Si tuviéramos que definir a aquel país, creo que torpemente sólo podríamos dar un dato sobre él: era un país fronterizo.
Puede parecer una obviedad, puesto que todos los países tienen sus respectivas fronteras, aunque sólo sea con el mar. Pero lo de aquel país era especial. Era especialmente fronterizo.
Si a alguien le preguntabas por las exportaciones e importaciones, por las producciones, costumbres y folclores del país, dependiendo de la cultura del interlocutor, podía llegar a hablarte de ellas, pero lo que sin duda ocupará más espacio en la conversación son los límites territoriales del susodicho.
Estaba muy caracterizado por sus fronteras, por lo numerosas y definitivas. De hecho, era país vecino de todos los países. E incluso, podemos ir más allá y afirmar que el país tenía fronteras con el fin del mundo. Colindaba con la nada.
Concluimos y reiteramos que era un país eminentemente fronterizo. Tan fronterizo era, que era un país borde. Sus habitantes hacían gala de unos modos toscos, de una endeble simpatía y de una escasa hospitalidad.
Tan borde era que mandaron una comitiva de sabios a reírse de un país vecino (el de los pobrecitos) que acababa de salir de una cruenta guerra civil. Esto no sentó muy bien en la Federación de Estados Organizados (FEO), que tomaron cartas en el asunto y haciendo valer todo su poder, mandaron una educada carta en la que sugerían una rectificación.
Esa carta inspiró al sureño país de los alegres para instaurar desde ese día la Fiesta de las Sugerencias.
La respuesta del país borde no se hizo de rogar. Fue una maleducada carta en la que invitaba a FEO a meterse en sus propios asuntos.
Esa contestación inspiró al país de los alegres para instaurar desde ese día la Fiesta de las Irreverencias.
El revuelo causado por tal provocación no tardó en extenderse por todos los países, armando un gran pitote en el país de los indignados, pasando desapercibido en el de los indiferentes y creando polémica en el país de los trastornos bipolares.
En el país de los independentistas tomaron las burlas contra los pobrecitos como propias y se sintieron ofendidos porque el imperialismo de los bordes y su especial RH blablabla.
La situación era crítica. Tanto es así, que en el país de los caprichosos empezó a tener voz la idea de construir un muro azul metalizado alrededor de aquel país tan fronterizo.
No quedó ahí la cosa, porque desde el país de los justicieros (miembros de la FEO) mandaron un equipo de diplomáticos con la intención de sentarse a dialogar y resolver el problema de una vez por todas.
Esa iniciativa inspiró de nuevo al país de los alegres para instaurar desde ese día la Fiesta del Diálogo.
Para la historia queda el escándalo que provocó la actuación de aquel pequeño país fronterizo, que creía que no tenía porqué darle explicaciones a nadie… ¡y mucho menos a ti!
Besines.
sábado, 6 de junio de 2009
País fronterizo
Publicado por Uno, trino y plural a las 20:16
Etiquetas: humor, política, Reflexiones, Relatos, trastornos, viajes
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1 comentarios:
Pasmo. Ja, ja, ja.
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