazadores implacables, combates encarnizados entre panteras y caníbales.
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Pero ni ellos, ni la frecuencia con que leía libros de aventuras en la selva hicieron posible que la visión se repitiera.

Su imagen persistió durante una temporada que no debió ser muy larga. Con indiferencia fui comprobando que la figura se volvía cada vez más endeble, que mansamente se difuminaban sus rasgos. El flujo atropellado de olvidos y recuerdos que es el tiempo anula la voluntad de fijar para siempre una sensación en la memoria. A veces me apremiaba la urgencia de escuchar el mensaje que mi torpeza le había impedido transmitir la noche de su aparición. Aquel bello, enorme animal cuya negrura brillante desafiaba la noche trazó un elegante rodeo en torno a la alcoba, caminó hacia mí, abrió las fauces, y, al observar el terror que tal movimiento me inspiraba, las volvió a cerrar agraviado. Salió de la misma nebulosa manera en que había aparecido. Durante días no cesé de echarme en cara mi falta de valor. Me reprochaba el haber podido imaginar que aquella hermosa bestia tuviese intenciones de devorarme. Su mirada era amable, suplicante, su hocico parecía dispuesto más que para el regusto de la sangre para la caricia y el juego.

Nuevas horas se ocuparon de sustituir a aquellas. Otros sueños eliminaron al que por tantos días había sido mi constante pasión. No sólo llegaron a parecerme tontos los juegos de panteras, sino también incomprensibles al no recordar con precisión la causa que los originaba. Pude volver a preparar mis lecciones, a esmerarme en el cultivo de la letra y en el apasionante manejo de colores y líneas.

Triviales, alegres, soeces, intensos, difusos, torpemente esperanzados, quebrados, engañosos y sombríos tuvieron que transcurrir veinte años para alcanzar la noche de ayer, en que sorpresivamente, como en medio de aquel bárbaro sueño infantil, volví a escuchar el jadeo de un animal que penetraba en la habitación contigua. Lo irracional que cabalga en nuestro interior adopta en determinados momen tos un galope tan enloquecido que cobardemente tratamos de cobijarnos en ese mohoso conjunto de normas con que pretendemos reglamentar la existencia, en esos vacuos cá nones con que intentamos detener el vuelo de nuestras in tuiciones más profundas. Así, aun dentro del sueño, traté de apelar a una explicación racional: argüí que el ruido lo producía la entrada del gato que a menudo llegaba a la coci na a dar cuenta de los desperdicios. Soñé que reconfortado por esa aclaración volvía a caer dormido para despertar poco después, al percibir con toda claridad, cerca de mí, su presencia. Frente al lecho, contemplándome con expresión de gozo, estaba ella. Pude recordar dentro del sueño la visión anterior. Los años transcurridos sólo habían logrado modificar el marco. Ya no existían los muebles pesados de madera oscura, ni el candil que pendía sobre mi cama; los muros eran otros, sólo mi expectación y la pantera se mantenían iguales: como si entre ambas noches hubiesen transcurrido apenas unos breves segundos. La alegría, confundida con un leve temor, me penetró. Recordé minuciosamente los incidentes de la primera visita, y atento y azorado permanecí en espera de su mensaje.

Ninguna prisa atenazaba al animal. Se paseó frente a mí con paso lánguido, describiendo pequeños círculos; luego, con un breve salto alcanzó la chimenea, removió las cenizas con las garras delanteras y volvió al centro de la habitación; Me observó fijamente, abrió las fauces y al fin se decidió a hablar.

Todo lo que pudiera decir sobre la felicidad conocida en ese momento no haría sino empobrecerla. Mi destino se develaba de manera clarísima en las palabras de esa oscura divinidad. El sentimiento de júbilo alcanzó un grado de perfección intolerable. Imposible encontrarle parangón. Nada, ni siquiera uno de esos contados, efímeros instantes en que al conocer la dicha presentimos la eternidad, me pro dujo el efecto logrado por el mensaje.

La emoción me hizo despertar, la visión desapareció; no obstante permanecían vivas, como grabadas en hierro, aquellas proféticas palabras que inmediatamente escribí en una página hallada sobre el escritorio. Al volver a la cama, entre sueños, no podía dejar de saber que un enigma quedaba descifrado, el verdadero enigma, y que los obstáculos que habían hecho de mis días un tiempo sin horizontes se derrumbaban vencidos.

Sonó el despertador. Contemplé con regocijo la página en que estaban inscritas aquellas doce palabras esclarecedoras. Dar un salto y leerlas hubiera sido el recurso más fácil. Tal inmediatez me parecía poco acorde con la solemnidad de la ocasión. En vez de ceder al deseo me dirigí al baño; me vestí lenta y cuidadosamente con forzada parsi monia; tomé una taza de café, después de lo cual, estreme cido por un leve temblor, corrí a leer el mensaje.

Veinte años tardó en reaparecer la pantera. El asombro que en ambas ocasiones me produjo no puede ser gratuito. La parafernalia de que se revistió ese sueño no puede atri buirse a meras coincidencias. No; algo en su mirada, sobre todo en la voz, hacía suponer que no era la escueta imagen de un animal, sino la posibilidad de enlace con una fuerza y una inteligencia instaladas más allá de lo humano. Y, sin embargo, debo confesar que las palabras anotadas eran sólo una enumeración de sustantivos triviales y anodinos que no tenían ningún sentido. Por un momento dudé de mi cor dura. Volví a leer cuidadosamente, a cambiar de sitio los vocablos como si se tratara de armar un rompecabezas. Uní todas las palabras en una sola, larguísima; estudié cada una de las sílabas. Invertí días y noches en minuciosas y estériles combinaciones filológicas. Nada logré poner en claro. Apenas la certeza de que los signos ocultos están corroídos por la misma estulticia, el mismo caos, la misma incoherencia que padecen los hechos cotidianos.

Confío, sin embargo, en que algún día volverá la pantera.

[México, mayo de 1960]

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viernes, 22 de mayo de 2009

Historia del ojo (2)

Recuerdo un día cuando viajábamos a toda velocidad en auto y atropellamos a una ciclista que debió de haber sido muy joven y muy bella: su cuello había quedado casi decapitado entre las ruedas. Nos detuvimos mucho tiempo, algunos metros más adelante, para contemplar a la muerta. La impresión de horror y de desesperación que nos provocaba ese montón de carne ensangrentada, alternativamente bella o nauseabunda, equivale en parte a la impresión que resentíamos al mirarnos. Simona es grande y hermosa. habitualmente es muy sencilla. No tiene nada de angustiado ni en la mirada ni en la voz. Sin embargo, en lo sexual se muestra tan bruscamente ávida de todo lo que violenta el orden que basta la más imperceptible llamada de los sentidos para que de un golpe su rostro adquiera un carácter que sugiere directamente todo aquello que está ligado a la sexualidad profunda, por ejemplo, la sangre, el terror súbito, el crimen, el ahogo, todo lo que destruye indefinidamente la beatitud y la honestidad humanas.
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Vi por primera vez esa contracción muda y absoluta (que yo compartía) el día en que se sentó sobre el plato de leche. Es cierto que apenas nos mirábamos fijamente, excepto en momentos parecidos. Pero no estamos satisfechos y sólo jugamos durante los cortos momentos de distensión que siguen al orgasmo.
Debo advertir que nos mantuvimos durante mucho tiempo sin acoplarnos.
Aprovechábamos todas las circunstancias para librarnos a actos poco comunes. No sólo carecíamos totalmente de pudor, sino que, por el contrario, algo impreciso nos obligaba a desafiarlo juntos, tan impúdicamente como nos era posible.
Es así que justo después de que ella me pidiese que no me masturbase solo (nos habíamos encontrado en lo alto de un acantilado) me bajó el pantalón, me hizo tumbarme en el suelo, luego ella se alzó el vestido, se sentó sobre mi vientre dándome la espalda y empezó a orinar mientras yo le metía un dedo por el culo, que mi semen joven había vuelto untuoso.
Luego se acostó, con la cabeza bajo mi verga, entre mis piernas; su culo al aire hizo que su cuerpo cayera sobre mí; yo levanté la cara lo bastante para mantenerla a la altura de su culo, sus rodillas acabaron apoyándose sobre mis hombros.
-¿No puedes orinar en el aire para que caiga en mi culo?, me dijo
-Sí, le respondí, pero como estás colocada, mi orín caerá forzosamente sobre tus ropas y tu cara.
-¡Qué importa!, me contestó.
Hice lo que me dijo, pero apenas lo había hecho la inundé de nuevo, pero esta vez de hermoso y blanco semen.
El olor de la mar se mezclaba entretanto con el de la ropa mojada, el de nuestros cuerpos desnudos y el del semen. Caía la tarde y permanecimos en esta extraordinaria posición sin movernos hasta que escuchamos unos pasos en la hierba.
-"No te muevas, te lo suplico", me pidió Simona.

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jueves, 21 de mayo de 2009

Vivimos una época muy triste

La palabra "progreso" está muy devaluada y bien merecido que lo tiene. Los avances hace mucho que nos adelantaron.
Antes alguien se moría o de repente, o porque estaba malo. Ahora vivimos acojonados porque un cerdo estornuda o porque alguien se ha acabado el último Actimel.
Antes la cosa estaba achuchada o se pasaban fatiguitas. Ahora o es que el IBEX se ha desplomado, o el TAE a plazo fijo es una miseria.
Pero no solamente por esas minucias el mundo de hoy en día es triste. Ni por los maremotos, terremotos y amotos. Ni por el VIH, ni por las guerras, ni por el hambre, ni por Ramoncín, ni por Renfe… bueno, quizás Renfe sí tenga parte de culpa.
El caso es que no es por culpa de que un monstruo asole un país y reciba como castigo un babuchazo, ni porque vendan la píldora del día después en un estuche de los Picapiedra.
No.
Lo verdaderamente triste de este mundo y, más concretamente, esta época en la que existimos son las puñeteras tribus urbanas.
Sí, señora, no se eche las manos al cardado que se lo explico. Dígame qué cree que habría sido Bécquer si hubiera nacido en 1992: ¿romántico o canorro?
Yo se lo digo si quiere. Gustavo Adolfo Bécquer habría sido un puto cani. Lo más que habría escrito es "Su-Gus y Su Déborah" en el último asiento de un autobús.
El Barroco habría sido un pub y el Siglo de Oro un catálogo de compra por correo. El Romanticismo habría sido un peluche de Winny de Pooh y la Ilustración habría sido un dibujo con rotulador en una parada de autobús. El Modernismo habría sido llevar la visera para un lado y el Renacimiento habría sido a las 12 y media de la mañana.
Góngora habría sido un pijo con patillas y un (o dos, o tres) flequillo de oreja a oreja, Valle Inclán habría sido un perro-flauta alternativo haciendo malabares con un platito delante, Tolkien habría salido friki, Antonio de Nebrija habría sido un gafapasta, Nietzsche habría sido skin-head, Platón habría sido catequista, Baroja un heavy cervecero y Alfonso X habría sido El Reshulón.
Lope de Vega un famosillo concienciado, Pardo Bazán una famosilla con silicona, Quevedo un yonki, Mozart un DJ, Picasso un graffitero, Cervantes un rapero y Larra un emo.
Vivimos una época muy triste, pero al menos nos reímos.

Besines

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lunes, 18 de mayo de 2009

Ojala pase algo que te borre de pronto

Hoy alguien me ha hecho mucho daño. Se que pasará,que con la perspectiva del tiempo ésto dejará de ser importante,cederá el dolor y sólo quedarán los rescoldos del recuerdo.Lo mas triste es que después de hoy es difícil que ni siquiera el tiempo me permita conservar los buenos recuerdos.
Para todo hay que tener buen gusto, hasta para dejar buen sabor de boca.La gente no concede suficiente importancia a la estética.
Hoy me quiero permitir el lujo de estar triste, mañana...ya lo pensaré.

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Continuación juego-encuesta de rol

RESULTADOS DE LA ENCUESTA ANTERIOR:

Eres uno de los seis druidas de los bosques del norte ¿cuál es tu elección?
Atacar a los orcos 5 (38%)
Buscar un lugar seguro donde esconderse 8 (61%)

Eres uno de los dos enanos de las montañas azules ¿cuál es tu respuesta?
Guardar la joya 5 (45%)
Ir a ver al ermitaño 6 (54%)

Eres el bárbaro de las estepas desiertas ¿tu decisión?
Aceptar la espada y escuchar al anciano 7 (77%)
Rechazar la oferta y marcharme 2 (22%)

Eres el hombre lagarto de la ciénaga oscura ¿qué prefieres?
Acercarme a la enigmática mujer 8 (80%)
Sumergirme en la ciénaga 2 (20%)

Eres el nigromante de Más allá de los confines ¿cuál es tu elección?
Intento comunicarme con la invocación 9 (90%)
Deshago el conjuro 1 (10%)

Eres uno de los dos grifos de las cuevas heladas ¿tu decisión?
Buscar cobijo en zonas más cálidas 4 (44%)
Permanecer en las cuevas 5 (55%)

Eres uno de los cinco elfos de los bosques floridos ¿qué respondes?
Quiero regresar para ayudar a mis ancestrales hermanos 5 (55%)
Todo aquello ya no es parte de mí 4 (44%)

Eres una de las cuatro hechiceras elementales de Zakarum ¿cuál es tu elección?
Partir en la búsqueda de Alina 7 (63%)
Esperar el inexorable destino 4 (36%)

Eres uno de los siete vampiros de los montes Veilianos ¿a quién apoyas?
A los que quieren volver a nuestros antiguos dominios 6 (66%)
A los que quieren permanecer en el nuevo hogar 3 (33%)

Eres una de las dieciséis amazonas del lago rosa palo ¿cuál es tu parecer?
Aceptas a la discípula 6 (66%)
Rechazas su unión al clan 3 (33%)

Eres uno de los once ilusionistas de la ciudad de Karkostas ¿qué has decidido?
Aprender el nuevo conjuro 8 (80%)
Rechazar la oferta del misterioso mago 2 (20%)

Eres uno de los doce vagabundos errantes ¿qué decides?
Dar cobijo a la anciana 7 (77%)
Te niegas desconfiado 2 (22%)


CONTINUACION DE LAS HISTORIAS:


Eres uno de los seis druidas de los bosques del norte ¿cuál es tu elección?
Atacar a los orcos 5 (38%)
Buscar un lugar seguro donde esconderse 8 (61%)


Sois gente pacífica y de criterio razonado. La mayoría ha hablado. La decisión está tomada, debéis separaros durante tres días con sus lunas y encontrar un escondrijo individual. Pasado ese tiempo prudencial, pues los orcos parecen estar sólo de paso, debéis reuniros todos en el gran álamo a la puesta de sol.

Todo parece ir según lo previsto, el bosque está en silencio, y durante los tres días nada parece perturbar la calma. Al volver a reuniros, faltan dos druidas. El jefe espiritual Melgar y Rondager, el más joven de todos.

Parece extraño, ellos estuvieron a favor de esconderse, en ningún caso os parece probable que plantaran cara a los orcos ellos solos.

Uno de vosotros encuentra un trozo de la capa de Melgar en un arbusto, y desde allí un grupo de pisadas que se alejan hacia el este.

Debéis decidir… ¿seguir la pista e intentar averiguar la suerte de vuestros hermanos o permanecer en el bosque?


Eres uno de los dos enanos de las montañas azules ¿cuál es tu respuesta?
Guardar la joya 5 (45%)
Ir a ver al ermitaño 6 (54%)

La discusión se acalora entre los dos, sois bravos y de testarudos pensamientos. Ninguno quiere dar su brazo a torcer, aún cuando ninguno de los dos sabe muy bien que posición defendía y cual no. Al fin, tras algunos pulsos, un poco de sudor y tres voces más altas que otras convenís en que lo mejor es llevar la joya al ermitaño. Pues él conoce muchas lenguas y será capaz de desvelar los secretos que guarda el tesoro.

El camino se hace largo y no exento de peligros. Pero sois fuertes y el miedo nunca os vencerá. Tres días después llegáis al pico del cuervo cojo, allí, en una cueva de la cara norte vive el ermitaño. Todo está helado, y el ascenso es duro.

El venerable ermitaño espera sentado en un trono de piedra en el fondo de la gruta, tan sólo iluminado por una pequeña vela que parece no menguar. La luz es tenue y se oyen rutilantes los ecos del viento azotador, que afuera se bate en duelo contra si mismo.

Os mira extrañado, no está acostumbrado a visitas, y hacía muchos años que no veía enanos. Parece contrariado y algo alerta. Explicáis vuestro problema sin añadir ni muchas palabras, ni muchos detalles, eso no es lo vuestro. Os escucha y accede a traducir la inscripción a cambio de un par de monedas de plata.

Dice “Aviso al poseedor. Mi dueño es Niounur, hijo de Nión. Si en su manos no estoy, vergüenza y desgracia soy”. El ermitaño os avisa de que aquel artefacto parece encantado. Os propone un trueque, dos ópalos y veinte monedas de oro a cambio de la joya maldita.

Hay dos opciones y debéis decidir con presteza. ¿Vender el colgante o buscar por vosotros mismos información sobre Niounur?


Eres el bárbaro de las estepas desiertas ¿tu decisión?
Aceptar la espada y escuchar al anciano 7 (77%)
Rechazar la oferta y marcharme 2 (22%)

El nombre del anciano es Meyrakal el noble, y como prometió te entrega una espada que siempre está afilada y no se puede romper, está hecha de acero de las minas de Karonde. Al darte la espada se dispone a decir, o más bien recitar, dejando escapar poco a poco las palabras, una vieja profecía:

“Esta espada es una llave que abre la puerta al paraíso. Si muerte da a Graugol, ella será liberada de su maldición”.

Parece que ésta puede ser la misión que andabas buscando, un camino hacia un destino señalado aunque incierto. El anciano te indica la zona donde se dice en los cantos que vive Graugol, uno de los últimos dragones azules del que se cree sigue con vida. También te regala un manto de piel de bobor común.

Se abren dos opciones ante ti: partir hacia el norte esa misma noche, por el bosque de Tandorlin hasta llegar a la ciudad de Groullik, donde vive el mayor erudito sobre dragones o volver a tu choza y preparar tu espíritu durante unos días para el viaje. ¿Qué eliges?


Eres el hombre lagarto de la ciénaga oscura ¿qué prefieres?
Acercarme a la enigmática mujer 8 (80%)
Sumergirme en la ciénaga 2 (20%)


Te sientes un poco reticente al principio, estás indeciso pero algo vence con facilidad tu resistencia. La mujer tiene una mirada que te atrae, y parece sonreír. Nadie te había reído nunca. Al llegar ante ella tienes medio cuerpo al descubierto, ella no parece asustarse, es como si te conociera o al menos te mira sin ningún atisbo de extrañeza.

Dice llamarse Alliere Winyn, venir de muy lejos y que ya había estado en este lago una noche de hace mucho años. Una noche de tormenta, fría y con ráfagas cortantes de una lluvia metálica. En aquella hora vino a deshacerse de una vergüenza, de un pecado que no podía permitirse.

Pero la monstruosidad que hizo, abandonar a un niño recién nacido a su suerte en una apestosa ciénaga, ha estado persiguiéndola en sueños toda la vida. Ese niño había nacido de una unión aberrante, y estaba deforme, parecía tener escamas y algo parecido a branquias.

El niño parece ser que eres tú, y ella tú madre. Al menos eso cree ella, que dice estar contenta y liberada por saber que su hijo ha sido fuerte. Te ofrece un nuevo lugar donde vivir y recuperar todo el tiempo perdido.

¿Aceptas su oferta y estás más feliz que nunca, siempre quisiste saber de tus padres o por el contrario crees que todo es un vil engaño y decides echarla de tu ciénaga encolerizado?


Eres el nigromante de Más allá de los confines ¿cuál es tu elección?
Intento comunicarme con la invocación 9 (90%)
Deshago el conjuro 1 (10%)

Arkarel te relata su historia, él era un poderoso hechicero que durante un experimento quedó atrapado dentro de un conjuro. Perdió su cuerpo y se quedó durante siglos encerrado en un lugar que no está en este mundo, allí nada se parecía a nada conocido.

Él fue el último de la estirpe de los magos Suinytie, portadores de la sabiduría del mundo antiguo y conocedores de los secretos de la magia astral. Hábiles herbolarios y valientes guerreros. La familia fue menguando debido a una extraña enfermedad que parecía afectarles sólo a ellos. Él andaba haciendo experimentos para averiguar algo sobre las muertes de sus compañeros cuando le sobrevino la desgracia.

Te ofrece un pacto, necesita un cuerpo al que unirse. Tú ya no serás más tú y él no será más él. Seréis una unión ya indivisible. Ambos ganareis, un cuerpo uno y el otro un poder ancestral ya casi perdido. La oferta es tentadora pero no estás seguro del todo de poder confiar en las palabras del espíritu. Podría ser otra persona de quien dice ser o que las cláusulas de la unión no se ajusten a lo que te ha contado.

Debes tomar una decisión, ¿unirte en un solo ser con Arkarel o deshacer el hechizo?


Eres uno de los dos grifos de las cuevas heladas ¿tu decisión?
Buscar cobijo en zonas más cálidas 4 (44%)
Permanecer en las cuevas 5 (55%)


El orgullo es algo que os pierde, cuando tomáis una decisión es raro que cambiéis de parecer. Así que peleáis y cada uno toma un camino diferente.

El que optó por permanecer en las cuevas cae en una melancolía acusada y añora todos los años pasados, todos y cada uno de ellos fue mejor que el ahora. No sale de la cueva nido durante semanas, no se alimenta y acaba pereciendo de pena.

El otro parte hacia el sur, en busca de alimentos y de lugares más cálido donde habitar.

En el camino te detienes a dormir en un bosque, del que no sabes el nombre. A la mañana te ves sorprendido por un grupo de elfos, parecen pacíficos y bastante amables.

Te invitan a quedarte con ellos en su casa, allí podrás descansar en paz y armonía sin los peligros del mundo exterior, aunque atendiendo a ciertas reglas que te serán explicadas durante el rito de iniciación.

¿Quieres ir con ellos a ver a su Rey Jingur o prefieres continuar tu viaje hacia el sur?


Eres uno de los cinco elfos de los bosques floridos ¿qué respondes?
Quiero regresar para ayudar a mis ancestrales hermanos 5 (55%)
Todo aquello ya no es parte de mí 4 (44%)

Habéis votado y aunque no todos estáis de acuerdo os basáis en ideas de igualdad. Así que debéis partir hacia vuestra ancestral morada, junto a los últimos supervivientes de Arnos.

Al llegar allí veis el horror, todo saqueado e incendiado, no queda ni una sola piedra de una sola casa en pie, todo es ruina y desolación. Quedan apenas diez supervivientes más que pudieron esconderse. Los cuerpos de los numerosos muertos, más de treinta han ido agrandando el cementerio hasta casi abarrotarlo. Otros diez elfos más fueron encadenados y obligados a marchar hacia el norte, hacia la minas de Melkavar.

Os dan una calurosa bienvenida, jamás habéis olvidado los lazos que antaño os unían. Se convoca un consejo y allí habláis de las diferentes posturas y posibilidades. Parece que surgen dos itinerarios bien diferenciados.

Algunos pocos están demasiado asustados como para abandonar a las pocas mujeres y niños que quedan para partir en la búsqueda de sus hermanos; otros quieren partir de inmediato, ellos son más rápidos que los Ogros… y es posible que cuando lleguen aún quede vida en los cuerpos de sus paisanos.

¿Qué postura tomas tú?


Eres una de las cuatro hechiceras elementales de Zakarum ¿cuál es tu elección?
Partir en la búsqueda de Alina 7 (63%)
Esperar el inexorable destino 4 (36%)

Una de vosotras se siente reticente a la hora de partir en vuestra búsqueda, ha vivido toda su vida entre los muros del templo y siente miedo de salir fuera. Pero tampoco quiere quedar sola y le gusta la compañía de las demás.

Por fin partís pasados unos días en dirección hacia Viona, son cinco días de viaje por caminos. Todo marcha bien, parece que el aire os sienta bien y no tenéis ningún problema durante el viaje, los senderos están siempre transitados y los campesinos que van y vienen siempre saludan y parecen amables.

Pagáis al barquero del río verde y pasáis la primera noche en Viona en la posada Del viejo buen fumador. Allí os dan información sobre Alina y os ponen en guardia sobre su humor y sus extrañas formas de hacer las cosas.

Al día siguiente os dirigís a su casa, a la afueras de la aldea, allí os recibe una muchacha de aspecto casi infantil. Su voz es tintineante, sus gestos están llenos de inocencia y puerilidad. Es alegre y dicharachera. Escucha vuestro problema con total atención y las orejas casi en punta, para poder captar cada matiz en vuestros tonos.
Dice que debe meditarlo y os cita para dentro de dos días. Llega el momento y volvéis. Ha decidido prestaros su ayuda, pero hay una condición primordial para que el hechizo tenga efecto. El sacrificio voluntario de un alma mortal que guarde relación con la persona que conjura la piedra filosofal. Debe ser una de vosotras cuatro. Os da dos días para que toméis una decisión.

¿Una de vosotras acepta el sacrificio de común acuerdo o preferís rechazar la oferta y volver a vuestro hogar?


Eres uno de los siete vampiros de los montes Veilianos ¿a quién apoyas?
A los que quieren volver a nuestros antiguos dominios 6 (66%)
A los que quieren permanecer en el nuevo hogar 3 (33%)

Según el antiguo código veiliano la decisión debe “votarse” y después tomarse en el campo de batalla. Kolvar Meikar es uno de los primeros vampiros conocidos, su fuerza proviene de los más profundos y oscuros rincones del averno Él quiere volver a su viejo hogar. Saiphine Cross, un joven compulsivo y altivo quiere retar el liderazgo de Kolvar y quedarse en el nuevo hogar. En donde algunos de ellos han crecido desde siempre.

La lucha es rápida y desigual, Meikar conoce secretos que el desdichado Saiphine aún era muy joven para saber. Según el código, tras la muerte de uno de los oponentes también debe ser ejecutado la mano derecha del vencido. Vladimir Mink es decapitado.

Los cinco supervivientes del clan emprendéis el camino de regreso a casa. Al llegar allí todo parece tranquilo, compráis una acogedora mansión con sótano y cripta bajo el título de familia Grygeral Kumi, comerciantes de seda y joyas del este. La gente os trata de forma amable y todo parece estar tranquilo.

La casa es perfecta para vuestras extrañas costumbres y la decoración, poco cuidada y pasada de moda os agrada, vosotros desprecias la moda, sois clásicos. Una noche Jorge Volkonor trae a una desdichada campesina de los alrededores a la que no se ha podido resistir. La sangre de sus venas le llamaba a gritos, era asfixiante y ha tenido que morderla cediendo a su instinto más brutal.

Hay dos opciones. Matar a la chica o aceptarla en el clan. ¿Tú elección?


Eres una de las dieciséis amazonas del lago rosa palo ¿cuál es tu parecer?
Aceptas a la discípula 6 (66%)
Rechazas su unión al clan 3 (33%)

La muchacha dice llamarse Mirtel y haber sido iniciada por su madre en los nobles artes del arco y la montura de caballos. Se designa a Liulianna como maestra y tutora.

Es espabilada y aprende rápido, su destreza es notable y su humor envidiable, siempre ayuda, siempre arrima el codo con una sonrisa dibujada en el rostro. Además ha revitalizado el cuidado del viejo huerto, algo en desuso desde que murió su última encargada.

Después de varios meses desde la llegada de Mirtel empiezan a ocurrir cosas extrañas, apariciones y sombras nocturnas en los lindes del bosque que van a dar al lago y las muertes en apenas un par de semanas de cuatro hermanas. En circunstancias aún sin aclarar y por una dolencia sin determinar.

Algunas voces dentro de la congregación empiezan a apuntar hacia la nueva discípula, sobre todo aquellas amazonas que desde el primer día habían notado algo raro en la chica. Se establece una verdadera disputa entre vosotras, Liulanna, la maestra, defiende la inocencia de su ahijada, aportando pruebas sobre la intachable conducta de Mirtel y alegando que no se separa nunca de ella, jurando que ni siquiera cuando duermen.

El ambiente es extraño, el miedo puede tocarse en el ambiente, es pesado y recarga todas las conversaciones y movimientos de cierta apatía que en ocasiones llega a convertirse en agresividad. Todo explota cuando acontece la muerte de la quinta amazona.

Se declara el estado de alerta y se convoca un comité-juicio para dilucidar entorno a los sucesos ocurridos. Hay dos posturas claras, unas defendéis que Mirtel sea juzgada y condenada por asesinato y alta traición a la orden; las otras creéis en su inocencia y buscáis el mal en otro sitio.

¿De qué opinión eres tú?


Eres uno de los once ilusionistas de la ciudad de Karkostas ¿qué has decidido?
Aprender el nuevo conjuro 8 (80%)
Rechazar la oferta del misterioso mago 2 (20%)


Estáis deseosos de aprender nuevas cosas con las que seguir encandilando a toda una ciudad entera y dispuesta a gastar su dinero en el espectáculo. Kohn, como dice llamarse el misterioso personaje os convoca a todos en la sala principal de la sede y os coloca en un circulo mágico.

Comienza a recitar un hechizo en lengua antigua, no conocéis el conjuro, eso es seguro. Da cortos pasos alrededor del grupo, por fuera y sigue entonando como un eco lejano, entredientes palabras suaves y aterciopeladas. Poco a poco vais quedando más relajados, poco a poco los párpados os pesan y se cierran poco a poco. Caéis profundamente dormidos.

Al despertar os han robado muchas cosas de valor, joyas, oro, reliquias y algunos instrumentos. Parece que habéis caído presas de un timo. Clavada con un cuchillo en el cuerpo de Reinal, el mayor de vosotros, encontráis una escueta nota.

“La avaricia rompe el saco”.

Vuestro sumo consejero y guía espiritual ha sido asesinado y os han robado todo cuanto pudiera tener precio en el mercado. Estáis apenados por la perdida pero aún mucho más furiosos, tenéis sed de venganza.

Se presentan dos opciones, la primera es peinar toda la ciudad, todas sus posadas, iglesias, antros de mala muerte y callejas en busca de información acerca de Kohn o de la identidad que se esconde tras dicho nombre; la segunda es reflexionar sobre lo acontecido, y guardar un retiro espiritual de seis meses, sin ningún tipo de contacto con la gente y la ciudad más allá de los muros de vuestro hogar.


Eres uno de los doce vagabundos errantes ¿qué decides?
Dar cobijo a la anciana 7 (77%)
Te niegas desconfiado 2 (22%)

Tres de los vagabundos deciden no ofrecer su hospitalidad a la anciana, tienen miedo y son demasiado desconfiados. Ella, disculpándose de la forma más amable imaginable, dice que continuará su camino. Da las gracias y se aleja por el norte.

Los tres duermen con el vientre lleno y de forma apacible, pero a medida que las horas avanzan vienen a visitarles horrendas pesadillas de muerte y destrucción. A la mañana ninguno de los tres ha conseguido sobrevivir, han muerto de pánico.

Los otros nueve decidís acoger a la anciana, le dais algo de pan y un pequeño trozo de carne a la brasa, una almohada. Habláis durante horas a la luz de la hoguera, bebiendo vino, cada vez ella te parece más y más joven. A cada copa, sus ojos se vuelven más vivarachos, sus facciones se suavizan, su piel parece volverse más suave y su voz más melodiosa. Te hechiza.

Hacéis el amor, nunca antes habías experimentado algo parecido, ella es una muchacha de apenas veinte años en tus brazos, una muchacha ardiente y apasionada. Al despertar por la mañana tenéis diez monedas de plata en el bolsillo, una nota y una sonrisa de oreja a oreja.

La nota dice “me llamo Ariadnne y vivo a las afueras de la aldea de Belfandir, en un pequeño palacete de estilo sureño. Si deseas conocerme más ven a verme”.

¿Ir o no ir? Esa es la cuestión.

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Felicidades





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¿Solo?

Esta soledad,
un vampiro sediento
domesticado.

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Robando arte callejero XXI - Escapando de los Muros

Ante la locura de un muro, la inmensidad de la libertad.













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Fallece Mario Benedetti































Se me ha encogido el alma al enterarme de la noticia, espero que donde este no deje de escribirnos pequeños mensajes para recordarlo.

D.E.P




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domingo, 17 de mayo de 2009

Eugène Atget

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sábado, 16 de mayo de 2009

El uso moral de la memoria

Carlos Castilla del Pino

Los seres humanos se definen por lo que hacen y se les recuerda por lo que hicieron. Hay quien actúa con el solo propósito de dejar memoria de su existencia. La razón profunda de este comportamiento es que ser recordado es una forma de existencia, en vida pero también después de haber vivido. Sólo cuando se es olvidado por aquellos que nos recordaban, o cuando éstos han perecido, se puede afirmar que inexistimos. Por eso, aunque no podemos tener experiencia de lo que será el olvido en que quedaremos sumidos después de nuestra muerte, no lo deseamos de ninguna manera.

Aquellas actuaciones por las que se es recordado por un tiempo mayor o menor se llevan a cabo mientras vivimos (los muertos no hacen nada por ellos mismos). Si algunos de éstos merecen ser recordados, los que aún viven son los que han de hacer que se les recuerde. El olvido sella la muerte de todo ser que alguna vez existió. Por el contrario, sobrevive mientras se le recuerde.

La conciencia de que tenemos la responsabilidad de hacer que sigan existiendo aquellos que ya muertos juzgamos que deben sobrevivir, se trata de subsanar de muchas maneras.
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Habitualmente con el luto (ya en desuso), la placa conmemorativa, el busto, el nombre de una calle o hasta una estatua ecuestre. También, y quizá lo mejor de todo, un montón de páginas como esta que el lector tiene en sus manos y no podrá abandonar. De esta forma, alguien murió, otros que lo recordaron morirán también, pero antes lo harán recordar a los demás. El sentido de la expresión, ya acuñada, "derecho a la memoria" va en esta dirección. Significa el reconocimiento del derecho a ser recordado a los que se les negó esa posibilidad. Pero si ya no existen, otros pueden, y en ocasiones deben, demandarlo por él. De este modo, la exigencia del derecho a la memoria se convierte en un problema moral para los que sobreviven. El vocablo "memoria" tiene en estas páginas, primero el significado de recordar, y segundo del deber de recordar para informar de lo recordado a los que vienen después, de manera que se constituya en ellos en recuerdo de los recuerdos de los demás. "Recuérdalo tú y recuérdalo a otros", que decía Luis Cernuda.

La memoria es un instrumento de que dispone el sujeto para su actuación en la realidad. De tal instrumento se hace un uso muy vario, pero en el fondo subyace un componente moral. Podemos desde luego usar la memoria, como cualquier instrumento, para el bien o para el mal. La función de la memoria está intrínsecamente ligada a una de las características del sujeto: su dependencia del pasado, la imposible abdicación de su pasado, del saber indeclinable que uno es lo que "ha ido siendo" hasta ahora, momento, el de ahora, en que también "se está siendo" y que se añadirá a los que le precedieron. Así nos reconocemos en tanto que sujetos, esto es, entidades con experiencias de vida vivida, sujetos con historia (la nuestra), o más exactamente, con biografía. Por eso, la evocación tiene una estructura narrativa. Evocar es contar (o contarnos), de palabra o por escrito. Lo dramático de algunas evocaciones es que no pueden ser contadas a falta de palabras. En ocasiones, hay un décalage entre lo vivido y lo contado, hasta el punto de que contar es reconocer simultáneamente nuestro fracaso como narrador. Es mi convicción que el suicidio de Primo Levi derivó de su conciencia de la imposibilidad de decir la experiencia en Auschwitz. Y sin ese desenlace, la misma que experimentó Kertész.

¿Por qué es moralmente imprescindible esta tarea? Lo sabemos por nosotros mismos. La memoria es personal, como lo son los hechos que se recuer-dan, porque personal fue la experiencia del hecho cuando se vivió. Somos porque se ha hecho en nosotros nuestra historia, elaboración y reelaboración de nuestro pasado. La memoria es la condición necesaria para el logro de nuestra identidad, vocablo que, despojado de toda connotación moral, significa ser alguien, responder asimismo a la pregunta de quién soy (si se la hace uno a sí mismo) o quién es (si la hacemos respecto de otro). Somos, pues, porque tenemos memoria; es más, somos nuestra memoria. He aquí, a continuación, una demostración empírica de este aserto.

El número de longevos ha aumentado tan considerablemente en la actualidad que deben quedar pocos sin experiencia vivida de enfermos de Alzheimer. Esta enfermedad constituye un experimento natural (como decía Claude Bernard de cualquier enfermedad) que nos hace ver cómo gracias a la memoria se construye nuestra identidad; y a la inversa, cómo la pérdida paulatina de la memoria disuelve la identidad. El paciente de Alzheimer que no recuerda al hijo que tiene delante no se sabe ya padre de él; cuando ya no recuerda haber sido médico o albañil no sabe la identidad social que mantuvo; y, al fin, si vive aún como para no recordar su nombre, no sabe quién fue, es decir, ha dejado de ser, no es ya (aunque aún vive). Su identidad se ha disuelto. Podemos decir quién fue (hablo desde el punto de vista psicológico, no jurídico), pero eso es función de nuestra memoria de él, no de la de él, que ha desaparecido. La memoria nos da, como decíamos antes, conciencia de que existimos y, con ello, de identidad. Mi memoria soy yo. En el estadio final del Alzheimer se dice de él que "vegeta", es la muerte del enfermo como sujeto, la disolución de su conciencia autobiográfica, aunque persista, sin embargo, la vida biológica que la hizo posible hasta entonces (circulación, respiración, metabolismo, es decir, las funciones autonómicas). Los que le conocimos y le recordamos somos los que sabemos quién fue. Tanto el enfermo ya totalmente demenciado por el Alzheimer cuanto el que ya pereció, sobreviven, pues, en nuestra memoria. Lo repito: una vez que uno muere sobrevive si sobrevive en el recuerdo de los demás. Cuando todos los que nos recuerden perezcan, hemos muerto definitivamente. Lo que significa que tener memoria del otro, recordarlo, es dotarlo de existencia. Todos ansiamos sobrevivir aquí -que se sepa, no hay ningún otro sitio donde esto pueda tener lugar-, y eso sólo podemos lograrlo en la memoria de los demás. Es lo que demuestra Agustín Santos, un superviviente de Mauthausen, cuando, refiriéndose a la muerte de Azuaga, su compañero de evasión, dice: "Su muerte engendró en mí la voluntad tenaz de sobrevivir a aquel infierno, para poder contar al mundo las muertes de tantos Azuagas". De esta manera, y en alguna medida, los ha hecho inmortales. En puridad, lo de "inmortales" es una metáfora. Ellos no son inmortales, somos nosotros los que los hacemos, se hacen inmortales en nosotros. No hay, pues, inmortalidad; hay memoria. Ésta es la misión de "los que venimos después" en la sobrevivencia de aquellos a los que se les hizo morir, y de tal manera que, de hecho, de muchos de ellos (en el anonimato) podría decirse que es como si no hubieran existido.

La implacable dictadura franquista duró tanto que muchos de los que la padecieron, incluso muchos que supieron del padecimiento del padre, la madre, el hermano o el vecino, murieron sin poder ofrecernos su versión, porque mientras vivieron estaban obligados al silencio. Y si bien una experiencia singular rara vez es útil para la construcción de lo que llamamos Historia, es irreemplazable para saber del drama, esto es, de la Biografía. Cuando hablamos de la recuperación de la memoria histórica, un apartado fundamental de la misma es la constancia ¡cuando menos! de los nombres y apellidos de los que vivieron el drama. No hay otra forma de subsanar, aunque en mínima parte, la oquedad dejada por aquellos a los que se hizo desaparecer, de muchos de los cuales no sabríamos siquiera que existieron. Éste es el fundamento moral del recordarlos.

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viernes, 15 de mayo de 2009

Una historia trágica con final feliz

De Regina Pessoa

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Páginas de mi Moleskine

Tu tiempo se acaba, se desplaza poco a poco en silencio y te esta matando, el tiempo puede contigo, puede con todo y estará aquí cuando el vea tu fin

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¿Quien esta mas atrapado en el tiempo que un reloj?
dando vueltas incansablemente, condenado a girar, a marcar un ritmo a la monotonía, a tener que ver y no poder actuar, siempre el mismo sitio, girando en el infinito...


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¿Porque me miras y te ríes?, es muy enigmático, es como la sombra de un eclipse, como el frío en verano, como el silencio perdido entre las hojas de los arboles susurrando...

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jueves, 14 de mayo de 2009

Y en fin...

Y en fin, no habrá más
esto es la pataleta
de un joven jubilado
del servicio regular
de los juegos de manos
Y en fin, viene repleta
de las cartas al director
que no se publicarán
del llanto del actor
de los juegos de pecar
Y en fin, trae guardada
la paz en una carpeta
del estómago relleno
de quietud alocada
de jugar a ser bueno
de no jugar a nada

Y en fin, esas noticias
en la rodilla de Messi
anuncian una mejoría
menos besos que palizas
menos risas cada día
Y en fin, es la sinopsis
las rapsodias cotidianas
los bohemios ideales
cambian todas las mañanas
y te regalan dos vales
Y en fin, nuestras vidas
se nos rebela la crisis
con excesos de mentiras
y un déficit de gloria
sabéis más cuernos que liras
más de pena que de historia


Besines

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miércoles, 13 de mayo de 2009

Obus - Va a estallar el obus



Prepárate...

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lunes, 11 de mayo de 2009

Dicho a ciegas

Di si eran éstas las palabras
Míralas bien
Córtalas con cuidado
Y vamos a guardarlas
Sepultadas debajo de la casa
Tesoro rescatado
Devuelto al culto
Palabras guarecidas
Mantenidas en vida
Que de secreto se alimentan
Reverenciadas en su catacumba
Ocultas mientras dure afuera
la locura lasciva del lenguaje
Para sólo sacarlas
Cuando pisemos el silencio soberano
En la omnisciente noche de la afasia
Y antes de que la clave se nos borre
Mirarlas un instante en su esplendor
Carne verbal viviente en el silencio
Inmaculadas concepciones
Rompedoras del círculo vicioso
Otra vez mediadoras
Para que se hagan mutuos mediadores
Dos que dicen tú y yo
Antes de que la noche del amor los borre
Mas todo está fundado si al borrarse se hablan.

Tomás Segovia

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Misterios Hawaianos (2)

Los Menehune

Los menehune (ka poe menehune) son una raza mítica en Hawaii, unos traviesos e inteligentes pequeños que vivían en lo profundo de los bosques y valles de las islas. Los menehune son asociados con los días antiguos al asentamiento en Hawaii, andaban en las islas 1500 años antes que los colonos polinesios llegaran, aparecen en historias tanto antiguas como actuales.

Se rumoreaba que los menehune eran expertos con sus manos; constructores industriales y artesanos que pudieron construir templos increíbles, calles, canoas, estanques y casas en muy poco tiempo. Aunque se dice que habitaban todas las islas, la isla de Kauai es el escenario más común donde se pueden escuchar historias sobre los menehune.

Estos pequeños de 6 cm habitantes de las islas son, para muchos, los maestros arquitectos del estanque y represa Aleloko, la reserva de agua más grande de Kauai. La historia alrededor de la construcción de este estanque cuenta que dos curiosos, ignorando las advertencias de los menehune, fueron convertidos en piedra después de espiar a los menehune durante sus tareas de construcción.

Hoy, se dice que los dos pilares de piedra pueden ser vistos cerca del estanque. Algunas paredes construidas a mano con petroglifos tallados cuidadosamente son consideradas una evidencia que Kauai fue (y quizás sigue siendo) el lugar de juego favorito de los menehune.

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Barón Rojo - Los rockeros van al Infierno



Mi rollo es el rock...

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sábado, 9 de mayo de 2009

Foro CAOSMOS XiV

Os presento una nueva pieza en la nave del caosmos, todavía esta por terminar y que se amolde a los gustos de todos, espero que sea de utilidad para todos los integrantes de la tripulación, os presento nuestro foro

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jueves, 7 de mayo de 2009

Resultados encuesta-comienzo de juego rol

Sois enviados a un universo mágico ¿qué elegís?

-Ser un Druida de los Bosques del norte 6 (8%)

-Ser un Enano de las Motañas azules 2 (2%)

-Ser un Bárbaro de las Estapas desiertas 1 (1%)

-Ser un Hombre lagarto de la Ciénaga oscura 1 (1%)

-Ser un Nigromante de Más allá de los confines 1 (1%)

-Ser un Grifo de las Cuevas heladas 2 (2%)

-Ser un Elfo de los Bosques floridos 5 (7%)

-Ser un Orco de Mazmorra 0 (0%)

-Ser una Hechicera elemental de Zakarum 4 (5%)

-Ser un Vampiro de los Montes Veilianos 7 (9%)

-Ser una Amazona del Lago rosa palo 16 (22%)

-Ser un Ilusionista de la Ciudad de Karkostas 11 (15%)

-Ser un vagabundo errante 12 (16%)

-Pedir el billete de regreso y sin dar las gracias 3 (4%)


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Los seis druidas de los Bosques del norte

Vuestra comunidad es reducida, tranquila y próspera. Recolectáis plantas y semillas, preparáis pócimas, estudiáis libros y al atardecer os agrupáis entorno a la hoguera para contemplar las estrellas, aprender de sus secretos, beber vino de Tüllinca y tener largas conversaciones. Con voces perdidas en el tiempo, serenas y profundas. Desde hace años ningún peligro amenaza vuestros dominios y vuestra simbiosis con la naturaleza del bosque es casi perfecta, os comunicáis con él y os ayudáis de forma recíproca. Pero una amenaza se cierne escandalosa a unas diez millas de distancia, una partida de orcos Mugrill ha acampado en los claros del este. Debéis pensar con rapidez, ¿afrontáis el peligro o decidís esconderos hasta que todo pase?


Los dos enanos de las Motañas azules
Partisteis hace ya muchos años del hogar de vuestros padres, nacidos de la fría roca y el barro. En busca de yacimientos más ricos en piedras y metales. Ahora trabajáis día y noche en las Montañas azules, descubriendo nuevas grutas, galerías y paredes. Allí donde se encuentra algún signo de hallazgo picáis sin descanso, apenas supone esfuerzo para vuestras curtidas manos y mirada gruñona. Un día, incrustado en un ópalo recién extraído encontráis un pequeño colgante de plata Argentil inscrito en una lengua que no comprendéis. Tenéis dos opciones, ¿guardarlo como un tesoro o ir a visitar al ermitaño de la montaña para que desvele sus secretos?


El bárbaro de las Estapas desiertas
El amor por una muchacha casada de tu pueblo natal te condenó al destierro, llevas años vagando por las estepas en busca de la paz interior y de una misión que caiga del cielo, tu creencia en Ergemik el protector sigue intacta. Vives de lo que cazas y aunque parece que tu carácter se embrutece poco a poco nada más lejos de la realidad, cada vez notas un sensibilidad más fuerte y un arraigo más profundo por lo que te rodea. Una noche de tormenta encuentras una pequeña choza en medio de la nada, te parece extraño, nunca antes habías reparado en ella, podría ser cosa de brujería. Da igual, tú valor podría cantarse a los cuatro vientos, así que decides ir y entrar. Dentro aguarda un pequeño anciano de larga barba blanca que descansa sobre el suelo. Tiene los ojos cerrados y parece fumar de un pipa que se sostiene sola. Te ofrece una espada llamada Raksor y la posibilidad de comenzar grandes hazañas que devolverían el honor a la casa de tus padres. ¿Aceptas o no?



El hombre lagarto de la Ciénaga oscura
Comer mosquitos, baños de lodo al sol y largas siestas bajo el enebro de la orilla, tú vida es plácida y solitaria. Nunca conociste a tus padres, nunca conociste a nadie de tu especie. Tú único contacto con otras formas de vida viene dado por los pequeños peces y reptiles que comes y por las personas que transitan por el camino de Vielan. A veces pasas horas escondido, viéndoles pasar, no te acercas, se parecen a ti, pero no son iguales. No sales por temor. Un día, después de no sabes ni cuantos años allí aparece una muchacha de cabellos negros azabache y rostro blanquecino. Ella mira la ciénaga y mueve los labios con un sonido imperceptible. Parece abstraída pero te ha visto, eso es seguro, te mira desde el fondo de unos ojos grises e inquietos, pero que parecen tranquilizarse a medida que permanecen fijos en ti. Puedes acercarte hacia ella o sumergirte en la ciénaga. ¿Qué eliges?


El nigromante de Más allá de los confines
Vives solitario en un encierro en ti mismo, nadie ni nada te molesta, sólo silencio y tiempo para la meditación y la experimentación. Cargas tantos años a la espalda que ya no eres capaz de recordar aquellos días de la infancia. Tú tez es pálida por el poco sol y tienes un aspecto frágil, sin barba, hace décadas que no te crece. Un día, durante tus solitarios experimentos, conjuras una magia de invocación nunca antes vista, aparece ante ti un ser in-corpóreo pero con la capacidad de comunicarse y razonar. Dice llamarse Arkarel, debes decidir, ¿hablar con él o por el contrario deshacer la invocación?



Los dos grifos de las Cuevas heladas
Sois los dos únicos supervivientes de una raza milenaria que habita la tierra desde hace milenios, vosotros conocisteis a los majestuosos dragones y a las hidras. Habéis soportado de forma estoica la caza continua por parte de Hombres y Bárbaros hasta casi quedar extintos. Huyendo por último hace siglos a las Cuevas Heladas, allí donde nadie más puede llegar. Pero la era semiglacial está tocando a su fin y las presas de caza mueren debido al excesivo calor. Se os presenta una vital decisión. ¿Quedaros allí o emigrar buscando refugio en zonas más templadas? Es vuestra decisión.





Los cinco elfos de los Bosques floridos
Un día formabais parte del consejo de sabios-guerreros de la tribu de Arnos pero viendo la brutalidad que había alcanzado el grupo renegasteis y marchasteis lejos, a bosques no infectados por la inmortalidad y la codicia de tierras. Ahora lleváis una vida apacible y en armonía, dados al canto de viejas canciones sagradas y el baile en las eternas tardes primaverales que gobierna aquellas tierras todo el año. Contemplando las estrellas y susurrando a los pájaros y el viento vuestra felicidad. Una de esas bellas tardes todo cambia, algunos de vuestros antiguos conciudadanos llegan a vuestra morada pidiendo ayuda, los Ogros negros de Gorgor han saqueado el poblado y han asesinado a muchos de los vuestros. Los demás han sido hechos prisioneros y llevados a las minas para trabajar como esclavos. Podéis regresar a prestar vuestra ayuda o rechazar la idea. ¿Vuestra elección?




Las cuatro hechiceras elementales de Zakarum
Último vestigios de una orden venerada hace muchos años, el tiempo ha ido poco a poco reduciendo vuestro número casi hasta la desaparición. Vuestro templo, cercano a la ciudad de Belfar, es visitado todos los días por peregrinos y aldeanos en busca de respuestas y consejos. Practicáis varias horas al día vuestro dominio sobre los elementos y la psique. Podéis estar días sin probar bocado y la mayoría de las ofrendas que os llevan las repartís entre los más necesitados. Pero vuestra hora en la tierra se agota, el péndulo de la muerte oscila sin descanso sobre vuestras cabezas. Una tarde de otoño llega al templo un misterioso peregrino vestido con una capa de color pardo y con el rostro tapado por la capa. Él os da información sobre una gran hechicera llamada Alina, vive cerca de la aldea de Viona, al otro lado del río verde. Ella tiene la piedra filosofal, el secreto de la vida eterna. Poco después el peregrino desaparece sin dejar rastro. Formáis consejo ¿ir o no ir? Esa es la cuestión.


Los siete vampiros de los Montes Veilianos
Lleváis dos siglos habitando en aquellos montes, antaño fuisteis un clan poderoso y que no esquivaba a los humanos, cohabitaba con ellos. Pero al llegar a ser demasiados la escasez de comida llevó a gran cantidad de ataques no permitidos e incluso asesinatos. Temiendo por vuestras vidas ante la creciente inquietud de los hombres de las aldeas cercanas decidisteis dar muerte a todos los traidores y recluiros lejos y solitarios. Viviendo a base de sangre animal, lo que os ha provocado un aspecto menos esbelto, más bestial y ultraterreno del que nunca conocisteis. Surgen dos voces dentro del grupo que quieren erigirse en líderes. Unos proclaman que ya es hora de volver a vuestras antiguas tierras, otros quieren permanecer allí. ¿A quién decidís apoyar?





Las dieciséis amazonas del Lago rosa palo
Formáis uno de los clanes más poderosos del reino, letales y bellas mujeres entrenadas en el arte del arco y las lanzas. En varias ocasiones habéis decidido batallas a favor de vuestra alianza tan sólo con un buen puñado de flechas certeras. Tratáis de comunicaros con los demás hombres y razas que pueblas la tierra pero sois reacias por naturaleza hacia los extraños, es una desconfianza que viene de tiempos remotos, arraigada en vuestra más íntima naturaleza. Un día llega a vuestros dominios una joven de aspecto desvalido, fuerte, pero parece no haber comido nada en varios días. Dice haber estado buscándoos mucho tiempo y querer formar parte de vuestra comunidad. ¿La aceptáis como discípula o no?



Los once ilusionistas de la Ciudad de Karkostas
En una ciudad portuaria rica en espectáculos y fiestas formasteis el gremio de ilusionistas. Allí entretenéis a los aldeanos y a los curiosos con conjuros de desaparición, ocultación y telequinesia. Sois respetados e invitados a todas las reuniones de la alta sociedad, sirviendo allí de entretenimiento y teniendo acceso a distintos favores. Las damas se derriten a vuestro paso y vuestras manos siempre van cubiertas con guantes blancos de piel de gilgir. Un día llega al gremio un extraño personaje que dice ser un mago, os promete la revelación de un conjuro que nadie antes ha visto. ¿Queréis aprenderlo o no?





Los doce vagabundos errantes
No recordáis ninguno la última noche que descansasteis en una cama, acostumbráis desde hace año a dormir a las afueras de los pueblo, en los comienzos de los bosques. Calentándoos ante pequeñas hogueras y comiendo de la caridad de los otros, un poco de pan, un pedazo de carne, algo de vino o unas cuantas monedas. Os es suficiente, sois libres, no os hace falta nada más. Una de esas interminables noches, mientras contempláis extasiados el chisporroteo del fuego aparece una anciana de aspecto bondadoso y con una sonrisa que no se desdibuja de su rostro. Os pide un poco de hospitalidad, algo que llevarse a la cama, un poco de paja para hacerse un camastro o simplemente un poco de compañía. ¿Aceptáis o rechazáis a la viejecita?












Los tres que pidieron el billete de regreso y sin dar las gracias pueden volverse a casa sin ningún tipo de problema.
En breve continuará el juego con nuevas encuentas, esperen sentados.

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